Philosophical Skepticism

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Pyrrhonian Tradition / Pyrrho of Elis

Pirrón de Elis: un pingüino y un rinoceronte en el reino de las maravillas

  1. Introducción
  2. Cuadro cronológico
    1. Datos biográficos
    2. Acontecimientos filosóficos
    3. Acontecimientos políticos y sociales
  3. La vida de Pirrón de Elis
    1. Fuentes sobre la figura de Pirrón de Elis
    2. Datos biográficos significativos
    3. El ejemplo de su vida como fórmula filosófica
    4. La existencia de una escuela pirroniana no pirrónica
    5. La imperturbabilidad de carácter, requisito para ser feliz
  4. La filosofía de Pirrón de Elis
    1. El escepticismo dogmático de Pirrón
    2. Pirronismo y escepticismo fenoménico
    3. E fenómeno como criterio de la acción
    4. El resultado de la disposición pirrónica: la afasia y la ataraxía
    5. Influencia oriental y búsqueda de la felicidad
  5. Conclusiones
  6. Selección de textos
    1. Fuentes sobre la figura de Pirrón
    2. Noticias sobre Pirrón
    3. El ejemplo de su vida como fórmula filosófica.
    4. La existencia de una escuela pirroniana no pirrónica
    5. La felicidad como falta de perturbaciones
    6. Vida práctica y filosofía
    7. Escepticismo dogmático
    8. Los escépticos aceptan lo que aparece
    9. Vivir sin dogmatizar
    10. Afasia y ataraxía
    11. La indiferencia pirrónica.
    12. Conclusiones
  7. Bibliografía sobre Pirrón

1. Introducción

Este libro trata de filosofía. Y por ello el título y, sobre todo, el subtítulo que hemos elegido merece una explicación. Todos los familiarizados con la historia de la filosofía, y con el pensamiento griego en particular, reconocen en Pirrón de Elis un autor familiar y habitual por muchas razones. La primera y fundamental por ser reconocido en varias fuentes antiguas como el iniciador del escepticismo filosófico. Esta vitola potente y atractiva, no obstante, no está exenta de dificultades, pues si hay una doctrina filosófica a la que, por su propia esencia,  no podamos encontrar un iniciador por todos reconocido es, justamente, al escepticismo.

Es un hecho que el escepticismo es una de las actitudes más nombradas y más desconocidas en sus principios en la actualidad. Se habla del escepticismo en política, del euroescepticismo en Europa, del escepticismo ante las razones de los Estados, de las dudas ante las relaciones personales, de la verdad o falsedad de las noticias televisivas o mediáticas  etc. Creo que era Lord Byron quien ante las dudas y desconfianza que le generaba la política decía: “he simplificado mi ideología política al máximo: detesto a todos los políticos”, y el que afirmaba con cierta misantropía ante los defectos humanos, “cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”. Es verdad también, que ante los problemas, lo más fácil es ese encogerse de hombros, ese abstenerse propio del cansancio que nos sale espontáneo frente a las dificultades del conocimiento, o las mentiras y engaños de un poder omnímodo y lejano.

Sin embargo, el escéptico debe reconocer, malgré lui,  las propias deficiencias de su posición vital.  Nadie puede dudar absolutamente desde una posición indudable, eso sería puro y simple dogmatismo, más bien cualquiera que ponga algo en tela de juicio, tiene que juzgar de alguna forma mediante el razonamiento, y declarar los motivos que le llevan a dudar en ese caso: dicho de otra forma, debe poner en duda hasta la propia duda que lo sustenta. El punto de partida ya es radical.

En sus orígenes griegos, el escepticismo, adhiriéndose a una analogía médica, proponía como cura radical purgar la vida humana de todo compromiso cognoscitivo y de toda creencia. El escéptico por ser un amante de la humanidad, quiere curar en lo posible la arrogancia y el atrevimiento de los dogmáticos (que serían todos aquellos que no son escépticos). Por eso se dice que el escepticismo está intrínsecamente establecido en el acto de pensar, es decir, es una disposición y no una doctrina.

Ahora bien, esta actitud no es un punto de partida sino de llegada ante la imposibilidad de llegar a una verdad indudable, o de defender hasta la muerte posiciones deficientes y absolutas. Por ello, como decía el antiguo Pirrón de Elis (filósofo griego del 360 a.C.), el primer escéptico, el ser humano que quiera ser feliz tiene que preguntarse primero ¿cómo son por naturaleza las cosas? Esta cuestión no era original de Pirrón, al contrario: era la cuestión básica de toda la filosofía griega. A esta pregunta Pirrón contestaba "que las cosas eran igualmente indeterminadas, sin estabilidad e indiscernibles". Por tanto, cualquier discurso sobre ellas es un discurso indeterminado, impreciso, dudoso a su vez, al tener que referirse a las cosas mismas <indeterminadas>. Si bien, la frase misma se resolvería, a la larga, en cierto nihilismo gnoseológico, estamos ante una propuesta ética discutible y radical: llegar a través de la filosofía a una vida feliz sin creencias.

En este sentido, Pirrón advierte que no debemos poner nuestra confianza en las cosas, sino quedar sin opiniones, sin prejuicios, de modo impasible, diciendo acerca de cada una de ellas, con la declaración escéptica por excelencia: 1. Que no más es que no es 2. O bien que es y no es [al mismo tiempo] 3. O bien ni es ni no es. Si la miel, pongamos por caso, unos la perciben dulce y otros amarga (qué decir de todos los problemas políticos con los que nos enfrentamos constantemente), no podemos afirmar ni que ésta sea dulce ni que sea amarga o que sea dulce o que no lo sea, pues esto depende de las circunstancias y de los propios estados del individuo. Esta indiferenciación de las situaciones o de las cosas mismas sustenta la teoría escéptica de la acción. El escéptico debe actuar, de una forma u otra, ya que no puede quedar inactivo, si bien al no encontrar la “verdad”, continúa su búsqueda sin descanso. Aquí no hay un programa activo de investigación, sino una obligada necesidad ante la imposibilidad de cumplir el objetivo definitivamente. En este sentido, debe continuar mirando “a las cosas” como cuestión abierta, no por método exclusivamente (como hace Descartes), sino porque las mismas cosas y el conocimiento no se puede cerrar. Es el ejemplo más claro de la aceptación de una dialéctica infinitista y abierta.

Sin embargo, con sutileza la posición de Pirrón refleja dos fórmulas contrapuestas en la solución del problema, por un lado un sano escepticismo originador de una fuerte tradición filosófica, pero por otro, un férreo dogmatismo como punto de partida imposible de desactivar. A modo de comparación y como metáfora animal, un pingüino representaría la actitud escéptica, mientras que un rinoceronte simbolizaría la actitud dogmática por excelencia. Su actitud ante el mundo del primero, adaptativa, expectante, neutral contrasta con la del segundo, poderosa, arrojada y combativa. Estas dos posiciones han formalizado una contienda dialéctica histórica en el mundo de las maravillas, que es el mundo de la filosofía. En un sentido aristotélico, en el principio de la filosofía está el maravillarse, el asombrarse ante las cosas que no entendemos, y este asombro ha sido resuelto con estas dos posiciones en el extremo, matizadas por una multiplicidad de doctrinas contagiadas en mayor o menor medida por cada una de ellas.

Pirrón de Elis concreta las dos, parte de un dogmatismo propio de la escuela abderita en la que se encuentra enmarcado, pero adelanta un escepticismo revolucionario como sistema. De ahí, su originalidad, de ahí también que la mayoría de sus coetáneos no supieran ver esa vena escéptica singular en su filosofía, sino que son posteriores filósofos los que se hacen cargo de su originalidad extravagante e insólita. Y por eso muchos estudiosos de su pensamiento advierten una aparatosa coincidencia con Sócrates, como por ejemplo, los dos fueron personajes que sobrepasaron a su filosofía y ninguno de los dos escribió nada. Pero tanto uno como otro iniciaron filosofías tan potentes que no sólo han propiciado conversaciones e investigaciones apasionadas, sino leyendas filosóficas que han superado al pensamiento que les servía de base a distorsiones tan interesantes como exageradas. Esta es la razón por la que dedicar una pequeña monografía a este autor enigmático, original e iniciador de una corriente que no dejará de intentar librar a la filosofía de falsos errores, y de fórmulas determinantes o concluyentes poco creíbles, es necesario y útil.

Las fuentes que aportan información sobre este filósofo son difíciles y muy poco homogéneas, algunas claras y precisas, pero la mayoría son poco explícitas y, a veces, merecedoras de cierta desconfianza. Decleva Caizzi  (1980) en la introducción de su obra dedicada a los testimonios sobre Pirrón, expone las dificultades que podemos encontrarnos en cualquier trabajo que tenga como horizonte de estudio a este autor,  pues las reconstrucciones de su pensamiento se han hecho no sólo sin hacer valer el criterio de la presencia de su nombre en los textos utilizados, sino sin que exista ninguna base histórica que fundamente tal orientación.
Además, Pirrón no escribió nada, es uno de los ágrafos más famosos de la antigüedad, lo cual complica todavía más cualquier intento de perfilar al personaje o su pensamiento. Nosotros no sólo hemos acudido a fragmentos de su discípulo Timón o a pasajes de Gelio, Sexto o Diógenes Laercio, sino también hemos valorado y estudiado críticamente otros testimonios aislados que construyen, junto con los anteriores, los rasgos precisos del de Elis. Todas estas anomalías impiden la reconstrucción precisa y uniforme del pensamiento de Pirrón y dificultan la armonización y conciliación de los diversos testimonios de la antigüedad (literarios o filosóficos) que se han conservado sobre él: Reale, por ejemplo, nos presenta hasta ocho diferentes inter­pretacio­nes de Pirrón: gnoseológico-fenomenista, dialéctico-hegeliana, científica, práctica-moral, metafísica, antimetafísica-nihilista, orientalista y literaria, por lo que no podemos establecer un único criterio de valor o valoración de su vida y de su filosofía.

Además, Pirrón de Elis tiene no sólo valores filosóficos, sino históricos innegables. Es un filósofo entre dos épocas, un período clásico griego con un desarrollo de la filosofía centrado en la physis, y un período helenístico caracterizado por la aparición de Alejandro Magno y la sustitución de un estilo de vida centrado en la Polis (comunitario) por otro centrado en el individuo, en la ética como fórmula de consecución de la felicidad. Y tiene que ser así para evitar la locura, ya que cuando en el 324 Alejandro exige a las ciudades griegas que lo reconozcan como un dios, Demóstenes, perdida la capacidad de indignarse, termina por aconsejar que “lo reconozcan como hijo de Zeus o del mismo Poseidón si así le place”. En este magma toda la cultura griega, había perdido su significado, y las escuelas helenísticas, con el escepticismo a la cabeza intentan recuperarlo.
Por último, una acotación metodológica: el lector observará que en este libro no hay notas. En principio, fue compuesto para una colección ya desaparecida que exigía a modo de ensayo y selección de textos (traducidos por mí), una introducción al pensamiento de Pirrón de Elis. Cada afirmación de su pensamiento está sustentada en algún texto reconocido por la tradición filosófica. Así lo hice y para no perder por culpa de la crisis editorial ese trabajo ya realizado, doy el resultado a las prensas como obra básica y sencilla, y con un carácter formativo y didáctico. No obstante, para aquellos lectores atrapados por la fuerza del pensamiento de Pirrón, o especialistas en filosofía necesitados de una investigación más profunda, precisa y académica, incluyo al final una bibliografía, con algunos títulos también del creador de estas páginas, en la que podrá ampliar y verificar cada una de las afirmaciones que se establecen en estas breves notas.

2. Cuadro cronológico

2.1. Datos biográficos

  • 360/365 a.C. Su nombre aparece rodeado de cierta leyenda. Pirrón de Elis, según Diógenes Laercio, era hijo de Plistarco, nació en Elide ciudad situada en la parte nord-occidental del Peloponeso, al lado de la región de Acaya, en torno al año 360/365 a. C. Sócrates como figura señalada había muerto hacía poco menos de treinta años y diversos filósofos reclamaban su herencia.
  • 345/340 a.C. Según Apolodoro en su juventud se dedicó a la pintura y, posteriormente, se aplicó al estudio de la filosofía escuchando a Brisón primero, discípulo de Sócrates, y a Anaxarco de Abdera después.
  • 334 a.C. Se enroló junto con Anaxarco en el cuerpo expedicionario que siguió a Alejandro en sus conquistas. Gracias a esta experiencia llegó a tener contacto con los gimnosofistas en la India y con los magos, aproximadamente en el 326 a.C. Lo cual es posible ya que a primeros de Abril de ese mismo año, Alejandro, después de vencer al rey indio Poros en el Hidaspes, tomó Táxila. Allí, están atestiguados por Estrabón dos contactos con sabios de la India, sobre todo con un personaje importante, Kalanós, posibilitándose así la unión de dos esquemas de pensamiento distintos: el griego y el oriental.
  • 326 a.C. Deseosos de volver a su patria, las tropas se amotinan junto al río Hifasis y se niegan a proseguir la campaña.
  • 324 a.C. Pirrón retorna a Grecia.
  • 320 a.C. Madurez de Pirrón, filósofo muy estimado en Elis en donde parece haber cultivado la más noble filosofía, introduciendo el concepto de inaprehensibilidad y de suspensión del juicio, como dice Ascanio Abderita; advirtiendo que no hay nada bueno ni vergonzoso, justo o injusto, e igualmente que nada es en verdad, sino que los hombres se comportan en todo según la ley y la costumbre; pues ninguna cosa es más esto que aquello.
  • 275 a.C., Muerte de Pirrón, después de llevar una vida tranquila y sencilla rodeado de la estimación y de la consideración de sus conciudadanos que le habían nombrado sumo sacerdote y le habían dedicado una estatua. A él se debe, gracias a su genio, que los filósofos se libraran de pagar impuestos en Elis.

2.2. Acontecimientos filosóficos

  • 399 a.C. Juicio y condena a muerte de Sócrates.
  • 387 a.C. Primer viaje de Platón a Italia y Sicilia. Allí se encuentra con el pitagórico Arquitas y es recibido en la corte de Dionisio I. En ese mismo año Platón abre la Academia.
  • 384. Nacimiento de Aristóteles y de Demóstenes.
  • 370/350 Muerte de Demócrito según las informaciones ofrecidas por Apolodoro.
  • 367 a.C. Segundo viaje de Platón a Sicilia. Dionisio II Tirano de Siracusa.
  • 361 a.C. Tercer viaje de Platón a Sicilia
  • 360/-365 a.C. Nacimiento de Pirrón de Elis.
  • 348 a.C. Muerte de Platón. Espeusipo le sucede en la Academia.
  • 343 a.C. Aristóteles como preceptor de Alejandro Magno.
  • 342 a.C. Nace Epicuro de Samos.  Atenas es el “centro cultural del mundo”, junto a las escuelas antiguas, surgen otras como la de Epicuro que predican la abstención de la vida pública, la serena aceptación de la muerte y la eliminación del temor a  los dioses.
  • 322 a.C. Muerte de Aristóteles. Teofrasto al frente de la Escuela peripatética.
  • 321 a.C. Hacia este año alcanza la madurez Pirrón de Elis.
  • 306 a.C. Epicuro funda su escuela en Atenas
  • 288-85 a.C. Muerte de Teofrasto. Estratón de Lampsaco, jefe de la escuela Peripatética.
  • 270 a.C. Muerte de Pirrón de Elis.

2.3. Acontecimientos políticos y sociales

  • 403 a.C. Restablecimiento de la democracia en Atenas.
  • 371 a.C. Tregua entre Esparta y Atenas y batalla de Leuctra. El tebano Epaminondas vence a los espartanos.
  • 362 a.C. Batalla de Mantinea. Los tebanos vencen a los ejércitos de Esparta y Atenas pero Epaminondas muere en la batalla. Se precipita el fin de la hegemonía tebana.
  • 359-336 a.C. Macedonia, país bárbaro y de espíritu guerrero es gobernado por Filipo II que logra su unificación en el 358, orientando su política exterior a la necesidad de proporcionar al país una salida al mar.
  • 356-346 a. C. 2ªGuerra contra los Focios acusados de acción sacrílega contra el santuario de Delfos. Filipo Toma Potidea, Metone  y Estagira, pero también toma Olinto aliada de Atenas. Discurso de Demóstenes exhortando a sus conciudadanos para que presten ayuda a Olinto.
  • 343-342 a. C. Conquista de Tracia por los macedonios. En Atenas se enfrentan dos partidos; uno dirigido por Isócrates, partidario de la unificación de toda Grecia bajo el soberano Filipo de Macedonia, para continuar la guerra contra los persas, el enemigo común; y otro, dirigido por Demóstenes partidario de continuar la guerra contra el macedonio.
  • 340 a.C. Fundación de la liga Helénica para hacer frente a la amenaza de Filipo.
  • 338 a.C. Batalla de Queronea. Victoria de Filipo sobre los griegos, decidida en gran parte por la caballería mandada por su hijo Alejandro.
  • 336 a.C. Filipo cae asesinado a los 47 años de edad. Alejandro Magno (336-323) inicia su reinado a los 20 años de edad.
  • 335 a.C. Creyendo débil al nuevo soberano los tebanos se rebelan contra Alejandro. Alejandro es implacable: destruye hasta los cimientos la Ciudad de Tebas y reduce a sus habitantes a la esclavitud.
  • 334 a.C. Comienza la campaña de Persia. Mayo: Victoria de Gránico sobre los sátrapas persas del Asia Menor.
  • 333 a.C. Batalla de Isso: victoria de Alejandro sobre los persas mandados por Darío III Codomano.
  • 332-331 a.C. Sometimiento de Siria, de Egipto donde los sacerdotes le acogen como hijo del dios Zeus Ammon y de Mesopotamia.
  • 1-10-331 Batalla de Gaugamela. Darío huye. Alejandro es proclamado rey de Asiria y hace su entrada triunfal en Babilonia y Susa. Saqueo del tesoro persa, 50000 talentos.
  • 330 a.C. Para vengar la destrucción de la Acrópolis por los persas en el 480 Alejandro incendia la espléndida ciudad de Persépolis.
  • 327-325 a.C. Expedición a la India, con el fin de alcanzar los límites con un proyecto de dominio mundial.
  • 324 a.C. Plan ambicioso de fusión entre macedonios y persas como condición para realizar sus proyectos.
  • 323 a.C. El 13 de Junio muere Alejandro Magno en Babilonia víctima del paludismo a los 33 años de edad.
  • 323 a.C. Transmisión del poder real: Perdicas, nombrado regente por Alejandro poco antes de morir. Reparto de la función administrativa: para Antípatro, Macedonia y Grecia. Para Antígono, Frigia y Lidia; para Ptolomeo Egipto; para Lisímaco, Tracia. En los 42 años que siguen enfrentamiento entre los diádocos para hacerse con el poder.
  • 323-321 a. C. Insurrección de Atenas contra Macedonia: guerra lamíaca. Victoria sobre Antípatro al Norte de las Termópilas: los tesalios entran en la liga antimacedonia.
  • 322 a.C. Ptolomeo lleva a Menfis el cuerpo de Alejandro.
  • 319 a.C. Muerte de Antípatro. Poliperconte, regente de los reyes, proclama la libertad de los griegos, restablecimiento de las democracias.
  • 315-301 a.C. Guerra de los diádocos. Tras la intervención armada de Ptolomeo en Grecia, el hijo de Antígono, Demetrio Poliorcetes conquista Atenas.
  • 307 a.C. Demetrio libera Atenas. Constitución democrática, fuga de Demetrio Falero el hombre de Casandro en Atenas, se retiró a Tebas primero y después a Egipto donde fundó la Biblioteca de Alejandría.
  • 305-300 a.C. El llamado sarcófago de Alejandro en Sidón.
  • 285 a.C. Construcción del Faro de Alejandría.
  • 280-278 a.C. Campañas de Pirro, rey de Epiro. Victoria en Ausculum sobre los romanos. Invasión de los galos en Macedonia.

3. La vida de Pirrón de Elis

3.1. Fuentes sobre la figura de Pirrón de Elis

Los comienzos del escepticismo filosófico son singulares (Texto 1). No sólo se advierte en ellos un problema teórico de relevancia histórica, sino que su extraordinaria doctrina, o antidoctrina según algunos, culmina una potente tradición visible en parte en la filosofía presocrática (Texto 2). Además, se da la circunstancia que el escepticismo maduro ligado al pirronismo tuvo conciencia filosófica de hallarse inmerso en esa tradición de pensamiento.

Como todo movimiento filosófico, el escéptico, no carece de un fundador por todos reconocido: Pirrón de Elis. La reputación de Pirrón como el fundador del movimiento escéptico no proviene de ningún escrito surgido de su mano, como hemos adelantado, sino de los testimonios de otros escépticos, los cuales reconocen que encarnó mejor que nadie los principios antiguos del escepticismo. De todos los escépticos, quizá, Pirrón es el autor cuyo estudio es más necesario y más complejo a la vez. Su nombre aparece rodeado de leyenda, la mayor parte de la cual es posible que no sea verdadera. De ahí que, el recuerdo de Pirrón venga protegido por el misterio que se revela gracias a la interpretación: por eso, las conclusiones de este libro no podrán tener un carácter absoluto, sino, básicamente, provisional.

El pensamiento y la vida de Pirrón se presta a numerosos comentarios. Dejando aparte los textos considerados menores hay que distinguir cuatro fuentes principales sobre el pirronismo. De un lado, Cicerón y Diógenes Laercio y, de otro, Timón de Fliunte (discípulo de Pirrón) y Sexto Empírico. Los dos primeros no se reconocen como pertenecientes al escepticismo, mientras que los segundos pertenecen a esta corriente del modo más radical.

Comenzando por su discípulo, Timón, fue el verdadero sucesor de Pirrón, el heredero de sus doctrinas filosóficas, es decir su portavoz según Sexto Empírico (Texto 3). Timón nació en Fliunte alrededor del 325 a.C. y murió en Atenas hacia el 235. Parece que siguió a su maestro casi en todo, pues como dice Diógenes Laercio no tomo a Pirrón como modelo en todas las cosas, pues no se resignó a la pobreza de éste, ni tampoco tuvo la gravedad y dignidad que alabaron los conciudadanos de Elis.

Con Cicerón ocurre una cosa curiosa, de haber sobrevivido sólo los pasajes en los que el latino habla de Pirrón, nunca hubiésemos sospechado que fuera un escéptico. Ni una sola vez hace referencia a cuestiones tan fundamentales como la duda escéptica o a la suspensión del juicio. Este dato es más curioso si pensamos que Cicerón es el autor más cercano a Pirrón;  la razón, quizá, proviene del hecho de que la tradición en la que se sitúa Cicerón va a ser sustancialmente académica y no vincula la doctrina de Pirrón con la de los creadores del escepticismo de la Academia platónica, único viable desde su punto de vista. Cuando Cicerón nombra en su textos a los pirrónicos reconoce su afinidad con otras escuelas como la de los erítreos o los megáricos y afirma que las teorías de Pirrón se habían perdido por falta de sucesores. Ciertamente, sólo a partir de Enesidemo se distingue claramente entre un auténtico escepticismo pirrónico y un escepticismo académico peligrosamente cercano a posiciones dogmáticas (Texto 4).

Sexto Empírico realiza hacia el año 200 la primera gran síntesis del escepticismo como movimiento filosófico. La intención de Sexto en su exposición del escepticismo no es otra que la de reconstruir este movimiento desde sus más antiguos fundadores, a los que rigurosamente no podemos llamar escépticos. Sexto va a rastrear en la filosofía anterior a Pirrón, aquellos elementos filosóficos que, pudiendo ser caracterizados como principios escépticos, posteriormente han constituido el núcleo del escepticismo. Así, para Sexto, Pirrón pertenece a un conjunto de autores que han conformado históricamente el escepticismo, siendo de todos ellos quien mejor ha encarnado los principios escépticos.
En este sentido, llama la atención el esfuerzo de Sexto por no reconocer un fundador de esta doctrina, ya que esto hubiese significado hacer de alguien el creador de unos dogmas que habrían pasado de maestro a discípulo, destruyendo pari passu la doctrina misma escéptica. El escepticismo no es una doctrina sino una actitud y por eso es una contradicción atribuirle un único iniciador, un euretés. Para Sexto, Pirrón es el causante de un cambio crucial en el escepticismo: fue el primero que consiguió que la actitud escéptica se hiciese autónoma de cualquier otra concepción filosófica (Texto 5).

3.2. Datos biográficos significativos

Pirrón nació en Elide ciudad situada en la parte nord-occidental del Peloponeso, al lado de la región de Acaya (bajo la órbita espartana), en torno al año 360/365 a. C. Es hijo de Plistarco y parece que en su juventud 345/340 se dedicó a la pintura y, posteriormente, se aplicó al estudio de la filosofía escuchando a Brisón primero, discípulo de Sócrates, y a Anaxarco de Abdera después (Texto 6).

La primera cuestión clave para entender a Pirrón es su decisión de enrolarse junto con Anaxarco, su maestro, en la expedición que Alejandro Magno inicia en el 334 a.C. hacia Asia. Esta decisión va a posibilitar una serie de contactos filosóficos con otras formas diferentes de sabiduría que influirán en su filosofía de manera singular. Así, su relación con los magos, que parecen ser sacerdotes persas, y los gimnosofistas (sabios desnudos), que son los brachmânes, permite la unión de dos modelos o esquemas de pensamiento distintos: el griego y el oriental. Esta afirmación parece verificarse con un acontecimiento histórico; a primeros de Abril del 326 a. C. Alejandro toma Taxila una ex-provincia persa en la India (Texto 7).

Según Estrabón, Geografía, 15, 1, 61 y 63-65, durante la visita a la ciudad están atestiguados dos importantes contactos con sabios de la India. Uno con dos brahmanes dedicados a la elevación mística y perfección espiritual y otro con un personaje de mayor importancia y estimado por la población local, llamado con el sobrenombre de «Calano», es posible que estos encuentros con el «exótico Oriente» tuvieran una singular importancia para el desarrollo del pensamiento de Pirrón, como también influyeron en la vida cotidiana de aquél ejército macedónico y del mismo Alejandro. En el 324 a.C. retorna a Grecia después del motín de las tropas de Alejandro junto al río Hifasis en el 326 a.C., las cuales se niegan a proseguir la campaña deseosos de volver a su patria.

Hacia el 320 a.C. podemos situar la madurez de Pirrón que se manifiesta como un filósofo muy estimado en Elis. La admiración que despierta en sus conciudadanos sus enseñanzas, parece ser la causa de que lo eligieran “Sumo Sacerdote” de la ciudad. Hay una anécdota muy sorprendente, ya que según Diógenes Laercio, gracias a su fama se decretó en Elis la exención de impuestos para todos los filósofos que vivieran en  esta ciudad (Texto 8). Pausanias confirma esta actitud de sus conciudadanos cuando afirma que bajo el pórtico de la plaza del mercado se construyó una estatua de Pirrón al considerársele hombre sabio y prudente (Texto 9).

El año 275 a.C., aproximadamente acaece la muerte de Pirrón, después de llevar una vida tranquila y sencilla rodeado de la estimación y de la consideración de sus conciudadanos. Aunque no creó escuela el papel de Pirrón como educador fue muy estimable. Nada orgulloso, su actitud tolerante y apacible le hace vivir honestamente, gracias al trabajo que realizaba con su hermana en la granja que ambos poseían. Hecho éste que sorprendía a muchos, pues algunos se admiraban de que con la misma disposición de ánimo con que oraba o sacrificaba a los dioses de la ciudad, lavaba a los cerdos de la granja o  llevaba los huevos recogidos al mercado para su venta (Texto 10).

3.3. El ejemplo de su vida como fórmula filosófica

Pirrón de Elis es un filósofo especial. Es un verdadero problema, por ejemplo, que los autores que más noticias aportan sobre el escepticismo, sobre Pirrón y el pirronismo son aquellos que han vivido cronológicamente más alejados de él; lo cual no es una ventaja sino más bien, un inconveniente. A esto hay que añadir, como hemos advertido en dos ocasiones, otra particularidad de Pirrón que va a centrar el debate posterior: su carácter ágrafo (Texto 11). Pirrón no escribió nada, y esta actitud no parece accidental, pues existen algunas razones que pueden justificar esta disposición intelectual (Texto 12). Una de ellas puede ser la notable decisión pirrónica de no querer, conscientemente, dogmatizar, ya que transmitir por escrito una doctrina supone, de una forma o de otra, convertir sus teorías o sus doctrinas en un "corpus" establecido que tiene que ser estudiado y, con seguridad, transmitido por sus discípulos, lo cual hubiese podido transformar su escepticismo en un dogmatismo. Otra razón que puede justificar su silencio, es la extraordinaria claridad con que Pirrón identifica, según los testimonios que tenemos, teoría y práctica, por lo que sus ejemplos cotidianos, su actitud ante la vida enseña más que cualquier escrito que hubiese dejado. Desde esta perspectiva, el ejemplo de su vida tiene más valor que sus teorías o doctrinas, lo cual parece que fue asumido por sus discípulos como una contribución filosófica.

Este muy significativo detalle nos obliga a una consideración más atenta y más crítica de las fuentes antiguas, que destacan, en primer lugar, una precisa relación del pensamiento de Pirrón con el de sus predecesores, siendo deudor de unos mismos problemas, o teniendo influencias comunes en la filosofía presocrática; y, en segundo lugar, un intento de asociar vida teórica y vida práctica como actitud definitoria de su pensamiento: así, se comportaba de un modo consecuente también en la vida, no rehusando nada, ni precaviéndose de nada, siendo sólo indiferente ante las cosas (Texto 13). Aunque creemos aventurado el intento de Conche de sobrevalorar una sobre la otra, sí que estamos de acuerdo en que es insuficiente atender sólo a la teoría o a la práctica para entender la figura de Pirrón, por lo que será necesario considerar estos dos aspectos en uno solo.

Así, si nuestro interés por Pirrón viene señalado por el papel fundamental que desempeñará en el escepticismo antiguo, el interés por su vida está orientado por dos razones substanciales:

  1. Pirrón es el único de todos los escépticos antiguos al que los doxógrafos reconocen una vida original que puede ser denominada una vida sin creencias. Su actitud cotidiana está lejos de la expectativa de la vida convencional de todos los demás escépticos; el mismo Sexto observa que la vida del escéptico es, y se espera que sea, una vida convencional, una vida según las costumbres, sin sobresaltos.
  2. Es evidente que la vida de Pirrón ejerció una gran influencia en el movimiento escéptico. Todos los doxógrafos parecen entender que el modelo pirroniano es, generalmente, asumido como paradigma escéptico a partir del cual Enesidemo hace surgir, cum sensu, la potente tradición escéptica.
    Pirrón encarna mejor que sus predecesores y con más fuerza los principios del escepticismo (Texto 14). En sentido estricto, Pirrón es el primer escéptico; así lo entienden sus discípulos, a pesar de renunciar al establecimiento de un cuerpo de doctrina filosófica, que, tarde o temprano, se hubiese convertido en una teoría dogmática y habría entrado en contradicción con las propias enseñanzas pirronianas. De ahí, la posición original de Pirrón y la escuela escéptica en el sistema de las antiguas sucesiones de las escuelas filosóficas: Diógenes, por ejemplo, no lo nombra como exponente de ninguna «sucesión», en el sentido de ser considerado el fundador de una verdadera y propia escuela. Pirrón no profesa ningún tipo de dogmas, ni crea una serie de enseñanzas como corpus de doctrina, aunque sí mantiene una determinada forma de pensar que servirá de patrón para vivir rectamente. Sólo en este sentido se puede afirmar que los pirrónicos sean una escuela y reconozcan a Pirrón como su modelo (Texto 15).

3.4. La existencia de una escuela pirroniana no pirrónica

Con estos presupuestos cabe preguntarse ¿por qué los escépticos reconocieron en Pirrón de Elis el impulso necesario para la institución de un nuevo movimiento filosófico? Ya he defendido antes (Román, 2007) que los filósofos coetáneos de Pirrón sólo reconocen como escéptica a la academia platónica. Por ello, siempre hemos admitido que existían pirronianos, seguidores de Pirrón, pero no pirrónicos, escépticos con consciencia de pertenecer a un movimiento con unos principios filosóficos comunes. Por eso, toma una radical importancia la filiación directa de Pirrón con los abderitas y algunos presocráticos (Texto 2). Lo interesante que hay que subrayar aquí es que esa conexión de Pirrón con Anaxarco, discípulo de Demócrito, es la causa del desarrollo en Pirrón del escepticismo (Texto 16).

Esta sorprendente noticia es interesante, ya que si bien Demócrito y Anaxarco, son inspiradores de la filosofía pirrónica, a juicio de Diógenes Laercio, también pertenecen a una potente tradición presocrática. Así, en el libro IX de Las Vidas Diógenes reúne a los siguientes pensadores: Heráclito, Jenófanes, Parménides, Meliso, Zenón, Leucipo, Demócrito, Protágoras, Diógenes de Apolonia, Anaxarco, Pirrón y Timón. Creo que Diógenes reúne a los autores por afinidades en su pensamiento y si esto es así, autores como Heráclito, Jenófanes y Parménides deben tener algo en común con Pirrón: el iniciar un tipo de filosofía que posteriormente se desarrollará como pirrónica, es decir, escéptica. Diógenes unifica en el libro IX a todos aquellos autores que tienen en común una preocupación por el conocimiento, que tras diversos desarrollos concluirá en el escepticismo pirroniano.

Esta idea podría resultar extraña, si no encontrásemos algún otro testimonio que la demostrase. Algunos ejemplos en los que aparece, de manera paralela, este mismo grupo de filósofos, confirman esta secuencia y sucesión filosófica. Empezaremos con un texto de Clemente de Alejandría (Texto 17). Esta sucesión de Clemente que conduce, como en Diógenes, desde Jenófanes hasta Pirrón tiene en Eusebio de Cesárea, con algunos cambios, otro valedor muy importante, así en un texto digno de mención (Texto 18) vuelve a reunir a la línea de Jenófanes, Parménides, Meliso, Zenón, Leucipo, Demócrito, Protágoras, Metrodoro, Anaxarco y Pirrón. Otro texto de mismo Eusebio también establece un nexo entre Protágoras, Metrodoro de Quíos y Pirrón; entre los dos primeros se afirma que la afinidad sustentada es conceptual, pues ambos afirman que es necesario prestar una fe total a la sensación corpórea, pero entre Metrodoro y Pirrón la conexión viene mediada por un principio que podría ser reconocido como escéptico radical y dogmático (Texto 19).  Un texto con el que verificamos la relación entre el que podríamos denominar último abderita, Metrodoro, y el primer helenístico-escéptico, Pirrón.

Un último dato en esta línea de argumentación procede de otro texto del Pseudo-Galeno, allí, se dice que Jenófanes es el que comienza esta corriente -más aporética que dogmática- y que termina en Pirrón "iniciador de la filosofía escéptica". Entre ellos aparecen nada más y nada menos que Parménides que sigue sus principios, Zenón, como origen de la filosofía erística, Leucipo y Demócrito como los creadores de la teoría atomista y Protágoras iniciador de artes (posiblemente retóricas) filosóficas (Texto 20). Es curioso que en otro texto de su Historia, el Pseudo-Galeno clasifica como escépticos a filósofos como Zenón de Elea y Anaxarco de Abdera y dice que Pirrón conocía perfectamente y usaba mucho la aporética (PSEUDO-GALENO, Hist. Philos., 7, 234; Diels, Dox. Graec., p. 604),  lo cual enfatiza e insiste en el esquema interpretativo del texto anterior. En conjunto, todas las reconstrucciones de las sucesiones que mencionan a Pirrón y los escépticos presentan la misma secuencia, y, por tanto, la misma filiación de los filósofos: comenzando en Jenófanes, siguiendo en los eléatas Parménides y Meliso, completando la línea con los abderitas Leucipo, Demócrito, Protágoras, Metrodoro de Quíos, Diógenes de Esmirna y Anaxarco, y concluyendo en Pirrón, Nausífanes y Epicuro.

Un último detalle, afina  y confirma la interpretación que venimos defendiendo, y es la crítica que Epicuro dedica a un grupo de autores que coinciden en parte con los del libro IX de los que venimos hablando. Esta noticia aparece en el libro X de Las Vidas,  allí Epicuro critica a Heráclito, Demócrito, Portágoras, Pirrón, Nausífanes, Platón, Aristóteles etc., cuando pensamos en lo común de estos autores, no podemos menos que reconocer en ellos a un grupo que plantea dudas sobre el conocimiento de la realidad a través de los sentidos. Es lógico que Epicuro criticase a estos autores, pues si algo caracteriza al epicureísmo es, justamente, la confianza que tiene en los sentidos como guías del conocimiento, toda sensación es verdadera de por sí, y posee una evidencia indestructible, ya que los sentidos no se equivocan, y el error, si aparece, se debe a la falaz interpretación que la razón hace de la información aportada por el conocimiento (Texto 21).

Pirrón, pues, tiene una larga experiencia vital y unos singulares contactos filosóficos que determinan un pensamiento original. El proyecto pirroniano asume como importante, no la aceptación de un tipo de filosofía, sino el vivir cualquier principio que lleve razonablemente a la felicidad. Diógenes Laercio es el primero entre las fuentes antiguas que muestra un interés sistemático no sólo por la historia sino por la cronología y la biografía de los autores. Encontramos en Diógenes una intención filosófica, pero también una simpatía profunda por la personalidad singular que los filósofos mismos mostraban. Hay peligros en esto, ya que en algunas ocasiones este interés por la vida de los filósofos se convierte en una curiosidad anecdótica, a veces, interesante pero repetitiva y pintoresca.

En el proyecto de su obra Vida y doctrina de los Filósofos más ilustres se reconoce esta actitud, en la que no sólo existe un fuerte interés por la producción filosófica de los pensadores a partir de su reflexión, sino también un interés por la existencia personal de esos filósofos, entendiendo que su vida interviene en su doctrina filosófica. Además de esto, encontramos, por último, un interés por rescatar las "vidas filosóficas" de autores que, por no dejar nada escrito, hubiesen pasado desapercibidos. Esta es la importancia de Diógenes Laercio: su ayuda en el caso de Pirrón es inestimable, pues de no ser por él nunca hubiéramos sabido ni qué hizo en su vida, ni porqué se convirtió en un modelo de sabio elogiado no sólo por sus discípulos sino por todos sus conciudadanos.

Por ello, los sucesos que tienen un marcado carácter anecdótico-personal y "casi privado" en el libro que comentamos, explican por sí solos muchos de los aspectos singulares del pirronismo. Así, los relatos de índole práctica que encontramos sobre todo en el capítulo que Diógenes dedica a Pirrón en el libro IX de sus Vidas, son acontecimientos únicos que expresan la concepción del sabio, de sus atributos y de la «virtud» escéptica. Por tanto, si alguien quiere formarse una idea exacta de lo que fue Pirrón necesita estudiar su biografía.

Otro rasgo importante de la exposición de Diógenes es la calificación de la filosofía pirrónica. Pirrón practica la más noble filosofía, indicando cierta dimensión espiritual que está a la base del proyecto filosófico pirrónico. Sexto designa también a los escépticos como los hombres más nobles, término que parece aludir a una virtud intelectual conectada con una nobleza de ánimo que sintetiza la situación del filósofo pirrónico (Texto 22): interés intelectual y actividad moral. De ahí que, los escépticos sean definidos en oposición a la creencia común como los prudentes y más magnánimos de los hombres. Una substancial confirmación del origen pirrónico de estos términos y del vocabulario filosófico la encontramos en el texto de Timón sobre Parménides; en este pasaje, Parménides es presentado, en cierto modo, como precursor ideal del estilo pirrónico pues el término megalóphronos con el que es calificado (la vitalidad del magnánimo Parménides) (Texto 23), será utilizado luego por Sexto para designar a los escépticos. Podemos inferir de aquí que la posesión de esta facultad comporta una actitud que se refleja sobre dos planos íntimamente ligados entre sí: por un lado, la fortaleza de ánimo inmune a las formas insuficientes de conocimiento, y, por otro, como consecuencia del anterior, el mantenerse alejado del engaño de las apariencias. Estos términos parecen, pues, aludir a una virtud intelectual estrechamente conectada con el carácter de la «skêpsis» que reconoce en el filósofo pirrónico una nobleza de espíritu que tiene su origen indudablemente en Pirrón. Esta idea delimita una precisa disposición ético-intelectual, que suscita un estilo de filosofía y de filósofo particular. Un tipo de filósofo que, aunque precisa un cuerpo de principios (no con carácter dogmático) que informen la acción y el conocimiento, se comporta con «generosidad» y «elevación espiritual» (Texto 24).

Este es el secreto de la excepcionalidad del sabio Pirrón, del sentido que tienen las cosas que están en el mundo. Se trata de una indiferencia que no tiene nada que ver con inactividad, ni con indiferencia ética. Más bien estamos ante una coherente concepción en la que negando cualquier realidad objetiva (sea en el plano ontológico o en el moral) cree todavía en la posibilidad de una relación fenoménica, traducida sobre el plano de la vida empírica que arropa un concepto de conformidad con la Vida. Esta iniciática relación será luego el motivo principal del escepticismo técnico de Sexto, el concepto preciso y fundamental de la adecuación con el fenómeno, encuentra un antecedente histórico pirroniano considerable.

3.5. La imperturbabilidad de carácter, requisito para ser feliz

Observamos, pues, en Pirrón cierta imperturbabilidad de ánimo como consecuencia de su actitud frente al conocimiento de las cosas: existe un cierto paralelismo entre sus teorías y su vida, llegando a ajustarse de tal forma, que su vida era consecuente con su proyecto teórico. Esta argumentación, cargada con toda la tradición filosófica anterior, tiene como consecuencia el abandono, en su actitud teórica frente a la naturaleza de las cosas, de la filosofía especulativa, incompatible con la tranquilidad de ánimo, y la aceptación de la orientación práctica como exigencia esencial de cualquier reflexión escéptica posterior (Texto 25).

Por eso, no es raro que Pirrón sienta cierta repulsa por la especulación a la que había llegado la filosofía, ya que ninguna de las teorías que conoce es capaz de resolver los problemas del individuo, por lo que poco a poco tiende más a una actitud práctica en la vida, que a una actitud teórica sobre ella. Este recorrido nos acerca a la concepción de la disposición pirrónica ético-intelectual, a partir de la cual se va a desarrollar la escéptica como movimiento (Texto 26). La duda pirrónica interviene también en el campo de las opiniones, de ahí que Pirrón renuncie a ellas por razón de su aspiración a la ataraxía: si aspiramos a la paz del espíritu no podemos dejarnos atrapar en el torbellino de las discusiones filosóficas. Pirrón no desea, pues, mezclarse en una serie inacabable de disputas (propias de un escepticismo posterior más batallador) sino que introduce cierta incomprensibilidad e irresolución en las cosas que le lleva a un estado de tranquilidad interior y a encarnar el ideal del sabio escéptico.

Estamos ante un tipo de hombre completamente nuevo en la antigüedad, caracterizado por una ruptura fundamental con la realidad (Texto 27). Hasta qué punto esa ruptura determinaba su carácter escéptico lo reconocemos en un testimonio de Antígono de Caristo, según el cual existía un perfecto paralelismo entre su pensamiento y su comportamiento en la vida, no tomaba excesivas precauciones ante las cosas, y no reconocía nada a priori a los sentidos, haciendo frente a todo a carros, precipicios y perros; hasta tal punto llegaba su indiferencia que los amigos que lo acompañaban le salvaban de cualquier peligro que no advirtiese (Texto 28).

Esta noticia es reveladora del singular carácter de Pirrón. En primer lugar, no sabemos si hay que entenderla en sentido literal o más bien en sentido metafórico. Cuesta creer que Pirrón fuese tan poco sensato que practicando la indiferencia, no se cuidase de nada, llegando hasta el extremo de ser atropellado por carros, mordido por perros o caer en precipicios profundos, y que dejase la tarea de la salvación de su cuerpo a los amigos que lo acompañaban y lo escuchaban. Si esta actitud hubiese sido normal en Pirrón nos costaría creer que hubiese llegado a los noventa años de edad, como dice Diógenes Laercio, y hubiese llevado una vida normal.  Frede observa que esta noticia debe ser entendida como una crítica caricaturizada de la idea insensata de llevar hasta el extremo el ejemplo radical de una vida sin creencia.

Sin embargo, existe otra posibilidad, la de interpretar estos hechos como anécdotas prácticas con las que ejemplifica sus discursos un Pirrón educador. Así, estaríamos asistiendo a una clara representación dramática de carácter pedagógico ante sus alumnos. De este modo se comprende que aquellos que lo acompañaban y escuchaban asistían a la demostración práctica de las teorías pirrónicas. Estamos ante una lección pública teatralizada ante sus alumnos, y si éstos malvadamente lo hubiesen dejado avanzar hacia el precipicio sin detenerlo, estamos seguros que Pirrón se habría detenido, llegado el momento, sin su ayuda.

En este mismo sentido, puede ser entendido otro pasaje de Diógenes Laercio. En este caso, la lección de Pirrón tendría supuestamente como referencia la indiferencia. Esta vez Anaxarco sirve de ejemplo pues cae en un cenagal y Pirrón "supuestamente" pasa de largo no haciendo caso de sus peticiones de auxilio (Texto 13). Este acto es, evidentemente, criticado por los que lo conocen, pero el propio Anaxarco elogia la indiferencia e inperturbabilidad de Pirrón, características que eran necesarias para el sabio. También podemos entender en este caso que la anécdota no puede ser entendida al pie de la letra; posiblemente el carácter de lección pedagógica se sobrepone a la noticia, y la parodia no tiene un verdadero carácter real sino más bien simulado. Por consiguiente, estos textos no pueden ser presentados aisladamente, ya que corremos el riesgo de no entenderlos en su complejidad, realizando, al final, una interpretación más de la situación simulada que de la idea que la sustenta; y, por la misma razón, hay que ponerlos en relación con otros que aportan algún dato explicativo sobre la actitud que tenía Pirrón ante las cosas; que no podía ser ni de aceptación ni de negación, pues la información que tenemos de la realidad no es suficiente para su conocimiento (Texto 29 y 30). Esta interpretación tiene además otra fundamental confirmación y es el papel que, como sabemos, jugó el filósofo en la comunidad de Elis. Es cierto que Pirrón no creó una escuela al estilo de la Academia o del Liceo, ni en el sentido más elástico de las escuelas socráticas menores, sino que aportó un "rol" educativo propio de una figura pública de primera magnitud, que la ciudad reconoció atribuyéndole honores particulares (Texto 8).
Esta actitud de Pirrón, que traduce una extraordinaria concordancia entre su vida práctica y los elementos teóricos que la presiden, se puede observar también en algún texto que transmite Enesidemo (Texto 31), quien observa que Pirrón se proponía mejorar al hombre, su filosofía era más un modo de vivir, que de pensar y así lo declara este texto que aunque utiliza la teoría de la suspensión del juicio, sin embargo sus acciones no le llevaban a comportarse de manera irracional, imprevisible o sin precaución. Hay en este pasaje una distinción fundamental entre “filosofar” y “vivir cotidianamente” que enmarca la actitud pirrónica. Estamos ante un filósofo que entrevera criterios teóricos y actitud práctica; los unos le preparan y le orientan hacia la otra que es su fin (Texto 32).

Es evidente que, se resuelva este texto en un sentido u otro, cualquier interpretación se opone a la imagen de Pirrón como un individuo que no toma interés por nada ni siquiera por su propia vida. Así pues, la indiferencia e impasibilidad que demuestra Pirrón apuntan no a la inexistencia de una preocupación por el conocimiento, sino más bien a que la vida pacífica que, mantiene, está anclada en una teoría explícita y bien delimitada (Texto 33). Por tanto, Pirrón era citado como modelo de adiaforía, de indiferencia escéptica diferente de la estoica-cínica, es decir sin actitud provocativa y polémica, encarnaba más bien la imagen de un sabio sin necesidades e indiferente, que mantiene por encima de todo la tranquilidad de ánimo (Texto 34).

Estos textos manifiestan en Pirrón un decisivo interés por todas las cuestiones teóricas: la imperturbabilidad e indiferencia no son elementos apriorísticos aceptados como punto de partida de su filosofía, sino que brotan en él debido, principalmente, a que la indeterminación de las cosas impide una total explicación de la realidad por parte del hombre. Así, esa tranquilidad que reivindica Pirrón se complementa con un afán educador que justifica esa relación entre teoría y praxis que nosotros venimos manteniendo. Dicho de otro modo, estos textos nos transmiten una imagen bastante rica de Pirrón, donde la preocupación por conocer tiene como paralelo la indiferencia ante la indeterminación de las cosas del mundo.

En resumen,  no cabe duda que Pirrón era un hombre honesto, con tranquilidad de ánimo que intentaba armonizar su vida y su filosofía, su manera de vivir y su manera de pensar. Un filósofo que persigue un ideal de vida necesario en cualquier época, pero más en la época helenística, en la que el griego tuvo que proponerse nuevos horizontes, pues los que habían regido su existencia hasta ese momento ya no servían. Así, en este período tiende a replegarse en sí mismo, inclinándose más a la individualidad y a la búsqueda de la felicidad. Todos estos extremos eran cumplidos por Pirrón, que gustaba, según Diógenes, de la soledad y evitaba la muchedumbre para no verse atrapado por el compromiso social que le impedía alcanzar como meta la ataraxía, ideal en el que coinciden también los epicúreos: otro de los movimientos filosóficos que intentará dar nuevas pautas al hombre helenístico.

La importancia que tiene, pues, Pirrón en la historia de la filosofía no puede reducirse sólo a su figura, que parece ser lo que más claro aparece en los textos; sino también a las posibilidades que inaugura su actividad filosófica en lo que concierne al desarrollo de la filosofía escéptica. Del análisis de las fuentes consultadas para el estudio de Pirrón, podemos destacar una cierta homogeneidad que, aunque insuficiente para poder reconstruir fielmente todo su pensamiento, muestra los métodos y procedimientos filosóficos que utiliza el que mejor encarnó los principios de la escéptica. Y quizá sea ésta la primera consecuencia que podamos sacar en este capítulo, el que la filosofía de Pirrón no se caracteriza por presentar un cuerpo dogmático de doctrinas sino por amparar un método, un procedimiento que quiere, justamente, suavizar o hasta eliminar cualquier creación doctrinal (Texto 35). Esta idea es una de las singularidades del pensamiento de Pirrón. Por eso, sería un tanto paradójico intentar perfilar concluyentemente la figura y el pensamiento de Pirrón, ya que establecer algo definitivo en su pensamiento supondría, en cierta forma, algo contrario a lo que pretendió. Dicho de otro modo, así como la música tiene sentido interpretándola, el pensamiento pirroniano solo tiene sentido si lo asumimos de la manera más equilibrada, sin deslices dogmáticos aparentes.

Pirrón es un filósofo que descubre los problemas del pensamiento tradicional griego e intenta, después de tomar contacto con el oriente en su viaje con el séquito de Alejandro, traducir todo su aprendizaje a un tipo de pensamiento en el que teoría y praxis se incorporan de forma equilibrada, con el único fin de conseguir por encima de todo la ataraxía. En este sentido, también en Pirrón observamos que el problema que se enuncia como central es el de la vida del hombre o lo que es lo mismo la cuestión de la «sabiduría-moral-felicidad», aunque su conclusión queda en incertidumbre. Pirrón quiere ser feliz y para ello es indispensable vivir tranquilamente, con serenidad, en paz con los demás y consigo mismo. Esta disposición debe ser alcanzada mediante la práctica cotidiana; lo cual supone, en cualquier caso, que el hábito de la vida implica la aceptación de un cierto número de hipótesis sobre los fenómenos inmediatos. Dicho de otro modo, no tenemos más remedio que actuar teniendo en cuenta lo que acaece cotidianamente, pues no se puede anular radicalmente los fenómenos, de lo contrario solamente viviremos una vida única y exclusivamente especulativa. De ahí que muchos textos hablen de la docilidad con que Pirrón se sometía a todos los asuntos cotidianos, ya fuese hacer la limpieza de la casa, llevar pajarillos al mercado, lavar un cerdo o sufrir con paciencia las dolorosas curas de las heridas.

Así pues, el movimiento filosófico que surge de Pirrón, que será denominado posteriormente pirronismo y se identificará, en un sentido más amplio con escepticismo, se constituye a partir de algo inexistente como sería una doctrina dada por un maestro, pero su vitalidad surge del aprovechamiento de sus discípulos del mensaje de Pirrón. Un mensaje que es único y cuya característica más significativa en la historia del escepticismo es la constante reconstrucción que se realiza de él, cada vez más en sentido teórico y cognoscitivo. Estamos, pues, ante una construcción laboriosa determinada tanto por las necesidades propias del proceso de las ideas, como por las exigencias del hombre que las creó.  Esta impresión viene dada más por el impacto que, al parecer, su persona ejerció entre su contemporáneos y discípulos, que por las posibles características teóricas o técnicas de su filosofía.

En este sentido, no es sorprendente que toda la tradición antigua, excepto su discípulo Timón, haga más referencia a su figura, su vida y sus gestos que a los problemas teóricos y filosóficos. Sería demasiado simple explicar esta actitud como consecuencia de que en Pirrón no hubo problemas teóricos o éstos tuvieron poca importancia; más bien, las características especiales de su pensamiento conducen a que sólo sus discípulos más directos puedan traducirlo. Así, es normal que principalmente Timón pueda ser capaz de recoger tanto la referencia última de su filosofía, como el desarrollo y los elementos fundamentales de la misma que le llevan desde una preocupación teórica a una actitud práctica cotidiana que caracteriza su vida: cualquier actitud ética debe orientarse, o al menos debió responder a una pregunta previa, común a gran parte del pensamiento griego en general: ¿cómo son por naturaleza las cosas?

En conclusión, es evidente que Pirrón fue un hombre preocupado e interesado por las cosas y por la felicidad, y nadie puede dudar que esa pregunta teórica por las cosas, cimenta una actitud práctica fundamental. Ello refuta esa imagen de insensatez que preside algunas de las anécdotas transmitidas por Diógenes Laercio y que han justificado una consideración de Pirrón, a veces, ridícula. Anécdotas que, como hemos visto, adquieren sentido y significado al ser aprovechadas por Pirrón para presentar a los que le escuchaban su posición personal ante las cosas, de forma pedagógica. Independientemente de su filosofía, su vida se convirtió en un modelo de conducta irreprochable (Texto 36). Sus conciudadanos supieron advertir estas virtudes y lo veneraron igual que después hicieron sus discípulos, los cuales comprendieron que, en justicia, había que colocarlo como cabeza del movimiento escéptico. A ellos debemos en gran parte el conocimiento de su filosofía, pues él no escribió nada. Si siguieron exactamente o no al maestro, tampoco le hubiese importado mucho, pues también a lo afirmado por ellos le habría aplicado la fórmula ou mâllon, necesaria para llegar a la suspensión y a la tranquilidad. Pirrón representa, pues, la primera gran figura del hombre helenístico, si exceptuamos a Alejandro, que propicia una ruptura con el hombre griego clásico, que se centra en la imposibilidad de desligar, a partir de ahora, al hombre teórico y al práctico. La filosofía no es teoría sin vertiente práctica, sino más bien, como afirma el propio Epicuro, un "saber para la vida".

4. La filosofía de Pirrón de Elis

4.1. El escepticismo dogmático de Pirrón

El título anterior subraya, sin duda, un aparente conflicto. En el epígrafe precedente, hemos observado, principalmente una disposición escéptica y nada dogmática, que se reflejaba en los diversos testimonios que han sobrevivido sobre su vida. No obstante, se advierte en algunos textos un cierto dogmatismo difícilmente reducible a escepticismo vital.

Ahora bien, ¿cómo podemos hablar de un cierto dogmatismo en la filosofía pirroniana? ¿No sería esto la justificación más palmaria de un escepticismo imperfecto, inacabado? Ciertamente, sí. Pero, a su vez, esta cuestión sitúa al de Elis en una comunidad de problemas que proporcionan mayor valor si cabe a su pensamiento escéptico. El más exacto resumen del pensamiento de Pirrón sobre la indeterminación de la realidad, es un texto de una de las obras en prosa de Timón. Este fragmento, contenido en un pasaje de Aristocles que es recogido por Eusebio de Cesárea tiene el siguiente título: "Contra aquellos que seguían a Pirrón, llamados escépticos o "efécticos", que afirman que nada es aprehensible".

El relevante texto comienza, en primer lugar, con un problema gnoseológico: "Es necesario primero de todo indagar sobre nuestro conocimiento, puesto que si por naturaleza no conocemos nada, de nada vale investigar sobre lo demás" (Texto 37). Esta declaración, que se encuentra al comienzo del pasaje, es problemática: no queda claro si se refiere directamente a Pirrón o es del propio Aristocles. La importancia de esta reflexión viene determinada por la afirmación posterior. Aristocles indica que hubo entre los antiguos algunos que apoyaron esta máxima y fueron replicados por Aristóteles; y que Pirrón de Elis lo dijo con especial énfasis, confirmando, supuestamente, que Pirrón defendió también esta sentencia. Esta mención, no obstante, creo que debe ser matizada: una cosa es lo que diga Aristocles y otra muy distinta lo que pensara Pirrón. En rigor, esta frase no puede ser aplicada a Pirrón, puesto que no dejó nada escrito; además, esta afirmación de Aristocles "tal cual" no hubiese sido sostenida por el de Elis, pues es una declaración dogmática demasiado evidente, una cosa es dogmatizar privativamente al dejar indeterminada la realidad y otra dogmatizar positivamente  sobre el conocimiento. Aristocles establece, a nuestro entender, como punto fundamental apriorístico una condición para el conocimiento que no sería aceptable para Pirrón.

Después de la introducción, Aristocles transmite la noticia de que Pirrón no dejó nada escrito y determina los contenidos posteriores con una cita: “Su discípulo Timón dice...”; a partir de ahora no hay duda de la filiación de la información. La primera cuestión que debemos resolver en el texto es su calificación "prima facie", como pasaje ético o gnoseológico. Es evidente, que comienza con un problema referido a la felicidad, pero tiende inmediatamente hacia un dilema que tiene que ver con el conocimiento. Para ser feliz -dice Timón- hay que tener en cuenta lo siguiente: primero, atender a cómo son por naturaleza las cosas; segundo, qué actitud tomamos ante ellas y tercero, cuáles son las consecuencias de esa actitud. Este planteamiento, como podemos observar, tiene una intención predominantemente ética: el resultado de los principios pirrónicos es la adquisición de la tranquilidad de ánimo, imperturbabilidad o ataraxía (Texto 38). La cuestión puede plantearse de la siguiente manera: la conquista de la ataraxía tiene irremediablemente que empezar por la pregunta de cómo es la realidad y si ésta puede ser determinada y conocida. Por tanto, es el amor a la sabiduría, la necesidad de conocer, lo prioritario y lo único que puede llevarnos a la felicidad.

El hombre que quiera ser feliz tiene que preguntarse primero ¿cómo son por naturaleza las cosas? Esta cuestión no era original de Pirrón, al contrario: era la cuestión básica en la filosofía griega. A esta pregunta Pirrón contesta, según el pasaje de Timón, "que las cosas eran igualmente indeterminadas, sin estabilidad e indiscernibles". Por tanto, cualquier discurso sobre ellas es un discurso indeterminado a su vez, al tener que referirse a las cosas mismas indeterminadas. Este fragmento puede ser entendido básicamente de dos formas:

  1. Podemos interpretar el significado del pasaje en un sentido más modal que descriptivo: es decir, las cosas son inaprehensibles, no por estar indeterminadas, sino por la inexistencia de una relación cognoscitiva válida entre el sujeto y el objeto; dicho de otro modo, por producirse una ruptura entre lo percibido y la supuesta realidad. Existe una clara ruptura entre lo percibido y la realidad, el término pirrónico adiáphora no se referiría tanto a la descripción de las cosas sino a la imposibilidad que tiene el sujeto de distinguir la naturaleza de las mismas. Esta interpretación presupone una relación entre la cosa observada y el sujeto que conoce en la que las posibilidades de distinguir las cualidades del objeto serían nulas y, por tanto, su naturaleza no podría ser conocida.
  2. También podemos entender, descriptivamente, que las cosas son indiferenciadas entre sí, de tal forma que la inaprehensibilidad no es consecuencia de la falta de una relación cognoscitiva válida entre un sujeto que percibe y las cosas objeto de percepción, sino de la propia indeterminación de las cosas que impide un conocimiento válido de ellas. En este segundo caso, el énfasis se establece no tanto en la relación sujeto-objeto, sino en la indeterminación misma de las cosas que impide un conocimiento determinado, estable de la realidad. Pirrón parece estar invitando más a reflexionar y a observar la naturaleza de las cosas y no a descubrir los límites del conocimiento humano. Así pues, de las cosas que son indistinguibles e indeterminadas, no cabe, pues, ningún informe ya que el conocimiento que tenemos de ellas no puede ser definido ni como verdadero ni como falso. Pirrón intenta orientarse entre las cosas del mundo pero se da cuenta de que su intento es inútil; por tanto, ninguna propuesta escéptica puede venir dada, ni por la negación de esas cosas, ni por la negación de la capacidad misma de orientarse entre ellas; sino más bien por la imposibilidad de superar esa perplejidad frente a la indeterminación de la realidad. Por eso, Pirrón no niega la posibilidad de investigar qué son las cosas, sino  que duda de que podamos descubrir qué son por naturaleza, al ser indeterminadas e indiscernibles. Así pues, si las cosas son, de manera natural, indeterminadas, sin estabilidad e indiscernibles entonces “por esta razón” nuestras sensaciones u opiniones sobre ellas no son ni verdaderas ni falsas.

El punto de partida es evidentemente ontológico pues la indeterminación o incognoscibilidad de las cosas, es decir su propia inestabilidad como característica natural, impide que las sensaciones que tenemos de ellas o los juicios que emitimos sobre ellas sean verdaderos o falsos. Existe, pues, un cierto dogmatismo ontológico en la caracterización de la realidad. Esta eliminación de la realidad como tema del discurso es una idea indudablemente dogmática. Una reducción muy simple de esta imagen la encontramos en el escoliasta de Luciano cuando en un pasaje comenta que el propio Pirrón tenía como objetivo eliminar toda la realidad (Texto 39). ¿Qué significa eliminar toda la realidad? Es evidente que el escoliasta atribuye una actitud dogmática a Pirrón, posiblemente atraído por la indeterminación a la que el de Elis somete a la realidad. En su descargo podemos afirmar que esta renuncia no es a priori, sino que a ella se llega después de reflexionar sobre las cosas mismas: reflexión que intenta liberarnos de la servidumbre de las opiniones y de las creencias en el plano del conocimiento.

Por tanto, no debemos poner nuestra confianza en las cosas, sino estar sin opiniones, sin prejuicios, de modo impasible, diciendo acerca de cada una de ellas, que no más es que no es o bien que es y no es [al mismo tiempo], o bien ni es ni no es. Aquí aparece, rotundamente, la declaración escéptica por excelencia, la cual está dividida en tres sentencias:

  1. Que no más es que no es.
  2. O bien que es y no es [al mismo tiempo].
  3. O bien ni es ni no es.

La fórmula ou mâllon, “no más (es que no es)”, es básicamente una fórmula escéptica: es un lugar común en los textos escépticos y ciertamente usada en los escritos de Timón. Por los antecedentes de que disponemos puede tener un fuerte antecedente en Demócrito, ya que según el atomismo, la realidad que percibimos no es la verdadera realidad, si la miel, pongamos por caso, no es la verdadera realidad, ni su sabor tampoco, pues sólo es por naturaleza átomos y vacío, el siguiente paso será pensar que no podemos afirmar ni que ésta sea dulce ni que sea amarga o que sea dulce o que no lo sea, pues esto depende de las circunstancias y de los propios estados del individuo al recibir los impactos de los átomos. Así pues, podríamos decir que Demócrito, condicionado por la aceptación de la realidad (átomos y vacío), descubre cierta imposibilidad de dotar de coherencia a lo que aparece frente a lo que es, que sí la tiene.

Para Demócrito, por tanto,  el conocimiento de la realidad sólo se puede obtener a través de la razón, al ser la única posibilidad de acceso a los átomos y al vacío; mientras que para Pirrón de Elis la desconfianza en los sentidos le lleva a desconfiar también de la razón y, por consiguiente, al ou mâllon, en sentido suspensivo (Texto 40).

Sobre el fondo de esta indiferenciación de base se desarrolla la teoría pirroniana de la acción. El escéptico debe actuar y continúa su búsqueda, pero no en el sentido de tener un programa activo de investigación, sino en el sentido de continuar mirando “a las cosas” como cuestión abierta. Para ello, debe reconocer lo que aparece, el fenómeno. La importancia general de este fragmento es evidente porque revela qué fundamento utilizaron los escépticos para poder tomar la vida como guía y criterio, y evidencia cuáles fueron los desarrollos de la posición genuina de Pirrón. Así, puesto que las cosas son indiferenciadas, la elección se torna imposible, puesto que la igualdad de razones para preferir «a» o «b» radica en la interioridad del sujeto que le impide traducir su actitud en alguna acción, ya sea, desde un punto exterior, consecuente o ya sea extravagante (Texto 41). A partir de aquí la crítica de los dogmáticos va dirigida contra la imposibilidad de actuación. La respuesta técnica y organizada de los escépticos será hablar del "fenómeno" como criterio de existencia, como criterio empírico, al menos en lo que corresponde al primer nivel proposicional de la existencia real. Estar en un constante estado de total incertidumbre sobre si p o no-p “es el caso” induciría a un estado de profunda ansiedad y no de ataraxía. El escéptico también debe decidir mínimamente. Ahora bien, ¿se puede hablar de este criterio en Pirrón? ¿Lo encontramos de manera latente o explícito en él? Esta será la cuestión que trataremos de resolver en el siguiente epígrafe.

4.2. Pirronismo y escepticismo fenoménico

Hasta ahora hemos utilizado, prioritariamente, el testimonio técnico de Aristocles sobre Timón y Pirrón. La importancia de este texto en el conjunto de la crítica, nos ha llevado a dotar de una gran consideración filosófica a este pasaje. Ahora, debemos cotejar esta declaración con los fragmentos de otras obras de Timón que complementarán la perspectiva sobre el pirronismo. Timón es, fundamentalmente, un poeta satírico. La lectura de los pasajes que han sobrevivido de su obra, no remiten, comúnmente, a un filósofo en el sentido técnico de la palabra, sino más bien a un discípulo que deja algunos testimonios filosóficos muy interesantes. Debido a esta particularidad, tendemos a pensar que los argumentos filosóficos que proporciona, están firmemente asentados en la enseñanza de Pirrón. Es decir, pensamos, que la poca formación filosófica de Timón no le capacita para la creación o modificación de los postulados del escepticismo que nos transmite: Timón pondría las palabras y Pirrón las ideas.

Timón nació en Fliunte alrededor del 325 a.C. y murió en Atenas hacia el 235. Es el discípulo directo de Pirrón en su filosofía, pero no como modelo de vida, ya que como dice Diógenes Laercio no se resignó a la pobreza de éste, ni tampoco tuvo esa gravedad y dignidad que conquistaron a sus conciudadanos. Aunque escribió obras como poemas épicos, tragedias, sátiras, treinta y dos obras cómicas etc., nosotros nos vamos a ocupar de los escritos que tienen algún interés filosófico. Aunque queda un número escaso de testimonios, no hay que ser pesimistas al respecto, porque cualitativamente los que se encuentran en Los Sillos y Las Imágenes aportan una información fundamental. Además, el hecho de haber sido compuestos en verso permiten dar en cada caso una prueba de autenticidad de la información que exponen.

Escribió un libro titulado Píthón (D.L. IX 64, 67, 76 y 105), en el cual contaba su encuentro con el maestro y los diálogos filosóficos a los que habría dado lugar esta relación. De esta obra tenemos muy pocas referencias; Diels, por ejemplo, en la recomposición que hace de los fragmentos de Timón, sólo convoca dos textos: el primero, concerniente a la interpretación de la fórmula escéptica ou mállon y el segundo referido a que no se apartaba de las costumbres. Además de esta obra, nos han llegado fragmentos de otras como los Sillos y "Las Imágenes": algo más de diez versos de las Imágenes y unos pocos menos de ciento cuarenta de los Sillos. De sus escritos en prosa tenemos referencia de uno titulado Sobre las sensaciones, en el que parece presentar los razonamientos críticos sobre el conocimiento sensible, y un tratado Contra los físicos, al que alude Sexto Empírico (Sexto, M., III, 2). Por último, Diógenes Laercio recuerda una obra con el título Arcesilao, De las cenas (D.L. IX, 115) en la que encomia a Arcesilao después de tratarlo muy mal en sus sátiras.

De todos estos textos, el más importante, al menos por la cantidad de versos que han sobrevivido, es el llamado los Sillos. Sus contenidos, no obstante, son casi por entero bastante polémicos, su aporte filosófico es insuficiente, pero pueden sorprender en algún caso. Su tono, agresivo e insultante en bastantes ocasiones, demuestra la hostilidad que Timón tenía a todos los dogmáticos en general. Por contra, su indulgencia hacia otros autores, no considerados dogmáticos, proporciona unas noticias nada desdeñables. Así, trata con especial favor al eleatismo (Parménides y Meliso), elogia a Demócrito por su capacidad de examinar el pro y el contra en las discusiones, a Protágoras lo alaba por su agnosticismo teológico y valora por encima de todos los predecesores de Pirrón a Jenófanes, quien a pesar de su dogmatismo, fue capaz de realizar una excelente autocrítica. Según la reconstrucción de Diels la estructura de este poema quedaría así: en el primer libro se describen dos escenas diversas. Una batalla entre los filósofos es el contenido de la primera y una pesca de filósofos el de la segunda. Dal Pra la califica como "una terrible logomaquia" en la que los filósofos, que están siempre tan ávidos de discusión, disputan unos con otros utilizando sus teorías. La pesca de los filósofos alude a la controversia entre los filósofos dogmáticos y los anti-dogmáticos. En el segundo libro de los Sillos, se recogían las sátiras que lanzaba Timón contra los filósofos antiguos, mientras que en el tercero le tocaba el turno a los filósofos más modernos. Esta reconstrucción de Diels es una hipótesis aventurada; sin embargo, independientemente del valor que pudiésemos darle a esta conjetura, los juicios que pronuncia Timón sobre los filósofos antiguos y los de su época proporcionan numerosos elementos que tienen importancia por sí mismos. Así, aunque Timón no es un filósofo, en el sentido tradicional del término, sus reflexiones poético-filosóficas ofrecen un horizonte interesante a la hora de situar a su maestro tanto en su práctica cotidiana, como en su filosofía y, también, en las influencias filosóficas que recibió. Si toda colaboración es misteriosa, ésta entre la poesía y la filosofía lo es más, pero nos ofrece una oportunidad para entender mejor el comienzo del escepticismo con Pirrón de Elis.

Uno de los conceptos teóricos que desarrollará posteriormente el escepticismo maduro y que centra uno de los problemas técnicos de este movimiento en general es el del fenómeno. Es cierto que en el ámbito de los testimonios sobre Pirrón hay que realizar una interpretación restrictiva de los mismos y aceptar como verdaderos aquellos en los que, al menos, aparezca su nombre. Sin embargo, los fragmentos que nos deja Timón en su libro «Sobre las sensaciones» están en consonancia con la visión de la filosofía de Pirrón, reconstruida a partir de la versión de Enesidemo y las aportaciones de Sexto.

El contexto de los fragmentos de Timón sobre el fenómeno viene determinado por la exposición de los argumentos que utilizan los escépticos para defenderse de las acusaciones dogmáticas. Según estas denuncias dogmáticas, los escépticos con su actitud negativa parecen anular, sin proponérselo, también la vida. El núcleo de la defensa de los escépticos sobre este particular es "lo que aparece", el fenómeno: las cosas aparecen pero no sabemos si son tal como aparecen, por eso, la "realidad" de la cual se supone que proviene queda indeterminada (Texto 42).

El amplio debate entre dogmáticos y pirrónicos obliga a los segundos a matizar sus posiciones con respecto a lo que aparece. Los pirrónicos dicen que ellos hablan sobre lo que sienten o se les manifiesta, es decir, ninguno niega tener hambre o sentir dolor (Texto 43), pero plantean la dificultad de encontrar el vínculo que nos hace pasar de una sensación relativa, subjetiva e individual a la certeza universal y objetiva de que esa sensación es verdadera. Es decir, no podemos reconocer la verdadera naturaleza de las cosas, aunque aceptemos y afirmemos la naturaleza que se nos aparece. El ejemplo que Timón propone aclara esta idea. En su obra Sobre las sensaciones dice: "No aseguro que la miel es dulce, pero reconozco que así aparece”, (Texto 44). Timón reconoce, en este texto, su ignorancia con respecto a la naturaleza de la miel. Pero no ignora el sabor que tiene para él, ya que afirma y concede que la miel aparece dulce sin hacer caso de sus supuestas "verdaderas características" (Texto 45).

Los pirrónicos sugieren, por tanto, que estamos limitados a las apariencias, vemos, oímos, tocamos, sentimos sólo lo que nos afecta, es decir, lo que nos aparece, por eso podemos indicar cómo aparecen las cosas. Si nosotros decimos que las cosas son, estamos afirmando algo sobre un fenómeno que hemos percibido; si nosotros afirmamos que parecen, estamos ante una descripción sensible del fenómeno que percibimos. En este caso, no afirmamos nada acerca del objeto, sino que sólo describimos una sensación que tengo con relación a lo que aparece. Así, el pirrónico concluye que la misma cosa puede aparecer de manera contraria a personas diferentes, por lo que nada de lo que aparezca a uno cualquiera de nosotros puede servir para fundamentar ninguna opinión o creencia acerca de la naturaleza de la cosa misma.

Así pues, la frase "la miel es dulce" intenta determinar una característica del objeto (en este caso la miel) en sí mismo. La segunda frase "la miel aparece dulce", aporta unos datos sobre la apariencia. Hay que entender que la apariencia no es algo que sólo las cosas puedan tener. La música produce sonidos pero puede aparecer suave o pesada, la pintura produce visión y sin embargo puede aparecer como tranquilizadora o agresiva; igualmente, un argumento puede aparecer como válido y una declaración como verdadera o un comportamiento como imprudente. Decir cómo aparecen las cosas, es decir cómo nos impresionan o producen una llamada de atención en nosotros. Por eso, nosotros constatamos regularmente cómo aparecen cosas o parecen sin que podamos decir cómo son realmente.

El contraste que se da entre es y aparece, confirma la diferencia que existe entre el mundo indeterminado (Texto 46) y “lo que se aparece” al sujeto (Texto 47). Por eso, Timón reconoce su ignorancia con respecto a la verdadera naturaleza de la miel, aunque no parece tener ninguna duda sobre el sabor que ésta tiene para él. Sobre esta segunda cuestión no podemos hablar, pues no es objeto de discusión que la miel se presente dulce de sabor a un sujeto, y esta apariencia no es ni verdadera ni falsa, sino sólo apariencia: atender a las apariencias es atender simplemente a la forma en que las cosas aparecen. Y en esta cuestión no hay mayor compromiso que éste. Por ello, todas las declaraciones escépticas deben ser entendidas en el sentido de aparecer. Es decir, siempre que el escéptico afirma o declara algo, incluso cuando utilice el verbo «ser», el sentido que debemos darle es el de «aparecer»: para el escéptico la palabra «es» o «son» no significa una existencia real, sino una apariencia. Así, el fenómeno es lo que parece ser tal como se manifiesta, pero que, en rigor, puede ser algo distinto (Texto 48). El escéptico, por tanto, no niega los datos que le llegan a través de la percepción: no niega la visión que tiene de las cosas sino que ignora cómo se produce la misma; no niega que vemos, pero no sabe con certeza qué es lo que ve, o si lo que ve es tal como le aparece (Texto 49).

La aceptación del fenómeno supone la constatación pirroniana de que el hombre está frente a él, pero no comporta automáticamente su apropiación como criterio práctico de conducta (Texto 50). A partir de aquí, encontramos, razonablemente, que ni las cosas, ni las opiniones o informaciones que recibimos de ellas, pueden ser determinantes al informar sobre la realidad. El phainoménon tiene, pues, un valor normativo (como criterio para vivir), en el sentido de que el escéptico seguirá el fenómeno como criterio para ejercer su acción en el espacio de la vida cotidiana, en el fenómeno: nadie puede quedar inmovilizado frente al mundo y debe actuar y conducirse en la vida de algún modo.

Es falso decir que los escépticos se oponen a todo, más bien a lo que no está claro; el escéptico actúa y sigue lo que le aparece (Texto 51): es más, nuestro práttein sólo es posible en "lo que aparece". El sabio advierte la indeterminación de las cosas, la imposibilidad de juzgar, y la imprudencia de quien se inclina por algo a través de la razón o de los sentidos; por tanto, se queda en la ataraxía. Por eso, el hombre debe actuar con indiferencia hacia las cosas, no pronunciarse sobre ellas, pues no existe ningún sistema capaz de asegurar la verdad o falsedad de las mismas: fórmula que no está construida ni como afirmación ni como negación, sino que expresa únicamente la imposibilidad del que habla para poder aceptar alguna alternativa. Este acuerdo sobre nuestras impresiones conduce a la tolerancia, pues el que comprende el mundo de esta forma debe acordar lo mismo para el mundo de los demás.

Lo que quiere decirnos Pirrón es que no hay ningún criterio absoluto que nos lleve, ni a través de los sentidos, ni a través de la razón, a elegir una cosa u otra con garantías o a justificar teóricamente nuestra elección. Así pues, como consecuencia de esta necesidad poco a poco va evolucionando el concepto de fenómeno con un carácter cada vez más orientado hacia el conocimiento, hasta llegar a su máxima significación con Sexto Empírico, el cual lo convierte en un criterio práctico del escepticismo. Para Sexto, el escepticismo es un movimiento que está orientado por el «fenómeno» como clave o criterio epistemológico. Nadie puede negar que para llegar al escepticismo fenoménico que defiende Sexto, debió existir toda una tradición histórica que mantuviese los principios pirronianos y que los desarrollase y ampliase en otros mucho más complejos.

4.3. El fenómeno como criterio de la acción

La obra de Sexto complementa, pero no suple, toda una serie de testimonios sobre Pirrón mucho más cercanos al filósofo de Elis. A pesar de esto, hay autores que han intentado fundamentar una lectura de Pirrón basándose casi exclusivamente en la obra de Sexto Empírico, pero no creemos muy acertada esta hipótesis que no es capaz de explicarnos todos los matices de la figura de Pirrón. No es de extrañar pues, que la última parte del texto de Timón que admite que el fenómeno prevalece allí donde llega, aparezca también en Sexto Empírico (Texto 52). Sin embargo, en este autor está referido a la necesaria actividad epistemológica del filósofo escéptico, teniendo así, un significado más desarrollado que en Pirrón o Timón, ya que se utiliza el fenómeno casi como criterio para participar en las acciones de la vida, un criterio que sirva no solo de elección, sino también de renuncia (Texto 53).

Los dogmáticos concentraron su crítica sobre este concepto que resolvía la acción. No obstante, es interesante observar que las críticas de los dogmáticos contra el fenómeno, van más referidas al término phantasía que al de phainómenon. Es decir, el fenómeno puede aparecer de forma distinta a dos perceptores. Cada uno de ellos tiene apariencias diferentes sobre el fenómeno o lo que aparece. Significa esto que confunden, por un lado, "fantasías" y "fenómeno"; y, por otro, aplican las características que el concepto de "fantasía" adquiere con los estoicos, al concepto de "fantasía" pirrónica (Texto 54).

En este texto aparece un término nuevo, kritérion. El criterio supone un salto cualitativo, con respecto al valor del fenómeno. Cuando los dogmáticos acusan a los escépticos de la paralización a la que se ven obligados por su teoría, los escépticos dicen que ellos siguen el fenómeno. Este desarrollo, explícito, del "fenómeno" como criterio también era entendido en este sentido por Diógenes Laercio, pues al final de la argumentación sobre "lo que aparece" responsabiliza no a Timón, sino a Enesidemo de la conversión del "fenómeno" en criterio.

Así pues, podemos encontrar cierto paralelismo entre estos textos y el de Aristocles citado al principio. En todos confirmamos que Pirrón se muestra prudente y remiso ante la posibilidad de conocer la realidad, ya que ésta queda indeterminada e incognoscible, y sólo nos llegan las apariencias y el fenómeno. Y en todos podemos, razonablemente, defender la existencia de un cierto fenomenismo inicialmente pirroniano. Para Pirrón el escepticismo es una práctica que se convierte en una forma de vida.

Con un sentido mucho más técnico, la definición que presenta Sexto del escepticismo asume claramente esta apreciación del fenómeno, aunque la dota de características específicas, pues la actitud del escéptico es confrontar “lo que aparece”, el fenómeno con “lo que se piensa”, el noúmeno, como existe cierto equilibrio entre las cosas y las razones que se oponen llegamos primero a la suspensión del juicio y luego a la tranquilidad de ánimo o imperturbabilidad (Texto 55). A partir de aquí ¿qué es lo que le queda al escéptico?, es suficiente conducirse en la vida empíricamente y sin dogmatizar, de acuerdo con las reglas y creencias que son comúnmente aceptadas. Únicamente la experiencia puede aportar algún tipo de conocimiento; se puede decir que toda clase de conocimiento parece proceder de ella. Sexto con mayor distancia observará que la experiencia sensible es condición de las ideas y de todos los pensamientos conceptuales. Lo malo de la experiencia es que no tenemos un criterio de verdad que asegure algo de ella. Podemos estar seguros de nuestras sensaciones, pero no podemos ir más allá de ellas mismas. Esta idea quiere decir, en un escepticismo ya más avanzado, que la relación entre las impresiones, las entidades reales que, supuestamente, causan esas impresiones y los juicios que se refieren a las cosas, nos es completamente desconocida.

En consecuencia, la causa original del verdadero escepticismo es la esperanza de alcanzar la ataraxía mediante la investigación de la verdad de las cosas. Ahora bien investigar no significa dogmatizar, el escéptico con su obra investiga, pero no dogmatiza; es decir, no afirma o niega nada sobre las cosas que investiga. Cuando al escéptico no le queda más remedio que decir alguna cosa positiva o negativa sobre algo, no será una afirmación o negación en el sentido absoluto del la palabra, sino que en todas las fórmulas escépticas que afirman algo como: No comprendo; nada defino; no más esto que aquello otro; tal vez sí, tal vez no; todo es incomprensible; ¿Por qué esto más bien que eso?; suspendo el juicio; siempre habrá que sobreentendersegún me parece” (Texto 56).

Con algún ejemplo puede quedar clara esta idea: el escéptico concede, afirma lo que siente, si tiene frío o calor no puede negarlo, pero no afirma que esas sensaciones o pasiones son verdaderas. Esto sería ir más allá del fenómeno, más allá de la sensación y del límite cognoscitivo que tenemos. Lo más importante de todas las expresiones escépticas que hemos visto, es que ellas mismas entran en la duda mantenida por el escéptico. Esas expresiones mediante las cuales dudamos de las afirmaciones dogmáticas son ellas mismas dudosas, Sexto encuentra un paralelo con los fármacos catárticos que aplicados a las enfermedades (el dogmatismo), no sólo expulsan del cuerpo la dolencia, sino que también son arrojados ellos mismos por igual procedimiento (Texto 57). La propuesta escéptica es bastante novedosa. Las fórmulas escépticas al suprimir toda certeza no tienen más remedio, si quieren ser consecuentes, que suprimirse a sí mismas. La estrategia de Sexto consiste en aceptar como necesidad argumentativa la auto-refutación de sus argumentos y así como no es imposible para un hombre utilizar una escalera y después de ascender por ella echarla abajo, tampoco es imposible utilizar unos argumentos para destruir al dogmatismo, no procediendo arbitrariamente sino dialécticamente, y destruir, posteriormente, los argumentos mismos (Texto 58).

Este aparato epistemológico y conceptual que se desarrolla con Sexto, evidentemente, todavía no ha surgido en Pirrón. Y casi con toda seguridad esta hipótesis es correcta; pero, no podemos caer en la tentación de mantener, como hacen algunos, que Pirrón no tiene ninguna teoría gnoseológica concreta que fundamente sus postulados prácticos. Desde una perspectiva histórica, todas estas consideraciones sobre el escepticismo, van reconociendo un fenomenismo como clave para entender no sólo este movimiento, sino gran parte de la filosofía griega. Esta orientación de la fuente de Sexto tiene tanta potencia, que podemos correr el riesgo de confundir a Pirrón y al pirronismo con la reconstrucción en clave fenoménica que hace Sexto de todo el escepticismo. Por tanto, tratar de rehacer los inicios del escepticismo, es decir, a Pirrón y al pirronismo, desde la versión proporcionada por Sexto, aunque es del todo legítimo, no tiene en cuenta numerosos testimonios que, históricamente, son válidos para el estudio de la figura de Pirrón. Esta disposición textual inicia lo que a partir de Enesidemo constituye la tradición pirrónica, sobre la que se basan algunos historiadores modernos para confirmar la exégesis de Pirrón como defensor del fenómeno y de la costumbre: actitudes, la una teórica, por cuanto se refiere al conocimiento de la realidad, y la otra práctica, por cuanto se refiere a su experiencia cotidiana. En un caso y en otro, son los testimonios que han sobrevivido de su vida y de sus enseñanzas los que determinan las conclusiones sobre su conducta y su filosofía.

4.4. El resultado de la disposición pirrónica: la afasia y la ataraxía

Hemos demostrado que en Pirrón, encontramos una preocupación teórica por la realidad, su indeterminación le lleva como conclusión a postular, ante la igualdad de argumentos, la suspensión de todo el discurso (afasía), que conduce a la finalización y eliminación de toda perturbación (ataraxía). Según Sexto, la causa original del escepticismo es la esperanza de alcanzar la ataraxía como consecuencia de la suspensión de nuestra opinión, de nuestro juicio, en la investigación de las cosas, al no poder decir de ellas que son más que no son (Texto 59). Esta actitud pirrónica aparece como consecuencia de una actitud filosófica más práctica que teórica. Naturalmente esta razón fundamental le lleva a rechazar la teorías lógicas, físicas y éticas como doctrinas válidas para enfrentarse con la realidad. Lo importante, para él, no es asumir un tipo de filosofía sino el vivir cualquier principio que lleve a la ataraxía.

Esta es la disposición de Pirrón: su teoría está constantemente apoyando una práctica que se hace explícita y que queda registrada en las fuentes con mayor reiteración; lo cual no sorprende pues su vida era conocida, mientras que los principios teóricos, sin los cuales cualquier actitud práctica hubiese quedado huérfana, tenemos que deducirlos a través de los textos que han quedado sobre él. En Pirrón existe una doble preocupación: por un lado, el conocimiento de las cosas, y por otro, la actitud moral que surge como consecuencia de la irresolución a la que nos obliga ese conocimiento. Ahora bien, es cierto que la actitud ética destaca sobre la teórica en algunos textos antiguos, creando una imagen de Pirrón repetidamente afirmada como práctica y discutida como teórica.

Esta idea no es extraña, pues para sus coetáneos las formulaciones teóricas de Pirrón sustentan y fundamentan los hechos cotidianos de cada día (su práttein), pero no son formuladas explícitamente como doctrina. Nosotros hemos intentado integrar estas dos facetas de Pirrón para una comprensión más completa, ya que interpretar a este filósofo desde una de ellas sólo propicia una lectura unilateral y propone una separación entre teoría y praxis bastante artificial. Así pues, creemos que una marcada separación entre especulación teórica y moral práctica, si bien tuvo que existir en la mente de Pirrón, no es necesaria en su filosofía, pues una y otra se resuelven en su actuar, en la suspensión del juicio y en la ataraxia (Texto 60).

Para esta parte de la filosofía pirroniana, Cicerón es una fuente esencial que delimita y enfoca la enseñanza moral de Pirrón. Ya sabemos que cuando se refiere a los antecedentes del escepticismo nombra a Demócrito, Anaxágoras, Empédocles y Sócrates, pero nunca a Pirrón, pues éste sólo está conectado a una tradición ética y no gnoseológica. Pirrón es citado por Cicerón en un contexto muy determinado: la teoría de los fines. El hecho de que Cicerón (Texto 61) cite siempre a Pirrón insistentemente junto a Aristón (Texto 62) y Erilo (Texto 63) puede estar en relación con la fuente que utiliza: la diuisio carneadia que planteaba posibles soluciones al problema del fin último o del sumo bien, como eran no conmoverse y ser indiferente ante las cosas (Texto 64) en un sentido o en otro.

Según Cicerón el conjunto de la doctrina pirroniana era bastante elemental, reduciendo todo su pensamiento ético a la máxima “vivir virtuosamente”. Ahora bien, ese vivir honestamente, se reduce a no desear nada, a no apetecer nada y ser indiferente ante las cosas. La honestidad consiste, pues, en la nivelación de todo hasta tal punto que es inútil la elección o la selección. Dicho de otro modo, libre de los conflictos propios del hombre que debe elegir, el de Elis descubre una legítima y propia situación espiritual del sabio escéptico, definida como «modo de vida escéptica», coherente y fuera de lo común, que cimentó su fama como hombre indiferente y sereno (Texto 7, 8, 10, 13).

Cicerón en sus Cuestiones Académicas, recoge esta notoriedad, y relaciona el pensamiento ético de Pirrón con Aristón de Quíos, discípulo de Zenón, que considera que la virtud se apoya en la indiferencia del actuar del hombre ante las cosas. La fama que había conseguido por su comportamiento, unida a los testimonios de Timón y marcada por la importancia que el nexo teoría-práctica adquiere en el pirronismo antiguo, justifica el hecho de que él estuviese unido, en la tradición doxográfica, a la teoría un tanto radical de Aristón y de Erilo sobre el fin.  La declaración radical del estoico Aristón, no obstante, no es suficiente: Pirrón da un paso más cuando sostiene que el sabio no sólo no se conmueve ante las cosas, sino que ni siquiera advierte la existencia de esas cosas mismas (Texto 10, 11, 13).

A esa doble indiferencia de Pirrón, Cicerón llama apátheia  y Diógenes Laercio adiaphoría, términos que pueden ser intercambiables con ataraxía. En cualquier caso, aunque el término pueda ser diferente el significado en todos los textos es el mismo: cuenta Diógenes Laercio, basándose en un testimonio de Posidonio (Texto 34), que, una vez los que navegaban con Pirrón estaban atemorizados ante una tempestad, él señalando a un lechoncillo que sobre la nave comía sin preocuparse de nada, dijo a los demás que el sabio debe mantenerse en igual estado de imperturbabilidad (ataraxía). En Plutarco, la misma referencia al estado del lechoncillo que en medio de la tempestad continúa comiendo, viene señalada por el término "apátheian": tal impasibilidad, dice, es necesaria para quien no quiere ser turbado por los acontecimientos imprevistos: lecciones de indiferencia que tienen un carácter bastante primitivo, pero una eficacia inequívoca. La coincidencia entre los textos impide que la anécdota sea tomada como una caricatura, además algunos textos de Timón apuntan también en este sentido.
La doctrina de Pirrón tiene, pues, un desarrollo explícito como si de un progreso terapéutico se tratara: la enfermedad dogmática debe ser curada con destreza. Después del diagnóstico viene la limpieza, la terapia que intenta la estabilidad, el equilibrio de la vida del hombre. El tratamiento consiste en eliminar la angustia de la vida humana, que se produce cuando hay que elegir constantemente entre opciones. Esto es lo que trata de obviar el escepticismo: no estamos ante una filosofía que nos obliga a elegir entre la inútil alternativa ética y gnoseología, sino ante un pensamiento usado como higiene intelectual, como práctica terapéutica que ayuda al hombre en el áspero camino de la vida, de la forma más serena posible.

La amplitud y la profundidad que tiene en Pirrón la «indiferencia» y la «apatía», presuponen, como ya hemos observado en el epígrafe dedicado a su vida, una fuerte influencia oriental. Pirrón no espera nada, no cree en nada, no tiene esperanza sobre nada, llega a declarar como indiferente su propia vida y su propia muerte. Este último extremo es de difícil comprensión, de laboriosa elaboración, pero de eficacia aplastante. Sobre esta, a priori, descabellada idea, descubrimos un significativo diálogo entre Pirrón y un desconocido a propósito de esta afirmación. El pasaje recogido por Estobeo, advierte el reproche de uno que escuchaba a Pirrón hablar sobre la falta de distinción entre la vida y la muerte, y lo retaba a que si pensaba así, debía, legítimamente, hacer algo por morirse: la respuesta de Pirrón es de una lógica concluyente: si no hay diferencia entre la vida y la muerte, no hay tampoco diferencia entre esforzarse tenazmente por vivir o por morir (Texto 65). La respuesta no es más que la natural conclusión que surge como inferencia a partir de la primera premisa de que todas las cosas son indiferentes. Esta actitud es única en la historia de la filosofía y no es corriente en el pensamiento griego. Ya Brochard observaba que el espíritu griego no estaba hecho para tales audacias; y de hecho no volvieron a darse, sin matizaciones, después de Pirrón.

La renuncia de Pirrón tiene su cauce hasta en el dolor (otro elemento típicamente oriental): la renuncia a la servidumbre del cuerpo, refleja de nuevo la disposición pirroniana a no dejarse perturbar ni por los problemas a los que estamos obligados por nuestra naturaleza mortal. Así, Diógenes detalla como ejemplo de indiferencia, que Pirrón sufrió en una herida que tenía, la aplicación de fármacos desinfectantes, incisiones y cauterizaciones sin mover una sola ceja (Texto 66). Recordemos, en este sentido, que la apatía de Pirrón, según decía Cicerón, era la aspiración a ne sentire quidem.

Partiendo de estos presupuestos, no es sorprendente que los dogmáticos acusasen a Pirrón de convertir la vida en algo imposible si anulábamos o no concedíamos nada a los sentidos. Si ante las apariencias los escépticos no decidían, podíamos tomar las falsas por verdaderas, y si decidían entonces ya no daban igual valor a las apariencias. A lo que Pirrón respondía que las cosas que aparecen «aparecen» y ello no podemos evitarlo. En este sentido, mucho después Sexto distingue entre bienes y males según la opinión y según la necesidad, y admite que en lo que se refiere a las sensaciones involuntarias, el escéptico no puede sustraerse a ellas:  y así el escéptico en virtud de la necesidad es guiado por la sed a la bebida, por el hambre a la comida, y de igual manera a las otras cosas, y replica a las posibles críticas dogmáticas, que la perplejidad ante la naturaleza que nos obliga a resolver las necesidades (Texto 67), será siempre mucho menor que la de aquél que busca los bienes o males que derivan de la opinión (Texto 68).

Ciertamente, los dogmáticos tienen razón al observar que desde una indiferencia ontológica de las cosas, Pirrón enfatiza un estado de indiferencia epistémica del hombre frente a ellas y a partir de aquí acepta una moral indiferente que podría llevar a la inactividad. Sin embargo esta acertada crítica hacia el escepticismo de Pirrón por parte de los filósofos dogmáticos fue bloqueada por Timón y  Enesidemo, seguidores de Pirrón, reforzando como fines específicos escépticos el papel de la suspensión del juicio y de la ataraxía, la tranquilidad de ánimo (Texto 69).

El testimonio de Timón que dejaba Aristocles, apuntaba en esta dirección. Allí, la suspensión del juicio que realizaba Pirrón venía dada por términos bastante precisos desde un punto de vista del conocimiento: la indeterminación de las cosas, lleva a Pirrón a decir sobre cada cosa que no más es que no es. Sobre esta nulidad de las cosas se construye, paradójicamente, la felicidad; que no consiste en la obtención de algo, sino, justamente, en la suspensión de nuestra decisión sobre las cosas, por eso como las cosas son indeterminadas, sin estabilidad e indiscernibles está claro que ni nuestras sensaciones ni nuestras opiniones pueden ofrecer nada verdadero, ni nada falso. El hombre debe quedar sin opiniones, dado que éstas implican determinación o diferenciación de la cosas; también debemos quedar sin tender ni a un lugar ni a otro y quizá también indecisos al no poder discernir completamente y poder elegir con posterioridad.

Las consecuencias de esta indeterminación son bastante claras, pues llevan, como hemos observado múltiples veces, a cualquiera que se preocupe por el conocimiento de las cosas a la afasia y a la imperturbabilidad (Texto 70), a la tranquilidad de ánimo tan necesaria para el sabio. El primer término asesora, en este caso, al segundo. Si bien tradicionalmente la afasia está ligada, en la lengua griega, al estado de emoción que anuda nuestra garganta e impide la palabra, en Pirrón adquiere un significado especial y técnico. Es decir, no se trata de "quedar sin palabra", sino de "no tener nada que decir sobre las cosas". Es probable que la utilización de este vocablo sea deliberado, pues el hombre no está intranquilo, turbado y ello le hace perder la palabra, sino que es la falta de perturbación, la tranquilidad a la que llega la causa de la aparición de la afasia, la suspensión de la palabra lleva a la ataraxía.

4.5. Influencia oriental y búsqueda de la felicidad.

Todas estas características están bastante relacionadas con la influencia de la sabiduría oriental sobre el pensamiento de Pirrón; probablemente, ese contacto con los sabios de la India le lleva a pensar que lo que aparece sólo puede ser mostrado como tal y no como algo que tiene realidad más allá de la apariencia, ni puede ser verificado como verdadero, ni puede ser «dicho», por lo que, como única solución, tendremos que suspender el juicio ante las cosas. Es evidente, que tendremos que actuar, pues de lo contrario la vida se detendría, pero lo haremos sin dogmatismo, aceptando que nos podemos equivocar y tolerando, en el pleno sentido dela palabra las decisiones que sobre los mismos asuntos, tengan los demás, aunque no coinciden con las nuestras, pues tanto unas como otras están en el mismo plano de probabilidad.

Así pues, todo el discurso de Timón atribuido a Pirrón aparece como respuesta a la exigencia inicial de felicidad, recordemos que el texto decía “quien quiera ser feliz ha estar atento a estas tres cosas…”. En rigor, no sabemos si esa búsqueda de la eudaimonía es propia de Pirrón o de su discípulo. Pero podemos constatar que la fórmula usada en el texto para referirse a ella es bastante arcaica, pues ya Demócrito, según Plutarco, la usaba en el mismo contexto. Lo cual indica que no hay ningún inconveniente terminológico para pensar que esta fórmula pudo ser utilizada por Pirrón.

Según esta idea, el deseo de felicidad viene mediado, en Pirrón, por la necesidad de preocuparse por la naturaleza de las cosas. Esta atención hacia las cosas es la misma que ya era tradicional en la filosofía presocrática. Lo que cambia en Pirrón es la respuesta, que debe ser entendida más como una descripción de la realidad problemática (pues tiene un contenido negativo), que como una teoría dogmática en la que se propone, positivamente, crear algún modelo epistémico como norma mediante la cual conseguir la felicidad. Pirrón no da normas, ya que esto comportaría un sentido dogmático alejado de su actitud; más bien declara, de manera escéptica, que quién se ocupa de las cosas no tendrá más remedio, ante la indeterminación de la realidad, que quedar sin opinión, en estado de suspensión: acción que le lleva sin proponérselo a la felicidad, a la imperturbabilidad de ánimo. Si Pirrón abandona la posibilidad de establecer cualidades positivas o negativas en las cosas, más comprensivo es el hecho de que considere convencionales todos los valores; este paso es muy significativo pues patentiza la afirmación del escepticismo de Pirrón. De ahí que para Pirrón no haya nada bueno ni malo, justo ni injusto, sino que los hombres al no poder distinguir con un criterio los dos extremos de las cosas, siguen la ley y la costumbre (Texto 71). Pirrón parece estar refiriéndose aquí a los modos y costumbres concretas y determinadas que tienen los distintos seres humanos de concebir la vida. La diversidad de las leyes, conductas y creencias que él observó en los distintos países que tuvo que recorrer en las expediciones de Alejandro, lo persuadieron de la imposibilidad de encontrar un criterio mediante el cual alguna de esas costumbres o creencias pudiera servir de valor universal. Esta actitud sugiere uno de los temas centrales del pirronismo, el problema del comportamiento humano; Sexto Empírico expone tiempo después, la misma idea de manera más coherente y precisa cuando observa que nada es bueno ni malo por naturaleza, sino que son los hombres quienes los juzgan como tal por convención (Texto 72).

En fin, Pirrón no reivindicó un pensamiento ético escéptico en cuanto verdad, sino en cuanto búsqueda, una búsqueda en la que los resultados nunca están dados a priori sino que tienen que ir surgiendo poco a poco a través de la indagación y el examen. La investigación manifiesta un fin determinado: llegar a la felicidad Esta reflexión proporciona cierta base que fundamenta la caracterización de Pirrón también como pensador ético. Así, una interpretación de Pirrón más integradora que disgregadora nos conduce a una lectura moral y cognoscitiva. Sin ningún género de duda hay en Pirrón una intención moral, pero podemos pensar razonablemente que a la ética le precede, en este caso, una preocupación teórica, gnoseológica, puesto que es necesario primero atender al conocimiento de la naturaleza de las cosas para poder ser feliz. El desarrollo del escepticismo posterior es, en este sentido, extraordinario, pues llega a decir con una clara actitud epistemológica que las cosas son incomprensibles y por consiguiente, no sabemos a qué atenernos con ellas, por lo que lo mejor será guardar silencio, no decir nada y suspender el asentimiento. Por eso no es extraño que el escéptico, el buscador, el examinador, el observador, llegue a la conclusión de no haber buscado todavía en el lugar correcto y siga la búsqueda. Además, esa búsqueda es autoinmunizante, pues no podemos detenernos en ningún punto, ya que son infinitos los posibles lugares correctos en los que puede encontrarse lo buscado. Una anécdota que cuenta Sexto Empírico en sus Hipotiposis sobre el pintor Apeles (Texto 73), refleja fielmente el método de su pensamiento y la actitud que asume ante la vida: este pintor después de intentar reproducir en su pintura la espuma de un caballo desistió, arrojando la esponja de limpiar los pinceles al cuadro, y allí, sin esperarlo, apareció, perfectamente dibujada, la espuma del caballo. Parafraseando la última frase de Borges en “El tiempo y J.W. Dunne” de Otras Inquisiciones: ante una metáfora tan espléndida cualquier intento de refutación resulta baladí.

5. Conclusiones

Dos consideraciones  previas presiden cualquier intento de aclarar o analizar un movimiento filosófico como el escepticismo: La primera, que es un hecho que el escepticismo filosófico existe (Texto 74). La segunda, que es un problema que el escepticismo sea reconocido como doctrina filosófica (Texto 75). Ante esta dificultad, la posición más adecuada observa que el escepticismo tiene en la correspondencia entre teoría y práctica una de sus características fundamentales. Este aspecto nos lleva a considerarlo, razonablemente, como una actividad y no como una doctrina (Texto 76). Las consecuencias de esta afirmación son previas a cualquier intento de desvelar su significado; todo aquél que sigue este movimiento debe reconocer las propias deficiencias del mismo. Por eso, nadie puede dudar absolutamente, desde una posición indudable; para que un hombre dude tiene que juzgar de alguna forma mediante el razonamiento y declarar los motivos que le llevan a dudar de algo, dicho de otra forma, hay que poner en duda hasta la propia duda que lo sustenta (Texto 77)

Es evidente, la dificultad de encontrar un origen determinado y concluyente a una actitud que surge como consecuencia de los problemas que origina los continuos y, podríamos decir, ineficaces intentos por conocer la realidad. Hemos demostrado ciertas conexiones interesantes entre algunos problemas tratados por pensadores presocráticos y el escepticismo. Pirrón es reconocido como el que mejor encarnó el movimiento escéptico. Aunque es cierto que Sexto no quiere convertir este movimiento en una secta con dogmas establecidos o con un iniciador-maestro y, por ello, reconoce que el escepticismo no es una escuela como las demás, sino una actitud, y por eso es absurdo atribuirle un iniciador. Dicho de otra forma, el escepticismo está intrínsecamente establecido en el acto de pensar, es una disposición y no una doctrina, por lo que reclamar una figura, sea la que sea, como maestro sería una contradicción (Texto 78).

Así pues, el ideal escéptico, por excelencia, está encarnado en Pirrón de Elis. El hecho de que no escribiese nada añade ciertas dificultades circunstanciales a las propias de su figura. Quizá, pensó que la palabra escrita no añadía nada a su enseñanza, sino que habría multiplicado las discordias de las que quería huir. Curiosamente, incluso sin escribir nada, su fama superó a su vida. Este hecho no es único en Grecia, conocemos algunos casos de ágrafos brillantes en los que la palabra, la enseñanza práctica y los ejemplos de su vida cotidiana, sustituyeron a cualquier teoría escrita. Algunos autores concentran en esta decisión de silencio su importancia. Representa una filosofía que sigue el fenómeno, lo que aparece, en la práctica cotidiana, pues somos impotentes para hablar de lo que las cosas son por naturaleza y para conocer si hay algo que no sea fenómeno.

A pesar de esta simple guía, el pirrónico no la acepta de manera absoluta, sigue el fenómeno sólo de manera "normativa" pero sabiendo que éste no es ni verdadero ni falso (Texto 79). En la mayoría de los casos las críticas y los prejuicios que se tienen sobre el escepticismo refieren más los defectos propios del pensamiento dogmático que lo critica. Es decir, las deficiencias de las que se le acusa son más propias de los acusadores que del pirronismo mismo. Así, por ejemplo, los enunciados circunstanciales y condicionales del pirronismo se suelen traducir, para criticarlos, en términos absolutos; la destrucción de la filosofía dogmática que se intenta llevar a cabo, se convierte en la destrucción de toda la filosofía; no afirmar nada dogmáticamente se convierte en la afirmación dogmática "no afirmo nunca nada", etc. En definitiva, se le suele despreciar como movimiento, pero no se le suele criticar como pensamiento.

El escepticismo de Pirrón consiste, pues, en la declaración de que cada cosa de la naturaleza es tal como se nos aparece, pero no podemos decir que tal como se nos aparece es en verdad. A partir de ahí, las cosas "no más son que no son" o "no más son esto que aquello", la indeterminación de la realidad le lleva, coherentemente, a abstenerse, a quedar sin opiniones en su enfrentamiento con ellas, y de aquí a un estado de imperturbabilidad moral que trae como consecuencia la felicidad.

Esta imperturbabilidad tiene límites que conocen bien los escépticos, sin los cuales la vida misma se convertiría en algo irrelevante. A veces rompemos esa serenidad, una de esas anécdotas singulares que tantas cosas nos dicen a veces sin ser consciente de ellas nos lo demuestra. Diógenes Laercio al hablar de Pirrón, cuenta que una vez  un hombre insultó (Texto 80) a Filista (hermana de Pirrón) faltando a su palabra dada, éste se  permitió encolerizarse saliendo así de esa indiferencia tan escéptica. Se ve que el amor filial y la necesidad de proteger a alguien indefenso, es decir el nivel más sencillo y natural de preocupación por los demás, seguía siendo coherente con el escepticismo (Texto 81). Podemos ver en esta acción la imposibilidad de vivir el escepticismo de manera “absoluta”, ya que nos llevaría a actuar contra nuestra propia naturaleza, contra uno de los elementos más propios del ser humano que es la sociabilidad, el estar junto con los demás, reconocerse junto al otro y ser capaz de contraer compromisos estables con los que te rodean, tanto individualmente como en grupo. Quizá, y aun reconociendo el amplio ámbito del escepticismo, existen dos esferas en las que no cabe ser escéptico de manera radical: la persona y la ciudad que uno ama. En esos dos espacios la ausencia de perturbación nos llevaría a no tener ni cuidados, ni compromisos, haciendo gala de indiferencia, anularíamos, a la larga la fundamental apelación a la felicidad. Pirrón, el escéptico por excelencia, supo equilibrar estos dos elementos en principio contradictorios. Así lo vieron su conciudadanos que le reconocieron, como hemos visto, una existencia digna de recuerdo con una estatua en el centro de la plaza pública, y con la exención de impuestos a todos los que como él desempeñaran la filosofía en su ciudad.

Evidentemente, ninguna puede llevar al hombre ni al abandono, ni a la pérdida del entusiasmo típico del ser humano, porque la significación propia del escepticismo es, principalmente, investigación. Los escépticos investigan, no se dan por vencidos por la imperfección de las teorías o de las situaciones cotidianas, siguen investigando a pesar de que el descubrimiento de algo enteramente seguro traería como consecuencia la ruina misma del propio escepticismo. Pirrón es un ejemplo de esta actitud, un hombre que a pesar de ser escéptico estaba preocupado por la naturaleza de las cosas, por el conocimiento y por la felicidad. No puede decirse ante esta presentación que Pirrón se sintiese ganado por el desaliento o la desidia, su vida demuestra lo contrario.

La conexión entre conocimiento y felicidad, por tanto,  es un tema común en la filosofía griega: el conocimiento de la verdad es una ayuda necesaria para la virtud y la felicidad. Pero Pirrón va a amenazar cierta unión, común en la filosofía griega, entre verdad y "vida buena". Primero cuestiona la posibilidad del conocimiento y desafía la deseabilidad de la verdad. Partiendo de que aparentemente todas las cuestiones permanecen abiertas, se aparta del proyecto que cree que la felicidad sólo puede ser encontrada en la consecución de la "Verdad". Para el escéptico, el estado de felicidad, viene como consecuencia del estado de ataraxía e indiferencia frente a la realidad, con las excepciones ya marcadas.

Esta solución no es presentada ni como la conclusión filosófica de que la felicidad es obtenida de esta manera, ni como exposición teórica de razones que nos llevan a concluir que esto sucede así. Más bien, lo que ocurre es que para los pirrónicos, la tranquilidad resulta del cuestionamiento de la necesidad de adquirir principios verdaderos a partir de los cuales fundar el conocimiento. Los pirrónicos no niegan que el conocimiento sea posible, ni defienden como un dogma que la verdad no es alcanzable. Sólo conceden que la meta de la investigación no parece conseguible y añaden que la verdad, que tantas doctrinas han reconocido de forma tan diferente, no ha sido encontrada todavía (Texto 82).

Quizá, igual que los escépticos nunca cesaremos de buscar, y puede que nuestra búsqueda sea retornar al punto de partida y conocer ese lugar por primera vez. Ciertamente existe entre los escépticos una renuncia a la “sabiduría”, ya que intentan encontrar el medio para salir de la servidumbre de las opiniones. La razón de esta actitud es clara, no cree que la filosofía dogmática (toda filosofía excepto la escéptica) sea capaz de llevar al ser humano a la felicidad. No sabemos si al final Pirrón consiguió ser feliz o no; por contra, sí conocemos, según los testimonios, que permaneció pobre, no sacó partido de su duda y su vida fue simple, austera e irreprochable. Todo un modelo que no estaría de más rescatar.

En resumen,  el escéptico es un hombre honesto, con tranquilidad de ánimo que intenta armonizar su vida y su filosofía, su manera de vivir y su manera de pensar. Un ser humano que persigue un modelo de existencia necesario en cualquier época, pero más en la época actual, ya que caracterizado por buscar estar lejos del poder, tiende a replegarse en sí mismo, inclinándose más a la individualidad y a la búsqueda de la felicidad. Todos estos extremos eran cumplidos por Pirrón, el primer escéptico, que gustaba, según Diógenes, de la soledad y evitaba la muchedumbre para no verse atrapado por el compromiso social que le impedía alcanzar como meta la ataraxía, ideal en el que coinciden también los epicúreos: otro de los movimientos filosóficos que intentará dar nuevas pautas al hombre helenístico. En fin, el escepticismo es una cura de humildad, una cura frente al dogmatismo, si bien como terapia filosófica dé la sensación que propicia lo que en todos los balnearios: se recupera la salud, pero se pierde un poco el corazón.

6. Selección de textos

6.1. Fuentes sobre la figura de Pirrón

TEXTO 1
[Los comienzos del escepticismo]
Algunos dicen que fue Homero el iniciador de esta escuela, puesto que acerca de las mismas cosas, más que nadie, declara unas veces unas cosas y otras otra y no afirma nada con carácter definitivo acerca de lo dicho. Además, las máximas de los siete sabios son, en efecto, escépticas, como por ejemplo, “Nada en exceso” o “Fianza, por tanto ruina”. Lo que significa que quien se fía y sale fiador (de los demás), le acompaña la ruina. Incluso Arquíloco y Eurípides fueron escépticos. Por eso Arquíloco dice:
“Oh Glauco, hijo de Leptinas, tal es la vida de los hombres mortales,  igual al efímero día que Zeus envía uno tras otro”.
Y Eurípides:¿Por qué se dice, entonces, que los desgraciados mortales tienen entendimiento;  de hecho, nosotros dependemos de ti, y sólo hacemos aquello que tú quieres, por ventura”.
D.L. IX, 71

TEXTO 2
[Los presocráticos antecesores del movimiento escéptico]
No menos, según ellos, son escépticos Jenófanes, Zenón el Eléata y Demócrito. Jenófanes porque dice:
“No hay ni habrá varón que haya conocido lo patente”
Y Zenón  porque niega el movimiento cuando dice: “Lo que se mueve, no se mueve ni en el lugar en que está, ni en el lugar en que no está”. Y Demócrito porque elimina las cualidades sensibles cuando dice: “Por convención, lo caliente, por convención, lo frío; pero en realidad, existen sólo átomos y vacío”. Y después: “En realidad no sabemos nada, pues la verdad se encuentra en lo profundo”. Y Platón deja la verdad a los dioses y a los hijos de los dioses, mientras él busca la razón verosímil. Y Eurípides dice:
[73] ¿Quién sabe, acaso, si vivir es estar muerto, o si estar muerto es lo que los mortales llaman vivir”.
Y también Empédocles:
“Así, esas cosas ni son vistas por los hombres, ni son oídas, ni siquiera comprendidas por el entendimiento”.
Y más arriba dice:
“Sólo persuade aquello que cada uno encuentra por sí mismo”.
Incluso Heráclito, por su parte dice: “sobre las cosas más grandes no hagamos conjeturas”, e Hipócrates, por último, duda sobre lo que se manifiesta a los hombres; y antes que él, Homero:
“Es voluble la lengua de los mortales, y de ella salen palabras de todas clases”
Y: “muchas palabras se encuentran acá y allá”
Y: “según la palabra que digas, así será la que oigas”.
Aludiendo a la equivalencia y la contradicción de las palabras.
D.L. IX, 72-73

TEXTO 3
[Timón de Fliunte discípulo de Pirrón de Elis]
“Y podía parecer a algunos que Timón, el portavoz de las doctrinas de Pirrón es de la opinión contraria cuando dice…”
SEXTO, M., I, 53.

TEXTO 4
[Diferencias entre pirronianos, pirrónicos y académicos]
"Algunas observaciones, someras, sobre los filósofos pirrónicos de una parte, y sobre los académicos de otra, así como sobre lo que les distingue.
Llamamos filósofos pirrónicos a los que se aplica en griego la denominación "skeptikoí": esto significa aproximadamente algo así como "buscadores" y "examinadores". Pues, nada deciden, nada establecen, sino que están siempre buscando  y examinando qué puede decidirse y establecerse. Y ellos piensan que no ven y  no oyen correctamente, sino que sufren afecciones tales como si viesen y oyesen; y estos mismos dudan y tratan de averiguar cuáles y de qué manera son las cosas mismas que les provocan sus afecciones; afirman que a causa de la mezcla y de la confusión de los signos de lo verdadero y de lo falso, la credibilidad y la verdad de todas las cosas aparece hasta tal punto inaprensible que cualquiera que no se precipite ni sea demasiado fácil en el juicio debe usar estas palabras, las cuales dicen que utilizó Pirrón, el fundador de esta filosofía: «No más es de este modo que de aquel  modo o que de ninguno de ellos». Pues dicen que no es posible conocer ni percibir los indicios o las propiedades reales de cualquier cosa, y eso mismo intentan enseñarlo y mostrarlo de muchos modos. Sobre esta cuestión también Favorino escribió diez libros de manera muy sutil y aguda, a los que llama “Sobre los tropos pirrónicos”. Es una cuestión antigua tratada por numerosos autores griegos, qué separa y en qué medida a los filósofos pirrónicos de los filósofos académicos. Unos y otros llevan el título de skeptikoí, ephektikoí, aporetikoí puesto que unos y otros no afirman nada y piensan que nada puede ser comprendido, sino que dicen que de todas las cosas se produce una especie de visiones , a las cuales llaman fantasías, pues no son según la naturaleza de esas mismas cosas, sino según es la disposición anímica y corporal de éstos a los que llegan las cosas que se ven. Así pues, todas las cosas que mueven los sentidos de los hombres dicen que son «según te parece», esta palabra significa que no hay nada que tenga consistencia por sí misma, ni que tenga fuerza ni  naturaleza propia sino que todas las cosas son referidas a otra cosa y parecen que son tal como es su apariencia mientras son contempladas, tales como son creadas en los sentidos a los que han llegado no en sí,  en su origen. Sin embargo, aunque sobre este tema los pirrónicos y los académicos están de acuerdo, no obstante se consideran que difieren entre ellos por otros motivos y, especialmente, porque los académicos «quasi» comprenden esto mismo: que nada puede ser comprendido, y «quasi» deciden que nada puede ser decidido: los pirrónicos ni siquiera dicen que parece, en absoluto, verdadero eso de que nada parece ser verdadero".
GELIO, Noct. Att., XI, V.

TEXTO 5
[Pirrón encarna la escéptica]
“…y pirrónica por el hecho de que Pirrón creemos que ha llegado a encarnar la escéptica con más ahinco y de modo más manifiesto que sus predecesores”.
SEXTO, H.P. I, 7.

6.2. Noticias sobre Pirrón

TEXTO 6
[Pirrón y Alejandro Magno]
Pirrón de Elis era hijo de Plistarco, como refiere Diocles; según dice Apolodoro en su “Cronología”, primero fue pintor, y escuchó a Brisón, hijo de Estilpón, como dice Alejandro en sus “Sucesiones”, y después de Anaxarco al cual siguió por todas partes, hasta el punto que llegó a tener contacto con los gimnosofistas (sabios desnudos) en la India y con los Magos.
D.L. IX, 61.

TEXTO 7
[Escepticismo y filosofía hindú]
Antigono de Caristo en el libro “Sobre Pirrón” cuenta sobre él lo siguiente: que al principio era desconocido, pobre y pintor, y que en el gimnasio de Élide se conservan  de él algunos portadores de antorchas, de factura mediocre. Se apartaba de la gente y buscaba la soledad, [63] mostrándose raramente a sus servidores (próximos). Él se comportaba así por haber oído a un hindú reprochar a Anaxarco que no podría enseñar a nadie a ser virtuoso, frecuentando él mismo los palacios reales.
D.L. IX, 62-63.

TEXTO 8
[La filosofía protegida por Hacienda]
Lo admiraban tanto en su patria que fue elegido Sumo Sacerdote y en homenaje a él, se estableció por decreto, la exención de impuestos para todos los filósofos.
D.L. IX, 64

TEXTO 9
[Pirrón y sus ciudadanos]
“Bajo el pórtico del ágora se encuentra la estatua de Pirrón, hombre sabio, el cual no está de acuerdo con ningún razonamiento. No lejos de la ciudad de Élide, se encuentra también la tumba de Pirrón: el nombre del lugar es Petra, de la cual se dice que antiguamente fue un demo”
Pausanias, VI, 24, 5.

TEXTO 10
[Indiferencia ante las cosas cotidianas]
Vivía piadosamente con su hermana, que era una anciana venerable, como afirma Eratóstenes en su libro “Sobre la riqueza y la pobreza”; a veces, él mismo llevaba a vender al mercado, si venía el caso, pajarillos y lechoncillos y hacía la limpieza de la casa con indiferencia. Se dice también que con (la misma) indiferencia lavaba un lechón.
D.L. IX, 66

6.3. El ejemplo de su vida como fórmula filosófica

TEXTO 11
[El carácter ágrafo del maestro Pirrón]
“Entre los filósofos, algunos fueron dogmáticos, otros efécticos; dogmáticos aquellos que consideran que las cosas son aprehensibles; efécticos en cuanto que se abstienen de juzgar sobre ellas por inaprehensibles. Y algunos dejaron escritos, otros no escribieron en absoluto, como, entre algunos, Sócrates, Estilpón, Filipo, Menedemo, Pirrón, Teodoro, Carnéades y Brisón”.
D.L., I, 16.

TEXTO 12
[Los discípulos de Pirrón escribieron por él]
“Es posible tener una visión completa de su trayectoria por los tratados conservados. El mismo Pirrón, en verdad, no escribió nada, pero sí sus seguidores Timón y Enesidemo, Numenio y Nausífanes y otros como ellos”.
D.L., IX, 102.

TEXTO 13
[La indiferencia como forma de vida]
“Siempre conservaba la misma disposición de ánimo, hasta el punto que, si uno lo dejaba en mitad de un discurso, él, no obstante, lo concluía… <***>. Muchas veces, prosigue, emprendía viajes sin avisar a nadie, y se acompañaba de aquellos que él quería. Y cuando una vez Anaxarco cayó en un cenagal, pasó de largo sin prestarle ayuda; algunos, por cierto, lo criticaron, pero el mismo Anaxarco alababa su indiferencia e imperturbabilidad.
D.L., IX, 63.

TEXTO 14
[Definición de la corriente escéptica]
“La corriente escéptica se la llama, en verdad, investigadora (thetética) por su  empeño en examinar y buscar, y suspensiva (ephéctica) por el estado producido en el investigador después de la búsqueda (por suspender el juicio); dubitativa (aporética), por cierto, por su hábito de dudar y buscar sobre todas las cosas como dicen algunos, o del hecho de no tener medios para dar el asentimiento o la denegación y pirrónica por el hecho de que Pirrón creemos que ha llegado a encarnar la escéptica con más ahinco y de modo más manifiesto que sus predecesores”.
SEXTO, H.P. I, 7.

TEXTO 15
[Los discípulos de Pirrón]
“Además de éstos escucharon también a Pirrón, Hecateo Abderita, Timón de Fliunte, el autor de “Los Sillos”,  de quien hablaremos más adelante, y también Nausífanes de Teo, de quien algunos dicen que fue discípulo de Epicuro. Todos estos se llaman pirronianos por el nombre del maestro, aporéticos y escépticos, y, ahora, efécticos y zetéticos por su doctrina, si podemos decirlo así.
D.L., IX, 69.

6.4. La existencia de una escuela pirroniana no pirrónica

TEXTO 16
[Demócrito, Anaxarco y Pirrón]
Anaxarco era de Abdera. Escuchó a Diógenes de Esmirna, o a Metrodoro de Quíos, el cual decía que no sabía ni siquiera esto, que nada sabía. Metrodoro (escuchó) a Nesa de Quíos, otros dicen que escuchó a Demócrito. Anaxarco, en efecto, acompañó a Alejandro y alcanzó su madurez  hacia la 110 Olimpíada.
D.L., IX, 58.

TEXTO 17
[Otros testimonios de filiación presocrática]
"Jenófanes de Colofón inicia la escuela eleática. Parménides es discípulo de Jenófanes, de éste Zenón, después Leucipo, después Demócrito. Discípulos de Demócrito fueron Protágoras de Abdera y Metrodoro de Quíos, de éste Diógenes de Esmirna, de éste Anaxarco, y de éste Pirrón, de él Nausífanes. De éste dicen algunos que Epicuro llegó a ser su discípulo".
CLEMENTE, Alex., Strommata, I, XIV, 64, 2-4: DK 21 A 8.

TEXTO 18
"Y de Jenófanes fue discípulo  Parménides, de éste Meliso, de éste Zenón, de éste Leucipo, de éste Demócrito, de éste Protágoras y Nesa. De Nesa, Metrodoro, de éste Diógenes, de éste Anaxarco. De Anaxarco fue compañero Pirrón, del cual tuvo origen la corriente (el discurso) de los llamados escépticos
EUSEBIO DE CESÁREA, Praeparatio Evangelica, XIV, 17, 10: MIGNE, Patrología Griega, XXI, 1245 C.

TEXTO 19
«ninguno de nosotros sabe nada, ni siquiera esto mismo, si sabemos o no sabemos nada». Así, el texto completo afirma: "Toca ahora examinar con éstos también a quienes, siguiendo un camino contrario  afirman que es necesario prestar una creencia total a las sensaciones del cuerpo. De éstos son Metrodoro de Quíos y Protágoras el abderita. Ciertamente, se decía que Metrodoro había escuchado a Demócrito; y establecía como principio lo lleno y lo vacío; de los cuales uno es el ser y otro el no-ser. Escribiendo sobre la naturaleza comenzaba con esta introducción: «ninguno de nosotros sabe nada, ni siquiera esto mismo si sabemos o no sabemos nada». La cual introducción proporcionó malos recursos a Pirrón, que vino después
EUSEBIO , Praep. Evang. XIV, 19, 8-9: MIGNE, P.G., XXI, 1260 A-B.

TEXTO 20
"Se dice que Jenófanes de Colofón había sido el iniciador de esta corriente, que por lo demás parece ser más aporética que dogmática. Después de él [posteriormente], siguiendo sus principios, también Parménides que no parece haber penetrado en las cuestiones más oscuras. Se hace mención después de Zenón de Elea, como iniciador de la filosofía erística. Leucipo de Abdera, su discípulo, fue el primero que concibió los átomos. Demócrito acogiendo la teoría, la reforzó. Fue su entusiasta seguidor Protágoras de Abdera, el cual fue también iniciador de las artes filosóficas... Anaxarco de Abdera, imitando sus razonamientos, fue maestro de Pirrón, siendo (iniciador) de la filosofía escéptica”.
PSEUDO-GALENO, Hist. philos., 3, 228: DIELS, H., Doxographi Graeci, p. 601.

TEXTO 21
Y en sus cartas el mismo Epicuro dice sobre Nausífanes: «Estas cosas le llevaron a la locura tal de maldecirme y llamarse mi maestro», además lo llamaba tanto pulmón como inculto, mentiroso y puta... al mismo Platón (lo llamaba) aúreo; a Aristóteles perdido (moralmente)...a Protágoras recadero y «plumilla» (escribiente) de Demócrito, y maestro de pueblo; a Heráclito embrollador, a Demócrito tonto charlatán y a Antidoro adulador; a los cínicos enemigos de Grecia; a los dialécticos destructores, a Pirrón ignorante e indocto",
D.L. X, 8.

TEXTO 22
[Los hombres mejor nacidos, los escépticos]
“Con razón decimos que el fundamento del escepticismo es la esperanza de conservar la serenidad de espíritu. En efecto, los hombres mejor nacidos, angustiados por la confusión existente en las cosas y dudando de con cuál hay que estar más de acuerdo, dieron en investigar qué es la Verdad en las cosas y qué la Falsedad;”
SEXTO, H.P., I, 12.

TEXTO 23
[El magnánimo Parménides]
“El valor (la fuerza) del magnánimo Parménides no (consiste) en la multiplicidad de opiniones, sino en haber alejado los pensamientos del engaño de las apariencias”.”.
D.L., IX, 22-23.

TEXTO 24
[La serenidad escéptica]
“Puesto que de tal modo cada uno de nosotros, asumiendo la disposición escéptica perfecta, vivirá, como dice Timón, «serenamente en calma siempre sin pensar e inmóvil en la misma situación, sin prestar atención a los torbellinos de una sabiduría halagadora (de dulce palabra)”.
SEXTO, M., XI, 1.

6.5. La felicidad como falta de perturbaciones

TEXTO 25
[La falta de perturbación del sabio]
“Es feliz el que vive sin perturbación y, como decía Timón, en un estado de quietud y de calma:
«Pues por todas partes reinaba la calma» Y
«Cómo lo reconocí en la calma sin viento»”.
SEXTO, M. XI, 141.

TEXTO 26
[La liberación de las opiniones erróneas]
“También tuvo muchos emuladores de su abstención política. Por lo que, Timón en su Pitón y en sus Silos dice de él lo siguiente:

[65] “Oh viejo, oh Pirrón, ¿cómo y por dónde encontraste salida,
de la esclavitud de las opiniones y de la vacía sabiduría de los sofistas
y desataste las ligaduras de todo persuasivo engaño?;
No te cuidaste de indagar cuales son los vientos que
dominan Grecia, de dónde viene cada cosa y hacia qué va”.
D.L. IX, 64-65.

TEXTO 27
[Pirrón modelo para Epicuro]
“En la indagación filosófica nadie lo menospreciaba  por más que se alargase en sus digresiones acerca de lo preguntado; por lo cual, cautivó a Nausífanes siendo aun joven. Éste declaraba, por cierto, que convenía, por un lado, seguir la disposición de ánimo de Pirrón, por otro, sus propias doctrinas. Decía en múltiples ocasiones que Epicuro, admirado por el modo de vivir de Pirrón, le pedía frecuentemente noticias acerca de él.
D.L., IX, 64.

TEXTO 28
[El carácter escéptico de su vida]
“Se comportaba de un modo consecuente también en la vida, no rehusando nada, ni precaviéndose de nada, haciendo frente a todo, si llegaba el caso, a carros, precipicios, perros y cualquier cosa, sin conceder nada a los sentidos; sino que, ciertamente, según cuanto cuenta Antígono de Caristos, los amigos que lo acompañaban le salvaban de todo peligro”.
D.L. IX, 62.

TEXTO 29
[La naturaleza humana no se puede obviar]
“Conturbado por el asalto de un perro, dijo a quien lo reprendía que era muy difícil despojarse enteramente de lo que es el hombre”.
D.L., IX, 66.

TEXTO 30
“Antígono de Caristo, que vivió en la misma época y escribió su biografía, dijo que Pirrón, perseguido por un perro, se refugió sobre un árbol, y al burlarse de él los presentes, dijo que es muy difícil despojarse de lo que es el hombre”.
EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 26.

TEXTO 31
[La suspensión del juicio]
“Enesidemo, sin embargo, dice que él filosofaba según la teoría de la suspensión del juicio, pero no que actuara en cada caso sin precaución. Él vivió hasta los noventa años.
D.L. IX, 62.

6.6.Vida práctica y filosofía

TEXTO 32
[La sabiduría de Pirrón como liberación]
“La filosofía toma el nombre de zetética porque siempre va en busca de la verdad, escéptica porque siempre la busca y nunca la encuentra,  eféctica por la situación en la que se halla después de la búsqueda, es decir, la suspensión del juicio, y aporética porque tanto los dogmáticos como ellos mismos dudan de todo. Pirrónicos por el nombre de Pirrón. Teodosio en el “Sumario escéptico”, dice que no se debe llamar pirrónica la filosofía escéptica;  porque, si es inaprehensible la actividad del pensamiento de otro, no conoceremos la disposición mental de Pirrón; y si no la conocemos no deberíamos llamarnos pirrónicos; además, ni Pirrón fue el primer inventor de la filosofía escéptica, ni tiene dogma alguno. Pero, se podría llamar Pirroniana, por seguir el modo de vida de Pirrón.
D.L., IX, 70.

TEXTO 33
[La indiferencia frente a las cosas]
" Se dice que en una herida, le fueron aplicados fármacos desinfectantes, incisiones y cauterizaciones, sin hacer siquiera un movimiento de cejas. Timón ilustra perfectamente su disposición de ánimo en su obra referida a Pitón. Y además Filón de Atenas, convertido en su amigo, decía que citaba a Demócrito más que a ninguno, y después también a Homero, admirándolo y citando sin cesar:
“cual la generación de las hojas, así es la de los hombres”,
y que solía comparar a los hombres con las avispas, las moscas y las aves. Citaba también estos versos:
“Por tanto, amigo, muere tú también. ¿Por qué te lamentas de este modo? Murió Patroclo, que era ciertamente mucho mejor que tú”,
y todos los pasajes que hacen referencia a la inseguridad, a la vaciedad y a la puerilidad de los hombres.
D.L. IX, 67.

TEXTO 34
[La imperturbabilidad del sabio como ideal de vida]
Posidonio cuenta de él lo siguiente: una vez que los que navegaban con él estaban atemorizados por una tempestad, él manteniendo la calma, levantó el  ánimo mostrando a un lechoncillo que sobre la nave continuaba comiendo y diciendo que el sabio debía mantenerse en igual estado de imperturbabilidad.
D.L., IX, 68.

TEXTO 35
[Pirrón como el iniciador de la filosofía escéptica]
Por tanto, el discurso pirrónico es una manera de explicar lo que aparece, y lo que se piensa de un modo u otro, según la cual todo se compara con todo y en esa comparación se descubre que existen  muchas anomalías e irregularidades, según dice Enesidemo en sus “Esbozos pirrónicos”. Para dar a conocer las contradicciones en sus investigaciones filosóficas, muestran  los modos según los cuales las cosas nos persuaden, puesto que esos mismos modos eliminan nuestras creencias acerca de ellas. Persuaden, en efecto, las cosas que según los sentidos están en correspondencia consigo mismas, que no cambian jamás, o al menos raramente, las costumbres, las instituidas por las leyes, las placenteras y las que generan admiración. Demostraban, pues, que las cosas que se oponen a la persuasión tienen [79]  la misma fuerza que las cosas que nos convencen.
D.L. IX, 78-79

TEXTO 36
[Reglas y creencias comunes para la vida]
"Por esto, pienso, es suficiente conducir la vida de uno empíricamente y sin dogmatizar, de acuerdo con las reglas y creencias que son comúnmente aceptadas, suspendiendo su asentimiento sobre lo que se discute desde la sutileza dogmática, muy lejos de toda utilidad práctica".
SEXTO, P.H., II, 246.

6.7. Escepticismo dogmático

TEXTO 37
[Investigación sobre la naturaleza prioritaria]
"Contra aquellos que seguían a Pirrón, llamados escépticos o efécticos, que afirman que nada es aprehensible
Es necesario primero de todo indagar sobre nuestro conocimiento, puesto que si por naturaleza no conocemos nada, de nada vale investigar sobre lo demás. Ha habido efectivamente, entre los antiguos algunos que afirmaron esa máxima, a quienes replicó Aristóteles.
EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 1.

TEXTO 38
[Las cosas son indeterminadas, sin estabilidad e indiscernibles]
Y Pirrón de Elis lo dijo con especial énfasis, pero no dejó nada escrito; sin embargo, su discípulo Timón dice que quien quiera ser feliz ha de estar atento a estas tres cosas: primero, al modo como son por naturaleza las cosas; segunda, qué actitud debemos adoptar ante ellas; y en fin cuales serán las consecuencias a los que se comporten así. El decía que [Pirrón] declaraba que las cosas eran igualmente indeterminadas, sin estabilidad e indiscernibles. Por esta razón, ni nuestras sensaciones ni opiniones son verdaderas o falsas. Por tanto, no debemos poner nuestra confianza en ellas, sino presentarnos ante ellas sin opiniones, sin prejuicios, de modo impasible, diciendo acerca de cada una, que no más es que no es o bien que es y no es [al mismo tiempo], o bien ni es ni no es. Quienes en verdad se encuentran en esta disposición, Timón dice que tendrán como resultado primero la afasía y después la ataraxía"
EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 1-4.

TEXTO 39
[La eliminación de la realidad]
"Pirrón primero pintor, se convirtió luego en filósofo y tenía como objetivo eliminar toda la realidad
Schol. in LUCIANO, Bis acc., 25.

TEXTO 40
[Pirrón dudaba de todas las cosas]
"(Pirrón) buscando la verdad y no encontrándola dudaba en torno a todas las cosas".
GALENO, Subfig. emp., 62, 18.

TEXTO 41
[Sostener el pro y el contra respecto de todas las cosas]
Protágoras dice que se puede sostener igualmente el pro y el contra respecto de todas las cosas, de igual modo que sobre esto mismo: si es posible, o no, sostener el pro y el contra respecto de todas las cosas"…De las cosas que parecen ser, ninguna es más que no es",
SENECA, Epist., 88, 43.

6.8. Los escépticos aceptan lo que aparece

TEXTO 42
[Los escépticos admiten lo que aparece]
" Que esto, por ejemplo, aparezca blanco lo decimos de manera descriptiva, [104] pero no establecemos que realmente lo sea. Acerca de la frase, “Nada defino” y semejantes,  usamos la expresión no en un sentido dogmático. En efecto, no es lo mismo decir que el cosmos es esférico, pues esto es incierto, mientras que las otras son meras declaraciones. Así pues, cuando decimos “no definir nada”, ni siquiera esto mismo definimos.
Dicen, además, los dogmáticos que (los escépticos) eliminan también la vida, pues ellos abandonan todo aquello en lo que consiste la vida. Pero dicen que esto es falso, pues no eliminan lo que ves, sino que ignoran cómo es lo que ves. En efecto, podemos admitir lo que aparece, pero no que sea realmente tal (como aparece). Sentimos que el fuego quema, pero suspendemos nuestro asentimiento sobre si tiene una naturaleza ardiente.
D.L., IX, 103-104.

TEXTO 43
[Los pirrónicos aceptan lo sensible, pero no el razonamiento dogmático]
Los dogmáticos responden a éstos cuando dicen que (los escépticos) también comprenden y dogmatizan,  pues cuando deciden refutar, ellos comprenden (las cosas que refutan), y, al mismo tiempo, afirman y dogmatizan. En efecto, cuando dicen “nada defino” y “a todo argumento se opone otro argumento”, están definiendo esto mismo y están dogmatizando. [103] Responden a esto (los escépticos): “nosotros reconocemos aquellas cosas que como hombres nos afectan,  y sabemos, ciertamente, que hay día, que vivimos o que se nos aparecen en la vida muchas otras cosas; pero acerca de las cosas que los dogmáticos aseguran con firmeza en su discurso, creyendo firmemente que las comprenden, nosotros suspendemos nuestro asentimiento porque son oscuras, y sólo admitimos lo que nos afecta. Pues reconocemos que vemos y sabemos que entendemos, pero cómo vemos o cómo entendemos lo ignoramos.
D.L., IX, 102-103.

TEXTO 44
[Seguir lo que aparece]
" Dicen, además, los dogmáticos que (los escépticos) eliminan también la vida, pues ellos abandonan todo aquello en lo que consiste la vida. Pero dicen que esto es falso, pues no eliminan lo que ves, sino que ignoran cómo es lo que ves. En efecto, podemos admitir lo que aparece, pero no que sea realmente tal (como aparece). Sentimos que el fuego quema, pero suspendemos nuestro asentimiento sobre si tiene una naturaleza ardiente. [105] Vemos que las cosas se mueven y que perecen; ahora bien, cómo se producen estas cosas no lo sabemos. Nosotros, dicen, sólo nos oponemos a las cosas oscuras que acompañan a las que aparecen. Pues, cuando decimos que una imagen tiene relieves, manifestamos lo que aparece; pero cuando decimos que no tiene relieves, no hablamos de lo que aparece, sino de otra cosa. Así, Timón dice en su Pitón que no se apartó de la costumbre. Y en sus Imágenes habla así:
“Pero lo que aparece prevalece por todas partes,  donde quiera que se presente”
Y en sus escritos “Sobre las sensaciones” dice: “No aseguro que la miel es dulce, pero reconozco que así aparece”.
D.L., IX, 105-106.

TEXTO 45
[La miel nos aparece como dulce, pero no a todos]
"Por ejemplo: nos aparece que la miel da un sabor dulce, admitimos esto porque nos sabe dulce sensiblemente, pero investigamos si es asimismo dulce según el razonamiento, lo cual no es el fenómeno, sino algo que se dice acerca del fenómeno".
SEXTO, H.P., I, 20.

TEXTO 46
[Qué podemos decir es o aparece]
“Así, cuando el escéptico dice «todo es indeterminado», usa la palabra «es» en lugar de «le aparece»; con todo se refiere no a lo que es, sino a cuanto de dudoso haya en lo investigado por los dogmáticos; y con «indeterminado» a que nada es preferible por su  credibilidad o incredibilidad de lo que se contrapone o, en general, de lo que se disputa. Y así como quien dice «paseo» quiere decir «yo paseo», quien dice «todo es indeterminado» quiere decir también entre nosotros, «para mí» o «según me parece»; de modo que lo que se dice es esto: «todo cuanto examiné de lo que se investiga entre los dogmáticos me aparece de tal modo que ninguna alternativa considero preferible a la opuesta en razón de su credibilidad o falta de ella»”.
SEXTO, H.P., I, 198-199.

TEXTO 47
[Significado de la palabra es]
"La palabra "es" significa dos cosas: una, que es realmente... otra, que aparece"
SEXTO, M., XI, 18.

TEXTO 48
[El equilibrio de la razones]
“Así, cuando digo «a toda razón se opone una razón equivalente», quiero decir: «a toda razón examinada por mí que establece algo dogmáticamente, me aparece oponerse otra razón, equivalente a ella en verosimilitud e inverosimilitud, que establece dogmáticamente algo»; de tal manera que el enunciado de la frase no es dogmático, sino indicativo de una afección humana evidente para quien la padece”.
SEXTO, H.P., I, 203.

TEXTO 49
[La expresiones escépticas]
“Sobre las expresiones escépticas...
No comprendo
Nada defino
No más esto que aquello (otro)
Tal vez sí, tal vez no  
Todo es incomprensible
¿Por qué más bien esto que aquello?
suspendo el juicio...
siempre habrá que sobreentender "según me parece"
SEXTO, H.P., I, 187-209.

TEXTO 50
[Lo que aparece prevalece allí donde aparece]
” Pues ni elegimos estas cosas, que están en nosotros, ni evitamos aquéllas cosas que no están en nosotros, sino que vienen por necesidad y no podemos evitarlas. Por ejemplo, el hambre, la sed, el dolor; pues la razón no puede evitar estas cosas. Y cuando los dogmáticos dicen que cómo puede vivir el escéptico, si no huye cuando le mandan matar a su padre, los escépticos responden que podrán vivir suspendiendo el juicio acerca de las cuestiones dogmáticas, pero no acerca de las cuestiones referentes a la vida y a su conservación. De modo que, nosotros elegimos y evitamos las cosas según las costumbres, y hacemos uso de las leyes. Algunos declaran que el fin propuesto por los escépticos es la impasibilidad, otros dicen que la paciencia.
D.L., IX, 108.

TEXTO 51
[El pirrónico sólo se opone a las cosas oscuras]
“Los escépticos responden a esto que cuando nos afectan apariencias diferentes, diremos que cada una de ellas aparecen y que por eso aceptamos las cosas que aparecen porque aparecen Los escépticos dicen que el fin es la suspensión del juicio, a la que sigue, a modo de sombra, la tranquilidad de ánimo, como dicen Timón y Enesidemo.
D.L., IX, 107.

6.9. Vivir sin dogmatizar

TEXTO 52
[Seguir las apariencias y vivir sin dogmatizar]
“Decimos, pues, que el criterio de la corriente escéptica es el fenómeno, llamando así virtualmente a la percepción, pues lo que yace en la convicción y en la sensación involuntaria es ininvestigable; por lo cual nadie disputa sobre si el objeto aparece de tal o cual manera, sino acerca de si el objeto es en realidad tal como aparece. De este modo, dando crédito a las apariencias según la observación vital, vivimos sin dogmatizar, ya que no podemos quedar completamente inactivos”.
SEXTO, H.P., I, 21-23.

TEXTO 53
[El filósofo escéptico no es inactivo]
“Era de hecho necesario que el filósofo aporético, no siendo del todo inactivo ni falto de actividad vital, tuviese un criterio tanto de elección como de renuncia, esto es, lo que aparece, como también testimonió Timón diciendo: "pero lo que aparece prevalece siempre, en cualquier parte que llegue [en cualquier parte donde aparezca]”.
SEXTO, M., VII, 30.

TEXTO 54
[Contra el criterio del fenómeno]
“Contra este criterio de lo que aparece, los dogmáticos responden que sobre las mismas cosas sobrevienen apariencias diferentes, y, por ejemplo, si ante una torre redonda o cuadrada, el escéptico no prefiere ninguna de las dos apariencias, quedará inactivo; si sigue una de las dos apariencias, entonces no dará igual valor a ambas apariencias.  
D.L., IX, 107.

TEXTO 55
[La corriente escéptica llega a la suspensión del juicio y a la ataraxía]
“La corriente escéptica es una facultad que pone en confrontación de cualquier modo lo que aparece con lo que se piensa, de lo que resulta que mediante el equilibrio de las cosas y de las razones que se oponen llegamos primero a la suspensión del juicio (epoché) y luego a la imperturbabilidad (ataraxía)”
SEXTO, H.P., I, 8.

TEXTO 56
[El escéptico no establece nada dogmáticamente]
"Sobre la (frase) "nada defino" decimos esto: de ningún modo pensamos que "definir" es simplemente decir algo, sino presentar lo que no está claro (las cosas no evidentes) provocando asentimiento... Entonces, cuando el escéptico dice "nada defino", dice esto: mi experiencia es ahora de tal modo, que nada establezco ni niego dogmáticamente de lo que está bajo mi investigación"
SEXTO, P.H., I, 197.

TEXTO 57
[El escepticismo como fármaco catártico]
“Acerca de todas las expresiones escépticas, debemos saber primero que no aseguramos en absoluto que sean verdaderas, ya que podemos decir en verdad que pueden también ser refutadas por ellas mismas, puesto que están incluidas en las cosas a las que aplican, de la misma manera que los fármacos catárticos no sólo expulsan del cuerpo los humores, sino que también ellos mismos se expelen con los humores”.
SEXTO, H.P., I, 206.

TEXTO 58
[El escéptico invalida hasta sus propios argumentos]
Y a su vez, así como no es imposible para el hombre que ha ascendido a un lugar elevado mediante una escalera, lanzar la escalera con su pie tras el ascenso, así tampoco es imposible que el escéptico tras haber llegado a la demostración de su tesis por medio del argumento que prueba la no-existencia de la prueba, como si fuera una escalera debería invalidar este mismo argumento".
SEXTO, M., VIII, 481.

6.10. Afasia y ataraxía

TEXTO 59
[El fin de la enseñanza escéptica]
De acuerdo con esto podríamos también tratar acerca del fin de la orientación escéptica. Fin es aquello en vista de lo cual todo se hace o se piensa, ya sea por ningún otro, ya sea por el último de los objetivos apetecidos. Decimos ahora que el fin del escéptico es la imperturbabilidad en lo opinable y la moderación en lo necesario. En efecto, habiendo empezado el escéptico a filosofar  con objeto de decidir entre las percepciones y determinar cuáles eran verdadera y cuáles falsas, a fin de alcanzar así la imperturbabilidad, se vio abocado a una ecuánime incertidumbre, no pudiendo resolver la cual, suspendió su juicio; más tras haber suspendido el juicio, le sobrevino de inmediato y por azar la imperturbabilidad acerca de lo opinable”.
SEXTO, H.P., I, 25-26.

TEXTO 60
[Los Modos fórmulas para la suspensión del juicio y la ataraxia]
Las aporías que enseñaban en lo que respecta a las correspondencias entre lo que aparece y lo que se piensa, se repartían en diez modos, en los que las materias en cuestión aparecen alternativamente. He aquí los diez Modos que él establece.
El primero de entre ellos es el de la diversidad de los animales para el placer, el dolor, el daño y lo útil. Por este modo, se concluye que no reciben las mismas impresiones de las mismas cosas, y que a causa de ello, la suspensión del juicio acompaña a este conflicto. De entre los animales unos son engendrados fuera de la unión sexual, como los animales que viven en el fuego, como el Fénix de Arabia [80] y los gusanos; otros nacen por cópula, como los seres humanos y otros; de manera que unos son de una constitución y otros de otra. Por lo cual difieren incluso en sus sentidos, por ejemplo, los halcones, agudísimos de vista, o los perros, de olfato muy desarrollado. Así, es verosímil que los ojos de los animales diferentes, reciban también impresiones diferentes. Así como, las hojas de olivo son comestibles para la cabra y amargas para el hombre, la cicuta alimenta a la codorniz y mata al hombre, o el cerdo come excrementos y el caballo no.
El segundo modo es el de la naturaleza de los hombres y de sus temperamentos. Así, Demofón, cocinero de Alejandro, tenía calor a la sombra y frío al sol. [81] Andrón de Argos, como dice Aristóteles, atravesaba el desierto de Libia sin beber. Es más, uno se dedica a la medicina, otro a la agricultura, otro al comercio, y aun estas mismas cosas a unos dañan y a otros aprovechan. Por lo cual, uno debe suspender el juicio.
El tercer Modo es el de los diferentes canales sensoriales; por ejemplo, una manzana a la vista es amarilla, al gusto es dulce, al olfato agradable por su aroma. Incluso las mismas formas se ven diferentes según la variedad de los espejos. De lo cual se deduce que lo que aparece no es más del modo en que aparece que de otro.
[82] El cuarto Modo es el de las disposiciones y  en general sobre los cambios; por ejemplo, la salud y la enfermedad, el sueño y la vigilia, el gozo y la pena, la juventud y la vejez, la audacia y el miedo, la pobreza y la falta y la abundancia, el odio y el amor, el calor y el frío; según se respire y según se obstruyan las vías respiratorias. Así, la diversidad de las impresiones que nos sobrevienen están condicionadas por las disposiciones de tal o cual clase. Porque los que están furiosos van contra la naturaleza; pues ¿qué tienen ellos más que nosotros? Y nosotros, en efecto, vemos el sol como si estuviera parado. Teón de Tithorea, el estoico, estando dormido caminaba en sueños (era sonámbulo) y también un esclavo de Pericles andaba por el borde del tejado.
[83] El quinto Modo es el de la educación, las leyes, las creencias en los mitos y las convenciones de cada pueblo y las opiniones dogmáticas. En este modo se incluyen las cosas acerca de lo bello y lo vergonzoso, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, los dioses y la generación y corrupción de todo lo que aparece. Así, una misma cosa para unos es justa y para otros injusta, para unos es buena y para otros es mala. Por ejemplo, los persas no juzgan extraño la unión con sus hijas, pero entre los Griegos es ilícito. Entre los Masagetas, como dice Eudoxo en el primer libro de su “Viaje alrededor de la tierra (Período)”, las mujeres son comunes, para los Griegos no. Los Cilicios se ocupan de la piratería, los Griegos no. Diferentes personas creen en diferentes dioses. [84]y algunos en su providencia, y otros no. Los Egipcios entierran a sus muertos embalsaándolos; los Romanos quemándolos y los Peonios echándolos a las lagunas. De dónde se concluye la suspensión del juicio sobre la verdad.
El sexto Modo es el de las mezclas y las combinaciones, de modo que nada se manifiesta de un modo claro como el sol, sino siempre mezclado con el aire, con la luz, con lo líquido con lo sólido, el calor, el frío, el movimiento, las emanaciones y otras fuerzas. La púrpura, por ejemplo, muestra diferente color a la luz del sol, a la de la luna o a la de una lámpara. Asímismo, nuestro propio color aparece diferente al Mediodía y cuando el sol se pone. [85] Y que una piedra que en el aire requiere dos hombres para ser levantada, se transporta fácilmente en el agua, ya sea porque siendo pesada, es aligerada por el agua, ya sea porque siendo ligera,  el aire la hace más pesada. Nosotros ignoramos cómo son, pues, las cosas separadamente, como el aceite en el ungüento.
El septimo Modo es el de las distancias, las diversas posiciones, lugares y las cosas que hay en esos lugares. Debido a este Modo, las cosas que nos parecen grandes aparecen pequeñas, las cuadradas, redondas, las lisas con rugosidades, las rectas quebradas,  lo pálido de otro color. El sol, a causa de la distancia, aparece pequeño. Y las montañas, desde lejos,  aparecen nubladas y lisas, desde cerca, escarpadas. [86] Todavía más, el sol cuando sale, aparece de una manera y al mediodía ya no es igual. Y un mismo cuerpo en un bosque aparece de una manera y en campo abierto de otra. La imagen, también, varía según la posición, y si se rodea el cuello de la paloma cambia. Así pues, es imposible observar estas cosas sin atender al lugar y la posición, su verdadera naturaleza es desconocida.
El octavo Modo es el de las cantidades (y cualidades) de las cosas, lo más caliente, los más frío, lo más rápido, lo más lento, lo más pálido, lo más crómático. Así, el vino tomado con moderación refuerza, en exceso abate. De la misma forma, para las comida y otras cosas semejantes.
[87] El noveno Modo es el de los sucesos habituales, lo extraño y lo raro. Así, por ejemplo, los terremotos no causan extrañeza, allí donde los hay con frecuencia, ni el sol nos causa admiración porque sale cada día. Este noveno Modo Favorino lo hace octavo, mientras que Sexto y Enesidemo décimo, sin embargo, el décimo Sexto pone como octavo, y Favorino como noveno. El modo décimo versa sobre la comparación de las cosas entre sí, como lo ligero con lo pesado, lo fuerte con lo débil, lo más grande con lo más pequeño, lo de arriba con lo de abajo. Así, lo derecho no es derecho por naturaleza, sino que se concibe según la posición con respecto a otra cosa; en todo caso, si cambia la posición de aquél, ya no será derecho. [88] Así mismo, “padre” y “hermano” son relativos, así como el día es relativo al sol y todas las cosas son relativas al pensamiento. Así, los términos relativos son en ellos mismos desconocidos. Hasta aquí, los diez Modos.
Sin embargo, Agripa y los suyos añaden otros cinco Modos: el que se refiere a los desacuerdos, el de una regresión “ad infinitum”, el de la relatividad, el que actúa “por hipótesis”, el argumento del círculo vicioso. El que se refiere a los desacuerdos muestra que toda cuestión propuesta  para su investigación entre los filósofos o en la vida cotidiana, está llena de conflictos y de confusiones. El Modo que argumenta “ad infinitum”, no permite que lo investigado se establezca firmemente, porque una cosa saca su fe de otra, y así hasta el infinito. [89] El Modo de lo relativo dice que nada puede ser aprehendido por sí mismo, sino en relación a otras cosas; de dónde se sigue que todas las cosas son imposibles de conocer. El Modo por hipótesis se constituye cuando algunos establecen  que es necesario admitir los principios de las cosas como ciertos y seguros y no pedir más explicación. Lo cual es inútil, porque cualquiera presentará una hipótesis contraria. El Modo del círculo vicioso se establece cuando aquello que debe establecer firmemente la cosa es necesario que sea garantizado por la cosa misma; por ejemplo, si uno asegura que hay poros porque se produce sudor, no puede tomar esto mismo para probar que se produce el sudor.
D.L. IX, 79-89.

TEXTO 61
[Estilo ético de Pirrón]
“Además hubo otros grupos de filósofos, casi todos los cuales se proclamaron socráticos: como los eritreos, los megáricos y los pirrónicos. Pero tales grupos hace ya largo tiempo que están derrotados y extinguidos por la poca fuerza de sus argumentos”.
CICERÓN, De Oratore, II, XVII, 62.

TEXTO 62
[Los filósofos Aristón y Erilo]
“Así, esta doctrina es propia de los estoicos, académicos y peripatéticos, puesto que la opinion de Aristón, Pirrón y Erilo ya fue rechazada anteriormente.
CICERÓN, De offic. I, 6.

TEXTO 63
[Los éticos]
“Las opiniones de Pirrón, Aristón y Erilo ya refutadas y rechazadas”
CICERÓN, De fin., II, XI, 35.

TEXTO 64
[El sumo bien y la apatía]
“Para éste, el sumo bien consiste en no conmoverse ni en un sentido ni en otro en relación a estas cosas, lo cual es denominado por él mismo adiaforía. Por su parte, Pirrón dice que el sabio ni siquiera siente estas cosas, lo cual es denominado apatía”
CICERÓN, Acad., II, XLII, 130.

6.11. La indiferencia pirrónica

TEXTO 65
[La indiferencia de la vida y la muerte]
Pirrón afirmaba que no había ninguna diferencia entre vivir y  morir. Por lo que* uno le dijo -entonces, ¿por qué no haces por morirte?- -Porque -dijo- no hay ninguna diferencia-".
ESTOBEO, Anth., IV, 53, 28.

TEXTO 66
[La indiferencia frente al dolor]
“Se dice que en una llaga que tuvo sufrió los medicamentos supurantes, los cortes y las cauterizaciones sin hacer siquiera un movimiento de cejas”
D.L., IX, 68.

TEXTO 67
[La necesidad guía al escéptico]
“y así el escéptico en virtud de la necesidad es guiado por la sed a la bebida, por el hambre a la comida, y de igual manera a las otras cosas",
SEXTO, H.P., I, 238.

TEXTO 68
[El escéptico elige y evita las cosas según la costumbre]
“Pues ni elegimos estas cosas, que están en nosotros, ni evitamos aquéllas cosas que no están en nosotros, sino que vienen por necesidad y no podemos evitarlas. Por ejemplo, el hambre, la sed, el dolor; pues la razón no puede evitar estas cosas. Y cuando los dogmáticos dicen que cómo puede vivir el escéptico, si no huye cuando le mandan matar a su padre, los escépticos responden que podrán vivir suspendiendo el juicio acerca de las cuestiones dogmáticas, pero no acerca de las cuestiones referentes a la vida y a su conservación. De modo que, nosotros elegimos y evitamos las cosas según las costumbres, y hacemos uso de las leyes. Algunos declaran que el fin propuesto por los escépticos es la impasibilidad, otros dicen que la paciencia.
D.L. IX, 108.

TEXTO 69
[La suspensión del juicio y la tranquilidad]
“Los escépticos dicen que el fin es la suspensión del juicio, a la que sigue, a modo de sombra, la tranquilidad de ánimo, como dicen Timón y Enesidemo”
D.L. IX, 107.

TEXTO 70
[La ataraxía]
Quienes en verdad se encuentran en esta disposición, Timón dice que tendrán como resultado primero la afasia y después la ataraxía".
EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 1-4.

TEXTO 71
[Los hombres se comportan según la ley y la costumbre]
“Decía, en verdad, que no hay nada bueno ni vergonzoso, justo o injusto, e igualmente que nada es en verdad, sino que los hombres se comportan en todo según la ley y la costumbre; pues ninguna cosa es más esto que aquello”
D.L. IX 61.

TEXTO 72
[Nada es bueno o malo por naturaleza]
"nada es bueno ni malo por naturaleza, sino que son los hombres quienes los juzgan como tal por convención"
SEXTO, M., XI, 140.

TEXTO 73
[Una metáfora espléndida del escepticismo]
“La verdad es que al escéptico le ocurrió lo que se cuenta del pintor Apeles. Dicen, en efecto, que –estando pintando un caballo y queriendo imitar en la pintura la espuma del caballo- tenía tan poco éxito en ello que desistió del empeño y arrojó contra el cuadro la esponja donde mezclaba los colores del pincel, y que cuando ésta chocó contra el cuadro plasmó, sin pretenderlo, la forma de la espuma del caballo: así, también los escépticos esperaban alcanzar la imperturbabilidad resolviendo la contradicción entre las apariencias y los juicios; pero no pudiendo conseguirlo, suspendieron el juicio; y a quienes habían suspendido el juicio, les llegó al momento, fortuitamente, la imperturbabilidad, tal como la sombra sigue al cuerpo”
SEXTO, H.P., I, 28-29

6.12. Conclusiones

TEXTO 74
[Los que conservaron el criterio de verdad]
"Y de los que conservaron [el criterio] tres han llegado a ser las opiniones más relevantes. Unos lo conservaron en el discurso racional, otros en las evidencias no racionales y otros en ambas cosas. Y además, rechazaron esto por una parte, no sólo Jenófanes de Colofón, sino también Jeníades de Corinto, Anacarsis el Escita, Protágoras y Dionisidoro, y por otra parte, además de éstos, Gorgias de Leontini, Metrodoro de Quíos, Anaxarco "el eudaimonista" y Monimo el cínico"
SEXTO, M., VII, 47-48.

TEXTO 75
[En algún sentido los pirrónicos son una escuela]
"Así pues, la mayoría no admite que los pirrónicos sean una escuela, por la falta de claridad (de su doctrina); algunos dicen que en algún sentido es una escuela, en otro no lo es; parece, sin embargo, que es una escuela, pues llamamos escuela a la que sigue o parece seguir un razonamiento según los fenómenos, por lo cual es razonable que llamemos escuela a la escéptica; pero si por escuela entendemos la adhesión a doctrinas desarrolladas coherentemente, entonces de ningún modo se podrá ya llamar escuela, pues no se apoyan en firmes creencias"
D.L., I, 20.

TEXTO 76
[La corriente escéptica es una capacidad, dynamis]
"La corriente escéptica es una facultad… La llamamos, por cierto, facultad no en un sentido artificioso, sino, sencillamente, por cuanto es una capacidad”.
SEXTO, P.H., I, 8.

TEXTO 77
[Las expresiones escépticas son palabras y no conviene discutir por ellas]
"Y decimos asimismo que las usamos no para expresar de modo absoluto aquello a lo cual se aplican, sino impropia y, si se quiere, abusivamente: pues no conviene al escéptico discutir sobre palabras y, por otra parte, tanto más a nuestro favor si se afirma que tales expresiones no tienen sentido de modo absoluto, sino relativamente, y en relación a los escépticos."
SEXTO, P.H., I, 206-207.

TEXTO 78
[Pirrón de Elis el primer escéptico]
"La corriente escéptica se la llama… pirrónica por el hecho de que Pirrón creemos que ha llegado a encarnar la escéptica con más ahinco y de modo más manifiesto que sus predecesores".
SEXTO, P.H., I, 3.

TEXTO 79
[Las apariencias y el fenómeno]
Por ejemplo: nos aparece que la miel da un sabor dulce, admitimos esto porque nos sabe dulce sensiblemente, pero investigamos si es asimismo dulce según el razonamiento, lo cual no es el fenómeno, sino algo que se dice acerca del fenómeno".
SEXTO, P.H., I, 20.

TEXTO 80
[La indiferencia y sus límites]
“Encolerizado por algo con su hermana, que se llamaba Filista,  él respondía a alguno que lo reprendía, que no había que buscar en una mujercita la prueba de su indiferencia.
D.L. IX, 66

TEXTO 81
[La misma anécdota explicada]
“Filista, su hermana, iba a realizar un sacrificio, como uno de sus amigos había prometido la víctima y no había cumplido, Pirrón tuvo que comprarla ciertamente, montando en cólera por ello, y al amigo que le reprochaba que sus actos no estaban en harmonía con su discurso, ni a la altura de su indiferencia, el respondió: Cuando se trata de una mujer, ¿es preciso realizar esta declaración? Sin embargo, el amigo dijo como justificándose lo siguiente: Te equivocas, si, acerca de una mujer, de un perro o de cualquier cosa, crees que esos discursos te son útiles”.
EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 26.

TEXTO 82
[Las diferencias entre las filosofías]
“Es natural que quienes investigan acerca de cualquier asunto concluyan o bien en su descubrimiento, o bien en la negación del mismo y el reconocimiento de su incognoscibilidad, o bien en «la necesidad» de proseguir la investigación. Quizá por eso, también con relación a los objetos investigados por la filosofía, algunos han afirmado haber descubierto la verdad, otros han asegurado que ésta no puede conocerse y otros, finalmente, siguen aún investigando”.
SEXTO, H.P., I,1-2

7. Bibliografía sobre Pirrón

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