Información sobre el texto

Título del texto editado:
Torre del Templo Panegírico de don Fernando de la Torre Farfán. Escudo octavo
Autor del texto editado:
Torre Farfán, Fernando de la (1609-1677)
Título de la obra:
Torre del Templo Panegírico de D. Fernando de la Torre Farfán
Autor de la obra:
Torre Farfán, Fernando de la (1609-1677)
Edición:
Sanlúcar de Barrameda: s. e., 1663


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Buscase la ceremonia antigua de los vejámenes.

Escudo 8º


También la ignorancia mostró los dientes contra los vejámenes. Tiénelos el infeliz que se dejó cargar desta ignominia suficientes, en la apariencia, para roer peñascos. Mal año para cuantos elefantes pacen la India Oriental, bien que los verdaderos colmillos fueron de otros distintos animales. Estos son aquellos pecadores, sin qué ni para qué, cuyo castigo parece que se complacía la justicia de David que los juzgaba rotos; morderíanle, descarnados de causa. Hay gulosos de oficio; tienen tienda mecánica de morder; comen las superfluidades de otros. Por eso, el sabio persuade a huir sus manjares, enseña a excusarse de sus mesas. La razón dio Crisóstomo: parece que veía, con indignación, malos teólogos y peores jurisconsultos en tinelo de escarabajos. ¿Quién ignora que tales putrefacciones de la tierra engordan con el ajeno estiércol?

La costumbre sola bastaría a disculpar los vejámenes. Curcio le concedió fuerzas superiores aún a los alientos de la naturaleza. Sobre otros que desecha la pluralidad estimó el parecer de Cicerón. Exclama el orador de parte de la fuerza de la Antigüedad, no olvidada del noble paso de la costumbre. Sus canas, ricas de plata, que en ella atesoran los siglos, consideró obediente no solo cuanto consiste animado, empero todo lo que aun carece de alma. Hoy solo se alimentan animales desentendidos a esta veneración, aun la esquivez opuesta con los rigores de la antipatía. Juzgó Ovidio posible a la fuerza de la costumbre, presume su uso fuerte sobre todo.

Ovidio Art. Aman. Tb 2

Fac tibi consuescat: nil consuetudine maius
quam tibi dum capias, taedia nulla fuge.

Haz como a ti se repita;
nada es más que la costumbre.
En tanto que no la alcances,
ningún enfado te excuse.


No se apartaría de la razón que los más extraños oídos estuvieran ya usados al sonido de los vejámenes por muy repetidos de la costumbre. Adviértanse cuán tolerable se ha hecho por esta causa, en los actos más graves de las escuelas, tanto que pasa a congruente. Comenzárase a brindar con textos en castellano líquido porque puedan hacer la razón los aguados de erudiciones puras. Véanse, pues, las palabras del licenciado Francisco Bermúdez de la Pedraza en las Antigüedades de Granada. Su tenor procede así:

Llegando con este paseo a las escuelas le da el vejamen el doctor más moderno antes de el grado. Esta palabra, «vejamen», significa decir o fingir con agudeza y gracia, motes y faltas al que se gradúa. Tuvo principio en los pomposos triunfos de los romanos: los cuales ponían un esclavo en el carro del triunfador para que le dijese sus faltas y no se elevase con la gloria del soberbio triunfo. Lo mismo hacen con los que se gradúan de doctores para que la honrosa borla de la ciencia no les de soberbia, presumiendo que han triunfado de la ignorancia.

No solo consuena este autor con la congruencia, empero con la antigüedad del acto: «Tuvo principio en los romanos». Además previene la razón para su ceremonia: «porque no se elevasen». También liquida los materiales de que ha de constar la obra: «Decir o fingir motes y faltas». Ni se olvida de la correlación a nuestro intento: «Porque la honra de la borla de la ciencia».

Lo profano deste uso se ha perdonado siempre por lo moral. Pocas severidades se unieron más con la religión que aquella que resplandeció en el cardenal arzobispo toledano Silíceo. No obstante, la ilustrísima Universidad de Alcalá de Henares celebró su recibimiento, entre otra festivas demostraciones, con ese antiguo acto. No se cuenta que lo vituperase; nadie sabe que lo dejase desaplaudido. El contexto es del doctor don Diego Castejón y Fonseca, obispo de Lugo, gobernador del Arzobispado por el señor infante cardenal presidente de Castilla, después obispo de Tarazona, arcediano de Talavera y marqués de Camarena, del Consejo de dicha. Pónense estas runflas de titulados porque se advierta del cuales pareceres nos debemos descartar. Además se vea qué peso pueden hacer autores de mojigangas en la balanza de varones de tan dignas historias. Sus renglones son los siguientes:

Las alegrías comunes que tocaron a la villa se redujeron a fuegos artificiosos. La Universidad [habla de Alcalá de Henares] seminario de los ingenios y las ciencias, con actos, conclusiones, reclamaciones, grados y vejámenes mostró en público el gozo interior que la acompañaba.

Véase que dice «vejámenes» sin que disonase entre tanta circunspección de solemnidades.

Dentro de nuestros muros hallaremos también defensas. Si por la poca expidición no puede el huevo duro, vaya el pasado por agua al Archivo de la Universidad de nuestras tantas veces noble Sevilla, podrá ser que recoja lo perdido. No sé si aceptará con sus estatutos; por sí o por no, sepa que son confirmados por nuestro muy católico monarca Felipe IV. Juzgo que para que lo sepa conocer necesita de ser tan grande. Halláralos confirmados en el año 1621. Pregunte allí por el título 16 y luego busque quien le lea lo que se sigue, en esta conformidad:

E luego se dé el vejamen, el cual haya de dar el doctor más nuevo de la facultad. E si por justa causa se excusare, el inmediato, y así por los demás teniendo justa causa de excusarse hasta el último. Y si en la facultad no hubiere quien le de el recto entre todos los doctores y maestros de todas las facultades le cometa al que más a propósito le pareciere porque no pueda faltar vejamen. Y este nombramiento de vejamista se haga diez días antes del grado.

Adviértase cuán precisa es tal ceremonia, pues dice el estatuto: «Porque no pueda faltar vejamen».

Esto es cuanto a la oportunidad de esta ceremonia, no extrañada en el mundo hasta que se aparecen en nuestros climas monstruos de allende el mar. Gracias a la providencia, que los conocía Europa antes que sacasen su infición de las aflicciones de la América; vestiglos que llevaron allá ropas fieras que remedaron de pellejos humanos y vuelven acá a acusar mucho, ignorándolo todo.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera