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Título del texto editado:
“Breve discurso del licenciado Luis Tribaldos de Toledo sobre la vida de Francisco de Figueroa”
Autor del texto editado:
Tribaldos de Toledo, Luis 1558?-1634
Título de la obra:
Obras de Francisco de Figueroa, laureado Píndaro español. Publicadas por el licenciado Luis Tribaldos de Toledo, cronista mayor del rey nuestro señor por las Indias, bibliotecario del conde de Olivares, duque y gran canciller. Dedicadas a don Vicente Noguera, referendario de ambas signaturas de su Santidad, del Consejo de las dos Majestades Caesarea y Católica, gentilhombre de la Cámara del serenísimo archiduque de Austria Leopoldo. Con todas las licencias necesarias.
Autor de la obra:
Figueroa, Francisco de
Edición:
Lisboa: Pedro Craesbeeck, 1625


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Breve discurso del licenciado Luis Tribaldos de Toledo sobre la vida de Francisco de Figueroa


Por que la célebre memoria de Francisco de Figueroa no deje de redundar en los que no le vieron diré brevemente lo que a la mía ocurriere de su vida. Siquiera una moderada noticia de sus buenas partes, en tanto que los de su alcurnia, a quien toca el saberlo, publican con más particularidad el progreso de sus acciones, porque yo, aunque alcancé a vivir en su tiempo en Alcalá de Henares, sólo le vi de lejos en la Universidad, como dijo del otro Ovidio: « Virgilium vidi tantum …». Mas por mi afición a sus versos me hallo capaz de hacer las siguientes advertencias, habidas ya de leción ya de personajes fidedignos que le trataron o tuvieron información de quien con él comunicó familiarmente.

Fue de tan pocas palabras y procedió con tanto secreto y desprecio de vanidad Francisco de Figueroa, que aun su misma familia que hoy vive (según me afirmaron en Madrid regentes de varias Facultades de Alcalá, que cada día por vecindad la habían largo tiempo comunicado) no sabía dar otra razón de su vida a los curiosos más de que fue natural de aquella villa y Universidad insigne de Alcalá, de casa noble, con el apellido de Figueroa. Esta denominación es muy ilustre en toda España después que los cinco hermanos gallegos entre La Coruña y Betanzos quitaron por fuerza de armas junto a unas higueras, que en gallego llaman figueiras, las doncellas que indignamente se llevaban por parias al árabe Abderramán el segundo, rey de la mayor parte de España, y fueron causa de que el rey Ramiro de León, cerca del año de Cristo nuestro señor de 844, con tal ejemplo se moviese a negar semejante tributo, como lo hizo, dejando libres sus reinos de tan infame gabela o peaje. Desde entonces tomó aquella casa, que allí es solariega, el renombre de Figueroa y por blasón cinco hojas verdes de higuera en campo de oro, de la cual desciende por línea feminina la mayor parte de la nobleza de España, más, por varonía no interrumpida en estos ochocientos años, la ilustrísima casa de Feria, que hoy posee el excelentísimo príncipe y señor don Gómez Suárez de Figueroa y Córdoba, tercer duque de Feria, marqués de Villalba, virrey antes del reino de Valencia y agora, en 1625, gobernador de Milán y capitán general en Italia, adonde con raro valor y prudencia felicísimamente administra, maneja y rige las armas de nuestro monarca Filipe IV, igualándose a los grandes capitanes que celebra la antigüedad, del cual satius, como dice Salustio de su Carthago, nihil quam parum dicere; y no solo descienden las filiaciones de esta antiquísima casa, como son los marqueses de Priego y Celada, los condes de los Arcos y Añover, mas también muchos caballeros de este apellido, entre los cuales podemos con buen título contar a Francisco de Figueroa, pues nos consta de la nobleza e hidalguía de sus predecesores y que siempre vivieron como gente grande y lucida, y así muy estimada de los contemporáneos de su patria. Y, si bien es verdad que en cualquier nación suele haber diferentes linajes que solo convienen en el nombre o sobrenombre sin tener en otra cosa parentesco alguno ni deberse en calidad nada entre sí, pero en este concurrieron tantas circunstancias, que parece nos sacan de esta duda; entre ellas es una que, con ser este célebre ingenio tan modesto y preciarse de tanta humanidad, jamás permitió le nombrasen en regimiento ni otro cargo público en Alcalá, guardando en esto su punto con tan particular atención, que dio a entender ser cosa poco decente a su calidad y que agraviaría en acetarla a la de sus pasados, haciéndose igual a otros de menos porte y reputación.

Fue este generoso sujeto desde su tierna edad inclinado a las buenas letras y, hallándose natural de tan insigne academia, se dio de manera a su estudio, que brevemente alcanzó nombre de agudo y bien fundado en ellas entre todos los más aventajados de su tiempo. Siendo mancebo pasó a Italia, donde parte fue soldado y parte prosiguió su intento en las letras, en Roma, Boloña, Sena y no sé bien si en Nápoles, señalándose particularmente en la poesía castellana y toscana, con tanta maravilla de aquella nación tan poco aficionada a la gloria de España, que por sus versos, adornados de graves y sutiles concetos y admirable propiedad en lenguaje y disposición, no le pudo negar el epíteto de DIVINO ni el laurel que después de Petrarca ninguno tan conocidamente mereció. De este buen reconocimiento italiano le quedó otro no menor con todos los estranjeros de tal suerte, que tenían en él un patrón general que con entrañas de padre los honraba y favorecía, haciendo sus partes en cualesquier ocasiones, regalándolos, ayudándolos y acariciándolos, por donde de todas naciones vino a ser poco menos que adorado. De su residencia en Sena y fama de su poesía alternada en ambas lengua, castellana y toscana, Juan Verzosa aragonés, natural de Zaragoza y entretenido del emperador Carlos quinto y después del rey don Felipe II en Roma para negocios importantes a su corona, hace mención en una de sus Epístolas, que en verso latino con el mismo donaire y elegancia de Horacio escribió a príncipes y hombres calificados, entre los cuales estimó por dignísimo a Francisco de Figueroa, con quien tuvo grande amistad, dirigiéndole luego en el primer libro la cuarta, que se sigue tras la del rey, don Luis de Ávila y Zúñiga, comendador mayor de Alcántara, Gonzalo Pérez, secretario de estado, con estas palabras:

Tu ducis choreas, dulcesque decenter amores
et lusus senis tractas &c.


De donde se comprehende claramente que los entretenimientos de Francisco de Figueroa en Sena eran de caballero galán y estudioso, sin escusar algunas diversiones juveniles; y en lo que dice «Et lingua perges alterna pangere versus» vemos cómo le fue familiar el componer en las dos lenguas ya dichas versos alternados en la forma, que en lugares de sus obras se podrá ver en excelentes estancias y tercera rima, sin merecer por ello reprehensión, como algunos ignorantes podrán pensar; antes, con gala y a ejemplo de grandes poetas latinos, como Lucilio, Ausonio y otros notables ingenios que con razón de esta mezcla se preciaron; porque hizo Figueroa el caudal de las lenguas toscana y castellana que los antiguos de la griega y latina, no sin fundamento, pues son tan copiosas y elegantes como las más copiosas y elegantes de aquel siglo.

Vuelto después de esta peregrinación a España, casó noblemente en Alcalá, su patria natural, de cuyo matrimonio resultó y hay sucesión. Dio algunos años después, en el de 1579, vuelta con don Carlos de Aragón, primer duque de Terranova, a Flandes, persuadido de aquel señor, que sin duda le estimó por el primer hombre de España en letras, prudencia, discreción, ánimo generoso y cortés; al tiempo de esta jornada escribió aquella inimitable imitación de Horacio, libro 2, ode 14, que comienza

Cuitada navecilla,
por mil partes hendida
y por otras dos mil rota y cascada,
tirada ya a la orilla
como cosa perdida, &c.,


donde no solo parece imitar, sino igualar y aun exceder al Venusino en gala, copia, realce de pensamientos, pureza de idioma y todo lo que un escelente poeta es obligado a hacer con eminencia.

Tuvo, asimismo, muy estrecha familiaridad con don Juan de Mendoza, segundo marqués de Montesclaros, padre del que hoy lo es y tiene el mismo nombre, que, habiendo insignemente gobernado todo el Nuevo Mundo en los dos virreinatos de Nueva España y Perú con grande opinión de méritos y virtudes, es de los Consejos de Estado y Guerra; a su padre, pues, que fue un gran señor y en materia de poesía de relevado ingenio, asistió y acompañó algún tiempo nuestro Francisco de Figueroa, y entonces le dedicó aquellos gentiles tercetos italo-castellanos cuyo principio es

Montano, che nel sacro e chiaro monte
de las hermanas nueve coronado
di allori e palme la famosa fronte.


Retirose, en suma, a su patria y río Henares, donde gastó el resto de su vida tan admirado de toda la villa y Universidad, que yendo a las escuelas llevaba tras sí los ojos de la flor de ellas. Y sucedió entrar en el general de Retórica, donde en lugar superior la leía el gran maestro Martín de Segura, que lo fue mío, y, con ser un hombre tan grave, que no se inclinaba por leves respetos, y tan recatado como eminente, viéndole honrar su profesión, siendo él como era la verdadera honra de ella, cortando el hilo al asunto que llevaba, con grande veneración le hizo en latín una arenga tan elocuente y un encomio tan digno de la grandeza de ambos como si hubiera entrado a oírle el mayor prelado o el más insigne príncipe de aquel tiempo, con los cuales solamente, y aun raras veces, usaba de este cumplimiento, cosa que celebraron todos sus concurrentes y los demás profesores de otras Facultades con sus discípulos; y corrió la voz por toda la nobleza de la villa, donde se hizo demostración de la estima con que el caso se graduó, y no sin causa justa, siendo esta honra tal, que primero Anibal y después el gran Pompeyo, tan grandes príncipes y tan valerosos capitanes, la apetecieron y alcanzaron en sus tiempos, juzgándola por ilustre y muy particular.

En estos días ya no trataba de poesía, sino de materias de diferente punto, según la madureza de su edad, en cuya lozanía escribió cosas dignas de perpetua recordación, como se puede ver en esto poco suyo que de los naufragios del tiempo nos ha quedado, que es un verdadero dechado de la poesía lírica española. Pudieran salir a luz otras obras admirables si, ultra de esto, su dueño con tan generoso espíritu como las escribió no las desestimara, mandando, como otro Virgilio, a la hora de su muerte quemar todas, y aun estas pocas rimas se perdieran a no venir antes a las manos de don Antonio de Toledo, señor del Pozuelo, grande amigo suyo, y de allí habérseme comunicado, y algunos años después haberlas yo dado a mi discípulo el mal logrado señor don Juan de Tasis, II conde de Villamediana, el cual las presentó al señor don Vicente Noguera, del Consejo de su Majestad Católica en la suprema suplicación de los reinos de Portugal, que, por haberme hecho otra vez cortesía de ellas y por tantas letras y erudición como le ilustran y ennoblecen, se las dedicó, dando orden que se estampen luego, donde parece en cierto modo que estas poesías imitaron los pasos y jornadas del ceptro de Agamenón, del cual cuenta Homero que, habiéndole fabricado Vulcano con singular maestría, lo presentó a Júpiter, y él a Mercurio, y éste a Pélope, del cual sucedió en Atreo, y de allí en Tiestes, que lo dejó al gran caudillo del campo griego sobre Troya; así del museo de su inventor vino este tesoro de mano en mano a parar en el príncipe de la lengua griega y general de otras diversas, el señor don Vicente Noguera, a quien se deberá de hoy más derechamente su regeneración, pues faltando este arrimo y ocasión venida de su liberalidad quedara sepultado con su mismo autor en Alcalá, donde, después de haber sido un oráculo universal, acabó sus felices días prohibiendo modestamente todas las memorias que tanto supo merecer en vida, mas no me pudo quitar el levantarle esta, la cual quisiera que, por de tal sujeto, fuese de perpetua duración.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera