En
soledad,
del Cielo acompañado,
vives, ¡oh,
gran
Morillo!, y allí muestras
que nunca dejan tu cristiano lado
otras
musas
más santas y más diestras.
De mis hermanas fuiste
alimentado,
y ahora en pago de ello nos
adiestras
y enseñas a cantar
divinas
cosas
gratas
al Cielo, al suelo
provechosas.