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Título del texto editado:
“Elogio al comentador. Escribíale Lope Félix de Vega Carpio al tiempo que se murió. Por esto se dejaron algunas cláusulas que estaban imperfectas y se añadieron otras por Juan Baptista de Sosa, amigo de Lope de Vega, y de Manuel de Faria, y de estos estudios”
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
Lusiadas de Luis de Camoens,…, comentadas por Manuel de Faria i Sousa
Autor de la obra:
Camões, Luis de (1524?-1580)
Edición:
Madrid: Pedro Craesbeeck, 1639


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Elogio al comentador. Escribíale Lope Félix de Vega Carpio al tiempo que se murió. Por esto se dejaron algunas cláusulas que estaban imperfectas y se añadieron otras por Juan Baptista de Sosa, amigo de Lope de Vega, y de Manuel de Faria, y de estos estudios

[I]


No hay duda que el poema de Luis de Camoens tuvo siempre estimación de grande, pero desde hoy la tendrá de grandísimo con los Comentarios de Manuel de Faria i Sousa. De aquí resulta dudar yo cuál fue más, si tejer el comentado una tan artificiosa tela, si desenvolver el comentador este artificio, por más que él me asegura quisiera antes haber hecho el poema que el comento, pues penetrar uno lo que otro sutilmente piensa parece más que el pensarlo, de que resultó ser más difícil el salir del laberinto de Creta, de lo que fue el hacerlo. Lo cierto es que para los que deseaban entender al Camoens, y aun para él mismo, más hizo Manuel de Faria que él, porque si grande el uno estaba escondido, el otro le hace mayor manifestándole: aquel nos veló muchos motivos de gusto, este nos le colmó corriéndole los velos. ¿Qué grandeza de conceptos? ¿Qué sublimidad de estilo? ¿Qué facilidad científica? ¿Qué ciencia profunda? ¿Qué erudición recóndita? ¿Qué política excelente? ¿Qué poesía superior? ¿Qué historia memorable? ¿Qué amores afectuosos? ¿Qué afectos naturalísimos? ¿Qué descripciones elegantes? ¿Qué invención misteriosa? ¿Qué dotrina moral? ¿Qué moralidad sólida? ¿Qué reprehensión sutil? Y, al fin, ¿qué variedad hermosa no incluye este poema que tan breve parece por parecerse al rayo, que en un abrir y cerrar de ojos obra infinito? Pues, ¿qué discurrir, sobre todo con ciencia, con juicio y con elegancia, explanando sus secretos, no encierra este comento? Diré solo que midió los profundos escritos del Camoens con su ciencia propia, lo que dijo con lo que supo, requiriendo su ingenio altivo con su juicio severo, lo que imaginó con lo que expresó, lo que imita con lo que adelanta o ilustra, y que, así como Luis de Camoens es príncipe de los poetas que escribieron en idioma vulgar, lo es Manuel de Faria de los comentadores en todas lenguas, porque ningún comento a poeta tan profundo salió de una sola mano tan cabal como este. Homero, Virgilio, Horacio, Ovidio, Dante, y otros, aún no están acabados de comentar, habiendo salido de muchas manos, y el Camoens solo de esta lo queda de manera que no necesita de otra.

II


No resultó esto de que este poema tuviese menos artificio, ciencia y noticias, porque si no excede a todos, a muchos excede en grande parte, y aun en mucho a las propias dos fuentes de esta ciencia. Lo de que resultó fue de un ingenio vivacísimo, de un estudio grande, de una penetración profunda, de unas noticias universales y, al fin, de un trabajo invencible, por discurso de los veinticinco años que él mismo afirma trujo consigo esta labor, y que aún me parecen pocos después de haberla visto. Es, sin duda, cosa admirable el ver que, dando tanta ocasión el poeta a derramarse, un comentador, en muestras de noticioso, ambición que tanto hizo discurrir a casi todos los comentadores por fuera de la línea (dejándolos parecidos al otro pintor, que en todas sus tablas introducía el ciprés, viniese o no viniese a propósito de lo que trataba la pintura principal), Manuel de Faria la reprimió de suerte que jamás se aparta de la idea del comentado, estando siempre tan firme en la silla del verdadero comentar, que, sin duda, se colocó en el magisterio de comentadores, porque yo no veo otro comento (y creo que los he visto todos) que así observe sus leyes. Aun en lo que pudiera justamente dilatarse se estrecha, mas no con agravio de la inteligencia del poeta, ni aun de otros muchos, haciendo juicio sólido de todos los que merecieron este nombre, explicándolos en varios lances, sobre cosas que sus expositores o no entendieron o no tocaron. Si bien el no tocar siempre tiene sospechas de no entender. Síguese de todo que, aunque el comento sin leerse parece largo, leído ha de parecer ajustado a los impacientes y corto a los deseosos. Y finalmente, admirándome todo esto mucho, me admiran mucho más dos hallazgos que perpetuamente nos enseña en el poema el comentador: uno es una especie de imitaciones continuas en Homero y, singularmente, en Virgilio, tan recónditas que no sé adónde hubo ingenio para alcanzarlas y vista para verlas; otro es el de la industria con que el poeta hizo que en este poema apareciesen como verdades todas las fábulas que en sus poemas acomodaron a sus héroes los propios Homero y Virgilio. El espíritu del poeta es de modo que se puede decir de él lo que Heliodoro en el 3 de su Historia etiópica dijo de Homero, con la consideración de ver a tantos buscarle padres, o patria, juzgando que su principal origen era el cielo: Ita omnes (dice él) non superaret nisi e divinis quibusdam revera fundamentis extitisset. Luego, si Luis de Camoens se aventajó tanto entre los poetas que merece esa opinión que de Homero tuvo un varón tan docto, no desmerece algo de ella quien tanto se aventaja entre comentadores, explicando tantos secretos de poesía. Y porque al fin no lo sé encarecer, concluyo que de este género de estudios no logra nuestra lengua semejante escrito, ni de las estrañas hay otro que se le pueda justamente aventajar. Fío que así lo confesarán los doctos desapasionados después que le lean, porque de los que sin leer libros los juzgan, no hay que hacer caso.

III


No se congoje nadie de que diga Manuel de Faria que solo él entendió a Luis de Camoens en esta fábrica, que yo interesado soy en este dicho, pero, viendo que lo puede decir, se lo concedo, confesando, llanamente, que jamás entendí de ella lo que él nos hace entender, y que con ella misma lo prueba, de modo que no se le podrán negar, y que, creyendo mucho del poeta, nunca creí tanto. Todos le teníamos por mayor en las Rimas varias y agora sin comparación es mayor en este poema, con lo que su comentador descubre. Y que solo él lo haya descubierto parece claro de que, arguyendo muchos al poema de faltas en lo que no entendían, jamás salió alguno a la defensa de la menor objeción, y en ellas hace Manuel de Faria patentes sus mayores aciertos. Síguese que si esto fuera hallado de algunos se comunicara a otros, y, pues hasta agora no lo fue, él es quien solamente lo halló. Y si acaso hubo quien con entenderlo se fue a la sepultura sin revelarlo, eso es lo propio que si no le hubiera. Pero de creer es que si lo hubiera, lo manifestara, porque no hay naturaleza humana tan hipócrita en esta esfera que desestime el aplauso que por allí viene. Síguese de todo esto que, cuando Manuel de Faria no hubiera comentado este poema con tantos aciertos y novedades bien ajustadas, bastaba a acreditarle la elección que hizo de él para emplearse en comento de seso, porque eligir obras que no son de él para comentarlas infeliz empleo es. Ni salió esta obra de sujeto de que ella no se pudiese esperar, porque Manuel de Faria con las que tiene escritas podía darnos esta esperanza. Ellas son veinticuatro tomos, de este modo.

IV


¶ 1 De Las historias portuguesas, que contiene dos partes: la primera desde el diluvio hasta el nacimiento de Cristo; la segunda hasta el primer rey.

¶ 2 De las mismas Historias, que contiene otras dos partes: una desde el primer rey hasta la muerte del Rey Cardenal; otra desde la unión con Castilla hasta hoy, y una descripción del reino. Impresos.

¶ 3 De la Asia, que contiene cuatro partes, y en ellas lo que se obró desde el descubrimiento de la India hasta fenecer su gobierno Nuño de Cuña, que viene a ser lo que el grande Juan de Barros escribió en sus cuatro Décadas.

¶ 4 Prosigue La Asia, que contiene dos partes: una refiere lo obrado desde que Juan de Barros dejó de escribir hasta la muerte del Rey Cardenal; otra desde la unión con Castilla hasta hoy. Estos se imprimirán luego y con ellos se volverá a imprimir esotros, corretos, añadidos y ilustrados.

¶ 5 De la África, que contine dos partes: una refiere lo obrado desde el rey don Juan Primero, que ganó Ceuta, hasta la muerte del Rey Cardenal; otra desde la unión hasta hoy.

¶ 6 De la América, o Brasil, que contiene otras dos partes por la misma orden. Estos dos están en borradores.

¶ 7 Discursos morales, políticos y satíricos. Impresos ya.

¶ 8 Segunda parte de los mismos, con licencias sacadas para imprimirse.

¶ 9Primera parte de Rimas, que contiene casi cuatrocientos sonetos.

¶ 10 Segunda parte, que contiene varias fábulas antiguas y propias, y algunas descripciones y cosas semejantes.

¶ 11 Tercera parte, que contiene canciones, elegías y otros versos de este género.

¶ 12 Cuarta parte, que contiene doce églogas de toda suerte de verso grande.

¶ 13 Quinta parte, que contiene redondillas, y todo lo es versos pequeños.

¶ 14 Sexta parte, que llamó “Musa nueva” por haberle llamado la curiosidad a la invención de escribir en versos de ocho sílabas todo lo que hasta hoy se escribe en los de once. Estas seis partes de Rimas fuero impresas, y algunas cosas de ellas dos veces.

¶ 15 Primero tomo del Comento a las Lusiadas.

¶ 16 Segundo tomo del mismo Comento.

¶ 17 Tercero tomo de lo propio.

¶ 18 Cuarto tomo de lo mismo; que son estos que se acaban de imprimir agora.

¶ 19 Las Notas a las excelentes Rimas del propio poeta, de versos mayores.

¶ 20 Las Notas a los versos menores del mismo poeta.

¶ 21 Los blasones de las familias del reino, apuntando sus principios, y los varones claros que cada uno tuvo en armas y letras. No trata de darle fin por ver que después se han ocupado muchos en esto.

¶ 22 Albania, poema lírico portugués, en prosas y versos, que él dice ser de sus yerros el que más le engaña para no aborrecerle, y que será lo que imprimirá postrero. Ya le han leído algunas personas.

¶ 23 Hállase con algún aparato para la historia de la provincia de Entre Duero y Miño, que por ser de su propia patria será escrita con amor. Y las obras a que él incita jamás dejan de tener muchos aciertos.

¶ 24Cartas a diferentes propósitos.

No hace memoria de algunos libros que escribió y desestimó, y de otras cosas de a dos hasta seis pliegos que no desestimó, y que en número son muchas, y pudieran ser libros para otros, porque no determina publicarlas en impresión, aunque algunas se leen manuscritas. Las impresas ya tiene de nuevo ilustradas para volverlas a imprimir, moviéndole a esto el haber algunos metido la mano en ellas con introducirle cláusulas de estilos modernos vanos, y también él inclinándose a algunas en los principios, no en modo todavía que en algún estilo cuanto y más de púlpito o cómico, llegase a tanto desamparo que dijese piel manchada de estrellas por el cielo, arpa de nieve por el cisne, ni tampoco, las que fabrican arcos rosas por las rosas que fabrican arcos, porque esto dice él que solamente lo dirá siempre quien no hallare qué decir.

V


Tengo observado en estas obras que su intento fue mostrarse capaz de escribir en todos estilos y consiguiolo, porque en los Diálogos morales y políticos imitó las Noches de Aulo Gelio, tratando la varia enseñanza que en ellas hay, con unas y otras letras divinas y profanas, judiciosa, aguda y elegantemente. En el Epítome trató la historia con estilo superior, imitando a Lucio Floro, Veleo Patérculo, Justino, Cornelio Tácito, Plutarco, Salustio, Quinto Curcio, y otros, con felicidad notable en invención, disposición y locución y modestia con que trata sus cosas y las nuestras, pudiendo realmente ensancharse en muchas; aventajándose tanto en que la historia está entera y no apuntada (como en los primeros y, por tanto, mayor número de años, con ser en tan pequeño volumen) que me parece se quiso parecer a Mirmécides, que abrigó toda una nave con las alas de una mosca, o al que encerró las obras de Homero en la cáscara de una nuez. En las Rimas varias mostró ilustre talento en los dos estilos, lírico y heroico, que de ambos se hallan en ellas gentiles trozos. Y cuando para lo primero no hubiera escrito más del Narciso en su dulce lengua portuguesa, con que ha honrado mi nombre (como ya confesé en mi Parte XX), y para lo segundo la Coronación de Urbano VIII, se hallara con crédito grande en estos estudios. El cómico no quiso ejercitar, aunque mostrándome dos comedias, que él desestimó, le persuadí que tratase de vivir de ellas, como yo, ya que ambos moríamos de señores. La Albania, o poema lírico, sin ser de príncipes ni pastores, imita dichosamente a todos los que escribieron con más acierto en este género de poemas, como Heliodoro, Boecio, Boccaccio, Sannazaro, y otros.

En todo iguala a todos en el disponer y excede en mucho a muchos en el pensar. La ponderación de lo uno y de lo otro me obligó a dedicarle por mi crédito la comedia de El marido más firme, en mi Parte XX, y a decir en mi Laurel de Apolo esto:

Entre muchos científicos supuestos
eligen a Faria,
que en historia y poesía
saben que no pudiera
darle mayor la lusitana esfera.
Aunque de tantos con razón se precia,
que pueden envidiar Italia y Grecia,
como lo muestran hoy tantos escritos
vestidos de conceptos inauditos,
elocuciones, frasis y colores,
frutos de letras y de versos flores.

VI


Poco dije. Mejor lo hacen cuantos hoy le citan en sus escritos; y no escritores cualesquiera, sino ilustres. Mas, porque fuera proceder prolijamente nombrar a todos, traeré sólo algunos de los que lo hacen con algún elogio, si haberlo tratado con estrecheza de amistad, ni tener dependencia de él por oficio (pues por permisión secreta le mereció para no tenerle), señal que resultó la alabanza de algún mérito y no de alguna lisonja. La santidad de Urbano VIII hizo gran estima de su persona, tratándole con mucho favor, como me constó de carta original del eminentísimo cardenal Barberino, que trujo para el colector de Portugal. Otra carta original vi del doctor Nicolao Serpetro, sujeto estudioso, en que desde Venecia le celebra, y pide sus escritos ya publicados y noticia de los que publica. Entra así un periodo: Io vivo desiderosissimo di vedere alcuna cosa che V. S. había di nuovo dato fuori. Se incontrara comodità dei vascelli la supplico a favorirmene insieme con un corpo delle sue historie, etc.

VII


El doctor en Teología, Miguel Juan de Vimbodino, perito también en las letras humanas, se acuerda de Manuel de Faria y dice de él en un escrito suyo lo que después trasladó León Alacio en el libro que compuso de los ingenios, que estos tiempos pasados se hallaron en Roma, intitulado Apes urbanas, y es de esta manera: De eo (habla de Manuel de Faria en la letra E) Vim-Bodinus in Opere Genealogico Familiæ Vim-Bodinorum, cap. 5. Hinc Duci Fariæ nomen, quod eius posteris, ac castro communicatum. Sic constans ac frequens opinio in Lusitania, quam nobis retulit nobilis Emmanuel Faria et Sousa, militiæ Christi auratus eques, elegans et argutus rerum Lusitanarum scriptor, vir quidem, omnium bene de li[t]teris sentientium approbatione ad quæcumque literaria munera ob egregias animi dotes cum laude obeunda natus, præcipue illustrissimi Lusitania pro Rege Vicarii Doc Alphonsi Furtati Mendocii Archiepiscopi Ulyssiponensis, optimi ingeniorum æstimatoris, ac Mæcenatis calculo commendatus, qui illum nec ex facie notum, tantum editis lucubrationibus ac fama conspicuum, a Secretis ut vocant, status Indiæ Orientalis et postea Portugalliæ Coronæ destinabat, nisi fatum, li[t]teratis hominibus Semper adversum, tanti Præsulis conatus atque consilia interrupisset. Hæc paucula, quando Fariæ mentio forte incidit, adiicienda putavi, ut apud posteros in nostris scriptis amicitiæ inter nos Romæ contractæ monumentum aliquod extaret. Plura de eo Felix Lopius Vega, magni nominis apud hispanos poeta, in epistola ad eumdem. Alii etiam illius passim cum laude meminerunt, præcipue cum sermo de rebus Lusitanicis fit.

VIII


Antonio de Sousa y Macedo, caballero portugués, en su curioso libro de las Excelencias de Portugal, a folio 10, así: Manuel de Faria, que, si en el verso es tan excelente, no lo es menos en la prosa, etc. Y folio 64, hablando de Manuel de Faria, como contra algunas opiniones prueba un noble ingenio lusitano moderno.

IX


El doctor Juan Salgado de Araujo, abad de las iglesias de Pera y comisario del Santo Oficio, le celebra en sus doctos escritos y en la Familia de Vasconcelos dices esto (citándole a folio 14): Manuel de Faria y Sousa, caballero de la Orden de Cristo (en el ilustre convento que tiene escrito al poema de Luis de Camoens, obra heroica, y que entiendo será una de las primeras de España, como lo asegura la opinión que le tienen granjeado sus estudios), se muestra sentido de, etc. Y a folio 30. Manuel de Faria en su Comentario, digno sin duda, no solo del crédito, que (domo dije) le tienen granjeado sus escritos, sino de haber explanado la difícil alma de aquel poema, porque hoy se puede decir que empieza a ser grandísimo Luis de Camoens, y nuestro reino a colocarse en la primera gloria de la pluma, etc. No se enfade el que leyere de que repita las obligaciones que nuestro esclarecido reino (que lo es por sus hazañas y no por sus antiguos coronistas) tiene a este autor, porque obliga con su comento a que de mejor gana pongan todos el sello a la estimación que tanto hicieron de su Epítome de nuestra historia, que con haber pocos años que ha salido son como innumerables los autores naturales y estranjeros que ya le citan y veneran, mejor de lo que nosotros mismos procuramos hacerlo, pues vemos un tal sujeto, cuanto más se emplea en servicio de la patria y de sus héroes, arrinconado y aun perseguido sin premio alguno de ella. Y, sin que los destribuidores de las ocupaciones de virtud se acuerden de él para alguna cuando no fuera para acomodarle con una, para acomodarla a ella con él, y más si fuese de escribir las memorias de la patria. Tiempo vendrá, si no me engaño, en que han de ser acusados los de esta edad por tratarle con este descuido, siendo cosa infalible que los que hoy culpan a los que no beneficiaron a Luis de Camoens en vida hubieran de hacer con él lo mismo que ellos, si vivieran en aquella edad, o él en esta, como el propio comentador lo pondera al fin de la Vida del poeta que describe. Con que se descubre que en todos hay más deseo de argüir culpas que de hacer beneficios. Finalmente, allá vendrán los futuros que pagarán al comentador, como pagaron al comentado, con ponerle encima, sobre largos arcos de muerto, una losa que muchos tienen por honra, que se hace en la muerte a aquel a quien lastimaron en la vida. Aunque cierto entiendo que cargar los poderosos a tales difuntos con una piedra es menos por honralos que por temer que, siéndoles la tierra leve, según dicen epitafios antiguos, se levantarán de ella a pedirles algo de la obligación en que, como primeros premiadores de la virtud, les están ya por grandes capitanes y soldados, ya por grandes escritores o ya por grandes virtuosos, que tales sujetos son los primeros acreedores que el mismo Dios propuso a los que tienen el mundo en las manos.

No le hizo menor elogio un cortesano de Roma, que llevado de ver por allá tan estimado el Epítome, le tradujo en italiano.

X


El doctor Francisco Ignacio de Porres, en sus Apostólicos sermones, le cita con el título de Floro lusitano en la plana 92. Una persona docta de Valencia, viendo que en muchas partes y, singularmente, por aquel reino, se tiene por de cierto personaje la historia de Manuel de Faria, dice, que con razón quieren que escrito tan grande, de grande mano haya salido, si no estuviera contra ello que rara vez los grandes señores fueron ingeniosos y doctos grandes, que así distribuye la divina mano sus dones. Y lo mejor es que el tal sujeto de quien se dice son sus escritos, los tenía en poco. Véase cómo serían de él, y cómo a lo más aplaudido no falta jamás un contrario. Suele también decir que es lástima que le veamos y que hubiera de estar en provincia remota, porque con eso le figuramos en la fantasía de la estatura de cualquier torre. Como si los cuerpos se cortasen a la medida de los talentos y los talentos a la del poder. Que al fin siempre ha de parecer solamente grande lo remoto y cumplirse la sentencia de que ninguno será profeta en la patria.

XI


Y pues el remate de las fábricas es lo mejor de ellas, sea remate de estos elogios don Juan de Quiñones, benemérito ministro de los primeros y más nombrados hoy de esta Corona, tan docto y judicioso en estos estudios como lo aseguran sus escritos, que adonde encuentra a Manuel de Faria se divierte a honrarle, y que habiendo visto estos Comentarios dice que en ellos arrojó su autor al mar de las edades futuras una áncora, que por muchas le sustentará firmemente.

XII


Y porque escritor tan aplaudido, por tales muestras de vivo ingenio y, singularmente, por este escrito, ha de vivir más después de muerto, y los venideros (que no es esto para los presentes a quien todo cansa) desearán saber quién él haya sido en nacimiento, forma y costumbres, diré aquí algo de lo que conocí de vista y alcance de información de sus naturales.

Nació Manuel de Faria en el centro de la ilustre y amenísima provincia de Entre Duero y Miño, adonde llaman el Souto, de la parroquia de Pombeiro, célebre y antiguo monasterio de monjes benitos, que aparece en casi igual distancia entre las villas de Guimarães y Amarante, a 18 de marzo de 1590. Su padre se llamó Amador Pérez, en calidad de la que allá dicen escuderos, que corresponde a lo que en Castilla decimos hidalgos, con la notable diferencia de que hay hidalgos en Castilla que ejercen oficios mecánicos y allá no tiene este fuero quien no viva de su hacienda sin cultivarla por sí, sustentando criados, caballo y armas, y de este modo, con una ligera información están aptos para alcanzar el fuero de caballeros fidalgos, que, si bien no es tanto como el de fidalgos solamente, goza casi los mismos privilegios. Su madre se llamaba Luisa de Faria, que fue hija de Estacio de Faria, fidalgo, como allá dicen, de la Casa real, fuero que corresponde al de caballero en Castilla. Sirvió al rey militarmente y después en oficio de hacienda en el Brasil, y compuso varias obras poéticas con acierto. De este su abuelo parece heredó la inclinación a estas letras. En esta hacenduela del Souto, una de tres que lograron sus padres, se crio con la dotrina de aquella religión y con intento en su padre de que había de tomar su hábito, así por la devoción que le tenía, como porque ella le había beneficiado mucho, después que conoció su entereza en el manejo de sus negocios y hacienda que le fio en aquellas partes.

En lo que da de sí la infancia descubrió habilidad, porque en el arte de escribir obró lo que grandes escritores, haciendo con igual perfeción toda variedad de letras, y pasando adelante sacaba con sutiles plumas una estampa con tanta perfeción que hacía dudar cuál fuese lo estampado. En la iluminación hizo algunos progresos. Yo he visto algunas muestras de este género. Pasó de diez años a estudiar lo último de la gramática en la ciudad de Braga. Fiado en el ingenio y más embebecido ya en la poesía, estudiaba poco. Dejó lo estudios, mas no los libros y los escritos, porque compuso diferentes obras de prosa y verso, que después estrañó con otros ojos y en una llama las entregó al olvido. Y, conociendo la falta que para tales empleos le hacia el estudio, hízose con maestros particulares bastante gramático y razonable filósofo. Con estos fundamentos de las ciencias se empleó mucho en la noticia de ellas, alcanzando de cada una lo que bastó para tratar de todas a sus tiempos. Esto, junto al ingenio ardiente que logra, le hizo discurrir en todas de modo que parece profesarlas, como abiertamente se deja ver de sus escritos y de este con singularidad. En la historia y poética pretendió señalarse. De la primera no hay duda, que lo aseguran los tomos que tiene escrito. De la segunda no la hay que este comento es arte poético perfetísimo. En las dos lenguas, italiana y castellana, hizo particular estudio. Escribe en aquella como sus naturales y mejor que muchos naturales en este, de que singularmente son fiadores bastantes la historia y este comento. Para el manejo de la secretaría más varia y atareada de cualquier príncipe, le hizo tan capaz la aplicación, el ingenio, el estilo y la agilidad, que uno de los grandes (o el primero) secretarios del rey, viéndole ejecutar algo, confesó que solo él bastaba a despachar una laboriosa secretaría, de las en que se ocupan muchos, siendo tan dañoso el correr por manos de muchos los secretos. Pero no ha bastado este conocimiento para ocupar a un tal sujeto. Tanto más vale la aceptación que la suficiencia.

XIII


El año de 614 casó en la ciudad de Porto con doña Catalina Machado, hija de Pedro Machado, contador mayor, o único, de la Chancilleria que allí reside; persona de gran estima en ella y su distrito, y de Catalina López de Herrera, matrona de los respetos que en las excelentes celebra la antigüedad. Y cuando no tuviera tales padres, bastárale tenerse a sí, pues, para el juicio la abona bien el ser cierto, que corriendo lo mejor de España y de Italia por la necesidad de seguir a su marido y a sus hijos, y hallándose en las mayores Cortes del mundo, jamás le dio cuidado la vista de alguna de sus pompas para salir desde su casa a ellas. Y para el ánimo varonil no menos la abonara el ser cierto, que hallándose en peligrosa tormenta de una galera jugada de las olas y obligando sus ministros a que fuesen recogidas abajo las mujeres que iban en la popa, y lo confundían todo a voces, resistió al mandato diciendo que ella no había dado la menor voz y se había de estar en su puesto, aguardando a ver de qué color era la muerte. Dicho que, si fuera de alguna griega o romana antigua, se leyera hoy. Y son legítimamente de este apellido de Machado que aún hoy permanece ilustremente entre los de aquel reino en la provincia de Entre Duero y Miño, y casa no menos noble que antigua, de que es hoy señor Félix Machado, que la ilustra no tanto con el título de marqués como con las artes propias de entendido y cortesano que ama y ejercita. De once hijos que Manuel de Faria tuvo se halla hoy con tres.

XIV


Como de sus padres no esperaban grandes herencias, fue menester servir a señores. Empleose en ello treinta años. Y sobre ejercitarlo con tantas calidades y cumplir con su obligación salió con las manos en la cabeza, de que resultó la empresa con que sella sus papeles, que lleva por figura la torre y lises de los Farias (testimonio de su nacimiento) y el libro con el compás encima, (imagen de los estudios y habilidades), todo debajo de una corona, y la letra In vanum laboraverunt, aludiendo a que tanto mérito puesto a tanta sombra “trabajó en vano”. Si bien, por otro lado, se halla contento con su mala fortuna, porque dice él que es gran dicha el no deber nada a nadie y gran pensión para un entendido el verse marcado con blasón ajeno, y que tiene por gran suerte el ver que posee cosa de que deba reconocimiento más de a Dios y a sí mismo. Y a la verdad, más pierden los grandes príncipes en no hacer sus deudores a los grandes ingenios, que ellos en no serlo aun de grandes fortunas. Es caballero del hábito de Cristo, con las limpias calidades (no las hay en todos) que mandan sus estatutos. Aísiste agora en esta Corte a los 49 años de su edad. La forma de su rostro es la que se verá en el retrato que está bien parecido. La estatura común, flaco y pálido, ejecutorias públicas de estudioso perene. Las costumbres, humildad con los que saben, ojeriza con los que de la ignorancia hacen ciencia; de la fortuna, soberbia; de la soberbia, caballería. Retirado, de suerte, que (raro para creerse) en esta Corte no entra en otra casa que la suya. Este retiro no resulta de condición intratable, sino de experiencia que los más de los hombres muy tratados vienen a descubrir que son menos hombres que fieras y de que no se ahorra un sencillo la molestia de experimentarlos si no es con hacerse passer solitarius in tecto.

XV


Y porque semejantes sujetos ordinariamente les precede algún presagio, no quiero dejar de referir lo que él propio me dijo; y es que, al tiempo que andaba en los brazos de su ama, le llevó una vieja labradora, su vecina, a un molino suyo y le metió las manos en el ojo, o hoyo de la muela, cuando corría. Y después, oyéndole alabar de las habilidades que dijimos en su infancia, decía: ¿No le metí yo las manos en el hoyo de la rueda del molino corriendo? ¿No dije yo que había de ser muy ingenioso? Pero él propio me dijo que deseaba que nadie dejase llevar sus hijos de semejantes viejas a los molinos, porque, si aquella rueda pudo obrar algo, más había sido para él la de Ixión que la de Fortuna próspera.

XVI


Quien supiere que Manuel de Faria predijo algunas cosas y midiere esto con esotro pensará que la vieja en la rueda le enseñó a adivinar. Pondré aquí solas tres. En su Historia dio esperanza de que nuestros reyes habían de tener un hijo heredero y de allí a un año lo vimos y hoy logramos. Un papel me comunicó antes de darle a cierto caballero en que le prometía mal suceso en cierta pretensión después de discurrir por las circunstancias de ella y, cuando vino de allí a dos años, sucedió lo prometido. De un hombre de infames costumbres dijo a algunas personas que moriría infamemente y antes de seis meses sucedió así. Preguntándole de dónde le venía esto, me respondió que adivinaba a manera del demonio, que no pudiendo saber nada de lo futuro, para inferirlo se gobierna por lo pasado y por los modos del obrar de cada uno. Y tiene razón, porque si un hombre viviera tanto como el demonio no se le pareciera poco en ciencia. A lo menos para sí no ha adivinado lo que estaba por venir, aunque me asegura lo sospechó, cuando le hace acordar de hablar en esto el dolor de una coz de la Fortuna que le trae medio muerto, con que fue preciso acordarme del epitafio que escribí en mis primeras Rimas a un judiciario. Y dice de esta manera:

Yace un astrólogo aquí
que a todos pronosticaba,
y que jamás acertaba
a pronosticarse a sí.
De una coz y mil molestias
le mató una mula un día:
que entiende la Astrología
al cielo, mas no a las bestias.


Finalmente, después de haber empleado por tantos años todas estas partes en servicio de señores, y de la patria, se halla no solamente no premiado, sino perseguido, de modo que me obliga a creer que no es rayo celeste el que le hiere, pues de él se dice que es propio herir lo duro y soberbio, no lo humilde y rendido; con que vengo a decir lo que nuestro Alonso de Ercilla en una desmedida tormenta contra una miserable barca: ¿Tanto importa anegar una barquilla?

XVII


Agora quiero entretenerme en ponderar que el comentador y comentado se parecen mucho en diferentes cosas. No porque crea que fue menester que concurriesen ellas para que fuese el uno mejor entendido del otro, mas por discurrir. Luis de Camoens trae su origen de Galicia y Grecia, y de linaje ilustre, según enseña su comentador en algunos lugares. El suyo trae también de Galicia, y es de creer que de Grecia, Manuel de Faria, porque la provincia de Entre Duero y Miño, su patria, fue el más ilustre trozo de Galicia en lo antiguo. Luis de Camoens tiene su solar en un castillo llamado Cadmon, Manuel de Faria en otro de este mismo nombre, que aparece entre Barcelos y Fam, con fundamentos sobre que se puede discurrir de este modo. En los tiempos de don Fernando, rey X de Portugal, era alcaide del castillo, o fuerza llamada de Faria, Nuño González de Faria, a quien las corónicas dan el renombre de Bueno. Siendo inopinadamente preso por los castellanos, gobernados del adelantado Pedro Rodríguez Sarmiento, y, temiendo que su hijo, que en su lugar quedó en el castillo, le entregaría, si ellos, sin llevarle consigo, le fuesen a referir su desgracia, los persuadió que le llevasen, porque él le mandaría que les hiciese luego entrega de él. Creyéronle y lleváronle. Pero él, envuelto en sus prisiones, amonestó desde abajo rigurosamente al hijo, que, aunque allí le viese hacer pedazos, no entregase la fortaleza a sus enemigos, advirtiéndole que se había hecho traer de ellos allí con engaño para hacerle esta amonestación de padre, de soldado y de alcaide verdadero con su príncipe y con su honra. Hiciéronle luego pedazos los enemigos y desde entonces tomaron sus descendientes por armas la torre y al pie de ella un hombre despedazado. Y después, reformándose los blasones en tiempo del rey don Manuel, se quedaron con el que hoy traen, que es la torre de plata entre dos lises, y tres encima en campo rojo. De este modo, se ve claro que ya en aquel tiempo eran grandes caballeros los señores de aquel castillo. Él pudo bien tomar el nombre de la región a que Dextro llama Oferina, pues en ella se ve fundado, y ella tomarle de Ofir, uno de los hijos de Jetán, cuarto nieto de Noé. Si bien en la misma escritura sacra hallo otros personajes con nombre antes más que menos parecido (si es que nos han de obligar semejanzas de nombres) al de Faria; pues Fará se llamaba aquel criado de Gedeón que el mismo Dios eligió para acompañarle en el peligro de ir a registrar el campo de los madianitas y, en el Libro de los Reyes, se nombra, entre otros personajes, a Farai. Pudo también derivase este nombre de algunos griegos y sus convecinos que vinieron a poblar a Galicia, como es firme, siendo esta tierra porción grande suya en lo antiguo. Pudieron ser algunos de las islas y ciudades llamadas de Fara en Creta y de Faria en Dalmacia, cuyos habitadores se llamaban farienses, o de los que se llamaban faritas por ser de la ciudad de Faris, o circunvecinos al río Fario. No menos pudo ser que se llamase de Faria aquella región, tomando el nombre de la torre, porque las torres en lo antiquísimo se llamaban faros y de ahí farius, faria, farium, lo tocante a ellas.

XVIII


Lo en que no hay duda es que el nombre de Faria era notorio ya en la primera edad de los romanos en España, pues consta, por vista de ojos de hombres de crédito y por fe de notarios públicos, que entre algunas ocho mil medallas que se hallaron cerca de la villa de Mértola, en una olla de plata, el año 1634, apareció una, de la grandeza casi de un real de a dos, como eran todas, en que de una parte se vía la cabeza de Mercurio, como suele pintarse, y del reverso una mujer sentada con un globo en la mano derecha, de que sale un asta, y a los pies una lanza y un escudo con estas letras, ROMA, y en la circunferencia estotras, N. FARIA. Está hoy en poder de Gaspar de Faria Severim, ejecutor mayor del reino. Y discurriendo algo sobre estas figuras y letras, parece, sin duda, haberse labrado esta medalla en Roma en el erario público y casa de moneda, a que presidían los triunviros, que por ello llamaban monetarios. La figura de Mercurio es frecuente en la monedad de la Antigüedad romana, porque los gentiles veneraban a Mercurio por dios de los contratos. No es menos frecuente en ellas la imagen de Roma, si bien no siempre de una misma forma. Esta que vemos aquí representa la misma ciudad y república. Sentada por mostrar su dignidad. El escudo es el de oro y la lanza que se daba a los príncipes de juventud, como se ve de la medalla de Cayo y Lucio Césares, hijos de Augusto, que se ve entre las de Sebastiano Erizzo. El globo representa el mundo, de quien Roma se juzgaba señora llamando a su monarquía ORBIS ROMANVS. La asta que sale de ese globo es el cetro o bastón que significa el Imperio, como con abundancia prueba el docto padre Cerda, sobre el libro 6 de Virgilio, al verso, Ille (¿vides?) pura juvenis qui nititur basta. Las letras de la circunferencia parece dicen Nonius Faria, nombre, sin duda, del triunviro monetario que hizo esculpir esta medalla, los cuales tenían privilegio de poner sus nombres en ellas, como se ve claro de muchas que trae el propio Sebast, cuales las de Augusto, Lucio, [E]statilio Tauro, Lucio Atilio Floro y Lucio Titurio Sabino. Eran estos triunviros monetales presidentes de la casa de moneda, según Pomponio Leto de Magistratibus Juan Sario Zamosco, libro 1, de Sen. Rom., adonde trae de Dion Casio, libro 54, que Augusto instituyó entre otros magistrados este por mejor gobierno público, en que solamente se nombraban los del género senatorio y patricios, nobleza más ilustre de Roma, a la cual Salustio llama clarísima. Así que ya el apellido de Faria era ilustre en este tiempo de los romanos. Y no impide que Nonio Faria fuese portugués el ser ciudadano de Roma, porque los emperadores concedieron el privilegio de ciudadanos suyos a muchas ciudades de España, y de ellas iban muchos a pretender en Roma los oficios, y los alcanzaban como fue Lucio Cornelio Balbo, natural de Cádiz, que tuvo el de cónsul, como nota Plinio en el capítulo 34 del libro 7, Trajano español fue; y Teodosio de Cauca cerca de Braga, con otros muchos ejemplos. Y así pudo Nonio Faria ser de aquella tierra Oferina, cuando no ya señor de ella, y de su torre, para que no es desproporcionada sospecha el nombre de Nonio, que permanezca en la propia familia, ya no con poca antigüedad, pues así se llamaba ese valeroso caballero, en que le dan principio los genealogistas.

XIX


Tampoco hay duda en que también en la primera edad de los godos en España era ya notorio este apellido de Faria, porque es fábrica de ellos con evidentes señales el templo de Santa María de Faria, que hoy aparece en la falda de un monte que sostuvo la villa y el castillo de Faria, de que solo aparecen las ruinas entre las poblaciones de Barcelos y de Fão, de la ilustrísima provincia de Entre Duero y Miño. Cerca de este templo permanece aún buena parte de una torre del mismo nombre de Faria, al modo que por toda la provincia se conservan muchas que fueron los solares de las más calificadas familias del reino. También es del tiempo de los godos el monasterio meldense de la propia provincia, fundación de Santa Fara, virgen y monja benedictina (otra que no la francesa), natural de aquella tierra, que muriendo el año 650 (el mismo en que murió el rey Flavio Chindasvindo) y, habiendo ya memoria de ella por los años de 639, parece alcanzó la vida de siete reyes. Ese y sus antecesores, que fueron: Sesebuto, Recaredo, Flavio Suintila, Sisenando, Chintila y Tulga. Y si damos crédito al nombre y a otras señas evidentes, era esta santa virgen de la gente de Faria y parece que como tal fundó en la propia tierra de su nombre ese monasterio. También no hay duda en que ya el primer rey de Portugal halló la torre y gente de Faria en aquella tierra, pues de la Crónica del rey don Alonso Enríquez consta que cuando la condesa, su madre, se levantó con el estado desde los castillos de Faria y Neiva lo recuperó todo; de que se infiere la fidelidad con que esta familia estuvo constante para con su príncipe. Aquel caballero, Tomás de Feria, que se halló en la conquista de Jerusalén y que nombra, en su Historia, Guillelmo Tirio, fácilmente se puede creer era Tomás de Faria, y que el autor, como estraño, trocó las letras llevado de su pronunciación, pues nombrándole con Guillelme Carpintero y Mem Laude (de cuya familia era él patronazgo del monasterio de Laudes en la tierra de Faria) y con los otros capitanes portugueses, y no constando de esotro apellido entonces en España, síguese que el Tomás era de Faria, y por eso numerado con sus naturales.

XX


Hállanse también memorias honoríficas de personas de este apellido en la corónicas y registros de los reyes don Alonso Tercero, don Pedro y don Fernando y sus sucesores, recibiendo de ellos singulares mercedes. Entre los caballeros que siguieron a don Juan Primero y que él armó de su mano, antes de entrar en la de Aljubarrota, fueron Martín González y Álvaro García de Faria; y a Gonzalo Núñez de Faria hizo donación de las tierras de Zurara, Pindelo y Fam. Semejantemente benefició a Lorenzo de Faria. De Álvaro de Faria hizo el coronista de don Alonso Quinto, y amado suyo, Gomes Eanes de Zuarara, ilustre memoria al mismo rey, después que en Alcacer examinó con particularidad los méritos de los caballeros y supo las hazañas de este. En la batalla de Toro se halló Lorenzo de Faria, alférez mayor del príncipe don Juan, con tal valor que mereció después gracia singular de este rey. Su camarero fue Antón de Faria y su escribano de puridad, cargo que siempre anduvo en las personas titulares del reino, y su testamentario y mayor valido (si tuvo alguno) y autorizado de su distribución recta con las alcaidías mayores del Palmela, Évora Monte y Portel. Su hermano, Simón de Faria, fue su montero mayor. Juan de Faria, comendador de Travanca, del Consejo del rey don Manuel, y su chanciller mayor, fue compañero de Tristán de Cuña en la embajada que llevó al papa León Décimo. Y después estuvo solo por embajador en Roma largo tiempo, y aun después, de orden del rey don Juan Segundo, volvió al mismo puesto, pontificando el papa Adriano, y luego a Castilla, sobre el casamiento del rey con doña Catalina, hermana de Carlos Quinto. El propio rey envió por su embajador a Roma, Baltasar de Faria, que trujo la Inquisición a Portugal y fue el primer reformador de la Universidad de Coimbra, almotacel mayor y coudel mayor del reino, y que por el bien público (celo que hoy no se halla en el mundo) hizo animoso dispendio en la ocasión de unas Cortes. Álvaro de Faria sirvió al rey don Manuel en Zafín, siendo benemérito compañero del valeroso capitán Nuño Fernández de Ataide, con quien murió juntamente su hermano, Diego de Faria. Diego Fernández de Faria sirvió en África y en la India, con opinión de uno de los más señalados capitanes que allá pasaron, y de público consentimiento fue el atlante que sustentó a Goa en el peligroso sitio que sufrió gobernando el grande Alonso de Albuquerque. Pedro de Faria se halló con el mismo Alonso en la expugnación de aquella ilustre plaza (de que fue capitán y dos veces de la de Malaca) y en otras acciones gloriosas para la patria. Antonio de Faria fue un rayo sobre piratas de aquellos mares. Pedro Álvarez y Antón de Faria se hicieron conocer bien en el apretado cerco que padeció Goa, gobernando el excelente don Luis de Ataide. Luis de Faria con setenta hombres suyos fue de los primeros que aparecieron en socorro de Mazagán. Hizo allí su deber Jorge Méndez de Faria.

XXI


Pues si en las armas resplandecieron tanto, no desdijeron nada en la modestia y letras con que se consiguen puestos eclesiásticos y fama universal. Don Gaspar de Faria fue obispo de Angra. Don Tomé de Faria obispo de Targa y tradujo en verso latino este poema y tenía escrito mucho de la historia portuguesa en latín. Baltasar de Faria, chantre en la Santa Iglesia de Évora y después otro basilio en la Cartuja a que se retiró del mundo, escribió la vida de San Bruno y en otros asumptos religiosos con eminencia. Su sobrino y sucesor de la dignidad, Manuel Severim de Faria, tiene escrito mucho, que, por su modestia y nuestro daño, se abstiene de publicarlo. Su hermano, fray Cristóbal de Faria, capuchino, imprimió y tiene para imprimir católicas y doctas enseñanzas. Esta es una muestra de los sujetos que produjo la región Oferina con el propio apellido de su nombre.

XXII


Holgaranse por dicha los curiosos de saber lo que contiene hoy de poblaciones esta región. Y son estas: Goios, Vieirim, Midoens, Santa Comba, Minhotães, Nabais, San Cristóbal, Touguiño, Sarta María de Faria (adonde yace una quinta de los deste apellido), Gresufe, Alapela, Macieira, Principaes, Pereira, Merezo, Aborim, Fornelos (adonde tienen los Farias otra quinta), el Monasterio de Villa de Conde, Germonde, Riocovo, Barqueros, Santa María de Sequiade, Grimancelos, San Pedro del Monte, Tonoco, Aestella, Viatodos, Santa Eugenia, Formaris, Gindufelos, villa y Monasterio de Rates, Remelle, Crestelo, San Juan de Villa de Conde, Negreiros, San Payo de Fam, Moldes, Fontecuberta, Santa Olaya de Arnoso, Alentim, Salvador de Silveros, Guamil, Chorente, Alvelos, San Ioane de Silveros, Ninive, Landin, Santa María de Paradela, Villaseca, Riotinto, Cirel, Argivai, Fontemá, Millazes, San Miguel de Carrera, Arcos, San Payo de Carvallal, Salvador de Arnoso. Esta es agora la tierra de Faria, que en estos cincuenta y ocho lugares contiene diez y seis mil vasallos, que lo son hoy de la casa de Braganza. Tal es el variar del tiempo que quien menos tiene hoy de hacienda y dominio, adonde tuvieron tanto y tan ilustres acciones los Farias, son ellos propios.

XXIII


Dejo agora a los judiciosos el elegir de cuál persona o gente de las que arriba nombré pudo aquella región Oferina, o de Faria, tomar el nombre, confesando que mi inclino a que le tomó de la Torre entonces llamada Faro, porque centinelas desde su altura daban avisos con luces; oficio que desde su torre hizo Luis de Camoens a los poetas y que Manuel de Faria desde la suya hace agora a los poetas y a comentadores, con tanta luz cuanta descubre los muchos ojos que fueron menester para ver tanto. Así que el comentado y comentador en patria son de una misma; en nobleza y antigüedad y origen de ella, bien parecidos; y por ventura que parientes, pues, según el chantre en la Vida del poeta, lo es suyo por los propios Farias.

XXIV


Pues en ingenio y en fortuna cierto que enteramente se parecen, porque si el uno obró tanto con la pluma y murió a poder de agravios y miserias, el otro le acompaña en lo primero y no está fuera de hacerlo en lo segundo. También lo son en haber ambos servido con tanto mérito sin fruto. Sonlo de la propia manera en tardar uno tanto en el poema, como otro en el comento, que a lo menos son veinte y cinco años, y en publicar cada uno so gran escrito a los cincuenta de su edad. Luis de Camoens, en la estrofa 144 del canto 10, se jactó de que concurrían en él cosas que raramente se hallaban juntan, y eran: estudio, experiencia y ingenio; Manuel de Faria seguramente pudiera hacer lo mismo. Él mismo, en la estrofa 81 del canto 7, se queja de que los que peor le trataron fueron aquellos mismo que él celebraba en su heroica música; Manuel de Faria, siendo nombrado para secretario de Estado de la India y de Cámara en el reino, por excelente prelado y gobernador, el arzobispo Alonso Hurtado no Mendoza, no habiéndole servido, ni con su persona ni con su pluma, se lo quitaron aquellos a quien había servido con todo. Y así justamente puede decir de sí lo que de sí dijo allá su poeta:

E ainda, ninfas minhas, nam bastava
que tamanhas misérias me cercassem,
se nam que aquelles, que eu cantado andava
tal prémio de meus versos me tornassem.


No son menos semejantes las familias, porque si en la de Camoens hubo buen ejercicio de armas y letras, en la de Farias le hubo del modo que ahí se hizo patente. En aumentos y declinaciones también se parecen, porque si la de Camoens (o Camaños, que todo es uno) tuvo grandes personajes, y casa señoril, como en la vida del poeta se ve claro, la de Farias tuvo gran casa y gentilísimos capitanes, ministros, embajadores y validos de reyes. Y si la de Camoens declinó, mas no tanto que hoy no tenga en Portugal un honrado mayorazgo, y en Galicia la noble casa de los señores de Rubianos, Villa García y Villa Alegre, mezclados con los claros linajes de Sotomayor, Mendoza, Luna, Andrada, Osorio y otros, y calificados hoy con los méritos de virtud, letras y talento de don Fernando de Andrada y Sotomayor, ya virrey de Navarra y hoy dignísimo arzobispo de Burgos, y aún de mayores tiaras, hijo segundo de su ilustre casa. La de Farias en Portugal, si declinó también, no tanto que hoy no tengan puestos grandes en el reino, como lo son los de alcaide mayor, almotacel mayor y ejecutor mayor, y no esté emparentada con lo ilustre de él, no poco guarnecido también con otro sujeto eclesiástico, tal como el chantre Manuel Severim de Faria, por quien las mayores dignidades suspiran más que él por ellas, siendo harta lástima que letras sólidas, ánimo cándido, celo puro y virtud calificada, todo en un sujeto de una de las mejores calidades portuguesas (cosas que juntas se hallan raramente) se esté holgando, en daño del bien público de la Iglesia, cuando hasta la misma aceptación, que todo lo ocupa, se está corriendo de este olvido, por ser con gran sobra exorbitante destribución, que entre tantos que jamás pensaron lícitamente llegar adonde se ven puestos, sino por la moneda del interés, no sea visto llegar allá uno solo por la del mérito desnudo.

XXV


Pues si el comentador en la Vida de su poeta hace ostentación de las familias ilustres de que tiene parte, o para honrarle a él con ellas, o a ellas con él, que es lo más cierto, porque lustre es de las mayores un tal ingenio, aquí pudiéramos hacer lo mismo en orden al comentador, que también se apellida de Sousa, mostrando la parte que de esta le toca. Pero, como él no quiere que lo hagamos, porque dice que trata solo de lo a que es más llegado, como son los Farias, y que de los Sousas queda más remoto, yo, que soy interesado en ellos, no les quiero encubrir la dicha de que tengan (sea en hora buena remoto como él dice) dentro de sus distritos un ingenio tan grande, porque realmente merece la grandeza de la familia de Sousas todas las grandezas para adornarse, o para adornarlas, como aquella que ya era grande antes de los reyes portugueses y que es de las primeras reales, que en aquel reino no sufre cualquiera de ellas ser segunda de la otra y que siempre tuvo varones de gran bulto en el valor de la guerra y de la paz y estimación de sus príncipes, con los primeros puestos delante de sus personas. Sustenta hoy su antiguo lustre con títulos y cargos grandes en el reino.

XXVI


Todos estos paralelos entre el poeta y comentador se hicieron en gracia de haber dicho él propio sobre la estrofa 89 del canto 9 que el que hubiere de comentar siquiera razonablemente a un poeta así, ilustre como este, ha de tener mucho de su ingenio, de su espíritu y de su humor, además de las letras. Rematen finalmente este Elogio los retratos de uno y otro, que, habiéndolos ponderado mi maestro, Vicente Espinel, gran ingenio de nuestra edad y perito en la fisionomía y bien visto en el poema y en algunos trozos del comento, dijo que Luis de Camoens había nacido solo para escribir esta poesía y Manuel de Faria para comentarla. Valete.





GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera