Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Francisco Pacheco”
Autor del texto editado:
Pacheco, Francisco (1564-1644)
Título de la obra:
Jerusalén conquistada. Epopeya trágica
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: Juan de la Cuesta, 1609


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Fuentes
Información técnica





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Francisco Pacheco


Esta es la efigie de Lope de Vega Carpio, a quien justísimamente se concede lugar entre los hombres eminentes y famosos de nuestros días, y, cuando por este sujeto solo hubiera dado principio a mi obra, pienso que no sería trabajo mal recebido ni sin premio de agradecimiento, que en los tiempos venideros me concederán por él los que, no habiendo podido gozar del original, gozaren del fiel traslado de este varón que tan conocido es, ha sido y será en la más dilatada parte de la tierra donde se tuviere noticia de buenas letras, porque las obras suyas (famosas entre las que se leen de su género) ninguna remota parte las ignora, antes con debida admiración las procura, porque en ellas se juntan las partes que raras veces en una concurren, porque nunca la naturaleza es tan pródiga que al que concede alto natural le conceda alto entendimiento con que procura el arte, y a quien concedió alcanzar el arte le concedió tan poco natural, que no le sirve. Y la vez que arte y natural se juntan (grande desperdicio de naturaleza) se desaviene y aparta tanto de ellos la imaginativa, que esta falta se conoce en sus obras; mas en las de Lope de Vega vemos en la facilidad de su vena el natural grande, en la abundancia de sus escritos la mucha imaginativa, en los nervios y disciplina de sus versos el entendimiento y arte tan juntos, tan perfetos, que tendría por osado a quien juzgase sin temor grande cuál parte de estas es más excelente en él. Del abulense Tostado se advierte por justa grandeza que, repartida la cantidad de sus obras con las de sus años, sale cada día a tres pliegos de escritura, y ha habido curioso que en buena arismética ha reducido a pliegos las obras de Lope de Vega, y, contando hasta el día de hoy todos los de su vida respetivamente, no es inferior su trabajo y estudio. Él ha sido cierto en España (salva emulación que siempre sigue a la virtud) el poeta solo que ha puesto en verdadera perfeción la poesía, porque, aunque a Garcilaso de la Vega se le debe la gloria de los primeros versos endecasílabos que hubo en España buenos, fue aquello tan poquito, que no pudo servir de más que de dar noticia que se podida aquistar aquel tesoro. Pero el que verdaderamente lo ganó y lo posee es Lope de Vega, y, si alguno (cuyo ingenio y escritos no ofende esta alabanza) no la admite, antes que la repruebe me diga qué poeta lírico ha tenido Italia (madre de esta ciencia) que se aventaje a Lope de Vega. Los mejores que de Italia han impreso he leído (aunque con mal conocimiento), pero en sus bellísimos escritos no se leen mas apretados sentimientos, más dulces quejas, más puros concetos, más nuevos pensamientos, más tiernos afectos que en las obras de Lope de Vega. Él ha reducido en España a método, orden y policía las comedias, y puedo asegurar que en dos días acababa algunas veces las que admiraban después al mundo y enriquecían los autores, y no solo la poesía ha perficionado, pero la música le debe igual agradecimiento, pues la variedad de sus versos, y la blandura de sus pensamientos le ha dado materia en que con felicísimo efeto y abundancia se sustente, y ocasión justísima a los artífices de los tonos para osar igualar el artificio y dulzura de ellos a la dulzura y artificio de sus letras. Las cosas dignas de ponderación hacen parecer apasionados de ellas a los que las escriven, y, si yo lo pareciere de Lope de Vega de manera que se me pueda poner por objeción, remítome a las obras que se conocen suyas: remítome al poema heroico de su Jerusalén, que pienso que tres o cuatro que hay en España de este género no se ofenderán de que se le conceda el primer lugar; remítome a su Arcadia, donde consiguió con felicidad lo que pretendió, que fue escribir aquellas verdaderas fábulas a gusto de las partes. Sea buen testigo la Dragontea (el más ignorado de sus libros, que, como hacienda de grande rico, lo olvidado y acesorio fuera principal riqueza en otros). El Peregrino en su patria es el quinto libro. Otro, intitulado Rimas, mina riquísima de diamantes y ricas piedras, no en bruto, no, sino labradas y engastadas con maravillosa disposición y artificio. El poema de la Hermosura de Angélica enseña bien la del ingenio de su autor, que alcanzó más diferentes ideas de hermosura que la misma naturaleza. Y por último (aunque segundo de los que escribió) dejo el “poema castellano” Isidro, que, como refiere en él, lo llamó así por serlo los versos y el sujeto, a cuyo alto conceto debe nuestra nación perpetuo agradecimiento y loores, pues no sin mucho acuerdo y amor de su patria eligió, para tratar la vida beata de aquel santo, las coplas castellanas y propias, por que las naciones estranjeras notasen que la curiosidad ha traído a España sus versos y cadencias, y no la necesidad que de ellos hubiese, pues, arribando este libro gloriosamente a la más alta cumbre de alabanza, nos enseña que son los versos castellanos de que se contiene capaces de tratar toda heroica materia. Las comedias que ha escrito ya vemos, por los títulos de ellas impresos en el libro del Peregrino, que son tantas, que es menester para creello que cada cual sea, como es, testigo de la mayor parte de ellas, sin más de otras tantas que después de aquella impresión ha escrito, con que llegarán a quinientas. De los versos sueltos y derramados que ha hecho a diferentes sujetos y efetos oso asegurar dos cosas: la una, que es de lo mejor que ha escrito; la otra, que es más que de lo que está hecho mención. Él, en fin (cuando con mas modestia le queramos loar), es igual al que con mas gentil espíritu ha alcanzado en esta facultad nombre ilustre en España en cada cosa que le queramos comparar, y superior a todos en tres cosas que en ningún ingenio se han juntado mas felizmente que en el suyo: facilidad, abundancia y bondad. Y, así, no dudo que la antigüedad le llamara hoy hijo de las Musas mejor que al poeta de Venusia, por quien las ciudades de España pudieran competir con Madrid (dichosa patria suya) como los argivos, rodios, atenienses, salaminos y esmírneos por aquistar el título de la de Homero.

Sirvió Lope de Vega en los primeros años de su juventud al ilustrísimo inquisidor general y obispo de Avila, don Gerónimo Manrique, a quien él confiesa en sus obras que debe el ser que tiene; después, al excelentísimo duque de Alba de gentilhombre y en oficio de secretario, y años después lo fue del excelentísimo marqués de Sarria, hoy conde de Lemos, de los cuales fue amado, y estimado justamente su ingenio y partes, por las cuales fue codiciado con aventajados gajes y mercedes de muchos grandes de España para la misma ocupación, a que tenía su ingenio una correspondencia admirable. Y porque, como he dicho, sus obras son el verdadero elogio de su vida, yo debo dar fin a este con esta estancia que a su retrato escribió don Joan Antonio de Vera y Zúñiga:

Los que el original no habéis gozado
gozad del fiel traslado los despojos.
Dad gracias por tal bien a vuestros ojos,
y a Pacheco las dad por tal traslado.
Será el uno y el otro celebrado
del negro adusto a los flamencos rojos,
causando ambas noticias igual gusto
desde el rojo flamenco al negro adusto.






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera