RECENSIÓN

J. O'Callaghan, Los primeros testimonios del Nuevo Testamento. Papirología neotestamentaria.

(Serie: En los orígenes del cristianismo, nº 7), Ediciones El Almendro, Córdoba 1995. 150 págs.; 16 x 23 cms; 6 ilustraciones; enc. en tela con sobrecubierta. 2.800 ptas con IVA.

 

La obra del Prof. J. O'Callaghan Los primeros testimonios del Nuevo Testamento es, ante todo, un manual de papirología neotestamentaria, que representa una gran novedad dentro del campo de la edición en castellano, al no existir hasta el presente ninguno en esta lengua.

La Papirología Neotestamentaria es una materia importante para el desarrollo de la Crítica Textual del Nuevo Testamento, pues se ocupa del acceso a los textos originales y de su reconstrucción mediante el análisis crítico de los testimonios o papiros que se han conservado, con la finalidad de conseguir el mayor grado posible de aproximación a los originales de los libros neotestamentarios, cuyo autógrafo se perdió.

De entre todos los testimonios escritos del Nuevo Testamento, los papiros son, en efecto, los más próximos en tiempo a la producción de los originales neotestamentarios, aunque esto no equivale a decir que sean los testimonios escritos más antiguos, como reza el título de la obra, pues las citas de Ireneo, por ejemplo, son anteriores a la inmensa mayoría de los papiros neotestamentarios conservados.

Tampoco se puede afirmar que los papiros conserven, por el mero hecho de serlo, las mejores lecturas del Nuevo Testamento, sino lecturas en su mayoría al uso en el siglo III en Egipto, que contienen el mismo tipo de texto que se lee en el códice Vaticanus y, para lo esencial, en el Sinaiticus.

No por ello deja de ser verdad el título del libro, pues los papiros son anteriores a las copias en pergamino. Hasta el siglo IV, en efecto, el papiro fue el material de escritura comúnmente utilizado en los países de la cuenca mediterránea; después fue suplantado por el pergamino que, aunque más caro, presentaba grandes ventajas sobre aquél. Aproximadamente la mitad de los papiros neotestamentarios hallados es anterior a la época constantiniana. El fragmento de papiro más antiguo P52 (Rylands Papyrus, con la lectura de Jn 18,31-33.37-38) esta datado hacia el año 125; muchos otros provienen del siglo II (P64,66,67,77,90,98) y unos treinta aproximadamente, del s. III.

En los siglos II y III, los textos del Nuevo Testamento se transmitieron escritos en papiro en su mayoría. Paradójicamente este material tan antiguo no fue descubierto hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX. No es de extrañar, por tanto, que la edición crítica mayor del Nuevo Testamento de Tischendorf (1869-1872) mencione solamente un papiro, y el manual clásico de Gregory (1900-1909) traiga a colación solamente nueve.

El gran problema que tienen los papiros es su fragilidad, que les hace conservarse bien solamente en un clima seco, como es el de las arenas del desierto egipcio, de donde proviene la mayor parte de los antiguos papiros neotestamentarios hallados.

La obra de J. O'Callaghan, que presentamos, está bien documentada y puede considerarse el primer tratado completo de Papirología neotestamentaria que se publica en castellano y el más actualizado de los publicados hasta ahora en otras lenguas, pues incluye los últimos datos de dicha ciencia.

Esta obra consta de tres capítulos y un largo epílogo sobre los papiros neotestamentarios de Qumrán, que ocupa prácticamente la tercera parte de la obra (págs. 94-145):

- El primer capítulo, Papirología, es una introducción al estudio del papiro y su ciencia. En esta parte se describe, en primer lugar, qué es un papiro y cómo fueron utilizados los papiros en la antigüedad como material de escritura, entre otros usos. El uso del papiro con fines de escritura se retrotrae hasta el 3.000 a.C. en el Egipto faraónico y continúa hasta los períodos ptolemaico y romano. Los papiros se presentaron al principio en formato de rollo, pero con el tiempo (final del siglo I de nuestra era) tomaron la forma de códice, que facilitaba su manejo y lectura.

El autor habla, a continuación, de la "ciencia de los papiros" entendiendo por ésta su estudio científico. El inicio de la atención prestada al estudio científico de los papiros comenzó con la expedición napoleónica a Egipto en 1798, verdadero reclamo para que posteriormente se iniciara la búsqueda y compra de papiros que ha perdurado hasta nuestros días. Los papiros se diseminaron rápidamente por Alemania, Inglaterra, Francia, Austria, Bélgica, Italia, Rusia, España y Suecia a partir de 1877-1878, fecha en la que afluyó a El Cairo una ingente cantidad de papiros provenientes de El Fayum.

- El segundo capítulo de la obra versa sobre Los Papiros del Nuevo Testamento: cómo se formó la lista oficial de dichos papiros, a partir de las listas compuestas por E. Von Dobschütz (1924), B.M. Metzger (1947; junto con G. Maldfeld, 1949), ésta última completada por Aland (1949-1976: Repertorium der griechischen christlichen Papyri), la de J. K. Elliott (1989: A Bibliography of Greek New Testament Manuscripts, Cambridge-New York 1989), así como la que se presenta en la 27ª edición del Novum Testamentum Graece (1993), a las que viene a sumarse en las pág. 29-41 la lista propuesta por J. O’Callaghan (1995).

A diferencia de la lista del Novum Testamentum Graece, J. O'Callaghan no solamente enumera los papiros, sino que indica con clara disposición tipográfica su datación, la editio princeps y el contenido textual de cada uno de los noventa y ocho papiros elencados, facilitando al lector hacerse una idea clara de qué cantidad de versículos están atestiguados en cada papiro. Otro tanto había hecho ya el autor el año 1975 con los papiros de la versión griega de los LXX. En la lista, solamente Hebreos, 2Pedro y Judas se encuentran íntegramente atestados; casi en su totalidad Juan, Hechos, 2Corintios y 1Pedro; sorprende que Mateo, Marcos y 2Tesalonicenses lo estén tan sólo en un 18, 27 y 12% respectivamente; Lucas, sin embargo, lo está en un 72%. Llama la atención la ausencia de copia en papiro del texto de 1 y 2Timoteo, ausencia que no comenta el autor: ¿se debe al azar o a una época en la que estas cartas todavía no se habían integrado en el corpus paulino?.

Aunque la mayoría de lo expresado en esta lista es correcto, sin embargo, hay algunos detalles que no quedan del todo claros o que deberían ser corregidos: el P67 (Pbarc. Inv. 1) fue publicado en 1956, como se dice más adelante en página 75, y no en 1953, como parece dar a entender el autor; P83 y P84 estaban ya publicados y no en vía de publicación cuando se escribió la obra, pues ya aparecían en la 27a edición de Nestle-Aland; P83 parece contener lo mismo que el P82; lo que se dice del P84 es lo que contiene P83 (pero corregir 23,29 por 23,39) y el contenido de P84 es Mc 2,2-5.8-9; 6,30-31.33-34.36-37.39.41; Jn 5,5; 17,3.7-8. La lista de J. O'Callaghan termina en el papiro 98; falta el 99 de la colección Chester Beatty, datado hacia el 400, no incluido en ella debido tal vez a la fecha de entrega de los originales a imprenta y el tiempo que corrió entre aquélla y la edición de la obra.

A continuación, J. O'Callaghan recompone el texto neotestamentario a base de los versículos que pueden aducir papiros en su favor. Es digno de observarse que si el número de versículos del NT es de 7.956, los versículos reproducidos en papiros alcanza los 5.369 (más del 67% del texto del NT).

Finalmente, el autor presenta los principales papiros neotestamentarios, tanto por su contenido textual como por su antigüedad. Hubiera sido de desear que este apartado del libro fuese más extenso, aunque el autor es consciente del reducido tratamiento que da a los principales papiros, de entre los que destacan los del fondo de papiros Chester Beatty y los Bodmer, incluyendo el resto de papiros bajo el epígrafe Otros papiros neotestamentarios (págs. 74-75). Para una próxima edición de la obra, sería bueno añadir en esta parte la sigla correspondiente de cada papiro, junto con su nombre, para facilitar al lector su identificación

- El tercer capítulo Problemas en torno a los papiros neotestamentarios es de gran interés. Trata de:

1) Los diversos tipos textuales a los que pertenecen los distintos papiros (alejandrino, antioqueno, cesariense y occidental), aunque el autor reconoce la provisionalidad y limitaciones de este intento de agrupación, debido a las escasas proporciones de muchos papiros y a la procedencia egipcia de todos ellos.

2) Los nomina sacra o abreviaturas de nombres sagrados en los papiros. El autor discute en esta parte el origen de la denominación "nomina sacra", el número de los mismos (¿sólo quince o más?) y las variaciones de tratamiento (¿por qué a veces se abrevian y otras no?, ¿por qué unos se abrevian de una manera y otros de otra?).

La denominación de nómina sacra se debe a L. Traube (Nomina sacra. Versuch einer Geschichte der christlichen Kürzung, München 1907) para quien éstos "deben su origen a los judíos que en Alejandría tradujeron al griego los libros del Antiguo Testamento, porque traspasaron a la nueva lengua la costumbre hebrea de escribir, en modo especial, el nombre de Dios. Las abreviaciones con que se expresaba tal nombre no eran debidas a un ahorro de espacio y tiempo, sino a un deseo de distinguir la sacralidad de dicho nombre", explicación no aceptada por todos en principio, como indica J. O'Callaghan en pág. 82, citando a G. Rudberg (E. Nachmanson y U. Wilcken), pero consolidada a partir de A. H. R. P. Paap (Nomina Sacra in the Greek Papyri of the first Five Centuries A.D. The Sources and Some Deductions, Lugdunii Batavorum 1959). Paap está parcialmente de acuerdo con Traube, al situar el origen de los "nomina sacra" en Alejandría, pero no entre traductores de la Biblia exclusivamente hebreos, sino entre judíos influidos, al menos, por corrientes cristianas o, de hecho, convertidos al cristianismo" (pág. 82); posteriormente, un discípulo de J. O'Callaghan, Schuyler Brown, refutó la teoría de Traube, matizada por Paap, considerando que "no es posible ver en los nomina sacra una transposición al griego de las costumbres de escritura hebrea".

Para los nomina sacra el autor propone una nueva definición, a saber: "los que primariamente se atribuyen a Dios o a las personas divinas, y secundariamente, por participación o conexión, también a otras realidades creadas". De este modo J. O'Callaghan llega a distinguir en pág. 84 nomina sacra "propiamente sagrados; inconscientemente sagrados, ambiguamente sagrados e impropiamente sagrados". Al estudio de los nomina sacra ha dedicado el autor diferentes trabajos, a saber: J. O'Callaghan, "Nomina Sacra in papyris Graecis saeculi III neotestamentariis, AnalectaBiblica 64, Roma 1970; en las págs. 22-23, el autor marca las diferencias con Paap; Id., "Nominum sacrorum elenchus in Graecis Novi Testamenti papyris a saeculo IV ad VIII", Studia Papyrologica 10 (1971) 99-112; Id., "Consideraciones sobre los nomina sacra en los papiros griegos del Nuevo Testamento (del siglo IV al VIII), en Akten des XIII. Internationalen Papyrologenkongresses, MBPAR 66, München 1974, 315-320.

3) Por último el autor aborda el uso del códice en los papiros neotestamentarios y sus ventajas sobre el formato de rollo. A este respecto J. O'Callaghan reconoce que el formato de códice –similar al de nuestros libros y más económico, pues se podía escribir por las dos caras (recto y verso), a diferencia del formato de rollo que se escribía solamente por una (recto)- se empleó primero para los escritos paganos y no para los cristianos o bíblicos, como se pensaba, aunque los cristianos adoptaron rápidamente este formato.

Aunque es verdad que ningún fragmento antiguo del NT se ha encontrado en formato de rollo, se puede pensar que debieron existir también textos en dicho formato en los primeros estadios del desarrollo de la tradición textual del NT, puesto que se da por supuesta su existencia en las fuentes más antiguas, como ha mostrado C. P. Thiede en su obra The Earliest Gospel Manuscript? The Qumran Papyrus 7Q5 and its Significance for New Testament Studies, Londres 1992, pág. 3 y n. 6. Una síntesis de la argumentación de C. P. Thiede al respecto puede verse en A. Piñero- J. Peláez, El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos, Ediciones El Almendro, Córdoba 1995, pág. 93, nota 13, donde se citan dos documentos que atestiguan conocer rollos con textos del Nuevo Testamento: 1) La Passio Martyrum Scillitanorum que menciona una colección de cartas de Pablo, conservadas junto con la Torá (!) en una capsa, es decir, en un recipiente cilíndrico para rollos, no para códices, y 2) Acta Petri 20 donde se dice que Pedro "entra en una habitación en la que se está celebrando un acto religioso, alguien está leyendo el evangelio, al parecer el pasaje de Mc 9,2-13, Pedro toma el evangelio, lo enrolla y se pone a contar personalmente el relato". De hecho, la época de los Acta Petri, hacia el 180 d.C., es decir, cuando el códice ya se había impuesto, puede indicar que el autor utiliza aquí un dato de información histórica para situar su relato en el siglo I, en el que se utilizaban rollos cristianos. Según C. P. Thiede, habría que aceptar que ni siquiera un traficante de leyendas habría inventado un relato sobre un rollo de Marcos utilizado en esta escena si nunca hubiera habido rollos de los evangelios.

Con el tercer capítulo, termina el cuerpo de la obra que, como tratado o manual de papirología, muestra la importancia de esta ciencia a la que el autor ha dedicado toda su vida. Para los que deseen iniciarse en esta materia, la obra resulta precisa, imprescindible y única; los estudiosos, por su parte, encontrarán en ella elementos muy valiosos y de necesaria consulta, en especial, las diversas listas del capítulo segundo, a saber: de papiros neotestamentarios, del texto que contiene cada papiro, del porcentaje de versículos en papiros y del reparto de papiros entre los distintos tipos textuales (págs. 27-71).

El epílogo de la obra versa sobre Los papiros neotestamentarios de la cueva 7 de Qumrán. Así como los tres primeros capítulos de esta obra han sido acogidos favorablemente por la crítica, el epílogo, sin embargo, ha suscitado las reacciones más opuestas, que no siempre se han movido, como sería de desear, en el campo de lo estrictamente científico. Así lo ha reconocido É. Puech ("Des fragments grecs de la grotte 7 et le Nouveau Testament? 7Q4 et 7Q5, et le Papyrus Magdalen Grec 17= P64" en Revue Biblique 102-4 [1995] 571): "Desde que J. O'Callaghan consideró posible identificar uno de los fragmentos con Mc 6,52-53 diez años después de la editio princeps en 1962, el estudio de estos fragmentos griegos y del fragmento de papiro 7Q5, en particular, no cesa de suscitar tomas de posición apasionadas", por lo que se propone en este artículo "transmitir el resultado de sus observaciones estrictamente paleográficas sin ningún a priori exegético" (pág. 572).

El Prof. J. O'Callaghan, de modo inoportuno, según algunos, ha utilizado este libro para volver a poner en la palestra su controvertida identificación de 7Q5 con Mc 6,52-53, aduciendo una prueba más –esta vez un cálculo matemático de probabilidades- para mostrar la firmeza y veracidad de su hipótesis. Junto a esta identificación propone también la de 7Q4 –papiro de datación algo posterior a 7Q5- con 1 Tim 3,16; 4,1-3.

En este epílogo J. O'Callaghan presenta, por último, un complejo cálculo de probabilidades (de carácter matemático) para confirmar la identificación de 7Q5, cuyo planteamiento y desarrollo ocupa las págs. 116-139 de la obra. El autor del cálculo es A. Dou, en la actualidad profesor emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona y catedrático de Historia de las Matemáticas. Aunque éste ha hecho un esfuerzo por exponer este cálculo en términos accesibles al lector no iniciado en este tipo de cálculos, se ha de reconocer que seguir el planteamiento y desarrollo de dicho cálculo no resulta fácil. Por eso, a quien interese, le recomendamos la lectura previa del artículo de R. P. Massana, "Acerca de una reciente publicación de J. O'Callaghan sobre los papiros de la cueva 7 de Qumrán" (Filología Neotestamentaria, IX [1996] 51-59, donde su autor hace un esfuerzo por presentar de modo más claro tanto el planteamiento como los resultados del cálculo.

Albert Dou concluye su(s) cálculo(s) de probabilidades -pues en realidad son dos los que hace- afirmando que la posibilidad de error en la identificación de 7Q5 con Mc 6,52-53 es de uno dividido por novecientos mil millones o de uno dividido por diez mil millones, respectivamente. Como conclusión final, el autor estima (págs. 138-139) que se puede afirmar lo siguiente: "Si en el futuro se acepta por los papirólogos que la identificación marcana de 7Q5 con Mc 6,52-53 es correcta; si además se encuentra, casualmente o gracias a la intuición o ingenio de una o más personas, otra identificación de 7Q5... que resulte también aceptada como correcta, entonces, es prácticamente seguro que los dos textos Mc 6,52-53 y el otro hallado no son literariamente independientes entre sí", afirmando que, en buena matemática, la identificación de J. O'Callaghan debe aceptarse como total o exclusivamente asentada.

Con relación a este cálculo, las reacciones han sido también de lo más variado: unos constatan la nueva prueba realizada al papiro y no se pronuncian o cuando más afirman que "A. Dou parece confirmar la identificación con un margen de error de uno por diez mil millones" (cf. Estudios Eclesiásticos 73 [1998] 396-97; IZBG 42 [1995/96]; Aula Orientalis 13 [1995], entre otras revistas); otros dicen no entender de cálculos matemáticos y no tenerla en cuenta por no poder opinar al respecto (J. K. Elliott en Filología Neotestamentaria VIII (1995) 229-232 y S. Légasse en Bulletin de Littérature Ecclesiastique (1996), y otros, como Fitzmyer, son abiertamente contrarios al uso de este tipo de cálculos aplicados a la identificación de los papiros, manteniendo que la aplicación de cálculos matemáticos a una cuestión literaria como ésta debe ser completamente evitada (cf. Biblica 77 [1996] 350).

Sin embargo, el carácter probatorio de este cálculo matemático dependerá de la validez del descifre de las letras, base sobre la que los autores no han estado ni están de acuerdo. Si el descifre de letras es errado, el cálculo de probabilidades no tendría valor alguno.

Diversos artículos aparecidos recientemente han puesto seriamente en cuestión la hipótesis de J. O'Callaghan, al no aceptar las lecturas de los fragmentos de papiro propuestas por éste, en especial 7Q5 y 7Q4, considerándolas inaceptables. Así Ernest A. Muro, Jr. ("The Greek Fragments of Enoch from Qumran Cave 7 [7Q4, 7Q8, & 7Q12= 7Qen gr =Enoch 103:3-4,7-8]", Revue du Qumrân 18/70 [1997] 312) identifica 7Q4 con Henoc 103. Por su parte, É. Puech en otro artículo muy ponderado y minucioso ("Des fragments grecs de la grotte 7 et le Nouveau Testament? 7Q4 et 7Q5, et le Papyrus Magdalen Grec 17= P64" en Revue Biblique 102-104 [1995] 571) ha negado por razones "estrictamente paleográficas" las lecturas de J. O'Callaghan, en línea con Ernest A. Muro. A estos autores se han sumado también M.-É. Boismard ("À propos de 7Q5 et Mc 6,52-53", ibidem., 585-588) y Pierre Grelot ("Note sur les propositions du Pr. Carsten Peter Thiede", ibidem., 589-591. Al cotejo y discusión de estas nuevas propuestas dedicaré próximamente un artículo.

Como editor de la obra de J. O'Callaghan, que hemos reseñado, quien suscribe se siente satisfecho de haber publicado un manual de papirología neotestamentaria para los interesados en esta materia, estudiosos o estudiantes, con el epílogo sobre los papiros neotestamentarios de Qumrán que, sin duda, ha servido al menos para avivar la controversia e impulsar la búsqueda de una solución definitiva, si la hubiere, a un problema que se plantea desde hace más de veinte años sin encontrar una vía de salida universalmente aceptada.

 Jesús Peláez

Universidad de Córdoba