Sócrates y la interpretación de los poetas

Francesc Casadesús Bordoy
Universitat de les Illes Balears
Palma de Mallorca, 30 de noviembre de 2001

Los testimonios de Platón y Jenofonte demuestran que Sócrates mencionó con mucha frecuencia numerosos versos de diversos poetas, entre los que destacan Homero y Hesíodo. Tal volumen de citas requiere un estudio pormenorizado que permita indagar cuáles fueron los motivos que, en cada caso, indujeron a Sócrates a mencionarlos. Una primera aproximación permite colegir que, en muchas ocasiones, Sócrates mencionó determinados versos con una finalidad estética, decorativa, para realzar su propio discurso; en otras ocasiones los utilizó como refuerzo de sus tesis, así como también para refutarlos y ponerlos en evidencia. Por último, destacan los parágrafos en que Sócrates ofreció sus propias interpretaciones de numerosos versos y pasajes.

En cualquier caso, y sea cual sea la finalidad de estas citas, llama poderosamente la atención que Sócrates recurriese con tanta frecuencia al testimonio de los poetas sobre todo si se tiene en cuenta la antigua disputa, la palaiá diaphorá, República 607b, existente entre la poesía y la filosofía y que culmina con la propuesta de expulsión de los poetas de la pólis. Si se analizan con atención ciertos pasajes e informaciones que ofrece al respecto Jenofonte, Recuerdos I, 3, 3-8; II, 1, 20-21; 6, 11-12; 6, 31; III, 1, 4; 2, 1, se capta pronto que Sócrates no tuvo ningún reparo en interpretar de modo personal y sugerente conocidos versos de Homero y Hesíodo. Asimismo, en el Protágoras 339 a-347 a, expresó sus propias opiniones respecto a cómo debían ser interpretadas diversas palabras y expresiones del poema Simónides.

La facilidad con la que Sócrates aborda la exégesis de los poetas contrasta con las opiniones vertidas principalmente en el libro II y III de la República acerca de lo nocivas que pueden ser las interpretaciones que muchos individuos hacen de los versos de los poetas. Resulta muy ilustrativa la dura crítica contra quienes, por diversos motivos, citan a los poetas como testimonio de autoridad para defender sus propias opiniones y actitudes. En este sentido resulta esclarecedora toda la argumentación del pasaje 362e-366b de la República en la que se pone de manifiesto que los poetas no son nocivos por ellos mismos, sino por las interpretaciones que otros, interesadamente, hacen de sus palabras. Lo que repugna a Sócrates en definitiva es que se utilice el testimonio de los poetas como excusa para cometer acciones éticamente injustificables, tal como se afirma explícitamente en República 364b-365 a. Como es sabido, detrás de esta crítica se esconde una lucha por el modelo de paideía que deben recibir los jóvenes de la polis, y lo negativos que son muchos versos para su formación, tal como se lee en República 386c-393b. En este contexto, resulta muy llamativo que en República 393d se reconvierta el poético inicio de la Ilíada en una descripción prosaica de estilo indirecto.

Asimismo, en el Ión 533d-542b se critica a los rapsodas que recitan a Homero porque lo hacen poseídos por el dios y son incapaces de explicar el sentido de lo que dicen. Muchos de los pasajes que recitan los entienden e interpretan mejor los aurigas o los médicos, porque tratan de sus respectivas especialidades.

Con estos antecedentes, la presente exposición intentará demostrar que, tal como se afirma en Protágoras 347b-348b, las interpretaciones de los poetas deben ser evitadas, pero, si estas se producen, deben estar sometidas a una ortodoxia interpretativa que solo puede acometer el filósofo o el especialista. La poesía en manos de los propios rapsodas, el vulgo o de personas malvadas deviene un peligro que hay que evitar. La validez educativa y ética de la poesía está, pues, en función de la interpretación que en cada momento se le dé y, obviamente, Sócrates mencionó a los poetas e interpretó sus poemas porque se sentía capacitado para ello. Finalmente, la exposición quiere someter a discusión si la actitud de Sócrates hacia los poetas fue de condescendencia no exenta de ironía, como demuestran algunos pasajes de Jenofonte, y quien radicalizó sus críticas fue en realidad, Platón.