Philosophical Skepticism

You are here: Main Introduction
Sitemap

Academic Tradition / Clitomachus

Clitómaco, el fiel intérprete de Carnéades

Clitómaco de Cartago (187-110 a.C) fue el más conocido y más importante de los seguidores de Carnéades, pero según el Index Herculanensis1, no fue él quien lo sustituyó. Al parecer, las relaciones entre Clitómaco y Carnéades sufrieron una interrupción en torno al año 140 a.C. Las razones no están claras en los textos conservados, pero parece que el cartaginés dejó la Academia y fundó su propia escuela, yo me atrevería a decir, cansado de la vitalidad y la longevidad del maestro (recordemos que Carnéades vivió 90 años), aunque gracias a la paciencia y lealtad del discípulo se salvaron todas las doctrinas del más genial de los académicos.

Cuando Carnéades nombra sucesor de la Academia por motivos de salud, afectado por cataratas y habiendo perdido la vista, le sucede un segundo Carnéades hijo de Polemarco, poeta del que sabemos bastante poco2. A la muerte del segundo Carnéades (131 a. C), continua las labores de jefe de la Academia Crates de Tarso pero su escolarcado sólo duró dos años poco brillantes  y murió en el 129 a.C. De estos primeros sucesores de Carnéades “el grande” no sabemos nada. No conocemos su posición filosófica, ni podemos establecer con exactitud qué actitud tomaron con la filosofía del maestro. Lo más normal es que no introdujeran en la escuela ninguna modificación sustancial u original, de ahí su falta de celebridad. A partir de aquí, Clitómaco se hizo cargo de la Academia salvando del olvido las doctrinas de su maestro el gran Carnéades.

La biografía de Clitómaco ocupa en Diógenes Laercio sólo un parágrafo (IV, 67). El verdadero nombre de Clitómaco era Asdrúbal y nació en Cartago alrededor del 187 a.C., cuando llegó a Atenas se dedicó a estudiar las corrientes filosóficas del momento. Sabemos que durante cuatro años estudió el aristotelismo de los peripatéticos, el estoicismo y la Academia  a la cual se unió. Sabemos que conoció directamente la enseñanza de Carnéades3 y que fue un escritor muy prolífico. Diógenes dice que escribió 400 libros entre los que destacaban los utilizados para aclarar la doctrina del maestro que no escribió nada. Según Sexto4 tenía predilección por las historias contadas y por el método analítico, utilizado escrupulosa y precisamente por el conocimiento que tenía de los sistemas filosóficos ya nombrados. Murió a la edad de setenta y cinco años en el año 110 a. C.

Cicerón elogia la voluntad y el rigor en el trabajo5 que tuvo Clitómaco, no sólo conoce algunas de sus obras originales, sino que parece que utiliza, de primera mano, parte de una obra  sobre la suspensión del asentimiento6. A través de Cicerón también conocemos que en el año 146 a. C., consumada la destrucción de Cartago, escribió Clitómaco una larga obra para reconfortar a sus conciudadanos por la pérdida: las  Consolaciones7. En este escrito exponía haciendo referencia a Carnéades los argumentos por los que el sabio tiene que evitar la aflicción que deriva de la ruina de la patria. No debemos caer en la desesperación ante la tragedia, ya que esto nos llevaría a una ética sin destino, sin consuelo, ahora se propone la aceptación de lo ya ocurrido. No con la idea estoica del destino, siempre incierto, sino con la idea escéptica de la indiferencia y de la ataraxia.

Los historiadores de la filosofía siempre han tenido en Clitómaco un aliado excelente. Es una de las fuentes más importantes para conocer a Carnéades y han sido numerosas las veces que se han preguntado hasta qué punto su filosofía es fiel reflejo de la de su maestro. Al final se ha establecido entre la crítica el convencimiento de que escribió fielmente el pensamiento de Carnéades, introduciendo pequeñas anotaciones de sus puntos de vista que no deslucen ni modifican el contexto. Las razones de esta hipótesis vienen avaladas por dos extremos: primero porque todo lo que escribió de las doctrinas de Carneádes lo escribió en vida de su maestro, lo cual significa que éste servía de contraste a sus textos, y segundo porque un filósofo como Carnéades que no escribió nada estaría muy atento a  lo que su discípulo escribía de él.

La fama de Clitómaco8, pues, no está en la originalidad de sus doctrinas sino en ser el enlace fiel, el intérprete correcto de la filosofía de Carnéades9. El hecho de que éste último no escribiera nada ha resaltado los escritos de su discípulo, más como ilustradores de una filosofía ajena que como depositarios de un pensamiento novedoso. No obstante, algunas pinceladas de originalidad se encuentran en algunos de los textos que hablan de él. Sexto critica en un texto ya citado10 el método de Clitómaco, al que acusa de ser excesivamente moroso, ya que prolonga de manera artificial los argumentos, dándole a su actuación una extensión desmesurada.  Lo importante de este texto es que Sexto lo cita a él  como exponente de la escuela académica, y en cierto modo advierte las diferencias en el método con lo que podríamos denominar la medicina escéptica.

Según Sexto, sostuvo junto con Cármides una amplia polémica contra los retóricos11. El argumento que Sexto repite, insistentemente, en este texto es la poca utilidad que tiene para la vida la retórica, por lo que no se la puede reconocer como un arte. La retórica no es de ninguna utilidad ni a las personas, ni a las ciudades, pues son las leyes los lazos que mantienen unidas a éstas y no la manera de expresarlas o de interpretarlas arteramente. Por eso dice que la retórica se ha introducido para ir contra las leyes, para forzarlas y obligarlas a nuestro favor. De ahí que –dice el texto de Sexto- cuando le preguntaron al orador bizantino, ejemplo de retórico retorcido, cómo estaban las leyes en Bizancio, contestara: “Como a mí me viene en gana”12. Así, la retórica no sólo se reconoce como inútil por ir contra las leyes, sino que además es perniciosa por la capacidad que tiene de modificarlas.

Si acabase aquí la diatriba, difícilmente podríamos salvar algo de la retórica, sin embargo, añade que la retórica tiene dos vertientes, la refinada en el uso que hacen los sabios y filósofos13 y la bastarda usada por la gente mediocre. Así, su acusación no va contra la refinada, sino contra la de los taimados y traidores. Por eso, decía que no se podía ser un buen retórico si antes no se había estudiado los sistemas filosóficos14. Por ello, distinguía a los oradores demagógicos que no dan un paso por su ciudad de los políticos. La retórica filosófica es a la retórica común, como el demagogo al político, o el droguero al médico. Esta mala retórica era dañina para los individuos y para los estados ya que debilitaba el vigor de las leyes15 que son las que dan vida a la sociedad. Cuando alguien que se ha ejercitado en la retórica la utiliza contra su patria y sus leyes, no se convierte en indeseable y traidor a causa de la retórica, sino de su propia maldad. Un ejemplo muy parecido es usado por Platón en el Gorgias16, así dice cuando un boxeador pega a su padre no es a causa del boxeo, sino a causa de su inmoralidad. Este ejemplo aquí, también se amplía a la retórica, cosa en la que no cayó Platón, cuando en el mismo texto, se queja de que una asamblea elegiría antes a un orador que a un médico, para el puesto de médico, o a un orador a un artesano para realizar cualquier trabajo. Pero de lo que no se da cuenta Platón es que en ambos casos el retórico es inmoral porque convence mintiendo,  no es orador, es un mentiroso, a no ser que sea un médico o un artesano que usa las bondades de la retórica para presentar mejor su proyecto.

Con respecto a la suspensión del juicio o epoché la posición de Clitómaco era radical. Según Diógenes escribió cuatro libros sobre esta cuestión y la defendía de manera concluyente. Según Cicerón Clitómaco estaba de acuerdo con el probabilismo de Carnéades y pensaba que había realizado un trabajo de Hércules al extraer de nuestras almas el asentimiento, sin embargo esta actitud no se extendía  categóricamente a todas las opiniones de la vida cotidiana17. Esta última admisión ya portaba una posición francamente distinta de un escepticismo radical de Pirrón o del mismo Arcesilao, centrándose en la mayor o menor probabilidad18 de las cosas. A partir de aquí, el escepticismo académico se hará cada vez menos riguroso, sobre todo con Filón, y llevará a Agustín de Hipona19, a la hipótesis interpretativa de que todo el escepticismo de la Academia no viene presidido por una actitud teórica, la incomprensibilidad de las cosas, sino más bien por necesidades metodológicas para combatir a los estoicos. Según esto, el escepticismo académico sólo se establecería como método, al igual que el escepticismo cartesiano mucho después, duda de las cosas, pero sólo para presentar dura batalla dialéctica a los estoicos y no porque verdaderamente las cosas le hagan dudar.

En conclusión, Clitómaco fue un fiel seguidor de las doctrinas de Carnéades después de su muerte; continuando el movimiento de pensamiento y cultura iniciado por el maestro. Un movimiento rico y plural que se desarrollará en múltiples corrientes no coincidentes a través de sus discípulos. Cicerón afirma que algunas de estas corrientes florecieron fuera de la Academia20; así, en Larisa surgió una escuela bajo la dirección de Calicles y en Alejandría bajo la dirección de Zenodoro de Tiro.

Estas posibles ramificaciones de la filosofía de Carnéades dieron lugar a múltiples interpretaciones propias del ámbito y tradición de la Academia platónica. Donde más vitalidad y desarrollo  tuvieron fue en Atenas, evidentemente. Fieles a su tradición y modo de hacer filosofía, anómala para los inflexibles estoicos o epicúreos, se puede decir que los académicos fueron los grandes hermeneutas de la antigüedad21.


  1. Index Herculanensis, col. XXIV, 28; XXV, 1; XXV, 36; XXIX, 39 y XXX, 5.
  2. D.L., IV, 66. Cf. Para todos estos asuntos cronológicos véase la extensa nota de Scettici Antichi, a cura de Antonio RUSSO, Torino, 1978, p. 388, notas 1 y 2 o también el artículo de Tiziano DORANDI, “Il cuarto libro delle “Vite” di Diogene Laerzio: l’Academia da Speusippo a Clitomaco», in Austieg und Niedergang der Römischen Welt, (ed. Haase & Temporini), Band II. 36.5, Berlin, New York, 1992, pp. 3761-3792, principalmente 3786-3787.
  3. Diógenes Laercio observa que enseñó filosofía en Cartago, en su propia lengua y que con posterioridad, a la edad de 40 años, siguió las enseñanzas de Carnéades que lo instruyó en la lengua griega y lo formó científicamente, D.L. IV, 67. Aceptamos mejor este dato que sigue también DORANDI, p. 3787, y no el que nos propone BROCHARD, Op. Cit., p. 186, que siguiendo el Index Herculanensis, habla de 25 años cuando llegó a Atenas, demasiado joven si entendemos que ya había dado clase en Cartago de filosofía y escrito alguno de sus libros.
  4. SEXTO, M., IX, 1.
  5. CICERÓN, Acad., II, V, 16 y XXXI, 98 aquí dice que fue un hombre agudo, buen estudioso y diligente.
  6. CICERÓN dice que escribió cuatro libros sobre la suspensión del juicio, Acad., II, XXXI, 98 y que las cosas que dice a continuación están tomadas del primero de ellos.
  7. CICERÓN Tuscul. disp. III, 54.
  8. Una selección de los textos de Clitómaco aparece en A., RUSSO, Scettici antichi, Op. Cit., pp. 390-396.
  9. Mario DAL PRA, Op. Cit., p. 291, observa que el fiel Clitómaco habría desempeñado con respecto a Carnéades el hábil papel que tuvo Jenofonte con sus Memorabilia, con respecto a Sócrates. Para demostrar esta interpretación se basa en el texto de CICERÓN, Acad., XXXI, 98, según el cual  Clitómaco “hombre agudo, como buen cartaginés, y muy estudioso y diligente, el cual  estuvo con Carnéades hasta la vejez”.
  10. Véase más arriba nota 304.
  11. SEXTO, M., II, 20-43.
  12. SEXTO, M., II, 38.
  13. Se reintroduce en la retórica un elemento muy aristotélico que es la ética, el buen rétor tiene que ser ético. Y sólo intentará embellecer su discurso de la mejor forma posible, pero el mal rétor es un mentiroso, porque el embellecimiento del discurso tiene una intención artera de modificar la ley.
  14. Esta tesis parece haber sido común a todos los académicos, según Cicerón, otro académico, Hagnón, había escrito otro tratado sobre los retóricos, cf. De orat., I, XVIII, 84.
  15. Hay aquí un cierto eco del Critón platónico ver por ejemplo 50a-e. Sexto dice que igual que un cuerpo perece al dejar de respirar, la ciudad perece cuando se suprimen las leyes.
  16. PLATÓN, Gorgias, 456d.
  17. CICERÓN Acad., II, XXXIV, 109, una doctrina de la epoché, filtrada por el probabilismo no impide tomar decisiones cotidianas como  “cuando navegues, cuando siembres, cuando tomes mujer, cuando procrees hijos”… haz tal o cual cosa, si no caeríamos en la inacción total y sería imposible vivir.
  18. Esta posición con respecto a la epoché, y la aceptación de lo probable, le llevará más tarde a SEXTO, H.P., I, 226, a afirmar que la distinción clara entre Académicos y el escepticismo genuino de Pirrón estaba en esta aceptación de lo probable.
  19. Cf. AGUSTÍN DE HIPONA, Contra Acad. III, XVIII, 41.
  20. Cf. CICERÓN Acad., II, VI, 16; ver también Index Herculanensis XXII, 8, XXXIII, 8 y XXXV, 36.
  21. Sexto Empírico a modo de crítica decía que los miembros de la academia no eran más que un coro a varias voces, ver  M., IX, 1.