Relación de todos los textos preliminares de la obra en que se encuentra el texto que se transcribe:
* [1] p. 36. “A don Alonso de Cabrera, caballero de la Orden de Calatraba, comendador de Auñón y Berlinches, del Consejo y Cámara del Rey Nuestro Señor y de la Santa Cruzada”, Miguel Moreno.
* [2] pp. 36-37. [Papel del autor] “A don Juan de Jáuregui”, Miguel Moreno.
* [3] p. 37. [Papel al autor] “Respuesta”, Juan de Jáuregui.
Transcripción realizada sobre la edición: David González Ramírez, «Una novela corta del Siglo de Oro rescatada:
La desdicha en la constancia
(Madrid, 1624) de Miguel Moreno»,
Voz y letra,
XXIII, 1, 2012.
Encoding: Elena Cano Turrión Editor: David González Ramírez Revisor: Victoria Aranda Arribas
Edición preparada para los Proyectos I+D "BIOGRAFÍAS Y POLÉMICAS: HACIA LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA LITERATURA Y EL AUTOR" (SILEM II) RTI2018-095664-B-C21 y C22 y EL DISCURSO PARATEXTUAL DE LA NOVELA CORTA BARROCA. POÉTICA Y SOCIABILIDAD LITERARIA (PY18-3938)
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Con
ciego
discurso (que ciego es quien escribe sin natural, ni arte) me dejé llevar de mi ignorancia en esta
novela,
caminando desde el principio al fin por la confusión de la corta noticia que tengo de sus
preceptos.
Demás de ser posible en mí haber errado el argumento, especialmente en lo verisímil, y faltarme conocimiento de voces cultas y elección para colocallas, dudo si contiene
novedad
la invención; si suspende y
deleita
el discurso; si producen
moralidad
el caso y las sentencias; y si el lenguaje ofende a la excelencia de las frases de nuestra lengua, o si observando parte de sus puros términos se acerca, ya que no llega, a tener algo de verdadera prosa. De todo junto nace desconfiar para reconocer al docto y sujetarme a su juicio, sin afectar humildad y rendimiento.
Y como los papeles que salen a luz sin muy fiel y advertida corrección son causa de tanto vituperio a sus autores cuanto los efectos dicen, pues a un tiempo (demás de ser casi perpetuo) le están padeciendo en diversas partes, querría dar a entender que la culpa de mi
osadía
procedió de engaño superior, y que mi ánimo fue y es de ser enseñado. Sírvase Vuestra Merced de hacerme favor de verla, para que su censura (en que solo ha de tener parte la obligación más rigurosa de
maestro,
y no el aplauso de
señor
y
amigo)
me deje creer si podrá parecer en público, libre de común desprecio. Que de la manera que muchos (presumiendo vanamente, aunque se les convierta en injuria su presumpción) se agradan y premian de su misma confianza sin ver que la más segura se funda en aprobación ajena, yo me alegro con el descontento de mi temor y con el desengaño que tengo de que los yerros corregidos excusan afrenta. Y si bien el amor de los hijos (en que se incluyen los del ingenio) es afecto tan poderoso que no repara en mil imperfecciones, que reprueba quien está a la mira, aborrezco siempre a los hijos que en la escuela del discreto y prudente sentir quitan opinión a sus padres, y solo amo cuanto es no perdella.