Philosophical Skepticism

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Agustín de Hipona: Contra Académicos

Este autor escribe una obra, cuya concepción estuvo orientada por Cicerón, titulada Contra los académicos. Con ella, se propone criticar, con una honestidad intelectual digna de elogio, a "todo" el escepticismo; aunque sólo se refiere igual que Cicerón al escepticismo de la nueva academia[1]. Contra los Académicos de Agustín es una fuente secundaria para el conocimiento del escepticismo. Su importancia no proviene de los datos que aporta sobre el escepticismo o del estudio de este movimiento, sino por el intento de descubrirnos, más bien confesarnos, el estado psicológico de la duda por el que atravesó siendo joven y del cual se arrepiente. La duda, por tanto, es aquí calificada como error, tránsito negativo que sólo puede desembocar en la sabiduría y en el conocimiento de Dios; pues el que duda, duda como consecuencia de no haber encontrado a Dios, es decir, de no haber encontrado la "Verdad".

En el mismo libro, Agustín de Hipona se presenta como un pecador, un escéptico que ha dudado de su fe. De ahí que considere el escepticismo como la doctrina del error y del pecado, fijación que debe entenderse en el contexto de su caída, de su pecado:

"Por este tiempo se me vino también a la mente la idea de que los filósofos que llaman académicos habían sido los más prudentes por tener como principio que se debe dudar de todas las cosas y que ninguna verdad puede ser comprendida por el hombre. Así me pareció entonces que habían claramente sentido, según se cree vulgarmente, por no haber entendido todavía su intención"[2].

Como puede verse, y como tantas veces se ha dicho, Agustín de Hipona es primero cristiano y después filósofo. Esta afirmación queda patente en esta obra, pues frente a un somero y simple análisis filosófico, encontramos una brillante actitud pedagógica que tiene como fin sacar a los jóvenes del error. Este tratado es una respuesta para el que duda, respuesta que supone una esperanza para aquél que quiere conseguir la Verdad, es decir, llegar hasta Dios: afán más propio de alguien que quiere evangelizar que de alguien interesado en cuestiones filosóficas. Por eso, no puede sorprendernos el punto de partida de esta obra: el hombre no puede ser dichoso si no encuentra la verdad, porque el que no la tiene le falta algo y al faltarle algo no es perfecto y, por tanto, no es feliz:

"Ahora bien, el que busca, todavía no es perfecto. No veo, pues, cómo puedes afirmar que es feliz"[3].

Sin embargo, hay que decir que el escéptico es feliz justamente investigando, lo cual creo que se le escapa al Santo. Claro está, si pensamos que el cristianismo identifica Verdad y Dios, y que a Dios se llega a través de la fe, es imposible que no participemos de la verdad, la cual se nos da también a través de la fe. Así el cristiano busca y encuentra, no como el escéptico que busca y no encuentra, ya que según el de Hipona yerra. En resumen, podemos sacar las siguientes conclusiones de la lectura de esta obra:

1) Agustín de Hipona sigue a Cicerón en la calificación del escepticismo, y por ello, sólo reconoce a la Academia platónica como escéptica. De ahí, que en la obra sólo se hable del escepticismo académico, el único que conoce por otra parte. Así la mayoría de las críticas que el santo dirige hacia el escepticismo sólo se refieren a un tipo de escepticismo y no puede ampliarse al resto.

2) Da la impresión que Agustín de Hipona no comprende cuáles son las verdaderas intenciones del escepticismo académico; de ahí, por ejemplo, que no haga mención de los problemas referentes al conocimiento sin los cuales no se puede comprender el escepticismo.

3) Una consecuencia un tanto marginal de la obra es que debido a la gran influencia que tuvo el Santo en la cristiandad, su ataque contra el escepticismo académico impulsó una lucha contra toda clase de escepticismo al ser este movimiento condenable para cualquier conciencia cristiana.

Después de estas someras apreciaciones sobre la obra de Agustín de Hipona no creo conveniente justificar la poca eficacia que tienen los escritos de Agustín de Hipona para el estudio filosófico del escepticismo en general. Así pues, no es de extrañar la poca utilización que hacen los especialistas en sus estudios sobre el escepticismo, del libro del de Hipona.

Las demás fuentes sobre Pirrón y el escepticismo son más claras y más homogéneas en sí mismas. Sin embargo, no son homogéneas entre sí, pues no coinciden en la interpretación que construyen del escéptico. Estas diferencias interpretativas pueden tener su explicación en otra gran dificultad: el silencio literario de Pirrón. Estamos ante uno de los ágrafos famosos de la antigüedad, del que sólo quedan anécdotas de su vida o bien textos y testimonios de sus discípulos sobre los principios filosóficos que orientan su pensamiento. De ahí, que debamos constantemente valorar estos textos y testimonios que sobre Pirrón han sobrevivido no sólo por lo que manifiestan e interpretan, sino también por lo que dejan de interpretar o manifiestar.

Una última observación, el pensamiento de Pirrón de Elis y el movimiento que genera es rico en matices que se van manifestando con el tiempo. En ese desarrollo, nos encontramos con pensadores que simplemente siguen las enseñanzas de Pirrón, y con otros que reclaman una unidad entre Pirrón y el movimiento escéptico que se genera a partir de él. Es un hecho que existe cierta ambigüedad en los términos que tienen que ver con este legendario fundador del escepticismo. Para paliar esta dificultad creemos necesario distinguir entre tres términos:

- "Pirroniano" (Pirrón). Se dice, en sentido amplio, del pensamiento de Pirrón.

- "Pirrónico" (pirronismo). Este término agruparía a los seguidores de Pirrón que tienen consciencia de estar incluidos en una tradición unitaria y original, reivindicando a Pirrón de Elis como la figura que inicia, en sentido estricto, el movimiento escéptico.

Así pues, mientras el primer término puede ser aplicado al ámbito de influencia de Pirrón y su filosofía, el segundo sólo puede ser aplicado, en rigor, después del restablecimiento sistemático que se realiza del pensamiento de Pirrón de Elis.

¿Cuándo podemos decir que se produce explícitamente la distinción entre estos conceptos? Sin duda alguna con Enesidemo[4], responsable de que el pirronismo adquiera una forma filosófica y sistemática que diferencia su escepticismo del generado en la Academia a partir de los postulados socráticos-platónicos. Enesidemo contrapone el pirronismo no sólo a las escuelas dogmáticas sino también a la Academia en todas sus faces para rescatar, aduciendo toda clase de argumentos[5], un escepticismo de corte atomístico-pirroniano y criticar otro de estilo socrático-platónico.

Sin más preámbulos veamos las diferentes fuentes que hemos elegido para el estudio de Pirrón, los pirrónicos y el escepticismo en general. De Cicerón tomaremos como obra nuclear Contra los académicos, clave para conocer qué piensa Cicerón sobre del escepticismo. Posteriormente manejaremos un testimonio anónimo sobre el escepticismo que Filón de Alejandría introduce en su tratado De ebrietate. Este texto tiene valor únicamente como jalón de referencia, pues es la primera fuente sobre el escepticismo pirrónico, la más cercana a Pirrón y basada, al parecer, en Enesidemo. Seguiremos con un capítulo muy interesante de Aulo Gelio, en el que intenta clarificar la distinción entre académicos y pirrónicos. Pasaremos posteriormente a estudiar uno de los monumentos más importantes del escepticismo como es la obra de Sexto Empírico. Sexto no aporta muchos datos sobre Pirrón, pero es la fuente más usada por la minuciosidad con que presenta el origen de esta actitud que es el escepticismo y por la investigación que realiza entre los filósofos anteriores a Pirrón, en alguno de los cuales va a encontrar trazas muy importantes de escepticismo. Por último, descubriremos en Diógenes Laercio la fuente más interesante para Pirrón. Diógenes comenta numerosos testimonios no sólo de los principios filosóficos que mantenía Pirrón, sino también de numerosas anécdotas referidas al iniciador del escepticismo. Si tenemos en cuenta que una de las características de Pirrón de Elis fue el paralelismo entre su vida teórica y su vida práctica comprenderemos la importancia que puede tener esta fuente.

  1.      Cfr. KIRWAN, Chr., "Augustine against the Skeptics", en The Skeptical Tradition, ed. Myles BURNYEAT, Op. cit., pp. 205-223. Kirwan afirma que como la conversión de Agustín de Hipona tuvo un fuerte elemento intelectual, esta obra puede entenderse como una controversia filosófica como forma de fundamentar su Fe.

  2.     "Et enim suborta est etiam mihi cogitatio, prudentiores illos ceteris fuisse philosophos, quos academicos appellant, quod de omnibus dubitandum esse censuerant, nec aliquid veri ab homine comprehendi posse decreverant. Ita enim et mihi liquido sensisse videbantur, ut vulgo habentur, etiam illorum intentionem nondum intellegenti",

    AGUSTÍN DE HIPONA, Confesiones, V, 10, 19.

  3.     "Qui autem adhuc quaerit, perfectus non est. Hunc igitur quomodo asseras beatum, omnino non video"

    AGUSTÍN DE HIPONA, Contra Académicos, I, 3, 7. Y en otro lugar dice más adelante interpelando a los escépticos:

    "Estimáis vosotros que nosotros podríamos ser felices, sin haber encontrado la verdad."

    "Existimatisne beatos nos esse posse, etiam non inventa veritate?

    Op. cit., I, 2, 5. Podemos entender, como es natural, que para Agustín de Hipona no tenga sentido la _πoχή, la suspensión del juicio, que no sería más que desperatio veri, desesperación por no encontrar la verdad.

  4.      Enesidemo nace en Gnoso, Creta, según Diógenes Laercio (IX, 116) o en Egeo según Focio (Myriobiblon, cod. 212), sí que está claro que enseñó en Alejandría (Cfr. EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 29). Otro problema es la exacta cronología de su vida. En general existen tres teorías al respecto:

    1) Enesidemo tiene su florecimiento en la primera mitad de la primera centuria a. C. (80-60). Esta conjetura hace de Enesidemo un contemporáneo de Cicerón, de Filón de Larisa y de Antíoco de Ascalón. Basándonos en los textos de Focio tendríamos:

    a) Enesidemo se queja de que en esta época la academia estaba contaminada por el estoicismo.

    b) Podemos identificar la dedicatoria de la obra con un amigo de Cicerón, L. Aelius Tubero.

    2) Principio de la era cristiana. Este dato viene abalado por dos cuestiones: un pasaje de Diógenes Laercio (IX, 115-116) en el que da la lista de los filósofos escépticos desde Pirrón hasta Saturnino, fijando dos puntos de referencia la muerte de Pirrón (275 a.C.) y la de Sexto (210 d. C.), se calcula que Enesidemo ha debido vivir al comienzo del siglo I; y el hecho de que Cicerón no lo nombra nunca por él mismo. Si hubiesen sido contemporáneos, el silencio de Cicerón (siempre bien informado) sobre Enesidemo hubiese sido difícil de explicar.

    3) 130 d.C. Esta fecha sólo está basada en un texto de Aristocles en Eusebio (Praep. Evang., XIV, 18, 29) en el cual se presenta a Enesidemo como habiendo vivido recientemente.

    Estas dificultades son insolubles. Descartamos, en primer lugar, la tercera posibilidad, sólamente tiene en cuenta el texto de Aristocles y desprecia todos los demás. Podríamos inclinarnos por la segunda hipótesis, pues la objeción de Cicerón creo que es muy fuerte, pero como dice Brochard, Op. cit., p. 245 es posible que Cicerón no haya oído hablar de la enseñanza de Enesidemo o no haya creído conveniente prestarle atención. Hay además un pasaje de las Académicas, II, X, 32, en el que algunos autores creen ver una alusión velada al escepticismo radical de Enesidemo. Queda la primera hipótesis que tiene la inequívoca dedicatoria a un amigo de Cicerón y el análisis de Focio, pero deja sin resolver el que Cicerón no conociese a un coetáneo como Enesidemo.

  5.      Las obras atribuídas a Enesidemo por los autores cuyos testimonios se han conservado son cinco:

    - Πυρρώvειoι λόγoι, (cfr. SEXTO, M., VIII, 215; D.L., IX, 106 y FOCIO, Myriobiblon, 212, 107a.).

    - Κατ_ σoφίας, (D.L., IX, 106).

    - Περ_ ζητήσεως, (Ibidem).

    - _Uπoτύπωσις ε_ς τ_ Πυρρώvεια, (D.L., IX, 78; EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 11: MIGNE, P.G., XXI, 1249 B).

    - Στoιχειώσεις, (EUSEBIO, Ibidem, 16).

    Existen alguna controversia alrededor de los títulos de estas obras. Los ocho libros de los Πυρρώvειoι λόγoι son los únicos de los que tenemos algunos informes. Cuando seguimos el resumen de Focio del primer libro nos damos cuenta que su principal interés fue el de señalar las diferencias entre académicos y pirrónicos.