Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Vida del excelentísimo príncipe Don Juan Manuel, Adelantado mayor de la frontera y del reino de Murcia, hijo del infante don Manuel y nieto del rey don Fernando el Santo”
Autor del texto editado:
Argote de Molina, Gonzalo (1549-1596)
Título de la obra:
El conde Lucanor, compuesto por el excelentísimo príncipe don Juan Manuel, hijo del infante don Manuel y nieto del santo rey don Fernando
Autor de la obra:
Juan Manuel, Don (1282-1348)
Edición:
Sevilla: Hernando Díaz, 1575


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Vida del excelentísimo príncipe don Juan Manuel, Adelantado mayor de la frontera y del reino de Murcia, hijo del infante don Manuel y nieto del rey don Fernando el santo


Reinaba felicemente en Castilla y en León don Fernando cuarto de este nombre, teniendo paz y alianza con los reyes de Aragón, Portugal y Navarra, sus vecinos, cuando en el año después del nacimiento del hijo de la Virgen de mil y trecientos y diez, estimando el valor de don Juan Manuel, su vasallo, hijo del infante don Manuel y nieto del rey don Fernando el santo, tercero de este nombre, le hizo mayordomo mayor y de su Consejo. No duró mucho a don Juan la privanza de este príncipe, porque en el segundo año siguiente, siendo emplazado por los Carvajales, murió el rey don Fernando en Jaén, dejando por sucesor en los reinos a don Alfonso su hijo, niño de trece meses.

Eran a esta sazón señores muy poderosos en Castilla los infantes don Pedro, don Juan, don Felipe, don Fernando de la Cerda, don Juan el tuerto, hijo del infante don Juan, don Juan Núñez de Lara y este caballero, algunos de los cuales, pretendiendo cada uno para sí la tutoría de su príncipe, causaron grandes revueltas en Castilla, hasta que en el año de mil y trecientos y veinte, por común consentimiento después de la muerte de algunos de ellos, quedaron por tutores el infante don Filipe, don Juan Manuel y don Juan el tuerto, hasta que el rey, siendo de edad, con acuerdo de los reinos, los administró por su persona.

Entendiendo el rey don Alonso de cuánta importancia era para su servicio don Juan Manuel, procuró atraerle a sí, desposándose con doña Constanza Manuel, su hija, y juntamente con esto haciendo a don Juan Manuel su Adelantado mayor de la frontera contra los moros, en la cual señaló en todas sus empresas con grandísima gloria y nombre de excelente capitán, principalmente en la entrada que hizo en el reino de Granada en el año de mil y trecientos y veinte y siete, donde, saliéndole al encuentro Ozmín, gran príncipe moro con toda la caballería y fuerza de aquel reino, le desbarató y venció cerca del río Guadalferze, alcanzando de ellos una ilustre victoria, de las mayores que los reyes de Castilla hubieron de la casa de Granada.

Sucediendo a este tiempo discordia entre el rey don Alonso y don Juan el tuerto y viniendo don Juan el tuerto a besar al rey la mano con su carta de seguro, y siendo del rey convidado a su mesa, fue preso y degollado en la ciudad de Toro por su mandado, sentenciándole por traidor y confiscando ochenta villas y castillos suyos a la corona. Causó esto tanta alteración en don Juan Manuel, principalmente por estar considerado con Juan el tuerto, que, considerando ser el rey mozo y determinado, dejando la frontera que a su cargo estaba, se fue a Chinchilla, que era lugar suyo.

El rey don Alonso, que ya se declaraba contra don Juan desechando a doña Constanza Manuel, con quien estaba desposado, trató casamiento con la infanta doña María, hija del rey don Alonso de Portogal, cuarto de este nombre, de lo cual teniéndose don Juan Manuel por agraviado, inviándose a despedir del rey don Alonso, se confederó con el rey de Granada y juntamente con el rey de Aragón con cuya ayuda corrió muchas tierras en la frontera de Castilla, comenzando desde Almansa y Chinchilla hasta Peñafiel, robando cuanto hallaba.

Viendo el rey don Alonso tan cerca de sí enemigo tan poderoso, para desbaratarle acordó inviar contra él a don Alvar Núñez, su privado, a quien para este efecto hizo conde de Trastámara, de Lemos y de Sarria, dándole con esto el señorío de Cabrera y de Ribera, y, despachando juntamente a Garcilaso de la Vega, su merino mayor, gran caballero de su casa a Soria, para que con la gente de aquella ciudad y su tierra fuese contra don Juan, entendió que con esto se daría fin a este negocio. A lo cual preveniendo don Juan Manuel, no hubo llegado Garcilaso a Soria cuando, levantándose los de aquella ciudad contra él a voz de que iba a prender los caballeros de ella, le mataron estando oyendo misa dentro del monasterio de san Francisco de Soria, y allí el rey fue forzado a salir en persona con su ejército, con el cual puso cerco sobre la villa de Escalona, que era de don Juan.

No enflaqueció el ánimo de don Juan ver un rey tan poderoso sobre su estado, antes, por dar a entender que no quedaba inferior, y que si el rey le cercaba una villa, le cercaba él otra, puso cerco sobre la villa de Huete, y entre tanto que el rey estaba sobre Escalona, don Fernán Rodríguez de Balboa, prior de san Juan, en servicio de don Juan rebeló a las ciudades de Toro y Zamora contra el rey, a cuya imitación los de Valladolid hicieron lo mesmo, queriendo matar a don Juzaf de Écija, indio almojarife mayor del rey, cuyo oficio en Castilla gran tiempo anduvo en gente de esta ralea. La rebelión de los cuales lugares tomó ocasión de no querer consentir que el Consejo del rey se gobernase por el conde don Alvar Núñez, su privado, y, así forzando al rey a alzar el cerco de Escalona, vino sobre Valladolid, donde el prior de san Juan estaba, el cual, teniendo trato con los caballeros de Castilla que cerca del rey andaban, le forzaron a echar de su servicio, Consejo y casa al conde don Álvaro, el cual, con desesperación de verse despedido de su gran privanza y hallándose rico de vasallos y dineros, procurando vengarse de sus contrarios, se confederó con don Juan Manuel, el cual recibiéndole en su amistad fue acomodado de mucho dinero que el conde le dio para el discurso de la guerra, hasta que sucedió la muerte del conde, como en la crónica del rey don Alonso onceno en particular se escribe.

Considerando después de esto el rey don Alonso la necesidad que tenía de acudir a la guerra de los moros, y de cuánta importancia le era reducir a su servicio a don Juan Manuel, porque con esto libertaba a Castilla de guerra civil y cobraba a don Juan Manuel, capitán de grandísima prudencia, experiencia y fortuna para contra los moros, a quien con toda su fuerza jamás había podido sojuzgar, antes parescía que nunca don Juan había quedado en todos los discursos pasados menos poderoso, acordó concertarse con él, lo cual se hizo con mucha facilidad.

No duró mucho tiempo esta concordia, porque, viviendo siempre don Juan receloso de que el rey no hiciese con él lo que con don Juan el tuerto había usado, nunca se hallaba seguro, y así, confederándose con don Juan Núñez de Lara, señor de Vizcaya, se desavino del rey, y tornó a hacerle la guerra como de antes, hasta que, habiendo reducido el rey a don Juan Núñez de Lara, y habiendo concertado don Juan Manuel de casar a doña Constanza Manuel, su hija, con el infante don Pedro, príncipe de Portogal, quedó pacífico en servicio del rey.

Ya parescía que don Juan Manuel quedaba quieto, si lo que fue causa de la paz no fuera el instrumento de la guerra, porque, paresciéndole al rey que por estar concertado antes de esto el infante don Pedro de Portugal de casar con doña Blanca, hija del infante don Pedro de Castilla, no era bien que tuviese efecto el segundo matrimonio con doña Constanza Manuel, dio principio a la discordia, no consintiendo que la llevasen a Portogal. Don Juan Manuel y don Juan Núñez se confederaron de nuevo contra el rey y, aliándose con otros caballeros de su opinión, volvieron como de antes en rompimiento.

El rey don Alonso, que ya estaba muy poderoso en valor militar, atendiendo con todo su poder contra don Juan Manuel y don Juan Núñez, puso en tanto estrecho a don Juan Núñez que, rindiéndosele, se vino a su merced, y, poniendo cerco sobre Peñafiel, donde don Juan Manuel estaba, le forzó dejar a Castilla y pasarse en Aragón, donde estuvo algunos días hasta que, intercediendo doña Juana, madre del mismo don Juan, con el rey, le recibió últimamente en su servicio.

Don Juan Manuel ya de todo punto quieto en servicio de su príncipe y descuidado del temor que del rey tenía concebido, acudiendo a su inclinación natural del ejercicio de las armas, gastó todo el discurso de su vida de allí adelante en la guerra de los moros, donde desde esta nueva concordia en veinte años continuos que con ellos tuvo rencuentros, siempre salió victorioso, fue con el rey don Alonso en las conquistas de Alcalá la Real, Teba, Priego, Olvera, Alcaudete, Ayamonte, Utrera, la Torre del Alfaquí, Carcabuey, Rute, Zambra, la Torre de Cartagena, Castellar y últimamente en la conquista de la ciudad de Algecira, el cual la rescibió de los moros por el rey su señor con el cual se halló en la gran batalla del Salado, donde los reyes Albuhacén de Fez, Marruecos, Túnez, Tremecén y Segalmeza y don Juzaf Abenhabit Abenazar de Granada fueron vencidos y desbaratados, siendo don Juan el principal y primero a quien de las empresas de valor se daba cargo y cuidado.

El cual fue tan celebrado en España en aquellos tiempos y quedó su nombre y valor tan glorioso en la memoria de los hombres que, habiendo el infante don Fernando, su bisnieto, puesto su real sobre Antequera, como los moros tuviesen ocupada una sierra, y fuese necesario conquistarla, entrando en consejo sobre ello, aunque a todos paresció cosa de gran peligro, acordaron que convenía ganalla, pero ninguno se ofreció a la empresa, hasta que el infante don Fernando les dijo: “Por cierto, mengua face aquí mi bisabuelo don Juan Manuel”.

Pues, si el tiempo que le sobraba de las armas y gobierno lo gastaba en ejercicios no dignos de príncipe, los libros que dejó escritos dan testimonio de ello, porque, demás de este libro, cuyos exemplos nos muestran el consejo con que se gobernó en todas sus empresas, hizo otros muchos libros, que dejó en el monasterio de san Pablo, de la orden de los Predicadores, de su villa de Peñafiel, que él fundó y dotó y eligió para su sepulcro. Los títulos de los cuales son:

La crónica de España

Libro de los sabios

Libro del caballero

Libro del escudero

Libro del Infante

Libro de caballeros

Libro de la caza

Libro de los engaños

Libro de los cantares

Libro de los exemplos

y el Libro de los consejos

Las mujeres e hijos que tuvo y la sucesión y posteridad suya el discurso siguiente lo mostrará muy particularmente, porque, dejado aparte dos hijas que tuvo reinas, doña Constanza y doña Juana, que la primera casó con don Pedro príncipe de Portogal, la segunda con don Enrique el segundo, rey que fue de Castilla, de las cuales estas y otras casas reales descienden, tuvo otros hijos, de cuya sucesión desciende grandísima nobleza de España, aunque de línea de varón en Castilla solamente los tres hermanos, don Rodrigo, don Pedro y don Juan, que hoy viven.

Los años de su vida paresce que fueron casi setenta, porque, según se entiende de las historias, debió de morir en el año del Señor de mil y trecientos y cuarenta y siete, aunque la inscripción de su sepulcro dice de sesenta y dos, a la cual no doy fe, como no se puede dar a muchas otras que hay en España que no fueron escritas en el tiempo que los que en ellas yacen murieron.

Mandó sepultar junto a sí al buen caballero Diego Alfonso, honra y gloria de la casa de Tamayo, su leal y famoso alférez, que, defendiendo su pendón y peleando valerosamente con los moros en el cerco de Algecira, pagó con la vida el tributo que a su antigua nobleza y limpia sangre debía.

Lo mucho que más se podía decir del valor e ilustre nombre de este excelente príncipe el curioso lector lo puede ver en la crónica del rey don Alonso onceno, donde muy particular memoria de él se hace. Mi intento en este capítulo fue solo hacer una breve suma de su historia.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera