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Título del texto editado:
“Benedicto Arias Montano”
Autor del texto editado:
Caro, Rodrigo (1573-1647)
Título de la obra:
Varones insignes en letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla
Autor de la obra:
Caro, Rodrigo (1573-1647) Varones insignes en letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla Caro, Rodrigo (1573-1647)
Edición:
ms. c. 1647









BENEDICTO ARIAS MONTANO


La ilustre y extendida fama del doctor Benedicto Arias Montano está tan dilatada y conocida en toda la Iglesia Católica y donde quiera que se tiene noticia del nombre cristiano, que no necesita de que le procuremos acreditar con tan corta diligencia como la que espero de estos borrones. Ni es necesario averiguar que fue hispalense, pues él anduvo tan reconocido a su patria que no la dividió de su nombre, y donde quiera que se lee allí también se lee su patria. Mas estos respetos no pueden dar motivos de omitir aquí su memoria, pues, si este breve tratado no le adelantare y honrare, él se adelantará y honrará con ella, pagándole Sevilla el honrado respeto y reconocimiento que siempre le tuvo.

No ha faltado quien diga que fue de Extremadura, contradiciendo lo que él mismo afirma de sí; y, como esta competencia se repite en este tratado muchas veces, en ningún autor culparemos que se pretenda honrar a sí o a su patria con aquel que ve se honra, a su parecer, la ajena. Lo que yo con mucha diligencia he hallado es que sus padres fueron naturales de la villa de Fregenal, lugar de la jurisdicción de Sevilla y, en lo espiritual, de la diócesis de Badajoz. Llamose Benito Arias, como él, su padre. Refiere sus virtudes y su voz suave, la lindeza de las letras que escribía y otras cosas que se contienen en los versos que se siguen, que son del libro 4 de los Retóricos:

Scripta charactere eximio, quales meus olim
Fingebat genitor: posssunt queis cedere proelis
Nobilius quicumque libri excuduntur: et ipse
Haec chari monumenta patris, haec pignora mecum
Conservo; astrorum motus caelique meatus 5
Scripserat ille mihi senior, pulcherrima nato
Dona laboraque ipsis ipsis quoque pulchior astris.
De quibus ille mihi praecepta probanda reliquit.
Non homini vox talis erat, non dulcior ulli
Cantus et ingenium nulli mage dotibus auctum. 10
Crediderim; maior fuerat non gratia vultus.


Va diciendo otras cosas y probándolo con ejemplos.

Fue su generación limpia de toda mácula y mala raza, pues fue admitido muy mozo al hábito de Santiago en el convento de San Marcos de León. Desde luego que entró en la religión y fue observantísimo de su regla, y todo lo que a esta ocupación sobraba lo gastaba en el retiro de su celda, estudiando perpetuamente, acompañando las letras divinas con las humanas, aquellas como fin principal de su cuidado, estas como siervas y criadas para el conocimiento de aquellas.

Fue excelente poeta latino y tenía tanta afluencia y facilidad en el decir que pudo decir con Ovidio: "«Quidquid conabar dicere versus erat»." Volvió los Psalmos de David en varios metros latinos, ajustando a los originales hebreos rigurosamente su traducción, y esto dice lo compuso en el recogimiento que tenía después de haber dicho misa. Hizo epigramas a los misterios de nuestra redención y se dieron a la estampa con los icones y figuras de cada uno. Escribió un libro que intituló Rethoricorum, dividido en cuatro libros, todo en verso heroico. Fue tanta la fama que tenía ya en toda España que en la Universidad de Alcalá de Henares lo laurearon públicamente por poeta el año 1552.

Supo la lengua latina, griega y hebrea con grande eminencia, y mucho de la caldea y árabe, afines e hijas de la lengua santa. Y en esta parte, aun por confesión de los autores extranjeros, fue el más docto que en aquella edad —en que hubo varones en todas las lenguas y facultades consumados— se conoció en la Iglesia de Dios.

