Información sobre el texto

Título del texto editado:
Historia de la literatura española. Primera parte: Desde fines del siglo XIII hasta principio del XVI (IV)
Autor del texto editado:
Bouterwek, Friedrich (1766-1828) Gómez de la Cortina, José, Conde de la Cortina (1799-1860) Hugalde Mollinedo, Nicolás
Título de la obra:
Historia de la literatura española, traducida al castellano y adicionada por José Gómez de la Cortina y Nicolás Hugalde y Mollinedo
Autor de la obra:
Bouterwek, Friedrich (1766-1828)
Edición:
Madrid: Imprenta de D. Eusebio Aguado, Impresor de la Real Casa, 1829


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Hasta fines del siglo XIV no empezaron los romances a dar alguna reputación a sus autores. El Marqués de Santillana, que vivía a principios del siglo XV, cuenta que su abuelo había compuesto asaz buenas canciones, y cita el principio de algunas de ellas. También dice que en su tiempo se celebraban las máximas que puso en verso un judío español llamado Rabí Santo (R), y que en tiempo de don Juan I, Alonso González de Castro y algunos otros poetas líricos gozaban de grande reputación. Pero todos estos nombres, ilustres entonces, se sepultaron en el olvido al principio del siglo XV, en que apareció, en el reinado de don Juan II, una nueva generación de poetas que eclipsaron la gloria de cuantos les habían precedido.

[…]

Al frente de la brillante reunión de poetas de la corte de don Juan II sobresalía, después de la muerte del Marqués de Villena, su discípulo don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, 42 que por su ilustre nacimiento, por sus grandes riquezas y por sus talentos militares y políticos, que le habían distinguido desde su juventud, parecía destinado a hacer el papel principal entre la grandeza de Castilla. Su rígida moralidad, fundada en la filosofía de Sócrates, no le adquirió menos reputación que sus talentos y amor a las ciencias, 43 y esta reunión tan rara de nobleza, crédito, virtud, talento y sabiduría, dio al Marqués de Santillana tan extraordinaria celebridad, que se dice iban muchos extranjeros a Castilla solo por conocerle. El Rey don Juan le estimaba y honraba en sumo grado, y el Marqués, en medio de las agitaciones políticas, y sin ser muchas veces de su partido, respetó siempre en aquel Monarca al amigo y protector de las letras. Este hombre ilustre, en los últimos años de su vida, después de la muerte del Rey don Juan II, sirvió todavía con sus consejos a Enrique IV de Castilla, en cuyo reinado casi desapareció la autoridad Real.

Más filósofo que poeta, el Marqués de Santillana quiso dirigir la poesía hacia la moral, y enriquecerla con las ideas que podían suministrar las ciencias. A este fin compuso dos poemas que él mismo tenía por sus mejores composiciones y que efectivamente merecieron una justa celebridad (V). El primero es un canto fúnebre a la muerte del Marqués de Villena, 44 reducido a una alegoría en veinte y cinco estancias de versos de arte mayor, y cuya idea bastante sencilla se parece un poco al principio del Infierno del Dante, a quien sin duda quiso imitar el autor. 45 El poeta se extravía en un país desierto y escabroso, en donde se ve rodeado de fieras y animales horribles; pero sin detenerle el temor, pasa adelante, oye gemidos lúgubres, y por fin ve a las ninfas que en traje de luto lloran la muerte del Marqués de Villena, y cantan sus loores. En este poema, que no se puede llamar muy ingenioso, apuró el Marqués de Santillana toda su erudición, sin dejar de citar cuantos dioses y autores tenía en la memoria; 46 pero lo cierto es que nunca se había visto en castellano una obra semejante, pues aunque la alegoría es poco poética, se encuentran en ella algunos trozos apreciables en versos muy armoniosos. 47 El otro poema del Marqués de Santillana es una larga serie de reflexiones morales, dimanadas del fin trágico del Condestable don Álvaro de Luna, favorito de don Juan II. Esta obra, que tituló su autor El Doctrinal de privados, y que puede mirarse como el primer poema didáctico que se publicó en España, consta de cincuenta y tres estancias en redondillas, y debe su principal mérito poético a la idea de introducir en él a la sombra de don Álvaro, publicando sus propios errores, y exponiendo las verdades morales que Santillana hubiera querido inculcar a sus inquietos compatriotas. 48 Pero sus poesías amorosas no tienen el mismo mérito, por haber difundido en ellas una erudición pedantesca con que creía aumentar la dignidad de los versos castellanos; y sin embargo, esta pedantería de su estilo se encuentra en cierto modo compensada con una versificación dulce y armoniosa. 49 Existe también un cántico del Marqués de Santillana, intitulado Los gozos de Nuestra Señora, que no tiene ningún mérito. 50 También compuso para la instrucción del Príncipe Real de Castilla (que después reinó bajo el nombre de Enrique IV) una colección de proverbios y máximas de conducta, en verso. 51 Por pequeño que sea, generalmente hablando, el mérito de todas estas obras, siempre será su autor muy digno del honroso lugar que le han concedido sus contemporáneos en la historia de la Literatura Española (X).

La obra más notable del Marqués de Santillana es su Disertación crítica e histórica, citada cuidadosamente por todos los españoles que han querido escribir la historia de su antigua literatura (Y). Esta disertación, dirigida en forma de carta al Príncipe don Pedro de Portugal, a quien enviaba también la colección de sus decires y cantares, da a conocer no solamente la infancia de la crítica en España, sino también los pocos conocimientos que había entonces sobre el origen de la poesía española, pues el mismo autor parece hallarse sumamente embarazado para dar al Príncipe portugués algunas noticias sobre este punto: «¿E qué cosa es la poesía (dice) que en nuestro vulgar 52 Gaya Ciencia llamamos, si non un fingimiento de cosas útiles, cubiertas, o veladas con muy fermosa cobertura, compuestas, distinguidas, e escandidas por cierto cuento, peso e medida?». De esta definición se deduce que, según el Marqués, la poesía es en general esencialmente alegórica, cuya idea probablemente no tomó del Dante, pues que ya había pasado de los claustros al público cuando se emprendió unir la poesía a la filosofía, y hacer del arte un símbolo de la ciencia para salvar su dignidad a los ojos de los sabios. El espíritu alegórico que domina en la poesía medio-gótica de aquellos tiempos, depende en un todo de las circunstancias que acompañaron al nacimiento de la poesía moderna, y que le imprimieron su carácter original. No hubieran dejado de ocurrirle algunas dudas al Marqués de Santillana sobre su definición, si hubiese estudiado con imparcialidad la poesía popular de su patria; pero precisamente para ennoblecer a esta le pareció indispensable la alegoría. Confunde sin advertirlo las poesías castellana y lemosina sin indagar el origen de la primera; empieza la historia de la poesía por Moisés, Josué, David, Salomón y Job; 53 habla en seguida ampliamente sobre las varias vicisitudes que experimentó en Aragón el arte de los trovadores; da noticias de algunos poetas gallegos y portugueses; nombra entre los castellanos a don Alonso el Sabio y otros, y no dice una palabra de los antiguos romances castellanos.

Juan de Mena, llamado por los literatos españoles el Ennio de su nación, menos favorecido de la fortuna que el Marqués de Santillana, y sin reunir como este tan brillantes cualidades, ocupa como poeta un lugar más elevado. Nació el año de 1412 en Córdoba, capital de aquella región meridional, recientemente conquistada de los moros, en donde muy pronto se naturalizó el ingenio castellano, y aunque su nacimiento no era de los más ilustres, 54 ya desempeñaba en su patria a la edad de veinte y tres años un empleo que, llevado de su natural inclinación a las letras, abandonó muy pronto por dedicarse particularmente al estudio de la Historia y de la antigua literatura. De Córdoba pasó a la Universidad de Salamanca, y de allí a Roma, para estar más cerca en cuanto le era posible del origen de la literatura antigua. Vuelto a su patria con un nuevo caudal de conocimientos, tardó poco en merecer la atención y favor del Marqués de Santillana y del Rey don Juan II, quienes le admitieron con distinción en su sociedad literaria, principalmente el primero, que trabó con él estrecha amistad, aunque las opiniones políticas de ambos no eran siempre muy conformes. El Rey le incluyó en el número de los historiógrafos, que según la antigua institución de Alonso X, debían continuar la Historia de España; y después de haber gozado durante toda su vida de gran crédito y consideración en la corte de don Juan II, a quien fue siempre muy adicto, murió el año de 1456, a los cuarenta y cinco de edad, en Guadalajara, en donde el Marqués de Santillana le hizo erigir un monumento.

La residencia de Juan de Mena en Roma, y el empeño con que procuró dilatar los límites de la poesía castellana, parece prometían que hubiera sabido apropiarse en sus obras el gusto italiano; pero lo único que se advierte en todas ellas es alguna que otra imitación del Dante. Es cierto que a excepción de este poeta y del Petrarca, ningún otro pasaba entonces por clásico en Italia, pues al principio del siglo XV permanecía la poesía italiana, por decirlo así, estacionaria; mas no obstante, los sonetos ya estaban muy en uso, y Juan de Mena, tal vez por orgullo patriótico, no compuso ninguno, ni tomó del Dante más que su afición a la alegoría. La obra más célebre de este poeta español es su Laberinto (llamado también las trescientas, por constar de otras tantas estancias), poema alegórico, histórico y didáctico, en versos de arte mayor. 55 Si esta obra hubiese llegado a ser lo que se proponía su autor, bastaría ella sola para hacer una nueva época en la historia de la poesía castellana desde el reinado de don Juan II; pero tal cual se conserva y con todas sus verdaderas bellezas, demasiado ponderadas por algunos literatos, solo puede mirarse como una obra maestra gótica 56 que tenía que pertenece exclusivamente al tiempo en que se compuso, y en la que no se halla rasgo alguno de aquel ingenio que hubiera podido ser superior a su siglo (Z). Juan de Mena había concebido la grande idea de formar un cuadro alegórico de la vida humana toda entera, que debía comprender todos los siglos, inmortalizar las grandes acciones, vituperar los grandes crímenes, y hacer palpable el irresistible poder del destino; 57 pero sacrificó su ingenio a su falsa erudición. Las trescientas estancias de que se compone este poema, están distribuidas en siete divisiones llamadas órdenes, correspondientes a los siete planetas, cuya influencia, según el autor, está sabiamente dirigida por el cielo; y para representarla el poeta por medio de una imagen, se vale de una ficción tan fría como ridícula. Después de haber invocado a Apolo y Calíope, y de haber apostrofado a la Fortuna, 58 se extravía (imitando al Dante) en un mundo alegórico, en donde se le aparece una hermosa mujer que le sirve de guía. Esta mujer, que es la Providencia, 59 le conduce delante de tres grandes ruedas, dos de las cuales permanecen inmobles, mientras que la tercera está en continuo movimiento. Estas ruedas representan lo pasado, lo presente y lo futuro, y la de en medio, que es la del tiempo presente, y obedece en su rotación a los siete planetas, bajo cuya influencia nacen los hombres, hace mover a estos llevando escrito cada uno en la frente su nombre y destino. Síguese a esta descripción una larga serie de ficciones o pinturas históricas y mitológicas, colocadas misteriosamente según los siete planetas, y que proporcionan al autor la ocasión de hacer brillar toda su erudición. Por extravagante que parezca esta obra, no carece de trozos verdaderamente bellos y llenos de energía siempre que el poeta, sin querer imitar al Dante, se deja llevar de su entusiasmo patriótico. 60 Tal es, por ejemplo, el lugar en que describe la muerte del Conde de Niebla, héroe español, que queriendo rescatar a Gibraltar del poder de los moros, y viéndose arrastrado por la marea, cuyo movimiento periódico no le era conocido, prefirió perecer con los suyos, a salvarse sin ellos. 61 Pero donde principalmente hace brillar el poeta toda la pompa y adornos del estilo, es cuando habla del célebre don Álvaro de Luna, favorito poderoso del Rey, a quien Juan de Mena coloca bajo la constelación de Saturno, y que aún no había caído de la cumbre de su poder, pudiendo entonces creerse, como lo pronosticaba Juan de Mena, que la invencible energía de su carácter triunfaría de todos los esfuerzos de sus enemigos. 62 El resto del poema se reduce a alabanzas al Condestable y al Rey don Juan, concluyendo con una genealogía de los Reyes de España: por consiguiente, los españoles debían mirar esta obra como nacional , y darla el aprecio que ha conservado entre los literatos hasta nuestros días. Sin embargo, aun los mismos contemporáneos de Juan de Mena le criticaban varios solecismos con que creyó realzar la pompa y energía del lenguaje poético, 63 al mismo tiempo que otras faltas mucho mayores de este poema (como por ejemplo varias definiciones de Aristóteles versificadas) pasaban por grandes bellezas, y aun las exageradas y ridículas hipérboles que acumula en el exordio de su poema en alabanza de don Juan II, y que parecen puestas de intento para disgustar al lector, eran miradas entonces como propias de la poesía. 64

No satisfecho aún don Juan II con tantas alabanzas, quiso que el autor añadiese sesenta y cinco estancias a las trescientas primeras, para que (según decía con toda seriedad) la correspondencia del número total de ellas con el de los días del año, aumentase las bellezas del poema: estas nuevas estancias debían tratar de política, aconsejando a los grandes rebeldes que volviesen a la obediencia del Monarca; pero no pudo Juan de Mena componer más de las veinte y cuatro, que con el título de coplas añadidas, se encuentran en el Cancionero general.

Otro poema del mismo autor, y también muy celebrado en su tiempo, es el que compuso a la coronación poética del Marqués de Santillana, 65 con quien tuvo estrecha amistad, según se colige de los enigmas o preguntas y respuestas que se dirigían recíprocamente en versos de arte mayor. 66 Casi todas las poesías restantes de Juan de Mena se reducen a canciones amorosas en estilo propio de aquellos tiempos, y adornadas (según el gusto equivocado del autor) con una profusión excesiva de alusiones mitológicas; pero hablaremos de ellas al tratar de las demás poesías eróticas de aquel siglo. En los últimos años de su vida componía Juan de Mena otro poema alegórico y moral, intitulado Tratado de vicios y virtudes, que dejó sin concluir, y en que se proponía cantar la guerra «más que civil» que debe sostener la razón contra la voluntad es citada por las pasiones, que son los héroes del poema. 67

NOTAS DE LOS TRADUCTORES


(R) Rabí don Santo de Carrión, llamado así por ser natural de Carrión, o residir en esta villa, floreció por los años de 1360 en el reinado de don Pedro el Cruel, y sus poesías se conservan en la biblioteca del Escorial. Don Tomás Sánchez dice que el título del códice es como sigue: Consejos y documentos del Judío Rabí don Santo al Rey don Pedro: La Doctrina Cristiana: Danza general en que entran todos los estados de gentes, y empiezan:

Señor noble, Rey alto,
oíd este sermón
que vos dice Don Santo
Judío de Carrión.


Síguense otras treinta y tres coplas iguales a esta, y en seguida comienza el tratado de este modo:

Pues trabajo me mengua
de donde pueda haber
pro, diré de mi lengua
algo de mi saber.

Si no es lo que yo quiero, [5]
quiera yo lo que es:
si pesar he primero,
plaser habré después.


Y acaba:

Las gentes de su tierra
todas a su servicio
trayan alzando guerra
de ellos y mal bollicio.

Y la merced que el alto [5]
Rey su padre prometió
manterna a don Santo
como cumple el judío.

Deo gracias.


La Doctrina Cristiana, y la Danza general que se siguen, precedidas de un prólogo en prosa, son de autores anónimos cristianos, lo mismo que la Crónica, o Historia del Conde Fernán González en verso alejandrino, que se halla al fin del tomo. «Repugnábame (continúa el erudito Sánchez) que un Judío judaizante hablase cristianamente, pero no tanto que no pudiese hablar así con un Rey Cristiano […]. Dije arriba Judío judaizante, como lo creí cuando traté de él en dicho tomo 1º, y ahora lo repito para ocurrir a la equivocación que padeció el erudito don José Rodríguez de Castro, que en su Biblioteca Española, tomo 1º, pág. 198, col. 2, dice sin autoridad que “abjuró el judaísmo”. Pero las razones que convencen lo contrario son tan poderosas que no dejan lugar ni aun para la duda; porque además del título de sus coplas en que don Santo es tratado de “Rabí” y de “Judío”, en la primera de ellas él mismo se declara “Judío de Carrión”. En otra dice que nada pierden los buenos ejemplos “porque Judío los diga”. En otra se queja de no ser atendido como otros judíos, diciendo:

Ca non so para menos
que otros de mi ley,
que ovieron mucho buenos
donadíos del Rey.


Alude aquí a los empleos lucrosos y honoríficos que en aquellos reinados solían darse a los judíos, aun con preferencia a los cristianos y escándalo de los fieles. Y en la última de sus coplas dice al Rey que espera le mantenga la merced prometida por su padre (don Alonso XI) como corresponde a un judío. Todo esto prueba con evidencia que don Santo era verdaderamente judío cuando escribía sus coplas, y aun bastaba para creerlo lo que dice el Marqués de Santillana, que es el primero a quien debemos la noticia de este circunciso. Fue pues don Santo un versificador agudo, que se deleitaba con sentencias y juegos de palabras y no carecía de mérito para su tiempo».

Los versos que el Marqués cita en su carta, algo desfigurados, se leen así en el códice:

Por nascer en espino
la rosa, ya non siento
que pierde, ni el buen vino
por salir del sarmiento.

Nin vale el Azor menos [5]
porque en vil nido siga,
nin los enxemplos buenos
porque judío los diga.


Adviértase que todos estos versos son de siete sílabas, y que se usaban casi doscientos años antes que Boscán y Garcilaso generalizasen en España los metros italianos.

(V) El Marqués de Santillana dejó una numerosa biblioteca, que hubiera sido la más rica y preciosa en línea de manuscritos, a no haberse incendiado con su palacio de Guadalajara, en donde se hallaba colocada; así las obras del Marqués tanto impresas como manuscritas que se han conservado, son las siguientes, según el catálogo que hace de ellas don Tomás Sánchez en su colección (las impresas llevan esta señal º ):

1.º Los proverbios de Íñigo López de Mendoza con su glosa.

2.º Proemio al Condestable de Portugal.

3. Favor de Hércules contra Fortuna.

4. El triunfete de Amor.

5. Querella de Amor.

6. Pregunta de Nobles.

7. Visión.

8. El planto de la Reina doña Margarida.

9. El infierno de los enamorados.

10. El sueño.

11. Canción.

12. Loor a doña Juana de Urgel, Condesa de Fox.

13. El aguilando.

14. Oración de mosén Jordi.

15. Defunsión (muerte) de don Enrique de Villena, señor docto et de excelente ingenio.

16. Comedieta de Ponza.

17. Carta del Marqués a una dama

18.º 42 sonetos. En la misma forma que los del Boscán, como puede verse en el Cancionero del Marqués, en donde se hallan colectados los principales; por consiguiente no fue Boscán el primer imitador de los italianos. Sirva de prueba el siguiente:

Lejos de vos, e cerca de cuidado,
pobre de gozo, e rico de tristeza,
fallido de reposo, e abastado
de mortal pena, congoja e graveza;

desnudo de esperanza, e abrigado [5]
de inmensa cuita, e visto de aspereza,
la mi vida me huye mal mi grado,
la muerte me persigue sin pereza.

Ni son bastantes a satisfacer
la sed ardiente de mi gran deseo [10]
Tajo al presente, ni a me socorrer

la enferma Guadiana, ni lo creo:
solo Guadalquivir tiene poder
de me sanar, e solo aquel deseo.


19.º Varias coplas a las cuartanas que padeció en Valladolid el Rey don Juan II.

20.º Varias preguntas y respuestas curiosas entre el Marqués y Juan de Mena.

21. La canonización de los bienaventurados Santos Maestre Vicente Ferrer, Predicador, e Maestre Pedro de Villagreces, Fraire Menor.

22.º Los gozos de nuestra Señora.

23. El Marqués a muestra Señora de Guadalupe, cuando fue a romería en el año de 55.

24. Al Rey don Alfonso de Portugal.

25.º Doctrinal de Privados, del Marqués de Santillana al Maestre de Santiago don Álvaro de Luna.

26.º Bias contra fortuna (Es la obra más profunda y filosófica de todas las del Marqués).

27.º Suplicación al magnífico señor Marqués de Santillana, su tío, de Gómez Manrique.

28. Nueve canciones, una de ellas en lengua gallega.

29. Seis serranillas, que en la dulzura del verso y naturalidad del estilo (dice don Tomás Sánchez) nada deben a la mejor composición castellana en este género de poesía. Sirva de muestra la siguiente:

Moza tan fermosa
non vi en la frontera
como una vaquera
de la Finojosa.

Faciendo la vía [5]
de Calataveño
a Santa María
vencido del sueño
por tierra fragosa,
perdí la carrera [10]
do vi la vaquera
de la Finojosa.

En un verde prado
de rosas e flores
guardando ganado [15]
con otros pastores
la vi tan fermosa
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa. [20]

Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas
nin de tal manera,
fablando sin glosa, [25]
si antes supiera
de aquella vaquera
de la Finojosa.

Non tanto mirara
su mucha beldad [30]
porque me dejara
en mi libertad.
Mas dije, donosa,
por saber quién era
aquella vaquera [35]
de la Finojosa.


30.º Refranes que dicen las viejas tras el huego (fuego), ordenados por el orden del ABC (Don Gregorio Mayans y Siscar los publicó en el tomo 1º de los Orígenes de la lengua castellana).

(X) También compuso el Marqués un poema sobre la creación del mundo en octavas como esta, que es la primera:

Al tiempo que fue del Señor ordenado
por nos el su Fijo enviar a nascer,
sin otro ningún mensajero tener
los cielos e tierra crio por mandado.
Lo que como todo estoviese ayuntado, [5]
antes que por partes fuese repartido,
por cima las aguas era traído
un viento por boca de Dios espirado.


Don Tomás Sánchez dice que este poema se conserva en la biblioteca de la santa Iglesia de Oviedo en un códice en pergamino de letra «según le dijeron» del siglo XV, y que sin duda le compuso el Marqués en los dos o tres últimos años de su vida, después de haber enviado su Cancionero al Condestable, por cuyo motivo no se halla en aquella colección.

(Y) He aquí la carta del Marqués que publicó don Tomás Sánchez, y que insertamos en toda su integridad por ser un compendio de la historia primitiva de nuestra Poesía, y suplir en gran parte algunas omisiones (aunque poco importantes) del autor alemán:

Proemio al Condestable de Portugal


Al ilustre Sr. D. Pedro muy magnífico Condestable de Portugal, el Marqués de Santillana, Conde del Real, etc. Salud, paz e debida recomendación.

En estos días pasados Alvar González de Alcántara familiar e servidor de la Casa del Sr. Infante D. Pedro, muy ínclito Duque de Coimbra vuestro padre, de parte vuestra, Señor, me rogó que los decires e canciones mías enviase a la vuestra magnificencia. En verdad, Señor, en otros fechos de mayor importancia, aunque a mí más trabajosos, quisiera yo complacer a la vuestra nobleza porque estas obras, o a lo menos las más de ellas, non son de tales materias, nin así bien formadas e artizadas que de memorable registro dignas parezcan. Porque, Señor, así como el Apóstol dice, "Cùm essem parvulus, cogitabam ut parvulus, loquebar ut parvulus" a Ca estas tales cosas alegres e jocosas andan e concurren con el tiempo de la nueva edad de juventud, es a saber, con el vestir, con el justar, e con otros tales cortesanos ejercicios; e así, Señor, muchas cosas placen agora a vos, que ya non placen o non deben placer a mí. Pero, muy virtuoso Señor, protestando que la voluntad mía sea o fuese no otra de la que digo, porque la vuestra sin impedimento haya lugar, e vuestro mandado se faga, de unas e de otras partes, e por los libros e canciones ajenas fice buscar e escribir por orden segunt que las yo fice, las que en este pequeño volumen vos envió.

Mas como quiera que de tanta insuficiencia estas obretas mías, que vos, Señor, demandades, sean, o por ventura más de cuanto las yo estimo e reputo, vos quiero certificarme place mucho que todas cosas que entrenó anden so esta regla de poetal canto, vos plegan de lo cual me facen cierto así vuestras graciosas demandas, como algunas gentiles cosas de tales que yo he visto compuestas de la vuestra prudencia; como es cierto este sea un celo celeste, una afección divina, un insaciable cibo del ánimo: el cual así como la materia busca la forma e lo imperfecto la perfección, nunca esta ciencia de poesía e gaya ciencia se fallaron sinon en los ánimos gentiles e elevados espíritus.

¿E qué cosa es la poesía que en nuestro vulgar Gaya Ciencia llamamos, si non un fingimiento de cosas útiles cubiertas, o veladas con muy fermosa cobertura, compuestas, distinguidas, e escandidas por cierto cuento, peso, e medida? E ciertamente, muy virtuoso Señor, yerran aquellos que pensar quieren o decir que solamente las tales cosas consistan o tiendan a cosas vanas e lascivas. Que bien como los fructíferos huertos e dan convenientes frutos para todos los tiempos del año; así los abundan hombres bien nascidos e doctos, a quien estas ciencias de arriba son infusas, usan de aquellas e del tal ejercicio segunt las edades. E si por ventura las ciencias son deseables, así como Tulio quiere, ¿cuál de todas es más prestante, más noble, o más digna del hombre; o cuál más extensa a todas especies de humanidat? Ca las obscuridades e cerramientos de ellas ¿quién las demuestra e face patentes sinon la elocuencia dulce e fermosa fabla, sea metro, sea prosa?

Cuanta más sea la excelencia e prerrogativa de los rimos e metro que de la soluta prosa, sinon solamente a aquellos que de las porfías injustas se cuidan adquirir soberbios honores manifiesta cosa es. E así faciendo la vía de los Estoicos, los cuales con grant diligencia inquirieron el origine e causas de las cosas, me esfuerzo a decir el metro ser antes en tiempo e de mayor perfección e de más autoridat que la soluta prosa. Isidoro Cartaginés b Santo Arzobispo Hispalense así lo prueba y testifica; e quiere que el primero que fizo rimos, o cantó en metro haya sido Moysen ca en metro cantó e profetizó la venida del Mesías: e después de él Josué en loor del vencimiento de Gabaón. David cantó en metro la victoria de los Filisteos, e la restitución del Arca del Testamento, e todos los cinco libros del Salterio. E aun por tanto los Hebraicos osan a firmar que nosotros no así bien como ellos podemos sentir el gusto de la su dulceza. E Salomón metrificados fizo los sus Proverbios, e ciertas cosas de Job son escritas en rimo, en especial las palabras de conhorte que sus amigos le respondían a sus vejaciones. De los Griegos quieren sean los primeros Acatesio, Milesio, e aprés de él Ferécides Tiro, e Homero, non obstante que Dante soberano Poeta lo llama. c De los Latinos Enio fue el primero, ya sea que Virgilio quieran quede la lengua latina haya tenido y tenga la monarquía; e aun así place a Dante allí donde dice en nombre de Sordello Mantuano: d

¡Oh, gloria del latín solo per cui
mostro chío che potea la lingua nostra!
¡Oh, precio eterno del loco ove yo fui!


E así concluyo ca esta ciencia por tal es acepta principal mente a Dios, e después a todo linaje e especie de gentes. Afírmalo Casiodoro en el libro de varias causas, diciendo: «todo resplandor de elocuencia, e todo modo o manera de poesía o poetal locución e fabla, toda variedat ovo e ovieron comenzamiento de las divinas Escrituras». Esta en los deíficos templos se canta, e en las cortes e palacios imperiales e reales graciosamente es rescebida. Las plazas, las lonjas, las fiestas, los convites opulentos sin ella así como sordos e en silencio se fallan. ¿E qué son o cuáles aquellas cosas adonde, oso decir, esta arte así como necesaria non intervenga, e non sirva? En metro las epitalamias, que son cantares, que en loor de los novios en las bodas se cantaban, son compuestos. E de unos en otros grados aun a los pastores en cierta manera sirven; e son aquellos dictados a que los poetas bucólicos llamaron. En otros tiempos a las cenizas e defunciones de los muertos metros elegiacos se cantaban; e aun agora en algunas partes dura, los cuales son llamados endechas. En esta forma Jeremías cantó la destruición de Jerusalén, Gayo Cesar, Octaviano Augusto, Tiberio, e Tito Emperadores maravillosamente metrificaron, e les plugo toda manera de metro.

Mas dejemos ya las historias antiguas por allegarnos más cerca de los nuestros tiempos. El Rey Roberto de Napol, claro e virtuoso príncipe, tanto esta ciencia le plugo, que como en esta misma sazón Micer Francisco Petrarca poeta laureado floresciese, es cierto grant tiempo le tuvo consigo en el Castil-novo de Napol, con quien él muy a menudo confería e practicaba de estas artes, en tal manera que mucho fue avido por acepto a él e grant privado suyo. E allí se dice haber él fecho muchas de sus obras así latinas como vulgares, e entre las otras el libro de Rerum memorandarum, e las sus églogas, e muchos sonetos, en especial aquel que fizo a la muerte de este nuestro Rey, que comienza: «Rota el alta columna, e el verde lauro, etc.». e

Johan Bocacio poeta excelente, e orador insigne, afirma el Rey Juan de Chipre haberse dado más a los estudios de esta graciosa ciencia que a ningunas otras; e así paresce que lo amuestra en la entrada proemial del su libro de la Genealogía o linaje de los Dioses Gentiles, fablando con el Señor de Parma mensajero, o embajador suyo.

Cómo pues o por cuál manera, Señor muy virtuoso, estas ciencias hayan primeramente venido en manos de los romancistas o vulgares, creo sería difícil inquisición, e una trabajosa pesquisa. Pero dejadas agora las regiones, tierras e comarcas más longincas e más separadas de nos, no es de dubdar que universalmente en todas de siempre estas ciencias se hayan acostumbrado e acostumbran, e aun en muchas de ellas en estos tres grados, es a saber: Sublime, Mediocre, Ínfimo. Sublime se podría decir por aquellos que las sus obras escribieron en lengua griega o latina, digo metrificando. Mediocre usaron aquellos que en vulgar escribieron, así como Guido Januncello, Boloñés, e Arnaldo Daniel, Proenzal. E como quier que de estos yo no he visto obra alguna; pero quieren algunos haber ellos sido los primeros que escribieron tercio rimo, e sonetos en romance; e así como dice el filósofo, de los primeros primera es la especulacion. Infimos son aquellos que sin ningunt orden, regla, ni cuento, facen estos romances e cantares, de que la gente baja e de servil condición se alegra. Después de Guido, e Arnaldo Daniel, Dante escribió en tercio rimo elegantemente las sus tres Comedias Infierno, Purgatorio, Paraíso; Micer Francisco Petrarca, sus Triunfos; Checo Dáscoli, el libro De proprietatibus rerum; Johan Bocacio, el libro que Ninfal se intitula, aunque ayuntó a él prosas de grand elocuencia, a la manera del Boecio Consolatorio. Estos e muchos otros escribieron en otra forma de metros en lengua itálica, que Sonetos e Cancioneros Morales se llaman. Extendiéronse, creo, de aquellas tierras e comarcas de los lemosines estas artes a los gálicos, e a esta postrimera e occidental parte, que es la nuestra España, donde asaz prudente e fermosamente se han usado. Los gálicos e franceses escribieron en diversas maneras rimos e versos, que en el cuento de los pies e bordones discrepan; pero el peso e cuento de las sílabas del tercio rimo, e de los sonetos, e de las canciones morales, iguales son de las baladas; aunque en algunos así de las unas como de las otras hay algunos pies truncados, que nosotros llamamos medios pies, e los lemosís, franceses, e aun catalanes, biogs.

De entre estos ovo hombres muy doctos e señalados en estas artes: ca Maestro Johan Lorris fizo el Roman de la Rosa, donde, como ellos dicen, «el arte de amor es toda enclosa»; e acabolo Maestre Johan Copinete, natural de la villa de Mun. Michaute escribió así mismo un grant libro de baladas, canciones, rondeles, lays, virolais, e asonó muchos de ellos. Micer Otho de Grantson, caballero estrenuo e muy virtuoso, se ovo alta e dulcemente en esta arte. Alen Charrotier, muy claro poeta moderno, Secretario de este Rey D. Luis de Francia, en grant elegancia compuso e cantó en metro, e escribió El debate de las cuatro damas, La bella dama Samersi, El revelle matin, La grant pastora, El breviario de nobles, e El hospital de amores, por cierto cosas asaz fermosas e plascientes de oír.

Los itálicos prefiero yo, so enmienda de quien más sabrá, a los franceses, solamente ca las sus obras se muestran de más altos ingenios, e adórnanlas e compónenlas de fermosas e peregrinas historias; e a los franceses de los itálicos en el guardar del arte, de lo cual los itálicos sino solamente en el peso e consonar, non se facen mención alguna. Ponen sones f así mismo a las sus obras, e cántanlas por dulces e diversas maneras; e tanto han familiar, e por manos la música, que parece que entre ellos hayan nascido aquellos grandes filósofos, Orfeo, Pitágoras, e Empédocles; los cuales así como algunos describen, non solamente las iras de los hombres, mas aún a las furias infernales con las sonorosas melodías e dulces modulaciones de los sus cantos aplacaban. ¿E quién dubda que así como las verdes fojas en el tiempo de la primavera guarnescen e acompañan los desnudos árboles, las dulces voces e fermosos sones no apuesten e acompañen todo rimo, todo metro, todo verso, sea de cualquier arte, peso e medida?

Los catalanes, valencianos, y aun algunos del reino de Aragón fueron e son grandes oficiales de esta arte. Escribieron primeramente en trovas rimadas, que son pies o bordones largos de sílabas, e algunos consonaban e otros non. Después de estos usaron el decir en coplas de diez sílabas a la manera de los lemosís. Ovo entre ellos de señalados hombres así en las invenciones como en el metrificar. Guillén de Berguedá, generoso e noble caballero, e Pao de Benlibre adquirieron entre estos grant fama. Mosén Pero March el viejo, valiente e noble caballero fizo asaz gentiles cosas, e entre las otras escribió proverbios de grant moralidat. En estos nuestros tiempos floresció Mosen Jorde de Sant Jorde caballero prudente, el cual ciertamente compuso asaz fermosas cosas, las cuales él mismo asonaba, ca fue músico excelente e fizo entre otras una canción de opósitos que comienza: «Tosions aprench e desaprench ensems». Fizo la Pasión de amor, en la cual copiló muchas buenas canciones antiguas, así de este que ya dije, como de otros. Mosén Febler fizo obras nobles, e algunos afirman haya traído el Dante de lengua florentina en catalán, non menguando punto en la orden de metrificar e consonar. Mosén Ausias March, el cual aún vive, es grant trovador, e hombre de asaz elevado espíritu.

Entre nosotros usóse primeramente el metro en asaz formas: así como el libro de Alejandre, los votos del Pavón e aun el libro del Arcipreste de Hita. A aun de esta guisa escribió Pero López de Ayala el viejo un libro que fizo «de las maneras de Palacio», e llamáronlo Rimos. E después fallaron esta arte que mayor se llama, e el arte común, creo, en los Reinos de Galicia e Portugal; donde non es de dubdar que el ejercicio de estas ciencias más que en ningunas otras regiones ni provincias de la España se acostumbró en tanto grado, que non ha mucho tiempo cualesquier decidores e trovadores de estas partes, agora fuesen castellanos, andaluces, o de la Extremadura todas su obras componían en lengua gallega o portuguesa. E aun de estos es cierto rescebimos los nombres del Arte, así como Maestría mayor e menor, encadenados, lexapren, e mansobre.

Acuerdome, Señor muy magnífico, siendo yo en edat no provecta, mas asaz mozo pequeño, en poder de mi abuela Doña Mencía de Cisneros entre otros libros haber visto un grant volumen de cantigas, serranas, e decires portugueses é gallegos, de los cuales la mayor parte eran del Rey D. Dionis de Portugal. Creo, Señor, fue vuestro bisabuelo, cuyas obras aquellos que las leían, loaban de invenciones sutiles, e de graciosas e dulces palabras. Había otras de Johan Soárez de Pavía, el cual se dice haber muerto en Galicia por amores de una Infanta de Portugal. E de otro Fernant González de Sanabria. Después de estos vinieron Basco Pérez de Camoes e Fernant Casquicio, e aquel gran enamorado Macías del cual non se fallan sino cuatro canciones, pero ciertamente amorosas e de muy fermosas sentencias, conviene a saber:

1. Cativo de miña tristura.

2. Amor cruel e brioso.

3. Señor en quien fiancé.

4. Probé de buscar mesura.

En este reino de Castilla dijo bien el Rey D. Alonso el Sabio e yo vi quien vio decires suyos; e aun se dice metrificaba altamente en lengua latina. Vinieron después de estos D. Juan de la Cerda e Pero González de Mendoza, mi abuelo. Fizo buenas canciones, e entre otras, Pero te sirvo sin arte e otra a las Monjas de la Zaidía cuando el Rey don Pedro tenía el sitio contra Valencia. Comienza: «A las riberas de un río». Usó una manera de decir cantares así como Cenicos, Plautinos y Terencianos, también en estrambotes como en serranas. Concurrió en estos tiempos un judío que se llamó Rabí Santo, e escribió muy buenas cosas, e entre las otras Porverbios Morales de asaz en verdad recomendables sentencias. Púsele en cuento de tan nobles gentes por gran trovador; que así como él dice:

Non vale el Azor menos por nascer en vil nio
nin los enjiemplos buenos por los decir Judío.


Alfonso Gómez de Castro, natural de esta villa de Guadalajara, dijo asaz bien, e fizo estas canciones:

Con tan alto poderío.
Vedes qué descortesía.


Después de estos, en tiempo del Rey D. Juan, fue el Arcediano de Toro. Este fizo Crueldad e trocamento, De quien cuido e cuidé, e Garci-Fernández de Gerena. Desde el tiempo del Rey D. Enrique, de gloriosa memoria, padre del Rey muestro Señor, e fasta estos nuestros tiempos se comenzó a elevar más esta ciencia e con mayor elegancia; e ha habido hombres muy doctos en esta arte, principalmente Alfonso Álvarez de Illiescas, gran decidor; del cual se podría decir aquello que en loor de Ovidio un grant historiador describe, conviene a saber, que todos sus motes e palabras eran metro. Fizo tantas canciones e decires que sería bien largo e difuso nuestro proceso, si por extenso aun solamente los principios de ellas a recontar se oviesen. E así por esto como por ser tanto conocidas e esparcidas a todas partes sus obras, pasaremos a Micer Francisco Imperial, al cual yo no llamaría decidor o trovador, mas poeta; como sea cierto que si alguno en estas partes del Ocaso mereció premio de aquesta triunfal e laurea guirlanda loando a todos los otros, este fue. Fizo al nascimiento del Rey nuestro Señor aquel decir famoso: En dos setecientos, e muy muchas otras cosas graciosas e loables.

Fernant Sánchez Calvera, Comendador de la Orden de Calatrava, compuso asaz buenos decires. Don Pedro Vélez de Guevara, mi tío, gracioso e noble caballero, así mismo escribió gentiles decires e canciones. Fernán Pérez de Guzmán, mi tío, caballero docto en toda buena doctrina, ha compuesto muchas cosas metrificadas, e entre las otras aquel epitafio de la sepultura de mi Señor el Almirante D. Diego Furtado que comienza:

Hombre que vienes aquí de presente.


Fizo otros muchos decires o cantigas de amores; e aun agora bien poco tiempo ha escribió proverbios de grandes sentencias, e otra obra asaz útil e bien compuesta: De las cuatro virtudes Cardinales.

Al muy magnífico Duque D. Fadrique, mi Señor e mi hermano, plogo mucho esta ciencia, e fizo asaz gentiles canciones e decires: e tenía en su casa grandes trovadores, especialmente a Fernant Rodríguez Puerto-Carrero, e Juan de Gayoso, e Alonso Gayoso de Morana. Fernant Manuel de Lando honorable caballero escribió muchas buenas cosas de poesía: imitó más que a ningún otro a Micer Francisco Imperial, fizo de buenas canciones en loor de nuestra Señora, fizo así mismo algunas invectivas contra Alonso Álvarez, de diversas materias e bien ordenadas.

Los que después de ellos en estos nuestros tiempos han escrito, o escriben, ceso de los nombrar; porque de todos me tengo por dicho que de ellos, muy noble Señor, tengades noticia e conoscimiento. E non vos maravilledes, Señor, si en este proemio haya tan extensa e largamente narrado estos tan antiguos, e después nuestros autores, e algunos decires e canciones de ellos, como parezca haber procedido de una manera de ociosidat, lo cual de todo punto niegan non menos la edat mía que la turbación de los tiempos. Pero es así que como a la nueva edat me pluguiesen, fallelos agora cuando me paresció ser necesarios. Ca así como Horacio poeta dice: g

Quem nova concepit olla servabit odorem.


Pero de todos estos, muy magnífico Señor, así itálicos, como provenzales, lemosís, catalanes, castellanos, portugueses e gallegos, e aun de cualesquier otras naciones se adelantaron e antepusieron los gallaicos cesalpinos e de la provincia de Equitania en solemnizar e dar honor a estas artes. La forma e manera cómo, dejo agora de contar, por cuanto ya en el prólogo de los mis proverbios se ha mencionado. Por las cuales cosas, e aun por otras muchas, que por mí, e más por quien más sopiese se podrían ampliar e decir, podrá sentir vuestra magnificencia en cuanta reputación, estima e comendación estas ciencias haberse deben. E cuanto vos, Señor virtuoso, debedes estimar que aquellas dueñas que en torno de la fuente Helicón incesantemente danzan, en tan nueva edat no inméritamente a la su compañía vos hayan rescebido. Por tanto, Señor, cuanto yo puedo exhorto e amonesto a la vuestra magnificencia, que así en la inquisición de los fermosos poemas como en la polida orden y regla de aquellos, en tanto que Cloto filare la estambre, vuestro muy elevado sentido e pluma no cesen, por tal que cuando Átropos cortare la tela, no menos délficos que marciales honores e glorias obtengades.

(Z) «El Laberinto, lejos de ser una colección de coplas frívolas o insignificantes, donde a lo más que hay que atender es al artificio del estilo y de los versos, debe ser mirado como la producción de un hombre docto en toda la extensión que aquel tiempo permitía y como el depósito de todo lo que se sabía entonces.

Si la invención de este cuadro, que sin duda tiene grandiosidad y filosofía, perteneciese exclusivamente a nuestro poeta, su mérito sería infinitamente mayor, y no se le pudiera negar el don del genio en una parte tan principal. Pero siendo ya conocidas entre nosotros las terribles visiones de Dante y los triunfos de Petrarca, el esfuerzo de espíritu necesario para crear el plan y argumento del Laberinto aparece mucho menor, no habiendo hecho Mena más que imitar a estos escritores, variando el sitio de la escena en que coloca su mundo alegórico. Los pensamientos son nobles y grandes, las miras justas y honestas. Se le ve tomar fuerzas de su asunto y apostrofar aquí al Monarca castellano, advirtiéndole que sus leyes no sean telas de araña y que deben contener igualmente a los grandes que a los pequeños; en otra parte pedirle que reprima el horror que iba introduciéndose en los lares domésticos de envenenarse los esposos; ya indignarse de la barbarie con que se habían quemado los libros de don Enrique de Villena; ya mostrar los estragos y desórdenes de Castilla, como castigo del reposo en que los grandes dejaban a los infieles por atender solamente a su ambición y a su codicia. […] Él (Juan de Mena) se expresa generalmente con más fuerza y energía que gracia y delicadeza; su marcha es desigual, sus versos, a veces valientes y numerosos, decaen otras por falta de cadencia y de medida; su estilo animado, vivo y natural en partes, de cuando en cuando toca en hinchado o en trivial; en fin, la lengua en sus manos es una esclava que tiene que obedecerle, y seguir de grado o fuerza el impulso que la da el poeta. Ninguno ha manifestado en esta parte mayor osadía ni pretensiones más altas; él suprime sílabas, modifica la frase a su arbitrio; alarga o acorta las palabras, y cuando en su lengua no halla las voces o los modos de decir que necesita, acude a buscarlos en el latín, en el francés, en el italiano, en donde puede […]. El Laberinto ha tenido la suerte de todas las obras que, saliendo de la esfera común, forman época en un arte. Se ha impreso y reimpreso diferentes veces, muchos le han imitado, y algunos críticos respetables le comentaron, entre ellos el Brocense. Así ha pasado hasta nosotros, si no leído en su totalidad con placer por la rudeza del lenguaje y monotonía de la versificación, por lo menos registrado con gusto, citado con oportunidad y mentado siempre con estimación […]. Tomó Juan de Mena sobre sí una obligación que un cortesano no podía satisfacer; y su vigoroso espíritu, no empleando más que la mitad de su fuerza por obsequio a las circunstancias (los disturbios que entonces había en Castilla), se quedó lejos de la dignidad y altura a que con más osadía pudo fácilmente elevarse» (Quintana, Introduc. a la Colec. de Poes. selec. castell.).

Creemos no habrá faltado fundamento a Bouterwek para decir que Juan de Mena murió en Guadalajara; pero existiendo actualmente en el presbiterio de la parroquia de Torrelaguna una lápida con esta inscripción que prueba hallarse enterrado en aquel lugar:

Feliz patria, dicha buena,
escondrijo de la muerte,
aquí le cupo por suerte
al poeta Juan de Mena.


parece más probable que muriese en la villa en donde se le dio sepultura, y tal vez la existencia de esta lápida, la del panteón de los duques del Infantado en Guadalajara y la amistad que profesó el Marqués de Santillana a Juan de Mena confundieron las ideas en el primero que dijo haber erigido el Marqués un monumento a la memoria de aquel poeta.





42. Siempre que en la Historia de la Literatura Española se habla de un Marqués de Santillana, sin otra denominación, debe entenderse que se habla de este, que nació en 1398, y murió en 1458.
43.  Temporum iniquitate sublimi virtute superata, honorem vitae ac bonum nomen delinimentis omnibus, quae magnam quamque fortunam, velut pedissequi comitantur, praeferebat, dice de él Nicolás Antonio, indicando al mismo tiempo la crónica de donde sacó estas noticias del Marqués de Santillana.
44. Este canto se halla con otras obras del Marqués en el Cancionero general. Parece que nunca se ha publicado la colección completa de las obras de este autor.
45. No puede dudarse que el Marqués de Santillana había leído las obras del Dante, pues él mismo le cita de este modo: Así conseguimos de aquella manera / Hasta que llegamos en somo del monte / No menos cansados que Dante a Acheronte.
46. En las dos estancias siguientes cita el Marqués todos los autores, cuyas obras perdió la literatura por la muerte del Marqués de Villena: Perdimos a Homero que mucho honoraba / este sacro monte do nos habitamos; / perdimos a Ovidio, el que coronamos / del árbol láureo, que muchos amaba. / Perdimos Horacio que nos invocaba [5] / en todos exordios de su poesía; / así disminuye la nostra valía, / que antiguos tiempos tanto prosperaba. / Perdimos a Livio y a Mantuano, / Macrobio, Valerio, Salustio, Magneo; [10] / pues no olvidemos al moral Agneo, / de quien se loaba el pueblo romano; / perdimos a Julio y a Casaliano, / Alano, Boetio, Petrarca, Fulgencio, / Perdimos a Dante, Gaufre, Terencio, [15] / Juvenal, Estacio, y Quintiliano.
47. Las siguientes estancias dan a conocer hasta dónde hubiera podido llegar el talento poético del Marqués de Santillana si hubiese existido en época más favorable: Mas yo a ti sola me place llamar, / oh, Cítara dulce más que la de Orfeo; / que tu sola ayuda, no dudo, mas creo, / mi rústica mano podrá ministrar. / Oh, biblioteca de mortal cantar, [5] / fuente meliflua de magna elocuencia, / infunde tu grande y sacra prudencia / en mí porque pueda tu planto explicar. / A tiempo a la hora suso memorado, / así como niño, que sacan de cuna, [10] / no sé falsamente o si por fortuna, / me vi todo solo al pie de un collado / selvático, espeso, lejano a poblado. / Agreste, desierto y tan espantable, / que temo vergüenza, no siendo culpable, [15] / cuando por extenso lo habré recontado. / No vi la carrera de gentes cursada, / ni rastro ejercido por do me guiase, / ni persona alguna a quien demandase / consejo a mi cuita tan desmesurada. [20] / Mas sola una senda poco visitada / al medio de aquella tan gran espesura, / bien como ad armento subiente a la altura / de rayo dianeo me fue demostrada.
48. Desde el principio introduce a don Álvaro, diciendo:Vi tesoros ayuntados / por gran daño de su dueño. / Así como sombra o sueño / son nuestros días contados. / Y si fueron prorrogados [5] / por sus lágrimas algunos, / de esto no vemos ningunos / por nuestros negros pecados. / Abrid, abrid vuestros ojos, / gentíos, mirad a mí, [10] / cuanto vistes, cuanto vi, / fantasmas fueron y antojos. / Con trabajos, con enojos, / usurpé tal señoría, / que si fue, no era mía, [15] / mas en debidos despojos. / Casa a casa, ¡guay de mí! / Campo a campo allegué, / casa ajena no dejé, / tanto quise, cuanto vi. [20] / Agora, pues, ved aquí, / cuánto valen mis riquezas, / tierras, villas, fortalezas, / tras quien mi tiempo perdí.
49. Por ejemplo en la canción siguiente: Antes el rodante cielo / tornará manso y quieto, / y será piadosa Aleto / y pavoroso Metello, / que yo jamás olvidase [5] / tu virtud, / vida mía y mi salud, / ni te dejase. / Cesar afortunado / cesará de combatir, [10] / y harían desdecir / al Priamides armado, / cuando yo te dejare, / ídola mía, / ni la tu filosofía [15] / olvidare, etc.
50. Empieza así: ¡Gózate, gozosa madre, / gozo de la humanidad, / templo de la Trinidad, / elegida por Dios padre, / Virgen que por el oído [5] / concebiste, / gaude, Virgen, mater Christi / y nuestro gozo infinido! / Gózate luz reverida / según el Evangelista [10] / por la madre del Baptista / anunciando la venida, / de nuestro gozo Señora / que trayas. / Vaso de muestro Mesías, [15] / gózate pulcra y decora, etc. Y así continúa con la repetición de «gózate», en una larga serie de estancias.
51. Estos proverbios no son los refranes colectados por Mayans en el 2º tomo, como dice Dieze. Mayans solo reunió los refranes en prosa (refranes que dicen las viejas tras el fuego), muchos de los cuales son muy dignos de atención.
52. Nótese que esta palabra aún no estaba admitida en la lengua castellana.
53. «Isidoro Cartaginés, santo Arzobispo Hispalense, así lo aprueba y testifica; e quiere que el primero que fizo rimos, o cantó en metro haya seido Moysen, ca en metro cantó e profetizó la venida del Mesías; e después de él, Josué, David, Salomón y Job».
54. Don Nicolás Antonio dice que sus padres eran honestae conditionis.
55. En el Cancionero general no se halla más que el apéndice de esta obra, demasiado larga para incluirla por entero; pero en la edición que publicó Díez en Amberes en 1552, 8º, con este título: Todas las obras del famosísimo poeta Juan de Mena, comentadas por Fernán-Núñez (cuyo ejemplar tengo a la vista), ocupa el Laberinto la mayor parte del tomo.
56. En los elogios exagerados que hace Dieze de este poema, da la preferencia a su autor sobre todos los poetas que le antecedieron; pero esto solamente prueba la poca crítica
57. La segunda estancia contiene el argumento, aunque mal expresado: Tus casos falaces, Fortuna, cantamos / estados de gentes que giras y trocas, / tus muchas mudanzas, tus firmezas pocas / y las que en tu rueda quejosos hallamos.
58. Es agradable el modo con que pide licencia a la Fortuna para leerle el texto: Dame licencia, mudable Fortuna / porque yo blame de ti lo que debo, etc. Después con sutiles antítesis le concede el derecho de ser inconstante: Que tu firmeza es, no ser constante / tu temperamento es destemplanza / tu más cierto orden es desordenanza, etc.
59. La Providencia aparece en figura de una hermosísima mujer: Una doncella tan mucho hermosa / que ante su gesto es loco quien osa / otras beldades loar de mayores.
60. En la cuarta estancia ya se advierte el entusiasmo patriótico de Juan de Mena: ¿Cómo que creo, que fosen memores / que los africanos, los hechos del Cid, / ni que feroces menos en la lid / entrasen los nuestros que los Agenores? etc. En otro lugar dirige el discurso a Córdoba su patria: Oh, flor de saber y caballería / Córdoba madre, tu hijo perdona, / si en los cantares, que agora pregona, / no divulgare tu sabiduría, etc.
61. Por las siguientes estancias puede echarse de ver el talento de Juan de Mena para la poesía descriptiva, simple y sin alegoría: Bien como médico mucho famoso / que trae el estilo por mano seguido / en cuerpo de golpes diversos herido / luego socorre a lo más peligroso, / así aquel pueblo maldito sañoso [5] / sintiendo más daño de parte del Conde / con todas sus fuerzas juntando responde / allí do el peligro más era dañoso. / Allí disparaban bombardas y truenos / y los trabucos tiraban ya luego [10] / piedras y dardos y hachas de fuego / con que los nuestros harían ser menos. / Algunos de mozos tenidos por buenos / lanzan temblando las sus azagayas, / pasan las lindes palenques y rayas, [15] / doblan sus fuerzas con miedos ajenos. / Mientra morían y mientra mataban / de parte del agua ya crecen las ondas, / y cobran las mares soberbias y hondas / los campos que ante los muros estaban; [20] / tanto que los que de allí peleaban / a los navíos si se retraían, / las aguas crescidas les ya defendían / tornar a las fustas que dentro dejaban.
62. Cuando el poeta descubre a don Álvaro de Luna, finge no conocerle, y dirige a su conductora la Providencia esta interrogación imitada de Homero: Tú, Providencia, declara de nuevo, / quién es aquel Caballero, que veo, / que mucho en el cuerpo parece a Tideo, / e en consejo a Néstor longevo. La Providencia le responde diciéndole entre otras cosas: Este cabalga sobre la Fortuna / y doma su cuello con ásperas riendas, / y aunque del tenga tan muchas de prendas, / ella no le osa tocar de ninguna. / ¡Míralo, míralo en plática alguna, [5] / con ojos humildes, no tanto feroces! / ¿Cómo, indiscreto, y tú no conocesal Condestable Álvaro de Luna?
63. Por ejemplo la palabra «longevo» que usa en los versos anteriores.
64. El principio de este poema puede mirarse como una dedicatoria; pero no es circunstancia que le dé ningún mérito: Al muy prepotente D. Juan el Segundo / aquel con quien Júpiter tuvo tal celo, / que tanta de parte le hace del mundo, / cuanta a sí mismo se hace en el cielo. / Al gran Rey de España, al César novelo, [5] / al que es con fortuna bien afortunado / aquel con quien cabe virtud y reinado, / a él las rodillas hincadas por suelo, etc.
65. En el Cancionero general no se halla este poema, pero sí en la obra citada en la nota (55). Juan de Mena le dio el monstruoso título de Calamicleos, palabra compuesta de la latina Calamitas, y de la griega κλεος, pero después se le llamó simplemente la Coronación.
66. La mayor parte de estos enigmas no eran difíciles de adivinar; sirva de ejemplo el siguiente, al cual preceden tres estancias llenas de urbanidad: Mostradme cuál es aquel animal / que luego se mueve en los cuatro pies, / después se sostiene en solos los tres, / después en los dos va muy más igual. / Sin ser de la especie cuadrupedal [5] / el curso que hizo después reitera, / así que en los cuatro de aquesta manera / fenece el que nace de su natural. Del hombre se halla ser gran enemigo, / porque lo hiere do nunca sospecha, [10] / y donde más place menos aprovecha / tanta ponzoña derrama consigo. Dad vos, Señor, pues un tal castigo / o de virtudes tal arma que vista / porque a lo menos punando resista [15] / contra quien tiene tal guerra consigo.
67. El canto empieza así: Canta tú, cristiana Musa, / la más que civil batalla / que entre voluntad se halla / y Razón que nos acusa.
a. 1. ad Corinth. 13. 11. Cùm essem parvulus loquebar ut parvulus, sapiebam ut parvulus, cogitabam ut parvulus. Quanda autem factus sum vir, evacuavi quae erant parvuli.
b.  Etymolog. lib. 1. cap. 39.
c.  Infierno, Cant. IV: Quegli é Omero, poeta sovrano.
d.  Purgator. Cant. VII:O gloria de'latín, disse, per cuimostro cio che potea la lingua nostra!O pregio eterno de luogo ond'i fui!
e.  Canc. y Sonet. en la muerte de M. Laura. Rota e l'alta Colonna e'l verde Lauro.
f.  Poner sones y asonar era poner en música.
g.  Quo semel est imbuta recens servabit odorem testa diu. Horat. Epist. lib. 1. epist. 2. ad Lollium.

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera