Philosophical Skepticism

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El escepticismo renacentista de Francisco Sánchez

Francisco Sánchez, el escéptico: breve historia de un filósofo desenfocado Documento PDF

Francisco Sanches. From the Summer 2020 Edition of the Stanford Encyclopedia of Philosophy Documento PDF

Ciencia y metafísica en la obra de F. Sánchez 'el escéptico' Documento PDF

Escepticismo y Nominalismo en el Renacimiento: Sánchez y Montaigne Documento PDF

Galileo Galilei y Francisco Sánchez 'el escéptico' Documento PDF

Libertinos e Escépticos Sánchez fronte a Bruno Documento PDF

O pensamento galego na historia (Aproximación Crítica) Documento PDF

Manuel Bermúdez Vázquez - Universidad de Córdoba

1. Podemos establecer que Francisco Sánchez nació en 1551 en Tuy, Galicia, en el seno de una familia de judíos conversos o cristianos nuevos. Probablemente esta característica influyó en cierto modo sobre la evolución intelectual de este médico-filósofo gallego, aunque resulta imposible determinar en qué manera y extensión pudo afectar a su obra filosófica. En todo caso, hemos encontrado factores en la obra de Sánchez tanto a favor como en contra de la posibilidad de que presente influencias del pasado judío de su familia. En contra estaría la utilización de cierto fideísmo moderado en su obra de carácter escéptico, cuestión que le aproximaría a las tesis que lo sitúan desvinculado del mundo judaizante. A favor podemos ver la falta de la dedicatoria a la virgen, las citas del Antiguo Testamento y no del Nuevo y el tono un tanto superficial y casi tópico del uso del fideísmo como salida a la duda propuesta.

2. La característica fundamental en relacion a las fuentes de la obra Que nada se sabe es la total falta de acribia, la imprecisión a la hora de mencionar las deudas y préstamos filosóficos de Sánchez. Esta cuestión hace especialmente difícil llevar a cabo un análisis de las fuentes. Sin embargo, el estudio pormenorizado de la obra arroja como resultado que entre los autores que tienen cabida en sus páginas se encuentran Galeno, Plutarco de Queronea, Diógenes Laercio, Sexto Empírico, Cicerón, junto con los obvios e imprescindibles Platón y Aristóteles, en cuyos textos se centraba la formación escolástica de Sánchez, sobre todo en las obras del último. Éstas son las fuentes principales de la obra Que nada se sabe en relación al escepticismo. Junto con estos autores explícitamente filosóficos, Sánchez también se sirvió de autores y textos cristianos, como el Eclesiastés o San Agustín.

3. El objetivo fundamental que Sánchez se propone a la hora de escribir su obra Quod nihil scitur es el de acabar con la hegemonía de la escolástica aristotélica imperante en el panorama intelectual de su época y que dominaba de manera asfixiante la mayoría de los ámbitos educativos, de forma que ningún estudiante podía sustraerse a esta influencia que, para el tudense, se ofrecía perniciosa. El recurso al escepticismo surgió, como se deriva del análisis de la obra que nos ocupa, de forma instrumental, como ocurre muy a menudo con el caso de la corriente de la duda. Ello significa que Sánchez habría utilizado cualquier otro recurso para lograr el objetivo de alcanzar una ciencia segura y fácil (sic) y acabar con la influencia de Aristóteles. El caso es que el escepticismo se mostraba idóneo para esta tarea. No debemos olvidar en este estudio que el objetivo final de Sánchez será el de instaurar una ciencia nueva, con lo cual ninguna otra meta significará el punto de llegada definitivo. Cualquier cuestión que separe de este propósito será rápidamente obviada y eliminada del procedimiento de crítica. Esto ocurrirá con el fideísmo, que por sus características, representaba un puerto de llegada intelectual, dedicado más a desmoronar las certezas del saber para justificar la confianza exclusiva en la fe que a edificar nuevas certidumbres. En el procedimiento de crítica las referencias autobiográficas serán constantes, haciendo constar que lo que él pensaba que era la ciencia cuando era un estudiante no era sino una creencia.

