Philosophical Skepticism

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La interpretación de Cicerón: La apátheia de Pirrón

Siguiendo con el plan que nos marcamos al principio del análisis de la figura y la doctrina de Pirrón, vamos a estudiar aspectos muy concretos y puntuales que se han conservado de este escéptico en la obra de Cicerón y de Aulo Gelio. Los dos manifiestan opiniones diferentes sobre Pirrón: Cicerón no le reconoce ninguna influencia en el escepticismo, y Gelio lo califica como el fundador de esta filosofía. Hemos observado, también, que Cicerón sólo considera el escepticismo académico, mientras que Gelio realiza una cuidadosa distinción entre escepticismo académico y escepticismo pirrónico. Así pues, estudiaremos primero las noticias que da Cicerón y después las presentadas por Aulo Gelio.

En el capítulo de fuentes, advertimos que cuando Cicerón se refiere a los antecedentes del escepticismo nombra a Demócrito, Anaxágoras, Empédocles y Sócrates, pero nunca a Pirrón, pues éste sólo está conectado a una tradición ética y no gnoseológica. Pirrón es citado por Cicerón en un contexto muy determinado: la teoría de los fines. El hecho de que Cicerón cite siempre a Pirrón insistentemente junto a Aristón y Erilo1 puede estar en relación con la fuente que utiliza Cicerón que, como hemos dicho, es la diuisio carneadia2 que planteaba posibles soluciones al problema del fin último o del sumo bien:

"Para éste, el sumo bien consiste en no conmoverse ni en un sentido ni en otro en relación a estas cosas, lo cual es denominado por él mismo adiaforía. Por su parte, Pirrón dice que el sabio ni siquiera siente estas cosas, lo cual es denominado apátheia"3.

En sus Cuestiones Académicas, lo pone en relación con Aristón de Quíos, discípulo de Zenón, que considera que la virtud se apoya en la indiferencia (adiaphoría) del actuar del hombre ante las cosas. Pirrón da un paso más cuando sostiene, además, que el sabio ni siquiera advierte la existencia de esas cosas. A esa doble indiferencia de Pirrón, Cicerón llama apátheia.

El tema de la apátheia de Pirrón no está del todo claro. Diógenes Laercio aplica a Pirrón el término adiaphoría4. Aristocles, por su parte, emplea el término apátheia5. Para el tiempo de Cicerón, dice Long&Sedley6, apátheia puede ser intercambiable con ataraxía. Hirzel7 arguye que sólo este último término es aplicable al fin ético de Pirrón, Brochard, por su parte, defiende apátheia como término correcto8. En definitiva, no hay ninguna razón concluyente que pueda excluir alguno de los términos que los diferentes textos aplican a Pirrón.

Esta fluctuación de vocablos quizá puede ser la estela, en un caso particular, de la discusión filosófica sobre las posiciones de Pirrón que representan, por un lado, Enesidemo9 y, por otro, los seguidores de Antígono (hoi perì tòn Karýstion Antígonon)10. Esto demuestra la existencia de un debate abierto sobre la figura de Pirrón, atestiguado en el espacio que Diógenes reserva a los sostenedores de cada una de las posturas. Confirma esta hipótesis un texto de Diógenes quien, al final del capítulo dedicado a Pirrón, una vez dicho todo lo que tenía que decir sobre el de Elis expone:

"Algunos declaran que el fin propuesto por los escépticos es la apátheia otros dicen que la dulzura de carácter"11.

Es interesante reparar en el lugar que ocupa este comentario en el libro, pues es el último párrafo del capítulo dedicado a Pirrón, como si con ello quisiera dar a entender Diógenes que además de la interpretación propuesta, explicada y desarrollada por él, durante todo el capítulo, otros autores entienden algo diferente, consignando este nuevo dato con toda honestidad. Decleva12 afirma que es evidente que los tinés del pasaje son los mismos que hoi perì tòn Karýstion Antígonon.

Esta tradición, posiblemente, es la recogida en las fuentes de Cicerón. Tradición que después seguirá vigente en la versión que nos deja Plutarco de una anécdota que cuenta Diógenes Laercio, basándose en un testimonio de Posidonio, sobre Pirrón13. Ésta anécdota de Posidonio declara lo siguiente: una vez que los que navegaban con Pirrón estaban atemorizados ante una tempestad, él señalando a un lechoncillo que sobre la nave comía sin preocuparse de nada, dijo a los demás "que el sabio debe mantenerse en igual estado de imperturbabilidad (ataraxía)"14. En Plutarco, la referencia al estado del lechoncillo que en medio de la tempestad continúa comiendo, viene señalada por el término "apátheian": tal impasibilidad, dice, es necesaria para quien no quiere ser turbado por los acontecimientos imprevistos15.

Otro episodio de Pirrón, viene narrado por Diógenes como ejemplo de apátheia, sin nombrarla: según éste, Pirrón sufrió en una herida que tenía la aplicación de fármacos desinfectantes, incisiones y cauterizaciones sin mover una sola ceja16. Recordemos, en este sentido, que la apatía de Pirrón, según decía Cicerón, era la aspiración a ne sentire quidem. Partiendo de estos presupuestos, no es sorprendente que los dogmáticos acusasen a Pirrón de convertir la vida en algo imposible si no se concede nada a los sentidos, lo cual parece que fue objeto de revisión por parte de Timón y de Enesidemo (h_s phasin hoi te perì tòn Tím_na kaì Enesíd_mon), proponiendo como fines escépticos la epoch_ y la ataraxía17.

El testimonio de Timón que dejaba Aristocles, mencionado al principio de este capítulo apunta en esta dirección. Allí, la suspensión del juicio que realiza Pirrón viene dada por términos bastante precisos desde un punto de vista del conocimiento: la indeterminación de las cosas, lleva a Pirrón a decir sobre cada cosa que no más es que no es, o bien es y no es [al mismo tiempo], o bien ni es ni no es. Sobre esta nulidad de las cosas se construye, paradójicamente, la felicidad; que no consiste en la obtención de algo, sino, justamente, en la suspensión de nuestra decisión sobre las cosas, por eso como las cosas son indeterminadas, sin estabilidad e indiscernibles está claro que ni nuestras sensaciones ni nuestras opiniones pueden ofrecer nada verdadero, ni nada falso. El hombre debe quedar sin opiniones, dado que éstas implican determinación o diferenciación de la cosa (diaphorá); también debemos quedar sin tender ni a un lugar ni a otro (aklin_s) y quizá también indecisos al no poder discernir completamente (ákritos). El que haga esto tendrá como resultado primero, la afasia y después la ataraxia.

Todas estas circunstancias, nos llevan a pensar que Cicerón sólo conoció un aspecto de la teoría de Pirrón: la parte ética, la única reconocida por las fuentes que él utilizó. Esto conduce a otro aspecto significativo: el reconocimiento por parte de Cicerón de Arcesilao como la única fuente del escepticismo, porque en su pensamiento manifesta problemas epistemológicos propios del escepticismo:

"Pensaba, en consecuencia, que todo está escondido en lo oculto y que nada hay que se pueda percibir o entender; que, por estas causas, es oportuno que nadie declare ni afirme algo  ni lo apruebe con el asentimiento"18.

Todo el escepticismo surge, a juicio de Cicerón, de Arcesilao, escolarca de la Academia platónica, que convierte la tradición socrático-platónica en una filosofía escéptica, que no deja de ser un tanto moderada dentro del escepticismo entendido en sentido amplio. Son, pues, las teorías de Arcesilao el punto de partida de todo el escepticismo: los problemas cognoscitivos del escepticismo son consecuencia, según esta idea, del desarrollo de las cuestiones platónicas. Al desconocer el escepticismo de Pirrón, Cicerón presenta a Arcesilao como un verdadero escéptico que incluso va más lejos que el propio Sócrates en la negación de toda la ciencia19 y destaca que la utilización del método socrático está lejos de la falsa modestia de la que hacía gala el maestro de Platón, precisando que sólo se trataba de un paso más en la búsqueda de la verdad, pero no un fin en sí mismo. Por eso,  dice Cicerón, que Arcesilao utiliza el método de Sócrates no para establecer su teoría sino para discutir y criticar las de los demás20.

Siguiendo el curso de la argumentación de Cicerón, Carnéades es el continuador del escepticismo. Carnéades fue el más fiel seguidor de las doctrinas de Arcesilao y del escepticismo académico. Ya entre los antiguos era considerado como el fundador de la llamada Nueva Academia21 -aunque no todos coinciden en esta clasificación-, y depositario de una vastísima cultura "nullius philosophiae partis ignarus est"22. Su filosofía, igual que la de Arcesilao, está determinada por el estoicismo23, por eso es normal que dirija sus ataques contra la posibilidad formal del conocimiento que defienden los estoicos en su doctrina24. De ahí, que Carnéades desarrolle como ningún otro el aspecto negativo, la parte destructiva que tiene el escepticismo académico ya que utiliza el material empleado y recogido en la filosofía de Crisipo contra los propios estoicos. Esta es la única línea escéptica que reconoce Cicerón en la filosofía griega.

Por la misma razón, Cicerón cree que Arcesilao es el creador de la epoch_ escéptica: la suspensión del juicio, que se produce cuando no existen razones, en pro o en contra, que sustenten una afirmación o negación. Así, en la exposición que hace Lúculo en las Académicas de Cicerón, al tratar de las doctrinas de Antíoco que estaban en contra de las teoría de la Academia de Arcesilao, afirma que para los académicos no existe la posibilidad de distinguir el conocimiento verdadero del falso, y que esto les lleva a la suspensión del juicio o epoch_:

"Primeramente, ¿cómo podéis no ser estorbados cuando las falsas [representaciones] no difieren de las verdaderas, después, ¿cuál es el juicio de la verdadera, si es común con el de la falsa. De esto nació necesariamente aquella epoch_, esto es suspensión del asentimiento, en la cual Arcesilao se mantuvo más firmente, si es verdad lo que algunos estiman acerca de Carnéades"25.

Todavía aparece otra justificación más palmaria de la adscripción de la epoch_ a la academia, pues no es gratuito que Cicerón termine su libro con una alabanza a la epoch_. En este caso es Catulo el que ante la imposibilidad de que haya algo que pueda aprehenderse y percibirse nos dice que aprueba la suspensión del juicio:

"Entonces Catulo dijo: ¿yo?; me vuelvo a la opinión de mi padre, que, por cierto, decía ser la de Carnéades; de modo que considero que nada puede percibirse pero, no obstante, estimo que el sabio asentirá a lo no percibido, esto es opinará, pero de tal manera que entienda que él opina y sepa que nada hay que pueda aprehenderse y percibirse; por lo cual, aunque apruebo aquella epoch_ de todas las cosas, asiento con vehemencia a aquella otra opinión: que nada hay que pueda percibirse"26.

Después de esta pregunta Cicerón interroga a Hortensio sobre qué le parece todo lo dicho en el diálogo y éste responde: "Tollendum". Esta frase queda incompleta, aunque su sentido puede ser comprendido si lo reconstruimos teniendo como base la sentencia de  II, XVIII, 59 en donde aparece "tollendus adsensus est", "ha de eliminarse el asentimiento"; creemos legítimo inferir, a partir de aquí, que en la respuesta que da, "Tollendum", se puede entender elípticamente esse adsensum: es decir, que debe eliminarse el asentimiento, por lo que dice Cicerón para terminar: "esa es sentencia propia de la Academia" (nam ista Academiae est propia sententia).

Cicerón, pues, tenía clara la adjudicación de la teoría de la suspensión del juicio a Arcesilao, a quien califica de revolucionario porque cambió la filosofía que ya estaba establecida; pues, según Cicerón, ninguno de sus predecesores había dicho que el hombre no puede opinar nada:

"Jamás alguno de sus predecesores había no ya expresado, sino ni siquiera dicho que el hombre no puede opinar nada; y que no sólo no puede, sino que así es obligatoriamente para el sabio; a Arcesilao le pareció esta sentencia tanto verdadera como honrosa y digna del sabio"27.

No obstante, esta idea de Cicerón no está tan clara. Diógenes Laercio oscurece este asunto, cuando atribuye la teoría de la suspensión del juicio una vez a Pirrón28, y otra a Arcesilao29. La situación adquiere mayor complicación si le añadimos un dato más: Pirrón y Arcesilao fueron coetáneos y ninguno dejó nada escrito; lo cual conduce, sin remedio, a conjeturar hasta las posibles influencias que cada uno de ellos pudo ejercer en el otro30. Nosotros hemos podido constatar que tanto Sexto Empírico como Diógenes Laercio creen encontrar alguna influencia de Pirrón de Elis sobre Arcesilao31. Entendemos, por tanto, que la creación de la epoch_ de ser atribuida a alguien debería ser a Pirrón. A pesar de todo, tanto en el caso de Pirrón como en el de Arcesilao tenemos que juzgar por aquellos testimonios que dejan sus discípulos y en ningún caso son definitivos.

