Philosophical Skepticism

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Academic Tradition / Antiochus

Antíoco: El final abrupto de la academia

Aunque Antíoco (130/20-68 a.C)1 se presenta a sí mismo como un académico, su pensamiento señala el fin de casi todas las instancias escépticas que habían caracterizado a los seguidores de Platón, desde Arcesilao hasta Filón de Larisa. Antíoco es el gran renegado, enemigo de la denominada Academia Nueva dedicó su vida, tal como dice Cicerón, a disertar contra ellos2 con toda su fuerza. Parece que fue en su estancia en Alejandría alrededor del 87 a.C.,  cuando conoció los famosos  libros de Filón que mantenían como hipótesis la identificación de la Academia antigua de Platón y la  nueva de Carnéades, y que le llevaron, en un movimiento paradójico, a reivindicar para sí mismo y para los estoicos el verdadero título de Académicos, restaurando desde su punto de vista la autoridad de Platón el fundador.

En su libro Sosus (Filósofo, amigo y estoico3) respondió con cólera a su maestro Filón4. Además de este libro escribió según un tratado de lógica  llamado Kanonicá5, otra obra dirigida a Balbo, sobre los estoicos y aristotélicos a los que casi identifica6, y por último un libro titulado Perì Theôn, escrito según Plutarco, en los últimos días de su vida7, ya que allí nombra la batalla de Triganocerta (69 a.C.), muriendo según Cicerón poco después en Siria8. Según este último, también escribió obras a favor de Filón pero eran poco originales y pertenecieron a una etapa de juventud que la posteridad no creyó necesario salvar ni el título9.

La historia personal de Antíoco es la historia de la decadencia de la Academia, y él es el epílogo necesario. Formó parte como discípulo fiel de la escuela de Filón durante mucho tiempo, aunque se separó de ella y la atacó con saña, su pensamiento encierra la propia evolución del pensamiento escéptico y los motivos críticos que le llevaron a dejar el escepticismo y acercarse de nuevo al dogmatismo. Nació en Ascalona, hacia el 130 a.C. y no sabemos cuándo llegó a Atenas, pero allí siguió las enseñanzas del estoico Mnesearco y del escéptico Filón. Aquí lo encontró Cicerón en el 79 a.C. cuando emigró desde Roma por la dictadura de Sila. Enseñaba con fama y era el jefe de la Academia. Su separación de la escuela escéptica se suele datar sobre esa época. Sexto dice que Antíoco hizo entrar al estoicismo en la Academia, hasta el punto que lo acusa de enseñar el estoicismo en la Academia10, además de demostrar erróneamente, que las doctrinas estoicas ya estaban presentes en Platón y Aristóteles. Cicerón alaba la amenidad de su discurso, el brillo de sus argumentos y su capacidad retórica, por lo que sentía por él un gran afecto y admiración11.

La cuestión que nos incumbe ahora es ¿por qué siendo fiel a su maestro Filón, se separó de él e introdujo el estoicismo, el enemigo, y el dogmatismo en la escuela escéptica?12 No cabe duda que la parte más importante de su filosofía estaba dirigida contra los académicos13,  pero principalmente contra la opción Filoniana que apostaba por la homogeneización escéptica de la Academia platónica. Antíoco respondió con vehemencia a una tesis que hacía explícitamente escéptico a Platón y no aceptaba cierto grado de transformación de su  teoría con el escepticismo de Arcesilao. Di Stefano afirma que cuando llegaron a manos de Antíoco los libros de Filón dudó al principio sobre la autenticidad de los escritos, porque estaban plagados de elementos novedosos para Filón y la escuela misma14.

La gran tragedia de Antíoco se expresa, en mi opinión, en la imposibilidad de descontaminar a Platón de cierto escepticismo que rodea su filosofía. Cuando intentó que desaparecieran los rasgos escépticos de Platón sobre los que se fundamentaban los rasgos escépticos de la Academia, ésta mutó hacia cierta especie de estoicismo muy poco platónico. Dicho de manera paradójica y brusca: Platón era escéptico o dogmático, pero si aceptamos sólo esta última caracterización las posibilidades de juego de la filosofía platónica se anulan y como consecuencia se transmutan en un nuevo estoicismo15.

Antíoco no fue un propio y verdadero estoico16, aunque aceptó la doctrina de la fantasía cataleptiké (representación completa, indudable) de los estoicos y sostuvo, erróneamente hay que decir, la procedencia de las principales teorías estoicas de Platón y Aristóteles. Fue un escritor prolífico, pero hoy sólo estamos informados de su pensamiento de forma indirecta por Cicerón y Sexto17 y parece que las referencias de los dos se centran en los escritos últimos de Antíoco, pero no sabemos nada de la obra escrita en su primer período durante el cual se mantiene fiel a la enseñanza de su maestro Filón.

Así, por los testimonios recogidos podemos observar que la tarea que se impuso Antíoco fue doble: por un lado,  refutar las tesis básicas de la Academia nueva y, por otro, recuperar el enlace de su teoría dogmática con el platonismo más antiguo. No podemos argumentar con seguridad las razones que le llevaron al abandono de la teoría académica, quizá el vértigo que sufrió al leer que Filón convertía todo el platonismo académico y por ampliación a todo el pensamiento griego al escepticismo.

La mayoría de investigadores creen que Antíoco terminó por ceder ante el ataque y los argumentos de los adversarios, más bien advierto motivos internos (el traidor que mata siempre es el que está más cerca) los que transformaron la filosofía de la Academia hacia  un dogmatismo estoico inconsecuente. Antíoco concentra en el probabilismo toda la crítica al escepticismo de la Academia. Se trata de una crítica escrupulosa, analítica y amplia contra el probabilismo, como no podía ser de otra manera ya que sólo uno que había profesado esta doctrina y que se había ejercitado en sus argumentos con tanta solvencia para reforzarlos, podía ahora ofrecer mayor vigor y rigor para su demolición18. Aquí se produce el cisma entre la Nueva Academia y la antigua. Glucker19 dice que Antíoco quería reivindicarse como la auténtica voz de la tradición académica; quiere insistir en una auténtica y unitaria tradición desde Platón hasta él mismo,  basada en la convicción de que en la naturaleza habría criterios de verdad, pero no sería ni la phantasía kataleptiké estoica ni ningún otro que pudiésemos nombrar,  es decir, apostamos por un escepticismo en la práctica pero no en la teoría. Sedley no está de acuerdo con esta interpretación y apuesta por otra, con la que estoy más en sintonía, de carácter más rupturista. Antíoco fue insincero y basándose en una retorcida interpretación del Timeo sancionó la especulación filosófica sin mantener el principio de la ἀκαταληψία, llegando aasimilar la epistemología del Timeo con la κατάληψις estoica20

Estamos asistiendo a un momento interesante de la evolución del escepticismo académico. Mi impresión personal es que fue en este momento en el que el escepticismo académico tuvo que decidir fuertemente entre la interpretación escéptica o dogmática de Platón. A tenor de Antíoco se impuso la segunda lo que llevó, posiblemente a Enesidemo, a reclamar para el escepticismo otra fuente no-platónica, es decir, pirrónica. A partir de aquí, el escepticismo genuino fue reconocible sólo en la línea que inaugura Pirrón y termina en Sexto. Mientras que el escepticismo académico, queda definido como un escepticismo menos radical, más pragmático y ciertamente contaminado de dogmatismo.

El propio Sexto introduce la discusión sobre la afinidad de Platón con el escepticismo aceptando que este problema mantiene un amplio disenso entre los filósofos. Para unos, Platón es un dogmático, para otros, un aporético y para unos terceros, su filosofía tenía una parte aporética y una parte dogmática. Sexto no discute contra los primeros, ni contra los últimos: está claro dice él que “sería superfluo tratar aquí de los que dicen que es dogmático o que es dogmático en unas cosas y escéptico en otras; ésos de hecho reconocen la diferencia con nosotros”21: es decir, con el escepticismo que él defiende. Su crítica va contra los seguidores de Menodoto y Enesidemo que advierten del escepticismo de Platón sin matices. El texto aquí es confuso22 pues no estamos seguros si Enesidemo o Menodoto defiende la postura de Sexto o el escepticismo radical de Platón.

Yo más bien me inclino por la primera opción, de no ser así sería un tanto incomprensible que a la hora de recuperar y refundar el escepticismo, Enesidemo acudiese a Pirrón, un reconocido ético (claramente para Cicerón) para anclar el escepticismo. Situación que se hacía necesaria después de la aventura de Antíoco con el estoicismo. La línea escéptica de la Academia se perdió y el único escepticismo viable hasta el momento desapareció. Es bastante plausible que el intento de recuperación del escepticismo que realiza Enesidemo23 fuese provocado por la actitud de Antíoco de anular el escepticismo académico. Enesidemo aprovechó esta posición cada vez más dogmática de la Academia, para conectar el escepticismo con otro origen no académico. Se presentaba la ocasión de encontrar los precedentes filosóficos24 de la posición rigurosamente escéptica y se encontrarón en Pirrón que encarnó mejor que cualquier otro –como dice Sexto- los principios de la escéptica.

Antíoco tenía tendencia hacia las doctrinas más dogmáticas de la Academia, abandonando las más escépticas. Partía de una interpretación de la historia de la Academia  que rompe con la línea defendida por Filón, y anula el fuerte sesgo escéptico de los seguidores platónicos. Él apuesta desde el principio por defender una dialéctica finitista de Platón, un sistema perfecto, finito, determinado y seguro que había pasado a los peripatéticos y a los académicos entre los que sólo notaba, a su juicio, una diferencia de nombre, frente a una substancial coincidencia en sus posiciones filosóficas.

Desde su punto de vista, fue Arcesilao el responsable de aplicar a las doctrinas de Platón, un método de libre interpretación que enlazando con la declaración de ignorancia socrática había convertido la filosofía platónica en algo difuso y poco seguro. Para Antíoco estaba clarísima la diferencia entre la Academia antigua y la nueva, ésta última se había alejado de la primera, y él se propuso como tarea restaurar la tradición. Según su parecer, ni Sócrates ni Platón podían ponerse entre el número de los que dudan, el discípulo porque dejó un sistema cerrado y perfecto, el maestro porque la modestia por él mostrada era una estrategia para sorprender a su adversario con pura ironía.

Según Antíoco, el punto central de discusión contra el escepticismo era el criterio de verdad25, para éste, igual que para los estoicos, si no confiamos en las representaciones, en las percepciones no podemos confiar en hacer ciencia o en hacer arte o en practicar la virtud. El escepticismo no sólo duda del conocimiento, sino que, a su juicio, quita la base de la vida cotidiana e impide el ejercicio de la virtud y de la sabiduría. Aquí hay una conversión al estoicismo sorprendente. Ciencia y virtud estaban estrechamente unidas y la filosofía buscaba soluciones para la praxis vital. Si el escepticismo era incapaz de encontrar una solución la filosofía misma carecía de sentido.

Parece pues, que ese equilibrio mantenido entre la Antigua y nueva Academia, entre las denominadas posiciones dogmáticas de Platón y las escépticas de Arcesilao y Carnéades, al romperse por la apuesta de Filón de unirlas en una sola, provocó el deslizamiento de Antíoco hacia la corriente filosófica más cercana a un Platón dogmático y poco real: el estoicismo. La consecuencia fue que si bien la exageración del escepticismo con respecto a las doctrinas de Platón pudo dañar el pensamiento del maestro, lo dejó intacto en contenidos y método. Sin embargo, la escoración hacia doctrinas estoicas produjo un daño mayor, ya que no sólo traicionó el pensamiento socrático-platónico, sino que lo llevó al borde de la desaparición, al borde de su anulación.

Bien es verdad que la Estoa del tiempo de Antíoco, gracias a la presión Académica principalmente, no era igual a la Estoa del tiempo de Arcesilao y Carnéades, puesto que todas las posiciones fuertes y originales del estoicismo primitivo habían sido reformuladas, y por esta razón Antíoco pensaba que la guerra contra el estoicismo no tenía sentido y que sus posiciones podían ser aceptadas. De los dos maestros que tuvo al principio de su dedicación a la filosofía, Filón el escéptico y Mnesarco el estoico, se había impuesto este último. Después de esto la Academia no tuvo ni importancia ni otros escolarcas importantes.

Además, académicos y estoicos coincidían en que el soberano bien consistía en vivir en conformidad con la naturaleza, pero los segundos sólo ven en la razón del ser humano la única posibilidad de conseguir esta conformidad, olvidando la sensibilidad y el cuerpo. Antíoco intentó reunir más que conciliar estas dos concepciones. Pero, como le recuerda Cicerón26 no hay más remedio que elegir entre una y otra. Antíoco está ya presintiendo el cambio de época, la República romana decae y deja paso al Imperio (31 a.C- 476), y la aparición del Cristianismo como nueva sensibilidad espiritual introducirá una nueva variable con la que habrá que contar. Hubo de esperar muchos siglos para recuperar el testimonio y valor de lo sensible y de los sentidos incapacitados.

Curiosamente, la Academia se abandonó, el escepticismo sobrevivió, pero el platonismo como consecuencia de esa transformación al estoicismo se debilitó, desapareció hasta su recuperación en el neoplatonismo, con las consecuencias que ya conocidas. Después de Filón, la Academia no tuvo más representantes en Atenas, los tuvo en Roma y en Alejandría27, pero todos ellos menores. Sin embargo, Antíoco triunfó en Roma y con él el estoicismo de Varrón, Lúculo, Bruto, Aristo, Dión o Ario Dídimo. El estoicismo se establece definitivamente sobre las ruinas de la Academia. Se impuso la traición, buscando un compromiso que reconciliara a Zenón con Platón, la Academia selló su unión con el Pórtico, pero, como en las grandes operaciones bancarias, no hubo fusión sino absorción, dicho de otra forma, una de las dos escuelas perdió su propia personalidad y adquirió la de su rival. A la larga, se quebró la verdadera tradición platónica: idealista, dialéctica y escéptica a la vez.

Es cierto, que este papel de “liquidador del escepticismo” jugado por Antíoco en el siglo I a. C., debe ser visto –como dice Di Stefano-28 como la necesidad filosófica e histórica  de tener que explicar y resolver la tensión que el escepticismo y el dogmatismo producían en la filosofía de Filón. Antíoco venció en esa batalla antiescéptica y el escepticismo en su forma académica terminó. A partir de aquí, la historia es conocida, el escepticismo resurgió, de la mano de Enesidemo, en su forma pirroniana, y generó una tradición que no ha abandonado a la filosofía hasta la actualidad.


  1. Hay algunos problemas con el dato de su nacimiento, cf. La extensa nota de RUSSO, A., Scettici antichi, p. 411, nota 1.
  2. Cf. CICERÓN, Acad., II, IV, 12., otra obra dirigida a Balbo, sobre los estoicos y aristotélicos a los que casi identifica, CICERÓN, De nat. deor., I, VII, 16 y por último un libro titulado Perì Theôn, escrito según Plutarco, Lucul., XXVIII, en los últimos días de su vida, ya que allí nombra la batalla de Triganocerta (69 a.C.), muriendo según Cicerón poco después en Siria, CICERÓN Acad., II, XIX, 61, ver también Acad., II, XXII, 69
  3. Es verosímil que se refiera a Soso de Ascalona que se encuentra referido después de Antíoco en el elenco de filósofos ascalonitas de Estefano de Bizancio, cf. DI STEFANO, E., “Antíoco di Ascalona e la crisi dello scetticismo nel  I secolo a. C.”, en Lo Scetticismo Antico, Atti del convegno organizzato dal Centro di Studio del Pensiero Antico del C.N.R. Roma, 5-8 Novembre,vol. I,  1980, Napoli, 1981, p. 198.
  4. Cf. CICERÓN, Acad., II, IV, 11.
  5. SEXTO, M., VII, 201.
  6. CICERÓN, De nat. deor., I, VII, 16.
  7. PLUTARCO, Lucul., XXVIII.
  8. CICERÓN Acad., II, XIX, 61.
  9. CICERÓN, Acad., II, XXII, 69.
  10. SEXTO, H.P., I, 235. San Agustín tampoco se engaña y aun estando en contra del escepticismo, cree que incluso los académicos que en secreto enseñaban dogmas platónicos están más cerca del verdadero espíritu de Platón que sus enemigos los estoicos. Antíoco es desde este punto de vista un traidor que abandonó la Academia al enemigo: el estoicismo,  AGUSTÍN DE HIPONA, Contr. Acad., III, XVIII, 41.
  11. Cf. CICERÓN, Acad., II, II, 4.
  12. Recordemos que la hipótesis de Moreschini, con la que no estábamos de acuerdo, no hacía a Antíoco responsable de este cambio en la Academia, sino al propio Filón, ver Art. Cit., pp.432-434
  13. Cf. CICERÓN, Acad. II, VI, 18, AGUSTÍN DE HIPONA, Contra Acad .II, VI, 15.
  14. Cf. DI STEFANO, Art. Cit., pp. 198-199, defiende la idea de que Antíoco ante la insatisfacción por este cambio de postura y este intento de hacer de Platón el verdadero escéptico, llamó a Eraclito de Tiro, otro discípulo de Filón, que se encontraba en Alejandría y éste le confirmó la teoría de Filón y que se trataba también de una teoría inaudita para la Academia.
  15. Esta misma idea es discutida con bastante acierto por el propio SEXTO EMPÍRICO, ver H.P., I,221-224, quien en el caso platónico no puede llegar solventemente más que a la  confirmación de cierto escepticismo en Platón, aunque esto no quiera decir que era escéptico, ya que aunque exponga algunas cosas de forma escéptica no era escéptico, entendido en sentido radical.
  16. Cf. por ejemplo, LUCK, G., Der Akademiker Antiochos, Noctes Romannae 7, Bern und Stuttgart, 1953, pp. 13-18, DAL PRA, Op. Cit., I, 323-346, nota, 9, BROCHARD, V., Op. Cit., pp. 217-220, o RUSSO, A., Op Cit., p. 412, nota 5.
  17. Ver la selección de textos de RUSSO, pp. 414-421. De todos ellos lo más interesante son los textos de SEXTO, M., VII, 162 y 201-202 sobre el criterio de verdad ligado a la sensación.
  18. Esta es la hipótesis de DAL PRA, Op. Cit., pp. 326-327.
  19. GLUCKER, J., Op. Cit., p. 82
  20. Cf. SEDLEY, D., “The end of the Academy”, Phronesis, 1981 (26), pp. 67-75, principalmente, p. 73.
  21. SEXTO, H.P., I, 222, ver 221-225. Anna Maria IOPPOLO advierte de cierte confusión de esta noticia, en un artículo sobre Sexto y la academia escéptica dice que esta opinión de Sexto no es fácil de establecer con respecto a Enesidemo, no queda claro si éste último era un defensor de la tesis del escepticismo de Platón o si Sexto está utilizando la tesis de Enesidemo contra el escepticismo de Platón, ver Ioppolo, “Sesto Empirico e l’Accademia scettica”, Elenchos, 13 (1992), p. 191. Ver DECLEVA CAIZZI, F., “Aenesidemus and the Academy”, Classical Quarterly, XLII (1992), pp. 176-189, para la idea de la afiliación académica de Enesidemo.
  22. La frase de SEXTO, H.P., I, 222 puede ser interpretada en dos sentidos dependiendo de su lectura: katà <tôn> o katà <toùs>, perì Mēnódoton kaì Aínēsídēmo, o bien entendemos “oponiéndose al parecer de Menodoto y Enesidemo” o “atendiendo al parecer de menodoto y Enesidemo”, un buen estudio de estas posibilidades se encuentra en BONAZZI, M., Op. Cit., p. 183-185, ver supra, nota 279.
  23. En mi artículo “Enesidemo: la recuperación de la tradición escéptica griega”, Pensamiento, 52, (1996), pp. 383-402, advierto que se hablaba de pirronianos antes de Enesidemo referidos a los que seguían la filosofía ética de Pirrón, ver p. 387, notas 9, 11 y 12.
  24. De hecho la tradición doxográfica escéptica ha visto en Pirrón el último eslabón de una línea de pensamiento que se remonta hasta los eléatas, cf. CALVO, T., “El pirronismo y la hermenéutica escéptica del pensamiento anterior a Pirrón”, en Mirar con cuidado, filosofía y escepticismo, Ed. Marrades Millet y Sánchez Durá, Valencia, 1994, pp. 3-19, quien defiende la imagen de un Pirrón más próximo a la persistencia de un cierto dogmatismo metafísico que al escepticismo de la tradición adjudicada a él.
  25. Los dos estudios clásicos de BROCHARD y DAL PRA, dedican páginas a explicar con claridad la crítica de Antíoco al criterio de la probabilidad académico y la imposibilidad de fundamentar un criterio de verdad, ver pp. 212-217 de Brochard y pp. 330-339, vol. I, de Dal Pra.
  26. CICERÓN, Acad., II, XLIII, 133.
  27. Cf. BROCHARD, V., Op. Cit., p. 221-225.
  28. Cf. DI STEFANO, E., Art. Cit., p. 209.