SEBASTIÁN FOX MORCILLO
Hispalense, filósofo y
retórico
insigne
Hallo mi pluma y estilo muy corto y desigual para escribir la vida y méritos de Sebastián Fox Morcillo,
merecedor
de
mayores
conocimientos de sus profundos
estudios
y obras y de mejor fortuna, porque, siendo tal su ingenio y tan grande la
fama
que en toda Europa adquirió en los breves días de su vida, solo en Sevilla no sé que haya cuatro que le
conozcan
siquiera por su nombre.
Nació este
insigne
varón en Sevilla, en la calle de Las Palmas, parroquia de San Miguel, en los principios del reinado de Carlos V, de
padres
nobles.
Hasta aquí sabía yo por haberlo oído decir al maestro Francisco de
Medina,
cuyas letras y maduro juicio conoció esta ciudad. Después vi y leí sus
libros,
no sin grande
admiración,
porque la materia es de lo más
alto
que alcanzó la filosofía humana y el estilo
igual
a aquellos que imitan a Platón y Aristóteles, príncipes en todos los siglos, a quienes reverenciaron los mayores filósofos gentiles y cristianos. El desempeño de esta verdad libro en quien leyere y entendiere lo que escribió con atenta consideración y alguna noticia de ambas facultades, porque a los que en ellas no fueren ejercitados desde luego los despido de este asunto.
Siendo, pues, así que tan
ilustre
varón es
ignorado
más en su patria que en la ajena, será forzoso escribir su vida y escritos buscándolos entre los extranjeros. Escribiola Andrés
Escoto,
de la Compañía de Jesús, sacando la mayor parte de las mismas obras suyas. Señala con particularidad el año de su nacimiento, que fue el de 1528. Su
linaje
fue el
noble
de los Foxes, que, en Francia y en la provincia Aquitánica, después en la Tarraconense de España, vinieron y permanecen todavía los descendientes. De estos vinieron a la Bética algunos, y en ella hicieron su asiento, en Sevilla, sus
padres
de Sebastián Fox Morcillo, el cual, después de su primera
juventud,
aprendió en ella con mucho cuidado las
lenguas
latina y griega, en las cuales salió consumado; e, inclinándose con toda afición a la filosofía, a que le llamaba con mucha fuerza su inclinación, deseó, a imitación de
Cicerón,
darla a entender en la lengua latina, desaliñada entonces y llena de suma bronquedad en España.
Con este pensamiento, sabiendo que en Flandes florecían ilustres ingenios, se fue allá, y en Lovaina, donde siempre ha habido insigne universidad de todas las ciencias, se hizo amigo de Pedro
Nanio,
maestro de elocuencia en el Gimnasio Trilingüe, con el cual, oyendo y disputando, hizo grandes progresos. Después se hizo muy amigo de Cornelio
Valerio,
que sucedió en la cátedra a Nanio, y escribió aquel círculo de las ciencias con grande elegancia —al cual los griegos llaman enciclopedia— en lengua latina, en que se ha de entender que, así como muchas doncellas que en un campo se dan de las manos y aquella conexidad y correspondencia las hace más hermosas y vistosas, así ni más ni menos todas las ciencias se dan de las manos y ayudan unas a otras para parecer más vistosas, porque los que tras de una facultad gastan su vida bien podrían ser en ella gigantes, pero serán cíclopes con un solo ojo. Trató también y escribió de la excelencia de la
historia,
en que se aprovechó en gran manera para ser consumado en todo. Escribió asimismo de las
costumbres,
como parte más principal de la filosofía. Procuró conciliar y
conformar
las opiniones de Aristóteles y Platón y a los Padres que escribieron sobre el
Hexamerón.
Fue de tan
maduro
juicio y anticipado
ingenio
que, cuando unos después de largos estudios comienzan a saber y parecer que ya alcanzan algo en las letras humanas, él, como ya
perfecto
en ellas, se entregó a la sagrada ciencia de la
teología,
juntando las demás a esta como siervas y criadas a la señora. Apenas tenía
diecinueve
años,
cuando escribió, sobre
Los Tópicos
de Cicerón
escolios
y paráfrasis, lo cual nadie había hecho después de Boecio, y lo
publicó
el año de 1550. Cuando tuvo
veinticuatro
años,
escribió
sobre el
Timeo
de Platón —aquel diálogo tan dificultoso—
comentarios
y los
publicó.
De
veintiocho
años, escribió
Ejercitaciones
dialécticas
a la fuerza de la demostración, de la juventud y de gloria.
En todos sus escritos
resplandece
con la recóndita
erudición,
un estilo tan
alto,
tan
ciceroniano
que pide no cualquiera atención vulgar, sino una
judiciosa
comprensión. Tuvo un hermano que se llamó
Francisco
Fox, que aprendió las lenguas griega y latina en Sevilla de Alonso de Medina, célebre en aquella edad en ambas lenguas y erudición, al cual dedicó un tratado elegantísimo, cuyo título es
De Philosophici studii ratione ad Franciscum fratrem,
dignísimo de ser leído de todos los que quisieren su camino al verdadero fin y paradero de la filosofía. Este Francisco Fox fue jurista, según parece del mismo tratado. Escribió otro libro,
De Institutione Regis,
que ahora de nuevo se ha impreso en Holanda.
Fue tanta la
fama
y el lugar y opinión que su virtud y letras le adquirieron, que el
Emperador
le mandó que viniese a España para
maestro
del
príncipe
don Felipe, a quien él había dedicado los cinco libros
De naturae
philosophia
seu de Aristotelis et Platonis consesione;
y viniendo ya embarcado, dando principio a las mayores esperanzas de su fortuna, se levantó tan adversa y contraria en el mar que él y ellas padecieron naufragio y se acabaron, anegándose en el océano, donde miserablemente pereció, perdiendo las letras el mayor ingenio que conoció aquella edad y Sevilla su mayor ornamento. Andrés Escoto, que escribe su elogio, llora su pérdida en este elegante cenotafio:
Ante diem quid me raptum lugetis amici?
Fallor? an ingenium docta per ora volat?
Coelo animam condis doctis tua
scripta
Sebasti
Committis. Corpus quis tenet? Oceanus.
Spiritus astra tenet, Morzilli scripta diserti
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Tellus. Corpus ubi est? Heu! Rapit Oceanus.
Es cosa admirable —no solo en la
substancia
de la materia y
elegancia
del decir, sino en el breve tiempo de su vida— lo que
escribió
y
sacó
a la luz. Pondré aquí lo que dice Andrés Escoto, que es lo siguiente:
De
institutione
eu formandi styli ratione,
dos libros;
De Historiae institutione. Dialogus; De studü Philosophici ratione ad fratrem,
1;
De usu et exercitatione dialectica,
l;
De demonstratione eiusque necessitate ac vi,
1;
De Topica Ciceronis paraphrasis et scholia; De naturae Philosophia seu Platonis et Aristotelis consesione,
libri V;
De iuventute,
lib. I;
De honore et gloria 1;
De morum philosophiae,
lib. III;
De
Regno
et Regis institutione,
lib. III;
Comentos
sobre Platón:
In Timeum seu de universo, In Phaedonem seu de animorum inmortalitate, In decem Platonis libros de Republica.