En resumen, Cicerón conoce los aspectos éticos de las teorías de Pirrón, pero serán justamente los problemas referentes al conocimiento los que van a tener un mayor desarrollo en el escepticismo, sobre todo a partir de Enesidemo. Esta reflexión proporciona cierta base que fundamenta la caracterización de Pirrón no sólo como pensador ético sino también preocupado por el conocimiento. Esta lectura que hace Cicerón, no puede ser achacada al propio Cicerón pues las fuentes a la que él tiene acceso sólo contemplan los elementos éticos, habiendo desaparecido los gnoseológicos. Curiosamente, esta actitud ética de Pirrón, según Cicerón, fue poco influyente en la filosofía posterior; pero esto no ocurre con el conjunto de su pensamiento que contribuye singularmente a la historia de la filosofía.

Pirrón se cuestiona la realidad, y este cuestionamiento no estaba muy lejos del problema central de toda la filosofía presocrática. Este punto de partida no es original, pero sí lo son algunas de las soluciones aportadas, ya que fue su actitud escéptica la que reivindicó el pensamiento no en cuanto verdad, sino en cuanto búsqueda, una búsqueda en la que los resultados nunca están dados a priori sino que tienen que ir surgiendo poco a poco a través de la indagación. La investigación manifiesta un fin determinado: llegar a la felicidad: a través de la ataraxía, según unos o a la apátheia, según otros. No sabemos si al final Pirrón consiguió ser feliz o no; sí sabemos, según los testimonios que han sobrevivido, que permaneció pobre, no sacó partido de su duda y su vida fue simple, austera e irreprochable. Todo un modelo que no estaría de más rescatar.

  1. Cfr. CICERÓN, De fin., II, XIII, 43; IV, XVIII, 49; IV, XXI-XXII, 60, y V, VIII, 23 y Tusc., V, XXX, 85.
  2. Cfr. CICERÓN, De fin., V, VI, 16, vid., supra, p. 273.
  3. "Huic summum bonum est in his rebus neutram in partem moveri, quae _διαφoρία ab ipso dicitur; Pyrrho autem ea ne sentire quidem sapientem, quae _πάθεια nominatur",
    CICERÓN, Acad., II, XLII, 130; cfr. De fin., II, XIII, 43; IV, XVIII, 49 y IV, XXI-XXII, 60, donde el nombre de Pirrón siempre está unido al del estoico Aristón; De off., I, 6 y Tusc., V, XXX, 85.
  4. Cfr. D.L., IX, 66.
  5. Cfr. EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 18; vid., también Antigono apud Aristocles in EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 26 (o_δ΄ _ξια τ_ς _παθείας).
  6. Cfr. LONG, A.A., & SEDLEY, D.N., The Hellenistic philosophers, vol. 2, p. 12.
  7. Cfr. HIRZEL, R., Untersuchungen, Op. cit., pp. 15-19.
  8. Cfr. BROCHARD, V., Op. cit., pp. 58-59.
  9. Cfr. Enesidemo in D.L., IX, 62, 106.
  10. Cfr. Antígono in D.L., IX, 62-64 y 66.
  11. "τιv_ς δ_ κα_ τ_v _πάθειαv _λλoι δ_ τ_v πραότητα τέλoς ε_πε_v φασι τo_ς σκεπτικoύς". D.L., IX, 108.
  12. Cfr. DECLEVA CAIZZI, Op. cit., p. 151.
  13. Cfr. D.L., IX, 68; vid., infra, p. 423, nota 156.
  14. "_ς χρ_ τ_v σoφ_v _v τoιαύτ_ καθεστάvαι _ταραξί_".
    D.L., IX, 66: DECLEVA CAIZZI, 17 A.
  15. "_τι τoιαύτηv _πάθειαv... τ_v _π_ τ_v πρoστυγχαvόvτωv διαταράττεσθαι μ_ βoυλόμεvov".
    PLUTARCO, Prof. virt., 82 ef: DECLEVA CAIZZI, 17 B. La coincidencia entre los textos impide que la anécdota sea tomada en plan caricaturezco, además algunos textos de Timón apuntan también en este sentido: cfr. EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 18, 1-4: DECLEVA CAIZZI, 53, muy estudiado por nosotros, Vid., supra, pp. 346-347, nota 19; Ibidem, 18-19: DECLEVA CAIZZI, 58; DIELS, Poet., 67: DECLEVA CAIZZI, 61 A.
  16. Cfr. D.L., IX, 67. Este texto está en la misma línea que otro de Antígono quien afirma que Pirrón se comportaba de un modo consecuente también en la vida, no precaviéndose de nada y no rehusando nada, sin conceder nada a los sentidos, vid., D.L., IX, 62: DECLEVA CAIZZI, 6, infra, p. 419, nota 149.
  17. "τέλoς δ_ o_ Σκεπτικoί φασι τ_v _πoχήv,... _ _ταραξία, _ς φασιv o_ τε περ_ τ_v Τίμωvα κα_ Α_vεσίδημov".
    D.L., IX, 107. Sexto, por su parte, en M., XI, 159, distingue entre bienes y males según la opinión y según la necesidad (κατ_ δόξαv y κατ΄ _vάγκηv), y admite que en lo que se refiere a las πάθη involuntarias, el escéptico no puede sustraerse a ellas,
    "Así, como el escéptico en virtud de la necesidad de las afecciones es guiado  por la sed a la bebida, por el hambre a la comida, y de igual manera a las otras cosas".
    _σπερ o_v κατ_ τ_v _vάγκηv τ_v παθ_v _ σκεπτικ_ς _π_ μ_v δίψoυς _π_ πoτ_v _δηγε_ται _π_ δ_ λιμo_ _π_ τρoφήv, κα_ _πί τι τ_v _λλωv _μoίως".
    SEXTO, H.P., I, 238; pero replica a los dogmáticos que la turbación que refleja esto será mucho menor que el que sigue el πάθoς que deriva de la opinión.
  18. "sic omnia latere censebat in occulto, neque esse quidquam quod cerni aut intellegi posset; quibus de causis nihil oportere neque profiteri neque adfirmare quemquam neque adsensione approbare",
    CICERÓN, Acad., I, XII, 45.
  19. Cfr. CICERÓN, Acad., I, XII, 45.
  20. Cfr. CICERÓN, De Orat., III, 67.
  21.   Cfr. SEXTO, H.P., I, 220 y EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 8: MIGNE, P.G., XXI, 1213 A, 1216 B.
  22. Interesante, en este sentido, que veamos para estas dos últimas afirmaciones CICERÓN, Acad., I, XII, 46.
  23. Cfr. CICERÓN, Acad., II, XXX, 98. Como ya hemos visto, Carnéades solía parodiar la frase que decía:
    "sin Crisipo no habría Estoa"
    "ε_ μ_ γ_ρ _v Χρύσιππoς, o_κ _v _v στoά"
    D.L., VII, 183.
    con otra que decía
    "sin Crisipo no existiría yo (Carnéades)."
    "ε_ μ_ γ_ρ _v Χρύσιππoς, o_κ _v _v _γώ".
    D.L., IV, 62; cfr. para estas noticias sobre los estoicos vid., PLUTARCO Sto. Rep., 10, 44 y EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 8: MIGNE, P.G., XXI, 1216 B.
  24. Cfr. SEXTO M., VII, 159; CICERÓN, De nat. deor., II, LXV, 162 y Acad., III, XVII, 39).
  25. "Primum qui potestis non impediri cum a veris falsa non distent? deinde quod iudicium est veri cum sit commune falsi? Ex his illa necessario nata est _πoχή, id est adsensionis retentio, in qua melius sibi constitit Arcesilas, si vera sunt quae Carneade non nulli existimant".
    CICERÓN, Acad., II, XVIII, 59.
  26. "Tum Catulus: ¿Egone? -inquit-; ad patris revolvor sententiam, quam quidem ille Carneadeam esse dicebat, ut percipi nihil putem posse, adsensurum autem nom percepto, id est opinaturum, sapientem existumem, sed ita ut intellegat se opinari sciatque nihil esse quod comprehendi et percipi possit; quare _πoχήv illam omnium rerum comprobans illi alteri sententiae, nihil esse quod percipi possit, vehementer adsentior".
    CICERÓN, Acad., II, XLVIII, 148.
  27. "Nemo umquam superiorum non modo expresserat sed ne dixerat quidem posse hominem nihil opinari, nec solum posse sed ita necesse esse sapienti; visa est Arcesilae cum vera sententia tum honesta et digna sapiente".
    CICERÓN, Acad., II, XXIV, 77. Este texto es para Brochard una prueba inequívoca de que según Cicerón, Arcesilao fue el creador de la _πoχή (aunque bien es cierto que el texto está muy lejos de ser claro y preciso en el tema de la suspensión del juicio) cfr. BROCHARD, V., Op. cit., p. 94. La recomendación de Arcesilao, según Cicerón, está, pues, muy clara: no declarar nada ni aprobar nada con el asentimiento, suspender el juicio, Cfr. CICERÓN, Op. cit., I, XII, 45. Según Cicerón, todo este cambio en la filosofía vino como consecuencia de la afirmación de Arcesilao de que nada podía saberse o percibirse, lo cual significó llevar hasta sus máximas consecuencias la afirmación socrática, por excelencia:
    "¿No es verdad que, cuando ya se hallaban consolidadas las más importantes escuelas de los filósofos se levantó entonces, al igual que Tiberio Graco en la mejor situación pública para perturbar la tranquilidad, del mismo modo Arcesilao, para trastornar la filosofía consolidada y abrigarse bajo la autoridad de los que habían dicho que nada se puede saber o percibir?"
    "nonne cum iam philosophorum disciplinae gravissimae constitissent, tum exortus est, ut in optima re publica ti. Gracchus qui otium perturbaret, sic Arcesilas constitutam philosophiam everteret, et in eorum auctoritate delitesceret qui negavissent quidquam sciri aut percipi posse?",
    Ibidem II, V, 15.
  28. Cfr. D.L., IX, 61.
  29. Cfr. D.L., IV, 28.
  30. Cfr. COUSSIN, P., " L'origine et l'évolution de l'epoch_", Revue des Études Grecques, 42, 1929, p. 374-375. Algunos autores como GOEDECKEMEYER, A., Op. cit., p. 32-33 y PALEIKAT, G., Op. cit., pp. 3-7, citan textos de Diocles de Cnido y Numenio  en la Praep. Evang., de Eusebio (cfr. XIV, 6,4; 6,6 y 12-13) para sostener la influencia de Pirrón sobre Arcesilao, pero según Coussin estos testimonios posteriores en numerosos siglos a Arcesilao y Pirrón y, por tanto, son poco convincentes, vid., art. cit., 376-377. Nosotros nos inclinamos, igual que la mayoría de los autores, por la prioridad en el tiempo de Pirrón sobre Arcesilao, aunque no parece que la Nueva Academia se formase con influencias del pensamiento pirroniano.
  31. Aunque a Sexto le parecen semejantes la posición de Arcesilao y de Pirrón, sin embargo es un tanto crítico con las teorías del primero, pues aporta datos que confirmarían un cierto platonismo dominante en su filosofía, aunque bien es cierto que bastante disfrazado y camuflado por una dosis de escepticismo, de ahí que cite el testimonio de Aristón, según el cual en Arcesilao estarían sintetizadas tres tendencias. Cfr. SEXTO, H.P., I, 234. Este testimonio aparece como sabemos en D.L. IV, 32-33: DECLEVA CAIZZI, 32, y en EUSEBIO, Praep. Evang., XIV, 6: MIGNE, P.G., XXI, 1200 A. Esta sentencia es una sutil parodia de la descripción de la quimera homérica,  cfr. supra, p. 63, nota 70. Podríamos deducir, según esta caracterización, que Arcesilao no tenía un lugar muy definido entre sus contemporáneos, prueba de ello es quizá su situación un tanto ambigua.
    De lo que parece no existir dudas es que tanto para Sexto M., VII, 190, como para Diógenes Laercio, IV, Arcesilao pertenece a la tradición académica depositaria de las enseñanzas de Sócrates y Platón.