4. En el proceso de crítica Sánchez irá adquiriendo adhesiones temporales que luego irá desechando y descartando. Esto podría hacer pensar que el tudense trató de lograr una mezcla ecléctica adecuada de ideas para mejorar su ataque al aristotelismo, sin embargo responde más a la falta de claridad y a su estrategia de conjunto que era, en el intento de acabar con el saber establecido en su época, recurrir a todas las teorías que pudieran ayudarlo con este propósito. Así pues, además del pirronismo, también utilizará el escepticismo académico que ya se intuye desde el título que, en cierto modo dogmáticamente, niega la posibilidad de conocimiento.

5. La crítica al principio de autoridad, al que tanto aborrece Francisco Sánchez, ocupa una parte importante de la obra que nos ocupa. Sánchez, hastiado del sistema de enseñanza del Renacimiento, al que considera culpable de la corrupción intelectual de los estudiantes, arremete sin ambages contra todo lo que considere autoridad arrogada. El tudense no considera que ninguno de los sabios del presente o del pasado se halla en disposición de responder satisfactoriamente a las preguntas que surgen de las dudas. Los antiguos porque proponían salidas que no existían y alejaban de la realidad que merecía ser estudiada y sus contemporáneos porque se limitaban a acudir a la autoridad de Aristóteles al que atribuían el dominio de toda la verdad. Todo esto iría en detrimento de la ciencia, que es el verdadero objetivo que merece la pena perseguir, y también en menoscabo de la educación, fomentando la ausencia de espíritu crítico. Contra todo esto se subleva Sánchez a través de su obra. La propuesta que establece es que, una vez estudiadas brevemente las teorías ajenas, el joven debe ser dejado libre para aprender e investigar por su cuenta lo más apegado posible a la realidad de la naturaleza. El análisis personal, de cualquier tipo que sea, conducido dentro de unos límites, se revela superior al ipse dixit. Es aquí donde surge una contradicción en Sánchez, al atribuir prioridad al estudio libre y, a la vez, reconocer la necesidad de una guía que oriente al joven y lo mantenga en los márgenes de la racionalidad para evitar el desorden epistemológico que conduce a la improductividad.

6. El lenguaje será otra de las estructuras que recibirá la crítica de Sánchez. Como estructura básica sobre la que se apoya el saber, una vez destruido el lenguaje, quedarán abolidos los sistemas filosóficos que sobre él se sostienen. Fundamentalmente usará a Sexto Empírico y su principio de la convencionalidad de la palabra para acabar con la propuesta platónica sobre el lenguaje incluida en el Crátilo. Contra Aristóteles asumirá la argumentación de la diferencia indirimible que un mismo objeto provoca en varios sujetos, rechazando el postulado básico de la identidad del objeto que se encuentra en la base de la especulación del Estagirita. Así, establecido que no se puede saber con certeza lo que significa una palabra, no puede haber ciencia apoyada en estas palabras. De esto modo, si se alcanza a demostrar la arbitrariedad del lenguaje junto con su evolución incesante podemos ver que la inestabilidad a la que va unida el lenguaje impediría fundamentar sobre él el saber científico.

7. La estructura fundamental de la obra Quod nihil scitur se organiza en torno a cuatro definiciones de ciencia que Sánchez considera: una de origen platónico, "saber no es más que recordar"; dos aristotélicas, "la ciencia es un hábito adquirido por demostración" y "conocer unas cosa por sus causas"; y una cuarta definición propuesta por él mismo, "la ciencia es el conocimiento perfecto de una cosa". Estas cuatro definiciones tienen alcances muy diversos y el tudense dedicará una buena cantidad de páginas a ir desmontando sistemáticamente cada una de ellas. Ahora bien, lo sorprendente es que en una de éstas Sánchez dé cabida a Platón, cuya figura y peso específico en el Renacimiento son difíciles de determinar y cuya influencia en los ambientes intelectuales era mucho menor que la de Aristóteles. Probablemente la razón de esto se deba a que Sánchez pudo entrar en contacto, durante sus años de estudio en Italia, con la teoría de la reminiscencia platónica y considerara oportuno tratar de destruirla para no parecer demasiado centrado en exclusiva en el Estagirita. Curiosamente, en su crítica a las teorías de Platón, Sánchez utilizará el mismo método que el maestro del fundador de la Academia: la pregunta. El Que nada se sabe está lleno de interrogaciones, no siempre retóricas, que persiguen el mismo objetivo que la ironía socrática. Es una técnica que busca, principalmente, la desilusión, porque echa por tierra las ideas que antes teníamos por verdaderas y según las cuales nos regíamos.

8. Para la crítica a las definiciones aristotélicas Sánchez divide con habilidad lo que originalmente formaba parte de un todo. Esta característica tiene sus puntos de contacto con Sexto Empírico, quien solía reducir cada concepto a sus partes mínimas constitutivas para así atacarlas separadamente con mayor facilidad. Pero el tudense no se limitará a separar en dos lo que parece una definición unitaria, sino que además una de las partes que considera no aparece en ningún texto del Estagirita, lo que puede significar que Sánchez la creó ad hoc, distorsionando aún más la fórmula original. A lo largo de la crítica sancheciana a las definiciones de ciencia irán cayendo también algunos de los elementos principales de la filosofía de Aristóteles, como las categorías. Sánchez atacará con fruición el proceso de definición, que está en la base del sistema del Estagirita y es su instrumento básico.

9. El siguiente elemento que caerá bajo el punto de mira de la crítica de Sánchez será el silogismo. Lo acusa de ser más complejo que lo que intenta probar, de no ser más que una mera concatenación vacía de palabras. Una de las objeciones que presenta es que, en la práctica, la utilidad del silogismo y su validez pueden ser sustituidas por modificaciones lingüísticas. El silogismo quedaría reducido, para Sánchez, a una discusión verbal estéril cuyo fin estaría en sí misma. En particular, el elemento que no permite al tudense creer en la más mínima posibilidad gnoseológica de la lógica del Estagirita es el terrible abismo que media entre el silogismo y la realidad, la cesura que hay entre la palabra y la cosa. La clave de todo este sistema crítico estaría en que si, por una parte se ha expuesto largamente la convencionalidad de los nombres, por otra parte no se puede exaltar la infalibilidad de las construcciones silogísticas, las cuales se apoyan sobre estas mismas palabras que son arbitrarias y, además, cambiantes.

10. La crítica al principio de causalidad comenzará con la pregunta de si es necesario conocer todas las causas para poder acceder al conocimiento de las cosas. El ejemplo demoledor al que acude Sánchez y que pertenece al tradición de la crítica de la teoría etiológica es el de que para conocer completamente a un hombre sería necesario conocer a su padre, como causa eficiente que sería del primero. Pero luego habría que conocer también al padre de éste, y así hasta el infinito. La cuestión clave de esta crítica no está en la típica regresión y el aplazamiento progresivo de la respuesta que esto supone, sino en que obliga a situar la respuesta en términos cada vez más vagos y abstractos, condenando a la investigación que se está intentando llevar a cabo a un progresivo alejamiento de la realidad, perdiendo gradualmente cualquier carácter de auténtica cientificidad. Esta característica irá frontalmente en contra de la propuesta sancheciana de mantener siempre el análisis lo más apegado a la naturaleza que sea posible. Lo que resulta más sorprendente de esta crítica de Sánchez a la doctrina de la causalidad es la total ausencia de elementos procedentes del escepticismo. Esta característica resulta aún más destacable si se considera que la polémica contra la causalidad ocupaba un puesto primordial en la crítica contra las doctrinas dogmáticas. Los tropos escépticos, tan útiles en estos menesteres, no son considerados por Sánchez. Quizá el tudense no se sirvió de esta útil herramienta para evitar caer en el mismo error en el que se precipitaban sus contemporáneos: la aceptación acrítica del principio de autoridad. Esto puede parecer un tanto débil, pero para Sánchez, probablemente, éste era uno de los núcleos más importantes que había que derrotar y quería utilizar su propia crítica. El aristotelismo tardoescolástico que imperaba en las universidades del Renacimiento estaba constituido, entre otras cosas, por la posibilidad de obtener un conocimiento a priori sirviéndose de las argumentaciones que expresan una conexión causal necesaria. La oposición radical a esta concepción de ciencia tiene un significado muy particular para Sánchez, sobre todo por su profesión de médico, de ahí que el tudense no quiera servirse de los tropos escépticos para acabar con esta conexión causal.

11. Todos los escritos de carácter filosófico de Sánchez demuestran un completo conocimiento de los textos lógicos y científicos de Aristóteles. Esta comprensión permitió al tudense elaborar una crítica muy eficaz en términos filosóficos. Sin embargo, en esta oposición radical al modelo de ciencia aristotélico Francisco Sánchez no representa una voz única, sino que se sitúa en una óptica similar a la de otros pensadores del siglo XVI, entre quienes se encuentran Juan Luis Vives y Gianfrancesco Pico della Mirandola. La principal coincidencia entre el valenciano y el gallego reside en su consideración sobre el problema de la educación. Aunque esta misma similitud también contiene algunas diferencias, como el tono moralista de Vives frente a la crítica más fugaz, simple y carente de referencias morales de Sánchez. Éste no indica ningún programa pedagógico para seguir, ya que su interés es fundamentalmente la crítica epistemológica. Aquél dedicará gran parte de sus energías intelectuales a proponer un sistema educativo.

12. La conciencia de la discordia inconciliable en el campo del saber es común a Gianfrancesco Pico y a Sánchez. Los textos de ambos autores tienen ciertas similitudes de carácter escéptico y los dos coinciden en su crítica a Aristóteles, sin embargo, también presentan desemejanzas. Por ejemplo, Pico utiliza a Sexto Empírico como fuente, pero desde una perspectiva histórico-filosófica, mientras que Sánchez parece considerar la obra de Sexto sólo como un aliado en su crítica epistemológica. Pico, además, utilizará el escepticismo como una herramienta para defender su fe, situándose, de este modo, en un total fideísmo. Sánchez no se puede decir que sea completamente ajeno a este fideísmo, pero lo utiliza de una forma totalmente diferente, característica en la que algunos han podido observar alguna reminiscencia del pasado judío de la familia del tudense. Sánchez, Vives y Pico coinciden en su juicio global sobre el panorama cultural de la época que les tocó vivir en el que la filosofía aristotélica era la hegemónica en las escuelas y universidades. También coinciden en la queja expresa de este statu quo y su lamento amargo por una situación que parece difícil de combatir y aún más de cambiar.

1. Presentadas las críticas a toda la tradición filosófica y a los modelos de ciencia contemporáneos a Sánchez, lo único que parece quedar como remedio al vacío del conocimiento son dos conceptos que el propio tudense ofrece: el relativismo y el probabilismo. Según el primero, cada cual debería pensar por sí mismo y sin la intención de convencer a nadie para que comparta su propia visión. A falta de un juez que pueda dirimir las posibles diferencias se llega a la conclusión de que todas las personas son igual de sabias y, a la par, igual de ignorantes. La segunda alternativa ofrecida por Sánchez, el probabilismo, queda en una mera promesa vacía, pues no se ocupa del asunto más que en una mención ligera aplazando el análisis de la misma. Sin embargo, esta misma mención, ha bastado para que se identifique al tudense como un posible seguidor de Carnéades, a quien se consideraba el estandarte del probabilismo como salida al escepticismo.

2. Destruidas las posibles definiciones de ciencia que Sánchez considera, el autor del Que nada se sabe ofrece su propia definición de ciencia: "ciencia es el conocimiento perfecto de una cosa". No es que nuestro médico gallego trate de ofrecer una respuesta dogmática, sino que pretende demostrar, de acuerdo con el espíritu de su obra, que ni siquiera él mismo puede dar una salida satisfactoria a la crítica tan demoledora de cualquier posibilidad de conocimiento que se ha llevado a cabo. Sánchez dedicará una gran cantidad de páginas a acabar minuciosamente con cualquier atisbo de veracidad que su definición pueda tener, lo cual arroja un fuerte contraste con la presunción de los que se arrogan el conocimiento, aumentando, de esta forma, la convicción sancheciana de que, en realidad, nada se sabe.

3. En el camino de su crítica, Sánchez continúa ofreciendo salidas que luego serán sistemáticamente eliminadas. Frente al verbalismo vacío y la abstracción que supone la doctrina aristotélica, el gallego ofrece el nominalismo como única actitud cognoscitiva válida. Atento tan sólo a las implicaciones gnoseológicas del nominalismo, para Sánchez el conocimiento no pasa por la consideración de las abstracciones aristotélicas, sino a través de la concreción de las cosas reales. Sánchez niega la universalidad del concepto o del nombre que designa alguna cosa, sólo existe lo singular. Es aquí donde encaja el nominalismo y su énfasis en la consideración de lo real como una riqueza interminable. El nominalismo sancheciano comporta la eliminación de cualquier confusión entre conceptos y realidad, y constituye también una consecuencia, quizá necesaria, al pesimismo gnoseológico de que está impregnada su obra.

4. Así pues, eliminada cualquier posibilidad de conocimiento desde el plano de la razón, se ofrece otra alternativa, la percepción concreta, indicando inmediatamente que, sin embargo, esta idea será otra etapa pasajera en la crítica sancheciana que parece no encontrar fin en ninguna parte. Aunque la elaboración de esta alternativa puede parecer que hace de Sanchez un seguidor de la división tradicional entre conocimiento sensible y conocimiento intelectual, el tudense sostiene, muy al contrario, que esta distinción no tiene sentido, en cuanto que hay un solo cognoscente y un solo conocimiento. Además, esta misma propuesta, un tanto orientada hacia el sensismo, demuestra que el conocimiento sensible es muy limitado y de escasas aspiraciones gnoseológicas, debido a que los sentidos son meros órganos de transmisión de información, no conocen nada y no interpretan nada. También ocurre que los sentidos sólo ven lo externo, sin llegar a conocer, mientras que lo poco que le queda a la mente es considerar lo captado por ellos que, además, no pueden conocer y no juzgan nada, simplemente reciben el material que, posteriormente, el intelecto elabora.

5. La adhesión de Sánchez a cualquier teoría o doctrina es siempre instrumental y transitoria. De esta misma manera, Sánchez destruye cualquier ambición gnoseológica basada en la percepción, enfatizando la falibilidad del conocimiento sensible a  través de los múltiples errores que siempre ocurren con los órganos humanos. En esta cuestión surge una división entre la perspectiva de Sánchez y la de Sexto Empírico. Sánchez usará los tropos escépticos como casos destinados a demostrar la debilidad intrínseca de la percepción, mientras que el Empírico usará los casos para defender los tropos cuyo alcance es mayor. Y es que el griego apuntaba a la búsqueda constante y la suspensión del juicio mientras que para el gallego, cualquier imposibilidad de alcancer el conocimiento invita a detener la búsqueda, al menos del modo en que se había concebido hasa entonces. Abolida la validez del conocimiento sensible, el nominalismo que tenía en él su razón de ser ya no tiene más valor.

6. Sánchez no se conforma con presentar los problemas vinculados al objeto conocido, también enfatiza hábilmente los obstáculos que el conocimiento tiene en el seno mismo del sujeto cognoscente. Alega que para alcanzar el conocimiento perfecto el propio sujeto debería ser perfecto, lo cual es imposible. Encuentra contratiempos más en el cuerpo que en el alma, anticipando así un dualismo que vendrá a encajar con su propuesta de teoría epistemológica fundada sobre dos principios: el experimento y el juicio. Sin embargo, con esta propuesta ocurrirá lo mismo que en otras ocasiones en las que da la impresión de que Sánchez afirma positivamente algo: lo hará de una manera vaga y superficial, emplazando al lector a posteriores tratados y haciendo del Quod nihil scitur una obra marcadamente negativa sin asomos de afirmaciones positivas. El experimento y el juicio son simplemente citados. Probablemente se refirió al primero como mera observación empírica, lo cual no deja de ser paradójico, ya que Sánchez dedica buena parte del libro a criticar la experiencia sensible por errónea y falaz. Sobre el juicio no presenta ningún argumento, ello quizá motivado por la interdependencia que une observación y especulación en la obra del gallego, haciendo que ningún polo pueda existir sin el otro, de modo que la crítica a la segunda puede parecer superflua. Sin embargo, no debemos perder de vista que experimento y juicio son parte de la propuesta sancheciana, entonces no tendría sentido que su propio creador los situara, desde el inicio, en una posición ya batida por la crítica llevada a cabo a lo largo de las páginas del Quod nihil scitur. Esta cuestión nos coloca en una situación un tanto controvertida sobre cómo interpretar la posible alternativa que ofrece Sánchez, si es una salida o, por el contrario, otro paso más en el pesimismo gnoseológico del que están impregnadas las páginas de la obra que nos ocupa. Lo que se desprende más claramente de esta duda es que Sánchez está dando una alternativa que se supone distinta a las alternativas tenidas en cuenta hasta el momento en que se escribe la obra. El tudense no pretende erigirse en un nuevo pensador sujeto a ser creído por su autoridad, sino que trata de cambiar todo el paradigma, toda la óptica desde la cual los pensadores renacentistas se aproximan al mundo de la ciencia y del conocimiento.

7. Uno de los conceptos que hemos utilizado más a menudo a la hora de enfrentarnos a la obra Que nada se sabe ha sido el del heraclitismo gnoseológico sancheciano. Este concepto, que se podría definir como el cambio constante de paradigma, la alteración y corrupción constante a la que están sometidas todas las cosas, tanto las físicas como los elementos del campo epistemológico y gnoseológico, es muy utilizado por Sánchez. La utilización del heraclitismo es original, es expuesto de una manera distinta, más activa y apelativa, abarcando tanto los asuntos relacionados con los objetos como las cuestiones que afectan a los distintos sujetos. Las percepciones y los propios perceptores obtienen saberes totalmente distintos unos de otros debido a las diversas circunstancias en que se producen todos los actos cognoscitivos. Así pues, cualquier intento por declarar la superioridad de un conocimiento sobre otro es arbitrario y carente de sentido en el maremágnum de cambio constante que supone el heraclitismo. Incluso la perfección, meta imposible, de ser alcanzada duraría sólo un momento. Estas variaciones incesantes que afectan al ser humano son una de las claves sobre las que se apoya la crítica epistemológica del Quod nihil scitur.

8. El escepticismo epistemológico que está en la base de la obra de Sánchez se integra con comodidad con el heraclitismo, lo cual es una prueba más de la libertad con la que el tudense se mueve a la hora de manejar las fuentes de su pensamiento. Ello se debe a que el mismo Sexto Empírico rechaza la posibilidad de dar cabida a la doctrina de Heráclito en el escepticismo pirrónico y, sin embargo, el médico gallego no duda en utilizarlo a su favor. También debemos enfatizar que la ortodoxia pirrónica no es el punto de partida de Sánchez y que la metodología fundamental de éste fue la de utilizar todos los razonamientos que pudieran ayudar a destruir la ciencia hegemónica. Sánchez emplea instrumentalmente todos los elementos que puedan contribuir a corroborar la certeza de que no es posible ningún conocimiento. Establecido esto, se habrá acabado con el estatuto epistemológico que sostenía el saber dominante en la época del gallego. Esta libertad con la que se mueve entre distintas doctrinas es una prueba más de la aplicación de una de las directrices del Que nada se sabe: la crítica al principio de autoridad.

9. Toda la exposición de dogmatismo negativo que Sánchez expone en su obra tiene por objeto atacar la concepción de ciencia que, desde Aristóteles, llega hasta el Renacimiento. En general, Sánchez ni siquiera propone una vuelta a la doctrina aristotélica pura sin la intervención de ningún comentarista, típico ideal humanístico, el tudense busca un cambio completo del paradigma, una revolución científica para la que tampoco ofrece elementos reales sobre los que apoyarla, al menos no en el Quod nihil scitur. Lo que sí queda completamente claro es que, para Sánchez, ninguno de los elementos del paradigma aristotélico, –causalidad, definición, silogismo, etcétera-, es válido para constituir una base fiable para la ciencia. Esta orientación casi exclusiva hacia la epistemología, provoca que Sánchez no incluya cuestiones ético-políticas en su obra.

10. A pesar de la larga relación entre filosofía y medicina, parece que Sánchez se oponía a esta conexión. El médico gallego estudió en universidades italianas donde la tradición galénica existente confería gran importancia a este vínculo y parece que será aquí donde se genere la oposición de nuestro autor a la convicción de que para estudiar medicina era necesario una sólida base filosófica de carácter lógico-epistemológico. Probablemente éste es uno de los orígenes de los que deriva el fuerte rechazo sancheciano al tardoaristotelismo y su adhesión al dogmatismo negativo. Será otra forma más de oponerse a la cultura universitaria dominante, dentro de la crítica omnímoda que Sánchez lleva a cabo contra el saber de su tiempo.

Bibliografía

Obras de Sánchez: ediciones latinas.

  • Carmen de cometa anni MDLXXVII, Lyon, 1578. Edición facsímil, introducción y notas de Artur Moreira de Sá, Lisboa, 1950.
  • Quod nihil scitur, 1ª edición, Lyon, 1581.
  • Quod nihil scitur, 2ª edición bajo el título: De multum nobili et prima universali scientia Quod nihil scitur, Frankfurt, 1618.
  • Opera Medica. His iuncti sunt tractatus quidam Philosophici non insubtiles. Edición póstuma a cargo de los hijos de Sánchez Guillermo y Dionisio, Toulouse, 1636.
  • Tractatus philosophici: Quod nihil scitur. En esta edición se incluyen todas las obras de carácter filosófico excluyendo los libros médicos. Rótterdam, 1649.
  • Opera Philosophica, edición póstuma de Joaquim de Carvalho, Coimbra, 1955.
  • De divinatione per somnium ad Aristotelem, en Tratados filosóficos, prefacio y notas de Artur Moreira de Sá, Lisboa, 1955.

Obras de Sánchez: traducciones.

  • Que nada se sabe, traducción portuguesa de Basilio de Vasconcelos, en Franciso Sanches, colección Idearium, Lisboa, 1948.
  • Que nada se sabe, traducción de Jaime Torrubiano, con prólogo de Menéndez Pelayo. Primera traducción en castellano. Editorial Renacimiento, Madrid, s/f, [1923?].
  • Que nada se sabe, copia de la primera traducción en castellano, Editorial Nova, Buenos Aires, 1944.
  • Que nada se sabe, copia de la primera traducción en castellano, Espasa Calpe, col. Austral, Madrid, 1972.
  • Que nada se sabe, traducción de Carlos Mellizo, Aguilar, Buenos Aires, 1977.
  • Carta a Cristóbal Clavio, traducción y prólogo de Carlos Mellizo y David R., Cunningham, en Cuadernos salmantinos de filosofía, vol. V, Salamanca, 1978.
  • Tratados filosóficos. Traducción portuguesa de Basilio de Vasconcelos y Miguel Pinto de Meneses, prefacio y notas de Artur Moreira de Sá, Instituto de Alta Cultura, Lisboa, 1955.
  • Que l´on ne sait rien. Traducción al francés de H. Pierre Cazac, inédita, 1904 (aprox.).
  • Que l´on ne sait rien. Traducción y tesis doctoral de Jean Cobos, Toulouse, 1976.
  • De la duración y brevedad de la vida. Traducción de Carlos Mellizo, Museo y archivo diocesano, Tuy, 1982.
  • Quod nihil scitur, edición y traducción de Sergio Rábade, J. M. Artola y M. F. Pérez, C.S.I.C., Madrid, 1984.
  • Il n’est science de rien, texto establecido y traducido por Andrée Comparot, prefacio de André Mandouze, París, 1984.
  • That Nothing Is Known, introducción, notas y bibliografía de Elaine Limbrick, texto latino establecido, anotado y traducido por Douglas F. S. Thomson, Cambridge University Press, 1988.
  • Que nada se saba. Francisco Sanches, traducción de Basilio de Vasconcelos, introducción de Joaquim de Carvalho, Lisboa, 1991.
  • Que nada se sabe / Francisco Sánchez, Santiago de Compostela, Correo Gallego, 1992.
  • La canción del cometa de 1557, Francisco Sánchez, introducción y comentarios de Joaquín Iriarte, edición de Juan de Churruca, Universidad de Deusto, 1996.
  • Obra filosófica / Francisco Sanches, traducción de Giancinto Manuppella et al., Lisboa, 1999.

Libros:

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  • BERMÚDEZ, Manuel, La fuerza de la duda: Francisco Sánchez el escéptico, Madrid, 2013.
  • CARVALHO, Joaquim de, Francisco Sanchez, Opera Philosophica, Coimbra, 1955.
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Artículos:

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