Biografía de Silvio Pellico
En Siluso, ciudad del Piamonte, nació Silvio Pellico por los años 1789, donde su
padre
desempeñaba un empleo en la casa de postas. Hallábase aquel todavía en su
infancia
cuando el Sr. Onorato Pellico empleó parte de su fortuna en fundar una hilandería en Piñeroles, primera prisión de la máscara de hierro, de aquel trágico personaje de los anales franceses; es de imaginar que más adelante, cuando en las largas
noches
de Spielberg evocaba Silvio la imagen de su feliz infancia, se le representase más de una vez el castillo de Piñeroles con su extraño prisionero; ¿quién le hubiera dicho cuando escuchaba aquella misteriosa leyenda sobre las
rodillas
de su
madre
que debía él también un día ver sepultado su destino en los húmedos
calabozos
de una ciudadela, lejos de sus parientes, lejos de su patria y bajo el frio y nebuloso cielo de la Moravia?
Silvio tenía entonces
seis
años y, siendo como se ve un niño, era
ya
un poeta. Compuso a aquella edad una
tragedia,
cuyo asunto y personajes pertenecían al mundo de
Ossian,
que
Macferston
[sic] trajo un día de las montañas de Escocia.
Otros varios ensayos más o menos felices revelaron en la misma época, si no todavía el
genio,
por lo menos el
instinto
poético del joven Silvio.
Inquieto, preocupado a la edad de
18
años por la lectura de un poema de
Fóscolo
que apareció en Milán, titulado los
Sepulcros,
y a cuya época se hallaba en León de Francia, trata de volver a la sociedad en cuya atmósfera se halla; pero ¡vanos esfuerzos! Síguenle las preocupaciones cual inseparable sombra; parece buscar en todos los labios un acento desconocido, se imagina leer el titulo los
Sepulcros
sobre el dorso de todos los libros, no parece sino que acaba de notar por la primera vez que el idioma francés es áspero y que carece su cielo de aquella trasparente pureza que ostentan los horizontes de Italia. El país circundado de mares y Alpes se apodera de todos sus pensamientos, invade toda su alma; finalmente, a pocos días ya marchaba por el camino de Italia.
Silvio Pellico compuso varias
tragedias
entre las cuales figuran la
Francesca de Rimini y el Eufemio de Messina.
Confinado
después por espacio de diez años bajo los plomos de Venecia y en los lúgubres calabozos de Spielberg, por haber emitido algunas ideas
políticas
con la franqueza de una ardiente y poética
imaginación,
cuenta
sus largos
padecimientos
en una
preciosa
obrita titulada
Prisiones
1
, sin permitir a sus labios el menor murmullo contra los
jueces
que por tantos años le sustrajeron de una vida cubierta ya de
celebridad.
Que al respirar de nuevo un preso el aire de la libertad sacuda el polvo de la cárcel, y al pisar el suelo patrio suelte un grito de venganza y de maldición, eso lo vemos todos los días; pero Silvio Pellico supo por el contrario amalgamar de tal suerte el
infortunio
con la
educación
religiosa de su corazón, que solo halló en los días de su cautiverio palabras consoladoras para sus semejantes y, puesto en libertad, oraciones para sus carceleros. Con la energía de la más sincera fe reconquistó en aquella prueba de diez años la serenidad de su alma, volviendo a colocar el corazón del hombre a la misma
altura
que le pusieron los mártires del cristianismo.
Antonio Rotondo, Redactor
1. Esta obra se halla en la librería extranjera calle de Jardines, con una estampa como la que acompaña al presente número y además el retrato de Silvio Pellico perfectamente ejecutado por el buril del acreditado artista Ortigosa.