Philosophical Skepticism

You are here: Main Introduction
Sitemap

Academic Tradition / Philo of Larissa

Filón de Larisa: el restaurador del platonismo escéptico

En esa loca carrera del sincretismo filosófico iniciada en la Academia después de Carnéades, le toca el turno a uno de los sucesores más famosos de su discípulo Clitómaco. Según Estobeo,  Filón nace en Larisa aproximadamente hacia el 150 a. C.1, y murió alrededor de los 67 años de edad  hacia el  83 a. C. Habría sucedido a Clitómaco con 38 años de edad como jefe de la Academia. Aunque no se ponen de acuerdo en la fecha los especialistas, creo que el dato que puede servirnos de guía más exacta es la guerra de Mitridates contra los romanos (88-85 a. C.). Según Cicerón2 cuando estalló la guerra, Filón abandonó Atenas con algunos ciudadanos notables y se refugió en Roma, también dice que en el 84 a.C. acababa de publicar dos libros y en el 79 a. C.3, cuando Cicerón va a Atenas, dice que siguió las lecciones de Antíoco y no lo nombra, así que tuvo que morir mucho antes, ya que la Academica la regentaba Antioco4.

Su relación con Carnéades le viene a través de Calicles que fue discípulo directo del maestro, por lo que aunque después Filón escuchó a Clitómaco, está más en sintonía con el probabilismo de Carnéades que al radicalismo escéptico de Clitómaco. Plutarco nos habla de su celebridad en Roma y Cicerón se encuentra entre sus discípulos. Como era bastante natural en esta época de confusión de escuelas según el Index5, a la edad de 38 años había escuchado las lecciones del estoico Apolodoro, centrando el problema más en la cuestión gnoseológica de la certeza que en la cuestión práctica de la vida.

A diferencia de Clitómaco y posiblemente tras sucederle en la Academia abandonó la posición ortodoxa y negó que existiesen dos Academias. Este hecho es significativo ya que según cómo lo interpretemos situaremos a Filón como un dogmático o un escéptico. Tradicionalmente se intenta dejar inmune la figura de Platón en el sesgo escéptico que la Academia adquirió con Arcesilao y Carnéades. Si el maestro Platón no tenía nada que ver con el escepticismo y la traición a su filosofía que realizaron sus discípulos, es evidente que Filón al negar que hubiese dos Academias, estaría tratando de afirmar y restaurar la verdadera y antigua Academia de Platón. Sin embargo, hemos mostrado en este libro que Platón no está al margen de los posteriores desarrollos de la Academia, más bien el germen escéptico de Arcesilao y Carnéades lo encontramos en su propia filosofía. Es decir, para ser más exactos, en una parte de su filosofía abierta e infinitista. De ser esto cierto el bueno de Filón no estaría volviendo al dogmatismo de Platón, sino que se había dado cuenta de cierto escepticismo platónico que guiaba la filosofía académica.

Así, Filón era partidario más bien de una sola Academia desde Platón, por lo que negaba que hubiese habido alguna ruptura o metamorfosis de la filosofía platónica. A la luz de esta tesis contraria a la de Antíoco su sucesor, que reconocía dos Academias6, se ha reconocido en Filón una tendencia al dogmatismo que no existía en Clitómaco y que se sintetizaba en el intento de restaurar el pensamiento platónico7. Yo pienso que eso no es cierto. Más bien esta interpretación proviene del intento de S. Agustín8 que en vez de pensar que el escepticismo ya estaba en Platón, y que la Academia no fue más que un desarrollo de uno de los rostros de la filosofía platónica, se apoya en Filón que niega la ruptura de la Academia, para negar valor a los que modificaron, según su opinión, la enseñanza platónica convirtiéndola en escéptica.

Filón fue un filósofo bastante importante en su época. Plutarco nos deja huellas de su talento y de su personalidad, la cual cautivó a muchos romanos de su tiempo. El propio Cicerón sentía cierta fascinación por él al denominarlo “varón excelente” (magnus vir) y lo elogía por su sabiduría, Estobeo lo admira por su talento, y Agustín de Hipona por su prudencia9. Su influencia y celebridad estaban tan bien establecidas que hasta Sexto Empírico al distinguir en su libro I de las Hipotiposis al escepticismo pirrónico de la filosofía Académica lo hace fundador, junto con Cármidas,  de una nueva Academia, la cuarta10.

En cuanto a su filosofía no conocemos nada de sus escritos originales, aunque parece que escribió algunos libros, ninguno ha llegado hasta nosotros. Cicerón habla de dos libros publicados por él y criticados por Antioco11, su sucesor en la Academia. Parece que estos libros proponían algunas novedades, sobre todo, como hemos dicho, en lo referente a las relaciones entre Platón y la Academia de Arcesilao y de Carnéades. Él quería reducir las diferencias y la distancia entre el maestro y el escepticismo posterior de Arcesilao y Carnéades, proponiendo un paulatino regreso al platonismo nuclear pero sin renunciar al escepticismo académico. Según Filón, la Academia no se había alejado de la posición defendida por Platón. Arcesilao y Carnéades habrían desarrollado los enfoques filosóficos de Platón más propensos al escepticismo. De esta manera, Filón parecía haberse dado cuenta de la unidad que subyacía a ambos desarrollos, unidos por la declaración de ignorancia e incapacidad de conseguir la verdad, la cual quedaba para la mayoría sepultada en lo profundo y de difícil acceso.

Hermann12 interpreta erróneamente esta posición filoniana y defiende que Filón había regresado al dogmatismo platónico, pero esto no tiene sentido por las siguientes razones. Según Sexto, Filón defendía que las cosas podían ser captadas según su naturaleza, como ellas realmente son; pero no podían ser captadas por ningún criterio, y menos por la «fantasía cataléptica» (representación concluyente e indudable) de los estoicos13. Desde esta perspectiva, se podría afirmar que las cosas podrían ser comprendidas por sí mismas, pero esto no quiere decir que sean comprendidas por el ser humano; el conocimiento de la verdad de las cosas, objetivamente, es posible, pero no podemos decir que esa realidad que conocemos es la propia realidad, ya que no hay posibilidad de verificación intersubjetiva. Como vemos para Filón, igual que para todos los filósofos de su época, el problema principal fue el de la certeza y llegó a convencerse de la imposibilidad de un criterio capaz de cerrar la dialéctica y la argumentación  en torno a la verdad.

El problema, por tanto,  era de nivel cognoscitivo, pero no natural, las cosas nos aparecen de una manera u otra según su naturaleza, pero no podemos verificar lo que ellas son a través de una imagen conceptual o concluyente. Lo cual significa que el problema, a juicio de Filón, aparecería en el mundo del conocimiento, no en el mundo ontológico o real. Sin embargo, él no aportaba ningún criterio para defender esto, en la práctica Filón aceptaba la posición probabilista de Carnéades por lo que su apelación a Platón debe entenderse en la línea de la posibilidad de alcanzar el conocimiento en teoría, pero en la práctica sólo podemos contar con posibilidades y probabilidades de verdad14. Si Filón quería retornar a Platón, se trata de ver de qué manera va a interpretar sus escritos; para él Platón tenía en sus escritos una filosofía que no afirmaba nada categóricamente, sino que, por el contario, discutía siempre e intentaba aclarar los pros y los contras de las cuestiones filosóficas discutidas. El Platón de Filón se acercaba más al Platón problemático y escéptico que al Platón dogmático al que estamos acostumbrados15.

Lo curioso del caso es que tradicionalmente esa apelación al maestro Platón siempre se ha entendido, bajo los auspicios de San Agustín, como que Filón había profesado una especie de dogmatismo, remontando hasta el maestro la doctrina de la Academia nueva16. Según esta argumentación habría sido el causante de la creación de una nueva tendencia dogmática que terminará en cierto estoicismo, sin embargo, en nuestra opinión, volvía simplemente a la máxima escéptica platónica de que las cosas no pueden ser conocidas por lo sensible, los sentidos, de ahí que el criterio estoico sea ineficaz e irrelevante. Por ello, parece un error defender, como hace Hermann17, que para Filón las cosas puedan ser conocidas por la intuición de la razón pura, un error provocado por la incomprensión de la tradición escéptica y el papel que el propio Platón jugó en ella. Ni Zeller ni Brochard aceptan esta interpretación que nos llevaría a postular basándonos en la autoridad de Cicerón18 unos conocimientos innatos o análogos a aquellos que se habían adquirido, según Platón, en una vida anterior.

No deja de ser una paradoja que Filón diga, por un lado, que la verdad pueda ser conocida, pero sostenga a la vez que esta posibilidad no puede conocerse ni con el criterio estoico, ni con ningún otro criterio de verdad. En verdad, lo que está diciendo es que las cosas pueden conocerse por sí mismas, pero sin certeza. Es decir, Filón no negaba la posibilidad del conocimiento de la verdad, sino que sostenía que esta posibilidad no podía convertirse en certeza. Esta antinomia no era otra cosa que una crítica contra la idea estoica infecunda que afirmaba dogmáticamente que podíamos tener certeza a través de la «fantasía kataleptiké», de la representación completa, percepción convincente y comprensiva.

Este reformismo de Filón está dirigido a un vasto problema posterior, casi insoluble en la historia de la filosofía: la diferencia entre verdad y certeza. La primera puede tener una existencia por sí misma, mientras que la segunda no tiene más remedio que aceptar un aspecto subjetivo en ella, ya que necesita un asentimiento de orden sensorial e intelectual del sujeto que percibe la cosa. El escéptico no niega que exista la verdad, tampoco lo afirma, pero duda de la posibilidad de la certeza, punto básico en todas las gnoseologías antiguas.

Filón adelanta una solución nueva al dilema, a través del concepto de posible, que no era según él una potencia susceptible –como decía Aristóteles19- de devenir actual. Para Filón lo posible tiene más que ver, después del equívoco de la phantasía kataleptiké, con la instancia probabilística20 que niega la necesidad de cualquier criterio gnoseológico. El propio Cicerón advierte que para Filón no se conoce nada con certeza, las cosas existen, se las conocen como tales pero jamás estamos seguros de que las conocemos tal como parecen ser. Frente a la tozudez estoica de la «representación completa», Cicerón propone la (probabilem visionem) la percepción probable que traduce el griego pithanón de Carnéades, la probabilidad filoniana21 traduce más cuantitativamente, el hecho de que una percepción “persuasiva” carneadiana pueda parecer a un sujeto más verdadera o falsa que otras. Pero Filón no sabe darse cuenta de la originalidad de su propuesta que incluye dentro del concepto de persuasión o verosimilitud  de la tradición académica que tan buen uso va dar en la retórica.

Esta respuesta trata de resolver las objeciones de Antíoco a la teoría de Carnéades. Si como parece Carnéades afirmaba que existían representaciones falsas y que entre las representaciones verdaderas y falsas no había diferencias, surge una contradicción sin solución. Dice Antíoco que si se admite que existen representaciones verdaderas, eso significa que explícitamente se pueden distinguir las verdaderas de las falsas, y si lo negamos entonces no podemos decir que haya representaciones verdaderas. Esta objeción solo tiene sentido si se niega absolutamente la verdad, si la suprimiésemos totalmente, pero esto es lo que se salva con el probabilismo. Así, se puede discernir lo verdadero de lo falso porque “la apariencia es el signo de la probabilidad, mientras que no hay signo seguro de la percepción”22. El conocimiento aquí se produce de manera tentativa, uno tiene que buscar a tientas, un paso adelante y quizá otro atrás, arrastrando los pies, incluso para tomar impulso y dar un salto, hay que recorrer el camino una vez y otra dándose la vuelta y palpando de nuevo el camino recorrido, lentamente. Incluso, uno puede tropezar, el traspiés si no nos caemos nos ayuda a avanzar el doble. Esta nueva fórmula introducida por el escepticismo, tiene numerosas similitudes con fórmulas más actuales: por ejemplo, las wittgensteinianas. Cuando Wittgenstein criticaba los argumentos a veces demasiado pulcros, demasiado formales de Platón advertía que en la argumentación ni siquiera uno puede decidir entre X o Y o Z, sino entre X o no tan X o un poco menos que X o un poquito más que X, propone buscar con cuidado, mirando alrededor lentamente, deteniéndose de vez en cuando, volviendo a mirar donde ya antes habíamos mirado23.

Filón sólo advierte así que cuando los académicos afirman que existen representaciones falsas, admitiendo implícitamente que existen verdaderas, no lo hacen  en base de ningún criterio que pueda verificar la verdad o falsedad de la percepción, sino sobre la base de que lo que aparece, admite cierta adhesión hipotética, probable o persuasiva24. Filón está regresando a la posición platónica del Sofista en la que aceptar el aparecer (δοκέω μοί) y presentar un parecer (ἐγώ δοκέω) son una necesidad dialéctica para que el discurso continúe aun de manera vacilante y dudosa, pero firme en su intento de perseguir la verdad. Así, Filón se reclama platónico y reduce todas las diferencias y distancias entre la Academia antigua de Platón y la media de Arcesilao y Carnéades. Esta evolución de su punto de vista25 es lo que enfureció a Antíoco, como veremos, y le hizo escribir contra Filón y el escepticismo de la Academia.

Estas tesis de Filón provocará un monumental enfado en su discípulo Antíoco de Ascalón cuando leyó en sus libros, que su maestro se reclamaba tanto de Platón, que negaba que hubiera dos Academias y reivindicaba una línea semidogmática en toda la filosofía platónica. ¿Cómo podía un escéptico como Filón aceptar la posibilidad de cierta verdad objetiva  platónica? ¿Por qué cambió de opinión Filón en sus libros con respecto a los puntos de vista que había defendido durante sus explicaciones en la Academia de la filosofía de Carnéades? Ya que Antíoco no se muestra sorprendido de las enseñanzas de Filón, sino de la lectura de sus libros, debemos entender que fue con posterioridad a escuchar sus enseñanzas que decidió responder a los escritos de Filón. Las razones pueden ser que o bien los libros de Filón aportasen novedades con respecto a sus doctrinas o bien Antíoco (el traidor Antíoco) decidió pasarse al estoicismo y desde allí contestar los fundamentos del escepticismo. En cualquier caso, la Academia después de Filón comenzó a declinar, el último académico, Filón, terminó reivindicando los aspectos más escépticos de Platón, actitud que dio unidad a la Academia, y levantó críticas feroces que terminaron por anular su escepticismo26.

Aparte de esta línea filosófica orientada en la polémica académica y escéptica, Filón se distinguió también en lo concerniente a la filosofía moral, pero a juicio de Brochard o Dal Pra, en un sentido más inclinado hacia el dogmatismo de Antíoco que al escepticismo de Arcesilao o Carnéades. Estobeo27 ha conservado la estructura de la obra de Filón sobre estos temas, que tenía como base el paralelismo eternamente escéptico entre filosofía y medicina. Puesto que Filón creía que la verdad en sí existía, podía sin contradecirse dar opiniones probables y preceptos morales. De la misma manera que el médico debe persuadir al enfermo (idea muy gorgiana) de la necesidad de someterse a cura, destruyendo los argumentos de aquéllos en contra de esta opinión, el filósofo, según Filón, debía de conducir a los seres humanos hacia la virtud (probable), se debía, pues,  enseñar las grandes ventajas de la filosofía y combatir, cual médico luchando contra la enfermedad,  a los enemigos de la filosofía28.

En la sucinta síntesis de Estobeo no aparece el título de la obra de Filón, sólo sabemos que pudo tener cinco o seis partes, en las que el filósofo se compara con el médico, como queriendo conferir a su discurso un valor de probabilidad y de utilidad práctica. La tarea del filósofo es sugerir algunas reglas de la vida, basadas en la experiencia y en la observación, como sugerencia o remedio para los que no han alcanzado la virtud. El filósofo libra al espíritu de las falsas opiniones y le prepara para las verdaderas, a modo de fármaco catártico, modelo igual que el de Sexto Empírico, que limpia la mente de dogmatismos inconsecuentes y fatales. El médico persigue un fin que es la salud, el filósofo otro que es la dicha, la felicidad. Tanto uno como otro no solo deben procurarlas, salud y dicha, sino conservarlas, de ahí la importancia de las precauciones que hay que tomar, de ahí ese “mirar con cuidado” propio del modo escéptico29.

El filósofo de Larisa se ganó el respeto de Cicerón. A tenor de lo que dice el latino fue un filósofo razonable y moderado que combatió el dogmatismo circunscrito a las pretensiones orgullosas e innegables (desde su punto de vista) de los estoicos. Con un acierto digno del elogio posterior, se dedicó a sustituir la certeza absoluta por una suerte de probabilismo práctico que no anula la posibilidad de alcanzar la verdad. Una verdad parcial, mesurada, suave, debilitada o tolerante que tiene como principal mérito, cierto carácter democrático al alcance de todo el mundo. Él conservó lo bueno de la Academia de Carnéades y la llevó hasta su apogeo. Atenuó el orgullo propio de la filosofía con una actitud honesta y humilde que pocas veces ha tenido éxito en la historia de la filosofía. En esta ocasión, tampoco lo tuvo. La Academia pronto retornó a posiciones dogmáticas, la amabilidad y amistad escéptica académica, pronto fue sustituida por la hosquedad, rigidez y displicencia estoica que tanto ha marcado a la filosofía.

