Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo I.[Biografía de] Esteban Manuel de Villegas”
Autor del texto editado:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Título de la obra:
Parnaso español. Colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos. Tomo II
Autor de la obra:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Edición:
Madrid: Joaquín Ibarra, 1770


Más información



Fuentes
Información técnica






Don Esteban Manuel de Villegas nació en la ciudad de Nájera, provincia de La Rioja, por los años de 1595; fue de familia noble y distinguida, oriunda de Pie de Concha, en la montaña. Pasó en Madrid los primeros años de su juventud, donde verosímilmente se dedicó al estudio de las Humanidades, y a los 14 fue a estudiar a la Facultad de Leyes a la Universidad de Salamanca; pero inclinado más su grande ingenio a la amenidad de las buenas letras, las miró como centro de sus conatos. Así se hizo tan consumado en los idiomas Griego y Latín, que a los 14 años de su edad se halló capaz no solo de trasladar a nuestra lengua y a nuestra poesía las gracias y primores de los mayores oráculos de la lírica, Anacreonte y Horacio, sino de copiar y aun mejorar sus galas y excelencias con producciones originales como se ve en sus Eróticas o Amatorias, que limó a los 20 años y publicó a los 23 de su edad, en el de 1618. Restituido después a su patria, Nájera, para el gobierno de su hacienda y asistencia de su madre viuda, volvió con la quietud del retiro a entregarse a la pasión de las letras y al comercio de las musas, hasta que en el año de 1626 determinó colocarse en el estado de matrimonio, que contrajo con doña Antonia de Leyva Villodas, mujer de admirables prendas y muy correspondiente en distinción y nobleza, de la cual logró abundante fruto de fecundidad en seis hijos, aunque solas tres llegaron a colmo y a estado de sobrevivir a su padre, por lo cual faltó la línea varonil de este grande hombre. Entabló por medio de algunos ministros y personajes que estimaban sus admirables talentos varias pretensiones de algún destino honorífico, que ayudado de la poca hacienda de su casa le proporcionasen una subsistencia decente y le pusiesen en estado de concluir los grandes proyectos literarios que tenía en planta; pero no tuvo la felicidad de conseguir algún puesto de entidad, no obstante que obtuvo cierta tesorería de rentas por el rey en Nájera, porque persiguió la desgracia a este grande ingenio, como comúnmente ha ejecutado con los hombres más eminentes. Esta fue la causa de que no brillasen en público los relevantes talentos de que fue dotado, y de que no llegasen sus memorias con otra solemnidad hasta nuestros días. Finalmente, destituido de toda esperanza en sus pretensiones, se retiró de ellas y acogió al sagrado de su filosofía y de su tierra, donde de resultas de una grave enfermedad murió en el día 3 de septiembre de 1669, a los 74 de su edad. Para prueba del superior talento y profunda sabiduría de este grande hombre, bastarían sus célebres poesías, que intituló las Eróticas, e imprimió a su costa en Nájera en el citado año 1618, como la primera y la mejor de las producciones de nuestro autor. Todas las gracias y primores que se aplauden y sirven de modelo en los más célebres poetas de la Antigüedad, se encuentran repetidamente esparcidas en estas obras: la dulzura de Anacreonte, la sencillez de Teócrito, la suavidad de Horacio, la belleza de Catulo; y en fin, cuanto puede acreditar y constituir un gran poeta, que ilustrado con el inmenso estudio, le hicieron consumado entre los de su nación, e igual que los más célebres de la Antigüedad. La inclinación de nuestro Villegas a las bellas letras, y principalmente a la poesía, le hubieran facilitado los más dilatados progresos en esta parte de la literatura, que solo fue su ejercicio de juventud; pero atendiendo a sus aumentos y necesaria colocación y considerando por otra parte el poco aprecio con que se miraba este género de trabajos, le movieron a despedirse de las musas y entregarse a otra especie de tareas, de que le redundase más beneficio, cual fue la crítica y corrección de muchos autores de la Antigüedad, de que llegó a componer dos volúmenes latinos en folio con este título: Variae Philologiae, sive Dissertationum Criticarum, etc. Obra por cierto grande y digna de su delicado juicio y erudición inmensa, y merecedora de haber visto la luz pública para honor de la nación y mayor crédito de su autor; pero no habiendo podido proporcionar los medios que solicitaba para su impresión, quedó inédita y oscurecida por más de 120 años, hasta hoy, que para en poder del doctísimo padre Sarmiento, benedictino. Otro códice también original en español se conserva en la librería del colegio mayor de Cuenca, que contiene Cartas políticas y literarias, escritas por nuestro Villegas a don Lorenzo Ramírez de Prado, y al fin una bella Sátira contra las malas costumbres de su tiempo; y así este como los antecedentes están escritos de su propia mano. Otro de los trabajos que emprendió nuestro autor cuando abandonó el de la poesía, fue la Glosa al Código Teodosiano, y en efecto constan algunos apuntamientos que hizo sobre esta obra, pero quedaron sepultados en el olvido, así como el Etimológico Historial que proyectaba, el Antiteatro, la Tragedia de Hipólito, traducida de Eurípides, y otras, que dice nuestro autor pensaba publicar y corrieron la misma desgracia. La única obra que logró la luz pública, y la última que compuso, fue la célebre traducción de los cuatro primeros libros de los cinco de Consolación de Severino Boecio, y se imprimió en Madrid en 1680 en 8º en prosa y verso, siguiendo el mismo método de su autor, tan perfecta y excelente, con particularidad en la poesía, que no se echa menos el espíritu y valentía del original; y es tan rara hoy, que apenas se conoce, ni la conoció don Nicolás Antonio para enunciarla en su biblioteca, pero se comunicará al público con otras piezas inéditas de este doctísimo español en la reimpresión de sus obras, tantas veces ofrecida como deseada de los eruditos. El elogio que le hace Lope de Vega en su Laurel de Apolo es el siguiente:

Aspire luego del Parnaso al monte
el dulce traductor de Anacreonte,
cuyos estudios con perpetua gloria

libraron del olvido su memoria,
aunque dijo que todos se escondiesen,
cuando los rayos de su ingenio viesen.






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera