Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Que tracta de las virtudes y proezas de don Íñigo López de Mendoza, que fue duque del Infantadgo” (título XXI, capítulo iii)
Autor del texto editado:
Sedeño, Juan
Título de la obra:
Suma de varones ilustres, en la cual se contienen muchos dichos, sentencias y grandes hazañas y cosas memorables de docientos y veinte y cuatro famosos, ansí emperadores como reyes y capitanes, que han sido de todas las naciones desde el principio del mundo hasta casi en nuestros tiempos, por orden del A.B.C., y las fundaciones de muchos reinos y provincias
Autor de la obra:
Sedeño, Juan
Edición:
Medina del Campo: Diego Fernández de Córdoba, a costa de Juan de Espinosa, 1551


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Que tracta de las virtudes y proezas de don Íñigo López de Mendoza, que fue duque del Infantadgo


Don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, fue hijo del almirante don Diego Hurtado de Mendoza y nieto de Pero González de Mendoza, señor de Álava. Este mostró ser tanta la grandeza de su ánimo, que no solo no se alteraba por las cosas grandes, pero aun en las pequeñas no era contento de entremeter, y, como al tiempo que el almirante don Diego Hurtado, su padre, y doña Leonor de la Vega, su madre, fallescieron él quedó muy niño, acontesció que por el defecto de la edad le fueron por algunas personas con falsos títulos usurpadas las Asturias de Santillana y otras tierras de su patrimonio. Él, empero, aunque por entonces lo disimuló, después que llegó a edad más perfecta tuvo tales formas, que recobró todo lo que le era tiránicamente ocupado, parte por las armas y parte por justicia.

Fue tan grande la dulzura de sus palabras, que nunca le oyeron decir alguna de que no emanase ejemplo notable para doctrina o para placer de las gentes. Item, fue tan naturalmente inclinado a la disciplina de las armas y al estudio de las letras y de tal manera habituado en el uno y otro ejercicio, que sin que las armas le ocupasen del estudio ni las sciencias le impidieran platicar con sus familiares lo que se requiere, en las guerras gastaba igualmente su tiempo en ambas facultades. Fue capitán principal en muchas guerras que tuvo, así con cristianos como con infieles, de que unas veces le acontesció salir vencedor y otras vencido, y de entre todas son admirables aquellas dos batallas que hubo con los aragoneses, la una cerca del río Toroto y la otra no lejos de Araniana, en las cuales, viendo que en número de gente era inferior a sus adversarios, juzgó por mayor vileza huir después de visto el enemigo sin pelear que morir o perder el campo peleando, y así se sometió a la fortuna de la batalla, que fue ambas veces muy cruel y sangrienta, porque, como todos peleasen esforzadamente, perdieron muchos la vida de ambas partes, donde paresció especialmente la virtud y magnanimidad de don Íñigo López de Mendoza, el cual usó de tal manera no solo de los oficios pertenecientes a sabio y prudente capitán, mas a esforzado caballero que, aunque al fin fue vencido y herido, no por eso dejó de ganar gloria y ser reputado por magnánimo; antes, conoscida por el rey don Johan la suficiencia suya, le crio capitán y le mandó ir a guerrear a los moros del reino de Granada, en la cual expedición hubo clarísimas victorias de todas las batallas y rencuentros que se le ofrecieron con el rey moro y con sus capitanes, y taló y destruyó muchos lugares de la vega de Granada, por armas la villa de Huelma, y finalmente puso a los moros en tanta necesidad, que les ganara otras fuerzas y les hiciera grandes daños, si el rey don Johan, constreñido por algunas necesidades que en aquellos días se le ofrecieron, no le enviara a mandar que se abstuviese de la guerra y pusiese treguas con los moros, lo cual, visto por don Íñigo, hizo a los infieles tan gran guerra, que, poniéndolos en subjectión, los compelió a dar las parias y tributo en mayor cantidad que el rey pensaba ni esperaba rescebirlas, y que liberasen todos los captivos cristianos que tenían. Fue así mesmo tan liberal, que no solo repartía los despojos ganados de los enemigos, pero aun de su proprio patrimonio hacía grandes y señaladas mercedes y beneficios a aquellos principalmente que conoscía serle agradescidos, diciendo aquella notable razón acostumbrada a ser pronunciada por su boca: “Si deseamos bienes a quien nos hace bien, debemos darlos a quien nos los desea”. Por las cuales virtudes, conosciendo el rey don Johan ser don Íñigo merescedor de toda dignidad, le ennobleció con título de marqués de Santillana y de conde del Real de Manzanares y, allende de esto, confió de él muchas veces su persona y las cosas de la gobernación de estos reinos.

Era tan grave en reprehender las flaquezas que conoscía en los hombres, que, viendo a un caballero llorar en un infortunio que le acontesció, movido por ello a ira, le dijo: “¡Oh, cuánto es digno de ser reprehendido el varón que por algún desastre, aunque más grave sea, derrama lágrimas, si no a los pies del confesor!”. Era, allende de esto, tan despreciador de las riquezas mal habidas, que, como algunos arrendadores le mostrasen vías ilícitas para augmentar en sus rentas, les dijo: “Ese lenguaje extraño es del mío; por tanto, debéis hablarle con quien le entienda mejor que yo”. Era también infundida en él una tal virtud de piedad, que cualquiera hombre atribulado o perseguido hallaba en él consolación y defensa. Tenía gran copia de libros, ca fue especialmente inclinado al estudio de la filosofía moral y de las cosas peregrinas y antiguas.

Finalmente, acabó su vida en edad de sesenta y cinco años, en tanta honra y prosperidad, que, allende del estado principal de su casa, que subió a título de duque del Infantazgo, pero otros cinco mayorazgos de grandes rentas, conviene a saber, el condado de Tendilla, el condado de Luruña, arzobispado de Toledo y obispado de Sigüenza, los cuales estados dejó en los tres hijos siguientes después del mayor, y muchas villas lugares y rentas que dejó a don Johan y a don Hurtado, que eran los menores.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera