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Título del texto editado:
Discurso de la vida y escritos de don Agustín de Salazar
Autor del texto editado:
Vera Tasis y Villarroel, Juan de
Título de la obra:
Cítara de Apolo. Varias poesías divinas y humanas que escribió don Agustín de Salazar y Torres. Primera parte
Autor de la obra:
Vera Tasis y Villarroel, Juan de
Edición:
Madrid: Francisco Sanz, 1681


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Nació don Agustín día del sabio Fénix Africano, en aquella antigua Numancia cuyo belicoso canto en sus ínclitos esforzados hijos fue tan formidable al pueblo romano como invencible al poder de la injuria de los tiempos; Soria digo, tronco feliz de tantas gloriosas ramas en letras, en armas y en nobleza. Y, aunque se duda el punto de hora fijo de su nacimiento, por su claro, vehemente ingenio, sus amables costumbres, su corta vida y fama póstuma, se puede inferir rayaría el ángulo de su horóscopo la mediación del signo de Géminis, con la asistencia del planeta Mercurio libre de combustión, pues no sólo fue elegante en la extática poesía, hallando la facilidad de la lengua en lo veloz de la pluma tanto, que pudo decir lo que el Salmista, 1 sino también de grande comprehensión en la sagrada teología y en las permitidas observaciones de la celeste astronomía. Por su apacible condición fue amado y seguido de todos los estudiosos que le oían, pesándose en glorioso equilibrio los amigos con los émulos. Y de su corta vida se discurre que ocuparía Marte el ángulo de la séptima casa, mirado de rayo infeliz del malévolo Saturno, transfiriendo esta infausta radiación al ascendiente y su señor, pues aun no logró treinta y cuatro años, habiendo nacido el de 1642, a veinte y ocho de agosto, y muerto el de 1675, a veinte y nueve de noviembre. Y para su fama póstuma debió de hallarse el benévolo Júpiter en la octava, pues, habiendo terminado con un apacible accidente, murió extenuado y atrófico, dejando al mundo tanta elocución elegante y tanta elegancia elocuente en sus inmortales obras. Su enfermedad, aunque larga, fue sin perturbación del sentido, pues selló su vida cual dulce numeroso cisne, celebrando sus postrimerías al compás de su canto 2 sonoro con la comedia que intituló El encanto es la hermosura y escribía por superior decreto.

Diole el Cielo por padres a don Juan de Salazar y Bolea y a doña Petronila de Torres y Montalvo, tan ilustres por su antigua y aventajada sangre, como se deduce de las clásicas historias de España, cuando aquel valeroso caballero Lope García de Salazar, origen de esta familia, en sangriento y denodado duelo, delante del señor rey don Alonso el Sexto, en Toledo, venció en porfiada lid a un arrogante moro, ganándole las trece estrellas que traía por divisa, y las puso en su escudo de armas; siendo no menos ilustre por el apellido de Bolea, originándose de aquel noble y esforzado caballero don Pedro Martínez de Bolea, quien libertó al rey don Pedro de Aragón del conflicto en que se hallaba con el señor rey don Sancho el Bravo de Castilla.

Por su madre, es tan antiguo el linaje de los Torres en Soria, que se precisaba otro mayor volumen para dar noticia de su ascendencia, habiendo sido su casa la que dio sangre a los primeros condestables de Castilla y a los reyes de Portugal, casando doña María de Torres con don Fernando de Portugal, hijo del infante don Dionís de Portugal, y se halla un privilegio del señor emperador don Alonso el Séptimo de España, por el año de 1191, en que a Fortún Sánchez de Torres y Lope Sánchez de Torres, naturales de Soria, llamándolos sus primos, les hace merced del castillo y villa de Alcocer y de los lugares del Campo y Campillo, honrándolos con otras mercedes, cuyas razones son dignas de notarse. 3

Por el apellido de Montalvo desciende de aquellos generosos caballeros naturales de Arévalo y ganadores de muchas tierras de Andalucía.

No logró don Agustín más que la infancia donde mereció la cuna, porque de edad de cinco años pasó a la Nueva España con su tío el ilustrísimo señor don Marcos de Torres, colegial en el Mayor de Santa Cruz de Valladolid, y obispo de Campeche, que murió virrey de México, donde tuvo al dichoso lado de su docto, prudente, magnánimo y generoso tío la puericia y adolescencia. En la puericia se dedicó a la profesión de humanas letras, descubriendo al despuntar luces la razón un gallardo y fecundo ingenio que en la universidad se descollaba entre todos sus contemporáneos, donde ya amanecían doctos ardientes furores que le inspiraban las festivas musas, 4 a quien sin violencia se dedicó, ayudado de una feliz memoria y de la lectura de los poetas griegos, latinos, italianos y españoles, , pues lo comprueba el ver que en aquel sabio colegio de la Compañía de Jesús, teniendo aún menos de doce años de edad, después de haber recitado las Soledades y Polifemo de nuestro culto conceptuoso cordobés, fue comentando los más oscuros lugares, desatando las más intrincadas dudas y respondiendo a los más sutiles argumentos que le proponían los que muchos años se habían ejercitado en su inteligencia y lectura.

En la adolescencia, después de haber estudiado artes, cánones y leyes, se aventajó en la sagrada teología y en la docta astrología, entregándose a libros de erudición para formar de estas generosas partes el cuerpo de la sabia poesía, a quien nunca olvidó. Y, siendo tan realzado su ameno y florido ingenio, no sin particular admiración de toda aquella ciudad, porque España segunda vez le gozase, quiso el cielo transplantarle desde aquellos occidentales climas a estos, donde tuvo sus orientales luces por medio del excelentísimo señor duque de Alburquerque, virrey y capitán general que había sido en México.

Entró, pues, en esta corte, celebrándose de todos la elegancia y estilo culto de su claro, sutil ingenio, donde solo halló que adelantar lo que nuestro cómico Fénix le enseñó; ese espíritu ardiente en elocución, en frasi y en inventiva, su maestro, mío 5 y aun de todos, don Pedro Calderón de la Barca, que no consiente mi afecto fiar su nombre de sus señas, cuando toda la ponderación solo se explica en su nombre. Salió, pues, don Agustín tan ventajoso al feliz contacto de su erudición, que a pocos días lograron sus comedias en esta corte muchos merecidos aplausos, empleándole los primeros señores de ella en las más celebres fiestas de sus reales majestades.

Aquí tomó dichoso estado, casando con doña Mariana Fernández de los Cobos, natural de Córdoba, hija de don Francisco Fernández González y de doña Francisca de los Cobos y Cea, cuyo padre procede de aquella gloriosa, ilustre sangre de Aragón, unida a la de los Ponces de León, donde antiguamente fueron señores de Aguilar de Campoo, y de allí pasaron a las ciudades de Úbeda, Écija, Córdoba. Y por su madre es tan notorio el noble y antiguo apellido de los Cobos como lo reconocen las mayores casas de Castilla que se esmaltan con su ilustre y generosa sangre, no siendo inferior la de Cea, tantas veces acreditada en Córdoba.

Después que en esta amable unión había vivido algunos días, pasó a Alemania con la señora emperatriz (a quien escribió su «Real jornada», su «Epitalamio» y otras poesías festivas), en compañía del excelentísimo señor duque de Alburquerque, entonces virrey y capitán general del reino de Sicilia, adonde dio vuelta, ocupando a don Agustín en el puesto de sargento mayor de la provincia de Agrigento, y después le hizo su capitán de armas.

Volvió, pues, a esta corte, en cuyo centro de ciencias desataba don Agustín aquel divino furor con muchas plausibles admiraciones de todos los que merecieron tan sagrada luz, que este generoso empleo del ánimo solo le desprecian los ignorantes, porque no le conocen, y tal vez le culpan muchos doctos, porque no le alcanzan: que, como este no es solo acto del entendimiento, sino luz particular de Dios, como dicen Platón y Lactancio, 6 y voz del cielo, como afirma san Severino, San Severino, libro 4, in Topica. Horacio, epistola ad Riu & ad Pisones, 3, liber 2. pueden estar desposeídos de su celestial influencia. Y que el calor del espíritu poético se origine de tan divina lumbre lo expresa el poeta rey penitente 8 , verificándose en el Salmista lo que cantó el fabuloso Ovidio. 9

Pudo justamente gloriarse de haberse ejercitado en esta virtuosa explicación del espíritu, pues, si volvemos los ojos al Testamento Viejo, hallaremos muchos venerabilísimos varones que compusieron cánticos, siendo el primero el santo profeta Moisés, quien le entonó en compañía de los de su pueblo 10 . Hizo también el segundo cántico el mismo profeta. 11 Compusieron el tercero Débora y Barach, en acción de gracias de haber conseguido vitoria del valiente Sisara, caudillo del numeroso ejército de Yabin, rey de Canaam. 12 Dijo el tercero Ana cuando ofreció a Dios sacrificio por haberle dado sucesión en el profeta Samuel, su hijo. 13 Compuso el quinto el real profeta David, dando gracias al Altísimo por haberle librado del rigor de Saúl y sus enemigos. 14 Entonó el sexto cántico la fortísima Judith con todo el pueblo de Dios, a quien en festivas voces daban gracias por la victoria que consiguieron del tirano Holofernes. Dijo el séptimo el evangélico profeta Isaías, profetizando la libertad al israelítico pueblo del poder de los asirios. 15 Fue el octavo del rey Ezequías, habiendo alcanzado de la majestad divina salud de una grave, penosa enfermedad que padecía. 16 Cantaron el noveno aquellos tres gloriosos mancebos a quienes dentro del horno de Babilonia sirvió más su incendio de lisonja en corteses luces que de injuria en atrevidas llamas. 17 El décimo hizo el profeta Habacuc, al oír por boca del divino espíritu las rigurosas amenanzas que hizo al cruel imperio de los caldeos. 18 Y, en opinión de los rabinos, nuestro primer padre Adán compuso el salmo noventa y uno. 19 El paciente Job escribió en lúgubres, numerosos conceptos desde el capítulo tercero hasta el cuarenta y dos de su libro “In quibus ait: ‘Pereat dies in qua natus sum’. Vique ad eum locum, ubi ante finem volumninis scriptus est: ‘Id circo ipse me reprehendo & ago poenitentiam”, Job , 42, versículo 6.; 20 el profeta David, el Salterio de ciento y cincuenta cánticos; el sapientísimo Salomón, su hijo, el Cántico de los Cánticos; y aun los libros canónicos en sus originales fueron poemas del Espíritu increado. 21 En el Testamento Nuevo, la sacratísima Virgen cantó con alto punto aquella suave, incomprehensible décima del «Magnificat», 22 que comprehende, misteriosa, en sus diez versos los diez cánticos del Testamento viejo, que entonaron Moisés, Débora, Ana, Judith, David, Isaías, Ezequías, Daniel y Habacuc.

Después, el santo Zacarías, al nacer el sagrado precursor, su hijo, prorrumpió en conceptuosas voces, alabando al Señor. 23 El justo Simeón, al circuncidar a Cristo, nuestro Señor, encendido del espíritu divino, bendijo al Señor en numerosos ecos. 24 Siendo todos los más santos del Antiguo y Nuevo Testamento los que se dedicaron a los conceptos poéticos, y aun de Cristo, Señor nuestro, dice San Mateo 25 que después de la cena y antes de su Pasión se valió de la poesía para esforzarse a las penas y para alentar, enseñar y mover a los suyos, y los ángeles en su Natividad sacratísima cantaron acordes conceptuosos metros. 26

Profesáronla después muchos venerabilísimos santos de la Iglesia griega y latina, como fueron san Gregorio Nacianceno, san Ambrosio, san Paulino, san Atanasio, san Juan Dasmasceno, san Dámaso, san Buenaventura, san Hilario, san Prudencio, Tertuliano, san Leandro, Sinesio, santo Tomás de Aquino, san Isidoro, san Juan de la Cruz y la mística doctora santa Teresa de Jesús, que decía minoraba las serias ocupaciones con la suave voz de la poesía, y a una hija suya, que llegó a culpar su espíritu por verle ocupado en el ocio dulce de los versos, respondió esta profunda sentencia: «Es prolija la tarea de la vida, y da lugar a muchos y varios empleos, sin que sea malograr el tiempo el emplearle en tan honestos ejercicios como este mío, que se eleva a las soberanas cumbres de la gloria». 27 Las más elevadas coronas y los más soberanos cetros hicieron gloriosa vanidad de escribir versos, como cantó el poeta Ovidio, 28 acreditolo nuestro máximo emperador Carlos V, que solía componer sagrados himnos con que se armaba para combatir contra los enemigos de nuestra santa fe. Nerva, emperador romano, adelantó los más ingeniosos poetas de su tiempo, como asegura Marcial en aquel encomio que le hizo 29 . Escribió también versos el emperador Trajano, 30 y nuestro monarca Filipe Cuarto el Grande sirvió de agudo estímulo a los mayores poetas de España, logrando aquella serie los más plausibles ingenios que de nuestra nación han celebrado las edades. Y el señor príncipe don Carlos escribía dulces conceptuosos metros, omitiéndose la memoria de otros muchos reyes, emperadores y santos que se gloriaron en tan feliz empleo por ser bastante para hacer un dilatado volumen. Y aun estos hubiera dejado al silencio, por conocer que su existencia no la hace el que la profesa, aunque sea santo o príncipe, pues ella siempre es noble sustancia, que no se compone de santos ni augustos accidentes, ni estos la pueden prevertir, aunque sean necios o villanos, pues los poetas, en opinión de Homero, son dignos de toda reverencia y partícipes de todo honor. 31

Confieso que, no habiendo príncipes que entiendan la poesía, ni la premian, adelantan, ni estiman, siendo los reyes y príncipes quienes más necesitan de su numerosa voz, 32 por ser el ejercicio más honesto gozar de la dulce poesía, como dice Homero, 33 principalmente siendo como la de don Agustín, cuyas conceptuosas métricas asonancias fueron gloriosa emulación de las deidades del castalio coro. 34

Fue tan gallarda su facundia cuanto severa su desgracia, pero, ¿cuándo no fueron correlativas entre sí estas calidades? Bien lo explicó el poeta Mirabelio en sus conceptuosos dísticos. 35

También fue don Agustín en su corta vida desposeído de los bienes temporales, mas, ¿cuándo méritos de tan elevada estatura tuvieron competente premio? Aún más debió a la invidia que a la fortuna, pues aquella con lo maligno de su operación le labró dichoso, y esta con lo severo de sus contratiempos le hizo desgraciado. Y así vino a ser, en vez de invidiado por dichoso, feliz por invidiado, pues solo se ha de tener por infeliz el que no llegó a la ventura de que le invidien, como afirman Séneca, Laercio, Cicerón, Tito Livio y otros 36 .

Quéjanse algunos de la generosa emulación de los mortales, no tanto por sentirse de ella cuanto por jactarse, con vanidad ambiciosa, de que sus escritos merecen ser emulados, pero la torpe invidia está ya tan golosa y sedienta que, por morder, se ceba en todo, y, por beber, se arroja hidrópica tanto al amargo veneno de la ignorancia cuanto al dulce licor de la suficiencia. El mayor castigo de la invidia es el desprecio de ella, y nada hay más para envidiado que el serlo. Envidiado fue don Agustín de algunos, pero emulado de muchos, y así se vino a coronar de dichas, que la emulación es noble empleo del ánimo y la invidia vil tósigo del espíritu, que solo atormenta a su dueño. 37 Escribió muchos amorosos conceptos, no con asuntos propios, sí a contemplación ajena. Algunas travesuras del ingenio se hallarán en sus obras que fueron efectos y trabajos de la puerilidad, no ocios de la juventud, pues su juiciosa discreción supo distinguir los tiempos y las edades, a imitación del Apóstol. 38

Sus metros fueron los más dulces y heroicos; sus pensamientos, los más delgados; sus inventivas, las más adecuadas a la música; sus elocuciones y frasis, las más crespas; sus versos, los más suaves para el oído; su imitación, la más eficaz para mover los mortales, que el verso no hace la poesía, sino la ficción, imitadora 39 que esta es alma de la poesía y aquel, adorno exterior del cuerpo. Y así consiguió, deleitando y enseñando, mezclar lo dulce con lo provechoso, llevándose la gloria que ofrece Horacio a ingenios semejantes. 40

Consiguen muchos, ya por arte o ya por natural afluencia, componer versos, usurpando vanamente el renombre de poetas cuando solo les compete el cognomento de versificadores, pues la poesía es una deidad de tan desmesurada estatura, que pocos la alcanzan 41 aunque la siguen muchos: unos, con espíritu gigante, heridos de aquella sabia luz, llegan a merecer sus sagradas inspiraciones; otros, con paso pigmeo, considerándola muy baja, se atreven a medir sus numerosas distancias y consiguen antes la muerte que su desengaño. Pocos gloriosamente arriban hacia la eminencia clara de sus luces; muchos infelizmente se precipitan al confuso caos de sus sombras. Aquellos, por volar con las plumas de las artes y ciencias a sus aras; estos, por trepar torpes a su excelsa cumbre, deslizando en sus ignorancias. De aquellos fue don Agustín uno de los primeros que supo hermanar lo natural con lo científico, siendo sustancia en su poesía lo que en otras accidente, porque, sin la vana pompa del estilo (que no es erudición lo culto ni afectado, sino inútil aprecio de la ignorancia) dio sentido y alma a sus conceptuosos metros, pues, siendo la poesía, como dice el angélico doctor san Paulino y Aristóteles, 42 una ciencia que imita las acciones humanas y los afectos naturales, fingiendo, comentando y vertiendo sentenciosas ideas para enseñar, deleitar y mover, mal podrá mover, deleitar ni enseñar quien debajo de cultas frasis quiere sepultar el concepto, y mal podrá imitar las acciones y los afectos naturales quien con oscuras sentencias los confunde.

En esta fértil numerosa primavera de sus poesías cortará el estudioso flores con alma, cultivadas a las dulces fatigas de aquel robusto y delgado ingenio, fomentadas a los preciosos riegos de la cristalina Helicona, con cuyo sabio, fértil humor, como dice Claudiano de flores semejantes, 43 se eternizarán, tanto en la hermosa lozanía cuanto en la memoria de los hombres, produciendo fecundísimos frutos en el desengaño de unos y lamentables avisos en el escarmiento de otros, para que lloren con su lastimoso recuerdo la pérdida de un joven tan presurosamente arrebatado de nuestros ojos; para que lamenten, con su congojoso aviso, ver que una vida tan larga se estrechó a un periodo tan breve como el de treinta y tres años y tres meses; para que la invidia, que, siempre injusta, se regocijó con sus males, se entristezca con sus adquiridos bienes; “Invidia Dea est pessima & iniustissima, malisque gaudet & bonis trsitatur”. Poet. Hypotoon. para que la emulación generosa imite su elegante y blanda poesía; para que sigan el seguro y acelerado paso de don Agustín de Salazar y Torres, que no sin copiosísimas lágrimas le nombro, conociendo que en su veloz atajada carrera quedó Apolo sin un glorioso alumno, las Musas sin un discreto amante, las Gracias sin un dignísimo corifeo, España sin un ingenio de tan gallardo espíritu, y yo sin un amigo tan ilustre, tan docto y verdadero. 45 Giman hoy todos con doliente ternura, ya que lloraron muchos el día infausto de su muerte. Acompañen desengañados o compasivos mi amargo dolor, pues mi triste pecho arroja al labio un sollozo breve y a los ojos un fecundo llanto, 46 para resucitarle a gemidos en la memoria de los que le olvidan, intentando solo en esta prefación amorosa eregir a su fama, para memoria de los venideros siglos. 47 , una pira honoraria que adule, ya que no abrigue, sus religiosas cenizas. 48 Y tú, oh pasajero, oh lector, cualquiera que seas, lee, atiende, admira, y llorarás con todos hacia la mortalidad ver apagado un ingenio de tan ardiente espíritu, y hacia la razón eleva tu capacidad, contemplando en la dulce armoniosa consonancia que en estas obras (o, mejor, cenotafio de aquel fénix) hallarás. Y, para más debido recuerdo, esta fama que se sigue, a cuyas alas he aumentado mi tosca pluma, te ofrecerá lo que en su vida no hubieres advertido.


POST FATA, FAMA.






1. “Lingua mea calamus scribe velociter scribentis”. David in Psalmi. 44, versículo 21.
2. “Cygni puri sunt et candidi canuntque suavissimus melos. Cygneyon versibus bene sonantibus”, Alciato, Emblemata, 183.
3. “E por lo bien que me servistes en la guerra de Almodosar, rey de sevilla, e quiero que entredes en desafío o en batalla contra conde o señor o capítan, si non fuere rey, e, pues sodes leales fidalgos de los mayores de Castilla, e habedes servido en las guerras contra los moros perros, traed en vuestras arnelas vuestras armas con la corona cumplidamente, pues sodes de nuestro linaje etc”, Mosquera en su Numantina.
4. “At mihi iam puero coelestia sacra placebant, inque suum furtium Musa trahebat opus”, Ovidio, 4, Tristia.
5. “Utque meis numeris tua dat facundia nervos, / sic verit a nobis in tua verba nitor”, Ovidio, De Ponto Elegiae, 5. Achenis unum accepimus & eum quidem etiam Apollinis oraculo sapientissimum iudicatum”, Cicerón, De amicitia.
6. “Res enim levis, volatilis, atque sacra poeta est, nec canere prius potest, quam Deo plenus & extra sepositus, & a mente alienus sit”, Platón, in dialogo Ionis.
8. “Concaluit cor meum intra me & in meditatione mea exardescet ignis”, David, Psalmos, 38, versículo 4.
9. Ergo ubi vaticino cencepi mente furores cocaluntque deo”, Ovidio, De Ponto.
10. “Cantemus Domino, gloriose enim magnificatus est”, Éxodo, , 15, versículo 1.
11. “Audite Coeli qua loquor etc”, Deuteronomio capítulo 32, versículo 2.
12. “Qui sponte obtulistis de Israel animas vestras ad periculum etc”, Iudicum, capítulo 5, versículo 2.
13. “Exultabit cor meum in Domino etc”, Regum, capítulo 2, versículo 1.
14. “Incipite Domino in tympanis, cantate Domino in cymbalis”, Iudith, capítulo 6, versículo 2.
15. “Confitebor tibi Domine, quoniam natus est nubi etc”. Isaiae, capítulo 12.
16. “Ego dixi: in dimidio dierum meorum etc”, Isaiae, capítulo 38, versículo 10.
17. “Benedictus es Domine Deus patrum nostrorum etc”, Daniel, 3, versículo 1.
18. “Domine audivi auditionem tuam & timus”, Habacuc, capítulo 3.
19. “Bonum est confiteri Domino & psallere nomine tuo Altissimo”, Salmos, 91
20. “In quibus ait: ‘Pereat dies in qua natus sum’. Vique ad eum locum, ubi ante finem volumninis scriptus est: ‘Id circo ipse me reprehendo & ago poenitentiam”, Job, 42, versículo 6.
21. Divus Hyeronym, in Praefatione
22. Magnificat anima mea Dominum & exultavit etc”. Lucas, capítulo 1, versículo 46
23. “Benedictus Dominus Deus Israel”, Lucas, I, versículo 68.
24. “Nunc dimittis servum tuum in pace”, Lucas, 2, versículo 29.
25. “Et himno dicto, exierunt in monte Oliveti etc”, Mateo, capítulo 26, versículo 30.
26. “Gloria in altissimis Deo & in terra etc”, Lucas, capítulo 2.
27. “Prolixa est vita 6 ad multa & varia sufficiens, nec tempus deperit, quod honestis exerciciis, quale hoc meum sine Divina gloria tranfigitur”, Didac de Avendaño in Vpit. disc. pro num., 108.
28. “Cur a Ducum fies at olim, Regumque Poeta, Premiaque antiqui magna tuleri Chori”, Ovidio, De arte, libro 3.
29. “Tanta quies placidi, tanta est facundia Nerva”, Marcial, libro 8, epi. 70.
30. Laurent. Beyarl, in Theatrum vitae humanae, verb. Poesia & Poetar. Ravisus Textor in Officina, 1 part., fol. mihi 392 usque 412, Covarrubias, Empresas morales, (…). Maestro Francisco Villalu. Empresas morales in praefatione. Figueroa en su Plaza universal, capítulo de las artes liberales.
31. “Apud omnes homines terrestres Poetas honoris participes sunt & reverentia, quantam certe illos cantus Musa docuit, amatque genus poetarum”, Homero in Odisea, 7.
32. “Poetae autem nihil aliud sunt quam Deorum interpretes”, Platón in dialogo Ionis.
33. “Honestus est audire poetam talem qualis hic est, Diis similis in voce”
34. “Dii quoque carminibus, si fas est dicere fluunt, tantaque maiestas ore canentis eget”, Ovidio, De Ponto, libro 4, elegía 8.
35. “Heu miseram fortem duramque accidere vitam! Quantam docti loquit vatibus ipse Deus, sive Deus, seu fatu ferant, seu nostra voluntas, sui miseri ingeniis qui miscere suis”. Mirabelo in Poliantea, verbo Poet. & studia eorum, folio mihi 663. “Et pauper pauperi invidet & poeta poeta”. Hesiodo in Vran.
36. “Miserum te iudice, quia invidia caruisti”. Sëneca, De consolatione ad Martiam. “Habet virtus quodque praecedent in causam ad invidia multis enim propter sapientiam, multis propter iustitiam invidentur”. Séneca, Ad Lucilium & idem discurre Laertius, De vita & moribus philosophorum; Cicerón, Rethor. novorum, libro 4; Salustio in Iugurta & in Catilinarias; Tito Livio, década 4, libro 5 & década 3, libro 3; & Polibio, Historia, libro 1; Valerio Máximo, libro 4, título “de amicitia”; Plauto in Duobus Captivis, ut refert Plutarco in libro cuius titulus est Discrimen inter odium, emulationem & invidiam.
37. “Invidos homines nihil aliud esse, quam ipsorum tormenta”. Quinto Curcio, De rebus gestis ab Alexandro, libro 8.
38. “Cum essem parvulus, loquevat ut parvulus, sapiebam ut parvulus, cogitabam ut parvulus; quando autem factus sum vir, evacuavi qua erant parvuli”. Paulus apostol, Ad Corintios, I, capítulo 13, versículo 22.
39. Dionisio Halicarnaseo & Mirabellus in Polianthea, verbo Poeta.
40. “Omne tulit punctu qui miscuit utile dulci, lectorem delectando & pariter movendo”. Horatius, epistula Ad Pisones, libro 2.
41. “Num enim arte sed divina inspiratione”. Platón in dialogo Ionis
42. “Poetica fabula id circo inventa sunt quia (quemadmodum ait Aristoteles in Poeticis) consilum illorum erat ut mortales adducerent ad virtutis adeptionem, ac vitiis fugam, ad quam simplices homines melius repraesentationibus adducuntur”. Divus Thomas. “Verte potius sententiam, verte potius facundiam, ut fis Dei philosohus & Dei vates”. Divus Paulus Auson.
43. “Si floribus illis, quos neque frigoribus Boreas, nec Sirias vrit, aestibus aeternis, sed viris honore rubentes”. Claudiano, De laud. Seren. Regin.
45. “Omni semper diligit qui amicus est”. Proverbios , capítulo 17, versículo 37
46. “Amicus dolet de amico, amici flent videndo dolorem alterius”. Divus Ioann. Sahagun, sup. I. Reg. num. 22.
47. “Melius est bonum nomen quam unguenta preciosa & dies mortis dies nativitatis”. Eclesiastés, capítulo 7, versículo 22 & capítulo 13. Proverbios, 22, versículo 1, cum Cicerus, libro 2 De officiis.
48. “Carmine sit vivax virtus, expersque sepulchri. Notitiam sera posteritatis habet”. Ovidio, Fastos, 1.

GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera