Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo VIII. Suplemento a la noticia de Fernando de Herrera. Tomo 7. Noticia, Pág. 7.”
Autor del texto editado:
López de Sedano, Juan José (1729-1801) Caro, Rodrigo (1573-1647)
Título de la obra:
Parnaso español. Colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos. Tomo VIII
Autor de la obra:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Edición:
Madrid: Antonio de Sancha, 1774


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Suplemento a la noticia de Fernando de Herrera. Tomo 7. Noticia, Pág. 7.


En cumplimiento de lo que tenemos advertido al público, ofrecemos el instrumento siguiente, que es el artículo tocante a nuestro autor que se encuentra en los Claros varones en letras, naturales de la ciudad de Sevilla, que escribía Rodrigo Caro, obra inédita y cuyo original posee el conde del Águila, y creemos que ha de ser no poco apreciable para los curiosos, así por la gravedad con que está escrito, en medio de deberse reputar por elogio histórico más que por juicio crítico, como por muestra de aquella desconocida y estimable obra.

Igualmente habíamos pensado en incluir a continuación de este elogio las Observaciones sobre las Anotaciones de Fernando de Herrera a las Obras de Garcilaso, escritas por don Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla, a nombre del licenciado Prete Jacopin, obra curiosa y muy erudita, y de que no se tenía más conocimiento que el que da don Tomás Tamayo de Vargas al fin de sus Anotaciones al mismo Garcilaso, cuyo original para entre las curiosidades del referido conde del Águila, pero así por no estar completo este tratado, como por no hacer más abultado el presente tomo y otras causas, nos contentaremos por ahora con su sola noticia.

Fernando de Herrera, que llamaron “el divino”. Rodrigo Caro. Claros varones en letras de Sevilla, pág. 42.

Fue Fernando de Herrera tan conocido en Sevilla, su patria, y su memoria aún está tan permanentemente, que si alguien leyere esto que aquí escribo podrá ser me culpe de que anduve corto en la relación de su ingenio y letras; pero yo diré lo que entiendo sin encarecimientos vanos, porque le conocí aunque no le hablé, por ser yo muchacho cuando él era ya viejo, mas me acuerdo de lo que publicaba su fama. Supo la lengua latina muy bien, e hizo en ella muchos epigramas llenos de arte, pensamientos y modos de hablar escogidos en los mayores escritores antiguos. De la lengua griega tuvo mediana noticia. En las lenguas vulgares leyó los mejores autores, habiéndolas estudiado con cuidado, y todo esto hizo al mayor conocimiento de la lengua castellana, notando los modos de decir que tenían o novedad o grandeza. De lo que escribió en prosa se reconoce haberlo escrito con gran cuidado, porque es de lo mejor que hay en nuestra lengua. En lo que escribió en verso, a que más le llamaba su genio, los que pueden conocer mejor este género hallan que sus versos castellanos son cultos, llenos de luces y colores poéticos, tienen nervio y fuerza, y esto no sin venustidad y hermosura; bien es verdad que lo que escribió, que no fue poco, por no ser vulgar ni común es poco apetecido de los que sienten con el vulgo que no puede juzgar lo recóndito de su erudición. Tuvo grande excelencia en la escogencia de sus voces y epítetos más ilustres, escondiendo en todo el arte, a imitación de los mejores poetas. Naturalmente era grave y severo, y esto mismo trasladó a sus versos. Comunicaba con pocos, siempre retirado o en su estudio, o con algún amigo de quien él se fiaba y con quien explicaba sus cuidados. No sé si por esto, o por lo aventajado de sus poesías, le llamaban “el divino Herrera”, y así dijo un satirógrafo de aquellos tiempos:

Esto hace que valga tan de balde
el millar de las rimas y sonetos
que el divino Herrera escribe en balde.


Mientras él vivió no imprimió sus poesías; hízolo Francisco Pacheco, célebre pintor en esta ciudad, cuya oficina era academia ordinaria de los más cultos ingenios de Sevilla y forasteros. Fuele muy aficionado a todas sus obras, alabándolas con encarecimiento, y las buscó con mucho cuidado y dio a la estampa debajo del amparo del conde de Olivares, valido de Felipe IV. Las obras de prosa que escribió son de lo mejor que anda en nuestra lengua, que fueron: La vida y martirio de Tomás Moro, presidente del Parlamento de Inglaterra en tiempo del desdichado Enrique VIII, principio y patrocinador de la cisma de aquel reino; La batalla naval contra el turco en Lepanto, y por haber sido la primera relación estudio de pocas horas, la escribió segunda vez con más cuidado; escribió Notas a Garcilaso, en que descubrió su mucha lección, así de poetas griegos y latinos como de italianos y otras lenguas vulgares, y esta dio a la estampa viviendo; trabajó una Historia general de España hasta la edad del Emperador Carlos V, la cual tuvo acabada por los años de 1590, y esta le pidió o la guardó algún curioso para honrar ajeno nombre. Supo Fernando de Herrera la filosofía muy bien, estudió la matemática, la geografía antigua y moderna exactamente; tuvo muchos y selectos libros. Las medras de todo esto fue solo un beneficio en la iglesia parroquial de san Andrés de esta ciudad. Pero en esta corta fortuna tuvo y tendrá muchos compañeros, porque a la virtud todos la alaban, pocos la buscan y menos la premian. Su muy aficionado Francisco Pacheco entre muchos retratos que hizo de personas insignes hizo uno de Fernando de Herrera y me pidió le hiciese un epigrama latino. Hice el siguiente:

Vivis? Et a túmulo superis datur ora tueri
Fernande? An fallax ludit imago? Quid est?
Subditum morti video, et iubat usque morari
elysium felix nam tenet umbra nemus
post manes, tumulumque manes, et funeris expers.
Vivis ab efigie, vivis ab ingenio.






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera