Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo IX. [Biografía de] don Juan de Jáuregui y Aguilar”
Autor del texto editado:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Título de la obra:
Parnaso español. Colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos. Tomo IX
Autor de la obra:
López de Sedano, Juan José (1729-1801)
Edición:
Madrid: Antonio de Sancha, 1778


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Don Juan de Jáuregui y Aguilar, caballero del orden de Calatrava y caballerizo de la reina doña Isabel de Borbón, nació en la ciudad de Sevilla, aunque era oriundo de Vizcaya. Ignórase el año de su nacimiento, y se computa que pudo ser cerca de los de 1570, como también el nombre de sus padres, constando solo lo ilustre de su familia. También se ignora el tiempo y la calidad de sus estudios, pero no su grande y profunda erudición en todo género de buenas letras, como destino muy correspondiente de un caballero seglar y acomodado. Asimismo, se dedicó al estudio de las nobles artes, y entre ellas al de la pintura, con tanto gusto y afición que se hizo un profesor excelente. Tampoco se sabe si fue casado; consta solo que pasó a Roma, sin que se sepa si voluntariamente o con destino y comisión particular, donde vivía por los años de 1607, en que publicó su Aminta, y desde donde la dedicó a don Fernando Enríquez de Ribera, duque de Alcalá, haciéndose memorable y famoso en aquella corte del mundo por la grandeza de su ingenio. Tampoco se ha podido averiguar el tiempo en que se le confirió el hábito de Calatrava, ni el empleo de caballerizo de la reina doña Isabel de Borbón, primera mujer del rey don Felipe IV, que no pudo ser antes de los años de 1621. Solo es evidente que por causa de este destino residió la mayor parte de su vida en Madrid, a donde por último falleció cerca de los años de 1650 y, por consecuencia, muy entrado en la vejez. La misma ignorancia se padece en cuanto a las demás circunstancias de su persona y de su aspecto, por ser tan difícil de encontrar su retrato como las noticias particulares de su vida, aconteciendo a nuestro poeta lo que a otros muchos, que tanto cuanto han sido más ilustres, más parece que la envidia y el tiempo se ha empeñado en oscurecer sus memorias. En medio de esta verdad, la de nuestro Jáuregui ha prevalecido con la fama de uno de los más insignes y elocuentes poetas de la nación, digno de colocarse en la primera clase de su parnaso, pues le dotó la naturaleza y le adornó el arte de todas las prendas y requisitos que pueden constituir un verdadero poeta, como son el talento, la erudición, el ingenio, la posesión del idioma, la nobleza, espíritu y elegancia de su estilo y la eminencia con que poseía el arte del metro castellano, como se comprueba por las sabias máximas que dictó de esta difícil arte y el primor con que las supo practicar, en cuya excelencia no solo aventajó a todos los grandes poetas sevillanos, sino que compitió con los más famosos de su tiempo, como Quevedo, los Argensola, el príncipe de Esquilache y otros pocos, que con nuestro Jáuregui fueron los últimos que sostuvieron el buen gusto de la poesía, que con el de todas las letras y artes iba a dar en su última ruina. Sin embargo, le ocurrieron diferentes controversias y contenciones literarias con algunos de sus contemporáneos, y en particular con don Luis de Góngora y don Francisco de Quevedo, llegando a encenderse los ánimos en discordias que no son de nuestro instituto particularizar. Las obras que conocemos por suyas son las siguientes: Las Rimas, que son todas sus poesías líricas, impresas en Sevilla en 1618, en que se incluye la más célebre de ellas y de todas las traducciones castellanas, que es la del Aminta, fábula pastoril de Torquato Tasso, que insertamos en el tomo I de esta colección con la noticia y juicio de ella, la cual se había ya antes impreso completa en Roma en 1607; La Farsalia, poema español, no traducido rigurosamente del poeta Lucano, sino tomado su mismo argumento y compuesto originalmente, aunque parece que procuró seguirle en lo remontado y afectado de la versificación, por lo que se aparta mucho de la sublimidad y belleza del estilo del Aminta y aun de sus obras líricas, impreso después de la muerte de su autor en Madrid en 1684, en que se incluye el Orfeo, poema heroico, que ya se había publicado separadamente en 1624; Discurso poético contra el hablar culto y oscuro, en prosa; La Comedia del Retraído, que es una especie de trova del Tratado de la cuna y la sepultura de don Francisco de Quevedo; Memorial del rey nuestro señor: ilustra la singular honra de España, aprueba la modestia en los escritos contra Francia, nota una carta enviada a aquel rey, etc; Apología por la verdad o respuesta a una censura que se hizo del sermón que fray Hortensio Paravicino predicó en las honras del rey don Felipe III, impreso en Madrid, 1625; Por el arte de la pintura, tratado apologético, semejante al de los Diálogos de la pintura de Vicencio Carduccio, en Madrid, 1633. Pondremos el elogio que da a nuestro Jáuregui don Francisco de Calatayud, oficial real contador de la casa de la Contratación de Sevilla, que se halla impreso al principio del tomo de sus Rimas:

Como en fecundo valle al fruto opimo
adorna flor hermosa
vagamente enlazada del racimo,
así de la virtud y generosa
sangre de los mayores
con heroicas acciones propagada
es gallardo ornamento
exceder en las artes superiores,
y la mente ilustrada
de poderoso aliento,
impulso fiel de espíritu divino
para la eternidad hallar camino.
Tú, de estirpe gloriosa
planta hasta las estrellas levantada,
ya Píndaro, ya Apeles,
o muda poesía en tus pinceles
o pintura espirante en tus escritos,
das a la edad presente
y gozas floreciente
en el siglo que adornas y eternizas
la gloria que se sigue a las cenizas.


También incluiremos el elogio de la Aminta hecho por Alonso de Acevedo en Roma, en el siguiente soneto, por ser uno de los más excelentes e ingeniosos que se habrán escrito para el efecto:
Nació junto al Erídano abundoso
Aminta en su ribera esclarecida,
noble zagal, cuya niñez florida
sintió de amor el arco riguroso.
Este con Tirsis, un pastor famoso,
pasaba en amistad su triste vida,
y en voz se lamentaba repetida
con su toscano plectro numeroso.
Mas vino de la bética ribera
un joven de gallardo ingenio y brío,
y Aminta por el docto sevillano
dejó su patria y amistad primera,
y ya en el Betis en estilo hispano
canta olvidado de su lengua y río.





GRUPO PASO (HUM-241)

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