Philosophical Skepticism

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Pilosophical Skepticism

El escepticismo pirrónico-empírico y el escepticismo académico en su desarrollo histórico: antigüedad clásica, helenismo y antigüedad tardía

Una rápida reflexión sobre el conocimiento humano sería suficiente para reconocer que la duda no tiene un origen determinado. La prudencia y la cautela en las cosas de orden práctico, la inquietud ante los empeños temerarios o la sensatez y equilibrio ante las decisiones aunque no son todavía planteamientos de duda teóricos, tal como la reflexión los hace nacer, es algo connatural a algún tipo de personas. Sin embargo, esta prudente actitud, todavía no puede considerarse merecedora del sustantivo escepticismo. El escéptico no es sólo el que duda por sistema y reflexiona sobre su duda, no es ni siquiera el que no cree en nada o afirma que nada es verdadero, el verdadero escéptico es aquél que, interrogándose por el conocimiento, no encuentra razones incuestionables que verifiquen que el conocimiento que tiene de las cosas es el conocimiento verdadero. Esta actitud no es apriorística o metódica, sino más bien empírica. Es una actitud prudente contra la ingenuidad del pensamiento y sus orgullosos resultados.

A pesar de reconocer a Pirrón de Elis como el fundador del escepticismo, este movimiento observa algunas características que lo hacen diferente a otros en el desarrollo de la filosofía griega. Una historia del escepticismo tiene, por tanto, que situarse en los márgenes de las direcciones unívocas y delimitadas. Ya Brochard se asistía de un texto de Diógenes Laercio (IX, 71-73) en el que se consideraba a Homero como uno de los precursores de esa singular manera de enfrentarse a la realidad. Además, el escepticismo es un movimiento incómodo y peligroso, lucha siempre a la contra, su ejercicio del pensamiento es siempre privativo, negativo y despierta o genera un recelo razonable.

Así, es difícil aclarar la historia del escepticismo, ya que gran parte de la obra de los escépticos ha desaparecido y entre ellos mismos no es muy significativo que esta misma obra se mantenga o no. Al desaparecer el dogmatismo y la necesaria identificación personal y del grupo con las enseñanzas del maestro, éstas pasan a un segundo plano en el que su modificación no es lo raro, sino lo recomendable. A pesar de ello, algunos estudiosos del tema como Brochard intentaron una clasificación de los tipos de escepticismo. Para éste el escepticismo se dividía en tres periodos: un primer periodo caracterizado por un escepticismo práctico o moral encarnado en Pirrón y Timón, un segundo más bien técnico, reconocible en un escepticismo dialéctico cuyo representante sería Enesidemo y , por último, un escepticismo empírico reflejado en Sexto Empírico y los médicos empíricos dedicados a los fenómenos. Además de estos tres periodos, nombraba al escepticismo de la Academia sin saber muy bien dónde encuadrarlo.

Esta clasificación adolecía de dos inconvenientes, de los cuales uno de ellos ya ha sido expresado. Por un lado, el escepticismo de raíz académica quedaba aislado, sin saber dónde encuadrarlo y, por otro, no se advertía contundentemente que hasta Enesidemo no existe una clara conciencia de pertenecer a un movimiento nuevo denominado escepticismo. Por ello, creemos más conveniente proponer cuatro periodos:

  1. Un primer periodo que se pierde en el tiempo y que se caracteriza por el desarrollo incipiente de los principios (aun todavía muy debilitados) del escepticismo. En este periodo estarían clasificados todos aquellos autores que si bien no pueden en puridad ser etiquetados como escépticos, aportan fundamentos o ideas que con posterioridad desarrollarán los principios escépticos. En este periodo estarían ubicados Pirrón y Timón, ya que ellos no tienen conciencia de pertenecer a un movimiento nuevo, sino que siguen la estela de toda la filosofía, podríamos denominar presocrática. Este grupo de filósofos que se caracterizan por reflexionar sobre las dificultades e imperfecciones del conocimiento humano, culminarían en el pirronismo dogmático radical, cuyo carácter distintivo se centrará en el carácter indeterminado de la realidad, el desdén por la dialéctica excesivamente sofisticada y  la búsqueda de la felicidad huyendo de las controversias filosóficas. Esta sería la conexión con la filosofía abderita.
  2. Un segundo periodo caracterizado por cierto escepticismo metodológico, estaría representado por los miembros de la academia nueva y media: Arcesilao y Carnéades. Este pseudo escepticismo, no sería más que el desarrollo natural de las irritantes fórmulas socráticas de discusión, centradas en el juego del acuerdo y desacuerdo en el que la práctica de la refutación es fundamental. Este escepticismo, no obstante, se va a caracterizar por las propuestas positivas, lo verosímil o razonable y el probabilismo que presentan los filósofos arriba mencionados.
  3. El tercer y cuarto periodo son los que estrictamente podemos denominar escépticos. Enesidemo y sus sucesores son los representantes de la tercera época. Dos son las características esenciales de Enesidemo, primera que es el primer filósofo consciente de pertenecer a un movimiento singular que puede derivar de Pirrón y que será denominado escepticismo, segunda que presenta un carácter dialéctico y sistemático. Conserva los argumentos, los clasifica en los diez tropos y organiza el método contra la filosofía dogmática. Este escepticismo sí que podría ser denominado dialéctico, pues insiste en los argumentos necesarios para rebatir la filosofía no escéptica.
  4. El último periodo es singular, aunque estaría encuadrado en el escepticismo pirrónico, pues no deja de resultar sorprendente que uno de sus máximos representantes Sexto sea denominado el Empírico. Sexto es médico y asume el fenómeno como única fórmula válida para evitar la paralización de la vida. El carácter propio de los escépticos de esta época es que son médicos y conocen el método de observación; han advertido que constatando series de fenómenos, pueden realizarse previsiones. No podremos saber cuál es la causa de una enfermedad determinada y ante ella, suspendo mi juicio, pero sí que puede observar que aplicando un remedio determinado el paciente se cura o empeora. Y esto es lo importante la curación no el conocimiento. Brochard reconoce en ellos una especie de positivismo primitivo basado en la experiencia y en la observación.

Esta clasificación no cierra el círculo, podemos encontrarnos tantas como estudiosos se han ocupado de este tema, lo cual da idea de su complejidad. Para resolver tamaño enigma existen numerosos testimonios indirectos sobre el escepticismo, pero creo fundamental nombrar aquellas  fuentes  escritas que aportan algunos datos directos sobre este movimiento. Cicerón, Aulio Gelio, Timón de Fliunte, Sexto Empírico y Diógenes Laercio son autores fundamentales para el conocimiento de este movimiento. Dos textos más, el Contra los Académicos de Agustín de Hipona1 y un pasaje de Aristocles recogido por Eusebio de Cesárea en su Praeparatio Evangélica aportan algunos datos sobre el escepticismo académico y sobre la genuina posición pirroniana, respectivamente. Agustín de Hipona se presenta como un pecador, un escéptico que ha dudado de su fe y por ello considera al escepticismo como la doctrina del error y del pecado2, de ahí que su obra se considere como una respuesta para el que duda, un camino para llegar a Dios.

De las cuatro principales fuentes antiguas que aportan numerosos datos sobre el escepticismo hay que distinguir dos grupos: por un lado, Cicerón y Diógenes Laercio extraños al escepticismo, y por otro, Timón y Sexto que pertenecen a esta corriente filosófica. Por orden cronológico, Timón de Fliunte fue el portavoz de las doctrinas del primero de los escépticos Pirrón de Elis. Nació alrededor del 325 a. C. Y murió en Atenas hacia el 235. Aunque escribió poemas épicos, tragedias y treinta y dos obras cómicas, a nosotros nos interesan los testimonios que han sobrevivido de dos obras Los Sillos y Las Imágenes3, que al ser compuestos en verso permiten dar en muchos casos pruebas de autenticidad de la información que transmiten. Cicerón, por su parte, es un autor curioso, ya que si hubiesen sobrevivido sólo sus referencias sobre el escepticismo no hubiésemos clasificado a Pirrón de Elis como escéptico, lo cual es más significativo si pensamosque Cicerón fue un autor coetáneo al de Elis. Su libro más importante para conocer el escepticismo es Cuestiones Académicas que tuvo tres redacciones y que constaba de dos libros en la primera redacción y cuatro en la tercera. A nosotros sólo nos ha llegado el libro segundo de la primera redacción llamado Lúculo y el primero, aunque incompleto de la tercera redacción4.

Sexto Empírico5 es un historiador fiel al escepticismo, como corriente filosófica. Realiza la primera gran síntesis del movimiento escéptico y es el primero que tiene clara conciencia de pertenecer a una tradición filosófica singular y potente. Sexto rastrea en la filosofía anterior aquellos elementos que podrían ser caracterizados como escépticos, para demostrar la existencia de esta tradición filosófica. A partir de él, el escepticismo adquiere el sentido de escuela, con el significado de tener un modo común de pensar, un actuar propio de un grupo filosófico. Centrándonos en la obra de Sexto encontramos varios libros ordenados en dos grandes obras: las Hipotiposis pirrónicas, que son una introducción general sobre el escepticismo en tres libros y un grupo de once libros conocidos colectivamente bajo el epígrafe de Contra los dogmáticos. Diógenes Laercio y su libro Vidas de los Filósofos fue un intento de aclarar el origen y el desarrollo de las diferentes escuelas filosóficas. Diógenes es una fuente indispensable sobre el escepticismo debido a la cantidad de información que nos suministra. Sin embargo, esta fuente tiene dos graves inconvenientes ineludibles: primero, que la escribe una persona poco experta en cuestiones filosóficas, y segundo,  que es la fuente más incontrolada que existe por la gran cantidad de testimonios externos que utiliza. Aun así, la imagen que transmite Diógenes sobre el escepticismo coincide con la de Sexto, lo cual ya es una garantía de fiabilidad.

Sirva esta pequeña introducción a un movimiento rico en matices y en transformaciones. A partir de ahora iremos desgranando los aspectos esenciales de esta filosofía.


  1. La concepción de esta obra estuvo orientada por Cicerón, por lo que sólo se refiere al escepticismo de la «nueva academia», además como la conversión de S. Agustín tuvo un fuerte elemento intelectual, esta obra debe entenderse como una fuerte controversia filosófica como fórmula para demostrar y fundamentar su fe,  de ahí que considere el escepticismo como la doctrina del error y del pecado, y que aporte más datos sobre su estado psicológico de la duda que sobre el propio escepticismo, véase ROMÁN, R., Op. Cit., 1984, PP. 21-23 Y KIRWAN, C., «Augustine against the Skeptics», en The Sleptical Tradition, ed. Myles BURNYEAT, California Un. Press, 1983, pp. 205-223.
  2. Cf.  AGUSTÍN DE HIPONA, Confesiones, V, 10, 19, En él la relación entre cristianismo y filosofía es intercambiable, frente a un análisis filosófico encontramos una extraordinaria actitud pedagógica.
  3. Se trata, al parecer, de un poema en tres cantos, de los cuales el primero contenía una exposición narrativa, mientras que el segundo y el tercero estaban redactados en forma de diálogo entre Timón y Jenófanes, en los cuales se juzgaba y se hacía la sátira de todos los filósofos dogmáticos. Vid., DIELS, H., Poetarum Graecorum fragmenta, Voluminis III, Fasciculus prior, Poetarum Philosophorum Fragmenta, Berlin, 1901, fragmentos 1-66 (lo citaremos en adelante como DIELS, Poet., y el fragmento o página) y LLOYD-JONES & PARSONS, Suplementum Hellenisticum, Berlin, New York, 1983, fragmentos 775-840; (a partir de ahora siempre lo citaremos con la abreviatura S.H. y el número de fragmento).  DAL PRA, M., Lo Scetticismo greco, Milano, 1950; II ed. revisada y ampliada, 2 vols., Roma-Bari, 1975, Vol., I, p. 95, la considera la obra mayor de Timón; además, es de la que tenemos más información, Cf. pp. 25-33 de mi libro El escepticismo griego… en donde hago un estudio suscinto de las obras de Timón.
  4. Cf. para los problemas que plantea el texto la introducción de REID, J., Tulli Ciceronis Academica, London, 1885, pp. 1-73; y la introducción de PIMENTEL, J., Cuestiones Académicas, México, 1980, principalmente, pp. VII-XI. RACKHAM, H., Cicero, De natura deorum, Academica, London, 1972, se atreve a presentar los contenidos de los libros perdidos.
  5. Para situar a este pensador Cf., el artículo de VOLLGRAFF, G.W., "La vie de Sextus Empiricus", Revue de Philologie, de Litterature et d'Histoire anciennes, XXVI, 1902, pp. 195-210. Este artículo se encuentra también en SEXTO EMPIRICO, Los tres libros de Hipotiposis Pirrónicas, traducido del griego y adicionados tres apéndices, por Lucio GIL FAGOAGA, Madrid, 1926. Existe otra versión más actualizada de Antonio GALLEGO CAO y Teresa MUÑOZ DIEGO, Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos, Madrid, 1993.