COMENTO CONTRA SETENTA Y TRES ESTANCIAS QUE DON JUAN DE ALARCÓN HA ESCRITO A LAS FIESTAS DE LOS CONCIERTOS HECHOS CON EL PRÍNCIPE DE GALES Y LA SEÑORA INFANTA MARÍA
Al excelentísimo
príncipe,
Conde de Monterrey
Si de tan graves cuidados como penden de vuestra excelencia se libra en algún tiempo, le suplico le invierta en ser juez desta causa, que sólo su
ingenio
puede acreditar la parte favorecida. Si consigo este favor, me consagraré con más veras a solicitar su agrado. Guarde nuestro Señor a vuestra excelencia, etc.
Parece que don Juan de Alarcón ha escrito setenta y tres estancias a las fiestas de los conciertos hechos con el príncipe de Gales y la señora infanta de Castilla, que los setenta y dos intérpretes será fuerza que las declaren, si se han de
entender;
y la estancia que hay más, por faltar un intérprete para llegar al número de ellas, se quedará por entender hasta que Dios ordene otra cosa, por ser todas
metáforas
de metáforas, enigmas de enigmas y confusión de confusiones.
Aristóteles,
en su
Poética,
hablando de la locución dice: “La bondad de la locución es que sea clara y no humilde”. ¿Qué dirá don Juan viendo esto, y que su elogio es una mezcla de metáforas y de nombres forasteros, usando de ellos tan mal que –como dice el mismo Aristóteles– quien hiciese esto pretende que su
estilo
sea ridículo? Pues, haciendo su discurso de metáforas, fabricó un
enigma,
y componiéndole de diversidad de lenguas, formó un barbarismo. No se entienda que excedemos de la verdad, y veamos las palabras forasteras, no conocidas ni oídas en nuestro idioma:
hospicio, ávida, faustosa, obsequio, antistes, vegetado, plaustro, telus, sibilante, alfa, parangonada, triyugo, omega, Mavorte, solio, semejado, auspicio, circo, anglo, encomio, lustra, múrice, bicorne, minante, concitó, mugiente, predice.
Estos pareen antes nombres de
diablos
en conjuro que de poeta en copla; de modo que
candor, brillar
y
rutilante,
en comparación de estas voces, es decir
trajon, dijon, hendo
y
sobaco.
Pues querer numerar las metáforas es imposible: quien las leyere, en el discurso de ello lo podrá inferir, mas, porque no entienda este
trasguillo
que se nos va la Pascua en flores, discurramos por menor por sus octavas, si a tanto espacio nos diere tiempo la ocupación de nuestros negocios y el nos se nos dar nada que yerre o que acierte. El título dice:
1
Elogio descriptivo.
Esto es
desatino,
que no hay elogio descriptivo, como no hay hombre y caballo ni tragicomedia, por ser de diferente especie; y aun en el estilo ha de haber diferencia en el elogio, que es alabanza, y en la narración de unas fiestas, porque tres estilos hay ínfimos: el primero es doctrinal; el segundo, descriptivo; y el tercero, laudatorio. Y uniendo y confundiéndolos, vino a formar un monstruo.
2
A la celebración.
Esta
voz
no es usada y es
baja:
podía decir
celebrando
o buscar otro estilo mejor.
3
Quien yerra obedeciendo no desmerece errando.
Él es sólo el
herrador,
mas preguntémosle si le mandaron que errase, que entonces tendría disculpa su yerro; pero mandarle escribir unas estancias y errallas no es hacer lo que le mandaron, pues le dijeron que las hiciese buenas.
4
En esta confianza se atreve este papel a las manos de vuestra excelencia.
En verdad que no se atrevió en esta confianza, sino en la misma
satisfacción
suya, que es la que todos sabemos.
5
Y en esa no teme las demás.
En
esas,
dijera yo, si hace relación de las manos; y si de la confianza, dijera
en ella.
6
Guarde nuestro Señor a vuestra excelencia.
Falta:
de mandarme escribir otras octavas.
7
El licenciado don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza
Los apellidos de don Juan crecen como hongos: ayer se llamaba
Juan Ruiz,
añadiósele el
Alarcón,
y hoy ajusta el
Mendoza,
que otros leen
Mendacio.
¡Así creciese de cuerpo, que es mucha carga para tan pequeña
bestezuela!
Yo aseguro que tiene las
corcovas
llenas de apellidos. Y adviértase que la D nos es don, sino su medio retrato.
Ahora da principio al
Elogio
así:
8
Mientras
Mientras, marras
y
dizque
son
parientes.
En tanto dicen los que no son
corcovados
de estilo, mas agradezcámosle que no dijo
tanimientras.
9
La admiración avara.
¿Por
qué
es la admiración
avara?
Pues, en el nombre de admiración, se incluye toda la lisonja que se puede hacer a las grandezas dignas de ser admiradas, y
avaro
es no dar o hacer con escaseza lo que se puede; y así, hay grande diferencia entre la limitación forzosa y la avaricia, acto voluntario.
10
A tanta majestad, a tanta pompa.
Erró
en la distribución, que más es majestad que pompa.
11
Y de su circo anfiteatro hacía.
Hacer al circo anfiteatro es lo
mismo
que si dijera que hicieron plaza a la plaza, porque el circo, el teatro y el anfiteatro servían para unos mismos espectáculos y sólo diferenciaban en la forma y arquitectura o por ser redondos o aovados; y tenía obligación de saber esto, por ser él también
aovado.
Apréndalo en
Bulengerio
(De Theatro),
en Rosino, en Alejandro de Alejandro, en Lucio Floro y en cuantos escriben antigüedades romanas.
12
Los tafetanes, rasos, terciopelos, / telas, tabis, damascos y brocados.
Estos son versos retahíla, y quien los hizo con voces tan
comunes,
¿por qué no dijo
púrpura,
siendo magnífica, y no
múrice de Tirso?
Nótese con cuidado que todo lo que escribe o es humilde o enigma o barbarismo.
13
Daban ventaja a su esplendor los cielos.
No daban tal, que, desde la comedia del ángel moro, no hay que
fiar
los cielos del
corcovado.
14
Sobraban a la vista y al oído.
Esto es
Garcilaso
ajado.
15
De diosas dos la adoración humana.
Diosas
no es ajustado ahora ni aun a las santas.
16
Del Anglo Endimión esta Diana.
El nombre de Diana le pertenece en los bosques, donde guardó perpetua virginidad, no en el cielo, que se llamó Luna y donde, agradecida del amor del pastor, bajaba cada día a hocicarse con él. No sé qué
paridad
tiene esta fábula con lo que quiso decir.
17
De cielo con razón presuntüoso.
Diga y declare qué cielo es presuntuoso sin
razón.
18
Rosada y blanca, ostenta opuesto al austro
19
dos bellas albas.
¿Qué
gramática
es
dos bellas albas, rosada y blanca?
20
Candores brilla.
Brillar
no se puede decir de
candores.
21
Ávida vista.
¡Qué bueno es para el pueblo lo de
vista
ávida!
22
¿El rey! Turbada mano, flaco aliento…
No me espanto que tenga así la mano y el aliento el
pobrecico…
23
No tanto entre topacios y jacintos.
Toda esta estancia no se puede entender, por estar el
concepto
(si alguno tiene) confuso y errado; porque en ella dice que “no tanto se oculta el alba que se corona de estrellas cuando nace el sol, cuantas postró Filipo majestades”, y este
cuantas
había de presuponer las estrellas y se adjetiva con el alba, porque este nombre
cuantas
es siempre correlativo de
tantas.
Y debía decir “no tantas estrellas se ocultan a la luz del sol cuando amanece cuantas luces eclipsó Filipo”; y dice “no tanto se oculta el alba a la luz del sol, cuantas deidades humanó Filipo”. Véase cuán claro es el yerro.