Ahora bien, de la misma forma hay que destacar que a los ojos de Antíoco esta posición de Filón era difícilmente aceptable, porque generaba un difícil compromiso entre un escepticismo teorético y una cierta concesión al dogmatismo en el plano ético o pragmático. De un lado negaba la posibilidad del conocimiento certero al negar la existencia de un signo distintivo entre lo verdadero y lo falso, pero a la vez afirma la posibilidad tentativa de obtener una certeza moral débil como criterio de conducta. Este problema es el que intentará resolver Antíoco con su propuesta que, a la larga, fue la menos piadosa para el escepticismo académico, ya que desapareció.


  1. Las fechas no son claras según el Index Herculanensis, (Col. XXXIII) tenía 38 años al suceder a Clitómaco. BROCHARD, Op. Cit., p. 189 da la fecha de 148-150 a. C. para su nacimiento, DAL PRA, Op. Cit., p. 301 se decanta por retrasarla hasta el año 160, y GOEDECKEMEYER, Op. Cit. P. 103, aporta el dato de 159-160 a. C., todo depende de la noticia dada al principio y del nacimiento de Clitómaco, problema que no tiene solución.
  2. CICERÓN, Brut., LXXXIX, 306.
  3. Ibid. 315.
  4. Antonio RUSSO,  Scettici Antichi, p. 399, opta por la opción de Mekler, Index Herculanensis, XXXIII dando la fecha de 160-79/8, ver la nota 1 de esa página en la que sintetiza todas las posibilidades en cuanto a fechas.
  5. Index Herculanensis. Col. XXXIII.
  6. Un amplio estudio de esta cuestión aparece en mi articulo ROMÁN ALCALÁ, R., “La nueva academia: dogmatismo o skêpsis”, Pensamiento,  51 (1995), pp. 455-465.
  7. Claudio MORESCHINI en su artículo  “Atteggiamenti scettici ed atteggiamenti dogmatici”, La Parola del Passato, 24, (1969), p. 433 advierte que la revalorización del Platón dogmático se debe más a Filón que a Antíoco, y que el amplio conocimiento que tenía Cicerón de los diálogos platónicos (Fedro, 61 b-c; 70 b, 81d, Fedón, Menón, Apología testimoniaba que se había producido una decisiva vuelta al platonismo interno de la Academia antigua. Esta argumentación la culmina con la idea de que el verdadero maestro de Cicerón no fue Antíoco, a través del cual Cicerón conocería al Platón dogmático, sino Filón. No obstante, una página más adelante, dice el mismo Moreschini que debemos hablar de cierta conciliación entre dogmatismo y escepticismo, lo cual es poco convincente.
  8. AGUSTÍN DE HIPONA, Contr. Acad., III, 18, 41.
  9. CICERÓN, Acad. I, IV, 13; ESTOBEO, Ecl. II, 40 y AGUSTÍN DE HIPONA, ver nota anterior.
  10. Véase SEXTO, H.P., I, 220.
  11. Cf. CICERÓN, De Orat., III, XVIII, 110 y Acad., II, IV, 11.
  12. HERMANN,  De Philonis Larissaeo disp., I, Gottingen, 1851, p. 4, citado por DAL PRA, Op. Cit., vol. I, p. 304
  13. SEXTO H.P., I, 235.
  14. En esta línea se enmarca la interpretación de A. LONG, La filosofía Helenística, Madrid, 1975, p. 217 y  SCHMITT, Ch., Cicero Scepticus: A study of the influence of the Academica in the Renaissance, The Hague, 1972, p. 160, también apuesta por esa tradición platónica con perfiles escépticos en algunas de sus afirmaciones.
  15. Ya Diógenes Laercio III, 51 observaba que existía una gran controversia entre los que afirmaban que Platón era un dogmático (dogmatizaba) y los que negaban esta afirmación, él mismo decía que esta controversia se había discutido mucho como problema. Para un análisis de los textos y testimonios sobre la interpretación escéptica de Platón ver BONAZZI, M., Academici e Platonici. Il dibattito antico sullo scetticismo di Platone, Milano, 2003 y del mismo autor “I Pirroniani, l’Academia e l’interpretazione scettica di Platone”, en Platone e la tradizione platonica, A cura di Mauro BONAZZI e Franco TRABATTONI, Milano, 2003, pp. 181-219.Cf. En esta línea podemos ver los clásicos Dal Pra, Op. Cit.I, p. 306 y BROCHARD, 205 y ss.
  16. Esta es la línea usada por Brochard, Op. Cit., p. 216, pero el argumento es bastante débil y se apoya en el supuesto de Cicerón de cierta enseñanza misteriosa y esotérica, explícitamente de Arcesilao, de los académicos,  ya discutida y negada  en las páginas de este libro dedicadas a este autor.
  17. Ibidem
  18. Cf. CICERÓN, Acad., II, XI, 34, al presentar la  teoría académica se deslizan expresiones como “impressum in animo atque mente” muy alejadas del escepticismo.
  19. En ARISTÓTELES el concepto de posible está ligado, al parecer, al concepto de potencialidad, véase Metaf., V, 12, específicamente 1019 b.
  20. No hay que olvidar que en los libros de los Académica de Cicerón que han llegado a nosotros se nos presenta a Filón como un probabilista, es más en su carta a Varrón, Ad famil., IX, VIII, 1 declara Cicerón que se ha convertido en portavoz de Filón, y él se reconoce en múltiples ocasiones como probabilista, cf. Acad., II, XI, 33 y XXXV, 112.
  21. Recordemos que el propio Cicerón después de exponer las teorías escépticas de Carnéades y de Clitómaco dice que “estas doctrinas mismas que por mí son defendidas, las estudió (Antioco) en la escuela de Filón”, Acad.,  II, XXII, 69. BROCHARD, Op. Cit., p. 197 dice estar seguro de que Cicerón repite las palabras de Filón.
  22. “Sed probandi species est, percipiendi signum nullum habemus”, CICERÓN, Acad., II, XXXIV, 111.
  23. Es muy atractivo en este sentido el libro : Ludwig Wittgenstein, Oets Kolk Bouwsma, Últimas conversaciones, Salamanca, 2004, 80-82 y las consideraciones que hace Wittgenstein sobre la forma de argumentar de Platón en los diálogos.
  24. Como diría algún seguidor popperiano, la falsación de una teoría es definitiva, la verificación deja abierta la verdad. Dicho de otra manera, la verdad es probable el error cierto. Esta afirmación la planteó Sexto, a propósito de Filón, en el caso de la lógica y con los silogismos hipotéticos, cuando observaba: “En efecto,  Filón observa que es una implicación válida la que no comienza por lo verdadero y acaba en lo falso”, Sexto, H.P. II, 110. En Matemáticos amplía esta idea y dice que una implicación resulta verdadera en tres casos y falsa en uno, cuando el antecedente es verdadero y el consecuente verdadero, cuando el antecedente es falso y el consecuente verdadero y cuando el antecedente es falso y el consecuente falso, pero es falsa en el caso en el que el antecedente sea falso y el consecuente verdadero, cf. M., VII, 112-114.
  25. Esta evolución tuvo tanta importancia que para muchos autores se podía considerar como el nacimiento de una nueva fase de la tradición académica, tanto como pretender el inicio de una nueva “Cuarta Academia”, ver EUSEBIO DE CESÁREA, Praep. Evang., XIV, 4, 16 y SEXTO, H.P., I, 220 quien no sólo habla de cuarta Academia de Filón, sino de Quinta de Antíoco.
  26. En general, el desarrollo helenístico de la academia platónica desde Arcesilao hasta Filón de Larisa contribuyó a una potente imagen aporética de Platón, cf. TARRANT, H., Scepticism or Platonism? The Philosophy of the Fourth Academy, Cambridge, 1985, p. 77 y IOPPOLO, A.M., “Sesto Empirico e la’Accademia scettica”,  Elenchos, 13, (1992), pp. 190-191.
  27. ESTOBEO, Eclogae physicae et ethicae, II, 40.
  28. A jucio de DI STEFANO, E., “Antioco di Ascalona e la crisi dello scetticismo nel  I secolo a. C.”, en Lo Scetticismo Antico, Atti del convegno organizzato dal Centro di Studio del Pensiero Antico del C.N.R. Roma, 5-8 Novembre,vol. I,  1980, Napoli, 1981, p. 202, Filón con esto, modificaba en sentido ético o pragmático el escepticismo teorético, es decir, atenuaba el rigor teorético negativo del escepticismo académico orientado hacia una dimensión ético-retórica.
  29. Podríamos pensar que ese continuado intento de ligar filosofía y medicina por parte de Filón podría ser un antecedente de la línea posterior de los médicos empíricos (Sexto, Agripa etc.) de emplear la observación y la experiencia, frente a los principios racionales, metafísicos o religiosos que caracterizaban el uso y abuso de la medicina.