Información sobre el texto
Relación de todos los textos preliminares que se encuentran en esta obra:
* "Vorwort," J. A. Mayer, Aquisgrán, junio de 1829.
* "Exordio / Einleitung," Álvaro Agustín de Liaño, Neuwied, 10 de diciembre de 1828.
Transcripción realizada sobre el ejemplar de la Biblioteca Bodleiana, 8 THETA 54 (Weston Stack). Digitalización disponible en
(texto completo)Encoding: Ioannis Mylonás Ojeda
Transcriptor: Carmen Calzada Borrallo
Lope Félix de Vega Carpio
En la noticia que he dado al público seis meses ha de la empresa vasta del
ilustre
literato y publicista español don
Joaquín María de Ferrer
y de las tareas de dos eruditos traductores del castellano en alemán, los Srs.
Richard,
mayor del ejército británico, y
Ludwig,
capitán de la infantería prusiana, no he podido entrar en ciertos pormenores importantes para la Europa literata. Mi ánimo en la citada noticia ha sido principalmente el disponer la atención del público a leer estos pormenores, y disponerla haciéndole dejar a un lado la especie de fastidio con que he creído echar de ver que mira, de algún tiempo a esta parte, la literatura de dos naciones que han tenido la desgracia de ser
ajadas
y oscurecidas por hombres
viles
y malos, y por circunstancias infelices. Si se lee con atención la citada noticia será fácil el descubrir que no es más que una introducción filosófica a las noticias literarias que deben seguirla, o bien el
exordio
noble que emplearían las musas griegas y latinas y aun las italianas, si la Europa sabia, dejando crecer sin medida el fastidio que le inspiran los ministros de una religión
hipócrita
y sanguinaria y los corruptores de la religión verdadera, el mahometismo y el falso cristianismo, el Mufti y obispos-magnates semejantes al Mufti, desdeñase el estudiar a
Homero
y a
Píndaro,
a
Virgilio
y a
Horacio,
al
Tasso
у al
Ariosto.
En este momento el deseo de que la Alemania no se descuide en disfrutar del hábil
traductor
que posee de uno de los
mayores
poetas del mundo, de Lope, uno de los grandes
modelos
del
arte
de escribir en la hermosa lengua castellana,
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este deseo me decide a no tardar más en ocupar la atención del público literato у de la juventud estudiosa de los alemanes con las noticias necesarias sobre
Lope de Vega.
Frey
2
Lope Felix de Vega Carpio nació en Madrid el día 25 de noviembre de 1562. De 14
años
de edad у aún antes escribía ya versos y dramas. Sus estudios no fueron tan sólidos como deberían haberlo sido en la escuela, hoy olvidada no menos que sus sabios maestros,
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por la ingratitud egoísta de las naciones europeas,
4
pero
no
fueron tan malos como, fundados en muchos pasajes de sus voluminosos escritos lo creerán los
censores
de que abunda siempre la república literaria; censores que a menudo tienen por qué temer ellos mismos el ser examinados y juzgados. Joven, fue Lope inquieto y travieso; a lo menos lo pensará así quien quiera que sepa que se escapó de Madrid con uno de sus compañeros cuando estudiaba todavía el latín, y que sin dinero quiso echarse a ver y correr el mundo. En Segovia un platero, hombre de bien a quien quisieron ambos vender las alhajuelas, que Dios sabe cómo poseían, los acusó y presentó a un magistrado hábil e integro que hizo que un alguacil los llevase a Madrid. Estudiando la filosofía peripatética en Alcalá de
Henares,
compuso el poema que intituló
Arcadia,
en él se propuso el
imitar
al célebre
Jacobo Sannazaro,
y se ve que si no supo evitar los defectos de semejante modelo, tuvo a lo menos
bastante
ingenio para copiar algunos de sus buenos rasgos.
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—Un noble se burló, quizá con razón, de las poesías del
joven
Lope, pero este no tardó en responder a la burla con una sátira que le obligó a dar al zoilo o aristarco ofendido la satisfacción
sanguinaria
y al mismo tiempo ridícula del
Desafío.
Tuvo la desgracia de herir gravemente a su adversario y para evitar el castigo que merecía este delito debió recién casado huir de Madrid y esconderse en Valencia. Sin embargo, en mi opinión, a esta desgracia debió Lope lo mejor de su instrucción y de su gusto, muy mal conocido hoy por los ingeniosos sofistas de la escuela de
Shakespeare.
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En este juicio aludo a la dicha de Lope de haber hallado en Valencia al
sabio
canónigo Vicente
Mariner,
varón prodigioso en los anales de la erudición y que
solo
una nación tan desgraciada y oprimida como la española ha podido dejar en las tinieblas de un olvido antisocial.
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Dócil a la idea que daban del interés de España la vanidad y las preocupaciones de Felipe II, y ardiendo en el loco celo del vulgo de las naciones que en aquel tiempo
confundían
con los derechos de la Santa Iglesia romana la ambición, y las usurpaciones e imposturas del obispo que la desfigura y oprime,
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no pudo Lope menos de ser uno de los
soldados
de la
invencible Armada,
pero tuvo la dicha de volver a España sano en el cuerpo y acaso proveído de una parte de la teología poética que vació después en el poema de la
Corona trágica
en que cantó a
María Estuarda,
y al Papa y mil cosas que afligen a los mejores católicos.
Habiéndose casado dos veces, y viéndose viudo demasiado temprano, resolvió en un momento de melancolía devota al entrar en
clero.
No son solo autores españoles de un cierto vulgo, que
no
defiendo yo, los que llaman a una resolución de este género
dejar el mundo:
la secta poética que los
alemanes,
desengañados hoy de muchas cosas, empiezan a mirar con una justa ojeriza, copia esta frase de escritores que ignoran lo que es el peso inmenso del augusto
sacerdocio
y cuán fuera de propósito la desea el mundano que busca con verdad el retiro de la penitencia. La de Lope, sacerdote, consistió en gran parte en escribir
comedias
y en ganar con ellas con qué vivir riquísimo y muy
aplaudido,
no lejos de adonde el
infeliz
Cervantes se moría de hambre.
A las riquezas unió nuestro penitente sacerdote los honores. Su
catolicismo
puro, que así lo llama un sabio de
Gotinga,
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mal que pese a mil sabios católicas que habrían podido enseñarle a escribir con menos inexactitud: su papismo
hediondo,
diré yo (que me aflijo en verdad de los males de la santa iglesia romana y de la ceguera del primero de sus obispos), le obtuvo del clero de Madrid el ser jefe de cofradías honoríficas y del Papa
Urbano
VIII, grande amigo de versos y de poetas, la cruz no de justicia, del orden de Malta y el grado de doctor en teología. Sin duda cantó Lope en alguna parte los principios que dirigieron al tal Urbano, por ejemplo, cuando el infeliz
Pallavicino
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expió, ¡muriéndose en un cadalso!, el haber amado derechos opuestos a las usurpaciones papales y el haber escrito con demasiada acrimonia algunas verdades útiles.
La Historia, amiga firme de toda verdad y de toda equidad, exige que digamos que Lope no fue avaro y que dio sus riquezas en vida y en muerte a los pobres y al culto del Señor, o a lo que él creyó ser culto del Señor.
Murió de más de 70 años el de 1635 y fue enterrado con una
pompa
digna de la imaginación de sus admiradores. El
duque
de Souza [sic], un gran Señor, ejecutor testamentario o bien albacea de Lope, ordenó y dirigió los funerales: poetas oradores y escritores buenos y malos nos los han celebrado. ¡Para los hombres que se mueren de sed de alabanzas y honores Lope será siempre un prodigio de felicidad digno de envidia!
Espero que en lo que acabo de escribir verán los alemanes juiciosos que no pertenezco a la secta que les causa hoy, en fin, una justa ojeriza y por consiguiente me leerán con confianza en lo que voy a añadir para decidirlos a estudiar algunos de los escritos de Lope, ahora que un elocuente e ingenioso
traductor
ha dado en
alemán
muchos de los más dignos de ser leídos y de los que contienen todos los resortes de la elocuencia castellana, y ahora también que un sabio español
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se prepara a publicar con corrección y con noticias muy importantes cuantos pueda hallar ya impresos ya todavía manuscritos e inéditos.
1. Decir esto de
Lope
es
justo,
y no es decir ni que las
demasías
de los literatos llamados
romanceros
y
amigos de la Baja-Edad,
y
germánicos
son la verdad, ni que los
clásicos
yerran en todo, ni que
Lope
quiso ser uno de los corifeos de aquellos, ni que no amó los principios de estos, ni, en fin, otras muchas cosas que ya los unos, ya los otros, querrán que diga yo. Para quedar yo
yo,
y para no ser un ente de los del día, me
resigno
a ser depreciado e insultado por estos dos
enjambres
ociosos humanistas que todos los desastres del siglo no han podido todavía arrancar a mil
juguetes
literarios y a camorras a menudo no más importantes, ni más
decentes
tampoco, que las de los pillos y hombres brutales del populacho.
2.
Fray
es el título de cada religioso
mendicante
y de los Benedictinos de la Congregación de Valladolid en España;
frey
es el título de los miembros, ora sean legos, ora sean clérigos, de un orden militar español o del orden célebre de S. Juan de Jerusalén, o sea de Malta.
Fray
es la abreviación de
fraile;
frey,
la de
freire;
el origen de todo es la voz
frater
de que han usado ya los santos, ya los malvados con fines que ha expuesto la Historia. Lope era
freire clérigo
del orden citado de Malta.
Fray
y
frey
se abrevian así:
Fr.
3. Hablo de la
escuela
de Lebrija, de Arias Barboza, de Vives, del Brocense, de Sepúlveda, de Antonio Agustín y de otros grandes varones semejantes a estos. Con
Martí
y
Mayans
feneció esta escuela; la que ha querido semejarse a ella no ha prosperado bastante, pero ha tenido y aún tiene miembros muy
esclarecidos.
Hoy prevalecen en España familias, cuerpos, hombres y epidemias morales que preparan a aquel reino una suerte terrible. Dios en las Santas Escrituras nos anuncia el
castigo
de cuanto es injusto y violento, acaso no tardará en llegar el pago a cuantos han prevalecido y prevalecen en la
infeliz
España. Las venerables Congregaciones que, por decirlo así, hacen llover Biblias, lo cual me regocijaría más de lo que me regocija si acompañasen al texto notas necesarias en un siglo tan
impío
e hipócrita, deberían, en mi sentir, evitar por medio de estas notas conformes al espíritu de la Biblia el que haya muchos que los profanen, no entendiéndola o entendiéndola mal.
4. Si vivo y puedo todavía trabajar algo en la historia literaria, haré ver hurtos vergonzosos y bajas intrigas que probarán lo que digo. Si, como acaso lo sean los hombres a quienes debo mi enfermedad y mi parálisis mental, me muero sin haber podido emplear mis recuerdos, apuntes e indagaciones, Dios y el tiempo arrancarán las plumas de muchas
cornejas
alabadas a costa de los sabios de mi nación. (V. Horacio L. I cap. 3.)
5. Si no me engaño, la 1ª edición de la
Arcadia
es la en 8º de Madrid del año 1603. Se reimprimió en Amberes el año de 1605 en 12º y en Madrid el año de 1654 y muy bien en el siglo pasado en la colección de obras de Lope reunidos en XXI tomos en 4º.
6. Fue Lope muy enemigo de la
poética
y aun del lenguaje de los
Calderones,
de los
Moretos,
de los
Quevedos
y semejantes: detestaba las
frases
horribles
de su edad, supo conocer el siglo XVI, el siglo de
oro
de la literatura castellana, y el
vil
siglo XVII.
7.
Vicente Mariner
fue un erudito
prodigioso,
y no en el
sentido
que el vulgo
ridículo
e injusto de la nación francesa ha dado a la voz
»erudit«, erudito.
Mariner reunió a la erudición increíble que demuestran las 360 manos de papel que ha dejado llenas de sus escritos, por la mayor parte sobremanera
útiles,
mucho ingenio, mucha crítica, mucho
gusto.
Pero Mariner fue español y nació cuando no vivía más Isabel, cuando daba las
boqueadas
el siglo de oro de las musas castellanas, que es por un efecto de las
permisiones
inexplicables de la Divina Providencia el mismo en que oprimió, o fatigó a lo menos, a todo el género humano el
aborrecible
Felipe II. Mariner vivió y murió cuando todo cuanto existe de gloria y fama iba a ser en parte conquistado con razón y, también en parte, usurpado con pérfidas estratagemas por las naciones francesa e inglesa. Mariner, con sus inmensas tareas, quedó en la triste comitiva de un trono que una serie de desgracias de muchos géneros iba a ajar y oscurecer y entre el infeliz coro de sabios de una nación tan desgraciada que ni aun quejarse de un modo digno de ella le ha sigo permitido durante más de un siglo de infortunios y de oprobios. Así que ha salido vana la esperanza de Lope cuando en su
Laurel de Apolo
dijo al fin del elogio de Mariner estas palabras: “Honre la tierra extraña / a quien nunca premió su madre España”. Fue Mariner muy buen helenista y dejó
traducidos
en castellano muchos libros griegos, y en latín muchísimos más, y entre otros, en verso todo Homero, todo Hesíodo y todo Teócrito, y en prosa varios escoliastas de estos poetas y de Píndaro, Eurípides, Sófocles y otros, y mucho de Hipócrates, Porfirio, Eusebio, Juliano, el gran Filón, Filóstrato y otros. Como era gran latinista y escribía con facilidad y
elegancia
en la lengua de los buenos
imitadores
de Cicerón, se divirtió también en traducir en latín escritos
valencianos
y castellanos, y no es posible el hallar sin dolor que, entre tantas traducciones inéditas de este gran literato de que podría hacer mucho uso y de muchas maneras la Europa sabia, se halla la traducción en verso latino del
célebre
poeta valenciano,
Ausias March,
ingenio tan poco conocido y tan digno de serlo. Escribió en latín Mariner la
historia
del Perú, y también mucho a lo menos de la España. En el tomo XV de la
Biblioteca PP,
edición de Colonia en folio, está la traducción latina que Mariner hizo de las Cartas de
Teofilacto;
también imprimió una traducción latina del
Panegírico al Sol
escrito en griego por Juliano y algunos opúsculos, pero tales son los favoritos del Ciego cojo y alado en la república literaria, que las inmensas tareas de varón tan docto solo han servido a los indignos plagios entre los cuales es de temer que hay algunos, además del descubierto por don Juan de Iriarte, algunos, digo, del ilustre y celebradísimo deán de Alicante,
Martí.
¡Mientras ingenios y perezosos y sin probidad son coronados de laurales,
Mariner
es ignorado! Quien quiera saber algo de este erudito valenciano busque las últimas páginas que, como una especia de lo que llaman los latinos
Mantissa,
nos ha dado don Juan de Iriarte en el tomo 1º de su catálogo de Mss. griegos.
8. Hoy más que nunca los buenos católicos-romanos
desean
y deben desear que se separe en fin de la doctrina de la iglesia sagrada y verdadera de que son miembros cuanto la mezclan sin cesar un partido
opresor
y un vulgo brutal de todos modos. Es una intolerable injusticia de los protestantes el llamar
catolicismo
lo que no es más que
papismo,
como es una injusticia no menos detestable la de los católicos-romanos que llaman o procuran que se llame
protestantismo
lo que es
espinosismo, filosofismo, deísmo,
sofisma y algarabía de libreros y de escritores
ambiciosos,
egoístas, llenos de imaginación y de erudición y de vacíos de juicio, de cordura y de piedad. Se desengañarán las
naciones
europeas; no lo dudemos, verán al fin toda la malicia y locura de estas interminables
peticiones de principio y cuestiones de nombre,
pero este desengaño llegará tarde y los literatos y libreros, cuyas pasiones insensatas y cuya vil sed de oro ayudan hoy a ahogar la voz de todo hombre de bien, sincero y pensador que no quiere ser cómplice de partido alguno, serán, con razón, el objeto del odio y de las maldiciones de la posteridad que, víctima de los enredos opresores del tiempo en que
vivimos,
no podrá menos de entregarse a esfuerzos peligrosos cuyas consecuencias sean, no la libertad y la prosperidad pública, ¡sí delitos, excesos, desastres, calamidades!
9. El
docto
señor
Bouterwek.
(Las dos letras
ou
se pronuncian como en francés, como nuestra
u.)
10. El infeliz Ferrante Pallavicino es el autor del célebre libro intitulado:
Divorcio celeste,
que ha sido
traducido
del italiano en muchas lenguas. Yo no digo que este
autor
sea un buen escritor, pero digo sí que es horrible el que un sucesor de S. Pedro haya podido pagar a un hombre
traidor
(era francés de nación, ¡pero
todas
las naciones producen traidores…!) para hacer prender, por medio de una vil traición, a un infeliz literato y para hacerlo inmolar como un delincuente. Y el que semejante
sucesor
de S. Pedro sea un objeto de veneración en la iglesia de J. C. sin que de modo alguno ose nadie honrar a esta santa madre, execrando en su nombre tamaña crueldad… Digo también que escándalos de esta especie me harían mahometano y también ateísta si Dios no me hubiera penetrado el alma con las pruebas de la verdad de la religión cristiana y del decreto en que,
ab aeterno,
ha decidido que oprimiría con el peso de su gloria a quien quiera que quisiese, orgulloso, escudriñar porque permite que durante tantos siglos puedan sofistas blasfemos atribuir al que es siempre Justicia y Verdad, no la permisión, sino la aprobación de tantas maldades y mentiras. Digo finalmente que el clero, ante de predicar, debe reformarse sin una piedad impía, causa de cuantos azotes nos afligen: sin preferirse, como sin cesar se prefiere, a Dios; sin aceptar lo que le dan hombres poderosos corruptores y perversos.
11. El Señor de Ferrer de cuya erudición y
nobilísimos
proyectos es difícil el decir cuánto merecen que se diga en su alabanza.
GRUPO PASO (HUM-241)
FFI2014-54367-C2-1-R
FFI2014-54367-C2-2-R
2018M Luisa Díez, Paloma Centenera