24
(Si su genio, si el signo su ascendente
25
predice efectos y verdades muestra).
Este paréntesis es el
armazón
de nuestro poeta.
26
Es Anglia España, y es España cielo.
Es
equívoco,
que se puede entender que es España Anglia, como que Anglia es España: y lo uno no es verdad; lo otro a nadie está bien, a la fe peor. Y deseo saber por qué es España cielo, mas no me acordaba: por estar en España aquellas santas reliquias de ingleses que acompañaron a su príncipe esta jornada.
27
Tudesca hueste.
Olvidósele la guarda española al cuitadico; algún palo le han dado con su “Quita, diablo”, teniéndole por
sabandijón.
28
Movibles selvas, fuentes racionales.
A los carros que regaban la plaza llama fuentes racionales. Esto
pertenecía
a Aretusa, Biblis o Egeria, que fueron racionales y se convirtieron en fuentes, pero no a los que hacían este ministerio, que es dar a entender que los pícaros se iban meando. Y si así regaron, está bien llamarlos fuentes racionales; si regaron con los cueros, no está bien. O dígalo
Richi,
que en otro no es de creer en tal auditorio.
29
Diez veces quince son los que en ornado bruto.
En ornado bruto
es
caballo
de masa metido en horno.
30
Clara familia infante.
Este infante
gandido
va entre esta familia
circundante.
Repito que no habrá dueña española ni diablo que le
entienda,
aunque diga que lo dijo por los caballerizos que llevaban a pie el caballo de su majestad.
31
A quien el moro
32
adusto, el escita helado se estremece.
El nombre
a quien se estremece
es
estropeado
romance, y aun no fuera bueno decir
a que se estremece,
sino
de quien.
33
Cincuenta y nueve agravios del primero.
¿Cuándo se desagraviará este caballo, que pone el
primero,
siendo el más agraviado?
34
Culto el alarde irracional venera
35
por sacro altar de la deidad que espera.
A la silla del caballo, o al caballo mismo, llama sacro altar: parece
herejía
o encarecimiento temerario. Pero nota, cristiano, y considera la gran devoción de estos caballos, que, por dar ejemplo a los ingleses, veneran el altar.
36
Escala sirva al rey para el estribo.
No era esto
necesario
en la relación, porque, aunque se lleva para que su majestad suba al caballo, no ha de necesitar de escala para eso quien tiene su agilidad.
37
De cuatro copias de granate vivo.
No había
granates
originales por un ojo de la cara.
38
Cielo avariento.
Cielo
avariento
no hay, porque, si le hubiera, en él estuviera el rico avariento. El
corcovado,
como el cielo anduvo con él tan avaro, se la pegó de corcova como de puño. Al principio dijo también
avara admiración.
39
Porque nadie presuma, en los despojos,
40
donde su alteza el pie, poner los ojos.
Aquellos
despojos
son si qué ni para qué, mas no advirtamos en esto sino que, en la parte que dice
donde su alteza,
había de decir
su majestad,
pues habla del rey, mas no cabía en el
verso.
41
doce enfrenados montes, que de Ociro.
Las acémilas y las mulas no se dicen
enfrenadas,
sino los caballos; y a Ocíroe la llama Ociro el consonante de Tiro. ¿Quién le dio bula para
alterar
los nombres propios? (v.
Hesíodo
en la
Teog.,
verso 360;
Metamor.,
libro 2º, Natal C[onti], lib. 4º, cap. 12). Con esto quedará entendido cómo ha confirmado esta ninfa o sincopádola, de suerte que no la conocerá la madre que la parió.
42
En torno lustra la cuadrada arena.
La
cuadrada
arena
sólo lo pudo decir un poeta que tiene cuadradas las
costillas.
43
El concertado alarde en lento paso.
Lento
paso es el del buey y el de la
tortuga
(como su mercede bien sabe), y no los galopes.
44
Alábela el callar que no enmudece.
Mejor
enmudece el quitarse la habla y el morir, pero entre los hombres se dice al que hacen callar “que presto ha enmudecido”; y no hay otra señal de haber enmudecido sino callar.
45
Beticano bruto.
Mejor
nombre se le debe al caballo que
bruto,
porque es el mejor entre los animales; y entre ellos llamamos
bruto
al de menor instinto y mayor rudeza.
46
Treinta invidias al sol en treinta espaldas.
No iba aquí la
suya.
47
La oscura tela esconde, no guarnece.
Esconder lo oscuro no es
habilidad.
48
Ya tiembla el turco, ya se turba el medo,
49
que el clarín hiere el elemento raro.
¡Lindo
romance!
Ya tiembla el turco, que el clarín hiere.
Quien esto concertare concertará las
costillas
del autor.
50
De enamorado humor el tinto fruto.
A este tinto fruto le juzgara yo por vino tinto y no iba fuera de camino, pues dice en la misma estancia que podía matar la sed; mas, si se ha de entender porque el marqués de Castel-Rodrigo tiene por apellido
Mora,
y la mora es fruto tinto, tiene dificultad y es cosa
ridícula.
Aténgome a lo primero. Vase aquí de este concepto el
autor,
de la mosca a la mora.
51
Ornadas treinta y dos de plata pura.
Ornadas,
si dice de pasteles, era notable cosa, y
plata pura
es baja
voz
y aguada.
52
El oro en dilatada vena
53
cubre desde la espalda a la herradura.
Desde la
espalda:
lo demás, por falta de oro, iba desdorado.
54
Oprime triplicada turba infante.
Repitió el mismo
término
infante,
por ser de a pie, siendo tan malo.
55
Blanco tesoro de las Indias hierra.
Errar el tesoro de la India
es ir allá y volver
pobre.
56
Dos veces doce.
Y antes
diez veces quince:
parece que dice la
tabla.
57
Saben con hierro penetrar sus huellas.
Penetrar el suelo con las huellas
es
pisar
con puñales buidos.
58
Sus espaldas con oro las estrellas.
Estas
espaldas penetrantes
prestó el
autor,
llenas de puntas.
59
Pues del alfa del rey es él omega.
Este verso tiene más
desatinos
que letras: ni quiere decir nada el
alfa
del rey, porque el rey no tiene
alfa,
sino el alfabeto griego, que tomó este nombre de sus dos primeras letras:
a, b.
Y lo que él quiso decir, y no supo, se había de explicar diciendo
que, si el rey es
alfa, él es omega, siguiendo la mala metáfora que eligió, porque así se entendería que el rey llevaba el primer lugar y el duque el último, que son los que tienen en el alfabeto estas dos letras,
a, o;
mas, cuando no fuera yerro lo antecedente por las razones que digo, ¿qué quiere decir ser
omega
del
alfa?
Siendo esto precisamente ignorancia, porque, aun siguiendo su mismo símil, no hay omega del alfa, sino del alfabeto, como no hay
z
de la
a,
sino del
a, b, c.
Así que no está dicho lo que quiso de ningún modo.
60
Pagó el postrero universal tributo / el toro.
¿Qué
más
se podía decir de la muerte de Alejandro?
61
Que debe a sus exequias.
Exequias
se deben al toro en la orden de los
corcovados.
62
Triyugo impulso de valiente bruto.
Impulso no arrastra, sino impele; y llamar valiente bruto a las mulas no obliga, y
afea
y baja el llamar al caballo también bruto.
63
Solicitó el segundo con ligera hendida planta.
El primer toro no debía de tener la planta hendida, pues al segundo lo
advierte.
64
Tanta conforme contingencia humana.
Dice que fue providencia soberana ser los toros unos
borregos.
65
Los que a la pluma truecan ya la espada.
Como si hoy fueran estos señores secretarios, dice que mudan hoy por la espada la pluma: no sabe este que, aconsejando quien peleó, pelea mejor y con más propiedad; y trocar
a la pluma ya la espada
parece que es
vomitar
sobre la pluma y la espada.
66
Cuando la puerta, que antes el Oriente
67
saluda de la luz, que borda el día.
No quieren decir
nada
estos dos versos, ni entiendo qué es
saludar de la luz,
que así se lee, como está apuntado.
68
Filipo repitió, Filipo dijo.
Había de
decir:
Filipo dijo, Filipo repitió.
69
Sin desmentir, si fatigado gime,
70
del céfiro andaluz la noble raza.
¿Por qué había de
desmentir,
gimiendo, su noble raza? Puesto que, para desmentirla, o había de ser traidor o mal caballo; y, en este caso, no entraría su majestad en él.
71
Apenas toca el pie, menos imprime.
Aquí
falta
por decir qué es lo que apenas toca el pie, que está falta la oración.
72
Dándole, si lo ajusta o si lo bate,
73
el freno ley, impulso el acicate.
Esto mismo sucede con todos los caballos del mundo: que el freno les da la ley, y el impulso, el acicate. Díganos algo de
nuevo.
74
Que ellos bajaron, por volar, al suelo,
75
y este penetra, por correr, el cielo.
Miente,
que estos caballos no fueron precipitados al Pado ni bajaron al suelo; ni esotro penetró corriendo el cielo, sino la plaza. Del despeño de Faetón, véase
Ovidio,
libro 2º, donde dice que los caballos sacaron el carro del camino usado y se desenfrenaron, mas no que cayeron.
76
Con relámpagos siete ardiente rayo.
Mal seguirá metáfora, que es
imposible
hacer un rayo con siete relámpagos, porque con cada relámpago cae un rayo.
77
Se argumentaba en él lo horrendo y grave.
Argumentaba:
imitación de “la puerta cerrada, / la niña dentro; / sácala el caballo / por argumento”.
78
Mendozas dos un cuarto son planeta.
Quiso decir
son el cuarto planeta
y, por decirlo,
dijo
son un cuarto de planeta,
que es cuatro maravedís.
79
Dos consonancias en dos partos de Eolo.
Correspondencia,
porque el caballo, digo las cerdas, no dan consonancia sino el arco de la vigüela y, aun allí, no la dan, si no la mueven. Y llamar paros de Eolo a los caballos fue desatino notable, que Eolo no parió: las yeguas de Lusitania dicen que se hacían preñadas del Céfiro o Favonio. Holgárame saber qué
comadre
le dijo que había parido Eolo, dios de los vientos.
80
Muestran que al carro van del sol uncidos.
Los caballos no se
uncen,
sino los bueyes y mulas.
81
Según le iguala su veloz consorte.
Consorte
es correr con su mujer, que así se
usurpa
en lengua española.
82
Los aplausos prorrumpen alegría.
Prorrumpen alegría
no
se
dice;
en alegría,
sí. El
Tasso:
in languido oimé prorrupe e disse.
in haec verba prorrumpit.
(…)
85
Llegó a su nombre la opresión de Atlante.
¿Dónde está esta opresión de Atlante, que es necesario trascender tantas esferas para llegar allá el nombre? Que yo creo que, para llegar a Mauritania, donde está el monte Atlante, no hay esferas en el camino. ¿Qué más pudiera
decir,
si estuviera Atlas en el cielo impíreo? Y si dice
la opresión de Atlante
por la esfera que le oprime, esto es decir que llegó el nombre hasta el cielo, y para esto no se trascienden esferas, sino para ascender al empíreo, como he dicho.
86
Y en él arrebatando corazones.
Esto
era más propio de sacre que de almirante.
87
Veloz caballo, vegetado monte.
Vegetado monte
no es
predicamento
del caballo, sino
sensitivo,
porque las plantas son vegetadas, y los animales son sensitivos.
88
Y en la velocidad, puesto que negra.
¿Cómo se entiende
velocidad
negra?
Ya lo entiendo: quiere decir velocidad desdichada por haber caído alguno, como
pascua negra y negro san Juan.
89
Ira de Jove, fulminada en Flegra.
La ira de Jove no fue
fulminada:
fulminante, sí. Los gigantes fueron fulminados.
90
Dadme, pues, un aliento ¡oh musas nueve!
91
si a tanta empresa vuestra luz se atreve.
Gran
ignorancia
es que haya cantado de su majestad sin invocar las musas, y ahora lo haga para cantar al duque. ¿Cómo podrá disculpar su desvergüenza?
92
Rápido rucio es rayo arrebatado.
¡Barrabás te arrebate! Que, después que hizo este
verso,
no se halla una
r
por un ojo de la cara.
93
Pagan los pies lo que la espalda debe.
Azotábale en los
pies,
sin duda.
94
Un ángulo del circo en otra esfera.
En otra esfera
no hace aquí
sentido
con lo demás. Véase cómo queda entendida la oración quitándolo y, con ella, es confuso desatino.
95
La espuela pica a otro león bermejo.
No hay caballo bermejo. Tomolo de los
alquimistas.
96
Por diversas del círculo regiones.
Llamar
diversas regiones del
círculo
es decir que corrían por diversas partes del mundo.
97
Hasta que en tortuosos cursos vino
98
a verse junta de los dos Fitones
99
una y otra cabeza.
Estos
tortuosos
(o c
orcovados)
curso
quiere decir que son el caracol que hacían los caballeros. Y a estos cursos llaman Fitones, porque parece que asimilan una culebra; y a la culebra llaman Fitón (o Pitón), por la sierpe así llamada a que dio muerte Apolo. De modo que esto viene a ser metáfora de
perífrasis
y tan
dificultoso
que aun el diablo no lo podrá entender.
100
Aquí de Ampudia el advertido conde,
101
si bien no mendigó de la advertencia
102
tan natural acción.
Si no la tomó de la advertencia y es
advertido,
¿de
quién
la tomó,
jibadico?
103
Su campo ostenta el de Austria y el de Cea.
De esta estancia, como de otras muchas, no se puede
entender
palabra alguna.
104
Que no impriman sus pies al leño vano.
¡Leño vano
la caña!
Malo,
que no es leño; lo otro, yo no sé cómo podía pisar el caballo la caña que el rey llevaba. Y no es
alabanza
decir que el rey la imprimía con poca violencia, pues la tiraba de suerte y con tal brío que al
jibado
le pasara de corcova a corcova, aunque llevara por adarga su relación, con ser tan dura.
105
Caña hacia atrás.
Esto no me huele bien, pero disimúlalo la
grandeza
del
estilo
con que escribe.
106
El rey repite, y tantas semideas.
¿Por qué quiere que se entienda (esta semblea de
burujones)
que estas semideas son las cañas, si por lo consecuente no es
posible?
Porque dice que, huyendo, al dios del campo enmudecieron. Y no es así, que Siringa no enmudeció al dios del campo –que así lo escribe él–; antes, huyendo, fue transformada, y no enmudeció, sino aumentó mucho más sus voces. Mira a
Ovidio,
pues que dices que con él te entienden:
“Artae nova, vocisque Deum dulcedine captum”.
Lo que
él
hizo fue
“legere et non intelligere”.
107
Cuanto inmobles las otras murmuraban.
Dice que las
cañas
inmobles
murmuraban
de Midas, pero
Ovidio
no dice sino que se movían. Nótense los términos:
“tremulis et leni nam motus ab austro”;
vean en qué se fundó para decir que murmuraban inmobles las cañas, que, trémulas, agitadas y sacudidas del aire, formaban voces. Él pensó que eran inmobles porque tenían raíces. ¿Cómo no sabe que inmoble es la cosa que no se mueve?
108
Concitó tan gloriosa su alabanza.
Concitar
es mover con violencia y, comúnmente, se entiende por
irritar
o
indignar,
cuando dicen que se concitan los ánimos. ¡Buena
alabanza
del rey es decir que irritó o violentó aclamaciones, cuando todos naturalmente se hacían lenguas en su alabanza!
109
en pie le aguarda su adorada esposa.
Y después, en el otro verso:
110
con la acción misma la majestuosa
111
real copia honrándole le espera.
Después de decir que su
majestad
de la reina esperaba al rey en pie, nos advierte que también las demás personas reales se levantaron. ¡Miren si, estando en pie su majestad, habían de estar los demás sentados…!
112
Término fue una
noche
a muchos días.
No hay más que ver que este último verso.
113
En Madrid, por la viuda de Alonso Martín.
Todo se lo achacan a las pobres viudas. ¡Como no tienen quien vuelva por ellas! A fe que, si viviera Alonso Martín, que no se
burlaran
con ella.
Y debemos también considerar que esta palabra
bruto
la
repite
seis veces:
Caracteres que borre el marcial
bruto.
…El ornado
bruto.
Número igual de beticano
bruto.
Al escuadrón, ya racional, ya
bruto.
Triyugo impulso de valiente
bruto.
Carlos le sigue de su
bruto
alado.
Marcial,
tres:
Cuanto en el nombre en la
marcial
palestra.
Caracteres que borre el
marcial
bruto.
Festivo, si
marcial.
Palestra,
cuatro:
Cuanto en el nombre en la
marcial
palestra.
Mayo es agosto, y la
palestra
es prado.
Aumentó a la
palestra
luz süave.
Ojos de la
palestra,
aclamaciones.
Espalda,
voz tan humilde, la
repite
tres veces.
Treinta invidias al sol en treinta
espaldas.
Cubre desde la
espalda
a la herradura.
Sus
espaldas
con oro las estrellas.
Metal,
cinco:
Duro en medio
metal
finge cadenas.
Metal
de Ofir.
De cuatro voces de
metal
guiado.
Metal
de cuatro alientos que repite.
El toro al filo del
metal
templado.
Ya se sabe que la repetición de las voces es
vicio
notable.
Habiendo dado fin a esta censura, me dijeron por cosa cierta que estas estancias no eran del señor don Juan, sino que él las pidió a diferentes
personas;
y así me dieron la memoria de sus
dueños,
cuyos nombres pongo aquí sin graduación, y el número de las estancias que compusieron.
Don Fernando de Lodeña 8
Don Diego de Villegas 6
El doctor Mirademescua 7
Don Pedro de la Barreda 5
Anastasio Pantaleón 8
Luis de Belmonte 10
Juan Pablo Mártir Rizo 6
Antonio López de Vega 4
Manuel Ponce 4
Francisco de Francia 2
Diego Vélez de Guevara 6
Luis Vélez de Guevara 7
.................................... 73
De modo que todas estas partidas suman y montan setenta y tres octavas, y el dicho señor don Juan no hizo sino trastocarlas y trasladarlas.
Dificulté el dar crédito a ello, así por no persuadirme que nuestro poeta haría una cosa semejante como por ser las octavas tan
malas,
y los
autores
dellas de tanta opinión. Por esta razón, lo pregunté luego a alguno dellos, y, todos conformes, me dijeron que eran suyas y que ellos las habían compuesto por hacer
burla
de don Juan, porque él llegaba a pidirles estancias en el estilo de don
Luis;
y que ellos, burlándose, hicieron las que se han visto, sin pasarle por la imaginación escribir de veras.
Con esto y con la décima de don
Luis
de Góngora, me persuadí que las estancias no tenían más que el
nombre
de
don
Juan, y que mi
censura,
por ser los versos como he dicho,
bernardina.
Hoy de las fiestas reales
sastre
y no poeta seas,
si a octavas como libreas
introduces oficiales.
¿De ajenas plumas te vales,
corneja?
Desmentirás
la que delante y detrás
gémina concha te viste:
galápago
siempre fuiste,
y galápago serás.
Confieso que me pesa de haberme cansado, mas, pues ha llegado hasta aquí, quédese lo dicho dicho.