Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Elegía a la muerte del excelentísimo poeta George de Montemayor”
Autor del texto editado:
Marcos Dorantes, Francisco
Título de la obra:
Cancionero del excelentísimo poeta George de Montemayor, de nuevo emendado y corregido. Dirigido al ilustrísimo señor Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sesa y de Terranova, marqués de Bitonto, conde Cabra, señor de Baena.
Autor de la obra:
Montemayor, Jorge de 1520?-1561
Edición:
Zaragoza: en casa de la viuda de Bartolomé de Nájera, 1562


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Elegía a la muerte del excelentísimo poeta George de Montemayor. Por F. Marcos Dorantes.

Comienza, Musa mía dolorosa,
el funesto suceso y desventura,
la muerte arrebatada y presurosa

de nuestro Lusitano, a quien Natura
hoy llora con muy tierno sentimiento [5]
y representa al mundo su tristura.

Mi ronca voz resuene, y lleve el viento
mis concentos también enronquecidos,
bastantes a mover el firmamento.

De en uno en uno vayan esparcidos, [10]
dando indicio del crudo y fiero asalto
de gente en gente a todos los nascidos.

Y con ligero vuelo y veloz salto
primero a Lusitania se encaminen,
hacia Montemayor sublime y alto. [15]

Y allí no sólo hieran e lastimen
los tiernos corazones, mas a lloro
a las más duras peñas aun inclinen.

Mas Fortuna por tierra le ha prostrado,
de nuestro mal y daño deseosa, [20]
privándonos de un tan felice estado.

La inexorable Parca y rigurosa
cortó con gran desdén su dulce hilo
con inmatura muerte y lastimosa.

Quejose de esto Amor y hilo a hilo [25]
las lágrimas su rostro van bañando,
por verse enajenado de su estilo

El carcaj y los tiros va arrojando,
valor menospreciando y poderío,
y el arco con furor despedazando. [30]

Con alas caídas y sin brío
su blando rostro hiere con la mano,
como quien pierde hoy todo el señorío.

Y, así como en la muerte de su hermano
Eneas los sollozos le impidían [35]
la voz, crudo lamento e inhumano,

del mesmo oficio agora le servían,
e los cabellos de oro en torno echados
sus orientales perlas rescibían.

No pueden ser de Venus enjugados [40]
porque está de favor necesitada,
según tiene los suyos maltratados.

Confusa queda, triste y lastimada
no menos que en aquel infausto día
que de su dulce Adonis fue privada. [45]

Sus manos delicadas retorcía,
y tanto el sentimiento la aquejaba,
que el aire con sospiros encendía.

De Palas tiene invidia, que mostraba
con la sobrada pena consumirse, [50]
y más ser inmortal la atormentaba.

Cual suele en el verano derretirse
del céfiro la nieve sacudida
y en abundosas aguas convertirse,

tal de sus ojos sale y tan crescida [55]
el agua con que el campo está bañado,
llorando aquesta fúnebre partida.

De la muerte mil veces se ha quejado,
y del fatal desastre, y del destino
impío, cruel, nefando, acelerado. [60]

Paréscele muy grande desatino
vivir, y holgara a muerte sujetarse
y permutarle el hado y ser divino.

Procura algunas veces esforzarse
en medio del dolor más excesivo [65]
para plañir de nuevo y lamentarse.

Ya fenesció su bien, ya su tesoro,
ya su luz, resplandor y su centella,
ya su valor, sus prendas y decoro.

Ya escureció el lucero, ya la estrella [70]
por el quien el mismo Febo se regía,
mas, ay, ¿quién sufrirá la falta de ella?

Ya su dulce concento y melodía,
su ingenio, suavidad y sutileza,
su ser, estilo, gracia y armonía. [75]

Los de Payva, y de Pina y su nobleza
demuestren cuánto más justo les fuera
morir que no dar muestras de tristeza.

Con inhumana mano, cruda y fiera
la demás gente rompa el duro pecho, [80]
pues se eclipsó su sol, su nueva esfera.

Tú, célebre Mondego, con despecho
detén tus sacras ondas presurosas,
sabrás el grave caso y triste hecho.

De tus hondas cavernas tenebrosas [85]
levanta tu cabeza, codicioso
de abrir todas tus venas abondosas.

No pongas a tus lágrimas reposo,
mas en tanta abundancia se derramen,
que al Gange y Nilo excedan caudaloso. [90]

De tus húmidas fuentes tantas manen,
que no pueden caber en tus riveras
y en las del vasto mar apenas paren.

Y tus hermosas ninfas las primeras
se cubrirán de hoy más funesto velo, [95]
las del Tajo las sigan lastimeras.

En tierno llanto amargo y triste duelo
procuran pasar toda la vida,
pues esto la serán mayor consuelo.

Ni a la madeja de oro que escondida [100]
bajo el verde cendal está perdonen,
que a nuestro Lusitano está ofrecida.

De hoy más al verde soto nunca asomen,
ni al valle umbroso, rústica campaña,
con dolor su apetito proprio domen. [105]

No solo Portogal, mas toda España
conozcan cuán gran parte le ha cabido
de aqueste duro caso y grave hazaña.

El Mincio y Posamoso ya rindido
estaba a nuestro George venturoso, [110]
a quien no poca invidia acá ha tenido.

Ninguna ha habido entre ellos tan dichoso
que llegar a este monte haya intentado,
que no quede corrido y vergonzoso.

Y con semblante fiero, triste, esquivo, [115]
las lágrimas congela, y suspendidas
se muestran en sus ojos bien al vivo.

Después, de tropel bajan esparcidas,
de fuentes muy más fértiles saliendo
y de mejillas más humedescidas. [120]

Por rostro, pecho y seno van corriendo,
ni en el regazo quieren aun pararse,
la tardanza del lloro reprehendiendo.

Cual suele Filomela querellarse
en las umbrosas selvas de Tereo, [125]
sin del suceso de Itis olvidarse;

cual fue llorado el hijo de Oeneo
de las aves que el pecho desgarraban
con sus picos, plañiendo el caso feo,

tales su grande falta lamentaban [130]
las hijas de Mnemósine famosas
y con tales extremos se quejaban.

No se muestran agora deseosas
de Aganipe gustar, como solía,
más de siempre plañir más codiciosas. [135]

No las pudo ayudar la Poesía
a sentir y llorar el caso extraño
o a las hacer siquiera compañía,

porque con cauteloso ardid y engaño
la muerte la previno en aquel punto, [140]
que sintió toda España un mal tamaño,

que conosciendo estaba el cuerpo junto
de ella con nuestro George y le animaba,
el uno con el otro hizo defunto.

Y, como en cualquier caso la quedaba [145]
poco espacio de vida, quiso luego
privar de ella a quien ya sin ella estaba.

Si cuando vio entregar al voraz fuego
la poesía a Hesíodo y a Homero
no dio muestras de algún desasosiego; [150]

si cuando a Esquilo y Sófocles sincero,
y a Arquíloco y Sofrón siracusano
jamás mostró el semblante lastimero;

si cuando el veronés y el mantüano
y el sulmontés murieron no se ha muerto, [155]
o cuando murió Mena o Feliciano,

fue porque conosció que vendría cierto
nuestro insigne poeta a sustentalla
con su estilo suavísimo y experto.

Y, pues con él murió, nadie buscalla [160]
pretenda desde el uno al otro polo,
que por demás será poder hallalla.

Ya no más Musas, ya no más Apolo,
pues que la Poesía queda muerta
y aquel que fue entre todos uno solo. [165]

Ninguna sacra fuente descubierta
esté en Pimpla, Libethro y Helicona,
ni en Parnaso a ninguno se dé puerta.

De hoy más nadie pretenda haber corona
de murta, ni arrayán ni verde lauro [170]
ni del árbol que Alcides se corona.

Desde el excelso Calpe al monte Tauro
se sienta esta desgracia y desventura
y desde el indo Idaspe hasta el Metauro.

¿Quién cantará de Venus la hermosura, [175]
la gracia, suavidad y la belleza?
¿Quién el divino adorno y apostura?

¿Quién del tierno Cupido la aspereza,
los incumbrados hechos, las hazañas,
el insano furor y la braveza? [180]

¿Y quién enternescidas las entrañas
del belicoso Marte, y los engaños
de Vulcano soez y astutas mañas?

¿Y quién mil accidentes tan extraños
de amor y desamor descantaría, [185]
y de engaños dos mil y desengaños?

¿Quién con tanta destreza contaría
de las hermosas ninfas los amores?
¿Quién con tanto decoro escribiría?

¿Y quién de los rústicos pastores [190]
y de lascivos sátiros y faunos
y de otros semideos inferiores?

¿Y quién, contra el juicio de hombres vanos,
los escuros autores ha tornado
de escabrosos clarísimos y llanos? [195]

Sólo Montemayor aquesto ha obrado
con su divino espíritu, a quien nos quita
la Parca con su golpe acelerado.

Mas no muere, pues vemos resuscita
su fama con sus obras excelentes [200]
después que en el empíreo cielo habita.

Tiñiendo van las aguas y corrientes
desde el famoso Ibero discurriendo
hasta el oriental Indo y sus vertientes,

e irá tan grandes fuerzas adquiriendo, [205]
toda la tierra en torno rodeando,
que ningún caso adverso irá temiendo.

No la podrá Fortuna ir contrastando,
no el áspero furor del crudo viento,
no las ondas del mar amenazando, [210]

ni la muerte cruel a perdimiento
la traerá jamás en tiempo alguno,
mas siempre crescerá con más aumento.

Y más que de poeta otro ninguno
durará su memoria entre las gentes [215]
contra el livor del ínvido importuno.

En olvido pasados y presentes
quedarán con su estilo comparados,
con sus agudos dichos y eminentes.

Serán primero más que nieve helados [220]
del claro sol los rayos que perezca
su fama ni sus hechos señalados.

Primero faltarán (que mal la empezca)
del mar las aguas, peces, las arenas,
y del aire las aves, que fenezca. [225]

La cual, después sintiendo cuán ajenas
están todas las gentes de consuelo,
antes de descontento y pena llenas,

al claustro celestial con sumo vuelo
se irá, nuestro hemisfero atrás dejando, [230]
ganosa de habitar el alto cielo,
del cual Montemayor está gozando.






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera