Philosophical Skepticism

You are here: Main Introduction
Sitemap

Academic Tradition /Introduction

El escepticismo académico: La vacilante y confusa herencia platónica.

Dudas o certezas. Dogmas o consensos. La necesidad de elegir entre estas dos maneras de pensar y vivir ha generado, en múltiples ocasiones, el debate filosófico. Alrededor de Platón y de los posteriores desarrollos de la Academia platónica siempre se ha generado un amplio enigma. Ciertamente, el proyecto platónico suele caracterizarse en su origen como una dialéctica finitista y cerrada, al menos esa era la intención de Platón. Sin embargo, ese proyecto quedó inacabado. Si Platón lo hubiese concluido, como sí ocurrió con el sistema del neoplatónico Plotino, los posteriores desarrollos de la Academia hubiesen sido más homogéneos y menos equívocos. La verificación palmaria de esta hipótesis se advierte en la diferente orientación que tomó la escuela con los sucesores de Platón.  Arcesilao será la figura clave en este enrredo ya que es, para algunos, un traidor al sistema platónico, y, para otros,  el verdadero intérprete de la filosofía del maestro.

Sorprende así que la Academia Antigua, inmediata sucesora, eligiese profundizar en las difíciles propuestas metafísicas y cosmológicas del último Platón y obviara los demás temas relativos al conocimiento, la política o la virtud. De hecho, el Timeo se convirtió en el diálogo  más importante de Platón y así Espeusipo, primero, y Jenócrates después concentraron todo su esfuerzo en analizar la importancia de una realidad estructurada especulativamente en torno a principios matemáticos. Con los posteriores escolarcas, Polemón, Crates o Crántor se mantuvo el cultivo de los aspectos cosmológicos y especulativos antiguos sin atender que se estaba produciendo un fuerte deslizamiento hacia posiciones más  éticas que metafísicas.

Curiosamente, al principio de la obra más famosa de Sexto Empírico, los «Esbozos pirrónicos», se presentan tres sistemas filosóficos a saber: dogmático, académico y escéptico. Las diferencias entre el primero y los otros dos son abismales, pero gran parte de los estudiosos no llegan a ponerse de acuerdo sobre las diferencias y semejanzas de los dos últimos. Escépticos y académicos tienen rasgos comunes que se oponen a cualquier sistema dogmático, encontrándose entre ellos también diferencias singulares. El propio Sexto ya afirma un poco más abajo1 que los dogmáticos se reconocen porque declaran haber encontrado la verdad (si bien cada escuela dice haberla encontrado en algo diferente), mientras que escépticos y académicos se diferencian más sutilmente en que los primeros sólo investigan sobre la verdad, mientras que los segundos la declaran «inaprehensible».

Es evidente, que la distancia entre académicos y escépticos (pirrónicos2) es, a veces, difícilmente observable, mientras que las diferencias entre los dos y el dogmatismo saltan a la vista. En cualquier caso, y a pesar de las críticas de señalados escépticos como Timón o Sexto sobre los académicos, tanto unos como otros observan en ambos movimientos, como más tarde pondría de moda otro reconocible escéptico, «un cierto aire de familia». Así pues, la primera tarea en un trabajo sobre el escepticismo académico es la caracterización del tipo de escepticismo que profesaban. Éstas y otras distinciones habilitan para reconocer que no podemos hablar del «escepticismo griego», sino más bien de los diversos modelos del escepticismo que los griegos defendieron o presentaron con el firme propósito de construir respuestas provisionales y racionales, sin caer en posiciones dogmáticas, a los problemas que plantea el conocimiento de la realidad y la conducta humana.

La Academia platónica es un núcleo filosófico muy singular: mantenida a la muerte de su fundador Platón por Espeusipo y Jenócrates, se caracterizó por mantener frente al maestro cierta independencia de criterio filosófico. Por ello, habría que preguntarse en primer lugar acerca de las relaciones entre el escepticismo y la academia platónica y, en segundo lugar, sobre las diferencias que tiene ese escepticismo de raíz socrático-platónica con el escepticismo radical pirrónico. Esta pretensión se vertebra en torno a una doble cuestión: 1) ¿Se puede «en rigor» hablar de escepticismo académico? 2) ¿Qué caracteriza o define las semejanzas y diferencias entre estos dos movimientos: académicos y pirrónicos? Estas preguntas nos llevarán irremediablemente a considerar por un lado, si estamos ante tradiciones filosóficas similares o irreconciliables, y por otro, a estudiar si la transformación de los postulados platónicos hacia posturas menos dogmáticas, como se deduce de este supuesto escepticismo, reflejaba fidelidad o infidelidad hermenéutica de los sucesores a los postulados del maestro Platón. Así pues, la cuestión podría resumirse de la siguiente forma ¿cuál es exactamente la posición de los académicos con respecto al escepticismo, deben ser asimilados al pirronismo radical de origen presocrático o  al platonismo más fielmente socrático?

En la Academia jamás se abandonó el estudio de Platón. Cualquier intento de aclarar las relaciones y desarrollos de la filosofía académica después de Platón, debe partir indiscutiblemente de esta afirmación. Ahora bien, qué ocurrió en la Academia para que después de Arcesilao se estableciera en ella cierto tipo de escepticismo de raíz socrático-platónica. La hipótesis más plausible y que defenderé es la siguiente: en un contexto de lucha feroz entre escuelas (sobre todo contra el estoicismo) Arcesilao, con fines dialécticos y sin deformar el pensamiento de Platón, recuperó todos aquellos elementos escépticos que pertenecían a la propia tradición socrático-platónica, promoviendo no algo original sino dando la primacía a uno de los innumerables  rostros de Platón3.

Así pues, la evolución de la escuela platónica hacia un cierto escepticismo vino como consecuencia de la transformación de la duda socrática, que era utilizada como método de aprendizaje, en un fin en sí misma. Este proceso fue fruto de la tendencia de los postulados platónicos hacia posiciones menos dogmáticas. Esta transformación de la escuela platónica supuso una gran sorpresa, pues esta escuela se caracterizaba, justamente, por el mantenimiento dogmático de los postulados de su maestro Platón. De ahí que, ya en la antigüedad, se intentó determinar y clarificar dicha transformación.

Cicerón, que como ya hemos dicho no aceptaba ningún tipo de escepticismo en Pirrón4, fue el primero en intentar distinguir los períodos de la academia platónica. En su libro conocido como Academica (Cuestiones académicas)5, aparecen dos tesis contrarias sobre este punto, una tiene a Filón de Larisa como defensor y otra a Antíoco discípulo del anterior y crítico del escepticismo académico.

a) La primera de ellas habla de una Academia continua y niega que exista más de una Academia. Así, según esta observación en ningún momento de la historia de la Academia platónica hubo ninguna clase de ruptura o metamorfosis en su filosofía6. Filón apuesta por la continuidad en la Academia negando que hubiese algún tipo de ruptura o, mínimamente, un cambio en la filosofía de Platón7, con lo que estaba defendiendo que todos los posteriores desarrollos estaban prefigurados en Platón8.

b) La segunda tesis defendida por Antíoco, discípulo de Filón, y contraria a la tesis anterior, afirma que Arcesilao transformó la filosofía de raíz platónica -consolidada por sus sucesores- en una filosofía escéptica basada en que nada se puede saber o percibir. A partir de aquí -dice el propio Cicerón9- se distingue una Nueva Academia y una Antigua Academia10. Así pues, Antíoco considera que existen dos tipos de filosofía en la misma Academia platónica; y si pensamos que quería restaurar un platonismo original es normal que calificase a Arcesilao y Carnéades como anomalías.

Sexto Empírico, posteriormente, preocupado por dejar clara la distinción entre toda la filosofía dogmática (incluida la académica) y la escéptica (referida sólo al escepticismo de Pirrón), distinguirá entre la Academia primitiva representada por Platón y los suyos, la Academia media representada por Arcesilao y la Nueva referida a Carnéades y Clitómaco11. Por su parte, Diógenes Laercio también distingue varias academias: Platón –dice- fue el que instituyó la primera (tèn arxaían Akadémeian) la Academia primitiva, Arcesilao fue el que introdujo una serie de reformas que llevaron a crear algo novedoso conocido como la Academia Media (tèn mésen Akadémeian) y, por último, Lácides, sucesor de Arcesilao, fue el inventor de la Academia Nueva (tèn néan Akadémeian), siendo Carnéades y Clitómaco los seguidores más importantes de esta nueva dirección12.

De todas formas, el testimonio más completo y más seguro por cercanía es el de Cicerón, quien mantiene que aunque existe una sola línea filosófica desde Platón, ésta es corregida por Arcesilao y Carnéades, afirmando así que ya en Platón estaba el germen del escepticismo que posteriormente se desarrolla. Es evidente, pues, que hablamos de la transformación de la Academia platónica, pero no de un nuevo sistema filosófico independiente13. De tal forma que los escépticos académicos, según Cicerón, sólo tuvieron como modelo a Platón ya que en sus libros nada se afirma, se discuten muchas cosas en un sentido y en otro y nada se dice como cierto («cuius in libris nihil adfirmatur et in utramque partem multa disseruntur, de omnibus quaeritur, nihil certi dicitur )14.

Si aceptamos esta premisa, tenemos la confirmación de la configuración de la escuela dogmática platónica en una escuela escéptica. Esta idea llama la atención, por la tradicional clasificación del platonismo entre los movimientos dogmáticos. A ello, se añade una característica más y es que para Cicerón, el escepticismo es una actitud propia y única de la Academia platónica, de ahí que cuando nombra los antecedentes del escepticismo se refiera solamente a la declaración socrática "sólo sé que no sé nada".

El sutil desarrollo del escepticismo en la Academia platónica es paralelo al desarrollo de la filosofía de Pirrón de Elis que, tradicionalmente, se reconoce como la formulación a partir de la cual el escepticismo radical griego toma su forma. Sexto Empírico, el gran historiador del escepticismo, dice que el escepticismo puede clasificarse de tres formas respecto de su actitud o función:

  1. zetetiké, por ese mirar con cuidado, por su empeño en indagar y en examinar al no dar nada por supuesto, una actitud de búsqueda, investigadora y de descubrimiento frente a las cosas.
  2. ephektiké, suspensiva del juicio, por el estado producido en la mente del investigador después de investigar y no encontrar algo certero de lo que no se pueda dudar.
  3. aporetiké, dubitativa, viene de su hábito de duda e indeterminación, al no tener medios para dar su asentimiento o denegación a algo.

Añade, por último Sexto, y esto es muy interesante que la escuela escéptica también se la llama "pirrónica" al hacerla depender inequívocamente de un maestro, Pirrón de Elis, con lo que sigue una tradición anterior, que surge, como sabemos, de Enesidemo: "y pirrónica por el hecho de que nos parece que Pirrón ha llegado a encarnar la escéptica con más ahínco y de modo más manifiesto que sus predecesores”15. Sexto ha aceptado ya en este pasaje la posición preponderante que Pirrón mantiene con respecto al escepticismo. Es más, con los dos términos de la última parte del texto arriba indicado: phaínesthai y epiphanéstero reconoce la importancia que el pensamiento y la actitud de Pirrón tuvieron para el desarrollo de su movimiento. Estos conceptos, según Decleva Caizzi, aluden no tanto a la fama de Pirrón, sino más bien a lo que se nos manifiesta directamente de él, a lo que conocemos de su vida y su pensamiento; al fenómeno relativo a él16. No hablamos de las acciones de un filósofo filtrado por el tiempo, la exageración o la leyenda, sino de un ejemplo vivo que sirve de modelo eternamente presente. Sutilmente Sexto expresa esta afirmación ciertamente matizada por el verbo phaínesthai que le da un aporte de verosimilitud práctica. Pirrón aparece, así, como integrante de un grupo de autores que han contribuido históricamente a la filosofía escéptica; y de todos ellos el que mejor ha encarnado y de forma más manifiesta este movimiento ha sido él. Llama la atención el esfuerzo de Sexto por no hacer a ninguno de estos autores el creador del movimiento escéptico, ya que esto hubiese significado hacer de alguien el fundador de una doctrina cuyos dogmas habrían pasado de maestro a discípulo, y esto es lo más lejano al escepticismo. Por eso, el adjetivo "pirrónica" que se aplica a la corriente escéptica junto a otras calificaciones (investigadora, suspensiva y dubitativa) no debe ser entendido comparativamente sino más bien como si la corriente escéptica, cuyo origen es bastante antiguo17,  hubiese dado un salto cualitativo con Pirrón. Así, mientras que los otros filósofos que precedieron a Pirrón y que aportaron algún elemento escéptico no llevaron estos principios hasta sus últimas consecuencias, Pirrón sí que lo hizo.

Diógenes Laercio, autor que escribe un poco después de Sexto, aclara convenientemente que el escepticismo no es una escuela si entendemos por escuela la adhesión a doctrinas desarrolladas coherentemente, pero si entendemos, simplemente, la que sigue o parece seguir un razonamiento según los fenómenos, entonces sí es una escuela:

"Así pues, la mayoría no admite que los pirrónicos sean una escuela, por la falta de claridad (de su doctrina); algunos dicen que en algún sentido es una escuela, en otro no lo es; parece, sin embargo, que es una escuela, pues llamamos escuela a la que sigue o parece seguir un modo de pensar según los fenómenos, por lo cual es razonable que llamemos escuela a la Escéptica; pero si por escuela entendemos la adhesión a doctrinas desarrolladas coherentemente, entonces de ningún modo se podrá ya llamar escuela, pues no se apoyan en doctrina”18

Diógenes identifica aquí el pirronismo con la escuela escéptica que no tiene ningún carácter doctrinal, ningún cuerpo de doctrinas que haya que seguir. Esta idea bastante común parece tener como referencia, según Adorno19, otra idea de Sexto que aparece en un texto de las Hipotiposis, según el cual el escéptico tiene una escuela si entendemos por ella una dirección de acuerdo con un determinado modo de pensar como, por ejemplo, aquél que muestra cómo es posible vivir rectamente.

Volviendo a Cicerón, éste se sitúa en una tradición fundamentalmente académica, es decir, para él el único escepticismo conocido es el académico con todos sus defectos, es decir, no une la doctrina de Pirrón a la de los creadores del escepticismo de la Academia. Son dos líneas filosóficas completamente diferenciadas. Es más, Cicerón no reconoce en la filosofía de Pirrón ningún elemento que pueda ser considerado cercano al escepticismo (que recordemos sólo es el académico para él). Así nos encontramos que autores presocráticos como Demócrito, Anaxágoras, Empédocles son antecesores de una línea filosófica escéptica que no culmina en Pirrón como nosotros sabemos, sino más bien, en criterio de Cicerón, en Sócrates y Platón. Todos ellos forman parte de este movimiento que dice que nada puede conocerse, nada percibirse, nada saberse. Un texto es clarificador al respecto:

“... que habían conducido a Sócrates a la confesión de su ignorancia, y ya, antes de Sócrates a Demócrito, a Anaxágoras a Empédocles y a casi todos los antiguos quienes dijeron que nada puede conocerse, nada percibirse, nada saberse”20

Cicerón, pues, no reconoce a Pirrón como culminador de esta tradición gnoseológica que desemboca en el escepticismo. Es más, cuando en las Académicas Cicerón nombra a Pirrón, lo pone en relación con Aristón de Quíos, un estoico, discípulo de Zenón que se ocupa principalmente de la ética21. Esta actitud ética, evidentemente, sería insuficiente para que calificásemos como escéptico a Pirrón, al no existir ningún planteamiento del problema de la posibilidad o imposibilidad del conocimiento.

¿Por qué se produce este silencio con respecto a Pirrón? Posiblemente, el carácter ágrafo de Pirrón (no escribió nada) impidió que su pensamiento fuese conocido con claridad, de tal forma que se mantenía sólo la actitud ética frente a la vida22. Así pues, Cicerón no reconoce elementos escépticos en el pensamiento de Pirrón ya que hasta después de Enesidemo no se restaura la original y legítima línea del escepticismo.

Cicerón, aun siendo coetáneo de Enesidemo, no conoce, ni hace referencia a su trabajo. No sabemos cuál puede ser la razón de esto, pero la singularidad del personaje lo hace singular. De hecho, hay bastante oscuridad sobre este personaje que nació según algunos en Gnosos, Creta23, o en Egeo24, pero que parece desarrolló su enseñanza en Aegea25 (o en Alejandría26) en torno al 80-60 a.C.27 De cualquier forma, él es el responsable de que el pirronismo adquiera una forma filosófica y sistemática que diferencia su escepticismo novedoso, del generado en la Academia, a partir de los postulados socráticos-platónicos, contraponiendo con toda clase de argumentos28, un escepticismo de corte atomístico-pirroniano a otro de estilo socrático-platónico. A partir de Enesidemo se puede hacer la distinción entre pirroniano, referido al pensamiento de Pirrón y pirrónico, término que agruparía a los seguidores de Pirrón que tienen consciencia de estar incluidos en una tradición unitaria y original, reivindicando a Pirrón de Elis como la figura que inicia, en sentido estricto, el movimiento escéptico.


  1. SEXTO, H.P, I, 2
  2. En otro lugar, vid., El escepticismo antiguo: posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad, nota 20, p. 28 recogí la distinción necesaria en el escepticismo entre «pirroniano», seguidor de Pirrón pero que no tiene conciencia de pertenecer a un movimiento filosófico singular y preciso y «pirrónico» nombre que por ampliación reciben todos los filósofos que, seguidores de Pirrón al cual reconocen como fundador,  tienen conciencia de pertenecer a una tradición unitaria y original (reivindicada por Enesidemo) escéptica.
  3. «Todos los rostros de Platón -escribió Robin- tienen su verdad sobre cada uno de los espejos de la tradición (Tous les visages de Platon ont leur vérité sur chacun des miroirs de la tradition)», ROBIN, L., Platon, Paris, 1968 (2ª), p. 239. Por consecuencia, sigue diciendo, el cambio operado por Arcesilao en la posición de la Academia ha sido un retorno a la tradición de la Escuela, una restauración y no una revolución. En esta misma dirección debe ser citado el artículo de A. CARLINI «Alcuni dialoghi pseudoplatonici e l'accademia di Arcesilao», Annali della Scuola Normale Superiore di Pisa, 1962, pp. 33-63, principalmente 60-63, o el de MOREAU. J., «Pyrrhonien, academique, Empirique?» La Revue Philosophique de Louvain, 77, (1979), pp. 303-344, principalmente, p. 326. Esta es la tesis que venimos manteniendo desde 1994 con la aparición de mi libro sobre el escepticismo, vid. nota anterior, principalmente pp. 40 y ss. Un artículo de Juan de Dios BARES, “La fantasi/a kataleptikh/ y la academia escéptica”, XIII Congrés Valencià de Filosofia, Peníscola, 2-4 novembre de 2000, pp. 296 y ss., incide en esta idea y dice claramente que “Arcesilao renunció a seguir en la línea de sus antecesores y frente al Platón dogmático, defendió una lectura escéptica de Platón”, las pp. 297-298 amplían esta interpretación.
  4. Sólo reconoce en él aspectos éticos y lo cita asociado a dos filósofos muy diferentes, Aristón y Erilo, sin que podamos comprender completamente el porqué. Carlos LEVY explica en su artículo “Un problème doxogaphique chez Cicéron: les indiférentistes”, Revue des Études Latines, LVIII, 1980, pp. 238-251, que el Pirrón ciceroniano es infinitamente más próximo al Pirrón histórico que el que nos describe Diógenes Laercio o Sexto Empírico, ver pp. 238-239.
  5. Para el estudio de los problemas que plantea el texto véase la ya clásica introducción de REID, J., Tulli Ciceronis Academica, London, 1885, pp. 1-73; y la introducción de PIMENTEL, J., Cuestiones Académicas, México, 1980, principalmente, pp. VII-XI. (A partir de ahora, CICERÓN, Acad.,)
  6. Cf. CICERÓN, Acad., I, IV, 13, CICERÓN afirma haber oído esta tesis al mismo Filón (quod coram etiam ex ipso audiebamus,).
  7. El mismo CICERÓN en Acad., I, XII, 46, reconoce su perplejidad en este tema, pues con cierta incertidumbre niega la distinción entre Antigua y Nueva Academia, ya que para él esta distinción entre Antigua y Nueva es innecesaria pues en los libros de Platón  mismo (ver Político, 278 d-e o Timeo, 28e-29d) nada se afirma, sino que más bien todo se discute, y se investiga sobre todas las cosas, y nada se dice como cierto, sino como probable. No obstante, inmediatamente después parece que acepta la distinción por costumbre y sin discusión al decir “Pero, no obstante, aquella que expusiste llámese Antigua; ésta Nueva; la cual, continuada hasta Carnéades, quien fue el cuarto a partir de Arcesilao, permaneció en la misma teoría que Arcesilao”.
  8. TARRANT, H., Scepticism or platonism? The philosophy of the fourth Academy, Cambridge, 1985, ha demostrado con bastante contundencia que Filón encarna hasta su muerte la legitimidad de Platón, reconociendo explícitamente la idea de una sola Academia platónica. Carlos LÉVY analiza, a propósito de este libro, la tesis de “una sola academia” y añade que esta idea no fue invención de Filón, sino que Arcesilao mismo ya había invocado la autoridad de Platón para la continuidad de la Academia, ver “Cicéron et la quatrième académie”, Revue des Études Latines, 63, 1985, pp. 32-41, principalmente p. 35.
  9. Vid., CICERÓN, Acad., I, XII, 46.
  10. Cf. CICERÓN, Acad., II, V, 15. Aquí compara a Arcesilao con Tiberio Graco que se levantó para perturbar la paz política de la república, lo mismo que Arcesilao trastornó la filosofía consolidada de Platón.
  11. Cf., SEXTO, HP., I, 220.
  12. Cf. D.L., I, 14; vid., IV, 28.
  13. Todas estas divergencias muestran la dificultad que existía en la antigüedad misma de situar el escepticismo de la academia media y nueva de Arcesilao y Carnéades dentro de la tradición platónica. Si esto era así entre los filósofos coetáneos de los últimos académicos nombrados, más dificultades tendremos nosotros, en cualquier caso lleguemos a demostrar que el escepticismo de la academia era vital, metodológico  o pedagógico, está fuera de duda la existencia y definición de la filosofía de la Academia como escéptica.
  14. CICERÓN, Acad., I, XII, 46, claramente Cicerón reconoce cierto escepticismo germinal en la discusión y falta de definición de la filosofía platónica.
  15. SEXTO, H.P., I, 7.
  16. Cf., DECLEVA CAIZZI, F., "Prolegomeni ad una raccolta delle fonti relative a Pirrone di Elide", en Lo Scetticismo Antico, Atti del convegno organizzato dal Centro di Studio del Pensiero Antico del C.N.R. Roma, 5-8 Novembre, 1980, Napoli, 1981, p. 126
  17. En este sentido, es curioso que algún testimonio se remonte al mismo Homero como uno de los primeros escépticos, Cf. por ejemplo, un testimonio de Teodosio en Diógenes Laercio, D.L., IX, 71 y ss.
  18. D.L., I, 20. Para Diógenes el escepticismo no es una doctrina, sino más bien, una determinada actitud frente a las cosas, ya que convertirla en escuela sería perder gran parte de la fuerza que tiene como teoría. Un escuela significaría doctrina y, por tanto, dogma.
  19. Cf., ADORNO, F., "Sesto Empirico: metodologia delle scienze e «scetticismo» come metodo", Lo Scetticismo antico, Atti del convegno organizzato dal Centro di Studio del Pensiero Antico del C.N.R. Roma, 5-8 Novembre, 1980, Napoli, 1981, p. 450, nota 2.
  20. CICERÓN, Acad., I, XII, 44; Cf., también  De Oratore, III, XVIII, 67 en dónde presenta la misma idea.
  21. Cf. CICERÓN, Acad., II, XLII, 130; no es éste el único lugar en el que Cicerón pone a Pirrón en relación con Aristón, vid., otros pasajes, por ejemplo, De officiis, I, 2; De finibus, II, IV, 11 y 13; V, III, 8 y Tusc. disp., V, 30
  22. Ver mi artículo “El escepticismo antiguo: Pirrón de Elis y la indiferencia como terapia de la filosofía”, Daimon. Revista de Filosofía, 36, 2005, pp. 27-43, sobre Pirrón en donde expongo la relevante significancia que tuvo su vida para su filosofía. Carlos LEVY, en Art. Cit., 1980,
  23. D.L., IX, 116.
  24. Según  FOCIO, Myriobiblon, cod. 212, (Photius, Bibliothéque, tomo III, texte établi et traduit, par René Henry, Paris, 1962, p. 121).
  25. Ver DECLEVA CAIZZI, «Aenesidemus and the academy» Classical Quarterly, 42, (1992), pp. 176-189, aquí advierte la conexión de Enesidemo con Lucio Tubero, legado romano (61-58 a.C.) simpatizante de la Academica platónica.
  26. Cf. EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 29.
  27. En una extensa nota 64, p. 43 de mi libro El escepticismo antiguo, Op. Cit., paso revista a todas las teorías y sus argumentos sobre las fechas de nacimiento de Enesidemo, aceptando las fechas dadas en este texto basándonos en Focio.
  28. Las obras atribuidas a Enesidemo son las siguientes:
    Pyrroneíoi lógoi, Cf. SEXTO, M., VIII, 215; D.L., IX, 106 y FOCIO, Myriobiblon, 212, 107a.
    Katà Sophías; Perì zetéseos, Cf. D.L., IX, 106.
    Hypotyposis eis tà Pyrróneia, D.L., IX, 78; EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 11: MIGNE, P.G., XXI, 1249 B).
    Stoixeióseis, Cf. EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 16.
    Existe alguna controversia alrededor de los títulos de estas obras. Los ocho libros de los Pyrróneioi lógoi son los únicos de los que tenemos algunos informes. Cuando seguimos el resumen de Focio del primer libro nos damos cuenta que su principal interés fue señalar las diferencias entre escépticos pirrónicos y académicos.