Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo VI. [Biografía de] el maestro Fernán Pérez de Oliva”
Autor del texto editado:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Título de la obra:
Parnaso español. Colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos. Tomo VI
Autor de la obra:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Edición:
Madrid: Antonio de Sancha, 1772


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Información técnica






El maestro Fernán Pérez de Oliva, catedrático de Filosofía y Teología y rector de la Universidad de Salamanca, nació en la ciudad de Córdoba y, según el cómputo más regular, pudo ser por los años de 1497. Fue hijo de otro Fernán Pérez de Oliva, escritor docto y conocido por la obra de la Imagen del Mundo, que quedó inédita. Desde su niñez fue muy inclinado a las letras y tuvo, como él mismo dice, gran disposición y afición a seguirlas, y, habiendo aprendido la gramática con buenos preceptores, pasó a la Universidad de Salamanca, donde cursó tres años las Artes liberales con mucho fruto y aplauso. Luego pasó a la Universidad de Alcalá, donde se perfeccionó en la latinidad, pero aún no satisfecho su deseo para el adelantamiento de esta basa principal de las letras, hizo viaje a París y cursó otro año con excelentes maestros. De París pasó a Roma con un tío suyo que servía al Papa León X, donde se mantuvo tres años, siguiendo el curso de la Filosofía y Letras humanas, cuyo estudio estaba entonces más floreciente en Roma que en ninguna parte de Italia; y, muerto su tío, le recibió el Papa en su mismo lugar, confiriéndole después algunos beneficios y adquiriéndose por su aplicación y talento toda la estimación y favor del Pontífice. Pero, pareciéndole que aquel género de vida le podría ser embarazo de seguir su anhelada carrera de las letras, determinó volverse a París, donde estudió otros tres años diferentes facultades, y particularmente las éticas de Aristóteles, logrando cada día nuevos créditos y aplausos de su talento, de suerte que, llegando a noticia del papa Adriano VI, sucesor de León X, le confirió cierta pensión eclesiástica con la promesa de conmutarla en otra merced de más importancia. En París oyó las Artes de su maestro en ellas, el célebre don Juan Martínez Silíceo, maestro después del rey don Felipe II, y luego cardenal y arzobispo de Toledo; y estando allí compuso aquella famosa muestra de la conformidad y similitud de las dos lenguas, latina y castellana en un Diálogo latino en loor de la Aritmética, con palabras correspondientes a ambos idiomas, para colocarle en la obra que de esta facultad publicó el mismo Silíceo. Después, en el año de 1524 se restituyó a España, y de allí a poco tiempo, a Salamanca, donde continuó el ejercicio de las letras con el mayor aplauso, por cuya causa obtuvo las cátedras de Filosofía y Teología, y le hicieron rector de la Universidad. En virtud de su gran fama, autoridad y literatura, fue nombrado maestro del príncipe don Felipe II, pero le arrebató la muerte poco después de haber sido señalado para este cargo, y fue, según el cómputo más irregular, por los años de 1533 o 34, antes de cumplir los 40 de su edad. Con su muerte perdió la universidad y toda la nación las esperanzas de los grandes progresos de uno de los mayores sabios de la Europa, pero no por haberle faltado la edad más oportuna y floreciente quedó sin documentos para justificar esta verdad en las diversas obras que fueron parto de su ingenio y admirable erudición, adquirida por sus diferentes, exquisitos y continuados estudios en las mayores universidades del mundo. Ese fue uno de aquellos hombres que nacieron para saber y llenaron su destino. Bien claro se manifestó en que su natural propensión al saber le trajo siempre en movimiento, conduciéndole a los mayores teatros de las letras, como fueron Salamanca, Alcalá, Roma y París; por este anhelo no solo abandonó las comodidades de su tierra y casa, sino los aumentos que le pudiera producir la asistencia en el palacio del Papa; por este sufrió las incomodidades y penurias de tantos viajes y peregrinaciones por toda España, Francia e Italia, por espacio de doce años; y últimamente por este anduvo, por cuenta ajustada, como él mismo asegura, tres mil leguas de camino fuera de España. Sobre todo, este mismo anhelo hizo que no se redujese su gran capacidad al estudio de una sola facultad, sino a adquirir la práctica y conocimiento de otras muchas. Estudió la filosofía, la teología, las matemáticas, pero su particular inclinación y objeto fue el estudio de la amenidad y las buenas letras. Para esto se hizo un excelente latino y aprendió la lengua griega hasta el grado que manifiestan sus excelentes traducciones de los más clásicos poetas de este idioma. Fue muy delicado y práctico en el conocimiento de la historia, muy dado a la geometría y perito en la poesía. Finalmente hasta de los grandes progresos del célebre cronista Ambrosio de Morales se le debe una gran parte de la gloria a la afición y al celo de nuestro autor, pues habiéndole criado en Salamanca, le educó en el gusto de las letras, e infundió el amor a su propia lengua, como confiesa repetidas veces el mismo Morales. Al mérito de sus letras correspondió la severidad de su juicio, la circunspección de su porte, la afabilidad de su trato, que le adquirieron, en medio de su juventud, los respetos dignos de la más venerable ancianidad. Por sus grandes créditos de gravedad y suficiencia, fue hecho rector de su universidad, cargo que entonces no se daba sino a hijos de grandes señores, y lo que es más, elegido para maestro de Felipe II cuando era niño. Por ellos mismos le honraron tan distinguidamente los pontífices León X, Adriano VI y Clemente VII, a quien también conoció y trató y compuso a su nombre una poesía que llamó “Lamentación” con motivo del saco de Roma. Pero con todas estas circunstancias de autoridad y créditos no le faltaron enemigos que le suscitaron muchas calumnias en la Universidad sobre la oposición a la Cátedra de Filosofía moral, lo que declara muy bien nuestro autor en el discurso que pronunció en la lección de oposición a dicha cátedra, donde se queja elegantemente de la injuria que se le hacía en no dársela, procedida de los malignos influjos de sus émulos, viéndose obligado, venciendo su natural modestia, a volver por su propia opinión y crédito, refiriendo los trabajos y fatigas que había padecido en la tarea y prosecución de sus estudios. Capitulábanle unos que era un gramático, otros que era astrólogo y todos que era muy mozo. La ceguedad y torpeza con que se arrojan a disparar sus tiros la envidia y la ignorancia hace que no tan solo acierte a herir al objeto de sus iras, sino que las mismas armas que vomita para su vituperio sirvan de instrumento para su aplauso. Así se verificó en nuestro autor, pues estos mismos cargos le sirvieron para su mayor ensalzamiento y le hubieran llevado al auge de que ya le tenía la fortuna preparados tan altos principios, si la muerte no le hubiera atajado los pasos. Últimamente, entre todas sus prendas literarias resplandeció en él el grande amor a su propia lengua, con tanto exceso como primor se admira en sus obras, y este fue otro de los capítulos sobre que le calumniaron sus émulos, porque las escribía todas en romance, siendo así que no merecía menor premio la pasión y destreza con que supo usarla que el nombre de uno de los mayores maestros de la lengua que ha trascendido a la posteridad. Las obras que fueron fruto de las letras de este ilustre escritor no parecen a la primera vista muy grandes, así en el número como en el cuerpo, pero realmente lo fueron respecto a la cortedad de su vida y continuada ocupación de viajes y estudios en lo que todas lo son, que es el alma. Este es el orden de las que hasta hoy conocemos publicadas: Tituli quibus salmanticensis academia gimnasia distinxit atque insignivit; Dialogus in laudem arithmeticae hispana seu castellana lingua, quae paruma ut nihil a sermone latino dissentit; Diálogo de la dignidad del hombre; Discurso de las potencias del alma y del buen uso de ellas; Muestra de la lengua castellana en el nacimiento de Hércules o Comedia del Anfitrión, tomado el argumento de la latina de Plauto; La venganza de Agamenón, tragedia, tomado el argumento de Sófocles, poeta griego; Hécuba triste, tragedia, tomado el argumento del griego de Eurípides Razonamiento que hizo en el ayuntamiento de la ciudad de Córdoba sobre la navegación del río Guadalquivir; Razonamiento que hizo en la Universidad de Salamanca el día de elección de oposición a la cátedra de Filosofía moral; algunas poesías, que recogió y publicó con todos los demás tratados de nuestro autor su sobrino el erudito Ambrosio de Morales, el cual afirma que también compuso un tratado en latín sobre la piedra imán, pero no quiso incluirle en sus obras por hallarse muy diminuto e imperfecto, pues solo constaba de apuntaciones y contenía ciertos arcanos en que nuestro Oliva, como tan buen geómetra y naturalista, quiso engolfarse acerca de su fuerza y virtud, que ni tuvieron mucha satisfacción al autor, ni por conveniente al editor el publicarlos. En todas las cuales obras resplandece aquel gran fondo de doctrina y talento con que fue enriquecido, y se acredita singularmente en el Diálogo de la dignidad del hombre, que en profundidad, erudición, solidez, método, hermosura y gravedad es un tesoro de la más noble y acendrada filosofía, con el que no tenemos que envidiar los diálogos de Platón ni de Tulio, a quienes pensó seguir nuestro autor, que así por esto como por la elegancia y pureza del lenguaje, es una de las mayores preciosidades que conoce el idioma castellano, y era digno de andar en las manos y estamparse en la memoria de todos los hombres para su enseñanza y gobierno. Igualmente en esta que en todas sus obras se manifiesta su inclinación y destreza en el idioma, pues en medio de ser tan eminente profesor de la griega y la latina y práctico en otras vulgares de la Europa, y al frente de su universidad, las compuso en lengua vulgar, y confirma el citado Discurso bilingüe en loor de la Aritmética en que hizo ver que la lengua castellana no es en nada inferior a la latina, pues fue el primero que intentó este género de pruebas en discurso seguido, a quien imitó el doctor Luis González y el propio Ambrosio de Morales, como asimismo en la Comedia del Anfitrión, que con mucha razón llamó Muestra de la lengua castellana, y en las dos tragedias, que en realidad son unos de los más clásicos textos de la elegancia y pureza del idioma; y últimamente en sus poesías, que por no perder su uso trabajó en Francia y en Italia, junto con las traducciones, pues aunque son pocas, sueltas y no contienen grandes pensamientos ni aquel gusto y estilo que se había ya empezado a introducir en nuestra poesía, y pudo nuestro autor haber traído de Italia, y que en esto mismo se conoce que fue uno de los acérrimos opositores a la introducción de la rima italiana, como si en rigor no hubiera sido más antigua en España; sin embargo, de todo esto tienen el mérito de la pureza del lenguaje y son una calificación del gusto y la elocuencia de este ilustre escritor.





GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera