FOLLETÍN
CONCURSO LITERARIO
La Real
Academia
Española, deseosa de llenar cumplidamente los deberes de su instituto, procurando por cuantos medios estén en su mano que recobre su
pureza
y esplendor la hermosa lengua
castellana,
ha creído propio de su celo, en cuanto lo han permitido más urgentes atenciones y el estado de la nación, cercana ya por fortuna a la pacificación apetecida, renovar la loable costumbre de proponer algunos premios que sirvan a un tiempo para dilucidar puntos literarios y para estimular a los ingenios con la esperanza de una honorífica recompensa.
Al verificarlo en la actualidad, ha cuidado muy especialmente de que los asuntos que proponga a público certamen, al paso que despiertan la atención por versar sobre materias poco
trilladas,
sean más acomodados al
gusto
de la edad
presente
que los que han solido proponerse en otros tiempos.
El premio pues, para la
memoria en
prosa
se adjudicará al que con mayor acierto, así por la copia de razones como por lo terso del estilo y lo puro de la
dicción
presente aclarada y resuelta la
cuestión
siguiente: hasta qué punto sea posible y conveniente
imitar
a los
célebres
autores del
Siglo de
Oro
de nuestra lengua, conservándole su pureza y demás dotes peculiares que la distinguen, y acomodándola a lo que exige la
mudanza
de los tiempos y al estado actual de los conocimientos humanos.
Inútil fuera detenerse a enumerar las ventajas de que los escritores modernos se propongan como dechado a los que en otra época, de tanta gloria para España,
levantaron
la lengua a la
altura
de su grandeza y poderío; así como no fuera menos ocioso afanarse por demostrar que el anhelo mismo de la
imitación,
si no lleva al buen
gusto
y a la razón por guía, puede arrastrar tal vez hasta un extremo vituperable.
Conviene por lo tanto ver si es posible fijar el justo límite, a fin de que se conserven la riqueza, la soltura, la
gala
que tanto brillan en las obras de los buenos escritores del siglo
XVI,
y del
inmediato,
al paso que se amolde la lengua, como debe, a las necesidades del presente. Campo no menos vasto que ameno , si bien de no fácil cultivo, abre esta materia a los que se propusieren ventilarla, pues requiere un examen crítico y filosófico, que contribuya a examinar con la posible
exactitud
la correlación que media entre las ideas y las voces, giros y frases de nuestro idioma, con que aquellos escritores supieron expresarlas, sin perder de vista la necesidad de que el lenguaje, so pena de convertirse en un instrumento inútil e insuficiente, siga de cerca las vicisitudes de los tiempos y el curso de los conocimientos humanos.
El
premio de
poesía
lo alcanzará el que componga el mejor
drama lírico,
a propósito para cantarse en el
teatro,
y el cual sirva de muestra y comprobación de que la lengua castellana reúne las dotes musicales que para tales composiciones se requieren.
Este nuevo
anuncio
muestra bastantemente el objeto principal que se ha propuesto la
Academia,
así como su oportunidad y conveniencia. En una época en que los dramas cantados son una de las diversiones más
aceptas
a las naciones cultas, cuando en la nuestra no faltan composiciones que han manifestado en sus obras musicales no menos genio que inteligencia y
gusto,
y cuando al propio tiempo se esfuerzan algunos actores aplicados por realzar con elementos propios el lustre del teatro lírico español, negligencia parecería, u olvido por lo menos poco disculpable, que no concurriese por su parte la literatura a tan noble propósito, cuando tanta parte puede caberle en el buen o mal éxito de semejante empresa.
Aun aquellas naciones, cuyos idiomas se prestan poco a la armonía y suavidad del canto, se afanan actualmente por
acomodarles
a aquel objeto mirando como
desdoro
y mengua haber de apelar para las composiciones músicas a una lengua extranjera, que si bien muy propia para ello, no tiene sin embargo derecho a reclamar privilegio tan exclusivo. Precisamente el habla castellana es tal vez la que
mejor
puede competir con aquella poderosa rival, así por las prendas que a entrambas son comunes, como por el nervio y rotundidad en que de cierto la aventaja, si bien le cede la primacía en otras dotes. Ya algunos escritores extranjeros, y por lo tanto menos sospechosos de parcialidad a favor de la lengua castellana, la calificaron como sumamente a propósito para las composiciones musicales; y el laborioso D. Tomás de
Iriarte,
juez muy competente en la materia, lo indicó también apoyándolo en muchas y convincentes razones.
Tiempo es, pues, de que nuestra lengua brille también bajo este aspecto ofreciendo una prueba positiva, una demostración palpable de que reúne la sonoridad, la cadencia y demás calidades que recomiendan a un idioma como adecuado para el canto.
Por fortuna hay en España pocos ingenios que si se dedican a cultivar este terreno, que está todavía virgen, podrán recoger no escasa gloria, así para sí propios como para su patria. El que la dotase, por ejemplo, con un
drama
sagrado, acomodable a la música, y que a la par de la majestad del asunto, reuniese la nobleza de la
expresión
y una versificación esmerada y sonora haría un señalado servicio a nuestra literatura, aumentando a su rico tesoro esta joya de que carece.
Apuntadas, si bien muy de corrida, las causas que han impulsado a la Academia a proponer estos premios, y las razones que la han guiado en la elección de los asuntos, solo falta que las personas de ilustración y de talento se presenten en la liza para disputar el lauro, ofreciendo de esta suerte otra prueba a las demás naciones de que el
genio
español nunca se muestra sordo a la voz de la
emulación
y del entusiasmo, y que antes bien promete, si como es de esperar acaba de asentarse la paz y la quietud de estos reinos, una nueva era de prosperidad y de gloria.
CONDICIONES DEL CONCURSO.
1.ª Ningún individuo de la Academia podrá aspirar directa ni indirectamente al premio, debiendo reducirse únicamente el oficio de este Cuerpo a examinar y juzgar con imparcialidad las obras que se presentaren.
2.ª El autor de la obra pondrá al principio o al fin de ella una sentencia, un verso o cualquiera otra señal, sin manifestar de ningún modo su nombre, y al mismo tiempo remitirá separadamente al secretario de la Academia una carta cerrada con dos sobrescritos: en el interior pondrá la misma sentencia o señal que puso en la obra, y dentro de la carta declarará su nombre y el lugar de su residencia. Esta carta reservada no se abrirá hasta después de haberse adjudicado el premio, y todas las demás de los que no lo hubieren merecido se quemarán sin abrirlas.
3.ª Cada uno de los premios consistirá en una medalla de oro de peso de dos onzas, en cuyo anverso están grabadas las armas de la Academia, y en el reverso con el lema: «AL MÁS
DIGNO.»
Las obras deberán estar en la secretaría de la Academia el 15 de setiembre de
1840.
4.ª Luego que se adjudiquen los premios lo participará el secretario de la Academia al autor de la obra premiada, y le entregará la medalla al mismo o a la persona que se presentare en su nombre, en cuyo caso deberá traer una copia de la obra premiada con la misma divisa que tuviere la presentada al examen.
5.ª Si entre las obras presentadas hubiere alguna que compita con la premiada, y se acercare notablemente a la perfección de ella, premiará la Academia al autor con la impresión y publicación de ella.
Madrid 5 de diciembre de 1839.
JUAN NICASIO GALLEGO