Título del texto editado:
“Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo IX. [Biografía de] don Juan de Jáuregui y Aguilar”
Don Juan de Jáuregui y Aguilar,
caballero
del orden de Calatrava y
caballerizo
de la
reina
doña Isabel de Borbón, nació en la ciudad de Sevilla, aunque era oriundo de Vizcaya. Ignórase el año de su nacimiento, y se computa que pudo ser cerca de los de 1570, como también el nombre de sus
padres,
constando solo lo
ilustre
de su familia. También se ignora el tiempo y la calidad de sus
estudios,
pero no su
grande
y profunda
erudición
en todo género de buenas letras, como destino muy correspondiente de un caballero seglar y acomodado. Asimismo, se dedicó al estudio de las nobles artes, y entre ellas al de la pintura, con tanto gusto y afición que se hizo un profesor
excelente.
Tampoco se sabe si fue
casado;
consta solo que pasó a Roma, sin que se sepa si voluntariamente o con destino y comisión particular, donde vivía por los años de 1607, en que
publicó
su
Aminta,
y desde donde la
dedicó
a don Fernando Enríquez de Ribera, duque de Alcalá, haciéndose
memorable
y
famoso
en aquella corte del mundo por la grandeza de su
ingenio.
Tampoco se ha podido averiguar el tiempo en que se le confirió el
hábito
de Calatrava, ni el
empleo
de
caballerizo
de la reina doña Isabel de Borbón, primera mujer del rey don Felipe IV, que no pudo ser antes de los años de 1621. Solo es evidente que por causa de este destino residió la mayor parte de su vida en Madrid, a donde por último falleció cerca de los años de 1650 y, por consecuencia, muy entrado en la
vejez.
La misma ignorancia se padece en cuanto a las demás circunstancias de su persona y de su aspecto, por ser tan difícil de encontrar su retrato como las noticias particulares de su vida, aconteciendo a nuestro
poeta
lo que a otros muchos, que tanto cuanto han sido más
ilustres,
más parece que la
envidia
y el tiempo se ha empeñado en
oscurecer
sus memorias. En medio de esta verdad, la de nuestro Jáuregui ha prevalecido con la fama de uno de los más
insignes
y
elocuentes
poetas de la nación, digno de colocarse en la primera clase de su
parnaso,
pues le dotó la
naturaleza
y le adornó el
arte
de todas las prendas y requisitos que pueden constituir un verdadero poeta, como son el talento, la
erudición,
el
ingenio,
la posesión del
idioma,
la nobleza, espíritu y
elegancia
de su estilo y la
eminencia
con que poseía el arte del metro castellano, como se
comprueba
por las sabias máximas que dictó de esta difícil
arte
y el
primor
con que las supo practicar, en cuya
excelencia
no solo
aventajó
a todos los grandes poetas sevillanos, sino que compitió con los más
famosos
de su
tiempo,
como Quevedo, los Argensola, el príncipe de Esquilache y otros pocos, que con nuestro Jáuregui fueron los últimos que sostuvieron el buen
gusto
de la poesía, que con el de todas las letras y artes iba a dar en su última ruina. Sin embargo, le ocurrieron diferentes
controversias
y contenciones literarias con algunos de sus contemporáneos, y en particular con don Luis de
Góngora
y don Francisco de Quevedo, llegando a encenderse los ánimos en discordias que no son de nuestro instituto particularizar. Las
obras
que conocemos por suyas son las siguientes: Las
Rimas,
que son todas sus poesías
líricas,
impresas
en Sevilla en 1618, en que se incluye la más célebre de ellas y de todas las
traducciones
castellanas,
que es la del
Aminta,
fábula
pastoril
de Torquato
Tasso,
que insertamos en el tomo I de esta colección con la noticia y juicio de ella, la cual se había ya antes
impreso
completa en Roma en 1607;
La Farsalia,
poema español, no
traducido
rigurosamente del poeta
Lucano,
sino tomado su mismo argumento y compuesto originalmente, aunque parece que procuró seguirle en lo remontado y
afectado
de la versificación, por lo que se aparta mucho de la
sublimidad
y
belleza
del estilo del
Aminta
y aun de sus obras
líricas,
impreso
después de la muerte de su autor en Madrid en 1684, en que se incluye el
Orfeo,
poema
heroico,
que ya se había
publicado
separadamente en 1624;
Discurso
poético contra el hablar culto y oscuro,
en prosa; La
Comedia
del Retraído,
que es una
especie
de trova del
Tratado de la cuna y la sepultura
de don Francisco de Quevedo;
Memorial
del rey nuestro señor: ilustra la singular honra de España, aprueba la modestia en los escritos contra Francia, nota una carta enviada a aquel rey, etc;
Apología
por la verdad o respuesta a una censura que se hizo del sermón que fray Hortensio Paravicino predicó en las honras del rey don Felipe III,
impreso
en Madrid, 1625; Por el arte de la pintura, tratado apologético,
semejante
al de los
Diálogos de la pintura
de Vicencio Carduccio, en Madrid, 1633. Pondremos el
elogio
que da a nuestro Jáuregui don Francisco de
Calatayud,
oficial real contador de la casa de la Contratación de Sevilla, que se halla
impreso
al principio del tomo de sus
Rimas:
Como en fecundo valle al fruto opimo
adorna flor hermosa
vagamente enlazada del racimo,
así de la virtud y generosa
sangre de los
mayores
con heroicas acciones propagada
es gallardo ornamento
exceder
en las artes superiores,
y la mente
ilustrada
de poderoso
aliento,
impulso fiel de espíritu divino
para la eternidad hallar camino.
Tú, de
estirpe
gloriosa
planta hasta las estrellas levantada,
ya Píndaro, ya
Apeles,
o muda poesía en tus pinceles
o pintura espirante en tus escritos,
das a la edad presente
y gozas floreciente
en el siglo que adornas y
eternizas
la
gloria
que se sigue a las cenizas.
También incluiremos el
elogio
de la
Aminta
hecho por Alonso de
Acevedo
en Roma, en el siguiente soneto, por ser uno de los más
excelentes
e
ingeniosos
que se habrán escrito para el efecto:
Nació junto al Erídano abundoso
Aminta en su ribera esclarecida,
noble zagal, cuya niñez florida
sintió de amor el arco riguroso.
Este con Tirsis, un pastor famoso,
pasaba en amistad su triste vida,
y en voz se lamentaba repetida
con su toscano plectro numeroso.
Mas vino de la bética ribera
un
joven
de gallardo
ingenio
y brío,
y Aminta por el
docto
sevillano
dejó
su patria y amistad primera,
y ya en el Betis en estilo
hispano
canta olvidado de su lengua y río.