ELIO ADRIANO
Augusto emperador de Roma, óptimo máximo
Sucedió en el Imperio a Trajano, Elio Adriano, su sobrino, y, si no en todas sus virtudes, en muchas de ellas, por las cuales no solo es numerado entre los buenos
emperadores,
sino entre los mejores. Mas, en cuanto a la ciencia, le hizo muchas ventajas, por cual no solo honra esta sinopsis, pero puede honrar todas las
bibliotecas
del mundo, y siempre fue reputado por de los
primeros.
Recapitularé lo que dicen de él Elio
Esparciano,
Aurelio Víctor, Pomponio Leto y otros, ajustándome a sus palabras, porque, aunque todas son muy sumarias, dicen mucho.
Fue
facundísimo
en la lengua latina,
eruditísimo
en la griega. En ambas hizo
oraciones
retóricas
elegantísimas,
así en el senado romano como en otras partes. Y fue tan aficionado a la lengua griega, que algunos le llamaban el Gréculo. Fue estudiosísimo de todas las ciencias y artes. Supo aritmética, geometría, pintura; cantaba y tañía dulcísimamente; en correr, saltar, tirar y en la paciencia de andar y peregrinar a pie visitando todo el Imperio romano por su persona fue admirable. En la astrología y las demás artes matemáticas excedió a todos. En la
poesía
fue excelente e hizo muchas obras de grande estimación e ingenio. Han quedado algunos epigramas suyos, que andan esparcidos en varios autores, de mucha
elegancia
y
artificio.
Escribió la historia de su
vida,
aunque no la quiso
publicar
en su nombre. Fue arquitecto y estatuario.
Su ingenio fue tan general y tan presente para todas las cosas, que parecía que los dioses le habían dotado de todos sus dones y Minerva hablaba por su boca, y que lo habían criado las Musas. Traía
consigo
muchos médicos, filósofos, matemáticos, poetas, retóricos, historiadores, y con todos argumentaba,
excediéndoles
en la sutileza de su ingenio. Finalmente, fue multíplice, agudo, vario e igual al Imperio romano, para cuyo gobierno hizo leyes para la paz y la guerra. Ordenó la disciplina militar y la corrigió en mejor forma.