Información sobre el texto

Título del texto editado:
«A Francisco de Salinas»
Autor del texto editado:
Vega, Juan de ca. 1507-1558
Título de la obra:
Versos de Juan de la Vega
Autor de la obra:
Vega, Juan de ca. 1507-1558
Edición:
Napoli: Mattia Cancer, 1552


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A FRANCISCO DE SALINAS

Aunque, señor, tengáis otro cuidado,
pienso que os acordáis, si por ventura
soy, como vos de mí, de vos amado

del tiempo que, a pesar de mi ventura
adversa, la loable vuestra fama [5]
de os conocer me trujo a coyuntura,

cuando la más crescida y viva llama
del deseo de vencer mi avara suerte
en que el cuidado ardía, donde aún le inflama,

era mi sufrimiento menos fuerte, [10]
tocada del humor que de Helicona
vuestra conversación trae siempre y vierte.

De esta esperanza, aunque no se perdona
al ocio aquí, en que yo buscar solía
vanamente de lauro la corona, [15]

de la deuda, que nunca se podría
pagar no con papel, más con gran suma
de obras, con que la alma tenéis mía,

movida cien mil veces fue mi pluma
a os saludar, mas el juzgar, que pide [20]
que sólo en él el tiempo se consuma,

me la afirmó otras tantas y la impide,
y a cuando haya lugar fue reservada,
mas el cuando a venir no se comide

Como cuando al tornar a la posada [25]
que sea turbado el cielo en el camino
comienza ante del fin de la jornada

a lloviznar, y al techo más vecino
del agua os amparáis con confianza
que no podrá el llover durar contino, [30]

mas el tiempo, que no piensa en mudanza,
se comienza a esforzar tanto, que os tiene
hasta que habéis perdido la esperanza

do, temiendo la noche que ya viene,
en el mayor correr de los canales [35]
muy burlado os partís a do os conviene

y, diciendo, llegáis, «pese a mis males»,
sacudiendo la capa y el sombrero,
coceando los sucios estibales,

así me aviene a mí, que en lo primero [40]
que vine a este hospital, que no debiera,
do de más hambre que pidiendo muero.

Cuando amor me sacaba a la carrera
de os escribir por ver que comenzaba
a llover sobre mí gente grosera, [45]

mientras con la esperanza me amparaba
de más cómodo tiempo, más con fuerza
un trabajo tras otro me llegaba,

de suerte que en el medio de la fuerza
de mis negocios hoy forzado he sido [50]
ceder de la razón a la gran fuerza,

y en el campo a escribiros he salido,
casi ya al fin del ladrón de este oficio,
de antes no lo haber hecho arrepentido.

El oír mis trabajos en servicio [55]
recibid, pues sabéis que en la amicicia
el dar parte del mal es beneficio.

Sabréis, señor, después que la justicia
el título me dio que tantos días
me ha negado mi suerte en la milicia, [60]

pensando yo que las fatigas mías
habían hallado puerto, y que pudiese
decir «válete ya» a las hosterías,

vine en esta grajera do espendiese
las reliquias de los pocos dineros [65]
que había tomado a no poco interese,

que el gasto de los dos años primeros
que anduve como alano a las orejas
de señores y amigos verdaderos,

a quién solicitando con consejas, [70]
no chismosas por eso, a quién mostrando
la culpa de mi estrella entre las cejas,

no me bastaba en Nápoles, que, cuando
fuero yo hijo de un Paulo Tolosa,
despendiera la herencia no jugando. [75]

Aquí no hay esperanza de otra cosa
que de salir las bragas en la mano
para meteros luego en la Sartosa.

Y de sacar un nombre a cuesta vano
de capitán que, quiriendo empeñalle, [80]
no os dará un mercader sobre él un grano;

antes, traéis con vos piedra en llevalle,
con que la adulación del malicioso
os descalabre en medio de la calle.

De todo bien aquí estoy deseoso, [85]
salvo del bien obrar: a pesar mío
tengo de ser un santo religioso.

Buscar aquí placer es desvarío,
que es tierra a quien negó la Copia el cuerno
el buen aire, el buen sitio, el útil río. [90]

Horno en verano son, cuevas de invierno
las casas, combatidas de agua y viento,
do estáis como en los senos del infierno.

Bien que lo que me da más descontento
es la gente, que vence todo aviso, [95]
su fundada malicia y sufrimiento.

Mas tórname el contento al improviso
del otro sexo angélico la vista,
venido con Luzbel del paraíso.

Luego veréis de damas una lista [100]
hermosas, de la cual conversación
honra, saber, valor, gloria se aquista.

La excelsa doña Juan de Aragón,
de alta beldad ejemplo, su Victoria
de cuantas hay en el mundo perfección, [105]

cuya glorïosa fama y clara historia
verá de mil ingenios consagrarse
sin gustar Lete a la inmortal memoria.

Y si mis días no ven presto cortarse
de la envidiosa Parca el vital hilo, [110]
si el cielo avaro en mí siento alargarse,

si algún tiempo quieto o más tranquilo
se me reserva del en que ahora vivo,
para tornar a mi olvidado estilo,

será en cuanto el mar ciñe siempre vivo [115]
con el gran nombre de Toledo el suyo,
a los cuales dedico cuanto escribo.

A ellos tres mi bien todo atribuyo,
que el primer nombre me sacó de parte
que en salvo aun con la mente siempre huyo, [120]

trújome a militar so mejor Marte
y a gozar del favor de quien el mundo
es digno de imperar, no que una parte.

De vano en santo amor me guía el segundo,
de un laberinto ciego a un claro templo, [125]
de un ver, de un pensar triste al más jocundo

son las divinas partes que contemplo.
En el tercero a mi escribir sujeto
que inmortal hace su inmortal ejemplo

divino de mis ojos solo objeto. [130]
Adonde me iba yo con tal traílla
me lleva amor sin haber puesto efeto,

como llevó a los dos de la hablilla
saliendo a pasearse de Toledo
hablando a su favor hasta Sevilla. [135]

Tornado a do partí, señor, no puedo
tolerar de esta gente los engaños,
su osar en mal obrar sin tener miedo,

que gozan siempre en los ajenos daños
por parecer en todo sus vecinos [140]
pobres, presuntuosos y tacaños.

De estos veréis poblar de los caminos
las horcas y henchirse las galeras;
son, quiriendo dar fin, cuervos marinos.

Si os vienen a hablar, y a las primeras [145]
palabras no hacéis luego a su modo,
no podréis esperarle las postreras;

en parlamento os tienen el día todo
de la fiesta, rompiendo la cabeza
con voces, recostados sobre el codo. [150]

Cuando sobrevenido de gran pieza
la noche se ha, sin nada concluirse,
se parte el parlamento donde empieza,

y sin decir «adiós» o despedirse
veréis salir tras uno todos, luego [155]
que pécoras gritando sin oírse.

Y no creáis que tienen más sosiego
cuando se rige corte, que en la banca
se os cargan y se os ponen ante el fuego.

No estiman mil mandados una blanca [160]
que les hagáis, que os dicen luego «apelo»
como el mejor doctor de Salamanca.

Por una inhibitoria os van de un vuelo
a la audiencia, que en darlas no se tarda,
la cual luego en llegar dice «repelo [165]

la causa», y no penséis tal vez que aguarda
a la sentencia, sino al comenzalla
sin esperar si viene roja o parda;

ve el tuerto y obedesce el hombre y calla,
y, si no lo hacéis, luego os envían [170]
la inculpatoria a que hagáis talla

cuál es de menor voz, si dos porfían.
Perdéis, y tal vez Marsia vence a Apolo,
que en el juzgar de Midia se confían.

Hállome, aunque con corte, aquí muy solo [175]
de gente cortesana y conversable,
de vos, que habéis sido puerto y polo

en la mar de mis penas, sin la afable
conversación del parco, sin la audiencia,
en todo tiempo a todos agradable, [180]

sin aquella real alta presencia,
consuelo de la más afligida alma,
nuestro refugio y bien de su excelencia,

sin quien orna cortesía de palma
la frente, el claro Lope de Mardones, [185]
que de favorecernos nunca calma,

el cual con mil mercedes, con mil dones,
con mil sus beneficios cotidianos
es firme amparo a mis tribulaciones;

dignísima hechura de las manos [190]
que nunca jamás cesan de ser largas
a los justos deseos de los humanos.

Mis cortesanos son trescientas cargas
de esbirros; mis continos, los cuidados
de presos, que me son hieles amargas, [195]

necios procuradores y abogados,
vocingleros, villanos importunos,
que nunca se me parten de los lados;

son mi conversación tener ayunos
los ojos de otra vista que desea [200]
mi solaz; mis presentes, los ningunos;

mi conquista amorosa es la pelea
que tengo con la audiencia cotidiana
por defender las causas de esta aldea.

Al fin, lo que he ganado aquí es la gana [205]
de verme fuera ya de esta gran carga,
en que mucho más pierde quien más gana.

No es de admirar haber sido tan larga
cuan molesta esta letra e importuna,
siendo la confianza quien la alarga, [210]

y es mesa del avaro, que, cuando una
vez sola a convidar se determina,
gusta cuanto en el año todo ayuna.

No os poder escribir a la contina
y el desear contaros los sucesos [215]
de la vida que el cielo me destina

me ha hecho cometer tantos excesos
en esta, o en el pensar de estar urdiendo
de muy luengos exámines procesos.

Suplícoos con perdón, si en ella ofendo [220]
vuestro oír, por memoria de avisarme
vuestro estado, a la cual yo me encomiendo.

Besar por mí la mano, encomendarme
a mi señor Mardones no os sea ajeno,
y, si en algo servir puedo, mandarme. [225]

El cielo os sea tan largo y tan sereno
cuanto el gran nombre vuestro es ya notorio
en tierra, y el partir no menos bueno,
y a mí me saque de este purgatorio.






GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera