Wednesday, 2 de November de 2016
La Tierra puede soportar una gran tormenta geomagnética cada veinte o treinta años
Miguel Herraiz, catedrático de Física de la Tierra, Astronomía y Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid, se dirige al alumnado de la Universidad de Córdoba
Las auroras boreales son el principal reclamo turístico de las islas Lofoten (Noruega). Sin embargo, en 1859 se llegaron a ver estas fantasmagóricas luces verdes esmeralda a 5.000 kilómetros al sur del círculo polar ártico, en las islas Canarias. Fue debido a una tormenta geomagnética, que también afectó a una tecnología entonces puntera: la telegrafía de hilos. Ahora, el fenómeno puede alterar la vida cotidiana por otras razones. Un apagón por otra dejó sin electricidad a millones de personas en Quebec (Canadá). Por eso, hay que estar preparados. El catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Miguel Herraiz ha mostrado el sistema nacional de alertas de tormentas geomagnéticas en el campus de Rabanales de la Universidad de Córdoba (UCO) y ha advertido que se puede dar una cada veinte o treinta años, por lo que es necesario monitorizar la actividad solar.
“Las tormentas magnéticas son una perturbación del campo geomagnético de la Tierra”, define Herraiz, que ha impartido una conferencia a estudiantes de Ingeniería Agronómica, Física y otras disciplinas de ciencias en la UCO. “El Sol puede emitir en ciertos momentos más radiación y partículas que llegan al planeta a través del viento solar. Cuando altera la magnetosfera, se producen estos fenómenos”. En la zona exterior de la Tierra hay un escudo protector que desvía este viento solar, aunque a veces es tan fuerte que las partículas de alta energía que contiene lo modifican y penetran en él.
El origen de las tormentas geomagnéticas está asociado a la actividad de la corona solar. “Tres fenómenos diferentes, como son las erupciones solares, los agujeros coronales o eyecciones de masa coronal, producen esta acumulación de radiación y partículas en el viento solar”, explica el experto. No obstante, esta actividad no tiene por qué derivar en una tormenta geomagnética en la Tierra. “El viento solar es continuo y lo soporta con firmeza la magnetosfera, además es el encargado del espectáculo de las auroras boreales”, resume Herraiz.
El pasado 13 de octubre de 2016, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, emitió una orden ejecutiva para que su país se preparara en los siguientes 120 días para un fenómeno meteorológico extremo. Se trata de una advertencia para estar listo para una próxima tormenta geomagnética. En España, explica Miguel Herraiz, funciona desde hace una década un sistema de alerta denominado SENMES (Servicio Español de Meteorología Espacial), impulsado por las universidades Complutense y de Alcalá de Henares. “Las administraciones se toman muy en serio las notificaciones que desarrollamos”, indica Herraiz, miembro del sistema.
Herraiz explica que aproximadamente cada veinte o treinta años se puede producir una tormenta geomagnética que pueda alterar los sistemas eléctricos y de comunicaciones. En 1967 y 1989 se produjeron dos llamativas. No obstante, no toda la actividad del Sol va dirigida a la Tierra. La última eyección importante de la estrella fue el 23 de julio de 2012, pero no fue en dirección al planeta azul. “Hubiera sido catastrófica”, indica el especialista.
Las tormentas geomagnéticas fueron descubiertas por un astrónomo británico aficionado, Richard Christopher Carrington, en 1859. Observó con su telescopio un fogonazo de luz blanca en el sol y tuvo acceso a datos de magnetismo en el planeta del Observatorio de Greenwich. Asoció las dos ideas y concluyó que la actividad solar tenía repercusión en el electromagnetismo terrestre. Aquel fue el año en el que se observaron auroras boreales en las subtropicales islas Canarias.
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