Estuvo en el sacro Concilio de Trento con el reverendísimo don Martín Pérez de Ayala, obispo de Segovia. Habiendo venido del sacro Concilio, le mandó don Felipe II el Prudente que fuese a Flandes a imprimir la Biblia Complutense con los más hermosos caracteres que pudiese, a costa del mismo señor rey, gobernando aquellos países el duque de Alba. Esto le acarreó mucha envidia y émulos. El que más se le opuso y más al descubierto fue León de Castro, canónigo de Valladolid, de quien hay un gran comentario sobre Esaías. Obligáronle a ir a Roma muchas veces a defender su causa. Atribuye Andrés Escoto esta contradicción a la ignorancia de las lenguas que con tanta eminencia sabía Arias Montano. De todo quedó vencedor.

Vuelto a España y habiendo acabado aquella grande obra y los tres tomos del aparato de la Biblia Sacra, obra sin duda ilustre y maravillosa, se recogió a la célebre peña de Alhajar, que de allí adelante, por su gran huésped, se llamó y llama la Peña de Arias Montano. Es en la Sierra Morena, entre la villa de Aracena y Galaroza, sitio por naturaleza notable y, en aquella grande aspereza, el más ameno que se puede imaginar. Allí fabricó unas casas a su modo acomodadas, mas de poca duración. Llevó a ellas mucha parte de sus libros y papeles, con gran número de medallas y monedas antiguas y otras curiosidades de mucha estimación. Hizo tanta la majestad de Felipe de Arias Montano y de lo que le decían de aquella peña que deseó mucho verla, mas no todos los deseos se le cumplen a los grandes monarcas. Viviendo allí, salía a sacramentar con mucha caridad a los aldeanos de aquellos montes y serranías. Dotó viviendo una cátedra de gramática a la villa de Aracena.

Visitando yo este arzobispado en tiempo del gran prelado don Pedro de Castro, año de 1621, estuve allí un día asistido de los clérigos de Aracena, y todavía estaba habitable lo bajo de las casas, aunque lo alto estaba maltratado. En el patio o área de estas casas, al mediodía, estaba en pie una cuadra, empañada por de fuera de jazmines y por dentro solada de mármol blanco, y una mesa de lo mismo en medio, por medio de la cual corría un caño de agua dulcísima y muy fría, la cual venía allí de la gruta que a la puerta de todo el edificio está; de modo que, comiendo en esta mesa, no era necesario traer la agua para beber, ni otro ministerio alguno, y de la misma manera corría por los ángulos de este edificio y de allí salía a regar una huerta que está contigua a las casas principales.

Frontero de esta pieza, muy cerca de donde se remata la peña tajada, estaban dos pirámides; en la una estaba escrito: "PHILIPPO HISPAN… REGI" y en la otra: "GABRILI. AB. SAIAS." Allí tenía colgadas unas campanillas, por cuyo toque entendían los que estaban en el aldea de Alhajar, que está en un valle profundo, junto a la misma peña, a quien o a cuantos llamaba, y acudían luego subiendo a la peña por la ladera que cae hacia oriente, que blandamente se levanta hasta la puerta de todo el edificio; y esta subida tiene por ambas partes dos órdenes de álamos y por medio de cada lado van dos acequias de agua que sale de la hermosísima gruta, que riega todo lo que está en el área, casas, huertas y viñas; y con lo que desciende por esta hermosa subida se riegan muchas huertas del aldea de Alhajar.

Esto es lo que entonces yo allí vi, muy diminuto de lo que había sido en cuanto al ornato; mas lo natural siempre es uno y capaz de todo el ornamento que se le quisiere añadir. El divertimento de la peña nos ha divertido un poco de su huésped.

Allí le escribían entonces los mayores personajes de Europa, como a varón tan famoso y grande. Don Felipe II, en el sobrescrito, le escribía: «A mi amigo el doctor Arias Montano», honrándole tan gran señor al vasallo que honró su siglo y su patria. Ofreciole muchas veces obispados de mucha renta y no los quiso recibir ni aceptar, contentándose con aquel retiro y la renta que su majestad le había dado, que era suficiente.

Su estatura fue pequeña, el rostro tiraba más a moreno. No comió en su vida carne, sino hierbas, y esto a la tarde. Desde allí convido a Justo Lipsio, conocido en toda Europa como el más docto humanista que se conocía entonces, a que viniese con él, ofreciéndole toda su hacienda y el regalo que podía desear. Respondiole agradeciendo la oferta y deseando tanta dicha como poderla gozar, mas otras obligaciones le detenían. En el fin de 1a carta dice: "«Vale, optime vir, maxime et aeternum me ama tu paene dixerim aeterne»" . Está en la Centuria ad Italos et Hispanos, la 4ª.

Eligiéronle los religiosos del convento de Santiago de Sevilla por prior suyo, como lo había sido otra vez, y, por mostrárseles agradecido, vino a serlo y nunca más volvió a su amada peña, porque murió el año de 1958, en la cartuja de esta ciudad, habiendo vivido 71 años. Está enterrado en la iglesia de su convento, en la capilla mayor del lado de la epístola, levantado del suelo, y allí esta inscripción en mármol blanco:

DEO. VIVENTIUM. S
BENEDICTI. ARIAE. MONTANI. DOCTORIS. THEOLOGI.
SACRORVM. LIBRORVM. EX. DIVINO. BENEFICIO.
INTERPRETIS. EXIMII. ET. TESTIMONII. IESVCHRISTI.
DOMINI. NOSTRI. ANNVNCIATORIS. SEDVLI.5
VIRI. INCOMPARABILIS. TITVLIS. CVNCTIS. MAIORIS.
MONUMENTIS. AVGVSTIORIS.
OSSIBVS. IN. DIEM. RESVRRECTIONIS. IVSTORUM
CVM. HONORE. ASSERVATIS.
DOMINVS.ALFONSVS. F'ONTIVERVS. PRIOR.10
CONVENTVS. S. IACOBI. HISPALENSIS. IN. PRIORIS.
QVONDAM. SVI. OPT. MERITI.
MEMORIAM. P. C. AN. M.DC.V.
OBIIT. ANNO. M.D.XC.VIII. AETATIS. LXXI.


Cuando estuve en esta peña, me dijeron los clérigos y un ermitaño que allí estaba que los que por curiosidad venían a ver aquel antiguo hospedaje de Arias Montano hacían elogios en su alabanza. Yo, por aficionado suyo, porque le conocí, aunque no le hablé, me pareció no cumplía con el genio de aquel lugar, si no hacía alguna memoria, y así hice un epigrama, que me atreví a remitirla al muy docto en todas materias don Pedro de Castro, mi señor; y su ilustrísima, haciéndome merced, se dignó de pasar los ojos por ella y la favoreció, y con tan calificada aprobación me atreveré a ponerla aquí:

ANTIQVIS B. ARIAE MONTANI LARIBVS Epigramma Montani salvete Lares, vacuumque cubile,
Ac olim rupes hospite clara tuo.
Dum fleo adeste, audite pii.Sit funetis instar,
Magna Montani voce ciere animam,
Cuius adhuc montes atque avia longa reclamant 5
Nomen, adhuc moerens ingeminatque domus.
Ilicet hospes ego querula ni voce cierem
Montanum, plus quam saxetis ipse forem.
Nam mihi Montanum (facile est imponere amanti)
Rupes, antra, nemus, fons vitreusque refert. 10
Hic legis, scripsis saepe hic: arcana revolvit
Biblia Davidicis inclyta carminibus.
Gratulor hoc bobis: tamen hoc et conqueror: eheu!
Quam cito Montanum redditis, eripitis.


Las obras que escribió que se dieron a la estampa pondré aquí, y todas ellas se imprimieron en la oficina de Plantino, de quien fue muy particular amigo: Monumenta humanae salutis in quibus figurae Bibliorum aeneis typis expresae sunt, Liber generationis et regenerationis Adam, sive de historia generis humani, Hymni et saecula, Psalmi Davidis et aliorum prophetarum in latinum sermonem conversi cum argumentis et elucidationibus vario carminis genere, Dictatum christianum praelegans, Elucidationes in quator Evangelia et in acta Apostolorum, In duodecim prophetas minores commentaria et in Isaiam, De optimo imperio, sive in librum Josue commentarius, De varia republica, sive de commentaria in librum ludicum, In triginta priores Psalmos commentarius, Apparatus in Biblia Regia tribus tomis, Rethoricorum quattuor libros, heroico carmine, Poemata sacra typis Plantini.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera