FERNANDO DE HERRERA,
que llamaron el
Divino
Fue Fernando de Herrera tan
conocido
en Sevilla, su patria, y su memoria aún está tan
permanente,
que, si alguien leyere esto que aquí escribo, podrá ser me culpe de que anduve corto en la relación de su
ingenio
y
letras.
Pero yo diré lo que entiendo, sin encarecimientos vanos, porque le
conocí,
aunque no le hablé, por ser yo muchacho cuando él era ya
viejo;
mas me acuerdo de lo que publicaba su
fama.
Supo la
lengua
latina muy bien e
hizo
en ella muchos
epigramas
llenos de
arte,
pensamientos y modos de hablar escogidos de los mayores escritores
antiguos.
De la lengua griega tuvo mediana noticia. En las lenguas vulgares leyó los mejores autores, habiéndolas
estudiado
con cuidado; y todo esto hizo al mayor conocimiento de la lengua castellana, notando los modos de decir que tenían o novedad o
grandeza.
De lo que escribió en
prosa
se reconoce haberlo escrito con gran
cuidado,
porque es de lo
mejor
que hay en nuestra lengua. En lo que escribió en
verso,
a que más le llamaba su
genio,
los que pueden conocer mejor este género, hallan que sus versos castellanos son
cultos,
llenos de luces y colores poéticos, tienen
nervios
y fuerza, y esto no sin venustidad y hermosura. Bien es verdad que lo que escribió, que no fue poco, por no ser vulgar ni común, es poco apetecido de los que sienten con el vulgo, que no pueden juzgar lo recóndito de su
erudición.
Tuvo grande excelencia en la
escogencia
de las voces y epítetos más ilustres, escondiendo en todo el
arte
e imitación de los
mayores
poetas.
Naturalmente
era grave y severo, y esto mismo trasladó a sus versos. Comunicaba con
pocos,
siempre retirado o en su estudio o con algún amigo de quien él se fiaba y con quien explicaba sus cuidados. No sé si por esto o por lo aventajado de sus
poesías
le llamaban el Divino Herrera; y así dijo un
satirógrafo
de aquellos tiempos:
Esto hace que valga tan de balde
el millar de las rimas y sonetos
que el Divino Herrera escribe en balde.
Mientras él vivió no
imprimió
sus
poesías.
Hízolo Francisco
Pacheco,
célebre pintor en esta ciudad, cuya oficina era academia ordinaria de los más cultos ingenios de Sevilla y forasteros. Fuele muy aficionado a todas sus obras,
alabándolas
con encarecimiento, y las buscó con mucho cuidado y dio a la
estampa
debajo del amparo del conde de
Olivares,
valido de Felipe IV.
Las obras de prosa que escribió son de lo
mejor
que anda en nuestra lengua, que fueron
La
vida
y martirio de Tomás Moro,
presidente del
Parlamento
de Inglaterra en tiempo del desdichado Enrique VIII, principio y patrocinador de la cisma de aquel reino;
La
batalla
naval contra el turco en Lepanto:
y, por haber sido la primera relación estudio de
pocas
horas, la escribió segunda vez con más
cuidado.
Escribió
notas
a Garcilaso, en que descubrió su mucha
lección,
así de poetas griegos y latinos como de italianos y otras lenguas vulgares; y esta dio a la
estampa
viviendo. Trabajó una
Historia
general de España
hasta la edad del Emperador Carlos V, la cual tuvo acabada por los años de 1590, y esta le pidió o la guardó algún
curioso
para honrar ajeno nombre.
Supo Fernando de Herrera la filosofía muy bien;
estudió
las matemáticas, la geografía antigua y moderna exactamente; tuvo muchos y selectos libros. Las
medras
de todo esto fue solo un
beneficio
en la iglesia parroquial de San Andrés de esta ciudad. Pero en esta corta fortuna tuvo y tendrá muchos compañeros, porque la virtud todos la alaban, pero pocos la buscan y menos la premian.
Su muy aficionado Francisco
Pacheco,
entre muchos
retratos
que hizo de personas insignes, hizo uno de Fernando de Herrera y me pidió le hiciese un epigrama latino. Hice el siguiente:
Vivis et a tumulo superis datur ora tueri
Fernande? An fallax ludit imago? Quid est?
Subductum morti video, et iuvat usque morari.
Elysium Felix nam tenet umbra nemus
Post manes tumulumque manes et, funeris expers,
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Vivis ab efigie, vivis ab ingenio.