(…)Llegando el doctor Juan de Mariana en su
Historia general de España
al tiempo del rey don Juan II, dice estas palabras: «Pereció en la refriega Lorenzo Dávalos, hijo del condestable don Ruy López Dávalos, cuyo desastre desgraciado canta el poeta cordobés Juan de Mena en
versos
llorosos
y
elegantes,
persona en este tiempo de mucha
erudición
y muy
famoso
por sus poesías y
rimas
que compuso en lenguaje
vulgar.
El metro es
grosero,
como todo lo de aquella era; el ingenio, elegante,
apacible
y
acomodado
a las orejas y gusto de aquella edad y esta. A todos admira su estupenda erudición y elegante estilo de decir, para en todas edades admirables».
Fue el poeta Juan de Mena natural de Córdoba y
caballero
principal de esta ciudad. Dicelo él mismo en sus
Trescientas:
Córdoba madre, tu hijo perdona
si en los cantares que ahora pregona
no divulgare tu sabiduría;
de sabios valientes la antepondría,
que fuera un espejo muy maravilloso;
por ser de ti misma seré
sospechoso,
dirán que los pinto mejor que debía.
Y en la famosa y célebre coronación que compuso en honra del
marqués
de Santillana, insigne poeta:
Vino Homero y Lucano
en aquellos entremeses,
con Virgilio mantuano
Séneca vandalino
y otros sabios cordobeses,
puesto que
digan
de mí,
porque en Córdoba nací,
que en loar suplo sus menguas.
Callen, callen malas lenguas,
pues se sabe ser así.
Donde el Comendador griego, en los eruditos y doctos comentarios que escribió e
imprimió
sobre Juan de Mena, nota de comendable
gloria
de Córdoba a los que en ella nacieron, do ha sido la copia de los nobles, fortaleza de los fuertes. Asimismo:
Córdoba, flor de esmerada caballería,
maestra y testimonio de los santos.
¡Oh, Córdoba, dotada de comendable elocuencia,
de grandes filósofos, historiógrafos, poetas y doctores
que en ti hubieron nacimiento
y de quien tú has sido madre!
Y luego hace lista de muchos hombres famosos de Córdoba en letras, pero, aunque el Comendador comentó a Juan de Mena y Francisco Sánchez, catedrático de Salamanca, ninguno escribió su vida. Hallela en breve en un metro antiguo, escrita por el maestro Romero, catedrático de Humanidad en Salamanca, de donde sacaré algunas cosas de las muchas de su vida que el olvido tiene sepultadas
En tiempo del rey don Enrique II y don Alonso, su padre, vivió en Córdoba Ruy Fernández de Peñalosa y Mena, señor de Almenara,
caballero
principal y veinticuatro de Córdoba. Casó, y tuvo hijo a Pedro Arias de
Mena
y Peñalosa, que, muriendo en breve en lo mejor de su edad, dejó en poder de su mujer dos niños: a Juan de Mena y Ruy Fernández de Peñalosa, veinticuatro de Córdoba. Criáronse entre sus deudos, y llegando a la edad de 23 años
aprendió
latinidad y filosofía. Pasó a Salamanca, donde salió eminente en las artes liberales. Con deseo de
saber
pasó a Italia, madre en aquella edad de las mejores letras; trató y
comunicó
con los más famosos hombres de ella. Dio la vuelta a España con
fama
de caballero sabio y elocuente. Descubriose bien en breve en ocasiones que se ofrecieron ser más aventajado de lo que pensaban. Escogiole el rey don Juan para
secretario
suyo y cronista mayor.
Casó
con una hermana de García y Lope de Vaca, caballeros principales. No dejó sucesión. Recogiose en su patria, apartándose de la corte para escribir la
historia
del
rey
don Juan, que le hizo notable merced. El mayor
amigo
que tuvo fue don Íñigo de Mendoza, marqués de Santillana, no menos insigne poeta. Siendo
mozo
de edad de 45 años, yendo de paso, le salteó un dolor de costado en Torrelaguna, donde murió. Estaba enterrado en un
famoso
entierro y sepulcro que le mandó hacer el marqués, su grande amigo, junto al altar mayor. Aunque no dejó hijos, bastan sus escritos para conservar su
memoria
en los siglos venideros. Oído he decir a los viejos vivió este caballero en las casas que hoy sirven de convento a las monjas jerónimas de santa Marta de Córdoba.