Título del texto editado:
“Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo I.[Biografía de] Esteban Manuel de Villegas”
Don Esteban Manuel de Villegas nació en la ciudad de Nájera, provincia de La Rioja, por los años de 1595; fue de familia
noble
y distinguida,
oriunda
de Pie de Concha, en la montaña. Pasó en Madrid los primeros años de su
juventud,
donde verosímilmente se dedicó al estudio de las
Humanidades,
y a los
14
fue a estudiar a la Facultad de Leyes a la Universidad de Salamanca; pero inclinado más su grande
ingenio
a la amenidad de las buenas
letras,
las miró como centro de sus conatos. Así se hizo tan
consumado
en los idiomas Griego y Latín, que a los
14
años de su edad se halló capaz no solo de
trasladar
a nuestra lengua y a nuestra poesía las
gracias
y primores de los mayores oráculos de la
lírica,
Anacreonte y Horacio, sino de
copiar
y aun
mejorar
sus galas y excelencias con producciones
originales
como se ve en sus
Eróticas
o
Amatorias,
que limó a los 20 años y
publicó
a los 23 de su
edad,
en el de 1618. Restituido después a su patria, Nájera, para el gobierno de su hacienda y asistencia de su
madre
viuda, volvió con la quietud del
retiro
a entregarse a la pasión de las letras y al
comercio
de las musas, hasta que en el año de 1626 determinó colocarse en el estado de
matrimonio,
que contrajo con doña Antonia de Leyva Villodas, mujer de admirables prendas y muy correspondiente en distinción y
nobleza,
de la cual logró abundante fruto de fecundidad en seis hijos, aunque solas tres llegaron a colmo y a estado de sobrevivir a su padre, por lo cual faltó la línea varonil de este grande hombre. Entabló por medio de algunos
ministros
y personajes que estimaban sus admirables
talentos
varias pretensiones de algún destino honorífico, que ayudado de la poca hacienda de su casa le proporcionasen una
subsistencia
decente y le pusiesen en estado de concluir los grandes proyectos literarios que tenía en planta; pero no tuvo la felicidad de conseguir algún puesto de entidad, no obstante que obtuvo cierta
tesorería
de rentas por el rey en Nájera, porque persiguió la
desgracia
a este
grande
ingenio, como comúnmente ha ejecutado con los hombres más eminentes. Esta fue la causa de que no brillasen en público los relevantes
talentos
de que fue dotado, y de que no llegasen sus memorias con otra solemnidad hasta nuestros días. Finalmente, destituido de toda esperanza en sus pretensiones, se
retiró
de ellas y acogió al sagrado de su filosofía y de su tierra, donde de resultas de una grave enfermedad murió en el día 3 de septiembre de 1669, a los
74
de su edad. Para prueba del superior talento y profunda
sabiduría
de este grande hombre, bastarían sus célebres
poesías,
que intituló las
Eróticas,
e
imprimió
a su costa en Nájera en el citado año 1618, como la primera y la
mejor
de las producciones de nuestro autor. Todas las gracias y
primores
que se aplauden y sirven de modelo en los más
célebres
poetas de la Antigüedad, se encuentran repetidamente esparcidas en estas obras: la
dulzura
de Anacreonte, la sencillez de Teócrito, la suavidad de Horacio, la belleza de Catulo; y en fin, cuanto puede acreditar y constituir un gran poeta, que
ilustrado
con el inmenso estudio, le hicieron consumado entre los de su nación, e igual que los más célebres de la Antigüedad. La
inclinación
de nuestro Villegas a las bellas letras, y principalmente a la poesía, le hubieran facilitado los más dilatados
progresos
en esta parte de la literatura, que solo fue su ejercicio de juventud; pero atendiendo a sus aumentos y necesaria colocación y considerando por otra parte el poco
aprecio
con que se miraba este género de trabajos, le movieron a
despedirse
de las musas y entregarse a otra especie de tareas, de que le redundase más
beneficio,
cual fue la crítica y corrección de muchos autores de la Antigüedad, de que llegó a componer dos volúmenes latinos en folio con este título:
Variae Philologiae, sive Dissertationum Criticarum, etc.
Obra por cierto grande y digna de su delicado juicio y
erudición
inmensa,
y merecedora de haber visto la luz pública para honor de la nación y mayor
crédito
de su autor; pero no habiendo podido proporcionar los medios que solicitaba para su impresión, quedó
inédita
y oscurecida por más de 120 años, hasta hoy, que para en poder del doctísimo padre Sarmiento, benedictino. Otro códice también original en español se conserva en la librería del colegio mayor de Cuenca, que contiene
Cartas políticas y literarias,
escritas por nuestro Villegas a don Lorenzo Ramírez de Prado, y al fin una bella Sátira contra las malas
costumbres
de su tiempo; y así este como los antecedentes están escritos de su propia mano. Otro de los trabajos que emprendió nuestro autor cuando abandonó el de la poesía, fue la
Glosa al Código Teodosiano,
y en efecto constan algunos apuntamientos que hizo sobre esta obra, pero quedaron sepultados en el olvido, así como el
Etimológico Historial
que proyectaba, el
Antiteatro,
la
Tragedia de Hipólito,
traducida
de Eurípides, y otras, que dice nuestro autor pensaba publicar y corrieron la misma desgracia. La única obra que logró la luz pública, y la última que compuso, fue la célebre traducción de los cuatro primeros libros de los cinco de
Consolación
de Severino Boecio, y se imprimió en Madrid en 1680 en 8º en prosa y verso, siguiendo el mismo método de su autor, tan perfecta y excelente, con particularidad en la poesía, que no se echa menos el espíritu y valentía del original; y es tan rara hoy, que apenas se conoce, ni la conoció don Nicolás Antonio para enunciarla en su biblioteca, pero se comunicará al público con otras piezas inéditas de este doctísimo español en la reimpresión de sus obras, tantas veces ofrecida como deseada de los eruditos. El elogio que le hace Lope de Vega en su
Laurel de Apolo
es el siguiente:
Aspire luego del
Parnaso
al monte
el
dulce
traductor de Anacreonte,
cuyos
estudios
con perpetua gloria
libraron del olvido su
memoria,
aunque dijo que todos se escondiesen,
cuando los rayos de su
ingenio
viesen.