No es simple el discurso de la verdad. Una aproximación a la retórica en Grecia

Elena Redondo Moyano

1. Los textos más antiguos que conservamos muestran que los griegos tuvieron siempre un gran interés por el dominio de la palabra, por el arte de componer discursos. Y en relación con el discurso aparece siempre el concepto de verdad o falsedad, es decir, la capacidad del lenguaje de referenciar la realidad. Durante la época arcaica se creía que la realidad, el ser, podía ser descrito o expresado por medio de la palabra; si se optaba por describirlo como realmente era, se obtenía un discurso verdadero; si se optaba por no hacerlo, se componía un discurso falso, el cual, no obstante, podía ser perfectamente creíble y convincente para quienes lo escuchaban.

2. La codificación retórica surge en la época clásica, en el marco de la democracia y de la reflexión sobre el papel que el lenguaje jugaba en la nueva sociedad democrática que fue llevado a cabo por los intelectuales de la época (Gorgias, Tucídides/Pericles, Protágoras, Sócrates...). En sus obras podemos constatar que entonces se disuelve la tradicional relación entre realidad y discurso, ya que defienden que una misma realidad puede ser percibida e interpretada de modos distintos y, por tanto, verbalizada, convertida en discurso, de modos diferentes que pueden resultar, no obstante, igualmente convincentes.

Este planteamiento, que legitimaba la defensa de cualquier postura, condujo a una práctica oratoria en la que primaba la eficacia persuasiva frente a cualquier otra consideración ética o política, incluyendo la vida de los ciudadanos y la propia continuidad de la pólis.  De ahí que Platón, abordando la retórica desde el modo de acceder a la verdad, dejara a la retórica, en una primera fase de su pensamiento, fuera del ámbito del conocimiento y, por tanto, sin cabida en su ciudad ideal. Sin embargo, la constatación de que la retórica era necesaria para el gobierno de los estados, le llevó a reconsiderar el papel de la “verdadera retórica” y a aceptarla como “productora de persuasión”, otorgándole un estatus que la acercaba a la filosofía. Aristóteles, basándose en las últimas consideraciones de su maestro Platón, volvió a situar a la retórica entre las materias dignas de estudio, como un arte, y volvió a hacerla depositaria de la verdad, pero no de un modo intuitivo, como sucedía en los primeros textos arcaicos conservados, sino asumiendo toda la reflexión que le había precedido.