Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo II.[Biografía de] Garcilaso de la Vega”
Autor del texto editado:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Título de la obra:
Parnaso español. Colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos. Tomo II
Autor de la obra:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Edición:
Madrid: Joaquín Ibarra, 1770


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Fuentes
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Garcilaso de la Vega, caballero de la orden de Alcántara, nació en la ciudad de Toledo, año de 1503. Su padre fue Garcilaso de la Vega, comendador mayor de León y embajador de los Reyes Católicos en Roma, e hijo del gran caballero y poeta Hernán Pérez de Guzmán, y su madre doña Sancha de Guzmán, ambos de esclarecida estirpe y señores de las villas de Cuerva, Batres y Los Arcos. Desde sus tiernos años se empleó nuestro Garcilaso en servicio del Emperador, y a los 24 de su edad casó con doña Elena de Zúñiga, dama de la reina de Francia, madama Leonor, señora de igual calidad y gran caudal, de cuyo matrimonio tuvo a Garcilaso de la Vega, que habiendo heredado con el nombre el valor de su padre, murió valerosamente en la defensa de Ulpiano antes de cumplir los 25 años de su edad; a don Francisco de Guzmán, religioso en Santo Domingo, donde tomó el nombre e fr[ay] Domingo de Guzmán, y a don Lorenzo de Guzmán. Acompañó nuestro Garcilaso al Emperador en todas las jornadas que hizo, señalándose en las funciones como valentísimo soldado, cumpliendo con lo que debía al esplendor de su sangre, particularmente en la defensa de Viena y sitio de Túnez, donde salió herido en el rostro y en un brazo. Acabada esta jornada volvió a Nápoles, desde donde fue desterrado por el Emperador a una isla del Danubio por causa, entre otras, de haber cooperado a cierto matrimonio intentado por un sobrino suyo. Después, por los años de 1536, formando campo el Emperador en el Piamonte, lo llevó consigo, fiándole el mando de once banderas de Infantería, con que entrando por la Provenza hasta Marsella, y retirando al ejército enemigo la vuelta de Italia, en un lugar de la orden de San Juan cerca de Fregius, mandando el Emperador batir una torre en que se habían hecho fuertes cincuenta paisanos arcabuceros franceses, Garcilaso, con intrépido corazón, se arrojó de los primeros escalando un portillo, de donde arrojando una piedra le dio en la cabeza y derribó malherido, y llevado en los reales a Niza, murió de la herida a los 21 días del golpe, y a los 33 años de su edad, en el de 1536. Fue tal la indignación del Emperador, que en venganza de la muerte de un varón tan ilustre, hizo pasar todos los villanos de la guarnición a cuchillo. En el año de 1538 fue traído el cuerpo de Garcilaso del convento de Santo Domingo de Niza y trasladado al de San Pedro Mártir de Toledo al sepulcro de los Señores de Batres, sus antecesores, con su hijo mayor Garcilaso. Garcilaso de la Vega fue de gallarda presencia, hermoso rostro, la barba larga y grande gentileza personal, adornado de nobilísimo natural y ánimo esforzado, con otras gracias y habilidades, particularmente en la música para la vihuela y harpa, en que fue diestrísimo. Por la excelencia de su ingenio fue llamado con razón “Príncipe de los poetas castellanos de su tiempo” y “el Petrarca de la poesía castellana”, pues a él y a su compañero y amigo Juan Boscán le debe el alto grado de perfección, majestad y cultura a que llegó en su mayor aumento, introduciendo en ella no el ritmo, endecasílabo y demás especies de composiciones de versos largos, como algunos creyeron, pues estos ya eran conocidos en la poesía castellana muchos años antes de Garcilaso, sino extendiendo este mismo uso y haciéndole casi general en nuestra versificación, con la introducción del buen gusto, la gala, el decoro, la imitación de los grandes maestros de la Antigüedad y demás ornatos y perfecciones en que consiste la verdadera poesía, operación que fue más fácil a nuestro Garcilaso que a otro ningún poeta castellano, porque ayudado de su sublime ingenio y la lección de los antiguos, pudo imitar y exceder a los más célebres modernos de la Italia, a los cuales trató y comunicó íntimamente, de suerte que, a no haberle arrebatado la muerte en la flor de su juventud, no tuviera nuestra nación que envidiar a ningún poeta, aun entre los más célebres de los griegos y los latinos. También nos dejó Garcilaso muestra de su talento para la poesía latina en un bello epigrama en alabanza del libro El caballero determinado, obra de su grande amigo Hernando de Acuña. Su elogio en el Laurel de Apolo es el siguiente:

No menos del dorado Tajo al viento,
luego que el claro acento
de la fama solícita escucharon,
las cabezas espléndidas sacaron,
crespos tendiendo para más decoro
por campos de marfil, cabellos de oro,
Cimódoce, Diámene y Climene,
y la que igual no tiene,
que en tiempo del divino Garcilaso
(¡oh injusta piedra, oh lamentable caso!)
le escuchaban cantar los dos pastores ,
cuyos dulces amores
estaban las ovejas escuchando,
de pacer olvidadas, y él cantando:
aquella voluntad honesta y pura, etc.


Y más adelante:

El claro Garcilaso de la Vega,
aunque de mil laureles coronado,
que nadie el principado
de aquella edad le niega,
también dio su poder en causa propia
de la casa ilustrísima a Los Arcos
heroico descendiente,
tan libre de Zoilos y Aristarcos
que parece oponerle cosa impropia;
pero dice la fama que se intente,
y aunque hoy vive la fuente
que en medio del invierno está templada,
y en el verano más que nieve helada
pasan los siglos y en diversas sumas
naciendo vidas, se renuevan plumas
águilas y fenices
aunque en la estimación menos felices,
si bien más justo fuera
que al Hércules ninguno compitiera.






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera