Información sobre el texto

Título del texto editado:
“Vida de m[icer] Ludovico Ariosto que escribió el señor Juan Baptista Pinna”
Autor del texto editado:
Pinna, Juan Baptista
Título de la obra:
Orlando furioso de M. Ludovico Ariosto, traducido de la lengua toscana en la española por don Jerónimo de Urrea. Lleva esta impresión la vida de Ludovico Ariosto y a cada canto anotaciones en que se declaran los lugares dificultosos. Nuevamente traducidas de la dicha lengua toscana. Con otras muchas curiosidades que se hallarán en la plana tercera
Autor de la obra:
Ariosto, Lodovico (1474-1533)
Edición:
Bilbao: Matías Mares, 1583


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Vida de m[icer] Ludovico Ariosto que escribió el señor Juan Baptista Pinna


La casa y familia de los Ariostos en Bolonia fue muy antigua y noble, donde hasta el día de hoy permanece en su nobleza. Los que primero la mudaron de Bolonia a Ferrara fueron ciertos parientes de Lippa Ariosta, mujer que fue del marqués Obizo tercero de Este, la cual fue de rara hermosura y grandísima honestidad y murió el año de 1347, y por causa y intercesión de esta señora crecieron los Ariostos en honra y riqueza. Pero entre todos los sucesores de este linaje, aunque de allí adelante hubo muchos, que fueron honrados y personas señaladas lo fue últimamente m[icer] Nicolo Ariosto, el cual, puesto que era aún muy mancebo, fue gran familiar del duque Borso de Ferrara, y después mayordomo de la casa del duque Hércules. Y, habiendo sido enviado a negocios y con embajadas del dicho duque al emperador y al rey de Francia, hizo su oficio con mucho valor y fidelidad, y por ello le fue dado en premio título de conde y de caballero, y finalmente alcanzó todas las dignidades y honras que su señor le pudo dar y hacer, y así le envió por gobernador de las ciudades de Reggio y Módena, donde se casó con una señora llamada Daria de Malaguzzo, de los príncipes de Reggio, de quien nació m[icer] Ludovico, cuya vida al presente escribimos, y otros cuatro hijos, llamados Gabriel, Galasso, Carlos y Alejandro, y cinco hijas.

El Ludovico en su primera edad dio muestras clarísimas de su divino ingenio, y siendo mancebo de poca edad compuso la fábula de Tisbe en su lengua vulgar, y juntamente con sus hermanos la representó, y así mismo en este tiempo compuso muchas cosas en forma de comedias. Y, aunque su padre le puso al estudio de las leyes, no fue con ello adelante, porque pudo más en él la natural inclinación (como se cuenta de Petrarca y Ovidio), porque pretendía cosas de más importancia. Tuvo en las letras humanas por maestro a Gregorio de Espoleto, hombre docto, principalmente en la poesía, en la cual ciencia hacía cada día admirables pruebas, y sobre todo se deleitaba en declarar alguno lugares dificultosos de Horacio, lo cual hacía dándoles hermosas interpretaciones. Agradábale la dulzura de Tibulo y el espíritu de Propercio en escribir elegías, y procuró en los versos yámbicos y endecasílabos conformarse con Catulo, como en muchos versos suyos se podrá ver, que salieron a luz divididos en dos partes. Pero, dejando del todo la poesía latina, se mudó a la toscana y propuso en sí de hacer un poema en lengua vulgar que fuese semejante al heroico y al épico, pareciéndole que de hacer esto le resultaría mucha honra y fama, pues hasta aquel tiempo ninguno lo había hecho como convenía.

Supo todas las artes y ciencias, y aprendió a hablar las lenguas española y francesa para con esto hermosear más su poesía y hacer como la abeja, que recoge las mejores flores para de ellas sacar su miel. Procuró el cardenal Bembo apartarle de este propósito, amonestándole que escribiese en latín, y dándole larga cuenta de su deliberación pasó con su propósito adelante y, habiendo visto muchos libros en verso vulgar y considerando que el conde Mateo María Boyardo tenía gran fama en Italia entre los que de aquella manera habían escripto, deliberó de proseguir la obra que había comenzado, imitando en esto a Virgilio, que cantando de Eneas prosiguió a Homero. En este tiempo, habiendo el papa Julio II movido guerra contra el duque de Ferrara, fue enviado Ludovico Ariosto sobre este negocio a Roma por la posta con embajada, de donde habiendo vuelto, se quiso hallar en la guerra que después hubo y, combatiendo como hombre valeroso en el Poo, entre otros muchos caballeros, se halló en tomar un navío de los enemigos. Y, vuelta la armada enemiga, queriendo el duque tornar a enviar sus embajadores al papa, temiendo muchos su recia condición, lo rehusaron como cosa peligrosa, y el Ariosto la aceptó, con deseo de servir a su señor y patria, pero, habiéndose presentado delante del papa y entendiendo que le era necesario huir, se volvió a Ferrara con gran peligro de su vida, donde después prosiguió su comenzada poesía y la llegó al cabo, aunque no tuvo tiempo para perficionarla. Y, habiendo en este tiempo rehusado de ir a Hungría con el cardenal Hipólito de Este, tuvo gran enojo de él, y por esta causa y también por poder mejor seguir algunos pleitos, puso en olvido la dicha obra casi catorce años.

Siendo después muerto el cardenal Hipólito, el duque le llevó a su servicio y le tuvo por muy familiar, y por dar placer y recreación al mismo duque compuso algunas comedias, como fueron la Casaria, los Supuestos, la Lena, el Nigromántico y la Escolástica, de la cual solamente hizo tres actos y tres escenas, y esta acabó después su hermano Gabriel Ariosto. Comenzó Ludovico otra poesía, no se apartando de la invención del Furioso, y de esta se hallan solamente cinco cantos, y aun, según se entiende, estos salieron a luz y en público contra su voluntad. Tenía pensado de con muchos preámbulos alargar las fábulas que había comenzado, imitando a Homero en cuanto después de haber escripto la Iliada prosiguió la Odisea. Y no solamente quedaron estos cinco cantos imperfectos, mas al cabo de su vida se quejaba de su desgracia, diciendo que aun el Furioso no quedaba enteramente correcto, porque se lo habían estorbado sus cuidados y trabajos, y contaba también que querer obedecer a los mandamientos de sus señores se lo habían impedido. Tradujo en lengua toscana de la española y francesa algunos versos, y especialmente la historia de Godufré de Bullon, y puso en su lengua vulgar muchas comedias de Plauto y de Terencio, y de estas hizo poca cuenta, teniendo intento de hacer cosas mayores; y, habiéndole una vez reprehendido gravemente su padre y reñídole con hacerle una larga amonestación, le escuchó con mucha atención, sin decir ninguna palabra de escusa en su descargo y, preguntándole después uno de sus hermanos que por qué causa había estado tan callado sin dar alguna satisfación a su padre, le respondió que así como su padre le comenzó a reprehender se le había venido a la memoria una cosa semejante que en su Casaria (que en aquel tiempo componía) estaba, de la cual, por que le pudiese aprovechar, aprendió a oír las amonestaciones de su padre de tal manera, que se le olvidó de escusarse y de desengañar a su padre. Tanta era la diligencia y cuenta que tenía en aprovecharse de lo que componía.

También le envió el duque a Graffignana por gobernador de aquella tierra, que a la sazón estaba alborotada y llena de hombres sediciosos, y con su prudencia los puso en paz, sosegando los alborotos que estaban levantados, y redujo aquella provincia al servicio de su señor.

Estando en la corte imperial tuvo amistad con la mayor parte de los príncipes y señores italianos que la seguían, y particular familiaridad con el marqués del Vasto, y sobre todos con los cardenales Sadoleto y Bembo, a los cuales tuvo siempre gran respecto. Un año antes que muriese fue coronado de laurel en la ciudad de Mantua por el emperador Carlos Quinto, con gran favor y aplauso de toda la corte imperial.

Fue de conversación afable y apacible, y de condición alegre y dulce, principalmente cuando estaba entre damas. Era agradable a todos y muy prompto, despierto, lleno de respecto, leal, agudo y para mucho. Era en alguna manera malencónico, porque le agradaba la soledad. En pasar por agua y puentes y en ir a caballo y en barcas se mostraba algo tímido, y sobre todo amaba la contemplación y, así, caminaba algunas veces a pie muchas millas, sin tener cuenta con lo que hacía. Fue alto de estatura, tenía la cabeza calva, los cabellos crespos y negros, la frente alta y ancha, las cejas enarcadas y delgadas, los ojos negros y metidos hacia adentro, aunque alegres, la nariz blanca encorvada y aguileña, los labios recogidos, los dientes blancos y iguales, las majillas descarnadas y de color de aceituna, la barba algo rara, que no le llegaba a las orejas, el cuello bien proporcionado, las espaldas grandes y algo inclinadas, las manos delgadas, la cintura estrecha y las piernas estevadas. Tuvo por costumbre ser enemigo de la ociosidad y fue moderado en desear y procurar honras; contentose con una riqueza honesta y con vida quieta y reposada. Rehusó de ir a la corte romana en tiempo del papa Clemente VII, cuyo familiarísimo y casi como hermano había sido antes de subir al pontificado, y respondía a su amigo que a ello le persuadía que mejor era gozar en paz lo poco que con trabajos desear lo mucho. Deleitábase en fabricar, pero esto era con poco que con trabajos desear lo mucho. Deleytávase en fabricar, pero esto era con poco gasto, y no faltó quien le dijo: “Vos, m[icer] Ludovico, habéis edificado en vuestro libro palacios muy ricos y sumptuosos, y para vos habéis hecho una casa que no se parece en nada a ellos”. A lo cual él respondió: “El poner las palabras en los edificios y el asentar las piedras no es una misma cosa”; y, llevando este su amigo a la entrada de su casa, le hizo que leyese dos versos que sobre la puerta de ella estaban, que decían así:

Parva sed apta mihi, sed nulli obnoxia, sed non
sordida, parta meo sed tamen aere domus.


Fabricaba de buena gana, mudando ora una cosa, ora otra, y decía que el fabricar era como hacer versos, mas con todo esto le acontecía lo que a los árboles, que suelen, cuando de sí mismos salen hermosos, si de mano de buen maestro son cultivados hacerse más hermosos y galanos, aunque también, si esto le hace fuera de orden, pierden su hermosura. En las cosas tocantes al amor fue muy placentero, y así se escusa de ello en algunas partes. Cuanto al comer se contentaba con muy poco, porque era muy templado, y, puesto que comía de la mesa del duque, escusaba la diversidad de los manjares, y con todo eso comía apresuradamente, no obstante que los médicos le avisaron muchas veces que esto le había de ser cosa muy dañosa y contraria a su salud si con ello no tenía mucha cuenta; al fin se le hizo en el cuello de la vejiga una obstrución o cerramiento, y, queriéndola remediar con algunas aguas apertivas, le destemplaron el estómago, y para prevenir a esto con medicinas le sobrevino ética. Y así el año 1534, a los seis de junio, al poner del sol, acabándosele poco a poco la virtud, salió de esta presente vida, siendo de edad de cincuenta y nueve años. Enterráronle en la ciudad de Ferrara en el monasterio de San Benito; fue muy llorado de todos los ciudadanos, y compusieron muchos de ellos versos y prosas en su loor, y él mismo dejó compuesto un epitafio para su sepoltura, que comienza "Ludovici Ariosti humatur ossa &c.," que anda entre sus epigramas que nuevamente han salido a luz, donde quien quisiere le podrá ver. Dejó así mismo algunas sátiras y sonetos que también andan impresos en toscano.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera