El cambio climático tendrá repercusiones en nuestro sistema alimentario; lo que ya es patente en la ganadería extensiva de las regiones del sur de Europa con clima mediterráneo. El aumento de las temperaturas y la falta de agua, entre otros factores, conducen a primaveras cortas y veranos largos, aumentando la aridez y reduciéndose la producción de los pastos.

Si no se reducen las cargas ganaderas y se mejora el manejo, ante la pérdida de oferta forrajera, se producirá sobrepastoreo, con la consiguiente degradación de los pastos y efectos sobre el suelo que, quedando desnudo, estará más expuesto para sufrir erosión ante los imprevisibles episodios de lluvias torrenciales; lo que empeora aún más este escenario.

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