Título de la obra:
Ensayo de una biblioteca de traductores españoles, donde se da noticia de las traducciones que hay en castellano de la sagrada escritura … Preceden varias noticias literarias para las vidas de otros escritores españoles.
DIEGO MEXÍA, natural de Sevilla y vecino de Lima, en el Perú. El comercio y el solicitar las comodidades de su familia parece le llevaron a aquellas partes, obligándole a navegar mares y caminar por tierras de diferentes climas por espacio de veinte
años.
Esto decía él por los de 1604
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Pero estos afanes no fueron parte para que abandonara el
estudio
de las letras; antes, en medio de estas inquietudes se esmeraba en su cultivo, bien al revés de otros sabios españoles conducidos por sus ganancias a la América, que de tal modo trataban de ellas que «cuanto más doctos iban, se volvían más peruleros», como dice nuestro Mexía
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En Lima parece que había una
academia
llamada Academia Antártica, de la cual era socio Diego de Mexía, y, deponiendo su nombre propio, adoptó el de Delio. Esto se infiere del soneto que en su elogio escribió el licenciado Pedro de Oña en nombre de la sobredicha academia, y de otro de Luis Pérez Ángel que empieza así:
Dos Apolos, dos Delios soberanos
lucen por excelencia en cielo y suelo
uno se nombra el gran señor de Delo,
otro el Divino llaman los humanos, etc.
Publicó
:
Primera parte del Parnaso antártico de obras amatorias. Con las 21 epístolas de Ovidio y el in Ibin en tercetos. Dirigidas a don Juan de Villela, oidor en la Chancillería de los Reyes. Por Diego Mexía, natural de la ciudad de Sevilla y residente en la de los Reyes, en los riquísimos reinos del Pirú. Con Privilegio; en Sevilla. Pon [sic] Alonso Rodríguez Gamarra, en 4º, B[iblioteca] R[eal].
Navegando nuestro traductor el año de 1596 desde el Perú a los reinos de Nueva España padeció una tormenta tan furiosa que casi pereció; y, escarmentado, anduvo por tierra 300 leguas que hay desde Acaxa hasta México, camino penosísimo y para él más triste por la nueva que tuvo de la quema de la flota mexicana y de la entrada de los ingleses en Cádiz; y, para divertir esta melancolía, se ocupó en el viaje en leer y
traducir
las epístolas de Ovidio, que era el único libro que le acompañaba, y que había comprado a un estudiante en Sonsonate. Cuando llegó a México halló que en los tres meses de su jornada había traducido de 21 epístolas las 14, y, completando la traducción, procuró
limarlas
todas. Hízola en tercetos por parecerle
corresponder
mejor este verso a la elegía latina. Esto refiere Mexía en el prólogo. Puso argumentos en prosa a cada epístola bastante copiosos y al fin de cada una añadió también en prosa la
moralidad
o sentido moral que contienen. Tradujo también en tercetos la invectiva
In Ibim,
sembrando por las márgenes varia
erudición
para su mejor inteligencia. Algunas veces dice nuestro intérprete
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que imitó en su traducción a Remigio Florentino y otras añadió conceptos y sentencias, así para declarar más a Ovidio como para que acabasen con dulzura algunos tercetos; y, aunque se tomó algunas licencias, de suerte que, como él confiesa,
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merece más el nombre de imitador que de
traductor,
siempre procuró arrimarse a la frasis latina en cuanto es permitido en la
nuestra.
Este es el concepto en que tenía su traducción nuestro Mexía, la cual está hecha con buen estilo y con valentía, declarando bien el sentido de Ovidio y conformándose por lo común con su expresión. La dedicatoria al oidor Villela finaliza así: «A quien suplico que, recibiendo esta primera parte de mis
Obras amatorias
debajo de su protección, disponga el ánimo para aceptar la segunda»; de cuyas palabras se puede conjeturar que el intento del autor era continuar esta materia
amorosa
bajo el título común de
Parnaso antártico.
Adviértase finalmente que nuestro intérprete envió desde Lima su traducción a Sevilla para que Fernando Mexía, mercader de libros en aquella ciudad y acaso hermano suyo, solicitase su
impresión.
1. Prólogo del Parnaso antártico.
2. Allí mismo.
3. Prólogo.