Monte
fértil
lusitano,
donde se crían laureles
en la cumbre y en lo llano,
palmas y linaloeles,
y arboledas de verano:
todas tus
hermosas
matas
son tus
metros
castellanos,
elegantes
y cristianos,
mas mira cómo los atas,
no los
tuerzas
con tus manos.
Si aquí moviere
cuestión
arguyendo tu elocuencia,
yo te demando
perdón,
aunque ya tengo
licencia
de la fe y de la razón.
Mirando en tu
cancionero
la
Pasión
que
compusiste,
vi un descuido que dijiste,
donde a
Cristo
verdadero
uno y
trino
le hiciste.
Y si es tu voluntad
conforme a lo que hemos visto,
mal
sientes de la
verdad,
que la persona de Cristo
no es toda la
Trinidad.
Hombre y Dios, yo así lo
canto,
sin contrario ni revés,
mas de las personas tres,
Padre, Hijo, Espíritu Santo,
segunda persona es.
Y si dices que se entiende
cuanto a
Dios
que es uno y trino,
tu metro no lo
defiende
ni lo declara ni es dino
de pasar sin que se
enmiende.
Porque
Cristo
es uno aquí,
Hijo de Dios que encarnó,
a quien el Padre engendró
de la sustancia de sí,
igual al que le envió.
De los dos es procediente
el Santo Espíritu, Dios
no menos omnipotente;
mas
no
tres dioses ni
dos,
sino un Dios tan solamente.
Distinto es Dios en personas
y uno es Dios sin división,
y esta sacra distinción
no es así como blasonas,
porque haces
confusión.
Pues monte el más singular
que ciñe nuestro
horizonte,
vélate
bien en
trovar,
porque con su leña el monte
se suele a veces
quemar.
Con caridad te lo
digo,
como en Jesucristo
hermano;
por eso, buen Lusitano,
recíbelo como amigo,
que soy tuyo, y tú cristiano.