Philosophical Skepticism

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Early Skepticism and the Reformation

Manuel Bermúdez Vázquez – Universidad de Córdoba

El escepticismo temprano del Renacimiento está directamente relacionado con la manera en que esta corriente de pensamiento recorrió los años de la Edad Media. Sin la determinación de qué ocurrió en este periodo con los textos e ideas pirrónicos y académicos no podríamos situarnos correctamente en la recuperación del escepticismo en el Renacimiento. Sería un error de análisis considerar que este redescubrimiento surgió de la nada.

De cara al estudio de este escepticismo temprano renacentista debe tenerse muy en cuenta la división de esta corriente en dos escuelas distintas y, en cierto modo, prácticamente opuestas: el escepticismo académico, originado en la Academia platónica y cuya principal doctrina sería que nada puede ser conocido; y el escepticismo pirrónico, fruto del pensamiento de Pirrón de Elis y de toda una larga tradición presocrática de filósofos que ponían el acento en la inaprehensibilidad del conocimiento. La propuesta de esta corriente sería la búsqueda constante de la realidad evitando las afirmaciones dogmáticas como la practicada por los académicos. Dividido así el escepticismo en dos ramas distintas, cada una llevará una historia diferente.

El escepticismo académico sí tuvo cabida en la Edad Media, sobre todo a través de Cicerón, quien con su obra Cuestiones académicas estableció impecablemente la óptica desde la que esta rama contemplaba las cosas, y de San Agustín y su obra Contra los académicos, escrita, precisamente, para frenar los ímpetus escépticos de la obra de Cicerón. La Edad Media, considerada dogmática y teocéntrica por definición, no fue ni tan plana ni tan unívoca.

La característica fundamental del escepticismo medieval será la de afectar a un buen número de pensadores, pero de una forma ligera y siempre de una manera instrumental. En general, los filósofos medievales darán cabida a elementos propios del escepticismo en sus obras simplemente con objeto de acabar con las propuestas rivales (dada la utilidad del escepticismo para ello) antes de erigir las suyas.

El escepticismo llega al Renacimiento más o menos vivo a través de algunos debates intelectuales medievales. Es el Renacimiento un periodo extraordinariamente complejo, comenzando desde sus propios límites temporales hasta la auténtica plétora de pensadores que en él tienen cabida.

Probablemente el desarrollo exitoso del escepticismo en el Renacimiento tendrá mucho que ver con la casualidad histórica de la Reforma protestante iniciada por Lutero en 1517, cuando clavó con fuerza sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg, y que tendrá su punto álgido a lo largo de los siguientes siglos. Este contexto sí será idóneo para el escepticismo, donde se mostrará en todo su esplendor y dará cuenta de su eficacia y utilidad para destruir las doctrinas dogmáticas que la Iglesia Católica sabrá, oportuna y hábilmente, identificar con la multitud de reformas de la ortodoxia: Lutero, Calvino, Zuinglio, anabaptistas y los restantes.

El escepticismo será utilizado, así, para declarar lo erróneo de tratar de establecer verdades ciertas absolutamente más allá de lo que la revelación divina y la fe puedan otorgar, considerando, paralelamente, a la Iglesia Católica como la única intercesora valedera para estas cuestiones. Los oradores católicos harán buen uso del arsenal del escepticismo en sus debates con otros intelectuales reformistas y, en general, saldrán siempre victoriosos. En este panorama podemos entender el motivo por el cual la corriente de la duda irá adquiriendo más y más importancia. También podemos entender mejor por qué Lutero atacó a Erasmo de Rótterdam con su “Sanctus Spiritus non est escepticus” en su De servo arbitrio.

Las dos ramas del escepticismo recorrerán un camino distinto en el Renacimiento. En los primeros años de este periodo el escepticismo académico gozará de mayor importancia debido a la falta de difusión de las fuentes del pirronismo. A través de Cicerón, autor de enorme éxito en los círculos renacentistas, los pensadores de este tiempo dispondrán más fácilmente de las herramientas escépticas.

El éxito inicial del escepticismo académico en el Renacimiento, de todos modos relativo, irá cediendo ante el empuje filosófico del pirronismo y su mayor versatilidad y alcance filosóficos. El escepticismo pirrónico será recuperado a través de las obras de Sexto Empírico. Es aquí donde está la clave de todo el sistema del redescubrimiento de esta corriente en el Renacimiento.

Para ayudar al análisis de este complejo mecanismo de difusión, se pueden considerar cuatro itinerarios a través de los cuales el pirronismo pasó a ser conocido, tenido en cuenta y utilizado por los filósofos de este periodo. Estos cuatro caminos son: 1) El intercambio de ideas entre filósofos griegos y humanistas italianos, ocurrido sobre todo en la segunda mitad del siglo XV y la primera del siglo XVI, que permitió conocer la existencia de las obras de Sexto Empírico. 2) El aumento paulatino del número de copias de los manuscritos de Sexto Empírico tanto en griego como algunas traducciones latinas que se verá culminado con la edición de Henricus Stephanus de la traducción latina de las Hipotiposis pirrónicas en el año 1562. 3) El cambio que sufrió la valoración interpretativa que los humanistas hacían de la obra del Empírico, de ser una fuente documental y un texto con exclusivo valor literario pasó a ser vista desde una perspectiva ética y religiosa. 4) La basculación geográfica del interés por el pirronismo de Italia al norte de Europa, junto con esto vendrá la primera interpretación epistemológica del escepticismo pirrónico.