Información sobre el texto

Título del texto editado:
“A don Vicente Noguera, referendario de ambas signaturas de su Santidad, del Consejo de las dos Majestades Caesarea y Católica, gentilhombre de la Cámara del serenísimo archiduque de Austria Leopoldo”.
Autor del texto editado:
Tribaldos de Toledo, Luis
Título de la obra:
Obras de Francisco de Figueroa, laureado Píndaro español. Publicadas por el licenciado Luis Tribaldos de Toledo, cronista mayor del rey nuestro señor por las Indias, bibliotecario del conde de Olivares, duque y gran canciller. Dedicadas a don Vicente Noguera, referendario de ambas signaturas de su Santidad, del Consejo de las dos Majestades Caesarea y Católica, gentilhombre de la Cámara del serenísimo archiduque de Austria Leopoldo. Con todas las licencias necesarias.
Autor de la obra:
Figueroa, Francisco de
Edición:
Lisboa: Pedro Craesbeeck, 1625


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A don Vicente Noguera, referendario de ambas signaturas de su Santidad, del Consejo de las dos Majestades Caesarea y Católica, gentilhombre de la Cámara del serenísimo archiduque de Austria Leopoldo.

Arbor vitoriosa e triunfale
honor d´Imperadori e di Poeti,
quanti m´hai fatto di gloriosi e lieti
in questa breve mia vita mortale.


Que este principio puedo dar a la demonstración de lo mucho que a v.m. debo, abriendo los tesoros de mi voluntad y testificando con mi aficionada obligación, más justamente que el Petrarca, las grandes partes que la calidad de v.m. en su propio nombre encierra, pues tiene superioridad como árbol consagrado a Júpiter, a quien los príncipes y las musas tienen por padre, y, demás de esto, de las que yo de v.m. he recibido nadie podrá sin dificultad hacer suficiente arancel. De manera que en este entendimiento parece que el Petrarca nos dejó un oráculo laureado que con propriedad se verifica y manifiesta en v.m., porque el nombre victorioso de Vicente ¿a quién pudo venir más ajustado que al que en buenas partes excede a los más ínclitos ingenios de su edad, y al que, de peregrinas virtudes ornado, estuvo siempre en ellas tan pujante, que no fueron bastantes la emulación y envidia para desacreditarle, con procurarlo tanto, y al que pudiendo en medio de sus persecuciones decir mejor que la noguera de Ovidio:

Nux ego iuncta viae cum sim sine crimine vitae
a populo faxis praetereunte petor.


No lo dijo ni aún palabra alguna en su abono, o siquiera en detracción de los inventores y arquitectos de aquellas quimeras y falsedades, o, a lo menos, en queja de cuantos desde entonces se le mostraron ingratos; antes bien, con alto y generoso silencio nacido de la propia inocencia y de una cristiana y estoica constancia, mostró por obra que la única defensa del calumniado es estar
Integer vitae scelerisque purus.

Y de esta manera, merced grande de la bondad y providencia divina, sin ninguna diligencia humana, mas con solo el curso del tiempo, padre al fin de la verdad, vino ella a entenderse y aclararse, por más que algunos meses y aun años la tuvieron eclipsada el odio y la mentira, cayéndose esta a pesar de aquel, que todavía hace piernas, y deshaciéndose como una niebla, tras la cual aparece siempre el sol con más lucientes y más ardientes rayos. Es, pues, v.m. por lo que todos vimos como una victoriosa palma, la cual Quo magis opprimitur, hoc mage tollit onus. Y sin ponerle en lista la nobleza de sangre con que tanto se señala entre las casas ilustres, y dejando también aparte los méritos de sus antepasados, por los cuales en todos tiempos de la real liberalidad tuvieron puestos de grande honra y mucha reputación, las prendas que v.m. solo debe al cielo y a su vigilancia le ilustran de manera que, cuando aquella hubiera faltado, sobraran para fundar una nueva nobleza entre los españoles, que fuera conocida de toda Europa. Pues en edad de cumplidos solos veinte cinco en el de mil setecientos y doce, por la excelencia de su loable y peregrino talento fue proveído de la majestad del rey nuestro señor don Felipe Tercero, que Dios haya, grande premiador de grandes sujetos por consejero suyo (llámase ahí desembargador) en la suprema suplicación de los reinos de Portugal, plaza que corresponde al Consejo Real de Castilla y que jamás fue en tan poca edad empleada, ni con mayor justicia que la de v.m. administrada. Y, habiendo antes con extraordinaria grandeza de ingenio alcanzado la soberanía e íntimos secretos de entrambos derechos civil y canónico, allí se consumó juntando a la grande teórica de ellos grande práctica forense en seis años de continuo ejercicio judicativo de las mayores causas de esa dilatadísima y estendidísima corona. Pasados los cuales con la fama y satisfacción que es notoria a todos, tomó v.m. aquella resolución tan controvertida de renunciar su plaza y vacar solamente a las letras y estudios superiores, por serlo su genio, y se vino a esta corte a hacer dejación de ella con tanta diligencia y ahínco cuanto otro muy ambicioso pusiera en alcanzarla, acción en todos los siglos rara y en que no sé a cuál de las dos virtudes se deba la precedencia, si a la templanza de repudiar el mando, que de ordinario tanto se apetece, si a la confianza de poder vivir sin oficio y sus dependencias, contento con solas las riquezas del ánimo. ¡Grandes realmente las de ese! ¡Cuánto es más dejar la dignidad que el poseerla! Y no se engañó v.m. en nada, pues hoy en ese rincón (así llamaba v.m. siempre a su museo en el tiempo que tanto forcejaba por meterse en él y romper los grillos que se lo impedían), cuando más retirado y en sus letras y virtudes más escondido, le honra Dios con darle la mayor estimación y crédito que jamás tuvo, aun cuando más lisonjeado se vía de la fortuna, pues, dejados los elogios con que su nombre hoy se celebra en Italia, Alemania, Francia (¿y dónde no?), las grandes cabezas de quien su Majestad ahí fía el gobierno de ese reino con mero celo de su servicio ex oficio, y tan ex oficio que es sin verlos v.m. ni entrar por sus puertas, le consultan, según se dice, y proponen a su Majestad en nóminas para lugares mayores que el que dejó. Gloria grande de v.m. y grandísima de tales ministros que tan lejos están de quererse rogados o idolatrados de pretendientes, que antes andan a desenterrar tesoros sepultados y desvelándose solamente en buscar las conveniencias y utilidades de su príncipe; dichoso él y mil veces dichoso en tener tales vasallos y emplearlos, pues sobre su cuidado muy seguramente puede descansar. Mas, volviendo al principal intento de v.m. que son los estudios, de que me había divertido con tocar algo de los accidentes que aquí pasaron, hízose v.m. con su increíble trabajo y admirable fatiga señor de todo género de especulaciones matemáticas, profundidades de filosofía, gran lección de historia, geografía, cronología, prudencia política, ciencias dignas de semejante habilidad y perspicaz sutileza, en las cuales se ha ordinariamente [ejercitado] con tanta continuación, que nunca la agudeza de ese ingenio por frecuente ejercicio de remisa ociosidad se halla ofendida. Omito por no alargarme la perfección y eminencia con que v.m. posee como maternas las lenguas hebrea, caldea, griega, latina, italiana, francesa, sin la nuestra natural y el más que mediano conocimiento de siria, arábiga, tudesca y el mediano de la turquesca, persiana y etiópica, de todas las cuales ha procurado saber con particular estudio los fundamentos y reglas, trayendo a gran costa maestros de muy distantes reinos, por conocer que quien esto no hiciese no podría penetrar los secretos que en semejantes lenguas están depositados. De suerte que puedo yo afirmar ser la capacidad de v.m. no solo de un fructuoso nogal de Júpiter que primero sustentó la naturaleza humana, mas de un palacio y corte de este gran planeta, donde se celebran las bodas de Filología y Mercurio, pues dentro de ella se oye la suave armonía de los instrumentos de Orfeo y Aristóxeno, vense Platón y Arquímedes dar vueltas a sus esferas de oro, resplandecer el fuego de Heráclito, brillar las ondas de Tales, andar rodeado de sus átomos Demócrito, regular de sus proporciones aritméticas Pitágoras, rastrear Aristóteles sus entelequias, y sembrar Epicuro sus flores en el jardín de sus honestos entretenimientos, con todo el coro de las hijas de la Memoria, sin cuya amistad y confederación no se pueden honrar cumplidamente novios tan ingeniosos, ni solemnizar tan grandiosa fiesta. Por tal consideración me resolví de consagrar a la buena recordación de v.m. una dádiva de esta calidad, que antes me volvió de su mano con condiciones tan útiles a la república literaria, pareciéndome que, como en otro tiempo Solón restituyó al templo de Apolo el bufete de oro que los de Mileto sacaron en un lance del mar y había corrido por las manos de los siete sabios de Grecia, por ser de opinión que era pieza digna de sola aquella deidad, mayormente habiendo procedido de allí, y dádose por respuesta a los que le consultaron:

Esta presea o joya peregrina
desea la más universal doctrina;


así yo, dando esta misma sentencia el tribunal de la razón, restituyo a las nuevas aras délficas de v.m. esta joya del insigne poeta Francisco de Figueroa, que no merece dedicarse a menor columna, ni el lugar a quien se ofrece es digno de menos calificadas prendas; ampárelas v.m. con su protección y con la acogida que siempre hace a los grandes ingenios antiguos y modernos, estimando las artes liberales como quien también las entiende, atento, demás de esto, que ni mi voluntad ni tan bella guirnalda de poesía lo desmerecen, y es cosa justa que v.m. persevere en favorecer las obras de tal autor, que desde luego reconocerán deber la eternidad de su fama a v.m., por cuya noble e hidalga benignidad acompañada de tantos méritos salen a luz de las tinieblas a que, por culpa de los que menos debieran en ella incurrir, estaban condenadas, fiando de mí que en recompensa de esta merced,

dum spiritus hos reget artus,
dum fuerint bifido Parnasi in vertice Musae.



Procuraré con las veras posibles no caer en falta con esta obligación. Guarde Dios a v.m. para gloria suya, amparo y protección de los estudiosos. Madrid 22 de agosto de 1625.Luis Tribaldos de Toledo.






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera