Suplemento a la noticia de Fernando de Herrera. Tomo 7. Noticia, Pág. 7.
En cumplimiento de lo que tenemos advertido al público, ofrecemos el instrumento siguiente, que es el artículo tocante a nuestro autor que se encuentra en los
Claros
varones
en letras, naturales de la ciudad de Sevilla,
que escribía Rodrigo Caro, obra
inédita
y cuyo original posee el conde del Águila, y creemos que ha de ser no poco apreciable para los curiosos, así por la gravedad con que está escrito, en medio de deberse reputar por
elogio
histórico más que por
juicio
crítico, como por muestra de aquella desconocida y estimable obra.
Igualmente habíamos pensado en incluir a continuación de este
elogio
las
Observaciones sobre las
Anotaciones de Fernando de Herrera a las Obras de
Garcilaso,
escritas por don Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla,
a nombre del licenciado Prete
Jacopin,
obra
curiosa
y muy
erudita,
y de que no se tenía más conocimiento que el que da don Tomás Tamayo de Vargas al fin de sus
Anotaciones
al mismo Garcilaso, cuyo original para entre las curiosidades del referido conde del Águila, pero así por no estar completo este tratado, como por no hacer más abultado el presente tomo y otras causas, nos contentaremos por ahora con su sola noticia.
Fernando de Herrera, que llamaron
“el divino”.
Rodrigo Caro.
Claros varones en letras de Sevilla,
pág. 42.
Fue Fernando de Herrera tan
conocido
en Sevilla, su patria, y su
memoria
aún está tan permanentemente, que si alguien leyere esto que aquí escribo podrá ser me culpe de que anduve corto en la relación de su
ingenio
y
letras;
pero yo diré lo que entiendo sin encarecimientos vanos, porque le conocí aunque no le hablé, por ser yo muchacho cuando él era ya
viejo,
mas me acuerdo de lo que publicaba su fama. Supo la lengua
latina
muy bien, e hizo en ella muchos
epigramas
llenos de
arte,
pensamientos y modos de hablar escogidos en los mayores escritores
antiguos.
De la lengua griega tuvo mediana noticia. En las lenguas vulgares leyó los mejores autores, habiéndolas
estudiado
con cuidado, y todo esto hizo al mayor conocimiento de la lengua castellana, notando los modos de decir que tenían o novedad o grandeza. De lo que escribió en prosa se reconoce haberlo escrito con gran
cuidado,
porque es de lo
mejor
que hay en nuestra
lengua.
En lo que escribió en
verso,
a que más le llamaba su
genio,
los que pueden conocer mejor este género hallan que sus versos castellanos son
cultos,
llenos de luces y colores poéticos, tienen
nervio
y fuerza, y esto no sin venustidad y hermosura; bien es verdad que lo que escribió, que no fue poco, por no ser
vulgar
ni común es poco apetecido de los que sienten con el vulgo que no puede juzgar lo recóndito de su erudición. Tuvo grande
excelencia
en la escogencia de sus voces y epítetos más ilustres,
escondiendo
en todo el
arte,
a
imitación
de los mejores poetas. Naturalmente era grave y severo, y esto mismo trasladó a sus versos. Comunicaba con pocos, siempre retirado o en su estudio, o con algún
amigo
de quien él se fiaba y con quien explicaba sus cuidados. No sé si por esto, o por lo
aventajado
de sus poesías, le llamaban “el divino Herrera”, y así dijo un satirógrafo de aquellos tiempos:
Esto hace que valga tan de balde
el millar de las
rimas
y
sonetos
que el divino Herrera escribe en balde.
Mientras él vivió no
imprimió
sus poesías; hízolo Francisco
Pacheco,
célebre pintor en esta ciudad, cuya oficina era
academia
ordinaria de los más cultos
ingenios
de Sevilla y forasteros. Fuele muy aficionado a todas sus obras,
alabándolas
con encarecimiento, y las buscó con mucho cuidado y dio a la estampa debajo del amparo del
conde
de Olivares, valido de Felipe IV. Las obras de prosa que escribió son de lo
mejor
que anda en nuestra
lengua,
que fueron:
La vida y martirio de Tomás
Moro,
presidente del Parlamento de Inglaterra en tiempo del desdichado Enrique VIII, principio y patrocinador de la cisma de aquel reino; La batalla naval contra el turco en
Lepanto,
y por haber sido la primera relación estudio de pocas
horas,
la escribió segunda vez con más
cuidado;
escribió
Notas a
Garcilaso,
en que descubrió su mucha lección, así de poetas
griegos
y latinos como de
italianos
y otras lenguas vulgares, y esta dio a la
estampa
viviendo; trabajó una
Historia
general de España hasta la edad del Emperador Carlos V,
la cual tuvo acabada por los años de 1590, y esta le pidió o la guardó algún curioso para honrar ajeno nombre. Supo Fernando de Herrera la filosofía muy bien,
estudió
la matemática, la geografía antigua y moderna exactamente; tuvo muchos y selectos libros. Las medras de todo esto fue solo un beneficio en la iglesia
parroquial
de san Andrés de esta ciudad. Pero en esta
corta
fortuna tuvo y tendrá
muchos
compañeros,
porque a la virtud todos la alaban, pocos la buscan y menos la
premian.
Su muy aficionado Francisco Pacheco entre muchos retratos que hizo de personas insignes hizo uno de Fernando de Herrera y me pidió le hiciese un epigrama latino. Hice el siguiente:
Vivis? Et a túmulo superis datur ora tueri
Fernande? An fallax ludit
imago?
Quid est?
Subditum morti video, et iubat usque morari
elysium felix nam tenet umbra nemus
post manes, tumulumque manes, et funeris expers.
Vivis ab efigie, vivis ab
ingenio.