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Transcripción realizada sobre el ejemplar de Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, BH MED Rev. 72-3. Digitalización disponible en:
(texto completo)Encoding: Ioannis Mylonás Ojeda
Transcriptor: María Thiriet Chaparro
Revisor: Cristina Moya García
Tal vez no se ha presentado en la literatura poética de este último medio
siglo
un
fenómeno
tan extraño como la aparición de las
poesías
de
Ossian.
Decir a nuestros humanistas que en el siglo
cuarto
de la era vulgar florecía entre los rudos habitantes de las montañas de Escocia un talento sublime
comparable
según algunos con
Homero
era trastornar todas las ideas que se tenían anteriormente del influjo de la civilización sobre la formación de los talentos. Osadía era decirlo, y ninguno lo hubiera creído si el mismo que lo anunció no acompañara su noticia con la
publicación
de las obras del Poeta que proclamaba. Ellas a la verdad no salieron en la lengua en que se habían escrito; pero el estilo, las imágenes, las costumbres y el fondo de las ideas, todo parecía corresponder a la época en que se las suponía, y todo contribuyó a aumentar la confusión y la novedad.
El Profesor
Blair
escribió una
disertación
en que suponiendo la
autenticidad
de aquellas poesías manifestó muy a la larga las
bellezas
que hay esparcidas en ellas. Pero
Johnson,
crítico no menos respetable que Blair, negó la
verdad
del hecho, y aseguró que los escritos de Ossian eran una ficción de Macpherson, su editor. Esta cuestión fue una señal de guerra entre los
literatos
ingleses, en que con menos moderación de la que correspondía,
todos
se trataron recíprocamente de falsarios y de impostores.
Nosotros
estamos muy lejos para calificar justamente las pruebas de hecho alegadas por unos y por otros; y cabalmente esta clase de pruebas son las más decisivas en un punto de hecho como es este. Sin embargo, las pruebas morales no dejan de tener su fuerza, y en esta parte quizá los Ossianistas tienen
ventaja
sobre sus adversarios.
¿Cómo es posible, dicen estos, que, entre los feroces moradores de Escocia, dados solamente a la caza y a la guerra en aquella
época,
se encontrasen caracteres tan grandes, tan generosos y tan
nobles
como los de Fingal, Catmor, Oscar y otros que brillan en los
poemas
de Ossian? ¡Y no son tan imposibles de existir como de imaginarse por un
poeta
viviendo en medio de aquellos
guerreros
semi-bárbaros? Más aun cuando efectivamente existiesen, y aun cuando haya habido un poeta que los celebrase, ¿quién que no sea un
imbécil
creerá que sus obras han podido conservarse sin auxilio alguno de la escritura y por la tradición sola?
A esto
responden
los partidarios de Ossian, que los poemas de
Homero
mucho más dilatados, todavía se conservaron por la tradición sin auxilio de la escritura, que entre los árabes vagabundos pasan los cuentos de generación en generación sin alterarse, y que es preciso que suceda así entre pueblos en quienes no siendo común el uso de escribir, debe por lo mismo cultivarse más la facultad de la memoria. La elevación y
nobleza
de los caracteres de Ossian no deben ser tampoco por sí solas una prueba de su suposición, a menos de probarse que los sentimientos generosos son dote exclusiva de los pueblos civilizados, y mucho menos cuando en el resto de los
poemas
no se descubre el menor vestigio, la menor huella de las ideas y costumbres modernas. ¿Cómo es posible, preguntan ellos a su vez, que un escritor de nuestros días pueda desnudarse así de las impresiones que han dominado su espíritu por toda su vida? ¿Ni cómo suponer que un hombre por muy exento de amor propio que esté, se despoje así de la gloria que le darían estos escritos para atribuírsela entera a un
Bardo
desconocido y oscuro? ¿Este fenómeno moral no es más imposible de explicarse que la existencia de un talento sublime en medio de una
nación
inculta sí, pero amante en extremo de la gloria y de la poesía?
Este último argumento es poderoso sin duda; pero supone un mérito sobresaliente en las obras del
Bardo
escocés, mérito que sus adversarios le
niegan.
Oscuro,
hinchado
en su estilo, monótono en sus imágenes, pobre y estrecho en sus ideas, Ossian no es a sus ojos sino autor de una jerga
ininteligible
y contagiosa, y bárbaros y sacrílegos
todos
los que han comparado su poesía con la de
Homero
y Virgilio.
Es difícil sin embargo conciliar este
deprecio
con la
aceptación
inmensa que estos poemas han logrado en
Europa.
Le
Tourneur
los dio a conocer en francés en una elegante prosa; Cesarotti en excelentes versos italianos; los
mejores
poetas de Alemania los tradujeron y los imitaron; y la poesía de casi todas las naciones de Europa se atavió de una muchedumbre de giros nuevos y atrevidos subministrados por Ossian.
«¡Oh, qué especie de mundo aquel donde me conduce este escritor
sublime!
dice el alemán
Goethe:
¡andar errando por llanuras que resuenan al ruido de los vientos borrascosos en que vienen las nubes, y ver al rayo incierto de la luna sentados sobre ellas los espíritus de los antepasados! ¡Oír desde la montaña los débiles gemidos que estos mismos espíritus arrojan desde el fondo de las cavernas, gemidos que se mezclan con el rumor de los torrentes, y con los lamentos que exhala la tierna doncella junto al musgoso sepulcro de su amante! Cuando encuentro a este
Bardo
encanecido por los años buscando en la vasta extensión de aquellos campos las huellas de sus padres, y encontrar ¡ay! solamente las piedras que cubren sus sepulturas; cuando se vuelve gimiendo hacia la estrella de la tarde que ya se oculta en el mar, y su alma heroica siente revivir la idea de los tiempos en que aquel astro iluminaba con sus rayos los peligros de los valientes; cuando leo en su frente su dolor profundo, y veo a este
héroe
el último de su raza triste, abatido, y con un pie ya en el sepulcro; ¡oh cómo la presencia de las sombras de sus mayores es un manantial, donde está bebiendo continuamente deleite a un tiempo y melancolía! ¡Oh, cómo al fijarse sobre la tierra fría y contemplando la yerba que la cubre exclama dolorosamente!
Vendrá el viajero que me conoció en mi gloria, vendrá y preguntará: ¿dónde está aquel cantor digno hijo de Fingal? Y sus pies hollarán mi tumba, mientras que me demande inútilmente a la tierra.»
Tal es el carácter que distingue eminentemente a Ossian de todos los
poetas
del mundo; carácter que le hará eternamente la delicia de todas las almas tiernas inclinadas a la contemplación y a la melancolía. Su talento poético, aunque
sublime
a veces, y enérgico y atrevido casi siempre, no puede ser comparado ni en riqueza, ni en variedad con el de
Homero
y Virgilio: pero la naturaleza física y moral que el poeta céltico tuvo delante de sí estaba tan distante y era tan diferente de la que pintaron el griego y el latino, que en la balanza imparcial del juicio deben sin duda alguna inspirar más admiración las eminentes
prendas
que le adornan, que disgusto las que le faltan.
1
Los señores Ortiz y Montengón han emprendido en diversas épocas presentar en
castellano
las obras de este ingenio
extraordinario;
pero uno y otro han abandonado su proyecto sin concluirle. Otro español ausente de su patria más de doce años ha, y que en medio de las vicisitudes de su fortuna no ha dejado de cultivar las
musas
castellanas, tiene enteramente traducido a Ossian en nuestra
lengua,
y se propone publicarle. Pero queriendo antes tantear la opinión del público sobre su trabajo, ha remitido diferentes trozos al autor de este artículo con una
carta,
en que entre otras cosas dice lo siguiente.
«Volviendo a mi Ossian, le diré a vmd. que pienso añadir a la
traducción
las notas más importantes de Macpherson, Cesarotti, y el traductor alemán, poner varias mías, traducir la disertación crítica de Blair que en francés no lo está, y concluir con una larga disertación mía sobre la historia de los celtas, o por mejor decir de los pueblos primitivos que habitaban las Islas Británicas y el continente de
Europa
desde el Rin hasta el estrecho de Gibraltar, y desde el cabo de San Vicente hasta la gran Grecia. Porque me parece probado que los etruscos eran pueblos célticos, y los romanos una colonia etrusca mezclada con griegos de la Italia meridional llamada Grecia Magna. La fundación de
Roma
no es menos oscura que la de Nínive y Babilonia; pero sabemos que la tradición de Rómulo y Remo es muy moderna, y que antes del siglo de Augusto el Griego
Evandro
era
tenido
generalmente por el primer fundador de esta ciudad. Tito
Livio,
cuya primera
Década
es toda entera una
novela
muy entretenida, acreditó la tradición adoptada por los historiadores que vinieron después, aunque ya en tiempo de
Cicerón
los romanos se miraban como el pueblo de Marte, y los hijos de Quirino por una equivocación venida de la voz Quirites mal interpretada.»
Nosotros nos prestamos gustosos a las miras del autor, y no siendo posible atendidos los
límites
de nuestra obra insertar todos los ensayos que nos ha remitido, pondremos en el número siguiente los diferentes trozos que basten a dar a conocer al público el carácter de la
traducción
y el sistema observado en ella.
1. No nos ha parecido oportuno extendernos más sobre la
autenticidad
y
mérito
de las poesías de Ossian, así porque cuanto puede decirse en la materia, está ya dicho con toda prolijidad por casi todos sus
traductores,
principalmente por Cesarotti, como porque bastan estas ligeras indicaciones para la noticia que damos de la nueva versión castellana.
GRUPO PASO (HUM-241)
FFI2014-54367-C2-1-R
FFI2014-54367-C2-2-R
2018M Luisa Díez, Paloma Centenera