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Título del texto editado:
“Obelisco fúnebre y pirámide funesto”
Autor del texto editado:
Lara, Gaspar Agustín de
Título de la obra:
Obelisco fúnebre, pirámide funesto que construía a la inmortal memoria de D. Pedro Calderón de la Barca, caballero del hábito de Santiago, capellán de honor de su majestad y de su Real Capilla de los Señores Reyes Nuevos de la Santa Iglesia de Toledo, D. Gaspar Agustín de Lara...
Autor de la obra:
Lara, Gaspar Agustín de
Edición:
Madrid: Eugenio Rodríguez, 1684


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Argumento de toda la obra.

Soneto

Siente Madrid, matrona carpentana,
la falta de su hijo más querido,
don Pedro Calderón, esclarecido
en sangre como en ciencia soberana.

Vencida de dolor la parte humana,
se arrebata el espíritu afligido
en un éxtasis, siendo conducido
a la mansión de la Memoria anciana.

A templo de inmortal luz coronado,
donde eterno clarín con voces ciento
de aplausos de don Pedro el orbe llena,

y, viendo el obelisco levantado,
de su fama glorioso monumento,
se redime del rapto y de la pena.

OBELISCO FÚNEBRE, PIRÁMIDE FUNESTO QUE CONSTRUÍA A LA INMORTAL MEMORIA DE DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA, CABALLERO DEL HÁBITO DE SANTIAGO, CAPELLÁN DE HONOR DE SU MAJESTAD Y DE SU REAL CAPILLA DE LOS SEÑORES REYES NUEVOS DE LA SANTA IGLESIA DE TOLEDO DON GASPAR AGUSTÍN DE LARA

Del Obelisco fúnebre y pirámide funesto, canto primero.

Octavas


1

Canto del cisne español, Fénix mantuano,
cuya cándida ilustre inmortal pluma
en el mar se encendió Mediterráneo
bañada en celestial luciente espuma;
el vuelo más sublime y soberano
que del cielo tocó la alteza suma
y a las luces de Cintio sin desmayos
examinó centellas, contó rayos.


2

El caudal numeroso, si elocuente,
milagro del ingenio peregrino,
el discurso que humano se desmiente
con altos pensamiento de divino,
el sabio, el caballero y el valiente
que por el arduo, si real camino
de la sabiduría y la nobleza
ciñó de oliva y lauro su cabeza;


3

el centro de atenciones inmortales,
de alta cortesanía punto cierto
de quien salieron líneas siempre iguales
a la circunferencia del acierto,
cuyas obras lucientes son fanales
que ya conducen la ignorancia al puerto,
siendo en distintas contrapuestas playas
métricas elocuentes atalayas;


4

la fuente pura, el raudal perenne
de ideas el océano profundo,
en cuyo fondo inmenso no contiene
leve porción de pensamiento inmundo;
de quien manan las ondas de Hipocrene
y adonde templa Apolo rubicundo
la ardiente sed de sus camenas
sangrándole por nueve cultas venas;


5

el que fue de los doctos admirado
en uno y otro polo, el aplaudido
de monarcas y príncipes honrado,
de todos con igual amor querido;
el de la misma invidia celebrado
que en el teatro él solo ha conseguido,
cual de Apolo agudísima saeta,
lograr el palio, coronar la meta.


6

Este que canto, pues, único y solo
cisne fragrante, ave luminosa,
de los teatros norte imán y polo,
centro de aciertos, pluma caudalosa;
vida del Pindo, espíritu de Apolo,
undoso mar de ciencia numerosa,
inmortal ya trofeo de la parca
don Pedro Calderón es de la Barca.


7

¡Oh tú!, que solamente mereciste
la grandeza de ingenio que alcanzaste
por el camino ilustre que seguiste,
de virtudes heroicas que heredaste;
tú en la noble Barca que naciste
los rumbos más ignotos navegaste
con discurso fiel cuanto oportuno,
llegando a donde no llegó ninguno,


8

pues pulsas por instantes en mi mente,
tocando con la vista tu retrato,
y el plectro de tu lira dulcemente
vivo le siento, si inmortal le trato,
no del bifronte risco lo eminente
que pisa con el pie sutil Erato
tocó mi impulso; solo humilde aspira
a invocar el acento de tu lira.


9

Si tú mi pecho dulcemente inflamas,
Etna será de más excelsa cumbre
que el que coronan ya las nueve llamas
que son del Pindo numerosa lumbre;
obscureciendo las ajenas famas
así haré que tu fama al sol se encumbre,
construyendo esa luz a la memoria
inmortal obelisco de tu gloria.


10

Era del año la estación fragrante,
cuando con varias flores refulgentes,
si no globo la tierra relumbrante,
firmamento es de astros florecientes;
cuando alumbra con ámbar rutilante
la rosa lo mortal a los vivientes,
siendo el que expira humo al primer paso
aromática sombra de su ocaso.


11

La mansión de tindáridas estrellas
visitaba el planeta luminoso,
serenando con fúlgidas centellas
de Tetis el semblante tempestuoso,
aquellas luces digo siempre bellas
que, con lazo implicadas amoroso,
una inmortal y otra mortal, lucida
empresa son del alma y de la vida.


12

La ilustre Barca entonces navegaba
de habitual achaque el seno roto,
bien que entero el caudal aseguraba
puerto tranquilo de su fe el piloto;
y, aunque el soplo cruel la contrastaba
del Euro infausto y el funesto Noto,
de mejor Leda ya explendores ciento
la iban conduciendo a salvamento.


13

El achaque que postrado
lo más del tiempo le rendía al lecho,
introduciendo en el calor helado
inquietudes ardientes hacia el pecho;
alterose el humor y revelado
puso el aliento en el postrer estrecho,
guardando los respetos tan debidos
a sus nobles potencias y sentidos.


14

Tan libres las dejó, que parecían,
en medio de opresiones tan mortales,
que por instantes a nacer volvían,
si no se acreditaban de inmortales.
Con tal quietud las ansias padecían,
que solo descubrían las señales
de heroica fe con vivo entendimiento
en las pálidas señas de su acento.


15

¿Qué mucho, si fue solo en largos años
de sus fatigas único desvelo
estudiar de la vida desengaños,
desasido de todo lo que es suelo?
Nadie alcanzó del mundo los engaños
ni la luz auxiliar logró del cielo
como quien, altamente discursivo,
representarlos supo tan al vivo.


16

Vivió tan estudioso, si ensayado,
en el último paso de la vida,
que fueron todo su mayor cuidado
disposiciones de última partida.
Fue su plato más dulce y regalado
con que se lleva siempre la comida
(así daba a su alma el alimento)
la lección de su docto testamento.


17

¡Cuántas veces le vi llorar de gozo
considerando se llegaba el plazo
en que había de ser débil destrozo
de la pálida muerte el vital lazo!
¡Y cuántas pronunció con un sollozo,
levantado hacia el cielo el diestro brazo:
“Lo acertado, Señor, no importa nada
si se yerra la última jornada!”.


18

A luces vivas, pues, de tanto examen
se agravaba mortal el accidente,
siempre ceñido al agonal certamen
de ilustre fe, de espíritu valiente.
Ya de las medicinas el dictamen
se reduce a substancias solamente,
receptando por únicos cordiales
las medicinas espirituales.


19

A visitarle vino aquel cordero
que en la forma de pan cándido ofrece
la vida eterna, muerto en un madero,
y hombre y Dios juntamente resplandece.
Con viva fe de corazón sincero
le recibió diciendo: “No merece
la humilde indignidad de mi posada
la habite majestad tan levantada”.


20

Adoró el inefable sacramento
de quien fue tan devotamente amante,
que nueve lustros fue su claro acento
de tan inmenso amor clarín sonante;
y, hecho cisne armonioso su concento
de Apolo más divino y elegante,
le veneró, a pesar del negro abismo,
cantando hasta el postrero parasismo.


21

Oyéronse sus voces más serenas
en el último aliento de amargura,
que las obras, o ya malas o buenas,
resuenan en la misma sepoltura.
Ecos halló Macario de cadenas
en la de Mambre mísera clausura;
de Datán y Abirón fue abierta boca
la tierra que selló su infamia loca.


22

Estaba un auto entonces en los fines,
como su autor, sacramental desvelo,
fiesta que a imitación de serafines
hace la tierra transformada en cielo;
por que sepan del mundo los confines
de este varón el religioso celo
le acabó, pronunciada ejecutoria
del rico mayorazgo de su gloria.


23

En medio de la lluvia tempestuosa
de dolores mortales, con iucunda
serenidad su pluma caudalosa
en tan alto misterio el vuelo funda,
así como la garza generosa,
que, si la tierra en tempestad se inunda,
a la serenidad del cielo sube,
trascendiendo una y otra densa nube.


24

Cuando, crujiendo, el edificio humano
con terror formidable se va a tierra,
y al espíritu aflige infiel tirano,
con sus tres enemigos dando guerra,
entonces con acento soberano
todas las voces fúnebres destierra,
pronunciando su mente esclarecida
candores puros de aquel pan de vida.


25

Así para la muerte se prepara,
siendo inmortal de amor dulce incentivo,
víctima culta en religiosa ara,
muerto a la vida, a lo devoto vivo.
No pudiera morir si no acabara
de la alta conclusión lo discursivo,
y es consecuencia de su amor interno,
que solo de esa forma se hizo eterno.


26

Así al misterio de la fe dedica
afectos vivos de su fe constante;
así holocausto humilde sacrifica,
dulces finezas del amargo instante;
y así concentuosamente explica
muere para vivir de fino amante,
siendo su amor tan poderoso y fuerte,
que armas contra su vida dio a la muerte.


27

De vivir y morir las consonancias
numéricas unió a indistinto punto,
que no son separadas las distancias
del término vital al de difunto.
Sólo para la muerte halló elegancias
su discurso fiel, si en el asunto
postrero, de mayores amarguras,
dictó las más suavísimas dulzuras.


28

Dispuesto al fin así para el camino,
le ungieron con el óleo santo, y luego
el día que el espíritu divino
bajo en lenguas retóricas de fuego,
voló el suyo veloz al uno y trino,
desatado del cuerpo el lazo ciego;
al mesmo tiempo y en la misma hora
el Paracleto al orbe de luz dora.


29

Preludio fue de glorias subcesivas
aquí esta circunstancia refulgente,
pues parece que el cielo en luces vivas
las sombras ilustro de su occidente.
Mas no es mucho que lenguas tan activas
cultas divulguen su inmortal oriente,
si retóricas llamas inspiraron
en vida cuanta en muerte le ilustraron.


30

Fue prueba clara la quietud serena
que conservó hasta el postrero instante,
pues entre una amarga y otra pena
gozo dulce exprimía su semblante.
Tan alegre quedó su faz, tan llena
de respeto apacible, si brillante,
que a la atención más viva informó yerta
con explendores de su gloria cierta.


31

Abriose el testamento, que sellaba
cláusulas de católica elocuencia,
descubriéndose allí en cuanto ordenaba
de sus nobles virtudes la excelencia.
La fe, esperanza y caridad brillaba
con los vivos esmaltes de prudencia,
y la justicia y fortaleza hacía
con la templanza métrica armonía.


32

Reconocidas las disposiciones
de última voluntad, fue ejecutado
cuanto en fieles tiernísimas razones
dejó a sus albaceas encargado.
No pudieron excelsas atenciones,
de sus méritos celo declarado,
hacer que se excediese leve punto
de lo dispuesto ya por el difunto.


33

Mandó que sin el fausto se enterrase
que obstentación mundana pareciese,
que el cuerpo descubierto se llevase,
por que a la vista desengaño diese;
que en decencia su hacienda se emplease
de lo que al funeral preciso fuese
y que, fundando dos capellanías,
lo demás se gastase en obras pías.


34

Así se ejecutó, pero el concurso
de amorosas finezas cortesanas
con ilustre grandeza siguió el curso
que se estila en funciones tan cristianas.
Con aqueste católico recurso,
del mundo desmintiendo pompas vanas,
honraron al que, siendo de fe norte,
fue numerosa honra de la corte.


35

En la parroquia donde aquel piloto
venerable pontífice Damaso,
por redimirse de la culpa Cloto,
dio, naciendo a la gracia, el primer paso
fue sepultado, que siguió devoto
aquel oriente en su preciso ocaso.
Tomó en San Salvador la Barca tierra
donde la culpa Dámaso destierra.


36

Aquí sin fausto de profana pompa,
si con grave aparato religioso,
descansa en su capilla, hasta que rompa
clarín final el último reposo.
Aquí yace don Pedro, mas la trompa
de su fama inmortal con son glorioso
del uno al otro polo le dilata,
urna de oro, túmulo de plata.


37

Madrid, real matrona, madre augusta
de capelos, coronas y tïaras,
producido hora de virtud robusta,
que el cielo ha levantado de fe aras,
con quién Minerva y Palas siempre justa,
aplaudiendo sus obras más preclaras
en fe, ingenio, valor, sabiduría
de dónde nace a donde muere el día,


38

sintiendo con dolor grave, excesivo,
la pérdida del hijo más amado,
bien que se le considera siempre vivo,
si a vida más eterna restaurado,
reconcentrando el sentimiento activo
al corazón, de penas lastimado,
por que el pesar le sea más prolijo,
contempla las virtudes de tal hijo.


39

Triste el semblante, y el acento mudo
de tanto mal, pronuncia los rigores,
que la voz más discreta le hace rudo
explicado a retóricos primores,
con el cincel de su dolor agudo
el llanto desatando las colores,
por que pueda el discurso ser más grato
en la mente animó su fiel retrato.


40

Tomó principio la mental pintura
de aquella simetría igual externa,
que suele demonstrar su compostura
indicios evidentes de la interna,
bien que el hombre carezca de hermosura,
porque el sumo pintor conciencia eterna
proporcionado al varonil renombre
le dio la más perfecta en el ser de hombre.


41

Consideraba de su rostro grave
lo capaz de la frente, la viveza
de los ojos alegres, lo suave
de la voz, respirando sutileza;
las demás perfecciones, que eran llave
maestra, franqueando la grandeza,
repartidas con alma, garbo y lustre,
su virtud, ingenio y sangre ilustre.


42

¿Qué mucho, si [fue] su heroico nacimiento,
que fue habitando el sol en la biforme
décima imagen, luz del firmamento,
puerta a la dicha del nacer conforme,
día de aquel abad que fue portento
de penitencia y santidad disforme,
a quien la voz universal hoy nombra
Antón, que aún al infierno el nombre asombra?


43

Júpiter, Sol y Venus, bien dispuestos
con Mercurio, mirando su ascendiente
benévolos, en trino y sextil puestos,
del ingenio alumbraron lo eminente.
Saturno, Luna y Marte, siempre opuestos,
bien que radiando su valor prudente,
a los méritos grandes deslucían
por no premiados como merecían.


44

Nació de padres en nobleza iguales,
descendiendo su ilustre varonía
por línea recta de las venas reales
de Aragón, patria de la valentía,
de aquel infante ya que a los anales
su memoria inmortal glorioso fía,
don Vela, hijo legítimo heredero
del rey Ramiro de Aragón Primero.


45

Doce veces diez lustros veloz corre
el tiempo instable desde que la orilla
pisó del Tajo, que entre arenas corre
doradas, del Carpento imperial silla;
¡Oh, nunca el tiempo esta memoria borre!:
siguiendo a don Alonso de Castilla
el Sexto, esta familia con denuedo
leal sirvió en la toma de Toledo.


46

Así, en reales servicios empleada,
de unos siglos en otros sucediendo,
fue con lustre aplaudida y venerada,
en letras y en valor resplandeciendo,
hasta que ya la edad preordinada
de seiscientos con mil nos dio, naciendo
don Pedro de don Diego y de María,
la clara concentuosa luz del día.


47

Desde su infancia sazonaba el gusto
frutos en flores de atención fragrante,
cual rama insigne de aquel tronco augusto,
siempre fecundo de explendor flamante.
No dio a sus padres el menor disgusto,
hijo siempre obediente, como amante,
criado al fin con el decoro y porte
que los nobles se crían en la corte.


48

Las escuelas cursó tan codicioso
de comprehender sus ciencias dilatadas,
que tenía las horas del reposo
a estudiosas vigilias dedicadas.
Así con alto ingenio en lo estudioso
a muchos excedió, cual levantadas
palmas exceder suelen en grandeza
al junco débil que a nacer empieza.


49

Las flores que produjo en sus primeras
hojas rindieron fruto sazonado
de fecundas eternas primaveras,
a pesar de la invidia invierno helado.
Águila, se ciñó plumas ligeras;
el discurso, sutil Mercurio alado,
sus jóvenes centellas de arreboles
pasmaron rayos, alumbraron soles.


50

Ya en edad varonil, tiempo oportuno
le pareció para cortar la pluma
con los filos de Marte, que es todo uno
Minerva y Palas para el noble en suma;
la milicia siguió, aunque opuesta Juno
a sus progresos, por que no consuma
el tiempo en él los hechos memoriosos
de sus progenitores valerosos.


51

Las letras que en paz le fueron gloria
lustre inmortal le dieron en la guerra,
que la sabiduría es luz notoria
cuando la sombra tímida destierra.
El sabio siempre alcanza alta victoria
de cuánto esfuerzo el ignorante encierra,
y de Apolo a las flechas y la lira
se anima un tronco y un Pitón espira.


52

Con prudente valor, en la milicia
de esfuerzo invicto dio nobles señales,
por las cuales le diera la justicia
puestos, si militara entre mortales.
Y, sintiendo a Belona no propicia,
en paz dejó los campos marcïales,
conduciéndole Apolo a mis riberas
capitán general de sus banderas.


53

Militó en la milicia cortesana
algunos años, que también la corte
es campo militar, en donde gana
altos triunfos Minerva cual Mavorte;
que la sabiduría es partesana
de fino acero, de afilado corte;
pica aguda, el ingenio; y la prudencia
peto y celada es sin resistencia.


54

Aquí se miran varios escuadrones,
alistados en una y otra plaza;
unos ciñen sus vanas ambiciones,
a otros la torpeza inmunda abraza;
sigue aquel de soberbia los pendones,
este con el engaño vil se enlaza,
el otro a la avaricia se encamina,
y todos unos de otros son la ruina.


55

Cuantas por todas partes se comprehenden
son variedad de tiendas de campaña,
en donde a los que compran los que venden,
en vez de cambiar paz, les ferian saña.
Cuanto cautos los fraudes se defienden
tanto oficiosa la sospecha engaña,
si por sus mesmos filos la mentira
del recelo y engaño armas conspira.


56

Aquella que tremola sutil velo
es de ateístas ínfido estandarte,
hipócrita mentido Mongibelo,
sentina de infernal inmundo Marte;
aquí en Bodino infiel y Maquiavelo
dogmas influye, espíritus reparte;
con discursos políticos, que induce,
a eterno precipicio se conduce.


57

Aquella que ambiciosa en breve seno
fomenta de armas máquina infinita,
corriendo desbocada, tan sin freno,
que aún lo más imposible facilita,
de la Avaricia es hija (Estigio obsceno)
y la Soberbia, en quien se precipita
con hidrópica ansia, ardor aleve,
encendiéndose más cuanto más bebe.


58

La que en varios colores se confunde
bandera es del humano infiel deleite,
que en dobleces el campo infesta y cunde
desplegando un vistoso y otro afeite.
Al principio gustosa se difunde,
manchando al fin como suave aceite;
cuantas glorias despliegan sus colores
tantas alista penas y dolores.


59

Dulces aceros juega, armas esgrime
de infausto temple contra toda vida;
la fuerza agrava, el valor oprime
aun el amago leve de su herida.
Quien padece su golpe llora y gime
con ansias de la muerte apetecidas;
no es para el pecho tan fatal desmayo
de Marte el filo ni de Iobe el Rayo.


60

Estas rindieron al valiente Aloydes,
triunfaron de Sansón y por los ojos
de ardiente fuego introdujeron lides
en los cristales de David despojos.
Al sabio rey, cual implicantes vidas,
le ciñeron de idólatras arrojos;
a Cleopatra, de áspides; de canes,
a Jezabel; y al orbe, de volcanes.


61

Debajo de estas armas las panteras
fragrantes su traición sangrienta alistan,
celando en ramos de hojas lisonjeras
muerte infame a la vida que conquistan:
las serpientes sitalas con hogueras
de matizadas luces, por que insistan
ciegas de los relámpagos que lucen,
incautas mariposas que conducen.


62

Los cocodrilos falsos, las sirenas
engañosas, con músicas y llantos
que infaman puertos, infestando arenas,
alternos los suspiros y los cantos;
norte de plantas, si no imán de entenas,
se mienten apacibles sus encantos,
siendo de su armonía los progresos
poblar las playas de argentados huesos.


63

A Angerona y Volupia sacrifican,
deidades dos unidas en un ara,
porque cuanto al deleite le dedican
tanto en angustia dolorosa para.
Los tres efectos de su culto explican
en tres semblantes de la luna clara:
caza al principio Diana, arde Lucina,
atormentando al fin cual Proserpina.


64

Ella tropa de hombres sin cabeza,
monstruoso racional, torpe concurso
de acéfalos que obstenta fortaleza
colocado en el vientre su discurso,
es de la Gula la brutal fiereza
que de Venus y Baco sigue el curso,
ciega dos veces con furor sin tino
el cuerpo y alma del amor y el vino.


65

Aquel cuerpo de guardia que, rendido
a las armas del oro las del acero,
postra obediente con valor mentido
esclavo del que tiene prisionero,
el cuerpo y alma es a un fin unido
del avariento idolatra, que fiero
da el corazón a su adalid brillante,
despojo vil del mismo que es triunfante.


66

Vivo infierno, ministro ya absoluto
de cuanto gime en su mansión tormento,
ministrando con mísero tributo
en inmortal penar mortal lamento.
Con carga rica Sísifo y sin fruto,
es Tántalo en el golfo fraudulento,
Ixión rodando, Ticio sin decoro
y Prometeo con cadena de oro.


67

Así con un castigo y otro raro
verdugo de sí propio se atormenta,
indigno de piedad siempre el avaro,
pues contra sí penar cruel fomenta;
su tesoro es pobreza sin reparo
que de caudales mísero sustenta;
la dicha hacen desgracia sus empleos,
y estéril la abundancia, sus deseos.


68

Vivió entre aquellos monstruos militares
armado de prudente valentía;
en todas ocasiones y lugares
los venció con cortés sabiduría.
Fueron trofeos siempre singulares
de ingeniosa moral cortesanía
cuantos en el teatro levantados
penden, Parca fatal de estos soldados.


69

No solo con el corte de la pluma
triunfó de los secuaces de esta guerra,
mas de sus obras con la fuerza suma
a heroicos ejemplares los destierra.
Fue en religión otro prudente Numa,
en humildad se pareció a la tierra,
al aire en lo galante, en la franqueza
al agua pura, al fuego en la viveza.


70

De triunfos inmortales se corona
con deseos de más perfecto estado;
retirose a la Iglesia y su corona
se ciñe, sacerdote consagrado.
Logró el triunfo mayor cuando abandona
todos los seculares que ha logrado,
si se alista en bandera militante
para entrar más glorioso en la triunfante.


71

Así resuelto, abandonando vicios,
se entregó a las virtudes inmortales
ceñido a cuántos santos ejercicios
conducen a mansiones celestiales.
Por que fuesen al cielo más propicios
las pisadas siguió sacerdotales
de mi congregación de sacerdotes,
colegio sacro de infinitos dotes.


72

Siguiendo este santísimo instituto,
asilo liberalmente piadoso
de los que pagan mísero tributo
a la pobreza con caudal penoso,
en el campo sembró, por coger fruto
de sus constituciones, espacioso
obras mil, tan conformes a su estado,
que fue de sacerdotes el dechado.


73

Su celo, humilde al cielo sacrificio,
de capellán mayor obtuvo el cargo,
que demandar al peligroso oficio
saber obedecer dio por descargo.
Con ejemplo suave evitó el vicio,
separando lo dulce de lo amargo,
usando en el gobierno lenitivos
primero que aplicar cauterios vivos.


74

Siempre fue su limosna la primera
para aliviar al pobre desvalido;
con mano generosa, si ligera,
fue el miserable enfermo socorrido;
de toda desnudez reparo era,
aun antes de informarse del oído;
en Al hallaba un tiempo todo junto
el vivo su descanso y el difunto.


75

Fueron sus actos de virtud tan llenos,
tan nobles juntamente y cortesanos,
que, desmintiendo al parecer lo bueno,
se acreditaban a la vista humanos.
Valíase tal vez de pies ajenos
por negar la noticia a propias manos,
en cuanto ya pudieran ser indicios
de vanidad, que es vicio de los vicios.


76

Fue liberal, sin ser desperdiciado;
sin parecer perdido, manirroto;
solo por dar distribuyó lo dado
sin que tocase de interés el coto.
A todos dio igualmente con agrado
y a ninguno le dio con alboroto,
que ha de correr la dádiva tan lenta,
que apenas a quien llega no lo sienta.


77

Los inmensos aplausos no le dieron,
siendo de los más sabios conseguidos,
la menor presunción, porque no fueron
de su modestia humilde pretendidos;
de la desconfianza le nacieron
los alumnos del alma más queridos,
porque no puede haber, como él decía,
donde hay presunción sabiduría.


78

Dígalo cuanta idea soberana
fue aplauso universal del orbe todo,
que para desmentirla de profana
siempre halló nueva traza, fácil modo.
Representando la flaqueza humana
(engaño astuto, feo inmundo lodo),
al vicio y la virtud pintó en papeles
iguales con diestrísimos pinceles.


79

Desengañado así de imperfecciones,
vistas en el cristal del desengaño,
hizo un retrato de sus perfecciones,
redimiéndose en él del común daño.
Retocole de vivas atenciones,
ilustrando la sombra al muerto engaño,
saliendo la pintura así tan propia,
que de ella fue después él mismo copia.


80

Dio al cabello uno y otro pensamiento
ilustre; el juicio colocó en la frente;
luz dio a los ojos del conocimiento;
lo sentencioso, al labio, y elocuente;
la noticia, al oído; el ardimiento
al pecho; al corazón, lo confidente;
lo galante, a las manos sin excesos;
y a los pies, dirección de los sucesos.


81

Empresa sacra de su fiel desvelo
a vista del retrato se esculpía
en un cáliz y hostia, en quien el celo
de la fe y religión resplandecía.
Al cielo daba lo que le dio el cielo,
diciendo a la deidad que lo admitía:
“¿Qué os daré yo, Señor, por todo aquello
qué liberal me dais sin merecello?”.


82

De esta forma ilustraba los aciertos,
inspirándoles vida en las colores;
las materias más muertas, los más yertos
asuntos pronunciaron explendores;
frutos seguros entre ciertos,
mezclados con suaves varias flores,
desató su pincel, siempre animado,
a toda condición, a todo estado.


83

De virtudes y vicios sus pinceles
émulos elocuentes acordaron
de Timantes, de Zeuxis y de Apeles
cuanto en tablas y lienzos animaron;
sus afectos y adornos, siempre fieles,
Cimón y Polignoto no alcanzaron;
siendo de ciencia de las ciencias dueño,
fue el Rizi de estos siglos, el Carreño.


84

De Asclepiodoro usaba las medidas
en proporción numérica de acentos;
a sus dibujos numerosas vidas
les dio, de Telefanes en alientos
de Cleofanto en las líneas coloridas
a las sombras corintias dio concentos
cuando inspiraba en tablas vultos sacros,
de sus glorias eternos simulacros.


85

Cuantas penden fatigas numerosas,
coloridas en tabla, en lienzo escultas,
antorchas de la vida luminosas,
hablen con voces claras cuanto cultas.
A pesar de las sombras ominosas
que entre explendor vital viven ocultas,
digan que son con rayos elocuentes
espejos de la vida indiferentes,


86

en quien se mira la perfecta copia
del vicio y la virtud representada,
que el uno sin la otra fuera impropia,
la semejanza de los dos miradas.
A la sombra la luz así sea propia
por que ninguna pueda ser pisada;
la virtud a la vida luz ofrece
por que en el vicio sombra no tropiece.


87

Es la virtud aurora rutilante,
el vicio obscuro pálido Morfeo;
aquí ya muestra el día en su semblante,
este trae de la noche el vulto feo.
Quien traslada los fondos al diamante,
el que copia las ondas al Leteo
con alta perfección de semejanza
por uno y otro digno es de alabanza.


88

Reverberando el sol con encendida
igualdad en materias que apetece,
examina con luz esclarecida
desiguales las formas que esclarece.
Dócilmente la cera se líquida
cuando el lodo obstinado se endurece;
en ambas persevera un beneficio,
a la una virtud, a la otra vicio.


89

Lo hermoso de la nieve no desmaya
aunque se llegue al feo inmundo barro;
cerca están los escollos de la playa,
vecino asiste el vidrio del guijarro.
El ser humano frágil así ensaya
entre riesgos espíritu bizarro,
y el mismo que le anima débil soplo
contra las piedras hace agudo escoplo.


90

Próvido el cielo la salud previno
donde acontece el golpe de la herida:
el bien del mal se mira tan vecino,
que apenas su mansión es dividida.
El hombre por la culpa fue destino
de la pena, de glorias homicida,
y el árbol que le viste de congojas
para su desnudez ofrece hojas.


91

Si unas flores enfermo Noto afea,
otras saluda Céfiro fecundo;
cuántas encoge tristes Amaltea
esparce alegre Febo rubicundo.
Del indigesto caos, confusa idea
de la muerte, salió la luz del mundo,
vida flamante, siendo, si se apura,
su clara forma la materia obscura.


92

En el Diluvio el Cielo por bonanza
cuatro remedios para un mal escriba,
seguridad, promesa, fe, esperanza,
en arca, iris, paloma y en oliva.
En medio de los Euros afianza
el fanal cristalino la luz viva,
que los resguardos siempre el riesgo frustran
si lo que él [anochece] ellos ilustran,


93

El carbunclo no fuera llama ardiente
sin humo denso de la noche negra;
del ocaso del sol sale el oriente,
y entre el carbón se forja el rayo en Flegra.
La grande obscuridad más refulgente
franquea cuanto astro el cielo alegra,
que no se persuadiera bien lo honesto
si se pintase mal lo deshonesto.


94

Si en el teatro, como en vivo espejo
de todos los estados, las costumbres
se representan con aquel reflejo
que del mal y del bien toca las cumbres;
si de lo bueno intrépido me alejo,
de lo malo acercándome a las lumbres,
no de lo que igualmente allí a ver llego
de mí será la causa, por ser ciego.


95

Es el pincel sutil poema mudo,
pinturas son los versos elocuentes;
toscos serán aquestos, aquel rudo,
sin acento y colores refulgentes.
Dos son los artes, y instruir no pudo
su perfección preceptos diferentes.
tan retórico el uno es en colores
como el otro elegante en los primores.


96

Todo rasgo armonioso de su mano
fue admiración del uno y otro polo,
siendo métrica gloria del Tiziano
y aplauso vivo celestial de Apolo.
El vuelo de su pluma soberano
con matices numéricos él solo
hizo al délfico dios por sacro indulto
tabla la lira, el plectro pincel culto.


97

Fue el gusto de los reyes en festivas
ideas de su ingenio delineadas
heroicamente, imágenes tan vivas,
que a lo eterno se miran consagradas.
Tantas glorias le dieron sucesivas
cuantas veces le fueron encargadas
por preceptos reales, que son leyes
gloriosas los mandatos de los reyes.


98

Persuadió a lo piadoso y lo clemente,
no a usura del gemido ni del ruego,
que la necesidad, si es elocuente,
se agrava con mortal desasosiego.
Mucha deidad oculta reverente
quien se apiada y compadece luego,
y nada manifiesta majestuoso
quien a fuerza del ruego es piadoso.


99

Enseñó que es mayor el beneficio
hechos en la promesa de esperanza;
la dádiva más pobre es rico indicio
de liberal, si llega sin tardanza.
Cuanto dio el macedonio desperdicio
indigno fuera siempre de alabanza,
deseando más mundos para darlos,
sí los franqueara a precio de esperarlos.


100

Demostró en la lección de las historias
que son de lo pasado claras lumbres,
el modo de adquirir las propias glorias
por las ajenas útiles costumbres:
como de las presentes transitorias
se asciende a las futuras altas cumbres
cual Fénix, que le enciende oriental llama
para morir naciendo a eterna fama.


101

Advirtió que no debe dar oídos
a la lisonja el príncipe glorioso,
áspid que, entorpeciendo los sentidos,
letargo del Gobierno venenoso,
ni a la ambición, que méritos mentidos
disimula el engaño caviloso,
siendo estos vicios simuladas minas,
de las coronas lamentables ruinas.


102

Enseñó que es empresa esclarecida
de un rey glorioso el corazón y el cielo
moverse es su tarea repetida
en beneficio universal del suelo;
al mundo racional da quieta vida
del corazón el agitante anhelo.
Si el curso el primer móvil suspendiera,
vacilará lo firme de la esfera.


103

Dijo que a las conquistas de un gobierno
de Minerva y de Marte armas se alistan
con igual proporción, haciendo eterno
cuánto los dos intrépidos conquistan.
Así como el estío y el invierno
en el frío y calor iguales distan,
las letras y las armas uniformes
rayos han de esgrimir siempre conformes.


104

La yedra y el laurel tejen corona
para premio del sabio y el valiente,
por eso la celada se corona
de una y otra pluma refulgente.
El acero afilado perfeciona
al corte de la pluma, que, elocuente,
con afán vigilante, si estudioso,
celebra cuánto corta valeroso.


105

Dio a la nave el discurso agudas alas
para girar al Aquilón y al Noto;
del abismo sondó líquidas salas,
el seno discurriendo más remoto.
Al peñasco desnudo ciñó galas,
al tronco rudo le informó devoto,
el fuego aviva con el aire y fragua
con tierra hogueras cristalinas de agua.


106

Dijo también que debe toda empresa
dirigirse a los útiles progresos
del rey y el bien universal, porque esa
razón conduce a prósperos sucesos.
En nada más el príncipe interesa
que en moderar inútiles excesos;
a sus propios augmentos más oprime
si los particulares no reprime.


107

Demostró cómo todo fin perfecto
a un buen principio siempre se reduce;
no puede ser el medio así imperfecto
cuando por real vereda se conduce.
De los aciertos el camino recto
de Mercurio en el índice así luce,
más que un tomillo en soles mil florece
en la primera aurora un cedro crece.


108

Los que desean luz, restituidos
de las sombras letales de Morfeo,
atribuyen sus rayos encendidos
a la cuna del sol, no al mausoleo.
Viven con la esperanza esclarecidos,
consagrando solícito deseo
en el ara oriental que enciende el día,
no en las pavesas de la urna fría.


109

Dijo que el vicio o la virtud se expone,
o con feo semblante o con sereno,
ya para que se siga o abandone
del proprio natural o del ajeno;
que lo inferior compone o descompone
si el superior ejemplo es malo o bueno.
Siendo deidad el que gobierna, incita
con lo que obra al que obediente imita.


110

Dijo que los acasos contingentes
con prevenir los daños se dominan;
a los futuros males los presentes,
científicos maestros, examinan.
A los sabios en todo providentes
no fuerzan las estrellas, aunque inclinan,
si en cuantos acontecen varios cursos
hacen ciencia infalible sus discursos.


111

Acordó aquella máxima profunda
que es de altos caudales fundamento,
en que el respeto venerable funda
lo más inaccesible del talento.
Cuanto el discurso variamente inunda
con uno y otro agudo pensamiento
ninguna cosa de insondable alcanza,
si se deja batear de la esperanza.


112

Que hacerse conocer, no comprehendido
de la alta expectación, es lo supremo
del grande obrar; quien nunca fue incluido
tocó el medio de sabio sin estremo;
quien recelar lo excelso no ha sabido
ignora el ascender al tracio Emo,
que la eminencia está en aquel distrito
de parecer, no siéndolo, infinito.


113

Aconsejó el trabajo, que al ocioso
mil contrarios le cercan declarados,
si un pensamiento y otro insidioso
escuadrones infieles son murados.
Al pecho abriga con lo perezoso
una paz de enemigos levantados,
y para lo imposible de vencerlos
el mayor enemigo es no tenerlos.


114

Es el ocio contrario de la vida,
insensible, halagüeña, blanda muerte,
de los bienes eternos homicida,
de los males sin fin aliento fuerte.
Del arduo afán la áspera subida
en glorias inmortales se convierte,
siendo oficina de felicidades,
que de hombres fabrica altas deidades.


115

Los elementos entre sí adversarios
al perpetuo trabajo se destinan,
y en la propia fatiga de contrarios
su precioso valor más examinan.
La tierra así produce frutos varios,
las aguas a su centro se encaminan,
corre el aire, y el fuego vuela activo
siempre con movimiento sucesivo.


116

Hizo al ánimo fuerte asiento firme
de la mayor grandeza el poderoso;
para que su poder estable afirme
el cimiento ha de ser lo valeroso.
Con ánimo tranquilo se confirme
escollo permanente a río undoso,
que al mar a pagar feudo no arrebata
la sombra, aunque con ella más combata.


117

Los golpes del buril labran la joya,
purpúreo humor da fondos al diamante,
preciosos lucimientos siempre apoya
el valor inmortal en lo constante.
De entre la llama que consume a Troya
sale Eneas con fama más brillante;
el agua con vistosas gallardías
lucha de los peñascos con porfías.


118

Reconoció por la mayor hazaña
el saber perdonar a toda insidia,
que el embotado filo nunca daña
de los secuaces de la infame invidia
de esfuerzos invencible se acompaña
quien esgrime el perdón; poco no lidia
aquel que deja de reñir, pudiendo,
cuando al proprio valor está venciendo.


119

Dijo que el mayor mal siempre proviene
de los proprios vasallos; los ajenos,
si le introducen, menos mal contiene
cuanto más disimula sus venenos,
en confianza disfrazado viene
de los que deben ser amigos buenos
el golpe aleve; aquel del enemigo
no es tan fatal como el de interno amigo.


120

Del globo que hace una corona augusta
centro profundo debe ser la corte,
inmortal corazón, alma robusta,
que al cuerpo de fortaleza le conorte.
Sus movimientos el imán ajusta
al que observa luciente fijo norte;
de una esfera política reales
modelos son los orbes celestiales.


121

El primer móvil firme proporciona
cursos de inalterable movimiento,
sin que en la fría o la abrasada zona
mengüe la frialdad ni el ardimiento.
De la raíz del árbol ser blasona
el fruto hijo; sobre real cimiento
se asegura la fábrica; su ruina,
causa primera, al centro se destina.


122

Las congojas se alivian de los males
con curar el origen; los remedios
que a ese fin no se aplican son fatales,
pues sin ciertos principios buscan medios.
El regimiento de las cortes reales
norma debe ofrecerse a los asedios
que padece el gobierno en toda parte,
tremolada en político estandarte.


123

Dijo cómo el prudente coge fruto
sin sembrar la malicia ni el engaño,
apreciando verdades por tributo,
de los dos en un solo desengaño.
Funesto ardor en fulminado luto
a un tiempo alumbra, estremeciendo, el daño
del rayo, del relámpago y el trueno,
al monte, al caminante, al valle ameno.


124

Aconsejó no se haga proprio vicio
de la virtud ajena, y, al contrario,
a los que están del mando en ejercicio
la virtud no hagan vicio voluntario.
Cada elemento tiene por oficio
mezclar la cualidad con su adversario,
mas la que a cada uno pertenece
sin mezcla en sumo grado la establece.


125

Dijo que el poderío y la riqueza
de valor y poder solo mantiene
lo que se participa con largueza:
cuanto da el generoso tanto tiene.
Allí galante llega la grandeza
adonde el beneficio airoso viene;
ser poderoso y grande obstenta en vano
quien el brazo no estiende ni la mano.


126

Dio la medida igual para que el cargo
se mida con las fuerzas del sujeto,
porque el uno por corto, otro por largo,
origina el gobierno lo imperfeto.
Los máximos y mínimos letargo
son de las monarquías; lo perfeto
consiste en regularlos, que es gran falta
que sobre al uno lo que al otro falta.


127

Reveló aquel secreto que florece
en el que el premio da justificado,
porque al tiempo que premia al que merece
el que no mereció queda premiado.
Así recibe aquello que apetece,
pues sin méritos proprios ha logrado,
viendo al digno los premios concederlos,
materia y forma para merecerlos.


128

Si es digno, no es feliz el que consigue
la merced que logró por virtuoso;
al vicio necio la fortuna sigue,
solamente el indigno es el dichoso.
La adversidad al mérito persigue
y alcanza en toda parte al estudioso
que, con afán continuo, entre las hojas
de un libro y otro alivia sus congojas.


129

Los caudales o créditos convocan
a estimación los puestos, aun primero
que se ocupen; conforme se colocan
los números dan valor al cero.
Los honores son gritos que provocan
la voz del natural y el extranjero
a que declare en eco repetido
cuanto el silencio encomendó al olvido.


130

Aconsejó no debe la justicia,
aun en lo injusto, ser dificultosa,
porque deja de serlo y es malicia
con fácil presupuesto de graciosa.
Al mérito ha de ser siempre propicia,
sin profanar el ara religiosa
con ruego infiel, que la idolatra humana
cuando no la venera soberana.


131

Dijo también que conceder lo injusto
por hallar ejemplares no es acierto;
siempre se yerra en no seguir lo justo,
por ser de la justicia aqueste el puerto.
No me ciño a la gracia cuando ajusto
el dictamen legal hacia lo incierto,
ni dejo a la ignorancia por disculpa,
Alegando ejemplares de esta culpa.


132

Poco importa le ignoren los castigos
al juez, si su sentencia ha pronunciado,
con los proprios errores que testigos
por el examen han ratificado.
Ellos son sus mayores enemigos,
de cuya mano se haya castigado.
¿Quién hierra tan a solas, que en presencia
no esté de los delitos su conciencia?


133

Por más que se retraigan los errores
nunca están libres, siempre se hallan presos
del roedor gusano que rigores
intima de injusticia a los excesos.
Poco importa que el áspid entre flores
de su tóxico oculte los progresos;
la mesma nieve al Mongibelo es causa
de abrasarle lo interno con más pausa.


134

Dijo no hacen acciones ostentosas
blasonando del mando los discretos,
porque ellas siempre son tanto gloriosas
cuanto logren aciertos más perfetos.
La dignidad y el hombre son dos cosas
distintas en valores y en objetos:
consigo vive en opinión muy mala
quien hace de ella vanidad y gala.


135

Las perfecciones cuanto se recatan
tanto lucen, ardid de pincel diestro
oprimir los colores que desatan
directas luces contra horror siniestro:
cuando encendidos rayos más retratan
los afanes del sol, vital maestro,
y con modesta nube los defiende
más a la vista entonces los enciende.


136

Dijo que es medio de adquirir un todo
y poseerlo más desear menos,
porque en todas las cosas hay su modo,
y los improprios son de bien ajenos.
Tristeza es lo superfluo, inmundo lodo;
lo mediado, alegría de los buenos;
lo uno ciega el cuerpo, lo otro alumbra
y a la mayor riqueza del alma encumbra.


137

Al árbol suele ser el honoroso
peso del mucho fruto fatal ruina,
porque rompe las ramas lo oneroso
y al fuego por inútiles destina.
La mucha lluvia a un campo hace vicioso,
a otro la secura le fulmina;
el grano que se siembra no ha de unirse
para colmar el fruto, ha de esparcirse.


138

Al golfo del mandar en los estrechos
estos y otros avisos dio infinitos;
sus escritos son dignos de ser hechos,
y sus hechos merecen ser escritos.
Tantos el bien universal provechos
representados haya en sus conflitos,
que su virtud al regularse suma
es incapaz de números la suma.


139

Según, pues, tantos méritos y tantos
frutos de sus virtudes producidos,
bien es la tierra que se aneguen llantos,
enterneciendo al Cielo con gemidos.
Muestre todo sensible sus quebrantos,
haga esta vez vocales los sentidos,
resuene el eco en la cavada roca,
que pérdida tan grande a todos toca.


140

Ya la predijo pluma verdadera
que cifró en caracteres bien formados
línea infausta, midiendo de la esfera
la tercia parte a puntos argentados;
nuevo renglón de luz, flamante hoguera,
que fúnebre alumbró futuros a dos,
catástrofe infeliz, cuyas centellas,
si exhalaciones no, arden estrellas.


141

Centinela fatal, muda atalaya,
bien que lengua de luz resplandeciente,
que a grandes sentimientos nos ensaya
prohibido el cielo anticipadamente,
el aire gira, las esferas raya,
ilustrando las sombras de occidente
con excesos de luz a varón tanto,
siendo su ardor fatal fúnebre llanto.


142

La falta pronostica el firmamento
anticipadamente de personas
augustas, persuadiendo a sentimiento
con luctuosos rayos ambas zonas,
que es majestad excelsa un gran talento,
y los sabios coronan las coronas,
pues donde falta la sabiduría
no puede haber estable monarquía.


143

Así ominoso occidental cometa
asombró del Carpento el horizonte
cuando entra, por salir de la saeta
en Capricornio el padre de Faetonte,
cuando baja ceñida de bayeta
la noche oscura del cimerio monte,
présagas una y otra circunstancia
de que fallece el sol de la elegancia.


144

Cortó de la diestra ala los estremos
la funesta impresión de aquella ave,
que del Caistro undoso fueron remos,
siendo del cielo armoniosa nave,
por que su pluma escriba más supremos
elogios del que fue cisne suave,
célebre coronista de sí mismo,
cantando su postrero parasismo.


145

Las plumas infamó del ave augusta
qué ministra los rayos al tonante,
su corazón majestuoso asusta
la pálida centella Trabea errante.
Reconoce que enciende a agonal justa
aquel que es a su vuelo semejante,
en nobleza, en valor, en lustre, en genio,
águila caudalosa del ingenio.


146

Aquel pez que del hombre enamorado
surca etéreo zafir, fúlgidas lamas,
que en el celeste océano engolfado
astros cerúleos finge en vez de escamas,
delfín de otro Arión más celebrado,
siendo su norte las crinitas llamas,
bajel flamante a un tiempo y Palinuro,
a puerto le conduce más seguro.


147

Trompa que publicó el funesto caso,
se explayó el explendor siempre horroroso,
que, inflamando los fauces al Pegaso,
de luz bañó su aliento sonoroso.
Estremeció las cumbres del Parnaso
con un relincho, y el cristal undoso
que produjo el contacto de su huella
el curso para, si el corriente sella.


148

La Cornucopia en Capricornio iguala
del nacer y el morir la flor y el fruto,
pues con un mismo horóscopo señala
a dos feudos distintos un tributo.
El mismo signo que al nacer es gala
viene a ser al morir funesto luto,
porque son de una tela, si se advierte,
de la vida el vestido y de la muerte.


149

Así muestran los orbes celestiales
las pérdidas excelsas de varones
ilustres en nobleza y en caudales
de ingenio coronado de blasones.
En acentos de luz llamas vocales,
lenguas son las celestes impresiones,
con tropos y figuras elocuentes
que inducen a sentir a los vivientes.


150

Sienta yo, pues, y sean mis pesares
eternos, pues la causa así lo ordena,
los ojos se hagan ya profundos mares
de inmenso llanto, inúndeme la pena.
Ayúdeme a sentir de Manzanares
cuanta deidad en su ribera amena
oculta en ramos verdes, crines rojos,
sean sus hojas blandas tiernos ojos.


151

De sus claros cristales la pureza,
que los pies bañan de frondosos tejos,
no tan claros por su naturaleza
como por ser de Carlos de Austria espejos,
entúrbiese augmentando la limpieza
de tan noble dolor, siendo bosquejos
las turbias ondas, el caudal cruento
de trágico insondable sentimiento.


152

Atropellando el curso de su estilo
salga de madre y, cual veloz chalupa,
corra hasta donde el septenario Nilo
sienta sus ondas sordo Catadupa;
crezca tanto su llanto, que hilo a hilo
le devane la esfera, que se ocupa
en tornos, al Erídano acompañe,
las plantas de Calisto hermosa bañe.


153

No surquen sus corrientes cristalinas
las náyades en conchas istriadas
en las rosadas horas matutinas,
de aljófares las sienes coronadas;
las napeas, que mienten lo divinas
en líquidos zafiros engastadas,
retírense a sus lóbregas alcobas
ciñendo luto de cerúleas ovas.


154

La dulce, aunque afligida, Filomena,
de la selva suave melodía,
lisonja de la noche más serena,
suspensión de la célica armonía,
sienta aun más gravemente que su pena
los dolores agudos de la mía,
convocando a cantarla en ecos graves
al coro armonïoso de las aves.


155

La majestad fragrante de la rosa,
emperatriz purpúrea de las flores,
estrella de los cielos olorosa,
que aromáticos da al suelo explendores,
beba en copa de nácar siempre hermosa
de la aurora purísimos albores,
no para gusto alegre de gozarlos
con hidrópica sed, para llorarlos.


156

Las que siguen a Venus y Dïana
ninfas del valle ameno y monte umbroso,
unas empleo de la edad lozana,
otras fatiga del valor glorioso,
sigan de ocupación más soberana
ejercicio más noble y generoso,
siendo cuando acompañen a dolor tanto
su fatiga llorar, su empleo llanto.


157

Turben las lenguas de los arroyuelos
que requiebran con ecos cristalinos
la hermosura del prado, dando celos
a los narcisos sus amantes finos;
introduzcan los tristes desconsuelos
con líquidos acentos peregrinos
en las ondas que son de las dos frentes
de Febo y Bromio espejos transparentes,


158

por que las nueve venas caudalosas
que el métrico licor beben sedientas,
gustando las corrientes dolorosas,
supuren sus caudales macilentas
de forma, que sus voces armoniosas,
reducidas a cláusulas ya lentas,
con ríos, aves, plantas, selvas, flores
forme coro elocuente de dolores.


159

Y al son de los pasajes de la lira,
fúnebre ya tiorba destemplada,
de la deidad que números inspira
sea su pena al viento encomendada,
para que en cuanto el sol con rayos gira
en los vuelos veloces sea llevada,
haciendo que resuene en altas rocas
el eco triste por inmensas bocas.


160

Racional, vegetable y sensitivo
haga demonstraciones de ternura,
fomente de mi pena el dolor vivo
cuánto el cielo produce criatura.
Ya parece que escucho el eco activo,
entera voz, diciendo con dulzura,
depuesta la fiereza, en sus mansiones
que aun le lloran los tigres y leones.

Del Obelisco fúnebre y pirámide funesto, canto segundo.


1

Así Mantua en su idea lamentaba
del hijo amado la mortal ausencia;
el aire del suspiro que animaba
era palpable corporal presencia
de los afectos que representaba
con mudas voces la cruel dolencia,
siendo más rigurosos incentivos
de ansias mortales, de dolores vivos.


2

Mentalmente llorosa discurría
las grave circunstancias del lamento,
y al corazón cada uno le ofrecía
nuevos motivos de alto sentimiento;
de lo interior del alma la salía
el gemido sin voz, mudo el acento,
acusando con cláusulas mentales
la inexorable causa de sus males.


3

“¡Oh tú de las deidades la inflexible,
parto confuso del obscuro ceño,
del Erebo y la Noche hija horrible,
pálida hermana del profundo sueño,
Parca dura, cruel, fiera, terrible
precipicio del mundo, alto despeño
de la vida, en quien todo objeto para
desde el callado humilde a la tïara!


4

Escollo que igualmente inevitable
la urca rompe y el barquillo atierra,
golfo que, navegándose insondable,
por todas partes nos descubre tierra;
universal decreto, si inviolable
ley, que todas las leyes en sí encierra,
estrago que indistinto se fulmina
a sagrado laurel, robusta encina;


5

cláusula obscura, indesoluble punto
que en sí contiene aquel preciso instante
del morir, renglón breve, cuyo asumpto
es leído del sabio y ignorante,
pues nacer de morir está tan junto,
que apenas se percibe lo distante,
siendo la vida cual undoso río,
que corre de la muerte al seno frío.


6

Dime, causa efectiva de mi pena,
jaque a tu imperio libre, si absoluto,
sin distinción alguna, el cielo ordena
que todo lo vital pague tributo;
y, ya que el que de gusto me enajena
fue cumplimiento fiel del estatuto,
rindiéndose a tu saña humilde empleo
entre los grandes por mayor trofeo;


7

ya que para aplacarte no fue voto
la dulce voz ni el plectro de su lira,
a quien atiende el cielo tan devoto,
que para cuanta esfera en torno gira;
ya que tanto instrumento se ve roto
al golpe irreparable de tu ira
y en fragmento de lúcido topacio
arde glorioso émulo del tracio;


8

y ya, en fin, que al riquísimo tesoro
de nobleza, virtud, sabiduría,
cuyo caudal por nueve venas de oro
se difundió en suave melodía,
inhumana perdiste aquel decoro
que de aplausos mi nombre enriquecía,
reduciéndole a inútil polvo leve
tu infiel azada, tu segur aleve.


9

Si alguna vez al ruego te moviste,
¡oh, inexorable aún más que Radamanto!,
muévate a compasión aquesta triste,
si acaso humilde ruego obliga a tanto.
Dime dónde la tienes, dónde asiste
la causa numerosa de mi llanto,
qué mansión o qué esfera en sí la encierra,
pues no cabe en el orbe de la tierra”.


10

Así, moviendo afectos, exclamaba
incapaz su tristeza de consuelo;
ya a la tierra los ojos inclinaba,
ya los volvía a levantar al cielo;
los brazos estendía y los cruzaba
de su dolor con apretado anhelo,
exprimiendo mentales aflicciones
del semblante con todas las acciones.


11

Cuando, de impulso excelso arrebatados,
los sentidos humanos, las potencias
divinas levemente son llevados
por etéreas regiones sin violencias,
en un éxtasis fueron elevados,
de aladas, a mí ver, inteligencias,
al Olimpo, que ciñe su alta cumbre
de argentado explendor, triforme lumbre.


12

Ligera trascendió las tres regiones,
ínfima, media y superior del viento,
sin que sus meteoras impresiones
la pusiesen un leve impedimento;
vio del agua las fluïdas mansiones,
del granizo y los rayos el asiento,
pasando a examinar la luz visible
del fuego elemental, si [inconsumible].


13

Vio del vapor sutil más estendido,
que el sol levanta con la fuerza intensa
del mar y de la sierra, humedecido
el suelo enjuto, con la lluvia extensa;
de uno y otro vapor el cuerpo unido
en la región segunda es nube densa,
que, movida del ábrego en la fragua,
la convierte y derrite en líquida agua.


14

De otros vapores térreos más calientes
vio formarse la piedra y el granizo,
que huyendo de contrarios accidentes
a la media región retirar hizo;
al desatarse en líquidas corrientes,
el exceso de frío los deshizo,
de grandes en medianos y menores,
conforme son del aire los rigores.


15

Unas veces miró se congelaba
en la inferior región la nieve fría;
en la media otras vio se condensaba
como el viento a su arbitrio disponía;
de los grasos vapores se formaba,
de los leves también se componía,
áridas descendiendo cuanto airosas
cándidas de los campos mariposas.


16

Vio cómo el rayo en una nube opaca
fuego reconcentrado se fomenta
de exhalaciones ígneas, de quien saca
el fulminante ardor la ira violenta.
Choca en la nube y por la parte flaca
tres causas de un efecto al fin ostenta:
el relámpago, el trueno, el vivo rayo,
a un tiempo aviso, luz, fatal desmayo.


17

Vio en el mundo las cuatro divisiones
de Asia, de África, América y Europa,
con leyes, traje, idiomas y opiniones,
brindando a la atención en varia copa;
sus insondables climas y regiones
navegaba el discurso viento en popa,
tomando puerto cuando más se esplaya
de sus cortes diversas en la playa.


18

Con igual majestad en todas partes
vio que reinaba el oro y la avaricia,
debajo de sus armas y estandartes
la ambición alistada y la injusticia;
minando los más fuertes baluartes
con munición forjada a la malicia,
todo el orbe le rinde y da tributo,
adorado monarca, si absoluto.


19

Miraba cuán desnuda se retira
la Verdad a los célicos espacios,
huyendo del Engaño y la Mentira,
vestida de rubíes y topacios;
al mesmo tiempo aposentada mira
la soberbia Ignorancia en los palacios,
sirviéndose en reales ejercicios
de la Lisonja, madre de los vicios.


20

Vio la Virtud por puertas aherrojada,
mendigando cual Lázaro el sustento,
del avariento rico despreciada,
ciego a la desnudez, sordo al lamento;
la Hipocresía vio reconcentrada
en sí, cual Mongibelo fraudulento,
que expone nieve, infiel Paladión griego,
y oculta en las entrañas voraz fuego.


21

Vio con pálido aspecto y traje inmundo
a la Sabiduría y la Pobreza
ambas juntas; la nada son del mundo
así como es el todo la Riqueza.
De males una y otra el mar profundo
el centro hacen las dos de la bajeza;
en ellas solo un nombre explica el labio,
que quien pronuncia ‘pobre’ dice ‘sabio’.


22

Mas, aunque de miserias es congreso
y de desprecio inexorable filo,
desterrado, cautivo, enfermo, preso,
sin patria, libertad, salud ni asilo,
las riquezas de Midas y de Creso
no estima entre tormentos de Perilo,
que no pueden su ánimo alterarle
cuando desprecia más que pueden darle.


23

Vio a monarcas, a príncipes, a reyes
obstentarse Milones cortesanos,
sustentando en sus hombros brutos bueyes,
cual si fueran atlantes mauritanos,
cuando, infamando racionales leyes,
por no morir de hambre a fieras manos,
Cleantes alquilado ya blasona
de bestia, vueltas dando a una tahona.


24

Vio el aire que corrió en el Siglo de Oro,
dulce Favonio, Céfiro florido,
sin respirar por uno y otro poro
de la caverna donde está incluido;
aquel soplo fecundo, que sonoro
inspiraba el ingenio esclarecido
ya de hierro la edad le forjó llaves,
cerrando sus espíritus suaves.


25

Vio a los cisnes sin voz, porque su acento
por la boca de Céfiro respira,
organizando con suave aliento
cándidas consonancias en la lira.
Es armónica alma del concento,
y la vida sin él métrica espira,
pues la llama poética se nombra
fantasma obscura, lamentable sombra.


26

Entre varios objetos que miraba
vio el católico sol, rey mecenas,
Carlos Segundo de Austria, que ilustraba
dos mundos, de sus plantas solio apenas,
de quien Apolo en culta voz cantaba
será luz inmortal de las camenas,
cuando en letras de su nombre leía
“Tú serás, Carlos de Austria, claro día”.


27

Rey invicto le vio, monarca esferio,
coronado de luces elocuentes,
antorchas inmortales de su imperio
que rayos le tributan obedientes,
astros flamantes, ya que al hemisferio
de un orbe y otro alumbran, con ardientes
cuanto doctos dictámenes lucidos,
de sus reales discursos influidos.


28

No así como Heliovero, loco, vano,
emperador de viento, a quien ceñía
el Austro, el Bóreas, Aquilón, Solano,
y en el aire su imperio establecía;
ni como el otro, inhábil Domiciano,
imperando entre moscas todo el día,
dignos de ser, por una y otra hazaña,
el uno camaleón, el otro araña.


29

Sol augusto le vio, cuyos reflejos
de esplendores católicos flamantes
reverberaban cultos en espejos,
de planetas finísimos diamantes.
Así las luces vivas de consejos,
a su clara influencia semejantes,
aciertos uniformes discurrían
y a su imperio inmortal esfera hacían.


30

En la parte sublime el hijo anciano
de la Prudencia colocado estaba,
con la segur científica en la mano,
que lo nocivo al bien común cortaba.
En un grave consejo y otro cano,
los frutos a la tierra aseguraba
y, peinando años mil, seco y adusto,
el acierto ofrecía más robusto.


31

Rectamente benéfico influía
Júpiter leyes justas siempre a rayos,
que con diestra fiel distribuía
en esplendores vivos sin desmayos.
Del relámpago y trueno la armonía
a un tiempo se explicaba, haciendo ensayos
con melodía clara, si alternante,
la luz, el ruido y golpe fulminante.


32

Árbitro de la paz y de la guerra,
bronces fundía y afilaba Marte
en la ardiente oficina donde encierra
ministros fuertes del militar arte;
conservaban pacífica la tierra,
tremolando en el bélico estandarte
cuanta prevención de armas Bronte forja,
que el ocio vacia en desarmada forja.


33

Venus casta encendía teas nupciales,
uniendo en yugo dulce la fe pura,
sin profanar las aras conyugales
voraz incendio de lascivia impura.
El recíproco amor de afectos leales
en los súbditos pechos se asegura
cuando, uniforme amante en firmes lazos,
da el corazón a la obediencia abrazos.


34

Alentaba las letras la ingeniosa
facundia de Mercurio con la lira,
siendo letargo dulce su armoniosa
cadencia en cuantos números inspira.
Bostezando jazmín el alba y rosa
el premio despertaba al que suspira
entre afanes continuos estudioso,
negándole al descanso del ocioso.


35

Con argentada luz suplía la luna
rayos del claro día, vinculando
vigilante sosiego, en oportuna
noche serena que brilló velando;
la vigilia más larga, si importuna
era para el gobierno el ocio blando,
que el ministro primero, a lo que luce,
por el arduo desvelo se conduce.


36

El sol, monarca augusto de explendores,
sobstituía en medio de la esfera
aciertos de centellas en ardores
a los planetas en quien reverbera;
con igual proporción a astros mayores
participaba luz, al tiempo que era
de los ínfimos llama esclarecida,
alma de todos, si flamante vida.


37

Aquellos que prestaba lucimientos
con majestad benigna y larga mano
ardían hacia el bien común atentos,
sin soplo de interés, sin aire vano;
los del mando explayados ardimientos
del príncipe influïdor soberano
al real dictamen siempre se atribuyen,
y a su conservación luces influyen.


38

Exaltábase el sol en las mansiones,
de planetas y signos, ilustrando
con uno y otro aspecto las acciones
humanas, a quien ciega obscuro mando;
tal vez se hallaba en magnas conjunciones,
novedades de imperios anunciando,
sucesiones de unos, de otros ruina,
cual la causa primera los destina.


39

Así nunca faltaba a su hemisferio
claros rayos, esentos de occidente,
faustos asegurando al suelo [hesperio]
días felices de perpetuo oriente;
breve instante que falte en un imperio
claridad de gobierno permanente,
con los errores de la sombra reina
triunfa la confusión, la maldad reina.


40

De esta esfera política eran polos
premio y castigo, siempre Ursas iguales,
que, a un imán atendiendo los dos solos,
aseguraban luces inmortales;
rectos resplandecían cual Apolos,
alumbrando los bienes y los males;
cuanto objeto lucido el premio lustra
tanto rayo el castigo jamás frustra.


41

Cuando la ley la culpa castigaba
era el rigor como de quien perdona;
cuando el favor al premio se ajustaba,
como de quien castiga ser blasona;
por los méritos propios se premiaba,
sin acepción distinta de persona;
el castigo y el premio igual corría,
llegando a un tiempo a quien le merecía.


42

Para esgrimir del rayo la violencia
precedía el consejo meditado,
que es principal materia la clemencia
dando forma al castigo consultado;
aun de Júpiter la alta providencia
le basta, de sí propio aconsejado;
tómese parecer en varios modos
de muchos por que aplauso sea a todos.


43

En estos polos se movía el gobierno,
encaminado a la suprema alteza,
y con un movimiento y otro alterno
aseguraba su mayor firmeza;
así se perpetuaba para eterno,
del hado sin temer la fortaleza,
que es la justicia inexpugnable muro
a presenta, a pasado y a futuro.


44

Nada injusto el vasallo al rey pedía,
ni él concedía lo que no era justo,
no conmutaba el gusto ni ofrecía
con la equidad aquello que era injusto;
la balanza fiel distribuía
aun la dádiva propria de su gusto,
porque el gusto y lo justo se equivoca
si al pronunciarse algún estremo toca.


45

Así en caudales inundaba de oro
el austriaco sol el suelo hispano,
enriqueciendo con real decoro
cuantas plantas dan frutos a su mano;
bien así como el Nilo, que sonoro
fertiliza los campos del gitano,
que, saliendo de madre, rico nace
y al sordo Catadupa fértil hace;


46

como Océano inmenso, que sustenta
su líquido caudal de undosa plata
con magnánimo pecho cuanto alienta
variedad de individuos que lo trata;
robustos hombros al devoto obstenta
cual los ofrece al ínfido pirata,
príncipe soberano que da indicio
de deidad si hace a ingratos beneficio.


47

Sol generoso, al fin, cuanto benigno,
que, naciendo de rayos coronado,
comunica sus luces al indigno
como las participa al sublimado;
al más profundo valle le hace digno
de lo que el monte fue más levantado;
su explendor refulgente a un tiempo goza
el rico alcázar y la pobre choza.


48

Las tres cosas más dignas de un monarca
franquea a la atención si hace patentes,
redimiendo del tiempo y de la Parca
su nombre excelso en hechos permanentes;
para el don, mano abierta, nunca parca,
umbral abierto siempre a pretendientes,
para oír la verdad abierto oído
al rico, al pobre, al necio, al entendido.


49

Es instrumento rico de ventura
lo liberal; las glorias superiores
en supremas empresas asegura,
ciñéndose diadema de esplendores;
su semblante, adornado de hermosura,
brilla más entre míseros horrores,
y luce el esplendor más en su mano
que resplandece el cetro soberano.


50

Con las cadenas de metal precioso
que Ofir produce Alcides las naciones
incultas arrastró; con oro hermoso
rindió a Iove Dánae perfecciones;
al trifauce del Tártaro horroroso
le sujetó un bocado a las prisiones;
el áureo ramo, de valor no escaso,
en el abismo a Eneas franqueó el paso.


51

De este rubio metal el sutil hilo
fue antorcha luminosa al gran Teseo,
que le sacó del intrincado estilo
triunfante del biforme monstruo feo;
asta de plata fina, de oro filo
de la lanza y espada son trofeo;
anciano el Tíber aconseja a Eneas
que a Juno airada aplaque con preseas.


52

Así debajo de sus pies triunfantes
con imperiosa majestad domina
los cursos y recursos inconstantes
de humanas contingencias, que examina
las iras de los hados fulminantes,
que son de las coronas fatal ruina,
siendo su mente real esclarecida
al que todo lo rige parecida.


53

Minerva así era luz de su horizonte,
de nieblas redimiendo el claro día;
los gemidos que expira infaustos Bronte
Vulcano a consonancia reducía;
no resonaba en el cavado monte
el estruendo marcial; solo se oía
de la armoniosa paz el dulce acento,
alternado al compás del firmamento.


54

Así, mirando el orbe de la tierra
a la luz de uno y otro vivo rayo,
quiso ver lo que más de precio encierra
el mundo, haciendo de su vista ensayo.
¡Oh, cuánto la atención humana yerra,
y cuánto es de sus ojos el desmayo!,
pues, visto desde allí, por cierto modo
es nada lo que allá parece todo.


55

Argos atento, descubrían sus ojos
las arduas sendas, ásperos caminos
que, sembrados de espinas y de abrojos,
siguen de la virtud los peregrinos
ingenios de la fama, que con rojos
rayos de Ofir, mintiendo los divinos
en afanes humanos, se ciñeron
y a inmortales aplausos ascendieron.


56

Del sol mirando la purpúrea cuna,
arbitra, pues, de cuanto su luz dora,
más vecina a los montes de la luna
que del prado mantuano moradora;
viéndose colocada en tal fortuna,
de flamantes objetos se mejora
su vista en cuanto admira ya portento
con la luz que la da el entendimiento.


57

Donde el Olimpo la cerviz levanta,
superando las nubes, eminente,
pisando con triunfante firme planta
a Cintia la lunada tersa frente,
a cuya majestad y alteza tanta
todo el cielo corona refulgente,
siendo así de sus globos vegentante
columna fuerte, si robusto Atlante.


58

Estancia de quietud asiempre sublime
y mansión altamente deleitosa,
que de estremos del tiempo la redime
influencia del cielo milagrosa;
ni el frío agrava, ni el calor oprime
con la secura ni humedad penosa;
el territorio ameno de su cumbre
el yelo no le ofende ni la lumbre.


59

Excelso faro, si elevada torre,
su vista por la esfera se introduce
en donde el viento sin moverse corre,
no apagando, encendiendo lo que luce;
por que la edad mudable nunca borre
sus glorias altas, que el cincel reduce
a polvo, en caracteres elocuentes
más que en bronce se admiran permanentes.


60

Aquí selva espaciosa un campo ofrece
de amenidad eterna coronado,
donde gran multitud de yerbas crece
sin afán de vigilias cultivado;
cuantas flores y frutos apetece
el gusto, no a deseos de cuidado,
tantos, satisfaciendo los sentidos,
son en sazón y tiempo producidos.


61

La planta humilde como el tronco altivo,
a proporción conforme, manifiesta
virtudes mil, ya en pomos de humo vivo
y ya en llama aromática funesta.
Todo es salutífero incentivo
cuanto contiene la inmortal floresta,
pululando a la vida en sus virtudes
contra mortal olvido altas saludes.


62

Crece hasta el cielo la humildad del nardo
sin salir de la ínfima distancia
de la tierra, que el polvo es el resguardo
que conserva y defiende su fragrancia;
ligeramente asciende con pie tardo
el sabio humilde a la inmortal estancia,
que el subir con soberbia es precipicio
y no sabiduría, si artificio.


63

Nace el jacinto hermoso tierno infante,
y al mismo tiempo crece su hermosura,
que la transforma el sol con luz fragrante
em florida viviente criatura;
es la sabiduría pululante,
nunca envejece, siempre a la luz pura
de la ciencia renace y vida adquiere;
cuando piensa que sabe, entonces muere.


64

Por beber a la aurora los albores
se deshoja la rosa castellana,
que, coronada reina de las flores,
ámbares ciñe de purpúrea grana;
entre espinas y abrojos los sudores
al bien universal ofrece ufana,
cuando en polvos se muele o se alambica,
que a ese fin siempre el sabio se dedica.


65

El lirio, iris flamante, si elocuente,
de colores retóricas ceñido,
corona de la tierra refulgente,
astro del cielo a soplos encendido:
es la elocuencia, que con luz ardiente
a cuanto la ignorancia ha producido
obscuro error destierra, si deslumbra,
aciertos persuadiendo mil que alumbra.


66

La madreselva, unido ramillete,
providente su aroma distribuye
flor a flor, obstentándose retrete
discreto del candor que contribuye;
es el entendimiento cual pebete
que el desperdicio de fragrancias huye,
ardiendo con sazón y poco a poco,
que lucir sin prudencia es lucir loco.


67

Aromáticas luces, albas crecen
las flores espinosas de la hiedra;
cuanto entre espinas cándidas florecen
tanto su candidez en frutos medra;
son la verdad, que todos aborrecen,
amando más la mentirosa Fedra,
que con cándida y fiel sabiduría
de agudos rayos nos demuestra el día.


68

El grano, que a los cielos simboliza,
Etna breve, en incendios se dilata,
el aire con su aliento süaviza,
si saludable falsa se delata;
es la fe viva, que se inmortaliza
Fénix entre candores de escarlata,
y, si entre esos aromas no está adjunta,
la ciencia es fe sin obras, luz difunta.


69

El purpúreo azafrán, de quien ardiente
el corazón es Croco enamorado,
hebras peina de Ofir resplandeciente,
más olorosas cuanto más pisado;
es la sabia paciencia, que el prudente
por los golpes del toque es quilatado,
y allí descubre fondos de alta ciencia
donde los sufre con mayor paciencia.


70

El girasol, que en torno siempre gira
rayos del sol, que en hojas mil contiene,
que cuanto al occidente los retira
tanto inclinado amante se mantiene;
es la recta intención, que al cielo mira,
de donde luz de toda ciencia viene,
y el discurso que allá no se encamina
será despeño, precipicio, ruina.


71

El nevado jazmín cuanto fragrante,
astro cándido, expira aroma puro,
solicitando arrimo tan constante,
que a su conservación se obstente muro;
es el peligro, de quien vigilante
huye el sabio, arrimado a lo seguro,
que hay riesgo en el saber, y no conviene
saber aquello que peligro tiene.


72

No puede la mandrágora esconderse
entre el vulgo de flores deleitosas,
que su olor más suave ha de estenderse
entre sombras letales horrorosas;
la buena fama es, que ha de encenderse
para que salga en llamas olorosas;
resplandezca del sabio la fragrancia
por que no la obscurezca la ignorancia.


73

Entre estos cuadros de virtud florida
el laurel se levanta victorioso,
coronando fragrancias, dando vida
al pueblo de las flores oloroso;
es el triunfo, después de combatida
la hueste de los vicios, que, glorioso,
esento de las iras del Tonante,
a los cielos se erige arco triunfante.


74

La palma, sol frondoso, se levanta
del peso occidental a resistencias
y en alteza luciente se adelanta
cuando oprimida más de sus violencias;
es la victoria, cuya heroica planta
pisa del tiempo duras inclemencias,
porque el invicto sabio [al] grave exceso
de opresiones da triunfos de más peso.


75

El cinamomo, que incorrupto arde,
la tierra inflama, el aire purifica,
contra el voraz gusano haciendo alarde,
su valor aromático publica;
es el celo, que nunca fue cobarde
y en aras de la fe se sacrifica;
la verdadera ciencia contra el vicio
ha de ser fuego, ara, sacrificio.


76

El cedro, que del Líbano es corona,
entre los grandes de la selva umbría
el mayor, pues ninguno hacer blasona
competencias a su soberanía;
es la heroica excelencia, que corona
la excelsa, si inmortal, sabiduría;
digno ha de ser del cedro cuanto el sabio
fíe a la operación, confíe al labio.


77

La purpúrea, oriental, dulce canela
se ciñe de odoríferos blasones
y por el viento en humos suaves vuela
levantando honoríficos pendones;
es la nobleza, que vivaz anhela
por ilustres científicas acciones,
y cuanto ofrece de útil y suave
tanto gusta de noble, tanto sabe.


78

Resiste al Aquilón, al Euro, al Noto,
honor del bosque, la robusta encina,
a quien parece que aun la misma Cloto
venera con respetos de divina;
la fortaleza es, que pone coto
a las iras que Júpiter fulmina,
y la sabiduría no es loable
si no se ofrece muro incontrastable.


79

Por los abiertos poros va sudando
el árbol que produce mirra amarga
el humor que le oprime, y aliviando
de sus achaques la pesada carga;
es el mortificarse, refrenando
las pasiones que van a rienda larga,
y es cilicio del sabio penetrante
sufrir la emulación del ignorante.


80

La de los campos especiosa oliva,
pacífico deleite de Minerva,
verde explendor, frondosa antorcha viva,
que al mundo de tinieblas le reserva,
es la paz silenciosa, que, votiva,
los estruendos marciales no conserva,
y la sabiduría, que en quietudes
guerra a los vicios, paz da a las virtudes.


81

Del plátano sublime la frescura,
los rigores templando [al] Can ardiente,
opone, remontándose a la altura
de los rayos de Febo frente a frente;
es la suprema alteza, que procura
conservar del alto solio lo eminente,
y el sabio que consigue esa alabanza,
porque sabiendo más lo más alcanza.


82

Pirámide frondoso de esmeralda,
idea de menfítico desvelo,
con fuerza altiva de robusta espalda
el ciprés siempre verde escala el cielo;
lo incorruptible es, que la guirnalda
del impíreo se ciñe desde el suelo,
y el sabio de virtudes adornado,
en la tierra de glorias coronado.


83

Ciñen las frescas implicantes vides,
con estendido gozo, lazo estrecho
al árbol que corona fue de Alcides,
dándolas dulce arrimo, blando lecho;
es la alegría y el favor, que en lides
de la necesidad que oprime el pecho
halla el ingenio, dando fruto opimo
a quien plantó tan generoso arrimo.


84

Los cándidos almendros, que florecen
sin temer de los yelos el embargo,
y en la breve prisión que se endurecen
afianzan el fruto a plazo largo,
esperanzas seguras son, que ofrecen
el gozo dulce con afán amargo,
que la flor de la ciencia, si se alcanza,
los frutos inmortales afianza.


85

Estas y otras virtudes excelentes,
políticas, cristianas y morales,
en flores, plantas y árboles lucientes
de la cumbre del monte eran fanales;
aromas expirando florecientes,
exhalando luceros inmortales,
con proporción distinta, si elegante,
inundaban el sitio en luz fragrante.


86

Reconoció la ínclita matrona
la copia viva de su hijo amado
en una virtud y otra que blasona
de florido pincel, cuanto animado.
La flor, la planta y árbol lo pregona
en diversas colores desatado,
formando el tropo y la vocal figura
al vivo la retórica pintura.


87

Bañan las plantas de las cultas flores
cristalinos discursos de arroyuelos,
caudales de purísimos sudores,
nacidos en la cumbre de desvelos;
desátanse por varios surtidores
de ingeniosas ideas y modelos
en tazas mil de jaspes diferentes,
haciendo consonancias elocuentes.


88

Cruzan la selva armonïosas aves,
alardes publicando, haciendo pompas,
siendo en ecos sonoros y suaves
clarines de la fama, heroicas trompas;
con leves plumas y matices graves
pueblan el sutil viento. ¡Oh, nunca rompas,
corneja infausta, con siniestra pluma
de concentuosos vuelos tanta suma!


89

En medio de este Elisio se levanta
ínclito alcázar, majestuoso templo,
cuya grandeza de primor es tanta,
que en presente y pasado no hay ejemplo;
en la traza o mensura de su planta
todo el arte geómetra contemplo,
sudando, y cuanto alcanza arquitectura
en números y líneas tanto apura.


90

De aovada forma la atención percibe
lo que niegan preciosos materiales,
al pasmo que suspensa ya recibe
de las luces que brillan inmortales;
arde el carbunclo y el diamante vive,
enciéndese el topacio a las boreales
distancias, con que todo se comparte,
aventajando la materia al arte.


91

Cuanto el oriente esconde en sus veneros
astro esmaltado o piedra iluminada,
esfera lapidosa de luceros,
en el culto edificio se traslada:
jaspes, mármoles, pórfidos, aceros
y cuanto el sol engendra con dorada
actividad en senos de la tierra
tanto con proporción igual encierra.


92

La máquina sublime en cuatro puertas,
Argos eterno, atenta se comparte;
siempre al mérito proprio están abiertas,
por donde entre el improprio nunca hay parte.
Los puntos fijos de sus líneas ciertas
con tal conformidad dispuso el arte,
que miran sin que el uno al otro estorbe
las cuatro partes que comprehende el orbe.


93

Del mosaico y el dórico artificio
en columnas de bronce se suspenden
estatuas mil, que al grave frontispicio
cultas el alto prólogo comprehenden.
A la cuna del sol son sacrificio
unas, otras al túmulo se encienden,
estas al mediodía se calientan,
y al septentrión aquellas se fomentan.


94

Cuantas el tiempo observa en sus anales
historias graves, hechos valerosos
se leen allí, esculpidas en vocales
golpes de los cinceles silenciosos;
resplandecen de roca cual cristales
a los rayos de Febo luminosos,
sirviendo a sus autores los reflejos
de fieles clarísimos espejos.


95

Allí están primitivos explendores,
los Anfiones, los Linos, los Museos,
luces del primer siglo las mayores,
los Ioopas, los Ialemos, los Dorceos,
de Castalia purísimos sudores,
con los Ariones, Pílades, Orfeos,
Epicles, Menedemos y Pisandros,
Eumonios, Xenófilos y Terprandros.


96

Entre los corintiacos espacios
de boscajes que en torno varios giran,
los Berosos y Tácitos (topacios
de la historia) inmortal vida respiran,
los Homeros, Virgilios, los Horacios,
los Persios, los Marciales, que conspiran
flechas agudas, Silios y Lucanos,
los Sénecas, Terencios y Claudianos.


97

Trascendiendo el umbral que admira a oriente,
a nueva admiración se constituye
absorta la matrona, en la luciente
máquina de explendor que el templo incluye;
de las altas noticias ya pendiente
con que su entendimiento fiel la instruye,
a ver con perspicaz atención vuela
lo que más se descubre y más se cela.


98

En solio de crisólitos flamantes,
sobre carro triunfal resplandecía
deidad excelsa, a cuyos pies triunfantes
el sol con su carroza se ofrecía;
los más intensos rayos rutilantes
a sus plantas hermosas encendía,
blasonando que nace de sus huellas
su luz, la de la luna y las estrellas.


99

En golfo de candores anegada,
la que ceñía eterna vestidura
se negaba a la vista, encomendada
a purísimos fondos de blancura;
de fatigas del alba matizadas
y de sudores de la aurora pura,
aljófares purpúreos, ampos rojos
se concedían a los humanos ojos.


100

Dos robustas cervices son peana
montuosa del trono preeminente
de una deidad y otra soberana,
coronada una y otra excelsa frente;
de alado bruto por la huella ufana,
armoniosa nace dulce fuente
a un estanque en quien surcan blancas aves,
de la reina de Gnido aladas naves.


101

Coronan el estanque cristalino
nueve ninfas con varios instrumentos,
cuyos vultos, mintiendo lo divino,
se humanan sin humanos movimientos;
a un fin todas unidas peregrino,
aunque son separados sus intentos,
se están continuamente ejercitando,
enseñando, moviendo y deleitando.


102

A caracteres de candor febeo
ceñidas unos y otras frentes bellas,
sus coronas lucido son trofeo
de la que ilustra el cielo en nueve estrellas;
de cada una el nombre y el empleo
divulgaban retóricas centellas,
influyendo en las mentes más flamantes
lumbres vivas, calores agitantes.


103

Encendiendo el deseo inmortal Clío
con los alientos de la heroica fama,
del ocio torpe apaga el mortal frío
que inútilmente la razón infama;
despierta la atención, el albedrío
excita, las potencias nobles llama
para que soliciten la eminencia
por los arduos caminos de la ciencia.


104

Euterpe deleitando los sentidos
gozos persuade en cálamos suaves,
a los que dulcemente suspendidos
ejercitan la pluma en vuelos graves,
si a números sus giros reducidos
se multiplican caudalosas aves,
águilas trascendiendo los coluros
por apurar al sol átomos puros.


105

Reverdeciendo o germinando flores,
sabia Talía frutos mil sazona
en cuadros matizados de primores
que cultivan cristales de Helicona;
en deleitosos plácidos verdores
de esmeraldas ofrece la corona
a los que con coturno o con sandalio
corren en el teatro al dulce palio.


106

Desatando Melpómene el encanto
fatal de la tragedia de esta vida,
de alta sabiduría con el canto
conduce a la mansión esclarecida;
ciñendo la diadema de Amaranto
que al ingenio le tiene prevenida,
insinúa su voz siempre erudita
que cuando todo muere él resucita.


107

Influyendo Terpsícore alegría,
mueve de afectos variedad sonora,
conformes en unísona armonía,
celebrando la risa de la aurora;
de instrumentos la acorde melodía,
acompañada de su voz canora,
pulsados con los dedos los cristales,
mueve la de los orbes celestiales.


108

En incendio amoroso inflama el pecho
Erato y, por que eterno se confirme,
hace con mil mudanzas lazo estrecho,
abrazándose en ellas la fe firme;
así Amor, de finezas satisfecho,
en recíproca unión hace que firme
cuanto en ausencia mérito afianza
la fiel correspondencia una esperanza.


109

Polimnia memoriosa, haciendo alarde
de las acciones que lograron gloria
contra el olvido infausto, que cobarde
en urna la sepulta transitoria,
por que vivas, si indemnes, fiel las guarde
el archivo inmortal de la memoria,
con la voz y la pluma heroica alienta
sus objetos, que inmensos representa.


110

Aspectos inquiriendo de los astros,
Urania delinea las moradas
eternas, construidas de sandastros,
de rubíes y zafiros fabricadas;
las sillas mensurando de alabastros,
de planetas y signos tachonadas,
previene a los que ya, sabias centellas,
felices dominaron las estrellas.


111

Calíope, pisando trastes de oro,
las ideas científicas traduce
a música perfecta, y con sonoro
acento a numerosas las reduce;
de las ciencias, así, el acorde coro
se enciende silencioso, vocal luce,
siendo de la deidad más soberana
basa luciente, métrica peana.


112

De los rayos que giran rutilantes
en las ruedas del triunfo, luces puras,
pende el tiempo, ceñido de volantes
edades, ya pasadas, ya futuras;
con variedad distinta de semblantes
obstentan más perfectas hermosuras,
rendidas al triunfal carro lucido,
volviendo así a vivir de lo vivido.


113

Penden también, despojos aherrojados,
Átropos con Laquesis triste y Cloto,
de la segur los filos destemplados,
lo fatal de la rueca y huso roto;
las ramas no previstas de los hados,
el corte ciego de fortuna boto,
que contra lo inmortal fuerza ninguna
tiene el tiempo, hados, muerte ni fortuna.


114

Al triunfo, pues, de la inmortal matrona,
contiguos por un lado y otro vultos
el templo ciñen, que áurea son corona
si zodiaco no, de astros escultos;
con el nombre cada uno ya blasona
en las fatigas de sus fabros cultos,
que negarles la voz fue más aliento
del arte que no darles movimiento.


115

En nichos a la vista se presentan,
por basas libros, plumas por escudos,
sobre sus propias obras se sustentan,
retóricos al pasmo, al eco mudos;
voces pronuncian, cláusulas alientan
diásperos informes, jaspes rudos,
en empresas de cada simulacro
hechos divinos de su genio sacro.


116

Góngora grande en todo y peregrino,
por quien el suelo cordobés ufano
debe estar, de loores siempre dino
aun más que por su Séneca y Lucano;
por cumbre no pisada abrió camino
para lograr el numen soberano,
hallando él solo aquel tesoro oculto
de lo más sabio y dulce en lo más culto.


117

Lope, de erudición fecunda Vega,
a quien el orbe debe tanto fruto
cuanto con generosas manos riega
el cielo, de sus glorias sobstituto,
copia florida de elocuencia griega,
de la romana liberal tributo,
claro explendor de métrica abundancia
y antorcha numerosa de elegancia.


118

Y Garcilaso, caudal profundo y terso,
desatado en undosos explendores,
a cuyas luces debe el universo
el dulce lamentar de dos pastores;
el César en valor, el Marte en verso,
que, esgrimiendo dulzuras y rigores
a un tiempo de Minerva y de Belona,
el triunfo alcanza, logra la corona.


119

El Enio anciano, antiguo Juan de Mena,
entre plantas intonsas margaritas
esparce y con profunda docta vena
las riega de noticias infinitas;
tierra inculta, escabrosa, cuanto amena
de humanidad y historias eruditas,
a quien por primitivo y venerable
debe su estilo ser, siempre loable.


120

El Camoens, imitador valiente,
si heroico, de la Eneida virgiliana,
resplandece del Pindo en la alta frente,
del vivo Apolo lumbre soberana;
trasladose del Lacio alma luciente,
sin violentarse, a vida lusitana
aquel grande poema en que está incluso
Eneas con los números de luso.


121

Quevedo, lince agudo, Argos experto,
Luciano hesperio, castellano Apolo,
cuyo ingenio, aun dormido, vio despierto
cuanto se oculta en uno y otro polo,
logrando en verso y prosa tanto acierto,
que igualmente en dos blancos supo él solo
con diestra cuanto útil puntería
dar en el punto de sabiduría.


122

Segúiase a los seis Villamediana,
de ilustre heroica vena generosa,
cuya alta cadencia cortesana
consiguió los plausos de amorosa.
El Jáuregui después, con soberana
colorida armonía numerosa.
Tras de estos, del orbe maravilla,
dulce clarín del Arauco, Arcilla.


123

Estaban los Silvestres, los Liñanes,
honor de las camenas españolas,
los Herreras, Carrillos y Boscanes,
los Manriques, los Sánchez, Argensolas;
todos representaban sus afanes
de Hipocrene bañados en las olas,
mirándose otros muchos junto a esos,
Ulloas, Esquilaches, Valdiviesos.


124

Por la otra parte se miraba el Tasso,
gloria del Pindo, honor del lacio suelo,
cuya pluma en los giros del Pegaso
terminó el caudaloso culto vuelo,
cristalino, capaz, profundo vaso
en que se brinda cuanto el dios de Delo
infinito explendor puro contiene
en las líquidas ondas de Hipocrene.


125

El Ariosto, el Bembo y el Tansilo,
que al licor cavalino rutilante
aljófares bebieron hilo a hilo,
con estudiosa sed cuanto elegante;
el Sincero y el Mario, cuyo estilo
doctamente en primores fue flamante;
el Petrarca, Sanazaro y Marino
cada uno en aciertos peregrino.


126

Seguíase de Apolo a estos atletas
los Dantes, Boscios, Mucios y Guarinos,
los Urbanos, Espínolas, Bachetas,
Mazarotos, Pisanos, Pellegrinos,
aljaba numerosa de saetas,
con los Dolces, Faciutos y Ruscellos,
los Estopios, Belpratos y Novellos.


127

Todos estos, modelos siempre fieles
de sus dueños, así Fénix renacen
y a esfuerzos de retóricos cinceles
mueren con vidas y sin muertes yacen;
fatigas de Lisipo y Praxiteles,
tan vivos a la vista satisfacen,
que los informes para ser creídos
ociosos son de los demás sentidos.


128

Con el laurel la yedra entretejida
era corona de las doctas frentes;
a sus ilustres méritos ceñida,
brotaba en hojas mil rayos lucientes.
Influía la alta deidad vida
con igual proporción en diferentes
objetos, de explendor haciendo paces
entre los menos y los más capaces.


129

En los vultos así reverberaban
los áureos inmortales arreboles,
que astros entallados se obstentaban
y más que estatuas parecían soles;
de luz suave heridos, alumbraban
a quien los encendió claros faroles,
volviendo, fieles al objeto espejos,
la imagen de su luz viva en reflejos.


130

Así el templo inmortal un globo era
sobre el Olimpo, al cielo tan conjunto,
que incluía los astros de la esfera,
inmoble vivo, original trasumpto;
toda su luz por líneas reverbera
en el centro, erigiendo sobre un punto
monte excelso de ardor, de llamas risco,
pirámide inmortal, sacro obelisco.

Del Obelisco fúnebre y pirámide funesto, canto tercero.


1

Pendiente estaba del mental acento
la afligida matrona en luz bañada,
bien que la niebla de su sentimiento
aún no era a tantos rayos desatada,
y, aunque se hallaba por su entendimiento
de objetos tan ilustres informada
su aflicción todavía insiste intensa,
pues la causa a la vista no dispensa.


2

Absorta fluctuaba entre explendores,
con vista perspicaz, si vacilante,
solicitando alivio a sus dolores
en las centellas de su norte amante;
deslumbrada entre fúlgidos ardores
se sentía, cual suele el caminante
que el rumbo del camino le deslumbra
relámpago que ciega cuando alumbra.


3

Una vez y otra la atención emplea
en la de luz inaccesible playa,
por ver si el puerto amado que desea
alguna noticiosa lumbre raya;
con la copia de rayos, ya su idea
al paso que se enciende se desmaya,
que el exceso de luz, como la sombra,
los ojos ciega, si el discurso asombra.


4

Mas, recorriendo el inmortal oriente
por redimirse de su triste ocaso,
nuevos objetos ofrecía la mente
al discurso de luz en cada paso;
la matrona fiel con sed ardiente,
por apurar el explendor al vaso,
al centro bebe hidrópicas las luces
por las líneas que son sus arcaduces.


5

Y, viendo de los héroes inmortales
la llama eterna a un punto reducida,
dando al templo candores celestiales
y al centro en que se funda excelsa vida,
como suelen perennes manantiales,
por rectos encañados conducida
el agua, resurtir hacia la esfera,
cual pira helada o cristalina hoguera.


6

Así de objetos mil en forma varia,
de materia de luz todos distinta,
uniformes, del templo por el aria,
matices animando, el pincel pinta;
el mausoleo excelso que dio a Caria
glorias altas, en máquina sucinta,
empresa o jeroglífico emulante
de tanto objeto fue, no semejante.


7

Era frondosamente majestuoso
un árbol, radicado fundamento,
si no de su raíz dosel coposo,
de astros verdes hojoso firmamento,
a quien jamás estío caluroso
ni entumecido invierno macilento
con la llama y carámbano que arroja
rama alguna secó, marchitó hoja.


8

Su augusta pompa, su real grandeza,
monarca de las selvas absoluto
le obstenta, demonstrando la nobleza
en el que ofrece coronado fruto;
robusta en tronco anciano fortaleza,
a los siglos consagra su tributo,
si en una y otra rama que de él nace
eterno vive, incontrastable yace.


9

En el robusto tronco están grabadas
las cuatro barras de coral luciente,
a esfuerzos vivos de lealtad forjadas
en la oficina del valor ardiente;
armas invíctamente delineadas
con el pincel de cátalo valiente,
cuando en su sangre el césar soberano
por el escudo le pasó la mano.


10

Un ramo generoso se dilata,
como del tronco regio ínclito infante,
sin que el Euro, del aire infiel pirata,
impida sus disignios arrogante;
a una muralla antigua y fuerte se ata
con lazo estrecho y nudo tan constante
como quien se trasplanta en su terreno
a dar de inmortal planta fruto ameno.


11

Breve espacio de tierra ciñe el muro
contenido en el suelo carpentano,
donde cultiva el Céfiro más puro
flores y frutos con fecunda mano;
asilo de lealtad, puerto seguro,
mansión del griego, patria del romano,
que el primero la funda y fortifica,
y el segundo la ensalza y amplifica.


12

Grabados en los vivos pedernales
quinientos lustros cuenta, con más doce,
la edad en mil vestigios o señales
que en su origen antiguo reconoce;
bien es que estas memorias inmortales
por sacra inmunidad del tiempo goce,
si, aun primero que el Tíber viese escenas,
espejo Manzanares fue de almenas.


13

Mantua Viseria en el idioma griego
a la primera almena el nombre escribe,
Maioritum Ursaria miro luego
que en el segundo muro se percibe.
No ha podido borrar el tiempo ciego
su antigua gloria, pues así describe
tomó de Manto el nombre su distrito
de Mantua, el de Madrid, de Maiorito.


14

En aquel muro fuerte una serpiente
por armas primitivas se divisa;
en el otro se ve un oso valiente
con siete estrellas claras por divisa;
uno y otro blasón resplandeciente
su ilustre antigüedad al orbe avisa,
pues se encendieron luces en su claustro
las siete estrellas del celeste Plaustro.


15

Y no solo se engrandecen sus murallas
con las de sus primeros fundadores
insignias, venerables antiguallas
que la dan inmortales explendores,
sino con otras armas, que en batallas
de vicios con virtudes superiores
esgrimieron sus hijos, santos fuertes,
que son las más gloriosas y más fuertes.


16

Aquella torre excelsa que es castillo
con foso, contrafoso y barbacana,
con dos llaves que sellan el rastrillo
y tres sacras coronas por peana,
se nombra san Melquíades, caudillo
del pueblo militante en la romana
sede, que ya triunfó en altas conquistas
de maniqueos y de donatistas.


17

La que está enfrente, en todo parecida,
san Dámaso se llama, vigilante
atalaya, si antorcha esclarecida
que dio luz a la iglesia militante,
por quien la Biblia sacra es traducida
y hecho el concilio de la fe diamante,
añadiendo al Psalterio en dulce canto
la gloria que se da al tres veces santo.


18

Aquel fortín de púrpura teñido,
con sus baluartes de coral bañados,
san Anastasio es, que esclarecido,
con Plácido y Ginés, nobles soldados,
la palma del martirio ha conseguido,
en la bandera de la fe alistados,
triunfando del apóstata Juliano,
emperador impío, infiel tirano.


19

Aquel cubo, o granero, preeminente,
de rústica materia fabricado,
que a los campos se opone frente a frente,
ceñido de una ahijada y un arado,
es san Isidro, labrador valiente,
que, de espíritu y fe sencilla armado,
las huestes alimenta carpentanas
a fuerza de fatigas soberanas.


20

¡Oh, cómo aquestos muros tutelares
defienden con aceros primitivos
los fieles cuanto nobles patrios lares,
de fe ardiente esgrimiendo rayos vivos!
¡Oh, cómo en ejercicios militares
se emplean! Soberanos incentivos
de valor contra infieles arrogantes,
custodios de la patria vigilantes.


21

Apenas hay almena, si repara
la vista, que no sea arma gloriosa,
blasón luciente, si divisa clara,
de virtud y nobleza religiosa;
el capelo, la mitra, la tïara,
el bastón y la espada valerosa
resplandece fiel, haciendo alarde
de su fe y religión, que inmortal arde.


22

Aquel escudo de oro que a ver llego
con el bravo león que abraza un roble,
divisa ilustre del antiguo griego,
de los Ramírez es blasón más noble;
redimiendo a Madrid del yugo ciego
del bárbaro octomano, guarda inmoble
de su muralla fue, cuchillo agudo
de su sangre, de honor invicto escudo.


23

Todos los campos del Carpento alumbra,
aun de la noche en las distancias largas,
aquella noble llama que se encumbra
en el timbre glorioso de los Vargas;
centellas agarenas mil deslumbra
cuando, a rayos rompiendo las adargas,
su lunada menguante luz caduca,
ilustrando los Vargas con Machuca.


24

Aquel árbol, de palmas sobstituto,
cuyas frondosas ramas inmortales
corazones obstentan de tributo,
Cueros y Castañedas son leales;
[trasplantado] en la Tapia da por fruto
en las armas y letras héroes tales,
que han sido al bien común el más seguro
asilo, fuerte, tapia, invicto muro.


25

Aquel que resplandece cual lucero
rompiendo tenebrosos escuadrones,
siendo una excelsa torre su hemisfero,
es el claro blasón de los Luzones,
primitivo explendor, fanal primero,
que a su rey redimió de confusiones,
cuyas llamas intrépidas, si puras,
luz son en las tinieblas más obscuras.


26

Aquellas que de Mantua en la alta cumbre,
celestes impresiones siempre bellas,
con benévola luz la influyen lumbre,
de los Zapatas son flamantes huellas.
¡Oh, nunca el tiempo su esplendor deslumbre,
apagando las fúlgidas centellas
con que apartan, en uno y otro paso
militar y político, el ocaso.


27

Aquel que expira contra el agareno
fúnebre ardor, intrépidos volcanes,
dando luz de Madrid al campo ameno,
es el claro blasón de los Lujanes;
la antonomasia mereció de bueno
cuando de la prudencia con afanes
los ánimos de fiel claridad puebla
en dimensiones de malquista niebla.


28

Las que el cristal del Manzanares baña,
que de lises augustas tienen señas,
dando valor fragrante a la campaña,
son coronado timbre de Lodeñas,
cuando a Pelayo invicto le acompaña,
haciendo de valor altas reseñas,
el príncipe Logdonia, que, sirviendo
al infante, fue en glorias floreciendo.


29

Aquel que entre arreboles amanece
copia viva de Febo relumbrante,
que a Madrid de explendores enriquece,
es de Solises el blasón flamante;
ensálzase en valor, en ciencia crece,
solamente a sí propio semejante,
y, a Solis ortu, con la luz que sombra
usque ad ocasum desterró la sombra.


30

Arde en aquella sangre venenosa
la llama de serpientes degolladas,
alumbrando debajo de una losa
pitios triunfos con flechas de Losadas;
ya el aliento mortífero no osa
con soberbias cervices duplicadas
infeccionar los campos del Carpento,
temiendo de Losadas el aliento.


31

Por cuantas partes da la vista pasos
se baña en explendor, si rayos pisa,
fomenta orientes, desvanece ocasos
en una y otra ilustre fiel divisa;
hacia allí resplandece la de Erasos,
desatando la niebla más concisa,
la de Arias, Alcáceres, Alarcones,
la de Ayalas, Barredas y Monzones;


32

la de Castillas, Cárdenas, Cabreras,
Barrionuevos, Peraltas, Manzanedos,
Guevaras, Francos, Córdobas, Riberas,
Heredias, Vozmedianos y Toledos;
la de Madrid, Gudicles, la de Herreras,
Canales, Lagos, Hoces y Salcedos,
Castillos, Torres, Cáceres, Viveros,
Montes, Mármoles, Méndez y Cisneros;


33

la de Valeras, Zárates, Victorias,
Xibajas, Gattos, Alcalá, Vallejos,
Clavijos, Coallas, Coellos, cuyas glorias
son de valor y lealtad espejos;
la de Ocañas, Fernández, que en notorias
luces vivas a Marte dan reflejos;
la de Mendozas, Villafuerte, Hurtados,
Guillenes, Olivares, Veras, Prados.


34

Así admiraba, en tan sucinta copia
absorta, su antiquísima nobleza
la matrona leal, siendo ella propia
retrato original de su grandeza.
De los escudos que la idea copia
es madre ilustre por naturaleza,
que, teniendo valor para engendrarlos,
la ha faltado caudal para copiarlos.


35

A su invicta muralla el homenaje,
en vez de un pedernal y otro rudo,
de uno valiente y otro fiel linaje
le construye uno y otro fiel escudo;
del tiempo y de la Parca el fiero ultraje
triunfar con el olvido nunca pudo
de tan heroicas armas, pues su gloria
permanece inmortal en la memoria.


36

Bien pudiera templar la grave pena
originada del mental sollozo,
cuando de tantos hijos copia amena
esenta mira de mortal destrozo;
mas la triste memoria la enajena
del que introduce por la vista gozo
al corazón, que nuevamente llora,
porque entre ellos no ve el que tanto adora.


37

Mas ya en sus ojos tiernos reverbera
nuevo objeto de luz, que el aire inflama;
si no de rosicler flamante hoguera,
es de Apolo fecunda oriental llama;
de aquel ramo primero, por la esfera
se estiende, desde el suelo inmortal llama,
dando al cielo y la tierra por tributo
de una ilustre divisa el dulce fruto.


38

Ilustran cinco negros calderones
campo de ofir o de bruñida plata,
orlado de ocho aspas, que blasones
dorados son, de Ayala, en escarlata;
cuando de fe en Baeza alzó pendones,
redimida del bárbaro pirata,
el día que la iglesia muestra aspado
uno de doce copos que ha hilado.


39

Esculpido se mira en una cuna,
abrigo de un recién nacido infante,
cuyo horóscopo indica su fortuna
radiada con aspectos de diamante;
sin nacer, como el otro, en cuarta luna,
de la esfera de ingenios será Atlante,
Hércules elocuente, invicto Alcides
de vicios y virtudes en las lides.


40

Aquel globo celeste en ecos doce,
imágenes de voces, lo pronuncia,
que cuanto la ignorancia desconoce
con voz de rayo el firmamento anuncia;
en el trino y sextil se reconoce
del ingenio el poder, que en él renuncia
uno y otro planeta, en manifiesta
mancomunada luz, en nada opuesta.


41

Parece que conversan apacibles
con el infante tierno las estrellas,
cuando en voces de rayos invisibles
cantan claros influjos las más bellas;
ardores de su ingenio inaccesibles
enciende el cielo, y con flamantes huellas,
a pesar del obscuro infiel destino,
a la inmortalidad abren camino.


42

La cuna, con suave movimiento,
mecen las Gracias, y el aonio coro
con acordado sonoroso acento
lisonjea al infante el tierno lloro;
pasa la infancia, siendo del Carpento
aplauso dulce, métrico decoro,
desde sus tiernos años dando indicios
de nobles cuanto doctos ejercicios.


43

Allí con estudiosas diligencias
cursa universidades, prueba cursos,
apurando lo arcano de las ciencias
con sutiles retóricos discursos;
allí pasma las doctas concurrencias,
admiración causando a los concursos,
siendo de los maestros laureado
su ingenio por el único primado.


44

El Euripo navega proceloso
de libros varios con afán activo,
obstentándose a fuerza de estudioso
muerto entre vivos y entre muertos vivo;
tan apacible es, tan deleitoso
del asiduo estudiar lo discursivo,
que, engolfado de ciencias en abismo,
parece que se aparta de sí mismo.


45

En su profundidad tanto se inunda
el discurso, sin riesgo de anegarse,
que en esta inundación seguro funda
tablas para poder mejor salvarse;
no hay cosa más amable ni fecunda
que las letras; con ellas fabricarse
puede el hombre de nuevo; son pilotos
que navegan los rumbos más ignotos.


46

Por las dudosas olas de la vida
el alma guían a descanso cierto
y, de virtud científica ceñida,
le apartan de vicioso desconcierto;
cuanto más en noticias sumergida
tanto más claro en ellas encuentra puerto,
que en el mar de vivir a undosas dudas
son vocales las líquidas y mudas.


47

Ellas con yugo blando, si apacible,
domestican los ánimos feroces,
la inclinación más fiera, más horrible
amansan con suaves dulces voces;
no hay corazón tan duro ni terrible
que no ablanden sus ecos, si veloces
llegan a introducir por el oído
de sus preceptos cultos el sonido.


48

Cual suele el labrador con fuerza activa
romper la tierra por que lleve fruto,
siendo riego el sudor con que cultiva
árido espacio de terreno enjuto,
con fortaleza, así, las letras viva
labran del hombre el campo seco, bruto,
surcando el seno arado penetrante
del estudio continuo y vigilante.


49

Las letras son las armas del prudente,
establecen la paz, mueven la guerra,
hacen que el mal no sea permanente,
en ellas sólo todo el bien se encierra;
el sabio se asimila a la serpiente:
Cadmo sembró sus dientes en la tierra,
y de ellos con esfuerzos alentados
produjo un escuadrón de hombres armados.


50

Ellas, al fin, son néctar y ambrosía
a la ingeniosa sed del estudioso,
transforman a la noche en claro día,
haciendo a Cintia Febo luminoso;
volvió de Circe la bebida fría
al hombre en bruto obsceno y horroroso,
y ellas, brindando ardientes, por que asombre,
cristales, al más bruto vuelven hombre.


51

Ya en teóricas ciencias instruido,
viene a curarlas práctico en la corte,
que es universidad donde han lucido
con aplauso los sabios de más porte;
allí entre todos es él aplaudido,
siendo de los aciertos fijo norte;
el teatro, certamen y academia
le venera, le aclama, admira, premia.


52

Allí, imitando a sus antecesores,
corta la pluma con la heroica espada,
descubriendo quilates de valores
con enemiga púrpura esmaltada;
las astucias marciales, los primores
bélicos discursivo ya traslada
con los filos de Marte, porque importa
escriban ellos, si el discurso corta.


53

Recíprocos los dos, con vigilante
esfuerzo, logran triunfos en campaña,
esgrimiendo con diestra fulminante
cóleras armoniosas, dulce saña;
Minerva fuerte, Palas elegante
en los riesgos que emprende le acompaña,
haciendo se remonte a alteza suma
la flecha con los giros de la pluma.


54

Émulo invicto, al César soberano
imita, en las empresas elocuente,
con la pluma esforzada en una mano,
con el acero en otra diligente;
en discurso divino, esfuerzo humano
esgrime valeroso, si prudente,
sobstituyendo por mayor grandeza
al consejo y ardid la fortaleza.


55

A la industria se rinde toda fuerza,
mejor lidia el ingenio que no el brazo,
porque este acaba cuando más se esfuerza,
y aquel dilata a lo inmortal el plazo;
con el óptico vidrio se refuerza
Arquímedes, que a Roma fue embarazo;
si le dieran un punto en que estribara,
el mundo a las esferas levantara.


56

A la sabiduría lo sublime
se postra inresistente; lo postrado
se eleva, aun cuando el peso más oprime,
a solio de blasones coronado;
de su inmenso poder nadie se exime,
el Cielo en el Diluvio lo ha mostrado,
pues de Adán con las ciencias oportunas
solamente se salvan las colunas.


57

Pacíficos los campos de Belona,
Apolo lo conduce a mis riberas;
recíbenle las ninfas de Helicona
tremolando flamígeras banderas;
Manzanares allí claro blasona,
ceñido de inmortales primaveras,
que bebe al Pindo en cristalino vaso
los caudales que manan del Pegaso.


58

Despejado y cortés cuanto agradable
sigue el rumbo del golfo cortesano,
cuyo seno navegan insondable
monstruos disformes con aspecto humano:
la falsa adulación, sirena afable;
las sirtes mentirosas, el profano
deleite; los escollos ignorantes
de Escilas y Caribdis ya latrantes.


59

En él todo es bajíos, todo es rocas,
tormentas, huracanes, confusiones,
que a muchas vidas [muertes] son no pocas
en ondas simuladas de traiciones;
de fieros vicios en las brutas bocas
tantas gargantas como inclinaciones,
tantos afectos como espuma encuentra
el que en la corte navegante entra.


60

Anégase en corrientes engañosas
de vanas presumpciones el Narciso;
el Faraón, en ondas procelosas
de sangrientos estragos sin aviso;
en ondas, el lascivo, deleitosas
de los torpes deleites a quien quiso;
en ráfagas de viento, el ambicioso;
y en su engaño profundo, el mentiroso.


61

Ceñido de laureles y de olivas
se ofrece el mar undoso de la corte
con prudente fanal de luces vivas,
siendo la caridad su fijo norte;
desatando tinieblas fugitivas
de afilada prudencia con el corte,
navega sin los riesgos de anegado
de rayos inmortales coronado.


62

¿Qué mucho, si el laurel, que al sol dedica,
y la oliva, a Minerva consagrada,
obscuridades muertas vivifica,
a científica luz nunca apagada?
El sabio de las dos plantas fabrica
su nave, a tempestades destinada;
de una saca centellas que le alumbran,
de otra, explendores que el horror deslumbran.


63

Aquí, blandiendo del ingenio agudo
la pica, de celada, greba y peto
ceñido, la prudencia por escudo
y la cortesanía por respeto,
contra un bisoño y otro escuadrón rudo
las armas esgrimiendo del concento,
debela a un tiempo, triunfa, ahuyenta, lidia
las formidables huestes de la envidia.


64

Transformando la pluma en fuerte clava,
Alcides mantuano allí se expone
de horribles fieras a la furia brava,
siendo cada una bárbaro Gelone;
allí, templando flechas de la aljaba,
de su ingenio mil tiros los dispone
de forma, que el acierto de la herida
al tiempo que los mata los da vida.


65

Aquel monstruo que anima formidable
siete gargantas con aspecto horrible,
Nilo de siete bocas insondable,
que respira veneno inextinguible,
es la Hidra lernea, abominable
cabeza de los vicios invencible,
a quien lumbre ingeniosa cauteriza
cervices mil, resueltas en ceniza.


66

Aquel bruto greñado que rugiente
entre los bosques de la corte mora,
a quien irracional cuanto obediente
el pueblo de los brutos rey honora,
es el león nemeo, que con diente
soberbio cuanto cerca lo devora,
cuyo feroz aliento rinde el curso,
desquijarado a fuerza de discurso.


67

Aquella que los montes pisa ufana,
de áureos rayos ceñida la cabeza,
cuya planta, obstentándose liviana,
a cada paso en liviandad tropieza,
es la cierva menalia, que profana
la honestidad con torpe ligereza,
a quien la pluma con veloz anhelo
el curso para, refrenando el vuelo.


68

Aquel que marfil miente en vez de acero,
cerdosa fiera, jabalí espumoso,
cuyo agudo colmillo, aunque grosero,
la selva tala con furor rabioso,
es el espín de Calidonia, fiero
tirano de los montes horroroso,
a quien los filos del ingenio agudos
embota los aceros colmilludos.


69

Aquellas que, traidoramente impías,
de rostro humano y giro fraudulento,
al aire infaman las mansiones frías
con uñas corvas y infestante aliento,
son aves estinpálidas y arpías,
piratas que arrebatan el sustento,
a quien armonïosos consonantes
ahuyentan, crepitáculos sonantes.


70

Aquel que por la vista exhala fuego,
bruto feroz, cuya cerviz sublime
inquieta con mortal desasosiego,
dos parcas corvas en la frente esgrime,
es el toro cretense, de ira ciego,
que asusta el coso cuando infausto gime,
a quien apaga la fiereza suma
el acerado filo de la pluma.


71

Aquel monstruo triforme que respira,
cuando el rico caudal a Iberia bebe,
en tres cóleras una sola ira,
y en una furia tres rencores mueve,
es Gerión, tirano que conspira
en tres semblantes un intento aleve,
a quien la pluma, cual veloz saeta,
la máxima trasciende más secreta.


72

Aquel que con insidias y traiciones
de los montes penetra la clausura,
ocultando las fieras sinrazones
del robo atroz de la caverna obscura,
es Caco, ejemplo infame de ladrones,
de quien nunca la corte está segura,
a quien la pluma, antorcha fiel, descubre
cuanto con capa honesta insulto encubre.


73

Aquel que a un bruto y otro da lozano
piensos de carne humana y con cruenta,
infiel, tirana, irreverente mano
vianda tan sacrílega fomenta,
es Diomedes, bárbaro inhumano,
pasto de los caballos que alimenta,
a quien, segur, la pluma peregrina
vaticinó tan desastrosa ruina.


74

Aquel pensil ameno que un tesoro
en cada árbol frutífero comprehende,
cuya puerta murada el fiel decoro
de un dragón formidable la defiende,
el huerto hesperio es, con pomos de oro,
a quien la pluma intrépida reprehende
con valerosa métrica elegancia
del áureo honor la muerta vigilancia.


75

Aquellos que entre nubes ignorantes
ardor se obstentan muerto, sombra viva,
subcesión de vapores arrogantes,
progenie de la tierra subcesiva,
son los viles centauros y gigantes,
biformes partos de ignorancia altiva,
a quien el vuelo de la pluma culta
en su misma ignorancia los sepulta.


76

Aquel peñasco que membruda roca,
monte de carne, rudo terrigena,
siempre que en lucha con la tierra toca
nuevos esfuerzos de valor estrena,
es Anteón soberbio, que provoca
a lid propria fiado en fuerza ajena,
a quien la pluma remontada al aire
la vida le suspende con desaire.


77

Aquel que ya en serpiente se transforma
y en fiera se transfiere ya lunada,
que con todo semblante se conforma
por quererlo ser todo y nunca es nada,
es Aqueloo, que una y otra forma
escribe en los discursos que traslada,
a quien la pluma sabia agudamente
descubre su ignorancia más corriente.


78

Aquel que la mansión tartárea asombra
y aun sus propias furias acobarda,
cuyo latido dogo inglés le nombra,
portero de su umbral, trifauce guarda,
el Can Cerbero es, que en negra sombra
de estigio error a la ignorancia guarda,
a quien la pluma saca a luz serena
atado con la rítmica cadena.


79

Aquella, al parecer hueste, importuna
máquina militar que se refuerza
en breve espacio, y cuanto más se aúna
su menguado valor menos se esfuerza,
son los pigmeos, que sin fuerza alguna
emprehenden los asumptos de más fuerza,
de quien apenas con un leve amago
hace la pluma formidable estrago.


80

Mas ya en medio de tanto asombro admiro
de las fatigas el mayor desvelo,
cuando sobre sus hombros fuertes miro
sustentada la máquina del cielo;
cuanto contiene el estrellado giro
en once globos de zafir, con celo
de católica fe, flamante curso,
a fuerzas lo sustenta del discurso.


81

Esta celeste máquina, esta inmensa
inmortal pesadumbre, que aprisiona
con prisiones de luz, con fuerza intensa,
cuanto domina Tetis y Pomona,
esa deidad de estrellas, que suspensa
tiene la tierra firme, a quien corona,
y con perpetuo curso la hace estable,
rigiendo permanente el tiempo instable;


82

instrumento divino que contiene
cuerdas mil de sonoras consonancias,
siempre templadas a compás perene
de flamantes eternas elegancias,
cuya armonía acorde se mantiene
con igual proporción en las distancias,
regida de la esencia de una mano
con trino impulso al terno soberano;


83

este todo del todo, este portento,
que en uno y otro círculo incluido
se obstenta a todo humano entendimiento,
claro a la vista, pero no entendido,
sobre los hombros de su gran talento,
sobstituyendo a Atlante encarecido,
con esfuerzo robusto de fe pura
firme descansa, eterno se asegura.


84

Mas ¿qué mucho?, si allí le comunican
su esfuerzo las virtudes celestiales,
pues que ya sacerdote le publican,
ministro de valores inmortales;
la fe, esperanza y caridad dedican
a su ingenio secretos teologales
en la Biblia, con sus expositores,
santos padres, maestros y doctores.


85

Un círculo perfecto allí describen
otras cuatro virtudes, que se abrazan
dulcemente a las tres, de quien reciben
escudos fuertes de valor, que embrazan;
como en cadena eslabonada viven
en la suave unión con que se enlazan
otras muchas, que ofrecen sin violencias
valor a sus sentidos y potencias.


86

Aquella que en la una y otra mano
regla y compás tremola es la prudencia,
que mide, reduciendo a un punto arcano,
las líneas infinitas de la ciencia;
regula inteligente al tiempo anciano
con la prompta memoria y providencia,
lo presente, pasado y lo futuro,
con recta proporción, juicio seguro.


87

Aquella a quien se rinde la fiereza
del apetito humano es la templanza,
que, una áncora blandiendo con destreza,
en insondable golfo se afianza;
de terrenos deleites la vileza
refrena con la ínclita pujanza
de la modestia y continencia firme,
por que su autoridad más se confirme.


88

Aquella con semblante de Belona,
varonil hermosura sin jactancia,
que invicta fortaleza ya blasona
con el escudo de la perseverancia,
toda saña viciosa la abandona,
ceñida de paciente vigilancia,
y con grandeza de alma glorïosa
sale de todo riesgo victoriosa.


89

Aquella de la tierra humana Astrea
justicia es de los Cielos más divina,
que el recto acero que en la diestra emplea
con iguales balanzas le fulmina;
por la verdad y religión pelea
y a la gracia piadosa se destina,
castigando uno y otro infiel insulto,
dando a la tierra paz y al cielo culto.


90

Estudioso, ocho lustros ejercita
de estas virtudes el valor inmenso
en la historia elevado ya erudita
y ya en sagrada erudición suspenso;
con la copia de ideas infinita,
arrebatado del amor intenso,
celebra al hombre y Dios sacramentado,
de los ángeles y hombres venerado.


91

Allí le miro, que, postrado al lecho,
de habitual achaque fatigado,
en numeroso ardor inflama el pecho
de uno y otro suspiro no apagado;
vivo concentuoso volcán hecho,
por nueve dulces venas desatado,
con mil conceptos de explendor divino
ensalza al que en la hostia es uno y trino.


92

Libando flores, concentuosa abeja,
uno y otro panal dulce fabrica,
con sus propios conceptos se aconseja,
a los ajenos nunca se dedica;
de lo que otros pensaron siempre aleja
el pensamiento; nuevamente aplica
cuanto dicta su ingenio soberano
hilándolo de sí, como el gusano.


93

Desata la retórica en sus labios
cuantos tropos enlaza la elocuencia;
los arcanos misterios, los más sabios
secretos le revela docta ciencia;
a sus plantas se rinde sin agravios
toda ingeniosa humana competencia;
con el menor descuido de su genio
puede ser superior un grande ingenio.


94

De numen celestial así inflamado,
elegancias pronuncia en cada acento,
encendiendo el oído más helado,
pasmando el corazón menos atento;
al rayo de perenne fuego armado
apaga su retórico ardimiento,
que, influyéndole el sol süave calma,
cada voz que articula expira un alma.


95

Coronándole el lecho, a todas horas
le asisten las virtudes soberanas,
que, de mejor Apolo siendo auroras,
divinamente son musas humanas;
obsténtanse agradable servidoras,
de tanto ministerio estando ufanas,
y, a fuerza de leales obedientes,
pensamientos le sirven elocuentes.


96

Una corta el papel, otra la pluma,
aquella en el tintero se la moja,
esta, por que el escrito no se suma,
echa polvos, volviéndole la hoja;
todas, al fin, con vigilancia suma,
siendo gusto suave su congoja,
solícitas le asisten, y él, atento,
la aflicción de su mal vuelve en contento.


97

Herido del achaque, con el duro
afán de los dolores se alboroza,
y en alivios pacíficos seguro
remedio alegre su tristeza goza;
a violencias del mal se obstenta muro,
bien que, tierno, tal vez dulce solloza,
contra golpes acerbos de dolencia
ofreciendo escudo de paciencia.


98

Andan continuamente ejercitadas
con noble generosa diligencia,
del liberal favor acompañadas,
la caridad piadosa y la clemencia;
las cárceles visitan, las moradas
de la impedida mísera dolencia,
los pobres vergonzantes socorriendo
sin vanidad, sin pompa, sin estruendo.


99

Al mismo tiempo veo que oficiosas
las virtudes políticas le asisten;
ceñidas de atenciones decorosas,
de verdadera discreción se visten;
la urbanidad y la nobleza hermosas
con el decoro y el respeto insisten,
sustentando cuestiones cortesanas
de materias políticas cristianas.


100

Juégase la agudeza y el concepto
sin perder ocasión ni circunstancia;
la profunda sentencia da el precepto
pronunciado de equívoca elegancia;
sus conclusiones hacia el fin perfecto,
concluyendo al error y la ignorancia,
se defienden con varios pensamientos,
de agudos concentuosos argumentos.


101

Cursa la estancia el grande de Castilla,
el título, el ilustre caballero,
la toga, el bonete, la capilla,
con ansias cada uno de primero;
de su ingenio a admirar la maravilla
concurre el proprio como el estranjero,
y él con humilde, grave, dulce trato
a todos les sazona al gusto plato.


102

También veo frecuentan su morada
los reyes con decretos soberanos,
la majestad en ellos humanada,
a caracteres de sus propias manos;
con obediencia prompta los traslada
a ideas cultas, revelando arcanos
secretos del real gobierno augusto,
satisfaciendo a un tiempo el regio gusto.


103

Todas estas virtudes celestiales
observan cuidadosas los asumptos,
fatigas de su ingenio que inmortales
de su fama serán vivos transumptos;
disponen los preciosos materiales
para que se trasladen todos juntos,
si hay capaz forma para trasladarlos
o números que puedan numerarlos.


104

Pero allí se levanta por el viento
una y otra robusta alta coluna,
sirviéndolas de ilustre pavimento
el círculo argentado de la luna;
con caracteres de dorado acento
un rótulo publica cada una,
del Hércules mantuano invicto genio
ilustre Non plus ultra del ingenio.


105

Constrúyese la máquina sublime
sobre cimientos sólidos profundos,
y en señal que del tiempo se redime
son basas los teatros de dos mundos;
de la invidiosa Parca así se exime
y de los hados torpes cuanto inmundos;
términos a su fuerza el Cielo pone
cuando premio a los méritos dispone.


106

Sobre cada columna un clarín de oro
anima una canora y otra fama,
que en dulce alterno cántico sonoro
es vocal chapitel que el aire inflama;
del estado eclesiástico el decoro
sacro celebra el uno, el otro aclama
el secular en obras peregrinas
de su alto ingenio humanas y divinas.


107

Allí con diestro impulso están grabadas
sus fatigas; las unas deducidas
de asumptos sacros; otras delineadas
a discursos humanos reducidas;
tan al vivo se ven representadas,
que a la atención más muerta influyen vidas,
con perfección cada una tan suprema,
que es animado racional poema.


108

Ciento y doce comedias, noventa autos
contienen, con cien loas, vivas lumbres
que al examen de juicios los más cautos
espejos son de reformar costumbres;
allí ceden Terencios, Lopes, Plautos,
porque arribar no pueden a sus cumbres,
que su materia y forma, por perfeta,
logrando el palio coronó la meta.


109

Pero, en el lecho viéndole doliente,
nuevos objetos ya la vista toca,
pues se agrava implicado el accidente
cuanto a ansias mortales le provoca;
es de constancia escollo permanente
y de paciencia incontrastable roca,
si a combates de inquieta pesadumbre
resiste con tranquila mansedumbre.


110

En medio de las olas más fatales
su ánimo sereno inmortal luce,
pues, bañado de golpes tan mortales,
a pálidas espumas los reduce;
con tal serenidad claras señales
de cielo obstentas, cuando así traduce,
ventilando furiosos Aquilones,
en vivas luces muertas aflicciones.


111

Cielo es, sin duda, si en tranquila calma
movimientos de fúlgidas centellas
contiene, al separarse cuerpo y alma
del sabio en mil vestigios de centellas;
de esfera racional consigue palma
el que en divinos círculos da huellas,
sol claro que en obscuras ondas yace
y entre explendores de virtud renace.


112

Embarcado en la nave de la muerte,
entre borrascas se conduce al puerto,
y cuanto es la tormenta airada y fuerte
tanto se obstenta más piloto experto;
parece excelso Olimpo, si se advierte,
que, el pie de nubes fúnebres cubierto,
de alta claridad brilla flamante,
coronada la cumbre del semblante.


113

¡Oh, cuántos testimonios verdaderos
descubre en lo apacible del semblante!
Son cariños de fee siempre sinceros,
la heroica perfección de quien fue amante;
aun quebrados, los ojos son luceros,
Argos de su conciencia vigilante,
bien que trémula ya su vivaz lumbre,
clavados en eterna impírea cumbre.


114

¡Oh, cómo las virtudes de su vida
se animan en el vulto casi muerto,
cuando respiran luz esclarecida
por el aliento a quien informan yerto!
En el aspecto exponen difinida
de su mente inmortal el culto acierto,
pues entreabierto le divulga el labio,
docto en la vida y en la muerte sabio.


115

No le altera el decreto que le impone
de la muerte precisa el docto examen
del físico, si alegre le compone,
asintiendo gustoso a su dictamen;
con discursos más vivos se dispone
para la justa de agonal certamen,
dándole al Cielo por merced tan suma
gracias inmensas con la voz y pluma.


116

Mas ya le corresponde la infinita
bondad celeste del impíreo asiento
bajando en cuerpo a hacerle una visita,
ofreciéndose en forma de alimento;
el último vïaje facilita
beático inefable sacramento;
y él con tan buena guía se complace
y la disposición postrera hace.


117

Varios objetos de tristeza ofrece
a la vista el distrito carpentano,
fúnebres señas de que ya fallece
el Apolo español, Fénix mantuano,
el que al orbe en virtudes enriquece
con obras de su ingenio soberano,
y, siendo en los semblantes desconformes,
exprimen sentimientos uniformes.


118

Por aquel horizonte en el ocaso
se ausenta el sol con pálida vislumbre,
cuando con macilento triste paso
se descubre asombrosa infausta lumbre;
trabea cometa al pavimento raso
enciende las tres partes, sin que alumbre,
infamando a Amaltea el fértil signo,
y al Pegaso, Delfín, Águila y Cigno.


119

Donde fallece ya la luz febea
reverberan los rayos ominosos,
el lecho transformando en urna fea
bañada en esplendores horrorosos;
marchítanse las flores de Amaltea,
desplúmanse los giros caudalosos,
el Arión con el Delfín se anega,
y el Cisne a Cloto pálida se entrega.


120

Ya falleció, rompiose el frágil vaso
al golpe inexorable, ya milita
en campañas de oriente sin ocaso,
campeón que a mejor vida resucita;
ya de la muerte con el lento paso
alcanzó la preciosa margarita
que ofrece el cielo en agonal certamen
al que la meta coronó su examen.


121

Quebrose el vital barro que era engaste
de un alma hermosa, toda melodías;
la lira humana en uno y otro traste
desacordó suaves armonías;
la vena de oro a mundo su contraste
privó de la riqueza de alegrías,
y vena, lira y alma armonïosa
en eterno descanso ya reposa.


122

Ya logra, en fin, felicidad interna
a externo impulso de la obscura suerte,
que no hay lucida gloria y fama eterna
sin pasar por las sombras de la muerte;
la segur y el cincel el golpe alterna
en el tronco robusto y piedra fuerte,
para que llegue a ser en culto sacro
la una templo, el otro simulacro.


123

Los dos prodigios de naturaleza,
que el uno teje en su sepulcro galas,
y el otro, insignias a imperial grandeza,
gusano aquel, y aqueste pez sin alas,
muriendo ambos, a nacer empieza
su estimación en las augustas salas,
siendo púrpura el uno, el otro, tela
que obstenta sangre real, majestad cela.


124

Es del ave la pluma cuando vive
rasgo leve del viento, mas, cortada
de agudo acero, nuevo ser recibe,
ascendiendo a deidad más elevada;
voz inmortal se explica en lo que escribe,
esplayándose a vida dilatada
y, girando elementos cual saeta,
lo inaccesible alcanza e interpreta.


125

De morir un ingenio grande infiere
la razón consecuencias que renace,
pues cuando vive entre miserias muere,
y cuando muere entre opulencias nace;
el gusano de envidia, que le hiere
vivo, muerto, en aplausos se complace,
que su voraz, sangriento, inmundo diente
solo se ceba en la porción viviente.


126

Allí un anciano no exprime sus pesares,
a quien barba argentada el pecho inunda,
cuyos ojos se obstentan turbios mares
de explayada corriente, si profunda;
parece el cristalino Manzanares,
que, saliendo de madre, no fecunda
los campos del Carpento; la campaña
en dolor fertiliza, en llanto baña.


127

Sus ninfas, expresando sentimientos,
bañando en turbio llanto los nevados
miembros, con los semblantes macilentos
descubren los cabellos destrenzados;
cuanta deidad oculta sus acentos
de la selva en los troncos animados
tanta en frondosas hojas palpitantes
escribe sentimientos elegantes.


128

Sobre los hombros de inmortal diamante,
siendo de un ataúd grave peana,
con tierno aljófar húmido el semblante,
una virtud y otra soberana
sustentan del cadáver elegante
la ponderosa fiel porción humana,
contribuyendo atentas en la muerte
la vida que les dio su espalda fuerte.


129

Un globo el ataúd incluir veo
de insignias esculpidas ilustrado:
la tiorba de Anfión, el caduceo
de Mercurio, con sierpes implicado,
la cítara vocal del tracio Orfeo,
el dulce de Platón cisne nevado,
con la sirena y cuervo haciendo un coro
a compases de Isócrate y Diodoro.


130

Sirve al globo de fúlgida corona
una tarjeta o lámina luciente,
cuyo círculo claro, ardiente es zona,
de mano religiosa está pendiente;
de epitafio parece que blasona
cuando, lleno de luz resplandeciente,
distintos caracteres ilumina,
voces informa, acentos examina.


131

“Don Pedro Calderón –dice– aquí yace,
de la Barca pasó a la eterna urna,
en golfos de zafiro se complace,
desembarcado de la luz nocturna;
cisne dulce murió, Fénix renace
en fragrante inmortal llama diurna.
¡Oh, pasajero!, imita de este Alcides
el noble afán en numerosas lides”.


132

Leía la matrona cuando el cielo
de la inmortal mansión por la techumbre
se rompió, desatando en veloz vuelo
una paloma, que, inflamada en lumbre,
cubrió de ardores con un flameo velo
cuanto el Olimpo fabricó en su cumbre,
a cuyo asombro alegre, sin espanto,
se redimió del éxtasis y el llanto.






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera