Información sobre el texto
Relación de los textos preliminares que se encuentran en esta obra:
* ¶2r. Licencia de la Real Academia de la Historia. José Miguel de Flores, Madrid, 16 de octubre de 1771
* p. v. “Prólogo”
* p. xv. “Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo VI”
Transcripción realizada sobre el ejemplar de la Biblioteca Complutense de Madrid, res. 1211
(texto completo)Editor: Tania Padilla Aguilera
Encoding: Carlos Collantes
Fray
Jerónimo Bermúdez, del
orden
de santo Domingo y
catedrático
de
Teología
en la
Universidad
de Salamanca, consta que fue natural de Galicia, pero ignórase el nombre de su patria, con el de sus
padres
y tiempo de su nacimiento y de su muerte, aunque según la conjetura más arreglada pudo nacer después de los años de 1530. Fue de
distinguida
familia y, según se puede rastrear,
descendiente
de Diego Bermúdez, sobrino del Cid Ruy Díaz. Sábese que fue catedrático de vísperas de Teología en la Universidad de Salamanca, que residió algún tiempo en
Portugal
y que vivía por fines del año de 1589, en que finalizó el
Poema de la Esperodia,
que es hasta cuya época existen las memorias que se han podido deducir de las obras, y a que solo se reducirá la noticia de este
ilustre
y antiguo
poeta
castellano. Por el contexto y la calidad de todas ellas se manifiestan el
carácter
y la
erudición
de nuestro autor. Fue un
varón
muy piadoso, severo y dado al
estudio
y al retiro; fue un excelente teólogo, un grande humanista y un
buen
poeta, a cuyo
ejercicio
se dedicó
absolutamente
y redujo todas sus producciones. En la lengua latina fue un razonable profesor y en la griega, hasta el grado de
traducir
con acierto algunas sentencias de sus
poetas
más famosos, y también da indicios de tener luces de la hebrea y arábiga, y finalmente fue uno de los
estudiosos
de aquel tiempo en que no solo la profesión de una facultad, sino el adorno de otras muchas
luces
y
conocimientos,
adquirían justamente el título de
hombres doctos.
Las primeras obras que se conocen y las únicas que
publicó
fueron las dos
tragedias
de
Nise lastimosa
y
Nise laureada,
y se imprimieron en
Madrid,
año de 1577, de las cuales se hace el juicio en el índice de este tomo, aunque por
modestia
religiosa
no
quiso
publicarlas a su
nombre,
suponiendo el de Antonio de Silva, que se cree fuese algún grande amigo suyo y familiar de su
mecenas,
don Fernando Ruiz de Castro y Andrade, primogénito de los condes de Lemos y Andrade, a quien las dedicó, cuyo hecho creyó don Nicolás Antonio y lo anunció así en su
Biblioteca Hispana
por no haber leído un soneto de Diego González Durán que las precede, donde claramente manifiesta ser el autor Jerónimo Bermúdez. Pero no por ignorarle por autor de las
tragedias
deja de conocerle por autor del
Poema de la Esperodia
y tanto, que le proclama con el elogio de
“sacra
y humana doctrina
"spectatus vir”."
No nos detenemos a hacer una rigurosa justificación de su identidad, pues, aunque el tiempo que don Agustín de Montiano y Luyando publicó su primer
Discurso sobre las tragedias españolas
no se atrevió a aseverarlo, sino a asentar que “podría ser el mismo”, las propias razones que hubo entonces y otras muchas con que hoy nos hallamos, que serán patentes al público, no permiten la menor dificultad en el asunto. Otra obra a que nuestro autor dedicó su
talento
fue un
poema
del viaje de su héroe, el gran duque de Alba, desde Italia a Flandes en cinco
cantos
de octava rima, que compuso, como él mismo refiere, en pocos días a
instancias
de un caballero soldado, amigo y deudo suyo, que fue el que le dio la noticia y relación de toda esta jornada, cuya obra debe creerse que tendría el mismo mérito que todas las demás. La última de las producciones de nuestro autor fue el
Canto o poema de la Esperodia,
que se reduce a un
panegírico
del gran duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo. Esta la compuso primero en versos
latinos
y
trasladó
después en verso suelto castellano, exornado con
prolijas
glosas, de que forma un tomo en cuarto, de cuya obra reservamos el juicio para el tomo siguiente, donde se insertará. También constan de este mismo
códice
otras
poesías
sueltas, que por su poca
regularidad
y tamaño no se podrán
incluir,
pero unas y otras acreditan su grande inclinación, su genio
natural
y talento para la poesía, pues todas son de esta clase. Además del natural talento, poseyó el
arte,
cultivado con su mucha
erudición,
y la inteligencia de las lenguas sabias a que coronó su gran
destreza
en la castellana, como se evidencia del referido códice de la
Esperodia,
así en los versos como en la prosa; no obstante, la
humilde
excusa que da nuestro autor en la dedicatoria de sus tragedias de “no ser la suya propia natural”, pues era
gallego,
que por todo resulta deber
colocársele
en el predicamento de los
ilustres
poetas castellanos.
GRUPO PASO (HUM-241)
FFI2014-54367-C2-1-R
FFI2014-54367-C2-2-R
2018M Luisa Díez, Paloma Centenera