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Título del texto editado:
“El maestro Francisco de Medina”
Autor del texto editado:
Pacheco, Francisco (1564-1644)
Título de la obra:
Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones
Autor de la obra:
Pacheco, Francisco (1564-1644)
Edición:
Sevilla: 1599-¿1644? (ed. facsímil, Sevilla, Rafael Tarasco, 1881-1884)


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El maestro Francisco de Medina


Cuentan los antiguos poetas del famoso Orfeo que, siendo güésped de Quirón centauro, maestro de Aquiles, y habiendo con la suavidad de su música puesto en él y a los demás en admiración, no habiendo después quien osase tocar su instrumento, el atrevido Aquiles osó tocarlo cantando en honra de los versos y música de tal güésped. Riéronse todos de su atrevimiento juvenil, mas de Orfeo se dice de haberle sido muy agradable este ánimo de Aquiles. Por lo cual creo que el insigne maestro Francisco de Medina, cuyo es este retrato, hiciera más estima de la piedad de mi deseo que del cumplimiento de sus divinas alabanzas, dignas de aquellos primeros príncipes de la elocuencia, Cicerón y Demóstenes, a quien él desde su primera edad imitó, no solo en la pureza y propriedad de la lengua y espíritu y fuerza oratoria, mas ha igualado con la grandeza de su ingenio en la erudición y dotrina, de que en sus tiernos años dio grandes muestras. Pues de edad de 16 compuso paradojas admirables, hizo declaraciones y oraciones tan singulares, que admiraron a sus doctos maestros, aventajándose a todos sus condiscípulos, a los cuales en los estudios de las liberales artes, filosofía y poética, y no menos la sacra teología, se adelantó con gran reconocimiento.

Nació este heroico varón en esta ciudad, año de 1544. Comenzó a estudiar la gramática en la academia de Hernando Infante, el de 1555. Dos años adelante pasó al estudio del maestro Juan de Malara; oyó Súmulas y Lógica en el colegio de maese Rodrigo, y Astronomía de Jerónimo de Chaves, entonces muy estimado. Graduose de bachiller en Artes y Filosofía en el colegio referido, y dos años después ganó dos cursos de Teología. Salió de Sevilla a leer la cátreda de Latinidad de Jerez de la Frontera por el año de 1564, al fin del cual, como otro divino Platón, pasó a la docta Italia, adonde, habiendo visto y comunicado en las más principales academias de ella con los más doctos varones de aquel tiempo, y visto y observado atentamente todas las grandezas admirables de Roma y lo que en ella es digno de consideración, dejando en todos los que comunicó grande admiración y deseo de su amistad, dio vuelta, por la falta de sus padres, a Sevilla, de donde fue elegido por don Antonio de Morales visitador de las escuelas para la cátredra de Latinidad de la villa de Osuna. Ganó otro curso de Teología y tomó posesión de la cátreda por provisión del duque don Pedro. Fue a leer a Antequera y volvió con acrecentamiento a la cátreda de Osuna, do se graduó de licenciado en Artes y Teología, año de 1570, y en el mismo, de maestro en las dichas facultades; y fue de allí llevado con ventaja por el bailío a la cátreda de Lora.

El fruto que en pocos años hizo no se podrá encarecer en muchos, pues la fama lo trajo por maestro del clarísimo príncipe hijo del segundo duque de Alcalá, cuyo ministerio mostró bien la fuerza de la educación en los tiernos años, pues en tan breve tiempo vimos tan altos principios de discreción y prudencia en aquel mal logrado príncipe. Esta muerte del marqués de Tarifa fue al prudente varón causa de retirarse, dejando la cátreda de San Miguel y la pompa de palacio, en lo más apartado de los arrabales de esta ciudad a vida quieta, donde dispuso un riquísimo museo de rara librería y cosas nunca vistas de la antigüedad y de nuestros tiempos. Y, habiendo antes sido deseado del ilustrísimo cardenal don Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla, fue compelido de su modestia y ánimo agradecido a recebir la merced que le ofrecía, para su más estimado secretario, donde recibió grandes favores y más de tres mil ducados de renta en diversos beneficios, no queriendo acetar mejores prebendas. Últimamente, por la muerte del cardenal, volvió a su primera quietud, sin admitir las honras y favores de muchos príncipes que le ofrecían sus casas.

Tuvo este singular varón comprehensión grande de las facultades que supo y materias que manejó y felicísima memoria. hablaba y conocía de la pintura como valiente artífice de ella, de que puedo testificar como quien tanto le comunicó, sobrando a cuantos yo he conocido, parto de un entendimiento claro a maravilla. Tuvo destreza admirable en razonar y esplicarse, usando de las mejores y más proprias voces que conoció nuestra lengua, aventajándose a los más cultos de su tiempo, no solo cuando hablaba de pensado, sino en lo que la ocasión ofrecía, dando siempre en lo mejor, con términos tan de la arte que trataba, que parece que precedía a cada palabra meditación atenta.

Faltó en él un aventajado juicio, un ejemplar vivo de varones bien razonados y discretos, un oráculo de los más doctos. Fue muy curioso, limpio, honesto, recatado, particularmente en hablar de otros, piísimo, gran venerador de las cosas eclesiásticas y divinas; muy caritativo de secreto y devotísimo de Nuestra Señora. Vivió muy retirado, tratando de su salvación hasta el año 1615, que falleció en 20 de marzo, siendo de 71 años. Enterrose en la bóveda de los clérigos de San Lorenzo, donde era parroquiano. Dejó grandes curiosidades de papeles de estampa y de escritos de las cosas más notables de su tiempo, de pinturas originales, de monedas antiguas de todos metales. En todas las edades hará lástima la falta de tan esclarecido sujeto, si bien las prendas de su mucha religión y piedad nos aseguran el premio de su gloria.

Honró sus anotaciones sobre Garcilaso Fernando de Herrera con versos latinos y españoles del maestro Francisco de Medina y con el prólogo, de lo mejor de nuestra lengua. Hizo muchas inscripciones y epigramas a amigos suyos, a pinturas, a túmulos reales, y un epitafio a su sepultura nueve años antes de su muerte, que, después de los versos de su amigo el dotor Pedro Gómez, remata felicemente su elogio.

Elegía

De Pacheco la mano artificiosa
pudo darnos al vivo la figura
de Medina, con arte milagrosa,

aunque de su alto ingenio la luz pura,
la prudencia y valor tan soberano [5]
no puede demostrarlo la pintura,

porque parece temerario y vano
intento conceder esta vitoria
a la rudeza del ingenio humano.

Solo Pacheco, de inmortal memoria, [10]
pudo, osado, colmar nuestro deseo,
juntando a su pincel la eterna historia,

bien que la cruda Parca por trofeo
y castigo del mundo se llevara
a mejor vida al nuevo Febo ideo. [15]

Mas, ya que la importuna muerte avara
triunfo del Fenis de la edad presente,
por quien pudiera ser dichosa y clara,

en mármol pario y bronce refulgente
imite nuestra patria agradecida [20]
el retrato más proprio y más valiente,

en tanto que algún tiempo ve cumplida
la esperanza debida a los loores
de tan ilustre y generosa vida,

do hallarán los claros escritores [25]
un espacioso campo, un mar profundo,
lleno de mil riquezas y primores,

del varón admirable y sin segundo
que ilustra nuestra edad y la enriquece,
volviendo un nuevo siglo de oro al mundo, [30]

por quien tanto en España ya florece
la prudente elocuencia deseada
que a la Bética admira y engrandece,

por quien la gran Sevilla es igualada
a la ciudad del mundo triunfadora [35]
y con la docta Atenas celebrada:
tanto este heroico hijo la mejora.


Epigrama del mismo don Pedro Gómez:

Sic oculos Medina tuos, sic ora ferebas
cum decena tibi [i]llustra peracta forent.
Ingenium vero magnus sic finxit Apollo,
ut nisi tu scriptis, pingere nemo queat.

Quod fui, iam non sum, idem mox futurus
At potior mei pars, in quo exstitit, perstat, etAeternum manebit.
Vitae Regem vivens colui, Mortuus iudicemexspecto, osit mihi, dum reixero, felix eiusadventus.

Franc. metinaais Hi[s]pali Iucem adspexit
Anno a vera luci ex ortu M D XL IX reliquit,post annos LXXI, quando iterum adspicietpraeter luminum parentem scit nemoIntellegenti satis.






GRUPO PASO (HUM-241)

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2018M Luisa Díez, Paloma Centenera